Mamá, ¡déjame ayudarte!
Ah, déjalo, Irene.
No soy tan vieja.
Puedo sola.
¿Sabes, mamá?
Me gusta ese nuevo doctor.
¿Qué tiene? ¿15 años?
No pienso dejar que practique conmigo.
Abuela, voy a seguir con tus cajas, ¿OK?
OK, bonita.
Irene, recuerda que el miércoles tengo cita médica por la mañana.
No puedo el miércoles.
Le pregunto a Elena.
Solo necesito que termine de llenar la segunda página.
OK.
La fecha y la firma abajo, y eso sería todo.
—OK. Gracias.
—OK.
—¿Qué quieres, Irene?
—Estoy bien, gracias.
Mamá necesita que la lleves a una cita el miércoles.
No, no puedo.
¿Y tú? ¿No puedes cambiar tu predicación o lo que sea?
Yo tengo un trabajo de verdad.
Tengo muchas cosas que hacer.
Solo necesito un poco de ayuda, por favor.
Veré qué puedo hacer.
No te prometo nada.
Mira, tengo que colgar.
Bueno, veo que con Elena no podemos contar, pero ya lo resolveré.
Ya sabes que tu hermana ha tenido un año difícil.
¿Por qué no le ofreces el curso?
Sabes que lo hemos intentado muchas veces.
Ella no quiere estudiar.
Creo que eres muy dura con ella, Irene.
Hola.
Logré cambiar mi turno.
Puedo llevar a mamá el miércoles.
Me debes una, doña Perfecta.
—Puede que quiera estudiar.
—¿Quién? ¿Elena?
No hay nada que hacer.
De pequeñas ustedes estaban muy unidas, ¿no?
La abuela dice que tú lo puedes conseguir.
Bueno, la abuela también dice que puede vivir sola.
OK.
Sé que lo has intentado, pero no dejes de hacerlo, por favor.
Está bien.
¿Te has dado cuenta de que a la abuela se le olvidan mucho las cosas?
Sí.
“… sean completamente humildes, apacibles y pacientes; sopórtense unos a otros con amor”.
—Gracias.
—Sin problema.
Eres la mejor.
Bueno, ¿qué hice mal ahora?
Nada.
Solo quería darte las gracias.
Pero… Pero nada. ¿Cómo estás?
Tengo ganas de hablar con mi hermanita.
—¿Sin juzgarme?
—Sin juzgarte.
OK.
No sé si lo sabes, pero fui a visitar a mamá el otro día, y empezó a sacar fotos de cuando éramos niñas.
¿Recuerdas cuando íbamos al río…?
Mamá, este de la derecha es tu cuarto.
Qué lindo. Gracias.
De nada. ¡Qué bien!
Te dejamos. Ponte cómoda.
Te queremos.
Entonces, ¿necesitas algo más?
Irene, tú sabes que esto no es lo que yo quería.
Mamá, ¿dónde están todas mis cosas de la cocina?
Lo ordenamos todo y cambiamos algunas cosas.
—¿Quiénes?
—Las niñas y yo.
Irene, ordenar no es lo tuyo, mi hija.
Pensamos que mis cosas son mejores.
Ya lo verás.
Mi amor, ¿estás bien?
Max, ¡cuántas veces te he dicho que te quites los zapatos antes de entrar!
Lo siento. Se me olvidó.
—Solo quería saber si estabas bien.
—Acabo de limpiar, y parece que no te importa todo lo que hago en casa.
¿Me pasas la sal, por favor?
Sí.
Gracias.
Necesita algo más que sal.
Irene, ¿por qué compras comida ya hecha?
La hice yo.
Yo creo que está rico.
Gracias.
Perdón por lo de antes.
Ah, perdóname tú.
Estos últimos meses… no esperaba que fueran tan duros.
Y, Max, siento mucho que nos esté afectando.
Estamos juntos en esto.
Jehová está viendo todo lo que haces por tu mamá, y está muy orgulloso.
Bueno, ¿qué me preparaste?
Hey, ¡gracias por venir!
Ah, ¡de nada! ¿Cómo te fue?
—Muy bien.
—¿Sí?
—Mucho trabajo.
—¡Oye, Sue!
Te llama. ¿Lo conoces?
—¡Oye!
—Ah, sí.
Ah, menos mal que te alcancé.
Me gustaría tener tu número de teléfono, por si surge algo del trabajo fuera de horas, ¿sabes?
¿Está bien?
Ah, bueno, OK.
646-480-6649.
Muy bien, ¡lo tengo!
Si surge cualquier cosa, te mando un mensaje, ¿OK?
Ah, chévere. Nos vemos.
—OK. Chao.
—Adiós.
Oye, espera.
¿Sabes?, voy, voy a ir a comer algo ahora y, no sé, ¿te gustaría acompañarme?
Ah, no, gracias.
Tenemos que irnos.
Entonces para la próxima.
Nos vemos mañana.
Adiós.
¿Qué fue lo que pasó ahí?
No es nada.
Espero que no.
Créeme, no es nada.
Imagino quién es.
¿Quién es?
Es un doctor del trabajo.
—Y es persistente.
—¿Es persistente?
¡Espera! ¿Está interesado en ti?
Creo que sí.
—¿Y cuándo me lo ibas a decir?
—No hay nada que decir.
Le dijiste que no, ¿verdad?
Todavía no.
¿Que no le has dicho que no?
No. Aún no.
¡Eso no es lo que yo te he enseñado!
¡Tienes que ser firme desde el principio!
—¡No es tan fácil!
—¡Sí que es fácil!
¡Y tienes que hacerlo ya!
Oye, lo siento.
Reaccioné mal.
Quiero que sepas que confío en ti.
Nunca me has dado razones para no hacerlo.
Lo sé.
Pero ya no soy una niña.
No, pero yo siempre seré tu padre.
Siempre me preocuparé por ti, así somos los padres.
Necesito el trabajo para el precursorado.
¿Y si no se lo toma bien?
Eso podría pasar.
Pero entonces verás cómo Jehová te ayuda.
Hablo con él mañana.
¿Hay algo que yo pueda hacer?
¿Podrías orar por mí?
Me encantaría.
Jehová… Mamá, ¿quieres salir afuera?
Más para atrás.
Tengo calor.
Yo lo hago. Yo lo hago.
—Yo puedo.
—Mamá. Está bien.
Mamá, no es la hora de las pastillas.
Mamá, no es la hora.
Quiero tomarme mis pastillas.
—Ahora no.
—Quiero mis pastillas.
¡Mamá, para!
—Irene, quiero mis pastillas.
—¡Mamá!
¿Tú sabes lo que me cuesta preparar esto?
No quiero esas pastillas sucias.
Mamá, ¿por qué tienes que hacerlo todo tan complicado?
Lo siento, quizás sea más fácil para ti cuando me muera.
Mamá, sé que es duro para ti.
Es duro para las dos.
Siento que soy una carga.
Mamá, yo te quiero, y quiero cuidarte.
Yo también te quiero, Irene.
Salmo 71:14 dice: “Pero yo, yo seguiré esperando”.
Cuando somos pacientes, suceden cosas buenas.
Predicamos.
Ayudamos a otros a hacer lo correcto.
Cuidamos de las personas a las que queremos.
Y le damos tiempo a Jehová para que él nos bendiga por ser pacientes.
Qué linda estás.
Gracias. Acabo de llegar de predicar.
¡Elena!
—Hola.
—¿Qué pasa?
Bueno, tenía esto en el buzón.
Y… ¿podríamos hablar?
¡Sí!