Jesús fue el ejemplo perfecto de mostrar bondad y comprensión. El profeta Isaías dijo sobre él, No romperá la caña que está quebrada, ni apagará la mecha que apenas arde. Él les demostró amor a los que necesitaban que se les tratara con compasión, a los que estaban destrozados.
Igual que Jesús, también queremos mostrarles compasión a todas las personas, incluso a las que están en prisión. Lo que ellos han vivido demuestra por qué es tan necesario predicar en las cárceles. Nos alegra mucho poder contarles lo que se está logrando en esta labor tan importante.
Ya en 1918 se dirigían cursos bíblicos en la cárcel y en la actualidad se está dando énfasis a que tomemos la iniciativa, a que nos esforcemos por hablar con los funcionarios de la cárcel para que nos permitan ayudar a los que están allí y quieren conocer al Creador. Sabemos que los que están en prisión están cumpliendo una condena por un delito que cometieron, pero Jehová quiere que toda clase de personas lo conozcan. El departamento de servicio organiza el trabajo de las congregaciones de contacto que supervisan y apoyan a los que predican en las cárceles.
Se asigna una congregación de contacto, la cual se asegura de tener los permisos necesarios y de organizar el trabajo de la predicación en la cárcel. También puede seleccionar a cuáles son los publicadores que van a participar en este programa. Recibimos cartas de algunas personas que están en prisión.
En ellas les dan las gracias a los hermanos que las visitan para hablarles de las buenas noticias del reino y vemos que algunos de ellos han respondido bien al mensaje y se han hecho testigos. Los que han aceptado la verdad y se han bautizado en prisión han influido muchísimo en otros. Ven una persona que ha cambiado en su manera de actuar, de hablar, de pensar y ahora sienten curiosidad.
¿Por qué esta persona está cambiando? Al final muchos de ellos también quieren conocer la verdad y piden un curso. La manera en cómo funcionan las cárceles es diferente en cada país. Veamos cómo nuestros hermanos se han adaptado.
Tenemos que ser flexibles y necesitamos serlo porque cada centro penitenciario tiene sus propias reglas. A veces no dejan que los hermanos pasen a la cárcel a predicar y por eso hay que buscar otra manera de predicar en la cárcel. Los hermanos organizan campañas para reunirse con los funcionarios de prisiones y poder distribuir ciertos artículos de la Atalaya a los presos.
En algunas prisiones hemos podido hacer planes para mostrar las asambleas regionales y de circuito grabadas y eso ha tenido un impacto tremendo. Muchísimos vienen y les encanta escuchar el programa. Hay unos 11 millones y medio de personas por todo el mundo que están encarceladas.
Ellos también deben saber que Dios los ama. Aunque muchas congregaciones locales nos ayuden a veces no es tan fácil y la razón es que se debe sincronizar todas nuestras labores seglares, la familia, a veces tenemos que hacer desplazamientos, nos sentimos edificados, reconfortados porque percibimos que ellos valoran todos los esfuerzos que hacemos. Apreciamos muchísimo a todos los que participan en esta faceta de la predicación.
Si usted vive cerca de una cárcel, ¿podría ofrecerse como voluntario? Si es así, dependiendo de si son hombres o mujeres los que están en esa prisión, ¿podría ayudar dando de su tiempo y energías? Además, todos podemos orar por los presos que están escuchando el mensaje del reino y por los que les enseñan. Nuestros hermanos y hermanas se esfuerzan mucho por encontrar y ayudar a los que buscan la verdad en este entorno tan particular. ¿Cuáles han sido los resultados? Vivir en un lugar tan controlado y en un ambiente tan peligroso no es fácil.
Todos los días me arrepentía de lo que era, de quién era, de estar donde estaba. No podía mirarme al espejo, hasta eso era difícil. La cárcel es de lo peor que me ha pasado.
Es peligroso demostrar amor, no puedes esperar recibirlo. Cuando estás en la cárcel, la inmensa soledad que sientes es terrible. No sé cómo explicarlo.
Sientes que estar muerto es mejor que vivir así. Conocí la verdad en el peor momento de mi vida, justo cuando entré en la cárcel. Otro preso fue el que me habló a mí sobre la Biblia.
La primera vez que escuché sobre la verdad estaba en la prisión del condado. Después de pasar un tiempo en aislamiento, me llevaron a una celda. Allí vi que había unos libros en la mesa y algunos eran Biblias.
Bueno, finalmente me llevaron a una cárcel donde pude hablar con un testigo de Jehová y allí conocí la verdad. Había reuniones en la cárcel y empezamos a estudiar la Biblia. Y aprender sobre Jehová de esta manera, en grupo y con la ayuda de los hermanos, fue totalmente maravilloso.
Ese era mi momento favorito de la semana. Esos hermanos que venían cada semana y me daban clases de la Biblia me demostraron amor. Nunca había visto personas tan amables que me demostraran ese cariño y me cuidaran tanto.
Para nosotros era muy animador cada vez que venían. Estudiar la Biblia tuvo un efecto en mí desde el principio. Me sentí más tranquilo y en paz conmigo mismo.
Cuando la verdad me llegó al corazón ya no veía los barrotes, no veía los guardias, las paredes. Todo eso dejó de importarme porque ahora tenía un propósito en la vida y era feliz. Podía confiar en Dios y ser un hombre libre aunque aún estaba en prisión.
Pasé de querer morirme y ya a querer estar allí en el nuevo mundo y darme cuenta de que Jehová hace que esto sea posible incluso para mí. Simplemente no lo podía creer. Primera Timoteo 2:4 dice que Jehová quiere que toda clase de personas lleguen a tener un conocimiento exacto de la verdad.
Así que vemos a las personas de este mundo que son como cañas quebradas y mechas que apenas arden como Jehová y Jesús las ven. Llenas de potencial. Potencial para cambiar.
Potencial para crecer. Potencial para llegar a ser amigos de Jehová.