Yo le dije a Jehová: “Si es tu voluntad, me encantaría ser precursor”.
Pero tenía que trabajar mucho para ayudar a mi familia económicamente, porque mi papá había muerto cuando tenía apenas 45 años.
Hablé con un anciano y me dijo que no fuera muy exigente a la hora de aceptar un trabajo.
Me recordó lo que dice Mateo 6:33 y me dijo que no me preocupara demasiado.
Hablamos del tema en familia y se nos ocurrieron varias ideas.
Mis hermanos fueron conscientes de que ellos también tenían que ayudar a cubrir las necesidades de la familia.
Cuando llevaba un año como precursor, los hermanos me animaron a mandar una solicitud para Betel.
¡Y ahora estoy en Betel!
He podido ver el amor de Jehová —cómo me quiere, cómo me cuida— y que valora todo lo que hago para servirle.
Mis primos me presionaron para que estudiara una carrera.
Yo sabía que lo hacían porque me quieren.
Si no estudiaba la carrera, ellos se iban a sentir decepcionados, y eso afectaría nuestra relación.
Yo estaba muy angustiado.
Quería ser precursor para demostrarle a Jehová que confío en él.
Estaba seguro de que él me ayudaría a disfrutar de mi servicio y a ser feliz.
También quería que mis primos supieran que los valoro mucho.
Así que pensé en maneras de demostrarles mi cariño con lo que decía y hacía.
Ellos han podido ver que ahora soy mejor persona y que me intereso más por los demás.
Y también se han dado cuenta de que estamos aprendiendo cosas buenas y de que somos más felices y nuestra vida tiene verdadero sentido.
Quería servir donde se necesitara ayuda.
Y, cuando llegué allí, pensé: “Estar aquí es genial”.
Pero, aunque sabía que había mucha pobreza, verla con mis propios ojos me afectó mucho más de lo que esperaba.
Y solo pensaba en volver a casa.
Cuando iba al Salón, veía a los hermanos… y ellos tenían problemas, pero siempre salían adelante porque se apoyaban en Jehová.
Así que fijarme en su ejemplo me ayudó mucho.
Y entendí que mi actitud no tenía que depender de las circunstancias que tuviera.
Proverbios 15:15 me impresionó mucho, porque ahí dice que el que tiene un corazón alegre disfruta de un banquete continuamente, sin importar sus circunstancias.
Leí un artículo que hablaba de ese texto, y después de analizarlo me pregunté: “¿Cómo puedo aprovechar lo que estoy viviendo y aprendiendo para ayudar a otros?”.
Y decidí servir en un grupo de habla extranjera.
Todo aquello, todo lo que viví, me hizo querer mucho más a la gente, y desde luego cambió mi vida.