El estudio personal nos ayuda a aferrarnos a la Palabra de Dios

 Mientras más estudias, más conoces a Jehová.

Y, mientras más lo conoces, más lo amas.

Jehová dice: “Los pensamientos de ustedes no son mis pensamientos”.

Así que, si queremos entender mejor cómo piensa Dios, debemos profundizar en el estudio.

Luego, hay que compartir con otros lo que aprendemos.

El estudio personal es como la gasolina que necesitas para seguir adelante.

La verdad es que no soy muy buen estudiante, pero he aprendido a estudiar la Biblia.

En Galaad, la Biblia cobró vida para mí.

Se necesita ser muy disciplinado.

Cuando voy a estudiar, no quiero estar cansada.

Por eso busco un momento del día en el que estoy despejada.

Prefiero estar cansada para otras cosas, pero no para estudiar.

Siempre que estudio la Biblia, empiezo con una oración: “Por favor, ayúdame a ver qué consejo me estás dando y dame fuerzas para aplicarlo”.

Uso varios colores para marcar con qué tema se relaciona lo que estudio.

Utilizo un color cuando leo que Jehová ayuda a alguien; otro, cuando leo sobre un mal ejemplo, y otro diferente cuando veo un buen ejemplo que imitar.

El estudio y la meditación van de la mano.

Estudiar nos permite obtener información, y meditar nos motiva a poner en práctica esa información.

Hay que ir más allá de la información, no quedarse en un versículo o en un capítulo.

Debemos ver quién interviene, cuándo ocurrió, cuáles son las circunstancias, cuántas personas había...

Así entenderemos lo que realmente significa el versículo.

¿Quién es “la Palabra” mencionada en Juan 1:1?

Vamos al versículo 18.

Dice “unigénito”.

Esto quiere decir que “la Palabra” tuvo un principio, que llegó a existir.

Allí estaba, en el cielo, junto a su Padre.

He leído muchas veces Filipenses 4:6 y 7.

“La paz de Dios que supera a todo pensamiento”.

Bien, ¿cómo se consigue?

Tenemos que ser amigos de Jehová.

¿Y cómo guarda o protege nuestros corazones la paz de Dios?

“Mediante Cristo Jesús”, nuestro Señor.

Y pienso: “¿Por qué mediante Jesús?

Porque él pagó el rescate.

Ese rescate es lo que hace posible que podamos ser amigos de Jehová”.

Así que todo está conectado.

En mi estudio, trato de identificar principios bíblicos.

Para lograrlo, intento ver más que solo mandatos.

Por ejemplo, en Mateo 28:19 y 20, Jesús nos mandó ir y hacer discípulos.

Veo que detrás de este mandato está el principio de amar al prójimo.

Este principio me ayuda a predicar a toda clase de personas, sin importar su sexo, raza o nacionalidad.

Uno de los instructores de la Escuela para Ancianos de Congregación es un graduado de Galaad.

Bueno, uno de los métodos es analizar un pasaje de la Biblia desde diversas perspectivas.

No podemos ver todo desde un solo ángulo.

Comparto el fruto de mi investigación con las personas que estudian la Biblia.

Eso las ayuda a conocer mejor a Jehová y a ver que lo que están estudiando es práctico.

Estuve estudiando sobre Jacob.

Pasó toda una noche luchando con un ángel.

Y quise comentarlo con algunos amigos.

Cuando lo hice, uno de los hermanos que estaba allí sentado por casualidad, vino y me dijo: “Ya había dado todos los pasos para dejar el servicio de tiempo completo.

Pero, después de esta conversación, ya no voy a dejarlo”.

Fue un momento maravilloso para mí.

Le di las gracias a Jehová.

Cuando me enteré de que iba a ser madre, le dije a Jehová: “Si este pequeñín llega a amarte, podré disfrutar de él para siempre”.

Y empecé a enseñarle todo lo que yo estaba aprendiendo.

Así que no hay atajos.

Para tener una fe fuerte hay que estudiar y meditar.

Cada vez que estudiamos de la manera correcta y meditamos, nuestra fe se hace más fuerte.

Espero con ganas esos momentos en los que puedo subir a mi habitación, desconectarme de todo y pasar tiempo a solas con Jehová.

La vida es impredecible, pero he aprendido que, mientras me aferre a la Palabra de Dios, nada podrá separarme del amor de Jehová.



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