“No te enojes fácilmente”.
Esta es una de las prohibiciones que aparecen en la Palabra de Dios.
Muchas prohibiciones empiezan con “no hagan esto”, “no deben hacer lo otro”… Pero ¿cómo debemos ver las prohibiciones que hay en la Palabra de Dios?
Nos ayudan a conocer mejor a Jehová y a ver cuánto se preocupa por nosotros.
Por ejemplo, es normal que un padre le prohíba ciertas cosas a su hijo: “No juegues con fuego.
No juegues en las vías del tren.
No le tires piedras a tu hermano o hermana”.
¿Por qué lo hace?
Porque lo quiere y quiere protegerlo a él y a otras personas.
De la misma manera, nuestro Padre, Jehová, nos prohíbe ciertas cosas en su Palabra para protegernos en sentido espiritual, emocional y físico.
Es como cuando vemos un cartel que dice “Prohibido entrar” en un área que está plagada de minas.
Pero, como los seres humanos somos imperfectos y curiosos, tenemos la tendencia a pasar por alto las prohibiciones.
Tal vez digamos: “Es que si cruzo por el campo de minas llego más rápido” o “Es que en ese campo hay unos mangos buenísimos”.
Y eso es lo que les pasó a Adán y Eva.
Ignoraron la señal de “Prohibido”, y así les fue, a ellos y a su descendencia.
Y por desgracia hemos heredado la tendencia a pasar por alto las prohibiciones.
Si alguna vez creemos que podemos ignorar una prohibición y evitar las minas —o sea, las consecuencias—, entonces pensemos en lo que hay detrás de esa prohibición o restricción y meditemos en lo que Jehová quiere enseñarnos.
Hagamos eso con dos de las prohibiciones que encontramos en el capítulo 7 de Eclesiastés.
La primera está en el texto de hoy.
Ahí dice: “No te enojes fácilmente, porque enojarse está en el corazón de los tontos”.
Todos sabemos lo que significa enojarse; es muy obvio.
Otras traducciones dicen cosas como “dejarse llevar por la ira”, “enfurecerse”… Así que ¿qué nos está diciendo Jehová aquí?
¿Que no debemos enojarnos por nada?
¿O que no debemos enojarnos con nadie?
¿Que debemos perdonar las ofensas sin importar lo graves o frecuentes que sean?
No.
Puede ser que alguien nos haga algo tan grave que no se pueda pasar por alto.
Entonces ¿qué nos quiere decir Jehová?
Básicamente nos dice: “Imiten mis cualidades.
Yo soy paciente.
No me enojo fácilmente”.
Nos está diciendo: “Muestra el fruto de mi espíritu.
Contrólate. Piensa antes de actuar.
No explotes”.
Hay muchas razones por las que podríamos sentirnos ofendidos.
Por ejemplo, podría ser que nos sintiéramos irritados o provocados si alguien nos insulta o cuestiona nuestros motivos o si hacemos una sugerencia y nadie nos hace caso, o sencillamente podría ser que alguien no nos saludara como nos gustaría que lo hiciera.
Y el COVID lo complicó todo aún más.
Un apretón de manos, un abrazo, saludar con los puños o el codo…, uno ya no sabe qué hacer.
Entonces ¿qué nos ayudará si sentimos que nos estamos enojando?
Proverbios 19:11: “La perspicacia del hombre frena su furia, y es un gesto hermoso que él pase por alto una ofensa”.
La perspicacia nos ayudará a darle a la persona el beneficio de la duda.
Quizás tenía la cabeza en otra parte o acababa de recibir malas noticias, tenía hambre, estaba cansada, triste, le dolía algo...
La lista puede seguir y seguir.
¿Por qué no darle el beneficio de la duda?
Si podemos, dejémoslo pasar.
Entonces ¿por qué nos dice Jehová que es peligroso que nos enojemos fácilmente?
¿Qué podría pasar si nos enojamos enseguida?
Bueno, podríamos crearnos mala fama si eso nos pasa a menudo.
Pero podría ser peor.
Proverbios 14:17 dice: “El que enseguida se enoja actúa tontamente”.
El problema no es solo enojarse, sino lo que podemos hacer estando enojados.
Si reaccionamos mal cada vez que creemos que alguien nos hizo algo, podemos hacernos daño o hacer daño a otros, tanto física como emocionalmente.
Veamos un ejemplo.
Hay una referencia marginal en el texto de hoy que nos lleva a Génesis 4:5.
Vamos a leerlo.
Y vamos a empezar en el versículo 3, para ver un poco el contexto.
Busquen, por favor, Génesis 4:3. Dice: “Pasó el tiempo, y Caín presentó algunos productos de la tierra como ofrenda para Jehová.
Pero Abel ofreció algunos primogénitos de su rebaño, incluida su grasa.
Ahora bien, Jehová aprobó a Abel y su ofrenda, pero no aprobó a Caín ni su ofrenda.
Por eso, Caín se enfureció y se sintió muy decepcionado”.
Caín se enfureció rápidamente.
Explotó y, tristemente, asesinó a su hermano, a pesar de la advertencia que Jehová le había dado.
Y ¿por qué se enojó tanto Caín?
Porque Abel —por la fe que tenía— ofreció un sacrificio de más valor que el de él.
Abel simplemente le estaba dando a Jehová lo mejor que tenía, y eso molestó mucho a Caín.
¿Qué aprendemos de eso?
Bueno, no deberíamos enojarnos por que una hermana o un hermano nos eclipse, ya sea aquí en Betel o en la congregación.
Y, por supuesto, jamás se nos ocurriría manchar la reputación de alguien solo para que nosotros quedemos mejor.
Todos queremos exactamente lo mismo.
Queremos darle a Jehová toda la honra y la alabanza que él se merece.
Veamos otra prohibición parecida que también está en el capítulo 7 de Eclesiastés.
Ahora los versículos 21 y 22.
Ahí dice: “Además, no te tomes a pecho cada palabra que diga la gente; si lo haces, puede que oigas a tu siervo desearte el mal.
Porque en tu corazón sabes muy bien que, muchas veces, tú mismo les has deseado el mal a otros”.
Este es otro campo de minas del que Jehová desea protegernos.
Por eso nos dice: “No entren ahí”.
Para ayudarnos en este sentido, el libro Disfrute de la vida pregunta: “Cuando alguien diga algo negativo de usted, ¿podrían ayudarle estos versículos a controlar sus emociones?”.
¿Qué nos enseña Jehová en estos versículos?
¿Qué nos pide que hagamos?
Básicamente nos dice: “Imiten mis cualidades.
Yo estoy dispuesto a perdonarlos cuando hablan sin pensar.
¿Y ustedes?
¿Pueden hacer lo mismo?”.
Es como si Dios nos dijera: “Ten un punto de vista equilibrado de tus hermanos.
No esperes perfección de ellos.
Recuerda que tú también eres imperfecto”.
¿Por qué nos pide Jehová que evitemos este campo de minas?
Pues porque podríamos tener problemas.
Él sabe que, si esperamos perfección de nuestros hermanos, nos vamos a sentir decepcionados.
Podría hacer que tropezáramos o que naufragara nuestra fe.
Además, Santiago 3:8 nos recuerda: “Ningún ser humano puede domar la lengua.
Es incontrolable y hace daño; está llena de veneno mortal”.
Y, como ya vimos en Eclesiastés 7:22, todos tenemos este instrumento venenoso.
Todos hemos dicho cosas que hemos lamentado.
Por lo menos, a mí me ha pasado.
¿Hay algún ejemplo que muestre lo malo que es tomarse a pecho las cosas negativas que dice la gente?
La referencia marginal del versículo 21 nos lleva a 1 Samuel 24:9.
Aquí vemos una conversación entre David y el rey Saúl.
David pudo haberle hecho daño a Saúl, pero no lo hizo.
Leamos la conversación.
1 Samuel 24:9 dice: “David le preguntó a Saúl: ‘¿Por qué escuchas a quienes dicen “David quiere hacerte daño”?’”.
Saúl decidió creer las mentiras que decían sobre David.
¿Por qué?
Porque, tristemente, estaba obsesionado con lo que otros pensaban de él.
Y estaba buscando excusas que justificaran los celos que sentía por David.
¿Cuál es la lección?
Es un error tomarnos a pecho las cosas malas que digan sobre nosotros.
Recordemos que a quien tenemos que agradar es a Jehová; es él quien nos examina.
Eso nos va a dar paz mental.
Así que, en resumen, Jehová establece prohibiciones por nuestro bien.
Si nos esforzamos por no enojarnos fácilmente y por no tomarnos a pecho cada palabra que diga la gente, nos irá bien a nosotros y a los que nos rodean, y seremos felices sirviendo a Jehová.