El texto de hoy habla sobre saber escuchar.
Y saber escuchar tiene mucho que ver con la apacibilidad.
Responderemos dos preguntas: ¿Por qué es la apacibilidad esencial para saber escuchar?
Y ¿cómo nos ayuda esa cualidad a escuchar mejor a los demás?
Primer punto: ¿Qué relación hay entre la apacibilidad y saber escuchar?
Vamos a buscar el texto de hoy en Santiago, capítulo 1, y leeremos los versículos 19 a 21.
Ahí Santiago nos dice la relación que hay.
Santiago 1:19 dice: “Quiero que sepan, mis queridos hermanos, que todos deben ser rápidos para escuchar, pero lentos para hablar y lentos para la ira, porque la ira del hombre no produce la justicia de Dios.
Por lo tanto, quítense toda suciedad y todo rastro de maldad, y acepten con apacibilidad que la palabra que puede salvarlos eche raíces en ustedes”.
Aquí Santiago está hablando de escuchar la Palabra de Dios y dice que tenemos que “ser rápidos para escuchar”.
Eso implica controlar nuestras reacciones.
Tenemos que ser “lentos para hablar” porque, cuando empezamos a hablar, dejamos de escuchar.
También tenemos que controlar nuestras emociones porque, si nos enojamos, no vamos a producir “la justicia de Dios” y puede que empeoremos las cosas.
La clave está en lo que dice el versículo 21: ser apacibles.
Eso nos ayudará a aceptar la Palabra de Dios, a escucharla rápidamente y a aceptarla.
¿Por qué decimos que esto es así?
Porque la persona apacible tiene autocontrol.
Alguien que es apacible es humilde y paciente.
Es tranquilo y tiene una actitud pacífica.
Las Escrituras lo describen como alguien que se deja enseñar, alguien que está dispuesto a hacer la voluntad de Dios, a hacer lo que él quiere.
Así que la apacibilidad es esencial para escuchar la Palabra de Dios.
¿Verdad que esto explica por qué tanta gente hoy día no es rápida para escuchar lo que dice la Biblia?
La obra Perspicacia dice lo siguiente: “La ausencia de esta cualidad es fruto de la inseguridad, la frustración, la falta de fe y esperanza e incluso la desesperación”.
¿Verdad que así está el mundo hoy?
A las personas ni se les ocurre ser apacibles porque Satanás las tiene dañadas emocionalmente.
Hace que se sientan inseguras, que se sientan amenazadas, que tengan miedo de que se aprovechen de ellas, y por eso no están dispuestas “a ningún acuerdo”.
No confían en nadie.
Satanás tiene a la gente muy frustrada.
La vida en este sistema es cruel e injusta, y endurece a las personas, las vuelve resentidas y amargadas.
Las instituciones de este mundo le han robado a la gente la fe y la esperanza.
No nos extraña nada que sean tan desconfiados, escépticos, que vivan estresados, angustiados...
y que miren al futuro con temor.
Y a Satanás le encanta que sea así.
Él no quiere que sean apacibles, porque sabe que, si no son apacibles, no estarán dispuestos a escuchar la Palabra de Dios.
Pero, con la ayuda de Jehová, cualquiera puede cultivar poco a poco la apacibilidad.
Jehová utiliza su Palabra y su espíritu santo para darnos la motivación y las fuerzas para lograrlo.
Nos da la capacidad para controlar nuestras reacciones, y en su Palabra encontramos razones para sentirnos seguros, tranquilos y tener una fe fuerte y esperanza.
Por eso confiamos en él y no intentamos resolver las cosas por nuestra cuenta.
Así que, para escuchar la Palabra de Dios, necesitamos ser apacibles porque esta cualidad ablanda el corazón y permite que la semilla de la Palabra de Dios eche raíces.
Además, la apacibilidad nos ayuda a saber escuchar, y si no, pensemos en Jesús.
Él nos puso un magnífico ejemplo.
Jesucristo era apacible y, por lo tanto, accesible.
Era una persona que siempre estaba dispuesta a escuchar a los demás.
Busquen conmigo, por favor, Mateo 11:28, 29.
Y fíjense en esta invitación tan cariñosa que hace Jesús.
Mateo 11:28, 29: “Vengan a mí, todos ustedes, que trabajan duro y están sobrecargados, y yo los aliviaré.
Pónganse bajo mi yugo y aprendan de mí, porque soy apacible y humilde de corazón.
Conmigo encontrarán alivio”.
Sí, Jesús era un hombre apacible, y por eso a la gente se le hacía fácil acercarse a hablar con él.
Nadie se preguntaba con qué humor se había levantado ese día.
Jesús tampoco era hipersensible ni malhumorado.
La gente no tenía miedo de cómo iba a reaccionar.
Ellos sentían que Jesús quería escucharlos de verdad.
Veamos algunos ejemplos de esto.
Marta se sintió con la confianza de acercarse a Jesús para quejarse de su hermana María.
Tanto María como Marta le expresaron abiertamente a Jesús sus sentimientos cuando su hermano Lázaro murió.
¿Y recuerdan qué fue lo primero que le dijeron?
Pudo haber sonado un poco duro.
Le dijeron: “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”.
¿Y recuerdan la ocasión en la que Santiago y Juan le pidieron a Jesús un favor especial?
Y lo hicieron justo después de que Jesús les dijera que tendría que sufrir mucho y morir.
Y Pedro, aunque estaba equivocado, se atrevió a llevarse a Jesús aparte para darle un consejo.
¿Cuál es la lección?
Pues que la gente se sentía cómoda hablando con Jesús, pidiéndole cosas, expresándole sus emociones, sus preocupaciones… Y, aunque lo que le dijeran pareciera insignificante, insensible o incluso estuviera equivocado, él no reaccionaba de forma exagerada.
Jesús siempre fue apacible.
Los trató con respeto y amabilidad, aunque tuviera que corregirlos o aconsejarlos.
Y lo más increíble es que probablemente él sabía lo que la gente le iba a decir.
Pero, aun así, nunca los interrumpía ni terminaba sus frases.
Los trataba con dignidad y les permitía expresarse.
¡Qué buena lección para nosotros!
Si somos apacibles, seremos accesibles y cercanos y, cuando otras personas nos hablen, las escucharemos con atención.
A diferencia de Jesús, nosotros no sabemos lo que otros nos van a decir, por eso tenemos que escuchar para saber qué necesitan.
Y, si sabemos escuchar, los demás tendrán la confianza de hablar con nosotros para darnos algún consejo.
Jesús también demostró apacibilidad cuando le hablaban mal.
Él nunca se enojaba ni perdía el control.
¿Por qué podía hacer eso?
Veamos la respuesta.
Busquen en su Biblia 1 Pedro 2:23. Dice: “Cuando lo estaban insultando, no les devolvió sus insultos.
Cuando estaba sufriendo, no los amenazó.
Más bien, se puso en manos del que juzga con justicia”.
Jesús podía controlar sus reacciones porque se ponía en manos de Jehová.
Sabía perfectamente que Jehová se encargaría de resolver las injusticias que estaba sufriendo.
Se sentía seguro porque estaba convencido de que nada cambiaría lo que su Padre sentía por él, dijeran lo que dijeran los demás.
No perdía su enfoque, dejaba todos los asuntos en manos de Jehová y controlaba sus reacciones.
No hay duda de que meditar en el ejemplo de Jesús nos ayuda.
Puede ayudarnos cuando nuestros opositores nos insultan o hablan mal de nosotros, pero también en nuestras conversaciones diarias.
Por ejemplo, pudiera pasar que alguien alguna vez nos diga algo que indique que no nos ha entendido bien o que está juzgando nuestros motivos.
O a lo mejor puede que alguien nos hable de forma que nos parezca que está desafiando nuestra autoridad, o que alguien haga alguna broma sobre nosotros.
Este tipo de cosas pueden hacernos sentir inseguros y frustrados.
Pero, si somos apacibles, porque confiamos en Jehová, nos sentiremos seguros y tranquilos.
No perderemos nuestro enfoque y controlaremos nuestras reacciones.
Sí, la apacibilidad es esencial para saber escuchar.
Nos ayudará a ser rápidos para escuchar la Palabra de Dios y que esta se arraigue en nuestro corazón.
También nos ayudará a ser mejores oyentes, a no reaccionar de manera exagerada y a ser cercanos y accesibles.