¿Siente que los problemas a veces le causan una ansiedad insoportable?
Solo tratar de cubrir las necesidades de la familia puede angustiarnos.
Y puede que esté luchando contra una enfermedad crónica o muy grave, cuidando a un familiar enfermo o de edad avanzada, o tal vez haya perdido a un ser querido.
Quizás se sienta solo o haya sido víctima de un desastre natural.
Y hasta puede que esté sufriendo por el trauma causado por algún tipo de maltrato o abuso.
Seguro que tiene plena confianza en que el Reino de Dios solucionará estos problemas, en el futuro, claro.
¿Y mientras tanto?
Como dijo David en Salmo 13:2, quizás usted sienta que tiene que poner resistencia día tras día a la angustia que hay en su corazón.
Una hermana que ha sufrido de ansiedad durante años escribió esta carta: “La ansiedad no me deja dormir; afecta mi salud y mi manera de tratar a los demás y hace que piense en rendirme”.
Y añadió: “Es como un monstruo que vive dentro de mí, que me revuelve el estómago, que me agita el corazón.
¡Cuánto deseo que Jehová acabe con ese monstruo en el nuevo mundo!
Pero, mientras tanto, el monstruo seguirá furioso, desgarrándome por dentro y tratando de controlarme la vida”.
¿Se ha sentido usted igual que nuestra hermana?
Para evitar la ansiedad, hay quien dice: “Trato de ir un día a la vez”.
Pero cierto hermano mencionó: “Yo trato de ir un día a la vez, pero a veces se me junta lo de todo el mes”.
¡Somos tantos los que tenemos que luchar todos los días contra la ansiedad!
Si ese es su caso, por favor recuerde que no tiene que luchar solo.
No se rinda.
Jehová y Jesús están al tanto de la ansiedad que ataca su mente y le oprime el corazón.
El Cuerpo Gobernante sabe que la vida en estos últimos días es más difícil que nunca.
Por eso, este mes el título del programa es: “Cómo hacerle frente a la ansiedad un día a la vez”.
El verbo “inquietarse”, sinónimo de sentir ansiedad o angustia, aparece dieciséis veces en las Escrituras Griegas.
Lo encontramos por primera vez en el relato del Sermón del Monte.
Jesús sabía que la gente se preocupa por conseguir el sustento.
Por ello, en Mateo, capítulo 6, versículo 25, nos dio este sabio consejo: La nota de la Biblia de estudio en inglés dice que el verbo griego para “inquietarse” “puede referirse a un temor ansioso que distrae o divide el pensamiento y roba la alegría de vivir”.
En Lucas 12, versículo 29, Jesús dijo: “Dejen de estar en ansiedad y suspenso”, es decir, “dejen de preocuparse”.
La nota de la Biblia de estudio dice que la palabra griega para “estar en ansiedad y suspenso” se usaba para referirse a cuando un barco es sacudido o aventado por las olas.
Y Jesús la usó para referirse a lo que sienten quienes son sacudidos por la ansiedad y las dudas.
Al decir “dejen de inquietarse”, Jesús reconoció que los seres humanos a menudo nos inquietamos.
Él sabe que somos imperfectos.
A veces nos preocupamos por lo que ya quedó en el pasado, y decimos: “¡Si hubiera hecho esto...
si hubiera hecho lo otro...!”.
O nos preocupamos por cosas que quizás nunca ocurran, por problemas imaginarios.
Pregúntese: “¿Cuántas veces he perdido el sueño pensando que iba a pasar algo terrible, pero, al final, no fue para tanto?”.
Además, Jesús sabía que la ansiedad puede tener consecuencias muy graves.
A veces nos impide progresar espiritualmente.
Y es que darles vueltas y vueltas a nuestros problemas puede paralizarnos.
Entonces, ¿cómo podemos dejar de inquietarnos?
¿Cuál es el antídoto?
Analicemos cuatro oportunas sugerencias.
Primero, sigamos esperando en Jehová y tratemos de ir un día a la vez.
Eso es justo lo que nos recetó Jesús en Mateo 6:33, 34.
Allí dice: La nota de la Biblia de estudio en el versículo 34 dice que inquietarnos excesivamente por lo que podría pasar puede dañar nuestra relación con Jehová y llevarnos a confiar más en nuestras propias ideas que en la sabiduría divina.
¿Qué aprendemos?
Que, en vez de confiar en nosotros mismos, debemos confiar en Jehová e ir un día a la vez.
La referencia marginal en Mateo 6:34 nos lleva a Éxodo 16:4.
Allí se relata que, mientras vivieron en el desierto, Jehová les dio a los israelitas suficiente maná para cada día.
¿Podría Jehová haberles dado maná para toda una semana...
para todo un mes...
para todo un año?
Por supuesto.
Entonces, ¿por qué les daba solo lo de cada día?
Pensemos un poco.
Cuando los israelitas salían de sus tiendas de campaña cada mañana, no tenían ninguna duda de que habría maná.
Y sabían perfectamente quién se lo había dado.
Jehová nunca dejó de darles lo que necesitaban, no les falló ni un solo día.
Ellos sabían que, en el pasado, Jehová siempre les había dado lo necesario a sus siervos leales.
Nosotros también conocemos la historia de esos siervos leales y podemos estar seguros de que Jehová sabe exactamente lo que necesitamos hoy y lo que necesitaremos mañana...
y así será siempre.
Pero si estamos tan seguros de eso, ¿por qué aún sentimos ansiedad de vez en cuando?
Porque, a pesar de que hacemos nuestro mejor esfuerzo por servirle a Jehová, somos imperfectos y vivimos en un mundo malvado.
Las dificultades pueden hacer que nos olvidemos de esperar en Jehová y de ir un día a la vez.
Por eso, analicemos la segunda sugerencia para hacerle frente a la ansiedad: abrirle nuestro corazón a Jehová y desahogarnos con él.
Lean conmigo las tranquilizadoras palabras de Filipenses 4, versículos 6 y 7: Notemos que Pablo no solo dijo que no nos inquietáramos; también nos dijo cómo lograrlo.
Dijo que hiciéramos ruegos, es decir, oraciones específicas cargadas de sentimiento.
¿Y cuál será el resultado?
La paz de Dios guardará nuestros corazones.
La palabra “guardará” se traduce de una expresión militar que se refería a la labor de los centinelas de una ciudad.
Sus habitantes dormían tranquilos porque sabían que la ciudad estaba protegida.
De forma similar, cuando tenemos “la paz de Dios”, nuestra mente y nuestro corazón están tranquilos.
Esa paz nos protege para que la inquietud y el temor no nos venzan.
Leamos las animadoras palabras del Salmo 4, versículo 8: Cuando usted se sienta atrapado, cuando no vea la salida a sus preocupaciones, la paz de Dios le hará sentir la confianza de que las cosas pueden mejorar.
Ahora bien, ¿qué le toca hacer a usted?
Desahogarse con Jehová, contarle todas sus preocupaciones.
De hecho, en 1 Pedro 5:7, Jehová lo invita a echar sobre él toda su inquietud —y a dejársela— porque él se interesa por usted.
Jehová es el único que de verdad comprende cómo se siente.
Conoce todo lo que le ha pasado en la vida, así que entiende sus reacciones y sentimientos.
Él ve sus imperfecciones, su ansiedad, sus preocupaciones, su dolor...
pero lo tiene en alta estima, lo ama.
Y Jehová no solo tiene el poder de ayudarlo, sino que de verdad desea hacerlo.
Saber esto debería motivarlo a orar de manera específica, a expresar sus emociones más profundas y a suplicarle que le permita sentir paz.
Cuanto más le abra su corazón a Jehová, más claro verá el cumplimiento de 1 Pedro 5:10: él lo hará firme, él lo hará fuerte, él lo sostendrá.
Nunca subestime el poder de la oración.
Jehová quiere ayudarlo a perseverar...
un día a la vez.
La tercera sugerencia para hacerle frente a la ansiedad es leer la Biblia y meditar en ella: dejar que Jehová nos hable.
Llenemos la mente de las ideas positivas que contiene la Palabra de Dios.
Veamos cómo expresó el salmista su propia angustia en Salmo 94:19: En otra versión, el escritor habla de los “muchos dolores que atormentaron” su corazón.
Es reconfortante saber que hasta escritores de la Biblia se sintieron abrumados por la ansiedad.
Leímos que Jehová consoló el corazón angustiado del salmista, lo acarició, por decirlo así.
Lo mismo puede hacer Dios por nosotros.
Recordemos que él nos habla mediante su Palabra inspirada, la Biblia.
En vez de dejar que nuestros pensamientos negativos nos dominen, llenemos la mente de cosas constructivas, como las que mencionó el apóstol Pablo aquí, en Filipenses 4:8: En la edición revisada en inglés, la nota del versículo 8 explica que “considerando” significa pensar o meditar.
Así que tenemos que meditar en las ideas positivas de la Biblia, en vez de dejar que los pensamientos negativos echen raíces en nuestra mente y nos generen ansiedad.
Pídale a Jehová ayuda para encontrar pasajes bíblicos que consuelen su corazón.
Pregúnteles a otros hermanos qué textos les hacen sentir alivio en momentos de angustia.
Puede hacer su propia lista de textos bíblicos y sacar tiempo para leerlos y meditar en ellos.
La meditación permite que estos pasajes penetren en su corazón y que los pensamientos de Jehová tengan un efecto profundo en usted.
Imagine que Jehová le está hablando directamente, porque en realidad es así.
Nunca subestime el poder de la Palabra de Dios, de dejar que Jehová le hable directamente.
La cuarta sugerencia para hacerle frente a la ansiedad es contarle a un buen amigo cómo nos sentimos.
Proverbios 12:25 dice: Esa “buena palabra” puede venir de algún hermano a quien Dios haya motivado con su espíritu santo y guiado con su Palabra.
Cuando el apóstol Pablo estaba bajo arresto y solo, le pidió fuerzas a Jehová, y él le proporcionó justo lo que necesitaba.
Lleno de gratitud, Pablo escribió lo que leemos en Colosenses 4:11: “Mis colaboradores [...] han venido a ser para mí un socorro fortalecedor”, o un gran consuelo.
¿Qué puede hacer usted si siente que la ansiedad lo tiene cautivo?
Como Pablo, acuda a Jehová.
Pídale ayuda para encontrar a alguien maduro con quien pueda hablar de sus sentimientos.
Quizás Jehová responda su oración por medio de un anciano o de otro hermano o hermana.
Pero ¿qué puede hacer si le cuesta abrirse, si le resulta difícil hablar de cómo se siente?
Ponga en práctica el consejo publicado en “La Atalaya” del 1 de marzo de 1997.
El artículo “¿Tenemos miedo de confiar en otros?” decía lo siguiente: Aunque puede que a usted le cueste hablar con otros, nunca subestime el poder de nuestra hermandad.
Jehová puede valerse de un hermano para calmar su angustiado corazón.
Incluso cuando no tenga a nadie con quien hablar, puede recibir ánimo de las experiencias, las canciones y los discursos de JW Broadcasting®.
Véalos como el abrazo cariñoso de un amigo.
Sí, cuando ponemos de nuestra parte, le damos a Jehová algo que bendecir.
Él puede ayudarnos a superar problemas que parecen imposibles de superar.
Puede que la ansiedad no desaparezca, pero podemos aprender a controlarla.
¿Cómo?
Recordemos las cuatro sugerencias: primero, seguir esperando en Jehová y tratar de ir un día a la vez.
Segundo, abrir nuestro corazón a Jehová y desahogarnos con él.
Tercero, leer la Biblia y meditar en lo que leemos, dejar que Jehová nos hable.
Y cuarto, contarle a un buen amigo cómo nos sentimos.
Con la ayuda de Jehová, podemos hacerle frente a la ansiedad un día a la vez.