Después del Diluvio, Jehová dijo lo que leemos en Génesis 8:21: “El corazón de los hombres tiende al mal desde la juventud”.
Así que, tristemente, todos tenemos malas inclinaciones, y lo que Satanás espera es que nos dejemos llevar por ellas.
Por ejemplo, en el comentario del texto de hoy se menciona que Job tenía que ser más humilde.
Y, cuando aprendemos un poco más sobre Job, vemos que tenía que mejorar en otros aspectos.
Por ejemplo, cuando lo atacaron, acabó amargado y desanimado.
Claro, es comprensible, a cualquiera de nosotros le hubiera pasado, pero que algo sea comprensible no quiere decir que esté bien.
Y es que la reacción de Job, sus malas inclinaciones, le impidieron ver las verdaderas razones por las que estaba sufriendo.
Y al final terminó culpando y criticando a Jehová.
Podríamos decir que esta descripción de Job es bastante negativa.
Tenía que ser más humilde, dejar de amargarse y desanimarse, tenía que dejar de justificarse y dejar de culpar a Jehová por lo que le estaba pasando.
Seguro que todos nos parecemos un poco a Job, porque todos tenemos cosas que mejorar.
Satanás esperaba que las imperfecciones de Job al final le hicieran dejar de servir a Jehová.
Pero ¿cómo veía Jehová a Job, o cómo nos ve a nosotros?
¿Igual que Satanás?
Por supuesto que no.
Repasemos el inicio de las pruebas de Job para ver lo que Jehová pensaba de él.
Por favor, vayamos a Job, capítulo 1, y leeremos el versículo 8.
Job 1:8.
Esta escena ocurre en el cielo.
Satanás tiene permiso para ocupar su puesto delante de Jehová.
Veamos la conversación que tuvo lugar: “Y Jehová le dijo a Satanás: ‘¿Te has fijado en mi siervo Job?
No hay nadie como él en la tierra.
Es un hombre íntegro y recto que teme a Dios y evita todo lo malo’”.
¡Qué descripción tan bonita!
¿Por qué no fue negativa?
¿Y qué lecciones de este relato nos ayudarán a aguantar las pruebas hoy día?
Hablemos de una primera lección.
Las amistades son muy importantes: nuestra amistad con Jehová y nuestra amistad con los hermanos.
Empecemos hablando de Jehová.
No hay duda de que Satanás odiaba a Job.
Para Satanás, Job no valía nada, era un montón de polvo.
Solo quería quebrantar su integridad.
Por el contrario, Jehová y Job tenían una amistad muy estrecha.
Job no entendía por qué le estaban pasando esas cosas.
Pero, a pesar de eso, amaba a Jehová y no quería dejar de serle fiel.
Y Jehová conocía a Job.
Jehová sabía que Job era un hombre fiel y que amaba mucho a su familia.
Y Jehová se acordaba de que Job no adoraba al Sol, a la Luna o a las estrellas, algo que hacía mucha gente.
También daba ayuda a los huérfanos y a las viudas, y era amable con sus siervos.
Además, Jehová sabía que Job no quería quebrantar su integridad.
Así que, aunque Jehová estaba muy al tanto de las imperfecciones y defectos de Job, no se centraba en sus debilidades o en sus malas tendencias.
Jehová podía ver todo de Job y eligió centrarse en sus buenas cualidades.
Él hace lo mismo con nosotros.
¿Por qué?
Porque la amistad que tenemos con él se basa en el amor.
Y a veces quizás queramos que Jehová cambie nuestras circunstancias o que rápidamente nos diga lo que tenemos que hacer.
O quizás no entendemos por qué Jehová permite que ocurra algo o no nos gusta lo que nos dice que tenemos que hacer.
Pero, como lo conocemos y lo amamos mucho, somos pacientes y confiamos en él.
Sabemos que al final arreglará las cosas y que nos bendecirá por ser obedientes, como hizo con Job.
También necesitamos amistades fuertes con nuestros hermanos para aguantar las pruebas.
Por ejemplo, Elihú —guiado por el espíritu santo— ayudó a Job.
Elihú era más joven y tenía menos experiencia, pero Job aceptó su consejo; necesitaba su ayuda.
Una obra comenta que tal vez Job incluso “lloró aliviado” cuando Elihú le habló con franqueza pero con cariño.
Nuestros hermanos también quieren ayudarnos a nosotros.
Pero hay un detalle: tenemos que estar dispuestos a aceptar su ayuda, ya sea espiritual, física o emocional.
Y no queremos rechazarla por centrarnos en sus imperfecciones o por no querer ser una carga.
Nuestros queridos hermanos se preocupan por nosotros, y estas amistades serán cada vez más importantes al acercarse el fin.
Para aguantar las pruebas, necesitamos una buena amistad con Jehová y con nuestros hermanos.
Analicemos una segunda lección: debemos ver las pruebas desde un punto de vista correcto.
Como sabemos, Jehová no fue el culpable de los problemas de Job, pero lo cierto es que tampoco impidió que sufriera.
Jehová permitió que Job sufriera por un motivo.
En primer lugar, Job demostraría que era íntegro y que Satanás era un mentiroso.
En segundo lugar, las pruebas que pasó Job le dieron a Jehová la oportunidad de seguir entrenándolo.
Y lo mismo ocurre hoy.
El paso del tiempo no ha ablandado a Satanás.
Así que, aunque no buscamos las pruebas, no nos sorprendemos cuando llegan y no escapamos de ellas haciendo cosas malas.
¿Por qué?
Porque vemos las pruebas de dos maneras: como un honor y como una oportunidad.
Pensemos en cómo se hubiera sentido Job si, cuando Satanás desafió a Jehová, Jehová hubiera dicho: “Job es buena persona, pero no está listo todavía, le quedan cositas por mejorar.
¿Qué tal si esperamos hasta que llegue Moisés?”.
Eso no fue lo que pasó.
Volvamos al versículo 8.
Fijémonos en que no fue Satanás el que empezó a hablar de Job.
Es verdad que estaba pensando en él, pero fue Jehová el que mencionó su nombre y lo describió de la forma tan bonita que leímos antes.
Job tuvo el honor de defender a Jehová, y nosotros también.
Y nuestro deseo es que Jehová piense de nosotros lo mismo que pensaba de Job.
Además, cada prueba que aguantamos nos da una oportunidad.
Acompáñenme a buscar la primera carta que escribió Pedro.
Leamos 1 Pedro 5:10.
Fíjense en lo que dice: “Ahora bien, después de que hayan sufrido por un poco de tiempo [porque va a haber pruebas], el Dios de toda bondad inmerecida, que los llamó a su gloria eterna en unión con Cristo, [y ahora fíjense] él mismo terminará el entrenamiento de ustedes.
[¿El resultado?] Él los hará firmes, él los hará fuertes, él los pondrá sobre una base sólida”.
Así que, aunque Jehová no causó la prueba de Job, sí la usó para enseñarle algo.
Jehová lo ayudó a ver el cuadro completo y a ser más humilde.
Hoy también puede enseñarnos igual.
Así que, al pasar por una prueba, preguntémonos: “¿Qué es lo que quiere enseñarme Jehová?
¿Necesito más fe, ser más amable, más humilde…?”.
Y, sea lo que sea, dejemos que Jehová nos enseñe.
Hace poco hablaba con una hermana que lleva un tiempo pasando por una situación muy difícil.
Cuando hablamos, me dijo algo muy lindo: que, aunque no esperaba pasar por una situación como esta —y espera no tener que volverla a vivir—, ha visto que Jehová realmente se preocupa y se interesa por ella.
Dijo que, al pasar por esta prueba, vio la mano de Jehová en su vida de maneras que nunca había experimentado antes.
Eso fortaleció su fe.
Así que una prueba puede ser una oportunidad para que Jehová nos entrene y nos haga firmes.
En el tiempo que le queda a este mundo pasaremos por una infinidad de pruebas, y Satanás espera que no las superemos.
Pero, con la ayuda de Jehová, podremos aguantarlas.
Y no lo olvidemos: para lograrlo, necesitamos una amistad fuerte y estrecha con Jehová y con nuestros hermanos.
No somos islas; las amistades son importantes.
Y también recordemos ver las pruebas de la manera correcta: nos dan el honor de responder al desafío de Satanás y son una oportunidad para que Jehová termine nuestro entrenamiento.