Jonathan Smith: Vea el cuadro completo (1 Sam. 17:42)

 ¿Te han mirado alguna vez con arrogancia?

Quizás, cuando le predicaste a alguien, esa persona te puso una cara como la que vemos en la pantalla o tal vez una parecida.

Está claro que enfrentar una situación así puede ser muy intimidante.

Por eso, cuando leemos la historia de David y Goliat, probablemente pensemos: “Ay, me gustaría preguntarle a David cuando resucite qué sintió él en ese momento”.

Pero ¿cómo se metió David en esa difícil situación, enfrentarse a un hombre de semejante tamaño?

Recordemos que a David lo habían enviado para un tipo de labor humanitaria.

Su padre, Jesé, le dijo: “Llévales comida a tus hermanos al campo de batalla”.

Así que David obedeció; hizo lo que su padre le dijo.

Cuando David llegó al campo de batalla, escuchó a Goliat desafiar a Israel.

Entonces, en ese momento, David dijo algo que le traería varios problemas.

Al menos le traería tres.

¿Qué fue lo que dijo?

Los invito a leer 1 Samuel 17:26.

Dice: “David empezó a preguntarles a los hombres que estaban cerca de él: ‘¿Qué recompensa se le dará al hombre que venza a este filisteo y acabe con esta humillación para Israel?

Porque ¿quién es este filisteo incircunciso para desafiar al ejército del Dios vivo?’”.

David fue muy directo.

¿Qué pasó después?

Problema número uno.

Vean cómo su propio hermano lo acusa falsamente.

Leamos el versículo 28: “Cuando Eliab, el hermano mayor, escuchó a David hablando con los hombres, se enojó con él y le dijo: ‘¿Para qué viniste?

¿Con quién dejaste esas pocas ovejas en el desierto?

Te conozco, eres un insolente y tienes malas intenciones en tu corazón.

Solo has bajado aquí para ver la batalla’”.

La verdad, qué desagradable, ¿no?, que tu propio hermano te acuse de tener malos motivos.

Pero ¿cómo le respondió David?

Versículo 29.

Sencillo: “David le respondió: ‘¿Y ahora qué he hecho?

¡Solo era una pregunta!’”.

El versículo 30 dice que David “se fue”.

Y como explicó La Atalaya en su día: “Con esto terminó el asunto”.

Entonces, ¿qué hizo David?

¿Qué hizo él?

No le dio vueltas a la falsa acusación de su hermano Eliab.

Tampoco se quedó discutiendo con él sobre cuáles eran sus motivos.

Dijo algo breve, y fin de la historia.

Ahora hablemos del segundo problema que David enfrentó ese mismo día.

Podríamos llamarlo escepticismo. Leamos el versículo 33: “Pero Saúl le respondió a David: ‘Tú no puedes ir a luchar contra ese filisteo.

Eres solo un muchacho y él ha sido guerrero desde joven’”.

Bueno, La Atalaya dijo que en ese momento David estaba tal vez en los últimos años de la adolescencia.

Así que, comparado con Goliat, David solo era un muchacho.

Entonces, ¿cómo se enfrentó David a ese problema, el escepticismo?

Bueno, podemos decir que de forma respetuosa y lógica David razonó con Saúl.

En el versículo 37, leemos lo que David le respondió: “Y David añadió: ‘Jehová me libró de las garras del león y del oso, y también me librará de las manos de ese filisteo’.

Saúl entonces le dijo a David: ‘Ve, y que Jehová esté contigo’”.

¿Se dieron cuenta de qué le ayudó a Saúl a cambiar de opinión?

Fue pura lógica.

David razonó de la siguiente manera: “Si Jehová me ayudó a matar a un oso tan enorme, él me va a ayudar ahora también”.

Era lógica pura combinada con fe.

Y ese mismo día David tuvo que hacer frente al tercer problema, y a este lo llamaremos intimidación. Goliat miró a David con arrogancia, tratando de intimidarlo.

Noten lo que dice el versículo 44: “Acércate y verás.

Voy a echarles tu carne a las aves del cielo y a los animales del campo”.

Con mucha fe y guiado por el espíritu de Jehová, ¿cómo le respondió David a Goliat?

Vamos a leerlo en los versículos 46 y 47: “Hoy mismo Jehová te entregará en mis manos, y yo te venceré y te cortaré la cabeza.

Hoy mismo dejaré los cadáveres del ejército filisteo para las aves del cielo y para las fieras de la tierra.

Y todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel.

Todos los que están aquí sabrán que Jehová no necesita ni espadas ni lanzas para salvarnos.

La batalla es de Jehová, y él los entregará a todos ustedes en nuestras manos”.

¡Qué valor!

Gracias a cómo veía las cosas y a su fe fuerte, cuando David se comparaba con Goliat, no se veía como alguien pequeñito, no.

David veía la imagen completa: él veía lo pequeño que era Goliat y todo el ejército filisteo en comparación con Jehová.

Y ese mismo día todo aquel ejército fue derrotado.

La obra Perspicacia dice que la piedra que salió de la honda de David fue “seguramente guiada y acelerada por Jehová”.

David se enfrentó a tres problemas que resolvió exitosamente ese mismo día: falsas acusaciones, escepticismo e intimidación.

¿Y nosotros?

¿Qué podemos aprender?

Empecemos con las acusaciones falsas.

Es algo que nos puede pasar a todos.

O puede que ya nos haya pasado.

¿Y si un familiar o un hermano de la congregación nos acusa de tener malos motivos?

¿Qué podemos hacer?

Al igual que David, no nos pongamos a discutir con esa persona.

No le demos vueltas al asunto.

Podemos decirle unas pocas palabras, y ya está.

¿Por qué?

Porque ¿para qué vamos a gastar nuestro precioso tiempo y energías defendiéndonos de alguien que ya se formó una imagen de nosotros?

¿Para qué?

Segundo problema: el escepticismo.

Un escéptico puede ser alguien cercano a nosotros, como Saúl.

Recordemos, él era israelita y, además, era alguien que tenía autoridad.

Algo así también nos puede ocurrir: que alguien con autoridad cercano a nosotros dude de nuestras capacidades.

O lo que ocurre muchas veces es que el escéptico está aquí mismo, en nuestra cabeza: dudamos de nosotros mismos.

¿Cómo podemos luchar contra el escepticismo?

Pues, como David, tengamos fe y utilicemos la lógica.

Podemos pensar así: “Si Jehová me ayudó con aquello, seguro que me ayudará con esto”.

Lógica pura.

Pensemos en los problemas tan difíciles que hemos tenido en nuestra vida y que hemos superado.

Aunque nos vengan más problemas, no dudaremos de que Jehová nos volverá a ayudar.

El tercer problema de David fue la intimidación.

Si alguien te mira con arrogancia o trata de intimidarte, como lo hizo Goliat, tratemos de ver las cosas como las ve Jehová.

Él siempre ve el cuadro completo.

Y podríamos razonar: “Esta persona no es nada si la comparamos con Jehová”.

Con fe, veremos el cuadro completo.

Todos nosotros, dentro de muy poco, nos enfrentaremos a un enemigo que es mucho más grande que Goliat.

¿Qué nos ayudará en ese momento?

Lo mismo que a David: ver el cuadro completo.

¡Qué pequeños van a ser para Jehová nuestros enemigos!

Él enviará a su Hijo y a los ejércitos celestiales a luchar por nosotros.

Y Jehová, que rescató a David, también nos rescatará a nosotros.

Así es, pura lógica.

No hay más.

En el futuro, cuando David resucite, le encantará escuchar la historia de tu “Goliat”.

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