El tema de este discurso es “Evitemos todo tipo de codicia”.
Jehová le dijo con cariño a Baruc, el secretario de Jeremías, que dejara de buscar “cosas grandes”.
¿A qué se refería?
No estamos seguros, quizás buscaba fama o cosas materiales, o ambas.
Pero Jehová veía que en el corazón de Baruc se estaba desarrollando una mala cualidad: la codicia.
La obra “Perspicacia” define la codicia como “ansia y deseo vehemente”.
Un diccionario dice que la codicia es un deseo egoísta y exagerado de tener más de lo necesario de algo, por ejemplo, dinero.
Así que Jehová le estaba diciendo a Baruc: “Deja de ser codicioso”.
Y nos dice lo mismo a nosotros.
Jesús también nos da un consejo parecido al que Jehová le dio a Baruc.
Busquemos Lucas, capítulo 12, y leamos el texto temático.
Lucas 12:15 —vamos a ver qué advertencia dio Jesús allí—.
Lucas 12:15 dice: “Entonces [Jesús] les dijo: ‘Mantengan los ojos bien abiertos y eviten —fíjense ahora— todo tipo de codicia, porque, por mucho que uno tenga, las cosas que posee no le pueden dar la vida’”.
¿Por qué es difícil evitar “todo tipo de codicia”, como dijo Jesús?
Bueno, tenemos tres grandes enemigos.
Vamos a hablar de cada uno de ellos y de cómo nos lo ponen difícil.
El primero es la imperfección.
En Génesis 8:21, Jehová dijo: “El corazón de los hombres tiende al mal desde la juventud”.
Una mala tendencia es la codicia.
Esta tendencia se empieza a notar desde que somos pequeños.
Por ejemplo, los niños pequeños agarran cosas y las sujetan con fuerza diciendo: “Es mío, mío, mío”.
¿Verdad que se empieza a notar en ellos la codicia?
Cuando la gente los ve, dice: “Qué niño tan simpático” o “tiene los ojos de su madre y la nariz de su padre”.
Pero nunca dirían: “Mira qué niño tan desinteresado, cómo piensa en los demás”.
No, requiere mucho esfuerzo enseñarle a un pequeño a ser desinteresado, como Jehová.
Hablemos ahora de nuestro segundo enemigo, Satanás.
¿Qué fue lo que lo hizo caer?
La codicia.
Dejó que el deseo de tener algo que solo le pertenece a Jehová creciera en su corazón.
¿Qué deseaba tanto?
Que lo adoraran.
Y él quiere que a nosotros nos pase lo mismo, que caigamos en la trampa de la codicia.
Por eso intenta fomentar nuestra tendencia a ser codiciosos.
Piensa en esto, ¿cómo logró entrampar Satanás a Eva, que era una mujer perfecta?
Con la codicia.
Consiguió que deseara tener lo que solo le pertenecía a Dios.
Fue como si le dijera: “Mira, comer de todos los árboles del jardín menos uno no es suficiente.
Deberías fijarte en ese árbol del que no puedes comer”.
Pongamos un ejemplo que ilustra lo codiciosos que llegaron a ser Adán y Eva al dejarse llevar por Satanás, hasta dónde llegaron.
Imagina que tienes invitados quedándose en tu casa y les dices: “Quiero que se sientan como en casa mientras estén aquí”.
Los llevas a la cocina; abres el refrigerador y les dices: “Aquí tienen de todo para comer, en los armarios —la despensa—, todo lo que quieran.
Siéntanse libres, no hace falta que pregunten”.
Entonces, abres una pequeña gaveta y les dices: “He guardado aquí algunas cosas para otro momento.
Es muy importante que no tomen nada de esta gaveta.
Es la misma comida que hay en los armarios y en la despensa.
No les va a faltar de nada”.
¿Habrías sido demasiado restrictivo?
¿Habrías sido poco generoso con tus invitados?
Para nada.
Habrías sido muy generoso, ¿verdad?
Pues así fue Jehová con Adán y Eva.
Pero volvamos al ejemplo.
Supongamos que entras en la cocina y descubres a tus invitados comiendo algo de la gaveta de la que les dijiste que no comieran.
¿Verdad que te molestarías mucho?
Probablemente pensarías que te están robando y les dirías que se fueran de tu casa.
Pues así se sintió Jehová y así reaccionó.
Si Eva hubiera estado contenta con lo que él le había dado, no habría caído en la trampa de Satanás.
¿Y qué hay de nuestro tercer gran enemigo, el mundo?
El mundo de Satanás y su espíritu, “el espíritu del mundo”, intentan influenciarnos todo el tiempo.
Por un lado, Jehová “insufla” espíritu santo en sus siervos para que sean como él y no sean codiciosos.
Por otro lado, Satanás “exhala” el apestoso espíritu del mundo, que hace que la gente sea codiciosa, como él.
Una manera en la que el mundo de Satanás promueve la codicia por las cosas materiales es a través de la publicidad.
Recibimos un bombardeo constante de anuncios publicitarios.
Por ejemplo, ves un automóvil nuevo y reluciente.
Brilla tanto que parece que lleva 12 capas de cera.
Lo iluminan con un montón de luces y lo enfocan desde muchos ángulos diferentes.
Entonces, aparece una mujer...
digamos que con poca ropa, caminando hacia el auto.
No te das cuenta, pero suena una música suave de fondo.
Cuando la mujer abre la puerta del auto y se mete dentro, la música es cada vez más impactante.
Quieren que pienses: “No eres nadie sin él, tienes que comprártelo”.
Eso sí, no te dicen lo mucho que te va a costar pagarlo cada mes ni todas las reuniones que te vas a perder para conseguir el dinero.
“No eres nadie sin este auto”.
A menudo usan estrategias de venta similares para promocionar aparatos electrónicos y otras cosas.
Está claro que tenemos que luchar mucho contra el espíritu del mundo para que no nos convierta en personas codiciosas.
Si no tenemos cuidado, podríamos llegar a amar más el dinero y las cosas materiales que a Jehová.
Si nos pasa eso, en vez de vencer al mundo, como hizo Jesús, el mundo nos habrá vencido a nosotros.
No es fácil luchar contra estos tres grandes enemigos y evitar, como dijo Jesús, “todo tipo de codicia”.
Pensemos en esto por un momento: Jesús no dijo que hubiera solo un tipo de codicia.
Hay diferentes clases, y tenemos que protegernos de todas las formas de codicia.
¿Cuál dirías que es el antídoto contra este peligroso veneno?
¿Verdad que es estar contentos con lo que tenemos?
Por ejemplo, un tipo de codicia que hemos mencionado es desear más cosas materiales.
Estar contentos con lo que tenemos nos ayudará a evitar ese tipo de codicia.
Sabemos lo que dice 1 Timoteo 6:8: “Así pues, si tenemos comida y ropa [y, como dice la nota, “refugio”], estemos contentos con eso”.
Así que estar contentos nos protege.
Y eso fue lo que Jehová le dijo a Baruc: “Ya tienes lo que necesitas.
Deja de acumular cosas, deja de buscar cosas grandes.
Debes estar contento con lo que tienes y centrarte en cosas más importantes”.
Luego le dijo por qué debía hacer esto.
Se lo explicó en Jeremías 45:5: “Porque voy a mandarle una calamidad a toda la gente”.
Le dijo que, si era capaz de controlarse, le daría su “vida como botín de guerra”.
Lo mismo sucederá con nosotros.
Pronto Jehová mandará una calamidad a toda la gente, así que tenemos que estar contentos con tener lo que de verdad necesitamos y buscar “primero el Reino”.
Y es que solo somos residentes temporales.
Eso dice 1 Pedro 1:17.
Pongamos un ejemplo para explicar lo que significa esta expresión.
Imagina que alquilamos un estadio para celebrar nuestra asamblea regional.
Puede que hagamos varias cosas para preparar el lugar y estar más cómodos durante la asamblea.
Tal vez lo limpiemos a fondo, quizás hagamos algunos retoques de pintura, o incluso reparemos algunos inodoros o algunas lámparas rotas.
Pero no nos pondríamos a arreglar y a pintar todas las paredes del estadio.
No quitaríamos las sillas para poner unas nuevas.
Tampoco demoleríamos el estacionamiento para construir uno nuevo, porque solo estaremos allí temporalmente.
Vamos a irnos después del fin de semana.
Bueno, no sabemos cuándo dejaremos de estar en este sistema, pero sí sabemos que será pronto.
Por eso tenemos una vida sencilla.
Somos residentes temporales.
Otro tipo de codicia es el deseo de ser alguien importante.
Pero estar contentos con todo lo que Jehová nos ha permitido hacer en su servicio nos protegerá.
Eso habría protegido a Coré, que vivió en el tiempo de Moisés.
Por otra parte, están los deseos sexuales codiciosos.
Estemos solteros o casados, estar contentos con lo que de verdad nos pertenece nos protegerá.
Si a David le hubiera bastado con lo que tenía, no habría pecado con Bat-Seba.
También hay otros tipos de codicia, como la glotonería o la borrachera.
Pero el antídoto contra todos ellos es estar contentos, satisfechos con lo que Jehová nos ha dado y que ahora nos pertenece.
Está claro, si logramos evitar todo tipo de codicia, podremos disfrutar de la vida en un hermoso nuevo mundo en el que Jehová abrirá su mano para satisfacer el “deseo de todos los seres vivos”.