Mi familia estaba muy bien en sentido espiritual.
Teníamos nuestra adoración en familia, salíamos a predicar e íbamos juntos a las reuniones.
En cierto momento empezamos a tener problemas económicos.
Hubo días en los que no nos alcanzaba el dinero para comprar la comida.
Mucha gente de nuestra zona se iba a Sudáfrica a trabajar para poder mantener a sus familias.
Yo también decidí irme, y mi esposa se quedó cuidando a nuestros siete hijos.
Esta decisión me afectó espiritualmente.
Como no sabía el idioma, no podía predicar ni tampoco entendía lo que se decía en las reuniones, y no podía cumplir con mi responsabilidad de ayudar a mi familia espiritualmente estando tan lejos.
Así que la fe de mi familia se debilitó.
Los extrañaba mucho, y ellos a mí.
Me di cuenta de que había cometido un error al irme a otro país.
Me empezó a molestar la conciencia, me sentía muy mal por haberme ido.
Y entonces me acordé del ejemplo de Baruc, que está en Jeremías 45:5.
Baruc quería tener más cosas materiales, igual que yo, pero recibió ayuda y cambió de actitud.
Así que puse a Jehová primero y dejé de centrarme en las cosas materiales.
Empecé a hacer planes para volver a casa y ayudar a mi familia en sentido espiritual.
Ya llevaba seis meses sin ver a mi familia, así que cuando llegué a la frontera de Malaui empecé a sentirme superfeliz, y ahora sigo sintiéndome igual de feliz.
Estudiar la Biblia me ha ayudado muchísimo.
Seguimos teniendo problemas económicos, pero sé que en el mundo de Satanás no hay un lugar en el que no haya problemas.
Ahora soy anciano de la congregación, y mi familia está mucho más cerca de Jehová.
Mi amistad con Jehová está más fuerte que nunca, por eso me siento muy feliz.