Ronald Curzan: Comamos solo de la mesa de Jehová (1 Cor. 10:21)

“Somos lo que comemos”.

Este es un dicho muy conocido.

Y nos enseña que hay que elegir bien lo que vamos a comer.

Podemos comer comida chatarra o elegir comida saludable, y lo que elijamos puede tener un efecto en nuestra salud física y espiritual.

Y, si la comida tiene ese efecto, lo mismo podemos decir de lo que vemos y oímos.

Por eso es importante que escojamos bien el entretenimiento.

Cuando nos despertamos cada mañana, tenemos que tomar la siguiente decisión: ¿voy a comer hoy “de la mesa de Jehová” o “de la mesa de los demonios”?

Cada uno decide, pero lo que elijamos va a tener consecuencias: puede que nos acerquemos más a Jehová o que nos alejemos de él.

Hoy en día, la mayoría come de la mesa de los demonios, y el efecto en la vida de la gente es evidente.

La forma en la que estas personas se comportan nos muestra lo que hay en la mesa de los demonios: “las obras de la carne” que se mencionan en Gálatas, capítulo 5.

Por otro lado, nosotros y nuestros hermanos alrededor del mundo hemos elegido comer de la mesa de Jehová.

Y, claro, el efecto que eso tiene en lo que pensamos y hacemos también es evidente.

¿Y qué ofrece Jehová en su menú?

“El fruto del espíritu”, y los resultados saltan a la vista.

Nos encanta comer de la mesa de Jehová; todo está muy rico y es muy nutritivo.

Todos lo hemos comprobado.

Una hermana le envió una carta al Cuerpo Gobernante para darle las gracias por el alimento espiritual que nos dan.

Ella dijo: “Gracias por mimarnos y servirnos constantemente un banquete espiritual lleno de deliciosos platos.

Disfrutamos tanto de este alimento que sentimos que nuestras barrigas están llenas, a punto de reventar, gracias a que ustedes alimentan con mucho cariño a las ovejitas de Jehová”.

Estamos todos de acuerdo, ¿verdad?

Recibimos tanto alimento espiritual que estamos llenos.

Claro, no estamos hablando en sentido físico, sino espiritual.

¡Qué agradecidos estamos de que el Cuerpo Gobernante nos dé toda esta comida!

Claro, por culpa de la pandemia, ahora tenemos que pasar mucho más tiempo en casa y puede que a veces estemos solos, así que especialmente en esas ocasiones puede ser un verdadero desafío elegir entretenimiento que nos acerque a Jehová.

Satanás sabe cuándo estamos solos.

También sabe que a veces nos sentimos solos, y tal vez vea que en esos momentos es más fácil que caigamos en la tentación y que comamos de la mesa de los demonios.

Una probadita, un pedacito, ¿cuál es el problema?

Quizás recuerden esto que dijo La Atalaya: “Al Diablo no le preocupa que una parte de nuestro corazón ame la justicia.

Se da por satisfecho si la otra parte ama la maldad que él difunde”.

Él quiere que comamos de las dos mesas, porque sabe que eso nos alejaría de Jehová.

Entonces, ¿podemos comer de las dos mesas a la vez?

¿Cuál es el problema?

Bueno, leamos lo que dice el texto del día, 1 Corintios 10:21.

Dice lo siguiente: “No pueden estar bebiendo de la copa de Jehová y de la copa de los demonios.

Tampoco pueden estar participando de ‘la mesa de Jehová’ y de la mesa de los demonios”.

Entonces, ¿se puede comer de las dos mesas a la vez?

En realidad, sí.

Y ahí es donde está el peligro: que sí se puede, pero hay consecuencias.

Por ejemplo, algunos terminan llevando una doble vida.

¿Y qué siente Jehová cuando pasa eso?

El versículo 22 dice que, si comemos de las dos mesas, “estamos provocando que Jehová sienta celos”.

Y eso es porque él quiere que lo adoremos solo a él.

Él quiere que comamos exclusivamente de su mesa.

Pero puede que nosotros pensemos así: “Si casi siempre como de la mesa de Jehová, ¿qué más da que de vez en cuando pruebe un poquito de la mesa de los demonios?

¿Cuál es el problema?

Llevo muchísimos años en la verdad, y hace mucho tiempo que sirvo en Betel”.

O quizás pensemos: “Colaboro con la sucursal, con el LDC.

A mí no me afecta, yo soy fuerte”.

¿Seguro?

Veamos el versículo 12.

Dice: “Por lo tanto, el que piensa que está de pie [o que es espiritual], que tenga cuidado de no caer”.

Y el 13: “A ustedes no se les ha presentado ninguna tentación que no sea común a todas las personas”.

La devoción exclusiva implica todos los aspectos de nuestra vida, sin excepciones.

Pablo nos recuerda a quienes hemos dedicado nuestras vidas a Jehová lo que él espera de nosotros.

Miremos el 31: “Ya sea que estén comiendo, bebiendo o haciendo cualquier otra cosa [lo que incluye el entretenimiento], háganlo todo para la gloria de Dios”.

Esa es nuestra meta.

Pero Satanás quiere que hagamos lo contrario.

En la Biblia encontramos muchos ejemplos excelentes que podemos analizar y de los que podemos aprender.

El rey David, por ejemplo, siempre quiso darle devoción exclusiva a Jehová, quería hacer todo para la gloria de Dios.

Busquemos en la Biblia el Salmo 101.

Hagamos un repasito desde el versículo 1 hasta el versículo 8.

Al leer lo que dijo David, nos daremos cuenta de que él estaba muy decidido a servir a Jehová y de que él tenía muy claro lo que estaba resuelto a hacer y lo que iba a rechazar a toda costa.

De hecho, en muchas ocasiones él utiliza expresiones que muestran que él sabía a quiénes permitiría entrar en su casa y quiénes iban a ser sus amigos.

Vamos a empezar leyendo el versículo 1.

Dice: “Cantaré acerca de tu amor leal y tu justicia.

A ti, oh, Jehová, te cantaré alabanzas”.

Así que alabar a Jehová, servirle y darle devoción exclusiva era lo principal para el rey David.

Esto influía en todas las decisiones que tomaba, en lo que pensaba, en lo que decía y en lo que hacía, o sea, en sus acciones.

Ahora leamos el 2.

Aquí dice: “Actuaré con prudencia y de manera intachable”.

Entonces hace esta pregunta: “¿Cuándo vendrás a mí?”.

A David le preocupaba mucho su amistad con Jehová.

Y continúa: “Dentro de mi casa andaré con un corazón íntegro”.

Así que daba igual que David estuviera acompañado o estuviera solo en su casa, donde nadie podía verlo.

Él estaba decidido a mantenerse íntegro, a seguir amando a Jehová con todo el corazón y a darle la adoración que él se merecía.

Al igual que David, tenemos que estar decididos a andar con un corazón íntegro dentro de nuestras casas, dentro de nuestra habitación, donde quizás otros no nos ven, pero Jehová puede vernos.

La integridad es como un cortafuegos o firewall. Un cortafuegos es un muro dentro de una casa o de una oficina que impide que el fuego se extienda de una habitación a otra.

O sea, nos protege del peligro, del fuego.

También se llaman cortafuegos los programas que tenemos en nuestras computadoras, que son como un muro o un escudo que las protegen de virus y de personas que puedan robarnos información.

De forma parecida, nosotros también podemos tener nuestro propio cortafuegos, si entrenamos bien la conciencia con la Biblia.

No dejaremos que entre nada malo a nuestra vida, solo las cosas buenas que vienen de Jehová.

Nos protegeremos de cosas tan malas y peligrosas como la inmoralidad sexual, la violencia, el ocultismo… Rechazaremos todo eso porque sabemos que Jehová lo odia.

Si leemos los versículos 3 a 8, vemos el menú de la mesa de los demonios, las opciones que nos ofrecen para entretenernos.

Y, si nos imaginamos al rey David hoy en día pasando canales mientras ve la televisión sentado en el sofá de su casa o si estuviera navegando por internet, es fácil pensar que él no vería muchas cosas que son populares hoy.

Leamos desde el 3.

Él dice: “No pondré delante de mis ojos nada despreciable [o, como dice la nota, “inútil”].

Odio las acciones de quienes se desvían de lo que es correcto; no quiero tener nada que ver con ellos.

El corazón retorcido está lejos de mí; no aceptaré lo que es malo.

Al que calumnia a su prójimo en secreto, lo voy a silenciar”, o sea, cambiar de canal, salir de ese sitio web, apagar el televisor.

“Al de ojos orgullosos y corazón arrogante, no lo voy a tolerar.

Me fijaré en los fieles de la tierra para que vivan conmigo.

El que anda de manera intachable [o “con integridad”] es el que me servirá”.

Bloqueamos lo que es malo, pero dejamos que entre lo bueno.

Bien, 7 y 8: “Ningún amante del engaño vivirá en mi casa y ningún mentiroso permanecerá en mi presencia [o “enfrente de mis ojos”].

Cada mañana silenciaré [o sea, cambiar de canal, salir de ese sitio web, apagar el televisor] a todos los malvados de la tierra; así eliminaré de la ciudad de Jehová a todos los que hacen el mal”.

Así que, como David, todos los siervos leales de Jehová debemos elegir cada día qué vamos a comer, dónde vamos a comer y con quién nos sentaremos a comer.

Lo que elijamos tendrá consecuencias, tanto en sentido físico como espiritual.

Nos acercaremos a Jehová o nos alejaremos de él.

Una Atalaya que se publicó hace pocos años nos animaba a hacernos una pregunta muy interesante.

Decía: “Si un estudiante o una revisita viera con qué cosas me divierto, ¿pensaría que practico lo que predico, o que soy un hipócrita?”.

Tomaremos buenas decisiones si ponemos en práctica el consejo de Romanos 12:9, que nuestro amor a Dios nunca “sea hipócrita”.

En resumen, somos lo que comemos.

Así que sigamos comiendo y participando solamente de la mesa de Jehová, y así le daremos devoción exclusiva y haremos todo para su gloria.



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