En varios lugares de la Biblia leemos que Jehová “no es parcial”.
¿Verdad que, como seres humanos, agradecemos el hecho de que Jehová no haga diferencias?
Porque sabemos lo que provoca ser parciales: conflictos, divisiones… Complica las cosas para la gente, incluso en las cosas básicas de la vida.
Por ejemplo, hay personas que buscan un hogar, un empleo o una oportunidad laboral, pero alguien con prejuicios se lo niega.
Como testigos de Jehová, pasamos por esto.
Hay personas que nos causan problemas en la escuela o en el trabajo, y hay autoridades y gobiernos que lo hacen simplemente por nuestras creencias.
Y nosotros, ¿deberíamos tener cuidado con los prejuicios?
Sabemos que están mal.
Pero debemos cuidarnos.
Vivimos en un mundo lleno de parcialidad.
¿Cómo podemos lograr ser imparciales, como Jehová?
La obra Perspicacia define bien esta cualidad.
Y, de hecho, se mencionó en los comentarios de hoy.
Significa estar libre de prejuicio o favoritismo.
También significa no dejar que el rango, las riquezas, un soborno o incluso sentirnos mal porque alguien es pobre o desfavorecido influya en nuestro juicio o acciones a favor de una persona por encima de otra.
Más bien, la imparcialidad procura que todos sean tratados según lo que es equitativo y justo, de acuerdo con lo que cada uno merece y necesita.
Sin prejuicios.
Cuando alguien tiene prejuicios, se basa en sus propias ideas para juzgar y tratar a los demás.
Y podría juzgar basándose en el color de piel, la nacionalidad, la religión y otras cosas.
Un ejemplo, si un restaurante no le sirve comida a una persona porque a esa hora la cocina ya está cerrada, se le está tratando de forma justa.
Se hace lo mismo con todos los clientes.
Pero ¿y si no le sirvieran a una persona simplemente porque es alta?
“Aquí no les servimos a los altos”.
Estarían guiándose por una norma que no es justa.
Sería un prejuicio.
Si no queremos ser así, tanto nuestras actitudes como nuestras acciones deben basarse en normas que sean imparciales.
¿Y cuál es el criterio que debemos seguir?
Vayamos juntos a Santiago.
Busquemos Santiago 3:17.
Aquí dice que la “sabiduría de arriba” —y esa es la pauta: la sabiduría de arriba, la guía de Jehová, su sabiduría— es en primer lugar pura, pacífica, razonable, lista para obedecer, llena de misericordia y buenos frutos y, miren, “es imparcial”.
Y el texto al que nos lleva la referencia es Santiago 2:9, donde leemos que mostrar favoritismo es un pecado.
Así que, para determinar cómo tratar a alguien, no debemos basarnos en nuestro criterio, sino más bien en el criterio de Jehová.
¿Y cómo demostramos el criterio de Jehová en la predicación y en nuestras responsabilidades?
Empecemos por la obra de predicar.
Este año, tanto en la asamblea regional como en las de circuito, hemos hablado de Apocalipsis 14:6.
Ahí dice que colaboramos con los ángeles y predicamos “a toda nación, tribu, lengua y pueblo”.
¿Lo ven?
Se está incluyendo a todas las personas, así que les predicamos a todos.
Predicamos en más de 240 países y territorios.
¡Eso es increíble!
Y es lo que significa ser imparcial.
Pero hacemos algo más.
En Mateo 10:11, Jesús dijo que había que buscar hasta encontrar a alguien que mereciera el mensaje.
Así que no solo predicamos en una gran cantidad de países, sino que tratamos de llegar a cada persona de cada país.
Lo que nos importa no son los números, sino las personas.
¿Qué hacemos para encontrar a todas esas personas?
Tenemos diferentes métodos de predicación: de casa en casa, el carrito, las cartas, el teléfono, la informal, en áreas metropolitanas, en prisiones, en puertos… Tenemos el sitio web, tratados, folletos, revistas —tanto en formato impreso como digital—, y seguro que hacen más cosas que no mencioné en la lista.
El punto es que hacemos todo lo posible para llegar a la mayor cantidad de personas en la mayor cantidad de lugares.
Pero vamos un paso más allá.
Cuando encontramos a esas personas, queremos llegarles al corazón y no solo darles la información.
Es tal como leímos, “a toda […] lengua”, o idioma.
Por eso traducimos.
Hoy en nuestro sitio web hay información en 1.097 idiomas.
Entré a revisarlo esta mañana, porque parece que la cifra aumenta cada semana.
Y tenemos la Biblia traducida entera o en parte en más de 300 idiomas, que son más de los que menciona el comentario del texto.
Nuestra organización se esfuerza mucho por seguir el criterio de Jehová.
Queremos ser imparciales y no tener prejuicios al ayudar a otros a conocer a nuestro Dios.
¿Y qué hacemos nosotros como individuos?
No todos podemos traducir ni predicar en todos los países que existen.
¿Entonces cómo podemos apoyar lo que hace la organización?
Podemos pensar en nuestras circunstancias y preguntarnos algo como “¿Puedo aprender otro idioma?
Si no, ¿puedo animar a otros a hacer eso para servir en una congregación de ese idioma o quizás irse a otro país?”.
Si encontramos en nuestro territorio a personas que hablan otro idioma, ¿sabemos utilizar la aplicación?
Y, si la persona muestra interés, ¿hacemos todo lo que podemos para que la congregación de ese idioma pueda atenderla?
¿Hacemos sentir bienvenidos en nuestro Salón a grupos de otros idiomas, por ejemplo, al decidir los horarios de las reuniones y de la predicación?
¿Y somos imparciales cuando predicamos en nuestro territorio?
¿Lo hacemos por igual tanto en zonas ricas como en zonas pobres?
¿Les predicamos también a quienes tienen opiniones políticas, sociales o religiosas muy fuertes, a personas de otras culturas o a personas que han elegido un estilo de vida que va en contra de lo que enseña la Biblia?
La realidad es que algunas facetas de la predicación podrían resultarnos más difíciles y sacarnos de nuestra zona de confort.
Y también puede que nos limiten la edad o la salud.
Pero, pensando en nuestras circunstancias, ¿les predicamos a tantas personas como podemos?
¿Somos imparciales?
También servimos a Jehová de otras maneras en las que hay que ser imparciales.
Por ejemplo, todos los que trabajamos en Betel realizamos tareas que de una manera u otra apoyan la obra de predicar.
Pero recordemos lo que dice Santiago 3:17, que “la sabiduría de arriba […] es imparcial”.
Ese recordatorio se le escribió a la congregación.
Así que esto no aplica solamente a predicar y a enseñar, sino también a cómo tratamos a los demás en nuestras tareas.
Queremos usar el criterio de Jehová para tratar de manera justa e imparcial a otros, sin prejuicios.
Así que es bueno que nos hagamos algunas preguntas.
Esta es para los superintendentes que me están escuchando.
Los hay en Betel, en el LDC, en el circuito y en las congregaciones.
Cuando recomendamos a un hermano para supervisar un departamento o para ser anciano o siervo ministerial, ¿lo hacemos basándonos en nuestro propio criterio, en lo que nos gustaría a nosotros, tal vez porque es nuestro amigo o porque piensa como nosotros?
¿O, más bien, seguimos el criterio de Jehová?
¿Qué ejemplo nos puso Jesús?
Recuerden que él tuvo una relación muy estrecha con el apóstol Juan, pero fue Pedro quien recibió las llaves del Reino, y fue Pablo quien escribió más libros en la Biblia.
Porque Jesús era imparcial.
O pensemos en un punto que ya se comentó esta mañana, ¿de verdad tomamos en cuenta las ideas de los demás?
O, como somos superintendentes, esperamos que los demás estén de acuerdo con nuestras ideas solo porque nosotros las dijimos y somos superintendentes.
Analicemos el ejemplo de Jehová en 1 Reyes 22.
Tomó en cuenta muchas ideas que los ángeles le propusieron sobre cómo engañar a Acab, y eligió una.
De hecho, él ni siquiera propuso su idea.
Estuvo abierto a escucharlos aunque tenía más autoridad.
Así que, cuando estemos trabajando con nuestros hermanos y hermanas, debemos ser imparciales y esforzarnos por escuchar las ideas que ellos aportan.
¿Y si no somos superintendentes?
Todos debemos preguntarnos si sentimos que nuestro departamento o el trabajo que hacemos es más importante que el de otros.
Seamos honestos.
Puede que se nos haya dado una responsabilidad, pero no es que seamos los mejores en eso.
Somos buenos, somos buenos.
Pero hay muchos hermanos y hermanas que probablemente son mucho mejores que nosotros en ello.
¿Y por qué se nos encargó a nosotros?
Porque estábamos disponibles.
No podemos determinar la espiritualidad de un hermano basándonos en el trabajo que realiza ni comparando su trabajo con el nuestro.
Nadie es más valioso por estar en Betel, por trabajar para la central mundial o en una oficina, por tener la autoridad para aprobar cosas o por estar en el servicio especial de tiempo completo o por poder hacer nombramientos.
¿Captamos el punto?
Entonces, lo que debería guiarnos es el criterio de Jehová.
¿Y qué piensa él al respecto?
La sabiduría de arriba, en Filipenses 2:3, nos dice que con humildad debemos pensar que “los demás son superiores” a nosotros.
Claro que valoramos el trabajo que se nos ha encargado y queremos hacerlo bien.
Pero no queremos hacer diferencias.
Para demostrar la sabiduría de arriba, debemos reconocer y valorar el trabajo de cada uno en la organización de Jehová.
Ahora bien, la imparcialidad no significa que se trate a todos por igual, porque hay diferentes circunstancias y necesidades.
Por ejemplo, imagina que vas al dentista y él le dice a la persona sentada junto a ti: “Te vamos a arrancar la muela”.
No dirías “Yo quiero que me hagan lo mismo”.
No, ya estamos contentos con la limpieza que nos tocaba ese día.
Sí, hay diferentes circunstancias y necesidades.
Pero, cuando tomemos decisiones, busquemos siempre en la Biblia cuál es el criterio de Jehová, cuál es la sabiduría de arriba.
Así imitaremos a Jehová, porque nuestro Dios no es parcial.
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