Joel Dellinger: No se puede ser esclavo de dos amos (Mat. 6:24)

Hoy les quiero hablar acerca del peligro que presenta el materialismo.

Echémosle otro vistazo al texto de hoy, Mateo, capítulo 6, versículo 24.

Aquí, en su Sermón del Monte, Jesús dice ante la multitud y sus discípulos una verdad innegable.

El versículo comienza diciendo: “Nadie puede servir como esclavo a dos amos”.

¿Habrá alguna excepción?

Según Jesús —y según Jehová—, no, no la hay.

Pero ¿quiénes son esos dos amos rivales y tan distintos que Jesús mencionó?

El versículo dice al final que son “Dios”

y las “Riquezas”.

¿Se dieron cuenta de que Riquezas aquí está escrito con una r mayúscula?

Esto es interesante porque las otras veces que Jesús habla de las riquezas, la Traducción del Nuevo Mundo no utiliza la r mayúscula sino la r minúscula.

Por ejemplo, cuando Jesús dice que el poder engañoso de las riquezas ahoga la palabra, riquezas está en minúscula.

Y cuando habla de usar bien las riquezas injustas, también se usa la minúscula.

Entonces, ¿por qué en Mateo 6:24 y en el relato paralelo de Lucas 16:13 el Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo decidió escribir Riquezas en mayúscula?

La edición de estudio de la Traducción del Nuevo Mundo en inglés nos dice por qué.

Nos da una explicación interesante, pues señala que aquí el término griego para Riquezas (o “Dinero” como lo vierten otras traducciones) está personificado.

Se habla de ellas como si se tratara de un amo o como si fuera una especie de dios falso.

Y así las ven muchos, ¿no es cierto?

Por siglos, la tendencia de la gente ha sido darles a las riquezas —al dinero— el lugar más importante en sus vidas.

Las han elevado hasta convertirlas en un dios que, como dijeron los hermanos en sus comentarios, ha esclavizado a millones de personas.

¿Qué quería enseñarnos Jesús?

Que los cristianos no podemos darle a Dios la devoción exclusiva que merece y al mismo tiempo dedicarnos a acumular dinero y cosas materiales.

¡Qué advertencia tan directa!

Eso nos lleva a dos preguntas que podemos analizar con el tiempo que nos queda: ¿Qué es el materialismo?

Y ¿qué podemos hacer para no caer en la trampa de acumular riquezas y llegar a convertirlas en un dios?

Un diccionario define materialismo de la siguiente manera: como la tendencia a darles más importancia a las cosas materiales que a las cosas intelectuales o espirituales.

Pero en una de las publicaciones del esclavo fiel encontré una definición que creo que es mejor, teniendo en cuenta el contexto de las palabras de Jesús.

El Anuario para 1978, en la página 9, dijo lo siguiente: “Se ha dicho que el materialismo es cuanto se planta entre la persona y la adoración que ésta da a Jehová.

Por eso no tiene que ser necesariamente un automóvil costoso, un hogar ostentoso ni una gran cuenta bancaria.

Pudiera ser cualquier cosa que absorbiera el tiempo y la atención de uno de modo que descuidara la adoración que le debe a Jehová”.

Precisamente ese era el punto que Jesús quería transmitir.

¿Podría el materialismo entrampar a quienes hemos puesto el Reino en primer lugar y hemos hecho sacrificios en sentido material para lograrlo?

Bueno, al pensar en esa pregunta me acordé de un siervo fiel de Jehová que se menciona en el libro de Jeremías: Baruc.

Vayamos al capítulo 45 de Jeremías, y mientras pensamos en Jeremías y su secretario, Baruc, imaginemos los sacrificios tan grandes que tuvieron que hacer para ayudar al pueblo de Jehová de su día.

Baruc recibió una asignación especial, como la mayoría de los que estamos aquí, pero se distrajo con algo.

Leamos el versículo 3 del capítulo 45 de Jeremías.

Aquí Jehová revela lo que Baruc dijo, tal vez solo para sus adentros.

El versículo 3 dice: “¡Ay de mí, ahora, porque Jehová ha añadido desconsuelo a mi dolor!

Me he fatigado a causa de mi suspirar, y no he hallado lugar de descanso”.

Baruc estaba cansado.

Llevaba tiempo sirviendo a Jehová con lealtad, pero su comisión era difícil, puede que le causara estrés.

Y todavía faltaban dieciocho años para que llegara la destrucción predicha.

Pero ¿cuál era la raíz del problema?

¿Era su servicio a Jehová?

Veamos lo que Jehová le señaló, en el versículo 5: “Tú sigues buscando cosas grandes para ti.

No sigas buscando”.

Esas “cosas grandes” podrían haber sido bienes materiales.

Podría ser que se hubiera dejado entrampar por el materialismo.

Si ese fue el caso, esa advertencia que le dio Jehová era justo lo que necesitaba.

Un poco más adelante, en el mismo versículo, Jehová le dijo que, cuando trajera la destrucción, lo único que lograría salvar sería la vida, no sus cosas.

¿Y nosotros?

¿Qué podemos hacer para no caer en el materialismo?

Como Baruc, de vez en cuando tenemos que analizar la importancia que les damos al dinero y a las cosas materiales.

En la revista ¡Despertad!

de septiembre de 2015 aparecieron varias preguntas que nos podemos hacer, como por ejemplo: “¿Me gustan las ‘oportunidades’ de ganar dinero fácil?

¿Me cuesta ser generoso?

¿Me siento importante cuando tengo dinero?

¿Estoy pensando todo el tiempo en cuestiones monetarias?

¿Está perjudicando a mi familia y mi salud la manera en que veo el dinero?”.

Lo que les ha pasado a algunos hermanos demuestra que todos tenemos que pensar seriamente en este asunto.

Alex, por ejemplo, empezó a invertir en el mercado de valores pensando que en poco tiempo podría dejar su trabajo y hacerse precursor.

Tenía buenas intenciones, pero se enredó más y más estudiando ofertas e informes financieros.

Con sus ahorros y con dinero prestado por agentes de bolsa compró unas acciones que, según los analistas, iban a subir de precio rápidamente.

Pero ¿saben qué pasó?

Pasaron los meses, y las acciones nunca subieron.

Alex perdió sus ahorros y tuvo que vender la casa.

¡Qué triste!

¡Y todo por haberse dejado engañar por ese amo cruel: el dinero!

Tras reflexionar en lo que pasó, Alex dijo: “Le hice mucho daño a mi familia.

Ahora sé que quien pone su confianza en el sistema de Satanás queda muy decepcionado”.

Cuando estaba preparándome, leí otra experiencia que me llamó la atención sobre lo que le pasó a una hermana de Jamaica llamada Valentine.

Tal vez se acuerden del artículo

“Los retos y gozos de criar ocho hijos en los caminos de Jehová”, que salió publicado en La Atalaya del 1 de enero de 2006.

Ella cuenta algo que le sucedió relacionado con cómo veía las cosas materiales.

La hermana no tenía mucho dinero.

Imagínense: su esposo la había abandonado y estaba criando sola a ocho hijos.

Pero ¿hay que ser rico para caer en el materialismo?

Bueno, en 1988, el huracán Gilbert devastó la isla.

Valentine cuenta: “Tuvimos que dejar nuestro hogar para refugiarnos en un lugar más seguro.

En un momento de calma, mi hijo y yo salimos del refugio para inspeccionar los restos de lo que antes era nuestra casa.

Mientras rebuscábamos entre los escombros, vi algo que quería salvar.

De repente, el viento empezó a rugir de nuevo, y yo aún sostenía aquel objeto”.

Entonces, su hijo le dijo: “Mamá, deja el televisor.

¿O quieres ser como la esposa de Lot?”.

La hermana dijo que aquel comentario le hizo recobrar el juicio.

Así que soltó el televisor, que estaba empapado, y buscaron un lugar seguro.

Valentine se analizó.

Pensó en lo que había pasado en aquel momento y reconoció: “Arriesgué la vida por un televisor”.

Pero le animó pensar que su hijo había tenido la madurez espiritual para darle aquella advertencia tan oportuna.

Bueno, es una excelente lección para todos, ¿verdad?

Sea que tengamos mucho o poco, tenemos que ver el dinero como lo que es: una herramienta útil, y nunca debemos dejar que nos domine o nos controle.

No queremos acabar acribillados por culpa del amor al dinero.

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