Encontramos una verdad muy poderosa en Isaías 55:10, 11: La palabra de Dios es la declaración de su propósito.
Y Jehová puede transmitirla de manera oral o escrita.
Decimos que la Biblia es la Palabra escrita de Dios, y con razón.
Pero mucho antes de que se inventara la escritura, Jehová transmitió su propósito hablando.
“Dios dijo: ‘Que haya luz’ ”.
Y entonces hubo luz.
Las palabras de Isaías que leímos antes nos muestran que Jehová siempre cumple su propósito.
Así que, por muy poderosos que parezcan los que se oponen a este propósito, la realidad es que siempre van a perder.
Recordar esto nos ayudará cuando nos enfrentemos a enemigos que parezcan invencibles.
Por eso hoy analizaremos algunos ejemplos que demuestran que Jehová siempre gana.
Para empezar, viajemos a los días del rey Saúl.
Jehová envió a Samuel para ungir al siguiente rey de Israel.
Y le dijo a Samuel lo que leemos en 1 Samuel 16:1: Así que David ocuparía el lugar de Saúl.
Jehová lo había elegido a él.
Y el propio Saúl llegó a enterarse de esto.
De hecho, en 1 Samuel 23:17, su hijo Jonatán le dijo a David: “Tú vas a ser rey de Israel […].
Y mi padre Saúl lo sabe muy bien”.
Y, además, el mismo Saúl le dijo a David una vez: “Sé muy bien que tú vas a ser rey”.
Pero, aun sabiéndolo, Saúl intentó matar a David.
Contaba con un ejército muy poderoso.
Y parece ser que también era un hombre muy fuerte.
Aun así, la voluntad de Dios era que David fuera el rey, y Saúl lo sabía.
Pero, entonces, ¿por qué siguió Saúl persiguiendo a David?
¿Y contra quién estaba luchando en realidad?
No solo contra David.
Estaba luchando contra Dios.
Saúl estaba cavando su propia tumba.
Dejó que Satanás lo usara como un títere.
¡Qué feliz se pondría Satanás si lograba que una de las promesas de Jehová fallara!
Pero al final la palabra de Dios se cumplió: David llegó a ser rey.
¿Y quién reemplazaría a David cuando llegara el momento?
Esa decisión la tenía que tomar Jehová, y así lo hizo.
En 1 Crónicas 22:9, 10, leemos lo que Jehová le dijo a David: Así que Salomón sería el siguiente rey de Israel.
¿Podría alguien evitar que eso pasara?
Adonías —otro hijo de David— lo intentó, pero fracasó.
¿Por qué?
En 1 Reyes 2:15 leemos lo que él mismo admitió: “El reinado se me escapó de las manos y pasó a ser de mi hermano, porque Jehová quiso que fuera suyo”.
Si Adonías pensaba que podía luchar contra Jehová y ganar, estaba muy equivocado.
Jehová les prometió a los israelitas que les daría la tierra de Canaán como herencia.
Pero los cananeos tenían otros planes.
Aunque sabían todo lo que Jehová había hecho en Egipto, de todos modos lucharon contra él.
¿Y qué pasó?
Aprendieron por las malas que los que luchan contra Jehová al final siempre pierden.
Y, si vamos ahora a los días de Jesús, ¿qué personas importantes lucharon contra Dios?
Quizá pensemos en el rey Herodes el Grande, en el sumo sacerdote judío Caifás o tal vez en el gobernador romano Poncio Pilato.
Ahora hablaremos de ellos.
Primero, Herodes el Grande.
Vayamos a Mateo 2:1, 2.
Unos astrólogos visitan al rey Herodes y le hacen una pregunta muy extraña.
Ahí dice: Aquí hay algo raro, ¿no creen?
A estos astrólogos no les había hablado ningún ángel.
Pero ahora ven una luz brillando en el cielo, ¿y llegan a la conclusión de que ha nacido el “rey de los judíos”?
Claro, ¡qué lógico!
¿Quién creen que les metió esta idea en la cabeza?
¿Y quién creen que les dio la brillante idea de preguntarle al rey de Israel de ese momento sobre su futuro rival?
Eso lleva la firma de Satanás por todas partes.
Ahora leamos los versículos 3 y 4: “dónde tenía que nacer el Cristo”.
¡Qué curioso!
Herodes no preguntó dónde iba a nacer el futuro “rey de los judíos”, sino dónde iba a nacer “el Cristo”.
Herodes era un prosélito judío, así que se supone que estaba esperando la llegada del Cristo, del Mesías.
Pero, ahora que ya llegó, quiere matarlo.
Herodes estaba luchando contra Dios.
¿Le ganó?
No.
Jesús escapó de sus garras.
Y, unos meses después, el rey Herodes murió.
Muy pocos lloraron su muerte.
En los días de Jesús, eran los romanos los que nombraban y destituían a los sumos sacerdotes judíos.
El sumo sacerdote Caifás era un político inteligente.
Sabía cómo tener contentos a los romanos.
Y, por eso, conservó su cargo muchos más años que otros sumos sacerdotes.
Además, tenía el apoyo de alguien muy importante: Poncio Pilato.
Así que, por todo eso, Caifás parecía intocable.
Y Pilato también tenía amigos muy poderosos.
Uno de ellos estaba en las altas esferas de Roma: Lucio Sejano.
Quizá es la primera vez que oyen hablar de Sejano, pero probablemente era el hombre más poderoso del Imperio romano.
El emperador dejaba en sus manos muchas decisiones importantes.
Sejano hizo muchos enemigos, pero no pudieron hacerle nada hasta… hasta el otoño del año 31 de nuestra era.
Fue entonces cuando Sejano perdió el favor del emperador y fue ejecutado.
Después de eso, el emperador ordenó que cualquiera que hubiera sido amigo de Sejano tenía que ser ejecutado.
¿Cómo creen que se sintió Pilato?
¡Seguro que estaba muerto de miedo!
Como vimos, él y Sejano habían estado muy unidos.
Entonces, un año y medio después de la muerte de Sejano, ¿qué creen que estaba pensando Pilato cuando los gobernantes judíos le gritaron: “Si dejas libre a Jesús, es que no eres amigo de César”?
Algunos eruditos creen que una de las razones por las que Pilato ordenó la ejecución de Jesús fue para proteger su puesto.
¿Y lo logró?
No.
Es verdad que no le pasó nada al principio.
Pero, menos de cuatro años después de condenar a Jesús a muerte, se metió en problemas, y le ordenaron ir a Roma.
Como ya no tenía ningún amigo influyente, Pilato perdió su puesto de gobernador romano.
No se sabe muy bien lo que pasó después.
Algunos dicen que Pilato se suicidó.
Otros creen que lo desterraron.
Pasara lo que pasara, no fue nada bueno.
Cuando Pilato perdió su cargo, Caifás perdió a su protector, y al poco tiempo le quitaron su puesto de sumo sacerdote.
Así que dos personas que lucharon contra Dios —Pilato y Caifás— quedaron fuera de combate poco después de cometer su mayor crimen.
Está claro que nosotros nunca querríamos luchar contra Jehová.
¿Y cómo nos ponemos de su lado y apoyamos su propósito?
Imagine esta situación.
Un hermano lo ofende, le dice algo sin pensar.
Y usted está dolido.
¿Cómo ve Jehová a esa persona?
Jehová lo ama.
Él ama a sus amigos.
Y quiere que usted también los ame.
¿Y cuál es el propósito de Dios para este hermano que lo ofendió?
Quiere que disfrute de vivir para siempre.
Bueno, ¿cómo puede usted apoyar el propósito de Jehová?
Si puede pasar por alto la ofensa, Jehová se sentirá feliz.
Pero, si no puede hacerlo, a Jehová le gustaría que hablara con ese hermano amablemente y con respeto.
Podría decir algo como esto: “Quizá estoy siendo demasiado sensible, pero lo que me dijiste el otro día me dolió.
Sé que no querías hacerme daño, pero me quedo más tranquilo si te cuento cómo me sentí”.
¿Se imaginan lo contento que se pondrá Jehová si el hermano reacciona bien y vuelven a ser amigos?
En Mateo 18, Jesús contó la historia de la oveja perdida.
Un hombre tenía 100 ovejas, y una de ellas se perdió.
El pastor dejó a las otras 99 en el campo y se esforzó mucho por encontrar a la oveja que se había perdido y traerla de vuelta al rebaño.
¿Creen que es casualidad que, justo después de contar esta historia, Jesús dijera los tres pasos que debemos seguir cuando alguien comete un pecado grave contra nosotros?
En Mateo 18:15, Jesús nos dice cuál debería ser nuestro objetivo al dar estos pasos.
Vamos a leerlo: El que pecó contra nosotros podría ser como la oveja perdida.
¿Cuál es nuestro objetivo?
Recuperar a nuestro hermano, no hacerlo quedar mal ni vengarnos de él ni demostrar que está equivocado ni ponerlo en ridículo, sino traerlo de vuelta.
Como ese pastor amoroso, queremos hacer todo lo posible para que ese hermano que se ha equivocado vuelva al rebaño.
Pero, claro, si el hermano no se arrepiente de su pecado, los ancianos tendrán que dar el tercer paso que mencionó Jesús, y sacar a esa persona de la congregación.
¿Y qué más podemos hacer para apoyar el propósito de Jehová?
Participar todo lo que podamos en la predicación.
Él ya ha dicho lo que pasará: “Las buenas noticias del Reino se predicarán en toda la tierra habitada”.
Muchas personas han intentado impedir que esto ocurra.
A principios del siglo veinte, la organización estaba animando a todos los hermanos a predicar, pero algunos de ellos se opusieron.
Eran hermanos influyentes a los que les gustaba ponerse ropa elegante y dar discursos ante muchas personas.
Pero se negaron a ir de casa en casa porque creían que eso era rebajarse.
Estaban luchando contra Dios.
Pero los ángeles pronto los separaron de la congregación, y de la mayoría no se supo nunca nada más.
Incluso en países donde hay cierta libertad religiosa, los que luchan contra Dios han intentado impedir que llevemos a cabo nuestra obra.
“Necesitan un permiso para ir de casa en casa”.
“No pueden ofrecer revistas en la calle”.
“Ustedes son una secta peligrosa”.
Hasta han hecho leyes para intentar detener nuestra obra.
Si siguen luchando contra Dios, estas personas sin duda lo pagarán muy caro.
Jehová ya ha dicho: “Vayan y prediquen”.
Esta obra se va a realizar, tanto si les gusta como si no les gusta.
Como dijimos antes, a veces puede parecer que los que luchan contra Dios se salen con la suya.
Pero el que juega con fuego se quema.
No podría explicarlo mejor que como lo hizo David en Salmo 37:1, 2: Así que, si alguna vez oímos de un enemigo de Dios que parece invencible, recordemos lo que hablamos hoy.
Tal vez por el momento parezca que se salen con la suya.
Pero, como están luchando contra Dios, en vez de darnos miedo, tendrían que darnos lástima.
Están en el bando equivocado.
Es una batalla que ya tienen perdida.