Hola, soy Armando.
Bienvenidos a “El hierro afila el hierro”.
A todos nos ha pasado.
Estamos predicando, tratando de empezar conversaciones con las personas.
Pero, para muchos de nosotros, esto no es fácil.
La sola idea de hablar con un desconocido puede ser intimidante.
La verdad, yo soy una de esas personas a las que les cuesta hablar con extraños y empezar una conversación.
Pero, con el tiempo, esfuerzo, he descubierto unas medidas que me han ayudado mucho a vencer mis temores.
Hoy nos vamos a concentrar en solo una de ellas: hacer preguntas para comenzar y mantener una conversación.
Y quizás cuando terminemos se darán cuenta, al igual que yo, de que no es tan difícil como parece.
Hola, ¿qué tal?
Bueno, estamos haciéndoles una pregunta a nuestros vecinos y nos gustaría saber su opinión.
¿Se ha preguntado alguna vez qué debemos hacer para tener una familia feliz?
No, no estoy casado.
Bueno, tenemos este folleto que trata sobre...
OK, tres cosas.
Primero, el hermano estaba nervioso.
Cuando estamos nerviosos, ponemos nerviosa a la persona que nos oye.
Claro, es difícil no estar nervioso, pero si nos concentramos demasiado en cómo nos sentimos olvidamos que lo que queremos hacer es empezar una conversación.
No hay presión.
Mantengámoslo informal.
Segundo, el hermano sí hizo una pregunta, pero la pregunta fue irrelevante para el amo de casa.
Es mejor preguntar algo que anime a la persona a envolverse en la conversación, pero que también nos ayude a discernir qué le interesa.
Tercero, uno de los mayores temores que tenemos es: “¿Y qué pasa si no le interesa lo que le pregunto?”.
Eso nos confunde, nos quedamos sin habla, no sabemos qué decir.
Hubiera sido mejor tener un plan flexible que nos permita reaccionar de acuerdo a lo que la persona dice.
Vamos a intentarlo otra vez, pero esta vez abordemos la situación un poco diferente.
En nuestra Biblia, en las primeras páginas, hay 20 preguntas para la predicación.
¿Por qué no comenzamos a familiarizarnos con ellas?
Podemos escoger uno o dos temas que nos gusten y cuando surja la oportunidad las podemos utilizar.
Veamos cómo lo hace el hermano en la siguiente demostración.
Hola, ¿qué tal?
Estamos haciéndoles una pregunta a nuestros vecinos y nos encantaría saber su opinión.
¿Qué diría que es una de las cosas que más le causa estrés?
Personalmente, me preocupa mucho el dinero y lograr hacer todos los pagos.
Sí, creo que eso nos pasa a muchos.
De hecho, ¿sabía que la Biblia habla de algo que nos puede ayudar específicamente con esa preocupación?
¿De verdad?
Al principio de mi Biblia, hay 20 preguntas que muchos nos hemos planteado y que la Biblia contesta.
Fíjese en la pregunta 16: “¿Cómo manejar los problemas y preocupaciones?”.
Note lo que dice aquí este texto de Proverbios 21:5: “Con toda seguridad, los planes…”.
Mucho mejor, ¿verdad?
¿Se fijó en que cuando la persona le contestó el hermano simplemente abrió su Biblia en las preguntas y buscó un texto apropiado que le permitió continuar conversando?
Y no le ocultó lo que estaba haciendo.
Le mostró a la persona la herramienta que estaba utilizando.
Él se sentía confiado en que, sin importar lo que la persona contestara, él podría continuar la conversación con un texto práctico.
Así que salió muy bien.
Pero probablemente estén pensando: “Pero a mí casi nunca me sale así”.
Bueno, quizás en nuestro caso sea más así… Hola, ¿qué tal?
Estamos haciéndoles una pregunta a nuestros vecinos y nos encantaría saber su opinión.
¿Qué diría que es una de las cosas que más le causa estrés?
La gente que viene a mi puerta a hacerme preguntas.
Lo entiendo.
A mí eso tampoco me encanta.
¿Pero se ha preguntado alguna vez por qué lo hacemos?
Puede ser que en este momento la persona termine por completo la conversación.
Y está bien, no queremos presionar a nadie a hablar.
Pero esa segunda pregunta que hizo el publicador, el hecho de que estemos tranquilos, relajados, y que no nos demos demasiada importancia a nosotros mismos, todo eso, puede abrir la puerta para que la conversación continúe.
Para resumir, recuerde: primero, estemos tranquilos, relajados.
Simplemente queremos comenzar una conversación.
Sonría, sea amigable.
Segundo, hagamos una pregunta que incluya a la persona en la conversación, pero que nos permita descubrir qué le interesa.
Y, tercero, no nos pongamos nerviosos acerca del rumbo que puede tomar la conversación.
Con nuestra herramienta de 20 preguntas para la predicación, es muy seguro que encontremos un texto apropiado que permita que la conversación siga orientada en asuntos espirituales.
Este es uno de los métodos que me ha ayudado a mí, y espero que les ayude a ustedes también, y así compruebe por sí mismo que “el hierro afila el hierro”.