Kenneth Cook: La modestia, una cualidad que nace de lo que es bueno

Una de las cualidades que menos valora este mundo es la modestia.

De hecho, el mundo nos anima a ser todo menos modestos.

Afirma cosas como estas: “La persona más importante eres tú”, “Demuéstrales a todos quién eres”, “Vive la vida sin límites” o “Tienes derecho a ser quien tú quieras”.

En este discurso analizaremos por qué es equivocada dicha forma de pensar.

También veremos que la modestia es una cualidad que nace de lo que es bueno.

Así lo expresa el texto temático de este discurso, Miqueas 6:8.

Allí dice: Como vemos, la modestia se considera un aspecto fundamental de “lo que es bueno”.

Veremos por qué y contestaremos tres preguntas: Primero veamos qué es la modestia.

Básicamente, es aceptar que tenemos limitaciones.

Cuando hablamos de modestia, a veces pensamos en la forma de vestirnos y arreglarnos, pero abarca mucho más.

¿Cómo lo sabemos?

Pensemos en las palabras de Proverbios 11:2.

Proverbios 11:2 dice: Aquí la modestia se presenta como lo contrario de la presunción.

Alguien presuntuoso es atrevido y se toma libertades indebidas.

Va más allá de los límites que debería respetar.

Su actitud puede llevarlo al desastre y arruinarle la reputación.

Y, peor aún, puede llevarlo a perder el favor divino.

Recordemos lo que le sucedió al rey Saúl.

Aunque al principio era modesto, se convirtió en un hombre arrogante y atrevido.

Hasta llegó a presentar a Dios una ofrenda quemada, cuando él no era el indicado para hacerlo.

Jehová acabó rechazando a Saúl y dándole su reino a otra persona.

Su presunción, su falta de modestia, le acarreó deshonra.

La persona modesta y sabia, por el contrario, reconoce sus límites y se esfuerza por respetarlos.

Ahora bien, ¿por qué decimos que quien es modesto también es sabio?

Esto nos lleva al segundo punto: Primero que nada, porque nuestro Padre, Jehová, espera que seamos modestos.

Aunque no podría decirse propiamente que Jehová es modesto —pues a él no le es aplicable esa cualidad—, él mismo se ha impuesto ciertas limitaciones, que jamás viola.

De esta manera, nos pone un ejemplo que hacemos bien en seguir.

¿En qué sentido se impone Jehová limitaciones?

Pensemos en lo siguiente: él nunca impediría que ejerciéramos la libertad de elección que nos concedió.

Jamás nos obligaría a servirle, aunque tiene el poder para hacerlo.

¿Verdad que agradecemos el hecho de que podamos servirle porque queremos, porque lo amamos, y no por mera obligación?

Jehová también nos enseña a ser modestos de otras maneras.

Pensemos en la paciencia con la que escuchó a Abrahán, que estaba muy preocupado por la destrucción de Sodoma y Gomorra, o en cómo pidió a los ángeles que aportaran ideas para engañar a Acab y luego le dio su visto bueno a una de ellas.

¿Qué aprendemos de esos ejemplos?

Que si Jehová, quien no necesita la ayuda ni la opinión de nadie, escucha a otros con paciencia y les delega tareas, ¡con más razón deberíamos hacerlo nosotros, que estamos tan limitados!

¿Es usted cabeza de familia, sirve de anciano en una congregación o tiene algún otro puesto de responsabilidad en la organización?

Si es así, no intente controlar cada detalle de lo que hacen los demás.

Esté dispuesto a escuchar sugerencias y a delegar tareas.

Imite a Jehová, quien dignifica a los demás dándoles la oportunidad de participar y haciendo lo necesario para que tengan éxito.

Otra razón por la que debemos ser modestos, además de complacer a Jehová, es que la modestia nos hace felices.

¿Por qué?

Porque nos ayuda a ser personas agradecidas.

Un hermano muy querido que trabajó cincuenta años en el Departamento de Redacción solía decir: “Para ser feliz, hay que ser agradecido”.

Si reconocemos con modestia nuestras limitaciones, siempre nos mostraremos agradecidos por la ayuda que recibimos, y eso nos hará felices.

Recordemos el caso del leproso que regresó a darle las gracias a Jesús por haberlo sanado.

Él estaba muy agradecido porque era modesto y sabía que, sin la ayuda de Jesús, jamás se habría curado.

Una razón más para ser modestos es que nos ayuda a llevarnos bien con los demás.

Seamos sinceros, a nadie le gusta trabajar con quienes piensan: “Si quieres que algo se haga bien, tienes que hacerlo tú mismo”.

Al contrario, todos valoramos que confíen en que podemos hacer las cosas bien, y nos sentimos atraídos a personas así.

La modestia también nos ayuda a llevarnos bien con los demás porque nos frena de compararnos con ellos.

Compararnos con los demás es algo muy peligroso.

Recordemos el caso de los apóstoles de Jesús, que tanto se preocupaban por quién era el mayor, o el de los hermanos de José y las barbaridades que hicieron por culpa de los celos.

La persona modesta no se obsesiona por el lugar que ocupa en relación con los demás.

Pensemos en el buen ejemplo que nos dio Moisés.

¿Cómo reaccionó él cuando Jehová permitió que otros israelitas también sirvieran de profetas?

Se alegró mucho, e incluso dijo que le encantaría que todos los siervos de Jehová fueran profetas.

Moisés jamás pensó que era el único que debía disfrutar de aquel privilegio.

Finalmente, la modestia nos ayuda a llevarnos mejor con quienes nos rodean porque impide que hagamos alarde de nuestros logros o que busquemos ser el centro de atención, algo que pudiera incomodar a los demás.

Pues bien, ya sabemos qué es la modestia y por qué debemos ser modestos.

Hablemos ahora del tercer punto: Una manera es meditando en los ejemplos que encontramos en la Biblia, tanto los buenos como los malos.

Hoy hemos mencionado algunos.

Y otro muy bueno es el ejemplo de Daniel.

Él no se atribuyó el mérito por haber interpretado el sueño del rey Nabucodonosor.

¿Qué aprendemos?

Que si tenemos el privilegio de enseñar en la congregación o si nos va bien en el ministerio, siempre debemos darle la gloria a Jehová.

Tenemos que reconocer con modestia que no lograríamos nada sin su ayuda.

También podemos meditar en el ejemplo de Jesús, a quien ni siquiera le pasó por la cabeza la idea de rebasar los límites de su autoridad.

Filipenses 2:6 dice acerca de él: Pensemos en lo que hizo cuando Santiago, Juan y la madre de ellos fueron a pedirle un privilegio que a él no le tocaba conceder.

Jesús reconoció con modestia que solo su Padre podía decidir quién se sentaría a su izquierda y a su derecha en el Reino de los cielos.

Jesús no fue más allá de lo que le correspondía.

¿De qué otra manera podemos cultivar la modestia?

Poniendo en práctica este consejo de 1 Corintios 4:6: Eso se refiere, principalmente, a las cosas escritas en la Palabra de Dios y, por extensión, a las instrucciones que hallamos en las publicaciones basadas en ella.

Por ejemplo, si alguien nos pide un consejo, no tratemos de imponerle nuestra opinión, y tampoco le digamos lo primero que se nos venga a la mente.

Al contrario, siempre tenemos que dirigir la atención a los consejos que se encuentran en la Biblia o en nuestras publicaciones.

Otra forma de cultivar la modestia es pidiéndole a un amigo de confianza que nos diga con toda franqueza si tenemos la reputación de ser modestos.

A este respecto, la Biblia nos recuerda: Y si alguien tiene el valor de darnos un consejo cariñoso, no deberíamos ponernos a la defensiva.

Puede que no sea tan agradable que nos corrijan, pero la realidad es que todos lo necesitamos de vez en cuando.

Somos imperfectos, y puede que no nos demos cuenta de algunos de nuestros defectos.

No es fácil vernos como los demás nos ven.

Además, solo podemos hacer ajustes en nuestra personalidad cristiana si sabemos en qué debemos mejorar, si somos conscientes de que algo anda mal.

Ahora bien, cuidado con la falsa modestia.

Nuestro objetivo no debe ser parecer modestos, sino que la modestia nos nazca del corazón.

Meditar en las respuestas a las siguientes preguntas nos revelará si de verdad somos modestos: “¿Qué siento realmente cuando alguien me da un consejo o una sugerencia?

¿Depende mi reacción de quién me da el consejo, de la autoridad o experiencia que tenga esa persona?

Si la sugerencia es buena, ¿estoy dispuesto a aceptarla, venga de quien venga?”.

Por último, si se lo pedimos, Jehová puede ayudarnos a ser modestos.

Seguro que recordamos las palabras de Santiago 1:17, que dicen: La modestia es una de las dádivas, o regalos, que recibimos de parte de Jehová.

Así que podemos estar seguros de que, si le pedimos que nos ayude a ser modestos, él contestará nuestra oración.

En resumen, ¿qué es la modestia?

Es aceptar que tenemos limitaciones.

¿Por qué debemos ser modestos?

Porque es algo que Jehová espera de nosotros, que nos ayuda a llevarnos bien con los demás y que nos hace felices.

Y ¿cómo podemos cultivar la modestia?

De muchas formas.

Una es meditando en los ejemplos de la Biblia, tanto los buenos como los malos, y poniendo en práctica las lecciones que aprendemos.

Otra es no yendo más allá de lo que está escrito.

También podemos pedirle a alguien que nos diga si considera que somos modestos.

Y, por último, podemos pedirle a Jehová que siga ayudándonos a cultivar esta virtud.

Al ver los beneficios que resultan de comportarnos con modestia, ¿no diríamos que es una cualidad que nace de lo que es bueno?



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