Así que “transfórmense renovando su mente”.
¿Qué implica, en realidad, el proceso de transformarse?
Al analizar lo que dice Romanos 12:2, hay cuatro cosas que quizás tenemos que tener en cuenta.
En primer lugar, ¿a quién escribió Pablo estas palabras inspiradas?
Bueno, él estaba escribiendo a cristianos que eran ungidos, hermanos fieles.
Pero aun así les estaba mandando hacer algo: “Transfórmense”.
¿Ven? No les dijo: “Ustedes ya se transformaron”.
Y esa es una idea interesante para nosotros porque, cuando leemos estas palabras, no debemos pensar solo en los cambios que ya hicimos en el pasado cuando nos bautizamos, sino en algo que tenemos que hacer ahora.
Y esto está relacionado con el segundo punto.
En el idioma original, los verbos que Pablo usó aquí indican un proceso continuo, no solamente algo que ocurre una vez y ya.
Y el tercer punto: esta palabra indica un cambio radical.
Seguramente recordemos que la palabra griega que Pablo usó, metamorfosis, implica un cambio total.
Y eso nos recuerda a una oruga que se convierte en mariposa.
Bueno, con esto no estoy diciendo que todos debamos convertirnos en mariposas.
El punto que queremos recordar es que se trata de un cambio completo, una cosa que se convierte en otra.
Así que, de forma parecida, hablando de nuestra personalidad, no debe ser solo un cambio superficial, como si nos cambiáramos la ropa que tenemos puesta.
Se trata de un cambio mucho más profundo en nuestra personalidad; cambiamos de ser una persona a ser otra.
Por supuesto, esto toma tiempo.
Y este es el cuarto punto que queremos tener presente: es un proceso gradual.
Esto no significa que siempre vamos a ir mejorando.
Para muchos de nosotros, a veces significa que podemos mejorar un poco, después cometemos un error y luego seguimos mejorando un poco más.
Pero lo importante es que vamos progresando.
Y esto no es algo que se haga una sola vez y no haya que hacerlo más.
Nos lo muestra muy bien una experiencia que encontramos en una Atalaya de 1978, de Harry Yoshikawa, un hermano que vivía en Hawái.
Era un hermano japonés muy grande.
Antes de conocer la verdad, le gustaba meterse en peleas.
De hecho, su biografía se tituló en aquel entonces: “De camorrista callejero a ministro cristiano”.
Bueno, Harry sabía artes marciales y también sabía boxear; en realidad lo que le gustaba era pelear con la gente.
Además, también sirvió en el ejército por un tiempo.
Años después de eso, conoció la verdad y, poco a poco, comenzó a hacer cambios.
Su biografía nos puede ayudar a darnos cuenta de lo que implica hacer esos cambios.
Por supuesto, dejó de beber y dejó de pelearse.
Pero luego, Harry nos cuenta lo que pasó el primer día que salió a predicar.
Estaba en un mercado, mostrando la revista ¡Despertad!, y le decía a la gente: “Lea la ¡Despertad!”.
Bueno, de repente, un hombre que pasaba le dijo con desprecio: “Yo estoy bien despierto y no necesito esa basura de revista”.
Harry nos cuenta que en ese momento su vieja personalidad regresó.
Entonces le gritó: “Conque está bien despierto, ¿eh?
Pues no lo va a estar por mucho tiempo.
Ya verá qué pronto se duerme”.
Así que Harry trató de golpear al hombre, que enseguida se echó a correr.
Y Harry lo persiguió dos calles enteras.
Entonces, el hermano que estaba con Harry salió corriendo detrás de él.
Y, afortunadamente, el primer hombre corría rápido.
Cuando el hermano alcanzó a Harry, le dijo: “Harry, ¿qué hubieras hecho si hubieras alcanzado al hombre?”.
“Le hubiera dado una paliza”.
Y el hermano trató de razonar con Harry: “Bueno, piensa en lo mal que hubieras dejado el nombre de Jehová.
Imagínate que hubiera venido la policía”.
Y Harry dijo: “No hubiera pasado nada, no le habría dicho que soy Testigo, sino pentecostal”.
Como vemos, Harry todavía no había cambiado por completo.
Pero luego, como vemos en esta foto que apareció en La Atalaya, Harry estaba ayudando a su esposa, haciendo algo que muchos hombres asiáticos no harían normalmente: ayudarla en la cocina.
Y, durante muchos años, Harry sirvió como superintendente de circuito junto a su esposa.
Y él cambió tan drásticamente que muchos hermanos que después supieron de la vida de Harry —a quien, por cierto, llamaban el Chiquitín Magullador— no podían creer que él había sido un hombre tan violento en el pasado.
Entonces, ¿qué aprendemos de esto?
Bueno, que el proceso de transformarse quizás implique hacer algunos cambios drásticos que al principio son evidentes para todo el mundo.
Pero, con el paso de los años, tenemos que seguir haciendo cambios, seguir transformando nuestra manera de pensar e ir cambiando nuestros deseos.
¿Y por qué hacer eso es todo un reto?
Para empezar, todos tenemos la tendencia a hacer lo que está mal, porque somos pecadores.
Tenemos todo tipo de actitudes y formas de pensar erróneas que no son tan evidentes en nuestra personalidad.
Podría ser algún tipo de prejuicio, un poco de racismo, odio, orgullo, codicia...
Todas estas cosas podrían ser como mala hierba en un jardín.
Los que hemos hecho algo de jardinería sabemos que quitar la mala hierba del jardín una sola vez no basta para erradicarla, ¿verdad?
Con el tiempo, sale otra vez.
Así que nosotros tenemos que estar constantemente alerta para asegurarnos de que estas tendencias que quizás tengamos no vuelvan a crecer.
Y lo segundo es que estamos rodeados por Satanás y su mundo.
Y el mundo de Satanás siempre intenta influir en nosotros.
Por favor, busquemos juntos en la Biblia, en Efesios 4:18, y fijémonos en cómo se describe aquí al mundo de Satanás.
Es lo contrario a lo que deberíamos hacer nosotros.
Dice: “Ellos están en oscuridad mental y separados de la vida que le pertenece a Dios debido a la ignorancia que hay en ellos y a la insensibilidad [o, como dice la nota, la dureza] de su corazón”.
Así que Satanás está tratando de confundirnos.
Podríamos decir que está tratando de endurecer nuestra mente para que no sea receptiva a la Palabra de Dios.
Es por eso que debemos seguir transformándonos renovando nuestra mente.
Pero ¿cómo podemos hacerlo?
Bueno, ahora no vamos a hablar detenidamente de lo que nos ocurre en el cerebro con las neuronas y las sinapsis.
Es demasiado temprano para eso.
Pero está bien que entendamos un poco cómo funciona nuestra mente.
De manera sencilla, podemos decir que, cuando nos vienen a la mente pensamientos nuevos, o conceptos nuevos, es como si se formaran pequeños caminos en nuestra mente.
Y, cuanto más pensamos en ciertas cosas, esos caminos se hacen más sólidos, es decir, más permanentes.
Para entender mejor esto, podemos poner un ejemplo.
Comenzar a aprender cosas nuevas es como tratar de caminar a través de la selva.
Al principio, cortar las ramas y la vegetación para hacernos camino es muy difícil.
Es como aprender un idioma nuevo.
Si lo hemos intentado, ya sabemos que al principio es muy difícil, es como ir abriéndose camino a través de la selva.
O, si tratamos de hacer algo nuevo, como conducir un automóvil, puede parecernos complicado.
Pero ¿qué ocurre luego?
¿Qué pasa cuando hacemos algo una y otra vez?
Que esos caminos en nuestra mente se vuelven más transitables, más permanentes.
Por otro lado, si hacemos algo solo una vez, pero no seguimos haciéndolo, ¿qué ocurre?
Es como si la selva volviera a crecer y nos resulta más difícil volver a hacer eso.
Entonces, ¿qué lección extraemos de todo esto?
Bueno, en nuestro estudio personal, cuando meditamos, cuando tratamos de poner en práctica lo que aprendemos, no siempre deberíamos buscar cosas nuevas.
Porque a veces decimos: “Bueno, yo ya leí esa publicación, no tengo que leerla otra vez”.
Pero sí.
¿Por qué?
Porque hacer un camino a través de la selva, en nuestra mente, no significa que ese camino siempre va a permanecer fácil de atravesar y abierto, no.
Es bueno que volvamos a pasar por ahí y repasemos una y otra vez las mismas cosas.
¿Y qué ocurrirá?
Que el camino que hagamos en nuestra mente será más fácil y permanente y podremos decir que de verdad nos hemos transformado renovando nuestra mente.