Joel Dellinger: Fortalezcamos nuestra esperanza (Rev. 21:4)

‎El texto para hoy ‎y los comentarios que acabamos de oír ‎nos hacen reflexionar ‎en la esperanza que tenemos. ‎Motivado por su gran amor, ‎nuestro Padre, Jehová, ‎muy pronto eliminará el dolor, ‎el sufrimiento y la muerte, ‎y entonces, como se ha comentado, ‎los recuerdos felices reemplazarán ‎a todos los recuerdos tristes. ‎“Las cosas anteriores” habrán pasado. ‎Bueno, cuando vi que hablaríamos ‎de Revelación 21:3, 4, ‎pensé en los cientos de veces ‎que he oído esas palabras ‎y en todas las ocasiones ‎que las he leído en la predicación. ‎Y, aunque la mayoría de nosotros ‎nos las hemos aprendido de memoria ‎de tanto repetirlas, ‎pensé que tal vez sería bueno ‎que nos preguntáramos si, ‎después de tanto tiempo, ‎todavía nos fortalece esta promesa, ‎si todavía nos sirve ‎“como ancla del alma”, ‎tal como acabamos de escuchar ‎en uno de los comentarios.

‎Teniendo esto presente, ‎analicemos tres preguntas: ‎¿Qué es la esperanza ‎de la que habla la Biblia? ‎¿Por qué necesitamos ‎esa clase de esperanza? ‎Y ¿cómo podemos fortalecerla? ‎Primero, ¿cómo definiríamos ‎la esperanza? ‎En 1993, “La Atalaya” ‎citó a alguien que escribió: ‎“Parece que la mayoría de la gente ‎cree que la esperanza ‎es una manera absurda ‎de negar la realidad”. ‎Otros piensan que la esperanza ‎es lo mismo ‎que el optimismo y la ilusión.

‎Es cierto que las Escrituras ‎nos animan a ser positivos, ‎lo que produce beneficios emocionales ‎e incluso físicos. ‎Pero ¿qué es realmente una ilusión, ‎o un deseo, ‎que no se basa ni en la realidad ‎ni en la voluntad de Jehová? ‎Es un sueño y nada más, ‎una mera fantasía. ‎Y, por supuesto, ninguno de nosotros ‎querría vivir negando la realidad, ‎esperando que ocurra lo imposible, ‎¿verdad? ‎Ahora bien, aunque la Biblia ‎no menciona la palabra “optimismo”, ‎sí nos anima ‎a fortalecer nuestra esperanza. ‎Entonces, ¿qué es la esperanza ‎según las Escrituras? ‎En los idiomas ‎en que se escribió la Biblia, ‎las palabras ‎que se traducen “esperanza” ‎transmiten la idea de anhelar ‎y de esperar algo bueno. ‎Pero esa esperanza no solo incluye ‎sentir el deseo de que pase algo bueno, ‎sino también tener razones válidas ‎para creer que eso ocurrirá. ‎Eso es mucho más profundo ‎que ser optimista. ‎Tal como la fe, ‎nuestra esperanza ‎se basa en pruebas convincentes. ‎La esperanza de la que habla la Biblia ‎incluye anhelar algo bueno, ‎pero no se origina ‎en lo que nosotros deseamos que ocurra, ‎sino en lo que Jehová decide ‎respecto a su propósito ‎y en lo que él quiere ‎para cada uno de nosotros. ‎Romanos capítulo 5, versículo 5, ‎dice que “la esperanza ‎no conduce a la desilusión”. ‎Así que, en pocas palabras, ‎la esperanza de la que habla la Biblia ‎implica esperar con anhelo ‎cosas que estamos seguros ‎de que ocurrirán en el futuro, ‎pues Jehová lo ha prometido.

‎La segunda pregunta ‎es por qué necesitamos ‎tener esperanza los cristianos. ‎Acompáñenme a Hebreos 11:1, ‎donde encontramos la definición ‎que ya conocemos bien de la fe, ‎pero esta vez fijémonos ‎en cómo se relaciona ‎la fe con la esperanza. ‎Hebreos, capítulo 11, ‎versículo 1, dice: ‎“Fe es la expectativa segura ‎de las cosas que se esperan, ‎la demostración evidente ‎de realidades ‎aunque no se contemplen”. ‎Como sabemos, ‎necesitamos tener fe ‎para que Jehová acepte ‎nuestro servicio y nuestra adoración. ‎Y, como la esperanza ‎es un elemento esencial de la fe, ‎también es muy importante tenerla. ‎Para entender mejor cómo se relaciona ‎la fe con la esperanza, ‎podemos pensar ‎en el ejemplo de Abrahán. ‎Desde un punto de vista humano, ‎tanto él como Sara ‎ya habían pasado por mucho ‎la edad de tener hijos ‎cuando Jehová les prometió un heredero. ‎Es interesante que el relato dice ‎que ambos se rieron ‎al escuchar lo que les dijo el ángel. ‎Para ellos, la posibilidad ‎de tener un bebé ‎siendo ya tan mayores ‎debió ser sorprendente. ‎Pero ¿cómo respondió Abrahán ‎a la promesa? ‎Veamos Romanos 4:18 ‎y pensemos en lo que dijimos ‎sobre la relación ‎entre la esperanza y la fe. ‎Romanos 4:18 dice: ‎“Aunque más allá ‎de toda esperanza, ‎basado todavía en esperanza ‎tuvo fe, ‎para llegar a ser padre de muchas naciones ‎conforme a lo que se había dicho: ‎‘Así será tu descendencia’”. ‎Así que la fe de Abrahán ‎estaba basada en la esperanza. ‎¿Vemos mejor la relación? ‎La esperanza que él tenía ‎en la promesa de Dios ‎le ayudó a tener fe, ‎a estar convencido ‎de que tendría un hijo. ‎Esa fe a su vez ‎avivó y fortaleció su esperanza. ‎Como vemos, ‎Abrahán no solo estaba convencido ‎de que Jehová cumpliría su promesa, ‎sino que también esperaba con anhelo ‎verla cumplida.

‎También necesitamos esperanza ‎debido a los problemas, ‎parecidos a tormentas, ‎a los que nos enfrentamos ahora ‎o a los que nos enfrentaremos ‎antes del fin de este sistema. ‎En la carta que escribió ‎a los hebreos, ‎Pablo explicó que la esperanza ‎funciona “como ancla del alma, ‎tanto segura como firme”. ‎¿Qué hacen normalmente los marineros ‎cuando se enfrentan a una tormenta? ‎Echan el ancla al agua. ‎¿Por qué? ‎Porque, si el ancla ‎se aferra al fondo marino, ‎ayudará al barco a resistir la tormenta ‎y a mantenerse alejado ‎de rocas y otros peligros ‎que pueda haber en la orilla. ‎Cabe señalar ‎que, en el año 58 de nuestra era, ‎cuando Pablo ‎iba viajando hacia Roma, ‎su barco estuvo a punto de estrellarse ‎contra unas rocas. ‎El relato explica que los marineros ‎echaron por la popa cuatro anclas; ‎no solo una, sino cuatro. ‎Gracias a eso, ‎el barco pudo resistir la tormenta. ‎¿Vemos en qué se parece ‎el ancla a la esperanza ‎y por qué la necesitamos ‎en estos tiempos de tormenta? ‎Nuestra firme esperanza ‎—o sea, esperar con anhelo ‎que Jehová cumpla sus promesas— ‎nos mantiene en equilibrio emocional, ‎mental y espiritual, ‎sean cuales sean los problemas ‎a los que nos enfrentemos ‎en el ministerio, ‎con nuestra familia, ‎nuestra situación económica ‎o nuestra salud. ‎Así es, podremos resistir ‎las tormentas ‎porque esperamos con anhelo ‎ver que se cumplan ‎las promesas de Jehová. ‎Pocas cosas nos fortalecen tanto ‎como la esperanza de ver cumplirse ‎lo que Jehová, que no miente, ‎nos ha prometido.

‎Esto nos lleva a la tercera cuestión, ‎que es cómo podemos fortalecer ‎nuestra esperanza. ‎Como explicaron muy bien ‎los hermanos ‎en los cuatro comentarios ‎que escuchamos hace un momento, ‎debemos dedicar tiempo a pensar ‎en lo que estas promesas ‎significarán para nosotros ‎y nuestras familias en el futuro. ‎Aunque la razón principal ‎por la que servimos a Jehová ‎es que lo amamos, ‎él quiere que pensemos ‎en las recompensas ‎que nos promete en su Palabra. ‎Quiere que visualicemos ‎esas bendiciones ‎y que meditemos en ellas. ‎Hablando de las hermosas imágenes ‎del Paraíso ‎que aparecen en nuestras revistas, ‎una hermana dijo: ‎“Las observo con detenimiento, ‎como si de un folleto turístico ‎se tratara. ‎Y me imagino allí, ‎que es donde verdaderamente ‎espero estar”. ‎¿Es eso soñar despierto? ‎Claro que no. ‎Es meditar en las valiosas promesas ‎que Jehová nos ha hecho, ‎y que se cumplirán sin falta. ‎Veamos cómo el consejo inspirado ‎de 2 Pedro 3:11, 12 ‎nos anima a fortalecer ‎nuestra esperanza ‎en vista de los acontecimientos ‎que nos esperan. ‎Segunda de Pedro, capítulo 3, ‎versículos 11 y 12: ‎“Puesto que todas estas cosas ‎así han de ser disueltas ‎[refiriéndose ‎a lo que muy pronto ocurrirá ‎en la gran tribulación y el Armagedón], ‎¡qué clase de personas ‎deben ser ustedes ‎en actos santos de conducta ‎y hechos de devoción piadosa, ‎esperando y teniendo muy presente ‎la presencia del día de Jehová, ‎por el cual los cielos, ‎estando encendidos, serán disueltos, ‎y los elementos, ‎estando intensamente calientes, ‎se derretirán!”. ‎Fíjense en la expresión ‎que aparece en el versículo 12: ‎“teniendo muy presente”, ‎o, según la nota, ‎“deseando ardientemente”, ‎literalmente “acelerando”. ‎¿Verdad que nos fortalece ‎visualizar lo que ocurrirá en el futuro ‎y meditar en ello? ‎Así es, orar desde el corazón, ‎estudiar la Biblia ‎de forma regular y profunda, ‎y meditar en las promesas de Dios ‎nos ayudará a tener muy presente ‎el día de Jehová ‎y a regocijarnos en la esperanza, ‎mientras esperamos el día ‎en que veamos cumplirse ‎lo que nos ha prometido Jehová, ‎el Dios “que no puede mentir”.

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