Los seres humanos estamos acostumbrados a imitar.
De hecho, una de las herramientas de aprendizaje más comunes y poderosas es la imitación.
Piensen en todo lo que aprendemos imitando a los demás.
¿Verdad que mucho de lo que hacemos en nuestras actividades teocráticas o en el empleo lo aprendimos observando a alguien?
Los niños imitan a sus padres en su forma de pensar, de comer o de caminar; hasta copian el acento de sus padres al hablar, algo que se transmite de una generación a otra.
A mí me han dicho muchas veces: “John, caminas igualito que tu padre”.
Y yo ni cuenta me doy.
Y es que a veces imitamos a otros sin siquiera darnos cuenta.
¿A quién no le ha pasado que, después de escuchar una canción en la radio, se pone a tararearla o a cantarla sin darse cuenta de que es la misma canción que había escuchado antes?
Definitivamente, aprender por imitación es parte de la naturaleza humana.
Lo hacemos todo el tiempo; no podemos evitarlo.
Los animales también suelen aprender por observación e imitación.
En Zambia, vi un ejemplo muy tierno de esto con unos elefantes.
Vimos a una mamá elefante caminando con su cría.
El elefantito trataba de juntar hierba y llevársela a la boca, tal como lo hacía su mamá.
Pero, por más que lo intentaba, no lograba arrancar nada con su trompita.
Así que seguía observando con mucha atención todo lo que hacía su mamá, para poder hacerlo bien.
Está claro que la imitación es una herramienta muy poderosa: influye mucho en la clase de persona que somos y en la que podemos llegar a ser.
Por eso, debemos ser muy cuidadosos al elegir a quién imitar.
Entonces, ¿a quién vamos a imitar?
Nuestra elección definirá la clase de persona que seremos.
Por eso la Biblia nos dice que tengamos mucho cuidado con las amistades que elegimos, porque nuestros amigos influyen en nosotros, a veces, hasta sin darnos cuenta de ello.
Leamos la advertencia que Jehová les dio a los israelitas en cuanto a imitar a las naciones vecinas.
Busquemos Éxodo, capítulo 23, versículo 24.
Ahí Jehová le dice al pueblo: “No debes inclinarte ante sus dioses ni ser inducido a servirles, y no debes hacer nada parecido a las obras de ellos”.
Y en Deuteronomio 18:9 leemos una idea parecida.
Fíjense en lo que dice: “Cuando hayas entrado en la tierra que Jehová tu Dios te da, no debes aprender a hacer conforme a las cosas detestables de aquellas naciones”.
¿Qué ocurrió cuando los israelitas decidieron pasar por alto la advertencia de Jehová y siguieron el ejemplo de las naciones vecinas?
Encontramos la respuesta en 2 Reyes 17:15.
Leamos 2 Reyes 17:15: “Continuaron rechazando sus disposiciones reglamentarias y su pacto que él había celebrado con sus antepasados y sus recordatorios con que les había dado advertencia, y se pusieron a seguir vanos ídolos y se hicieron vanos ellos mismos, aun en imitación de las naciones que estaban todo en derredor de ellos, respecto de las cuales Jehová les había mandado que no hicieran lo mismo que ellas”.
Si hacemos cosas vanas o inútiles, nosotros también nos volveremos inútiles.
Ahora demos un salto hasta la época cristiana y veamos cómo Jehová nos da la misma advertencia a nosotros.
Busquemos la tercera carta de Juan, versículo 11.
Allí hay un consejo muy directo: “Amado, no seas imitador de lo que es malo, sino de lo que es bueno.
El que hace el bien se origina de Dios.
El que hace el mal no ha visto a Dios”.
El mensaje es claro: si queremos ver a Dios, es decir, ser sus amigos, tenemos que imitar lo bueno.
El texto de Efesios 5:1, que estamos analizando hoy, nos dice de manera simple y llana: “Háganse imitadores de Dios”.
Aquí Jehová nos está diciendo: “Imítenme”.
Así que, si alguien nos pregunta a quién queremos imitar, en obediencia al mandato de Efesios 5:1, contestaremos: “A Jehová”.
Ahora bien, algo que nos ayuda a imitar a Jehová es leer la Biblia.
En ella, él nos dice cómo espera que nos comportemos.
Leerla nos ayuda a desarrollar cualidades como el amor, la esperanza, la fe, la lealtad y muchas otras.
Piensen, por ejemplo, en la Ley que Jehová dio a la nación de Israel.
Gracias a ella, aprendemos mucho de lo que Jehová opina sobre ser honrados, puros, imparciales, justos...
Además, en muchos relatos de la Biblia, podemos percibir cómo es Jehová.
Vemos la paciencia que le tuvo a Jonás y la misericordia que mostró a los ninivitas.
Leer la Biblia nos da una imagen muy clara del Dios perfecto al que adoramos.
Así es, Jehová nos ha puesto el modelo perfecto a seguir.
Si constantemente leemos la Biblia y nos hacemos preguntas como “¿Qué aprendo de Jehová?” o “¿Cómo puedo imitarlo?”, nos mantendremos atentos al ejemplo de Jehová y podremos imitarlo.
Otra cosa que nos ayuda a ser como Jehová es seguir el ejemplo de quienes lo imitan a él.
En la Biblia, Jehová nos habla de personas reales a las que podemos imitar.
Por ejemplo, nunca hemos estado con Abrahán o Sara, pero ¿verdad que sentimos como si los conociéramos?
Y aunque de seguro aprenderemos mucho más de estos siervos de Jehová en el nuevo mundo, lo que nos dicen las Escrituras sobre ellos es suficiente para poder seguir su excelente ejemplo.
¿Y qué hay de Jesús?
Es cierto que nunca lo hemos visto en persona, pero, cuando estudiamos lo que dice la Biblia sobre él, sentimos como si lo conociéramos, y hasta podemos imaginar lo que piensa de ciertas situaciones.
El apóstol Pablo planteó la idea de imitar a otros en 1 Corintios 11:1, que dice: “Háganse imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo”.
Sabemos que Jesucristo imita a su Padre, y el apóstol Pablo imitaba a Cristo.
Pablo no esperaba que los demás discursaran, hablaran o caminaran como él. No.
En Hebreos 13:7, él mismo aclaró a qué se refería.
Hebreos 13:7 dice: “Acuérdense de los que llevan la delantera entre ustedes, los cuales les han hablado la palabra de Dios, y al contemplar detenidamente en lo que resulta la conducta de ellos, imiten su fe”.
Entonces, lo que debemos imitar es la fe y el ejemplo de quienes se esfuerzan por ser como Jehová y Jesús.
Vamos a ilustrar por qué debemos tener cuidado al elegir a quién imitar.
Imaginen dos grandes máquinas, con muchísimas piezas.
Jehová y Jesús usan una de las máquinas.
Satanás y su mundo usan la otra.
Ahora imaginen que nosotros somos una pieza...
una pieza de repuesto para una de esas dos máquinas.
Cuando Jehová nos examine para ver si nos puede usar, ¿seremos el tipo de pieza que encaje en su máquina, en su organización?
Lo seremos si elegimos imitarlo a él y a sus siervos fieles.
Sí, eso nos permitirá ser útiles en su incomparable organización.
Si imitamos a Jehová, aunque Satanás quiera utilizarnos en su máquina, simplemente no encajaremos, no podrá colocarnos en ningún sitio de este mundo.
¿Verdad que sería muy triste que nos amoldáramos al mundo de Satanás y que encajáramos a la perfección en su máquina, en su malvado sistema?
Así que elijamos ser como Jehová.
Imitémoslo como un niño a un padre, para que nos parezcamos a él “cuando seamos grandes”.
Recuerden: solo lo lograremos si leemos la Biblia para conocerlo mejor y si seguimos el ejemplo de quienes también lo imitan.