La zona del Mediterráneo es muy conocida por sus plantaciones de olivos y por su delicioso aceite de oliva.
Algunos de los árboles más viejos están en Grecia y en Oriente Medio.
Se cree que algunos de estos olivos tienen miles de años y, aun así, siguen dando fruto.
Y, además, aguantan.
¿Y qué aguantan?
Aguantan plagas, aguantan sequías, también aguantan daños e incluso abandono.
Pero dan fruto.
¿Qué necesitan para dar fruto?
Necesitan algo muy importante: agua.
Cuando hay sequías, los olivos no producen fruto.
Así es que, ¿qué aprendemos de estos árboles, y qué relación tienen con el texto de hoy?
Por favor, veamos Lucas 8:15.
Aquí Jesús concluye su relato sobre el hombre que sembraba semillas y que cayeron en diferentes terrenos: “Las que cayeron en la tierra buena son los que, después de oír la palabra con un corazón sincero y bueno, [primero] la retienen”.
Retienen la palabra.
Y, segundo, “dan fruto con aguante”.
Qué bueno que Lucas haya incluido este detalle en su Evangelio, algo que ni Mateo ni Marcos hicieron en sus relatos.
Para llevar fruto como fieles discípulos de Jesús, se necesita aguante.
¿Y cuál es la clave para aguantar?
Bueno, la encontramos ahí mismo: si retenemos la palabra, daremos fruto con aguante.
Los cristianos de hoy día, al igual que los olivos, también pasamos por pruebas, decepciones, dificultades o desánimo.
Pero queremos seguir dando fruto.
¿Y saben cómo podemos seguir dando “fruto con aguante”?
Apegándonos a la Palabra de Dios, amando la Biblia.
Tenemos que leerla todos los días y meditar en ella, reflexionar en lo que leemos.
¿Por qué?
Porque la Biblia nos da esperanza.
Y esa esperanza que tenemos, que es la misma que compartimos con las personas del territorio, nos fortalece y nos ayuda a estar más decididos a seguir predicando.
La Atalaya de la que se extrae el texto de hoy habla acerca de un desafío: la indiferencia de la gente en el territorio.
Y sin duda esto puede ser un gran reto.
Esto me hace pensar en el hermano Georg Lindal.
Les cuento un poco.
Él vivía en Canadá cuando aprendió la verdad, y poco después de bautizarse se hizo precursor.
Y, además, tenía una habilidad: Lindal hablaba islandés.
Así que él decidió mudarse a Islandia en 1929, cuando tenía 40 años.
Lo que no se imaginaba era que iba a necesitar mucho aguante para mantenerse en su asignación.
Durante 18 años, él fue el único Testigo en Islandia.
En todo ese tiempo, ninguna de las personas a las que predicó se hizo testigo de Jehová.
En 1936, cuando llevaba allí predicando siete años, dijo que había dejado miles y miles de publicaciones.
Y, aun así, nadie le hizo caso.
También dijo que algunos se pusieron en contra de la verdad, pero que la mayoría no mostró ningún tipo de interés.
El hermano Lindal necesitó mucho aguante, ¿no les parece?
A pesar de ese gran desafío, aguantó fielmente en su asignación.
Claro que la predicación también puede resultar difícil por otras pruebas.
Por ejemplo, en algunas partes del mundo, nuestros hermanos se están enfrentando a persecución o no pueden predicar con libertad.
Y en otros lugares la obra está prohibida.
Aun así, no se rinden.
Siguen dando “fruto con aguante”.
Pensemos en el hermano Harold King.
Él y su compañero, Stanley Jones, sirvieron en China durante la década de los cincuenta y principios de los sesenta.
En 1958, al hermano King lo aislaron en una prisión durante cinco años.
En una situación así, es muy normal que el hermano se hubiera sentido solo, ¿verdad?
Y también muy desanimado.
Pero ¿qué hizo el hermano King para no sentirse así?
¿Qué actitud tuvo?
¿Y qué lo ayudó a aguantar?
Bueno, pues fue todo el conocimiento bíblico que él había ido almacenando.
El hermano King y su compañero, el hermano Jones, se esforzaron por memorizar tantos textos bíblicos como pudieron.
Y echaron mano de todo este conocimiento para mantenerse cerca de Jehová cuando estuvieron en la cárcel.
¿Recuerdan a un hermano que apareció en la asamblea regional del 2020 y que contó que en la cárcel pudo escribir de memoria unos 500 versículos de la Biblia?
¿Y nosotros, hermanos?
¿Cuántos podríamos escribir en una situación parecida?
Esto nos muestra lo importante que es tener nuestro propio almacén espiritual.
Miren, en una Atalaya se planteó la siguiente idea: si los dos hermanos, King y Jones, no hubieran hecho un estudio serio y diligente de la Biblia antes de su arresto, ¿cómo habrían podido aguantar en sentido espiritual?
Esto nos da que pensar.
Además, los versículos que él recordaba ayudaron al hermano King a “dar fruto”, por decirlo de algún modo.
En su celda de aislamiento, salía a predicar todas las mañanas y hablaba con personas imaginarias.
Un día, se encontró a la señora Carter, quien, después de varias revisitas, le aceptó un curso de la Biblia.
¿Y saben qué hacía el hermano King?
Al predicar, hablaba en voz alta.
¿Para qué?
Para escuchar él mismo la esperanza que compartía con las personas imaginarias.
La Biblia lo ayudó a aguantar.
Como vemos, hermanos, si retenemos la palabra, damos “fruto con aguante”.
Hay una cosa más que hemos aguantado: la pandemia.
¿Verdad que hemos tenido que mostrar aguante de maneras que nunca antes habíamos necesitado?
Por ejemplo, en este tiempo nos hemos visto obligados a predicar de formas que no nos gustaban mucho antes de la pandemia.
La esposa de un superintendente de circuito dijo algo interesante sobre esto: “Hemos tenido experiencias buenísimas predicando por teléfono.
Debo admitir que al principio me ponía muy nerviosa.
Pero nos quedó muy claro que Jehová estaba bendiciendo esa labor.
En las congregaciones casi se han duplicado los cursos bíblicos y tenemos más revisitas de las que podemos atender.
Es algo maravilloso”.
Y, claro, es maravilloso porque Jehová bendice la obra y porque nos ayuda a seguir dando fruto con aguante.
Santiago dijo: “Cuando se encuentren con diversas pruebas, considérenlo un motivo de felicidad absoluta”.
Y sigue diciendo: “Porque saben que su fe de calidad probada produce aguante”.
Y después dice: “Dejen que el aguante complete su obra”.
¿Para qué?
Para que todos seamos “completos y sanos en todos los sentidos”, y no nos falte nada.
Y eso es lo que queremos, ¿verdad?
No resolveríamos un problema haciendo algo que Jehová no aprueba.
No, estamos decididos a retener la palabra y a “dar fruto”.
Como dice una de nuestras canciones del Reino: “Hay que aguantar; cualquier dolor es temporal.
No hay que dudar, ya casi vemos el final.
Seamos leales al Dios universal”.
Estemos determinados a hacer lo que dice esta canción; decididos a retener la palabra y a dar “fruto con aguante”.