Este mes quisiera hablarles sobre lo que podemos regalarle a Dios.
Se trata de un asunto muy importante.
¿Por qué? Porque Dios nos ha regalado muchas cosas a nosotros.
Santiago 1:17 dice: “Toda dádiva buena y todo don perfecto es de arriba, porque desciende del Padre de las luces celestes”.
Sí, nuestro Padre celestial nos permite disfrutar del don de la vida, aunque nuestros primeros padres trataron de quitárnoslo.
También nos ha dado una gran variedad de alimentos.
Y nuestro planeta es perfecto para la vida.
Además, nos regaló su Palabra, la Biblia, a fin de que nos familiaricemos con él y con lo que se ha propuesto hacer.
Y la mayor dádiva que hemos recibido es el rescate.
Jehová tuvo que hacer enormes sacrificios para que Jesús pudiera devolvernos la esperanza de vivir para siempre.
Y Dios no tenía por qué hacerlo.
Pero lo hizo por el gran amor que nos tiene.
Lean conmigo 1 Juan 4:9: ¡Qué tremendo regalo!
¿Cómo vamos a responder a tanto amor?
¿Algún amigo o pariente los ha sorprendido alguna vez con un valioso regalo?
¿Qué es lo primero que pensamos?
¿No es verdad que uno dice: “¿Y qué puedo darle yo?”?
Pues con mucha más razón queremos darle a Jehová algo a cambio y demostrarle cuánto agradecemos todo lo que ha hecho por nosotros.
Pensemos en lo que podemos regalarle a Jehová para complacerlo.
Muchos de ustedes han decidido ofrecer su vida a Jehová y dedicarse a hacer su voluntad.
¡Los felicitamos!
Eso es lo que el capítulo 12 de Romanos nos anima a hacer.
Sin embargo, hay quienes están pensando en dedicar su vida a Dios para agradecerle todo lo que ha hecho por ellos, pero aún no han tomado esa decisión tan importante.
Repasemos la súplica que nos hace el apóstol Pablo en Romanos 12:1: Nuestra vida no tiene precio.
Así que nuestro cuerpo —es decir, nuestra vida entera— es de las mejores cosas que podemos regalarle a Jehová.
Y ese regalo incluye nuestro servicio sagrado, por supuesto.
Pero ¿qué podemos decir del resto de nuestras ocupaciones?
Algunos de ustedes tienen que atender los asuntos del hogar todos los días.
Otros tienen que ir a la escuela y hacer sus tareas.
Muchos más tienen que trabajar.
Y también hay que ir de compras e incluso sacar un rato para divertirse o relajarse un poco.
Ahora bien, cuando ya nos hemos dedicado y bautizado, todo lo que hacemos llega a ser parte de nuestro regalo para Jehová.
Examinemos juntos Colosenses 3:23, 24.
Después de hablar de lo que hacemos a diario, ¿qué consejo se nos da?
Colosenses 3:23, 24 dice: No podría decirse que todo lo que un cristiano hace cada día es parte de su servicio sagrado.
Sin embargo, Pablo nos aconseja que hagamos todo en la vida “de toda alma como para Jehová”.
¡Nuestra vida entera podría ser un regalo para Dios!
Por ejemplo, ¿nos vemos y nos comportamos siempre como se espera de un cristiano?
Es verdad que no vamos a andar todo el tiempo con traje y corbata, o con falda o vestido.
Pero, sea lo que sea que estemos haciendo, ¿da honra a Jehová nuestra forma de arreglarnos y comportarnos?
Si en algún momento, por la forma en que nos vemos o nos comportamos, nos diera vergüenza decir que somos testigos de Jehová, ¿sería nuestra vida un digno regalo para Dios?
¿Qué más podemos regalarle a Dios?
Una vida limpia en sentido moral.
Así es, podemos servirle a Jehová con un cuerpo libre de inmoralidad.
Recordemos lo que leímos en Romanos 12:1.
Allí decía que debemos ofrecer nuestros cuerpos como un sacrificio “santo, acepto a Dios”.
Pero ceder a la tentación y no arrepentirse es como pedirle a Jehová que nos devuelva la vida que ya le hemos dedicado, es decir, el regalo que le hicimos.
Peor aún, equivale a quitarle ese valioso regalo a Jehová y ponerlo en manos de nuestro enemigo, Satanás.
¡Qué locura!
Mejor mantengámonos limpios en sentido moral.
Hacerlo es un regalo para Jehová.
También hay otros regalos que, como cristianos dedicados y bautizados, se espera que le ofrezcamos a Jehová con regularidad.
Uno que enseguida nos viene a la mente es el que se menciona en Hebreos 10:23.
¿Ya saben cuál es ese regalo?
Hebreos 10:23 dice: La declaración pública de nuestra esperanza es sin duda un regalo que le hacemos a la gente.
Pero Jehová también lo ve como un regalo para él.
De hecho, Hebreos 13:15 dice que nuestra predicación es “sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que hacen declaración pública de su nombre”.
Es comparable a las ofrendas de fruto y a los sacrificios de animales que los israelitas solían ofrecer a Jehová.
Ellos le daban lo mejor que tenían.
Sí, predicar de manera formal o informal es un regalo para Dios.
Y a él también le complace que siempre vayamos a las reuniones y que participemos en ellas, lo cual es parte de nuestro servicio.
Todos recordamos lo que dice Hebreos 10:24, 25 sobre nuestras reuniones.
¿Y para qué vamos a las reuniones?
Si le hiciera esa pregunta a usted, ¿qué contestaría?
Tal vez me responda: “Pues para animarme y fortalecerme en sentido espiritual”.
Y eso está bien.
Pero examinemos más de cerca las palabras de Hebreos 10:24, 25.
El texto no se limita a decir que vamos a las reuniones para salir fortalecidos.
De hecho, el versículo 24 nos manda: “Considerémonos unos a otros para incitarnos [mutuamente] al amor y a las obras excelentes”.
Y el versículo 25 añade que debemos animarnos unos a otros.
Así que tenemos que ir a las reuniones con la idea de ser un regalo para los demás.
Siempre debemos esforzarnos por fortalecer a los hermanos.
Y lo logramos interesándonos por ellos antes y después de las reuniones.
¿Llega usted temprano a las reuniones para animar a los demás?
Hace años, mi esposa y yo servíamos en la obra de circuito.
Un día estacionamos el auto en un Salón del Reino y nos bajamos.
Enseguida se acercaron dos hermanos y nos dijeron con cariño: “Hermano y hermana Herd, ¡los estábamos esperando!
¡Qué bueno que van a estar con nosotros esta semana!”.
¿Eran un par de ancianos, siervos ministeriales o precursores?
No, ¡eran dos muchachitos!
¡Qué inyección de ánimo para comenzar las labores de aquella semana!
Otra forma de animar a nuestros hermanos es mediante nuestros comentarios.
Piense en el buen efecto que estos pueden tener en toda la congregación.
Y, por supuesto, si todos y cada uno vamos a las reuniones con la intención de animar a los demás, ¿cómo saldremos?
Pues animados y fortalecidos en sentido espiritual.
Y no olvidemos que ir a las reuniones, participar en ellas, cantar canciones de alabanza y decir “amén” al final de las oraciones es todo parte de nuestra adoración a Jehová.
Así que cada vez que vamos a las reuniones le hacemos un regalo a él.
Desde la antigüedad, los siervos de Jehová han apoyado la adoración verdadera contribuyendo de sus bienes.
Eso también es un regalo para Jehová.
Valoramos el apoyo que todos ustedes brindan.
Su generosidad le permite al Cuerpo Gobernante proporcionar muchas cosas que tanto necesita la hermandad.
Gracias, muchísimas gracias.
Y los padres cristianos, ¿qué regalo pueden darle a Jehová?
Sus hijos.
Los padres que hacen todo lo que pueden por criar a sus hijos según la disciplina y los consejos de Jehová están preparando un hermoso regalo para él.
Piensen en la gran cantidad de hermanos que tienen puestos de responsabilidad en la organización, como los miembros del Cuerpo Gobernante y sus ayudantes, los miembros de los Comités de Sucursal, los superintendentes de circuito, los ancianos y los siervos ministeriales.
¿De dónde salieron muchos de ellos?
Cientos de miles crecieron en hogares cristianos.
Sus padres siguieron el consejo de Efesios 6:4.
Y hay miles de hermanos y hermanas criados por padres cristianos que cumplen una importante función en la predicación, en Betel, en las obras de construcción y en las labores de socorro.
Padres, les damos las gracias por todo el esfuerzo que han puesto en preparar estos valiosos regalos para Jehová y su organización.
¿Y qué hay de nuestros queridos hermanos mayores de la congregación?
Yo apenas tengo 84 años...
¡nada en comparación con la eternidad!
Pero, en algún momento, todos tenemos que admitir que nos estamos poniendo mayores.
Lo notamos en cómo nos sentimos y también en cómo nos vemos.
Puede que nos empiece a fallar la salud, o incluso la mente.
¿Significa eso que valemos cada vez menos para Jehová?
¿Está perdiendo valor nuestro regalo?
Puede que lo veamos así, pero eso no es lo que piensa Jehová sobre sus siervos de mayor edad, quienes tal vez se dedicaron a él hace décadas.
Aunque una moneda de oro haya perdido el brillo con los años, jamás pierde su valor.
Proverbios 16:31 nos recuerda que Y no es el color del cabello lo que le importa a Dios, sino todos los años que estos hermanos han sacrificado en su servicio.
Para Jehová, los hermanos mayores que siguen fieles, “en el camino de la justicia”, son como valiosos regalos.
¿Verdad que los muebles de las tiendas de antigüedades cuestan más que los de las mueblerías comunes y corrientes?
¿Y no es más cara una botella de vino añejo que una botella de vino más nuevo?
Sí, porque el paso de los años les añade valor.
Pues, ustedes, los mayores, poseen sabiduría y años de experiencia, lo cual es de mucha utilidad en la congregación.
Y no es que tengan que estar dando comentarios largos y elaborados en todos los párrafos en las reuniones.
Basta con que transmitan con humildad en conversaciones sencillas pero animadoras lo que han aprendido.
Jehová los ama, hermanos.
Así que, aunque los años les pesen, con la frente en alto presenten su vida a Jehová como un hermoso regalo.
Todos, jóvenes y mayores, hacemos bien en pensar cómo podemos darle a Jehová regalos cada vez más valiosos.
Si usted todavía no se ha dedicado a Dios, debería ir pensando en hacerle ese regalo.
Y todos podemos seguir cuidando nuestra actitud hacia las normas morales para dar a Dios un mejor regalo.
Recuerden: lo que vemos y pensamos puede echarlo todo a perder.
Tal vez podríamos ampliar nuestro ministerio, asistir a las reuniones y participar más en ellas, y contribuir con generosidad para la obra mundial.
Y, padres, sigan esforzándose por preparar a sus hijos de manera que puedan serle útiles a Jehová.
Finalmente, hermanos mayores, recuerden que, con su sabiduría y experiencia, no hacen más que mejorar con los años.
Piensen en Jesús, el mejor siervo de Jehová...
y el de mayor edad.