La Biblia solamente habla de un Guehazí.
Sí, ese en el que están pensando: el sirviente de Eliseo.
Eliseo, el profeta de Dios, había capacitado a Guehazí personalmente, directamente.
A medida que Eliseo se iba haciendo más conocido y respetado, lo normal es que Guehazí recibiera más honra por su papel como sirviente personal de Eliseo.
Así es, Guehazí recibía honor y hospitalidad no por ser quien era, sino por quién tenía a su lado.
Cuando Guehazí aparece por primera vez en la Biblia, se ve que era leal, honesto, empático.
Pero más adelante, en 2 Reyes, surge el lado oscuro de este hombre.
Incluso, en cierto punto, parece que hubiera dos Guehazís.
¿Qué le pasó?
¿Qué lecciones queremos que se lleven con ustedes?
Veamos su historia.
En el capítulo 4 de 2 Reyes, conocemos a Guehazí.
Leemos que una mujer de Sunem, que era rica, fue increíblemente hospitalaria con Eliseo.
Por ejemplo, lo alimentó y le preparó un lugar para quedarse.
Arranquemos desde 2 Reyes 4:13.
Allí el profeta Eliseo expresa su profundo agradecimiento por todo lo que ella ha hecho por él.
Leámoslo.
Dice: “Luego Eliseo le dijo a Guehazí: ‘Por favor, dile [a la mujer sunamita]: “Te has tomado todas estas molestias por nosotros [y es que Guehazí también se había beneficiado].
¿Qué podemos hacer por ti?
¿Quieres que le diga algo por ti al rey o al jefe del ejército?”’.
Pero ella contestó: ‘No, yo estoy bien.
Vivo con mi gente’”.
Como si dijera “Estoy tranquila.
Todo OK.
Tengo todo lo que necesito.
Tengo una casa, tengo dinero, tengo un buen esposo.
Estoy bien”.
Sin embargo, Guehazí en el versículo 14 hace una muy buena observación.
¿Qué notó?
Que a esa mujer rica había una cosa que le faltaba, y en el versículo 14 se lo dice a Eliseo: “Bueno, no tiene ningún hijo”.
Al parecer, tener hijos no era una posibilidad para ella, para esta pareja.
Que se diera cuenta de esto indica que Guehazí era alguien muy observador, él veía más allá.
Se preocupaba por otros, mostraba empatía.
Guehazí no se preocupaba por sí mismo, sino por los demás.
Él quería ser generoso, quería servir a otros.
¡Un punto para Guehazí!
Y qué fe tan grande debía tener Guehazí.
Él confiaba en que Eliseo podía hacer algo para ayudar a esta mujer.
Eliseo aceptó la sugerencia de Guehazí y, en el versículo 16, le dijo a esta mujer sunamita: “Por estas fechas el próximo año tendrás un hijo en tus brazos”.
Eso era algo que ni en sus mejores sueños ella se hubiera imaginado y, aun así, al año siguiente Jehová le regaló a este matrimonio un precioso bebé.
¿Cuál es la lección?
¿Qué aprendemos?
No hace falta que seamos superintendentes para que Jehová nos utilice.
Imagínense que un día ustedes hacen una sugerencia.
¿Cómo se sentirán si se acepta pero es su superintendente quien se lleva el mérito?
No sería raro.
Pues estemos contentos.
Al fin y al cabo, nos hace muy felices que Jehová haya bendecido nuestra idea.
Preguntémonos: “¿Estoy usando lo que he aprendido y mis capacidades para servir a otros, o solo estoy buscando reconocimiento?”.
Bueno, volvamos ahora al relato de la mujer sunamita.
Pasan los años y el niño muere.
En este momento tan trágico de su vida, esta mujer busca la ayuda de Eliseo.
Va a buscar al profeta.
Está destrozada, está rota por dentro.
Y ahí, en ese momento, cae a los pies de Eliseo.
Pero entonces se empieza a ver una nueva cara de Guehazí, otro Guehazí.
Capítulo 4, versículo 27.
Ella cae a los pies de Eliseo; está destrozada.
Y leemos: “Ante esto, Guehazí se acercó” para...
¿consolarla?
¿Para consolarla?
¡No!
Se acercó “para apartarla”.
Pero, Guehazí, ¿en serio?
Que no es una simple extraña, que es tu amiga.
Lleva años siendo superhospitalaria y buena.
Y ahora que es ella la que necesita ayuda, que está tan angustiada que hasta cae a los pies de Eliseo por lo que está sufriendo, ¿vas y la apartas?
¿Acaso pensaba que Eliseo era demasiado “importante” para ayudarla?
Pues Eliseo no era así, no era indiferente.
De hecho, en el versículo 26 —cuando ve venir a la mujer—, le pide a Guehazí que vaya a su encuentro y que le pregunte si está todo bien, si el niño está bien...
Pero qué interesante fue la respuesta de esa mujer: “Todo está bien”.
¿Será que ella también se dio cuenta de que Guehazí no era el mismo?
¿Qué pasó?
¿Qué le pasó al Guehazí observador y empático?
¿Adónde se fue?
¿Será que estaba perdiendo la fe o que su asignación ya no le entusiasmaba?
Quizás estaba cansado de hacer siempre el mismo trabajo una y otra vez.
Estar todo el día con Eliseo y ver de cerca sus imperfecciones, sus rarezas, quizá lo irritaba.
Quién sabe.
¿Acaso quería más responsabilidades y dejar de ser “el chico de los mandados”?
En cualquier caso, sabemos que en cierto punto Guehazí empezó a cambiar por dentro.
Ese sirviente, que llevaba años siendo fiel, se iba apagando mientras el otro Guehazí salía a la luz.
Una lección, una muy importante: cuando un nombramiento se vuelve más importante que servir a los demás, tu corazón se está yendo.
Las responsabilidades no sirven de nada si no mostramos compasión.
Pensemos: “¿Trato a quienes necesitan mi ayuda como interrupciones, o como personas valiosas para nuestro Padre Jehová?”.
Si el capítulo 4 nos llena de dudas sobre Guehazí, el capítulo 5 es la gota que derrama el vaso, un golpe de realidad.
En el versículo 20, Guehazí llama a Naamán: “Ese sirio”.
¿Ese sirio?
Se sentía superior a este hombre, que era de otra raza.
¡Hasta pensaba que no pasaba nada por estafarlo!
Así que lo engaña, lo manipula..., ¡y todo para conseguir los regalos que Eliseo había rechazado!
Pasó de ser Guehazí el Generoso a Guehazí el Codicioso.
Qué triste..., pero no acaba ahí.
En el versículo 25, le miente a Eliseo.
Él le pregunta: “¿De dónde vienes?”.
¿Qué le dice?
“Tu siervo no fue a ninguna parte”.
¡Guehazí, ¿pero cómo se te ocurre?!
¿Es que acaso no te da miedo?
¡Le estás mintiendo al profeta de Dios!
Tú sabes que Jehová le permite ver cosas que no son obvias; sabes que hace milagros.
El espíritu de Jehová está sobre él.
¡Es el profeta de Dios!
¡¿Cómo vas a mentirle?!
¿A quién se le ocurre pensar que toda esa farsa podía salir bien?
Así pasamos de Guehazí el Fiel a Guehazí el Falso.
De generoso a codicioso.
De fiel a falso.
¿Cómo terminó Guehazí, el otro Guehazí?
En el versículo 27, Eliseo le dice: “Ahora, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tus descendientes para siempre”.
Es como si Jehová le hubiera dicho “¿Querías su dinero?
Pues llévate también su lepra”.
¡Qué triste!
Al final, pasó de ser Guehazí el Bondadoso a Guehazí el Leproso.
Pero ¿por qué?
¿Por qué estamos hablando de Guehazí con ustedes, que son siervos de Jehová maduros, fieles y leales?
Que quede claro: ustedes no son así.
Ustedes no se parecen en nada al segundo Guehazí, al Guehazí que se volvió malo.
Al contrario, ¿qué vemos en ustedes?
Vemos buenos estudiantes de la Biblia.
Vemos estudiantes leales.
Vinieron cada día muy bien preparados.
¡Punto para ustedes!
Fueron bondadosos, cariñosos y demostraron que son leales a Jehová y a su organización.
Pero, amigos, les decimos esto porque los queremos y para que nunca les pase lo mismo que le pasó a Guehazí, para que no sufran.
Por eso lo decimos.
Lo que le pasó a Guehazí podría pasarle a cualquiera, incluso si estamos muy ocupados en el servicio a Jehová.
Por favor, no caigan en el mismo error que el segundo Guehazí, que se transformó en otra persona mientras cumplía con una asignación impresionante.
Estaba ahí, en pleno núcleo de la actividad teocrática, pero su corazón se estaba alejando poco a poco.
¿La lección?
Lo más peligroso de una asignación especial es olvidarte de que la tienes.
Traten de ser como el primer Guehazí, el confiable y leal.
A veces, su trabajo puede incluir tareas aburridas, sencillas, repetitivas...
No pasa nada.
¡Está bien!
¿Por qué?
Porque la lealtad se forja en la sombra.
Y la integridad se pone a prueba cuando no somos los protagonistas.
No busquen estar bajo los focos.
Brillen a los ojos de Jehová dondequiera que estén.
Y Jehová los rodeará, los abrazará con su amor leal y los llenará de bendiciones solo si recuerdan la lección de los dos Guehazís.
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