Durante los últimos meses, ustedes han recibido una capacitación que los ha acercado a Jehová y los ha ayudado a entender mejor sus cualidades.
Y esta escuela no solo ha fortalecido su fe, sino que los ha preparado para servir a los demás de maneras prácticas y con cariño.
Eso me hace recordar un momento importante en la vida de Moisés.
Y no me refiero a cuando cruzó el mar Rojo o cuando recibió la Ley de Dios en el monte Sinaí.
Estaba en Madián, en un pozo.
Le habían quitado absolutamente todo lo que tenía.
Ahí tomó la sencilla pero poderosa decisión de servir a otros.
Imagínense que están allí y abran su Biblia en Éxodo, capítulo 2.
En este momento, Moisés está en crisis.
Acaba de matar a un egipcio que estaba maltratando a un israelita.
Al hacer eso, Moisés se identificó no como egipcio, sino como miembro del pueblo de Dios.
Al día siguiente vio a dos israelitas peleándose, así que intervino y trató de detenerlos.
Pero uno de ellos se enojó con él.
Fíjense en lo que le dijo en Éxodo 2:14.
Dijo: “¿Quién te nombró a ti príncipe y juez sobre nosotros?
¿Piensas matarme, como mataste al egipcio?”.
En ese momento a Moisés le cambió la vida.
Se asustó, porque se dio cuenta de que lo habían descubierto.
Y la cosa se iba a poner peor.
Versículo 15: “Cuando el faraón se enteró, quiso matar a Moisés.
Pero él huyó del faraón y se fue a vivir a la tierra de Madián.
Al llegar allí, se sentó junto a un pozo”.
Así que, cuando Faraón se enteró de lo que había pasado, en vez de proteger a Moisés —que se había criado con él en la casa real—, quiso matarlo.
Para salvar su vida, Moisés tiene que huir.
Ahora imaginen esta escena.
Está lleno de polvo, cansado, agotado emocionalmente después de caminar por días en terrenos difíciles.
No tiene títulos ni posición; es solo un hombre a solas con sus pensamientos.
Quizás estaba recordando cómo había acabado en ese pozo.
Decir que estaba angustiado se queda corto para describir cómo se pudo haber sentido.
Pero se queda solo por poco tiempo.
Versículos 16 y 17: “El sacerdote de Madián tenía siete hijas.
Y ellas llegaron a sacar agua y a llenar los bebederos para el rebaño de su padre.
Pero llegaron unos pastores y, como hacían a menudo, las echaron de allí.
Al ver esto, Moisés se levantó para ayudar a las mujeres y le dio de beber al rebaño”.
“Como hacían a menudo”, es decir, no era nada nuevo.
Las mujeres ya sabían que esos pastores las iban a tratar mal.
Pero en esta ocasión Moisés lo vio y las ayudó.
Él no se dijo: “Este no es mi problema”.
Tampoco se puso a pensar: “¿Otra vez lo mismo?
Esto ya lo he vivido en Egipto; pero esta vez no me voy a meter”.
No; se levantó, las defendió y dio de beber al rebaño.
El relato no dice que Moisés se presentara a las mujeres y les explicara quién era.
Él solo era un extraño que pasaba por allí.
Vean cómo lo describen las mujeres en los versículos 18-20: “Cuando ellas regresaron a la casa de su padre Reuel, él les preguntó extrañado: ‘¿Por qué llegaron hoy tan pronto a casa?’.
Ellas le respondieron: ‘Un egipcio nos defendió de los pastores.
Hasta nos sacó agua y le dio de beber al rebaño’.
Entonces él les dijo a sus hijas: ‘¿Y dónde está?
¿Por qué lo han dejado allá?
Llámenlo, para que venga a comer con nosotros’”.
Así que ni siquiera sabían su nombre; era solo “un egipcio”.
Y, como dice el versículo 21, gracias a su bondad él consiguió un hogar, una familia y una nueva vida.
Jehová no había abandonado a Moisés.
Él vio su corazón, vio que era un hombre compasivo y que estaba dispuesto a servir a los demás, aunque nadie lo estuviera mirando.
Estas cualidades ayudaron a Moisés a convertirse en un líder que guiaría al pueblo de Dios con valor y fe.
¿Qué lecciones de este relato pueden poner en práctica en sus asignaciones?
Al menos tres.
Primera, sean una fuente de ánimo para los demás.
Moisés vio una situación en la que podía ayudar y actuó.
En esta escuela han aprendido a ver más allá de lo obvio.
Quizás un compañero esté más callado que de costumbre, o preocupado, o a un hermano se le haga muy difícil predicar… Aquí han aprendido lo que pueden hacer por él: leerle un texto bíblico, escucharle, pedirle a Jehová en oración que lo ayude...
Estas son algunas maneras de dar “de beber al rebaño”.
Recuerden, no se les está enviando de vuelta a un país a cumplir una asignación.
Se les envía a una familia espiritual a la que podrán fortalecer con su ejemplo.
Segunda lección: que la humildad los motive a servir a los demás.
Moisés no solo defendió a las mujeres; también dio de beber al rebaño.
Hizo más de lo que se esperaba de él, y así —con ese espíritu de sacrificio— se ganó la confianza de otros.
Muchas de ustedes, queridas hermanas, han hecho exactamente lo mismo, y no solo ahora, sino durante años.
Han demostrado la misma valentía y humildad que Moisés.
Algunas se mudaron a lugares donde se necesitaban publicadores, aprendieron idiomas difíciles, o comenzaron su servicio en Betel como voluntarias algunos días a la semana, o colaborando en alguna Oficina Remota de Traducción.
Y muchas veces en circunstancias difíciles y sin esperar nada a cambio.
Y no lo hicieron por destacar o con la esperanza de tener más privilegios como venir a Galaad: lo hicieron por amor a Jehová y por amor a sus hermanos y hermanas.
Todo su trabajo y su humildad no han pasado desapercibidos.
Aunque no se hayan dado cuenta, su ejemplo ha animado a otros hermanos y hermanas a servir con humildad.
Jehová valora todo lo que hacen, y su familia espiritual también.
Así que sigan sirviendo a los demás con esa misma humildad, con mucho amor y con una fe fuerte.
Tercera lección: sirvan a otros, aunque se sientan débiles.
Moisés no estaba en su mejor momento cuando ayudó a las mujeres en el pozo; estaba huyendo por su vida.
Su vida no tenía un rumbo fijo, no tenía nadie que le ayudara y no tenía ni idea de lo que le esperaba.
En ese momento de crisis personal, decidió servir a los demás: se levantó y dio de beber al rebaño.
Esa es una lección muy poderosa, porque habrá momentos en los que servir a los demás o dar de beber al rebaño no será nada fácil.
Quizás nos estemos adaptando a una nueva cultura, a un nuevo idioma o a trabajar en un nuevo departamento.
O quizás algo interrumpa nuestra rutina espiritual, o sintamos que nadie ve lo que hacemos.
Quizás alguien nos haya malinterpretado, o recibamos consejo de un compañero, de nuestra edad o más joven (eso requiere humildad).
Tal vez estemos agotados emocionalmente, extrañemos a la familia o tengamos problemas de salud.
En esos momentos, lo más fácil es bajar el ritmo.
Pero el ejemplo de Moisés nos recuerda que servir a los demás —aun cuando nos sintamos débiles— es muy valioso.
Jehová no espera perfección de nosotros; él valora los esfuerzos que hacemos por servir a los demás, aunque nos sintamos débiles.
Así que, cuando estés en un mal momento, te cueste cumplir con tu asignación o te sientas invisible, recuerda lo que dice 2 Corintios 12:10: “Porque, cuando soy débil, entonces soy poderoso”.
Como pasó con Moisés en el pozo, nuestro Padre, Jehová, puede potenciar con su espíritu santo nuestros humildes esfuerzos por servir a los demás.
Entonces, ¿qué les enseña el relato de Moisés en el pozo, especialmente ahora que están por recibir más responsabilidades?
Ahí Moisés no era ni líder de una nación ni estaba haciendo milagros; simplemente era un hombre en crisis que tomó una gran decisión: servir a los demás.
Así que recuerden ser una fuente de ánimo para los demás.
Su fe fuerte puede servir de inspiración para otros.
Sirvan con humildad, aunque nadie los esté mirando.
Sus muestras de amor marcan la diferencia.
Todas las cosas que hacen por servir a los demás —aunque se sientan débiles o estén en un mal momento— son muy valiosas.
Hay un texto de la Biblia que recalca muy bien este punto.
Está en Gálatas 6:10.
Ahí dice: “Por eso, mientras tengamos la oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe”.
Ustedes, hermanos, ya están aprovechando la oportunidad.
Ya están haciendo cosas por los demás, especialmente por su familia espiritual.
Y, ahora que han recibido esta supercapacitación, están más motivados que nunca a seguir haciéndolo.
Cuando surja el momento —quizás cuando menos se lo esperen y se sientan invisibles o incómodos—, ¿estarán dispuestos a darle “de beber al rebaño”?
Seguro que sí, porque no estarán solos.
Jehová ve y valora sus esfuerzos, y les dará las fuerzas que necesiten en el momento justo para seguir sirviendo a los demás.
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