Robert Ciranko: Jehová es quien nos disciplina (1 Cor. 5:11)

Bueno, hoy vamos a hablar del tema de la expulsión.

Para empezar, vamos a leer cuáles son las razones que da la Biblia para tomar esta medida.

Se encuentran en 1 Corintios, capítulo 5.

Vamos a leer a partir del versículo 9.

Bajo inspiración, Pablo dijo: “Les escribí en una carta que dejaran de relacionarse con personas que son sexualmente inmorales.

Con eso no quise decir que se separaran completamente de la gente de este mundo que es sexualmente inmoral, de los codiciosos, de los extorsionadores o de los idólatras.

Si así fuera, ustedes tendrían que salirse del mundo”.

Bueno, los cristianos no rehuimos a los que no son Testigos.

Todos los días tratamos con nuestros vecinos, compañeros de trabajo, compañeros de clase y otras personas, y les predicamos.

Aunque algunos de ellos lleven vidas inmorales, no podemos evitarlos completamente.

Pero es diferente en el caso de que sea un hermano el que viva así.

El versículo 11 continúa: “Pero ahora les escribo que dejen de relacionarse con cualquiera que, pese a ser llamado hermano, sea sexualmente inmoral, codicioso, idólatra, injuriador, borracho o extorsionador.

Ni siquiera coman con esa persona”.

Y el final del versículo 13 dice: “Saquen a la persona malvada que está entre ustedes”.

Si se fijan en estas palabras, verán que son un mandato, no una sugerencia.

Este tema se explicó muy bien en un artículo de La Atalaya del 15 de abril de 2015, titulado “La expulsión, una muestra de amor”.

Dijo: “Aunque Jehová no espera que sus siervos sean perfectos, sí desea que cumplan sus elevadas normas de conducta.

Por ejemplo, prohíbe cosas como la inmoralidad sexual, la idolatría, el robo, la extorsión, el asesinato y el espiritismo.

Sin duda, usted concuerda en que las normas de Dios son razonables y nos protegen.

¿Y quién no desea vivir rodeado de personas pacíficas, decentes y confiables?

Pues ese es el ambiente que existe en el pueblo de Dios.

La tranquilidad que sentimos cuando estamos entre los hermanos se debe a que en el momento de nuestra dedicación a Jehová todos prometimos respetar sus normas”.

¿Qué pasa entonces si un cristiano bautizado comete un pecado grave?

¿Se expulsa a alguien de la congregación porque cometa pecados como la inmoralidad, la idolatría, el robo, el asesinato, la extorsión, el ocultismo o cosas así?

Bueno, hay otros detalles a tener en cuenta.

Ese mismo artículo de La Atalaya explicaba que “hay dos factores que deben darse para que un testigo de Jehová sea expulsado.

Primero, que cometa un pecado grave, y segundo, que no se arrepienta”.

Así que solo se expulsa a una persona de la congregación cuando no se arrepiente de los pecados que ha cometido, y no se la vuelve a admitir hasta que los ancianos están totalmente convencidos de que está arrepentida de verdad.

Esto puede significar una prueba para nosotros cuando la persona a la que se expulsa es un amigo o un familiar.

¿Seremos obedientes y aceptaremos la decisión que tomen los ancianos?

Debemos reconocer que a ellos les va a resultar más fácil ser objetivos que a nosotros.

Ellos oran mucho antes de decidir porque saben que tendrán que rendir cuenta a Dios.

Por eso hacen todo lo posible por ayudar a la persona a recuperar su amistad con Jehová.

Si no se consigue, deben proteger a la congregación y mantenerla limpia en sentido moral.

Aun así, le explican a la persona con bondad lo que tiene que hacer para ser readmitida y tal vez la visiten de vez en cuando para recordarle que puede volver a Jehová cuando lo desee.

Si aceptamos y apoyamos la decisión que tomen los ancianos, en realidad estaremos ayudando a la persona que ha pecado a beneficiarse de la disciplina que viene de Jehová.

Es muy importante que lo vean así.

Vamos a leer Hebreos, capítulo 12, del 5 en adelante.

Dice: “Y se han olvidado por completo del consejo que se les dirige a ustedes como si fueran hijos: ‘Hijo mío, no menosprecies la disciplina de Jehová ni te rindas cuando él te corrija, porque Jehová disciplina a quienes ama.

De hecho, castiga a todo el que recibe como hijo’ ”.

Y el versículo 11 dice: “Es cierto que en el momento ninguna disciplina resulta agradable, sino que duele.

Pero después produce en los que han sido entrenados por ella el fruto pacífico de la justicia”.

Así que, si un expulsado se deja entrenar por la disciplina, eso lo ayudará a recuperar su relación con Jehová.

¿Qué es lo mejor que podemos hacer por las personas expulsadas?

Ya lo leímos en 1 Corintios 5:11: “Dejen de relacionarse” con ellas.

“Ni siquiera coman” con ellas.

Y, hablando de este mismo tipo de personas, el apóstol Juan dijo, en 2 Juan 10, no las reciban en sus casas ni las saluden.

En ese momento nuestra lealtad se pone a prueba, pero no nuestra lealtad a la persona expulsada, sino a Dios, que está observándonos para ver si obedecemos su mandato de no relacionarnos con los que han sido expulsados.

Algunos siervos de Jehová piensan que eso es demasiado drástico, y que mantenerse en contacto con su amigo o familiar expulsado es una muestra de bondad.

Pero están completamente equivocados.

Es posible que eso los haga sentir mejor a ellos, pero, en realidad, es lo peor que pueden hacer por la persona que fue expulsada.

En Mateo 11:19 Jesús dijo: “La sabiduría queda demostrada por sus resultados”.

Y hay muchos ejemplos de los buenos resultados que se obtienen cuando una familia es firme y obedece con lealtad el mandato de Jehová de no relacionarse con los que fueron expulsados.

Un padre cuenta que, cuando su hijo empezó a comportarse de manera inaceptable, su estilo de vida creó una barrera entre ellos.

Y fíjense que el padre reconoció que fue su propio hijo el que había creado esa barrera, no Jehová.

Unos 10 años más tarde, el joven cambió su estilo de vida, regresó a la congregación y admitió: “La expulsión me obligó a enfrentarme con las consecuencias de mis decisiones.

Realmente necesitaba esa disciplina”.

El padre dijo: “La expulsión es una medida necesaria que nos ayuda a respetar las normas de Jehová.

Aunque es dolorosa, a la larga produce los mejores resultados.

Si hubiera sido tolerante con mi hijo, estoy seguro de que nunca se habría recuperado”.

Otra hermana dijo: “Cortar completamente toda asociación con mi hermana expulsada [...] sometió a prueba nuestra lealtad a [...] Jehová.

Dio a nuestra familia la oportunidad de mostrar que realmente creemos que el camino de Jehová es el mejor”.

Cuando su hermana fue readmitida, le dijo: “Si no hubieras tomado tan en serio el punto de vista respecto a la expulsión, no habría dado los pasos para ser readmitida tan pronto como lo hice.

Verme separada de las personas a quienes amaba, y privada de comunicación con la congregación, me impulsó a arrepentirme.

Comprendí lo equivocada que había estado y lo serio que había sido darle la espalda a Jehová”.

Recordemos esos comentarios si alguna vez nos sentimos tentados a desobedecer el mandato de Dios sobre el trato con los expulsados.

La Atalaya que cité antes también dice que los que han sido expulsados, con el tiempo, tal vez se den cuenta de lo que han perdido y vean las dolorosas consecuencias de sus decisiones.

Quizás recuerden la felicidad que sentían cuando eran amigos de Jehová y estaban con sus hermanos.

Como resultado, tal vez reaccionen y decidan volver.

Hermanos, Jehová sabía perfectamente lo que hacía cuando inspiró a los apóstoles a escribir lo que escribieron sobre no tener trato con los que han sido expulsados.

Que no se nos olvide eso.



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