El texto de hoy nos ayuda a ver la importancia de seguir la guía de Jehová y respetar a los que nos dirigen.
No queremos ser quejumbrosos como los israelitas, que rechazaron a Moisés y perdieron la aprobación de Jehová.
Pero hay ocasiones en las que quizás no entendemos del todo las instrucciones que se nos dan y nos surgen dudas.
Cuando lo decimos, ¿nos estamos quejando?
En la Biblia hay unas palabras que nos ayudan a responder esa pregunta: “Felices los que no han visto y aun así creen”.
Eso fue lo que le dijo Jesús al apóstol Tomás; lo encontramos en Juan 20:29.
¿Por qué le dijo eso Jesús a Tomás, y cómo puede ayudarnos a nosotros cuando tengamos dudas o cuando otros nos expresen las suyas?
Primero, repasemos lo que sabemos sobre el apóstol Tomás.
Varias veces expresó sus dudas.
Veamos dos ocasiones en las que Tomás dijo lo que pensaba.
Busquen conmigo Juan, capítulo 14.
Bueno, ¿cuál es el contexto?
Jesús acaba de instituir la Cena del Señor con sus discípulos, él sabe que pronto lo van a traicionar, que va a sufrir y morir.
Los discípulos están muy preocupados.
Ellos han estado con Jesús, han visto sus milagros, él ha sido su Maestro...
Y ahora se están dando cuenta de que se les va.
Jesús es consciente de los temores que ellos tienen, por eso, en el versículo 1, les dice “que no se les angustie el corazón”, que “demuestren fe”… Entonces, en los versículos 2 y 3, les explica que les preparará un lugar en la casa de su Padre y que volverá para llevárselos con él.
Aquellas palabras eran para animar y fortalecer a los discípulos.
Pero Tomás respondió con una pregunta que reflejaba dudas.
Versículo 5: “Tomás le dijo: ‘Señor, no sabemos adónde vas.
¿Cómo vamos a conocer el camino?’”.
Aquella pregunta dejó ver que Tomás tenía dudas y que quería que Jesús les aclarara lo que había dicho.
Puede que a veces nos sintamos como Tomás.
Quizás, cuando se anuncia un cambio en la manera de trabajar de nuestro departamento, nos preguntamos: “¿Cómo me afecta esto a mí?
¿Sigo siendo útil?”.
Hay momentos en los que todos necesitamos que nos confirmen que nos valoran.
O quizás tengamos un nuevo superintendente y nos pase por la mente: “¡Qué joven es!
Yo sé que es importante capacitar a los hermanos jóvenes, pero ¿tendrá suficiente experiencia?”.
Puede que tengamos la misma duda que Tomás expresó en el versículo 5: “¿Cómo sabremos el camino?”.
Si alguna vez nos hemos sentido así, ¿significa eso que dudamos de que Jehová nos cuidará o de que todavía nos valora?
No necesariamente.
Puede ser que en ese momento, igual que Tomás, estemos asimilando la noticia y pensando en cómo nos va a afectar.
Veamos ahora la segunda ocasión en la que Tomás dijo lo que pensaba y expresó sus dudas.
Seguimos en Juan, busquemos el capítulo 20.
Y, de nuevo, tengamos en cuenta el contexto.
Jesús se les apareció a algunos de sus discípulos después de su resurrección.
Pero en el versículo 24 leemos que Tomás no estuvo presente en esas ocasiones.
Vamos a leer desde allí.
Juan, capítulo 20, a partir del versículo 25: “Por eso los otros discípulos le decían: ‘¡Hemos visto al Señor!’.
Pero [ahora vemos las dudas de Tomás] él les dijo: ‘A menos que vea en sus manos la marca de los clavos y meta mi dedo en la herida de los clavos y meta mi mano en su costado, jamás lo voy a creer’”.
Y, aunque Jesús ya le había dicho a Tomás que prepararía un lugar para él, que iba a volver, estas palabras demuestran que Tomás necesitaba más pruebas, pruebas físicas, para superar sus dudas.
En otras palabras, él dijo: “Lo creeré cuando lo vea”.
¿Nos ha pasado alguna vez que sentimos que necesitábamos pruebas para creer algo?
Quizás alguien nos hizo daño y luego se disculpó y prometió que iba a cambiar, o un familiar que había dejado la verdad acaba de volver a Jehová.
Es cierto que recientemente estudiamos una serie de artículos de La Atalaya que explicaba que Jehová es compasivo y nos perdona, y que debemos imitarlo.
Pero todavía nos duele y no estamos seguros de que la persona haya cambiado.
Puede que estemos pensando lo mismo que Tomás: “Lo creeré cuando lo vea”.
Situaciones como estas demuestran que a veces podríamos tener dudas y no dejar de darles vueltas.
Y, aunque eso puede pasar, si no hacemos algo, podríamos empezar a cuestionar las decisiones de los que nos dirigen y terminar quejándonos de ellos.
Para evitar eso, veamos lo que podemos aprender de cómo Jesús le respondió a Tomás.
Él ayudó a su discípulo a superar las dudas que tenía.
¿Podría ser que la preocupación o las propias inseguridades de Tomás fueran la causa de sus dudas?
No lo sabemos.
En cualquier caso, Jesús comprendía que Tomás era imperfecto y siempre lo trató con paciencia, se aseguró de animarlo y fortalecerlo.
Por ejemplo, cuando Tomás dudó de la resurrección de Jesús, veamos cómo respondió Jesús.
Volvamos al capítulo 20 de Juan y sigamos leyendo el relato.
Versículo 26: “Ocho días más tarde, sus discípulos estaban de nuevo reunidos en la casa, y Tomás estaba con ellos.
Aunque las puertas estaban cerradas con llave, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: ‘Tengan paz’”.
Si fueras Tomás, ¿cómo te habrías sentido en ese momento?
Podemos imaginar la sorpresa que se llevó al ver a Jesús ahí delante de él.
Quizás pensó: “¿Sabrá Jesús que dudé cuando me dijeron que resucitó?”.
Si se preguntó eso, no tardó en saber la respuesta.
Inmediatamente Jesús se dirigió a él.
Leemos el versículo 27: “Le dijo a Tomás: ‘Pon tu dedo aquí y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado.
Deja de dudar y cree’”.
Jesús no trató a Tomás con dureza.
No le dijo: “¿Otra vez estás dudando?
¿Dónde estabas la semana pasada cuando me aparecí a los otros discípulos?”.
No, con cariño lo ayudó a superar sus dudas.
¿Y cómo respondió Tomás?
Versículo 28: “Tomás le dijo: ‘¡Mi Señor y mi Dios!’”.
Enseguida expresó su fe.
Y esa respuesta reveló lo que había detrás de sus sentimientos.
Él no se estaba quejando ni rechazando la guía de Jehová.
Solo necesitaba asegurarse.
Por eso Jesús le dice las palabras que leímos en el versículo 29: “¿Has creído porque me has visto?
Felices los que no han visto y aun así creen”.
Básicamente le estaba diciendo: “Tomás, no siempre vas a entenderlo todo.
Pero, si tienes fe y confías en mí, serás feliz.
Creerás aunque no veas”.
Esto fortaleció a Tomás y él continuó sirviendo a Jehová.
¿Cuál es la lección para nosotros?
Aunque valoramos la guía que recibimos y estamos convencidos de que Jehová nos va a ayudar a cumplir nuestra labor, habrá momentos en los que nos sintamos inseguros y en nuestro interior tengamos dudas.
Es importante recordar que eso no necesariamente significa que no tengamos fe o que estemos siendo quejumbrosos.
No, a veces —igual que Tomás—, lo que necesitamos es un poco de ánimo y comprensión.
Y la manera en la que Jesús trató a Tomás es un buen ejemplo de paciencia y amor.
Le dio a Tomás exactamente lo que necesitaba para superar las dudas.
Y esto demuestra que Jehová nos entiende.
Él sabe que somos imperfectos y siempre está dispuesto a ayudarnos.
Él nos ha dado su Palabra, la Biblia, que nos anima, porque nos recuerda sus promesas y cuánto nos ama, y nos consuela en los momentos difíciles.
Tenemos pastores dirigidos por el espíritu que nos ayudan y nos guían.
Y contamos con buenos amigos con los que podemos desahogarnos y que nos escuchan con paciencia, pero que también nos ayudan a pensar como piensa la organización.
De esas maneras, Jehová nos ayuda a sentirnos seguros cuando lo necesitamos.
Y podemos imitar su ejemplo cuando nuestros compañeros nos expresan sus inseguridades y dudas.
También podemos aprender una lección de Tomás.
Después de escuchar lo que le dijo Jesús, inmediatamente demostró su fe y dejó de darles vueltas a las dudas que tenía.
Así evitó ser quejumbroso.
Cuando le oramos a Jehová y él nos da la seguridad que necesitamos, confiamos totalmente en él.
La manera en la que respondamos revelará cuáles son nuestros motivos.
Así que fortalezcamos nuestra fe en Jehová y en Jesús, y confiemos en los que nos dirigen.
Y apoyemos a los demás, tratémoslos con paciencia y amor, como Jesús hizo con Tomás.
Si hacemos todo esto, evitaremos la mala actitud que puede hacernos quejumbrosos, y en nosotros se cumplirán las palabras de Jesús a Tomás: “Felices los que no han visto y aun así creen”.
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