David Schafer: Nutramos nuestra esperanza

Hoy hablaremos de nutrir nuestra esperanza.

¿Por qué?

Porque es esencial para la paz, la felicidad, el valor y la vida.

Pero ¿qué es?

Cuando la Biblia habla de la esperanza, se refiere no solo al deseo de que algo bueno suceda, sino también a las razones que hay para esperar que suceda.

Así que la esperanza es más que una ilusión o una expectativa.

Se basa en hechos.

Tiene fundamento sólido.

La verdadera esperanza solo puede venir de aquel que tiene el poder de cumplir todo lo que promete: Jehová Dios.

Y Jehová nos da esperanza, mucha esperanza.

Fíjense en lo que dice Romanos 15:13 sobre Jehová: Jehová nos da lo necesario para que tengamos no solo algo de esperanza, sino mucha.

Ahora bien, el apóstol Pablo también escribió en Colosenses 1:23 que un cristiano podría “dejarse apartar de la esperanza”.

Por lo que no debemos descuidarnos, debemos seguir nutriéndola.

Pero ¿cómo lo hacemos?

¿Cómo la nutrimos?

Veamos dos formas en Romanos 15:4: ¿Pudieron notar lo que nutre la esperanza?

“Nuestro aguante” y “el consuelo de las Escrituras”.

Hablemos de las Escrituras.

Alimentar la mente con lo que dicen fortalece nuestra esperanza.

Por ejemplo, pensemos en lo que pasó poco después de que ejecutaran a Jesús.

Lo podemos leer en el capítulo 24 de Lucas.

Un extraño se puso a conversar con dos discípulos de Jesús que estaban muy desanimados.

Estaban de duelo, muy tristes por la muerte de su Maestro.

El extraño era en realidad Jesucristo resucitado, pero los discípulos no se habían dado cuenta aún.

Por eso, le dijeron lo que leemos en Lucas 24:21: El ejemplo de estos dos discípulos nos muestra lo fácil que es que nos desanimemos cuando las cosas no salen como esperábamos.

¿Saben lo que hizo Jesús para ayudarlos?

Leamos los versículos 25-27: Jesús nutrió la esperanza de aquellos hombres.

Primero, les confirmó que tenían buenas razones para creer en las Escrituras.

Y después les fue explicando cómo se habían cumplido las profecías.

¿Podemos hacer lo mismo nosotros?

¡Sí!

Cuando tenemos problemas que amenazan nuestra esperanza, debemos pedirle a Jehová la ayuda de su espíritu santo y, después, valiéndonos de las publicaciones que nos da el esclavo, debemos meditar con cuidado en cómo se han cumplido las profecías.

Es verdad que hoy es muy difícil encontrar tiempo para esto.

Hay muchas cosas que reclaman nuestra atención, muchas cosas que podemos hacer y aprender.

Pero alimentar la mente con cosas buenas es lo que va a fortalecer nuestra esperanza.

Sin embargo, algo que pudiera angustiarnos es el sinfín de crisis humanitarias de hoy.

Los expertos en tecnología, economía y política han tenido que acuñar nuevos términos para describir la gravedad de la situación.

En el 2023, la palabra policrisis empezó a sonar mucho en los medios.

Esa palabra se usa para referirse a un grupo de situaciones que amenazan a la humanidad al mismo tiempo.

Amenazas como las epidemias, el cambio climático, las guerras, las crisis migratorias, los desastres naturales y los colapsos financieros.

Todo sucediendo a la misma vez.

Una policrisis puede desequilibrar a una persona en sentido espiritual.

Pero quienes hemos estudiado la señal de Jesús acerca de los últimos días sabemos perfectamente que hoy habría muchos problemas graves a una escala sin precedentes, y todos ocurriendo a la misma vez.

¿Y no les parece interesante que las personas de este mundo hayan tenido que inventar una palabra para describir justo lo que está pasando?

Aunque no se estén dando cuenta, con ello están admitiendo que las palabras de Jesús se están cumpliendo.

Por lo tanto, hermanos, en vez de sentirnos angustiados, ver lo que está sucediendo puede nutrir nuestra esperanza, siempre y cuando meditemos en el cumplimiento de las Escrituras.

La Biblia contiene la promesa divina, una promesa de salvación: Nuestra fe en esas promesas se fortalece cuando meditamos en cómo se están cumpliendo las profecías.

Y, cuanto más fuerte sea nuestra fe, más fuerte será nuestra esperanza, porque “La fe es la certeza de que sucederá lo que se espera”.

¿Suele reflexionar en su esperanza?

¿Ha pensado en lo que significa para usted?

1 Tesalonicenses 5:8 dice: “Pongámonos […] el casco de la esperanza de la salvación”.

Igual que un casco protege la cabeza, el casco de la esperanza protege la mente.

¿Y quién no necesita ese casco?

Tal vez haya una canción de nuestro cancionero o de nuestro sitio de internet que le ayuda a visualizar con claridad las promesas de Jehová.

Cada vez que escucha esa canción, nutre su esperanza, lo que a su vez protege su mente.

Nuestra esperanza tiene que ser tan real para nosotros que ya nos veamos en el nuevo mundo.

Sin enfermedades, sin que nos sintamos deprimidos.

Más bien, despertando cada día oyendo mejor, viendo mejor, viéndonos mejor.

Más alegres, sin tener que llorar más la muerte de nadie.

Al contrario, celebrando la resurrección de nuestros seres queridos.

¿Cuánto es lo máximo que puede durar la vida de una persona?

Ahora piense en el número más grande que se le pueda ocurrir.

Vamos a combinar estas dos cosas.

Vivir unos… Podríamos pensar en una cifra exorbitante, como un gúgolplex o la de la edad de las galaxias.

La realidad es que no importa la cantidad de años en la que podamos pensar, porque Jehová nos promete una vida tan larga que ningún número la puede definir.

Una vida sin punto final.

A eso se refiere la Biblia todas las veces que habla de la vida eterna.

Piense en un proyecto que tome miles de años en concretarse desde que se planifica hasta que se hace realidad.

Tal vez quiera plantar su propio bosque.

O imagínese tener millones de años para observar todo lo que ha hecho Jehová, analizarlo y aprender cosas nuevas.

¡Cuántas cosas podrá lograr una sociedad en la que rija el amor y la devoción a Dios, y que respete y viva en armonía con todo lo que Jehová ha creado!

¿Hay algo que le gustaría estudiar, pero que no lo ha podido hacer porque no tiene tiempo?

Pues tendrá la vida eterna.

Y recuerde: podremos aprender de lo que hayan descubierto ya cientos de generaciones.

Tal vez en el Paraíso quiera ver a familiares que han muerto o conocer a siervos fieles del pasado.

Ahora piense en lo siguiente: podremos entender cómo estamos emparentados con todos los habitantes de la Tierra, ¡hasta el principio de la historia!

Y eso no es todo.

¡Todos los seres inteligentes en el cielo y en la Tierra formarán una familia feliz que alabará a Jehová en unidad!

¿Es esto solo un sueño?

¿Un mero deseo?

¿Una ilusión?

No, es esperanza.

Es el resultado de meditar en las promesas de Dios, “que no puede mentir”, y de meditar también en lo que ha hecho para que se cumplan esas promesas —el rescate y el Reino, que devolverá a la perfección a la humanidad—, de meditar en la personalidad de Jehová, una personalidad que se revela en la creación, en las Escrituras, —y que su Hijo, Jesucristo, refleja a la perfección—, una personalidad que conocemos bien, no solo por lo que hemos estudiado, sino por lo que hemos vivido.

Y esto nos lleva a la segunda manera de nutrir nuestra esperanza.

En Romanos 15:4 leímos que había dos maneras de nutrir la esperanza: “mediante […] el consuelo de las Escrituras” y también “mediante nuestro aguante”.

¿Cómo alimenta el aguante a la esperanza?

Notemos lo que dijo Pablo acerca de esto en Romanos 5:3-5: La “esperanza” de la que se habla aquí no es la esperanza de la que oímos hablar cuando alguien nos enseó las promesas que contiene la Biblia.

Por eso Pablo utiliza la expresión “es más”, porque quiere añadir algo, porque va más allá.

Nos alegramos por la esperanza que teníamos al principio, pero también por la esperanza que se ha fortalecido y se ha profundizado a lo largo de los años al ver cómo Jehová nos ha ayudado personalmente.

Ahora bien, la única forma de entender este proceso es experimentarlo.

¿Por qué cosas ha pasado usted?

¿Qué ha hecho cuando se ha enfrentado a situaciones difíciles?

Seguro que le pidió a Jehová que lo ayudara.

¿Y qué sucedió?

Él lo ayudó.

Puede que el problema no haya desaparecido, pero se dio cuenta de algo: de alguna manera consiguió las fuerzas para aguantarlo, o quizás sabiduría para hacerle frente, o ayuda práctica, o ánimo en el momento justo, o el valor para seguir defendiendo la verdad.

¿Y cómo se sintió en ese momento?

¿Le pareció que Jehová había escuchado su súplica?

¿Pudo percibir cómo le demostraba Jehová que es su amigo, que hay una relación entre ustedes?

Cuando vives eso —aunque sea una vez—, ya no te preguntas si vas a poder aguantar alguna dificultad.

Sabes que podrás con la ayuda de Jehová.

Eso es esperanza.

No es solo desear que pase algo bueno; es tener razones sólidas para creer que pasará.

Muchos de nuestros hermanos han podido experimentar esto vez tras vez a lo largo de su vida.

Por eso, aunque llevan décadas esperando el nuevo mundo, su esperanza no se ha debilitado.

Al contrario, se ha vuelto más fuerte gracias a lo que han vivido.

Han visto de primera mano lo que dice Romanos 5:3-5, y seguro que usted también.

¡Qué agradecidos estamos!

Jehová es “el Dios que da esperanza”.

No permitamos que nada nos aparte de ella.

Cuando pase por dificultades, nutra su esperanza.

Siga meditando en “el consuelo de las Escrituras”.

Confíe en que Jehová le seguirá dando fuerzas y sabiduría.

Y esté atento, todos los días, a cómo Jehová le demuestra que la esperanza —su esperanza— es real.



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