Michael Banks: Jehová está con nosotros (Juan 17:15)

El texto de hoy nos prueba muy claramente que tanto Jehová como Jesús aman a quienes aman lo correcto.

Pero ¿Qué circunstancias llevaron a que se escribiera este texto?

Y otra pregunta, ¿Cómo puede beneficiarnos este texto hoy día?

Primero leamos una oración que está relacionada con este relato; la hizo Jesús.

Por favor, abran su Biblia en Juan, capítulo 17.

Como recordarán, en ese momento Jesús estaba por ser arrestado, juzgado y ejecutado.

Él estaba muy preocupado por sus seguidores.

Así que fíjense en qué fue lo que le pidió a su Padre.

Versículo 15: “No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del Maligno”, es decir, de Satanás.

La nota junto a “protejas” dice “vigiles por causa”.

Y qué interesante es esto.

¿Qué significa?

Esto no se refiere a vigilar a alguien como un policía, sino a estar al tanto de alguien para protegerlo.

De hecho, la palabra original significa proteger de daños o pérdidas por medio de prestar atención.

Un ejemplo de esto sería un pastor que vigila a sus ovejas durante la noche, o un padre amoroso que vigila a sus pequeñitos para asegurarse de que nada los lastime.

Eso fue justamente lo que Jesús pidió: que Jehová protegiera así a sus seguidores.

Y estamos seguros de que Jehová oyó esa amorosa petición.

Bueno, con esa oración en mente, avancemos unos años, hasta el segundo viaje misional que realizó el apóstol Pablo.

El espíritu santo dirigió a Pablo para que fuera a Macedonia, después a Atenas y luego a Corinto.

Justo ahí es a donde vamos.

Si se dirigen a Hechos, capítulo 18, podemos ver que Pablo se había dedicado por completo a predicar las buenas noticias.

Pero ahora tiene dificultades, pues se enfrenta a una dura oposición por parte de los judíos.

¿Qué podría hacer?

Bueno, él tenía que tomar una decisión.

¿Se quedaría ahí, en esa asignación, aunque arriesgara su vida?

¿O se movería a algún lugar más seguro, tal vez a una ciudad donde la situación fuera más tranquila?

Seguro que Pablo estaba muy preocupado, y le debe haber orado mucho a Jehová sobre esto.

Pero fíjense en la respuesta que recibió en el versículo 9.

Dice: “El Señor le dijo a Pablo en una visión durante la noche: ‘No tengas miedo.

Sigue hablando y no calles, porque yo estoy contigo y nadie te atacará para hacerte daño.

Tengo a mucha gente en esta ciudad’”.

¿Notaron lo que el Señor Jesucristo dijo?

Dijo: “No tengas miedo. […] Yo estoy contigo”.

¡Qué fortalecido debió sentirse el apóstol Pablo!

Estaba preocupado, y esto debió tranquilizarlo, porque así supo que había alguien vigilándolo con el fin de protegerlo.

Tal vez esto hizo que Pablo recordara las palabras de Jeremías 1:8.

Ahí Jehová dijo: “No te dejes intimidar […], porque ‘yo estoy contigo para salvarte’”.

Estas palabras debieron fortalecer muchísimo a Jeremías, quien se mantuvo en su asignación 67 años.

Volviendo al apóstol Pablo, él fue un ejemplo sobresaliente, y podemos decir que fue uno de los mejores ejemplos de un misionero.

Y, precisamente hablando de misioneros, este fin de semana es la graduación de la clase 155 de Galaad.

Desde 1943 y hasta hace muy poco, miles de misioneros que salieron de Galaad fueron enviados a distintas partes de la Tierra.

Ellos ayudaron a expandir la obra de la organización durante el siglo veinte, en especial al final.

¿Habrá sido fácil para ellos?

Claro que no.

Pero estaban seguros de que Jehová estaría con ellos durante su asignación, y por eso pudieron cumplirla con éxito.

Ahora la Escuela de Galaad cumple otro propósito, pero el principio sigue siendo el mismo.

Los estudiantes y los graduados siguen confiando en Jehová, por eso tienen éxito.

Y lo mismo es aplicable aquí en Betel.

Sabemos de betelitas que tienen problemas relacionados con su familia o con su salud, pero ellos confían completamente en Jehová y saben que es él quien los ayudará a tener éxito en sus asignaciones.

Concentrémonos ahora en una parte muy interesante del versículo 10.

Aquí vemos que Jehová no solo se interesa por nosotros, sino que también se interesa por las personas que encontramos en el ministerio.

Leamos la parte final del versículo 10.

Dice: “Tengo a mucha gente en esta ciudad”.

Qué expresión tan interesante, ¿verdad?, porque la ciudad de Corinto era una ciudad de mucho dinero.

Eran personas materialistas y tenían muchas distracciones, como el entretenimiento, la política… Y, claro, sus leyes morales eran casi nulas.

De hecho, hasta podríamos decir que Corinto era la ciudad del pecado en aquel entonces.

Pero, aunque vivían en ese ambiente y tenían esa cultura, Jesús vio más allá del pecado y de las imperfecciones y percibió lo que los corintios tenían en su corazón.

Él vio a personas que eran sinceras, a personas que eran humildes, a personas que tenían una buena disposición.

Así que, en vez de concentrarse en los defectos de estas personas, Jesús se concentró en lo que podían llegar a ser con el espíritu santo.

Es muy interesante el hecho de que Pablo también pudo ver que este tipo de transformación era posible.

Piensen, por ejemplo, en lo que escribió más adelante en 1 Timoteo, capítulo 2.

Ahí dice que la voluntad de nuestro Salvador, Dios, “es que toda clase de personas se salven y lleguen a tener un conocimiento exacto de la verdad”.

¿Tendría el apóstol Pablo en mente a las personas de Corinto cuando escribió estas palabras?

Es muy probable.

En fin, ¿Qué aprendemos de esto?

Que hay que ver el potencial de los demás.

Cada vez que salgamos a predicar, hay que pensar que las personas tienen el potencial de hacer grandes cambios y de convertirse en nuestros hermanos, aunque muchos tengan vidas que se parezcan a las de los corintios.

Si estas personas siguen los principios de la Biblia, el espíritu santo los ayudará a hacer los cambios necesarios para ser Testigos.

Si nosotros tenemos eso en mente, se nos hará más fácil aprovechar cualquier oportunidad que se nos presente de dar el mensaje, porque no sabemos cómo puedan cambiar las circunstancias de la gente.

Hay una lección más que podemos aprender.

Trabajamos de cerca con nuestros compañeros en Betel y también en las congregaciones.

Y a veces, cuanto más cerca trabajamos, más errores vemos, más fallas notamos.

Entonces, la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿también nos fijamos en sus cosas buenas?

¿Nos damos cuenta de cómo el espíritu de Jehová los está moldeando para ser mejores personas?

Y ¿nos fijamos en su potencial?

¿Podemos imaginarnos cómo serán ellos en el nuevo mundo, cuando Jehová los haya ayudado a alcanzar su potencial pleno?

Si hacemos esto, los estaremos viendo igual que Jehová y Jesús los ven.

Bueno, antes de continuar con su viaje misional, Pablo se quedó 18 meses en Corinto para establecer una congregación, pero tiempo después malas influencias contaminaron la congregación.

Como resultado, tuvieron problemas.

Ahora bien, ¿significaba eso que Jehová y Jesús ya no estaban cuidando de ellos?

No, ese no es el caso.

Sabemos que el espíritu de Jehová es una fuerza activa, y fue precisamente el espíritu santo lo que movió a Pablo más adelante a escribir su primera carta a los corintios.

Leamos el consejo que les dio en 1 Corintios 6:9.

Este es el texto del día.

El apóstol Pablo escribió esta carta durante su tercer viaje misional.

Les dijo: “¿O es que no saben que los injustos no heredarán el Reino de Dios?

No se engañen.

Las personas que son sexualmente inmorales, los idólatras, los adúlteros, los hombres que se someten a actos homosexuales, los hombres que practican la homosexualidad, los ladrones, los codiciosos, los borrachos, los injuriadores y los extorsionadores no heredarán el Reino de Dios”.

Estas son palabras fuertes.

¿Se imaginan estar en esa reunión cuando se leyeron?

Pero ahora leamos el versículo 11: “Y, sin embargo, algunos de ustedes eran eso”.

Ahora noten lo siguiente: “Pero han sido lavados, han sido santificados, han sido declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios”.

Esto ayudó a los cristianos de Corinto a retomar el camino.

Los hizo reaccionar, los ayudó a recordar quiénes eran, en quiénes se habían convertido.

Y los ayudó a ver que, como cristianos, podían tener una conciencia limpia y desarrollar una relación cada vez mejor con su Padre, Jehová.




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