El 6 de mayo, hace solo unos pocos meses, la familia Betel tuvo el placer de conocerlos a ustedes, la clase 156 de Galaad.
En aquella ocasión, a la familia le gustó mucho escuchar lo contentos que estaban y lo agradecidos por haber sido invitados a venir aquí, a Galaad.
A todos nos gusta cuando nos dan las gracias, ¿verdad?
Ahora bien, en la Biblia encontramos algunos ejemplos de personas que no fueron para nada agradecidas.
El primer premio se lo lleva el mayor enemigo de Jehová. La Atalaya del 15 de octubre del 2005 dice lo siguiente: “En vez de estar agradecido, [Satanás] ‘se [hinchó] de orgullo’ y despreció el modo de gobernar de Dios”.
Y ¿qué podemos decir de Adán y Eva?
Sobre esto, La Atalaya del 15 de noviembre del 2000 dijo que la mayoría de las personas se niega de plano a servir a Dios y manifiesta un espíritu ingrato.
De hecho, Satanás logró infundir en Adán y Eva esa forma de pensar.
¡Qué malvado!
¿Por qué estos seres que eran perfectos tomaron esa decisión?
Porque no cultivaron en su corazón la gratitud.
Pero la Biblia sí nos anima a hacerlo.
1 Tesalonicenses 5:18: “Den gracias por todo.
Esta es la voluntad de Dios”.
Colosenses 3:15: “Demuestren su agradecimiento”.
Salmo 92:1: “Es bueno darle gracias a Jehová”.
Y cultivar no solo implica preparar el terreno para sembrar, sino que también hay que seguir nutriendo las plantitas.
Es interesante que a los israelitas se les dijo que cada siete años dejaran descansar la tierra, que no la cultivaran, para que volviera a ser fértil.
Así recuperaría los nutrientes para volver a plantar en ella.
Pero ¿verdad que la tierra de nuestro corazón es diferente?
No necesita descansar.
Siempre hay algo creciendo ahí.
Es un terreno muy fértil.
Si no nutrimos la gratitud que hay en nuestro corazón, esta se marchitará.
Y, si eso ocurre, ¿qué va a crecer en su lugar?
Mala hierba: crecerá la ingratitud.
Eso fue lo que le ocurrió a la nación de Israel, a pesar de la advertencia que les dio Moisés.
En Deuteronomio, capítulo 6 y capítulo 8, Moisés les dijo: “Cuando Jehová tu Dios te haga entrar en la tierra que él les juró a tus antepasados”, “cuando hayas comido y estés satisfecho […] y tengas de todo en abundancia”, “ten cuidado de no olvidar a Jehová tu Dios.” Jehová sabía que los israelitas tenían la tendencia a dar por sentado y a olvidar lo que él les había dado, a pesar de que se lo recordaba una y otra vez.
Tristemente, Salmo 106:13, 21 cuenta que “enseguida se les olvidó lo que él había hecho”, “se olvidaron de Dios, su Salvador”.
Es muy fácil juzgar y decir: “No puede ser.
Esos israelitas eran muy desagradecidos”.
Pero ¿no es cierto, hermanos, que a veces se nos puede olvidar lo que Jehová ha hecho por nosotros, o podemos dar por sentado las cosas que Jehová nos ha dado?
Esto nos hace ver que recordar y ser agradecidos está muy relacionado: una cosa lleva a la otra.
Para cultivar un corazón agradecido tenemos que recordar, meditar, reflexionar —pero con aprecio— en todo lo que Jehová nos ha dado.
Por supuesto, todo esto incluye lo que Jehová ha hecho por nosotros como su pueblo.
Pero también incluye todas las cosas que Jehová ha hecho por ti.
¿Qué ha hecho Jehová por ti?
Piénsalo.
De hecho, David sabía que tenemos que cultivar la gratitud.
Vamos a leerlo, en el Salmo 143:5.
Él dijo lo siguiente: “Recuerdo tiempos pasados; medito en todo lo que has hecho; con gran interés reflexiono en la obra de tus manos”.
Podemos imitar a David y tomarnos tiempo para meditar en las cosas por las que estamos agradecidos, e incluso hacer una listita.
Esto no es un simple ejercicio sin sentido.
Porque, cuando nuestra lista crece, crece y crece, ¿qué pasa?
Que plantamos una semilla, el aprecio echa raíces, y entonces brota la gratitud.
El 25 de junio de este año, un tribunal de Rusia condenó a nuestra hermana Yulia Globa a una sentencia de cárcel que de momento queda suspendida.
Y ella dijo esto: “Todas las noches hago una lista de las cosas buenas que me pasaron ese día.
Después, le derramo mi corazón a Jehová y le doy gracias por mostrarme su amor de tantas maneras”.
Al fin y al cabo, ¿para qué son las listas?
¿No es para recordar cosas?
Hacemos todo tipo de listas: de invitados, tareas, reparaciones, compras, deseos, cosas que hacer antes de morir…, ¿no?
¿Cómo decidimos qué poner en la lista?
Bueno, tal vez pensemos en lo que nos hace falta o quizás vayamos directamente al refrigerador o a la despensa de la cocina, o revisamos lo que hay que hacer en el Salón del Reino.
Pero la compra no se va a hacer sola.
El Salón del Reino no se va a reparar solo.
Nuestro corazón no se hará agradecido por sí solo.
Tenemos que mirar en la despensa de nuestros recuerdos.
¿Y qué encontraremos ahí?
Estamos agradecidos por la vida, porque hasta cierto grado tenemos salud, porque Jehová nos atrajo a su organización, agradecidos por tener al Cuerpo Gobernante, el alimento espiritual, por nuestra esperanza, nuestras canciones… Y pudiéramos seguir agregando cosas a la lista, ¿no es cierto?
Y, mientras más pensemos, mientras más nos concentremos en esas cosas, empezaremos a incluir en la lista cosas menos obvias.
Por ejemplo, ¿agradecemos las leyes de Jehová?
Como saben, muchos jóvenes aman las montañas rusas y, en vez de agarrarse fuerte, levantan los brazos al aire.
Eso lo hace mucho más emocionante.
¿Por qué están tan tranquilos?
Porque saben que no se van a mover del asiento porque están bien sujetos con un arnés de seguridad.
Pudiéramos decir que nuestra vida en este sistema se parece mucho a una montaña rusa.
Nos pasan cosas inesperadas, desconcertantes, que nos sorprenden, curvas y vueltas.
Pero, como estamos bien sujetos y amarrados por la guía y las normas confiables que nos da la Biblia, incluso disfrutamos del recorrido.
Nos sentimos tranquilos porque, sin importar cómo sean las curvas, viajaremos seguros con Jehová.
No hay duda, agradecemos las leyes de Dios.
¿Y qué pensamos del consejo, la corrección o la disciplina?
¿Los agradecemos?
Bueno, es cierto que Hebreos 12:11 dice que “en el momento ninguna disciplina resulta agradable, sino que duele”.
Pero recuerden lo que el Salmo 141:5 dice: “Si me golpeara alguien justo, sería un gesto de amor leal; si me reprendiera, sería como aceite sobre mi cabeza [refrescante, sanador], que mi cabeza jamás rechazaría”.
Cuando yo era adolescente, tenía el mal hábito de usar un vocabulario elevado, nada fácil, cuando comentaba en el estudio de La Atalaya. Era presumido.
Hasta que mi hermano mayor me dio así con el codo y, sin decir una palabra, me señaló en su Biblia 1 Corintios 14:9.
Ya saben lo que dice, ¿no?
Dice: “A menos que […] pronuncien palabras fáciles de entender, ¿cómo sabrá alguien lo que están diciendo?
Será como si estuvieran hablándole al aire”.
No me avergüenza decir que aquel consejo bíblico me dolió un poquito.
Y, como a veces pasa, solo me fijé en el consejero.
Recuerdo que pensé: “Tú no eres mi padre.
Eres mi hermano”.
Y, bueno, fue hace 50 años, pero aún lo recuerdo y trato de aplicar el consejo.
La disciplina, el consejo, la corrección… son regalos.
¡Cuánto agradecemos que se nos dé esta guía tan necesaria!
Cuando meditamos en todas las razones que tenemos para sentirnos agradecidos, nos sentimos identificados con lo que dijo el salmista.
Salmo 116:12 dice: “¿Cómo le pagaré a Jehová todo el bien que me ha hecho [a mí]?”.
Por supuesto, la razón principal por la que cultivamos un corazón agradecido es imitar a nuestro Padre.
Jehová es agradecido.
¿Cómo lo sabemos?
Ya lo hemos dicho: recordar nos lleva a ser agradecidos.
Y Hebreos 6:10 nos asegura que Jehová “no es injusto y no se olvida de las obras de ustedes ni del amor que demostraron”.
Así que Jehová agradece todo lo que hacen, que hayan venido aquí a Galaad.
Como está tan agradecido, él va a recompensarlos de maneras que no pueden ni imaginarse.
En Deuteronomio 28:2, Jehová les prometió a los israelitas: “Todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te alcanzarán si escuchas siempre la voz de Jehová”.
El salmista aquí eligió unas palabras un poco curiosas.
Porque ¿qué significa alcanzar?
Puede significar: “Llegar hasta donde se encuentra alguien y seguir hasta adelantarlo”.
¿Pueden ver lo que Jehová trata de decirnos?
Incluso si por alguna inexplicable razón alguien tratara de esquivar, evitar o huir de la bendición de Jehová, ¡no podría!
La bendición de Jehová siempre lo alcanzaría.
Así que estén tranquilos.
Mientras sigan viajando en la misma dirección que Jehová y se sigan acercando a él, él también se acercará a ustedes y los llenará de bendiciones.
¿Por qué?
Porque cultivaron un corazón agradecido.