¿Te has metido en problemas por tratar de hacer lo correcto?
De ser así, piensa en Jacob.
Jacob hizo lo correcto.
Él no se casó con alguien que no amaba a Jehová, como hizo su hermano, sino que viajó hasta la casa de su pariente, Labán, que servía a Jehová, y le pidió casarse con su hija, Raquel.
Pero eso no le salió tan bien.
Labán engañó a Jacob, y él terminó casándose con Raquel y también con su hermana mayor, Lea.
Esas dos no se llevaban nada bien.
De hecho, parecían más rivales que hermanas.
Y, aunque Jehová se dio cuenta de lo que tramaba Labán, él no intervino.
Y Jacob no le echó la culpa a Jehová, no dijo algo como: “Oye, ¿por qué está pasándome esto?
Yo fui obediente, seguí las instrucciones, y mira lo que está pasando ahora.
¿¡Por qué!?”.
No, Jacob no dijo eso.
Tiempo después, Jehová rectificó las cosas dándoles la siguiente ley a los israelitas.
Decía así: “No te cases con la hermana de tu esposa, porque se hará su rival”.
Esa ley hubiera venido muy bien en el caso de Raquel y Lea, ¿verdad?
Jehová aclaró el punto.
Pero nunca abandonó a su siervo Jacob.
Lo apoyó.
Estuvo con él durante esa prueba tan difícil que afrontó.
Y algo bueno que salió de esto fue José, de quien estaremos hablando el día de hoy.
Jehová comenzó a comunicarse con José cuando era solo un adolescente.
Lo hizo mediante dos sueños.
El primer sueño fue sobre comida: gavillas de grano.
Las gavillas de sus hermanos se inclinaron ante la gavilla de él.
Y eso tiene sentido porque, tiempo después, no solamente sus hermanos, sino casi todo el mundo tendría que presentarse ante José para obtener comida.
El segundo sueño incluyó a su padre y, curiosamente, también a su madre, que había muerto dando a luz a Benjamín.
Y en ese sueño el Sol, la Luna y 11 estrellas —es decir, sus 11 hermanos— se inclinaron ante José.
La Biblia no dice que José haya intentado interpretar este sueño.
Pero Jacob y sus hijos captaron el punto, y se sintieron ofendidos.
Jacob le dio a entender a José entre líneas que estaba siendo atrevido.
Le dijo: “¿De veras vendremos tu madre, tus hermanos y yo a inclinarnos hasta el suelo delante de ti?”.
Dejemos pasar el hecho de que Jacob automáticamente asumió el papel del Sol en el sueño.
¿Qué le estaba diciendo Jehová a José mediante estos sueños?
Le estaba diciendo que tenía algo especial preparado para él, que su vida tendría un propósito especial.
Y ¿qué creen que quiso hacer el Diablo?
Obviamente, quiso arruinar ese propósito, evitar a toda costa que se cumpliera ese propósito divino.
Así que debió haber saltado de alegría cuando oyó a los hermanos de José planeando cómo matarlo.
¿Creen que lo habrían logrado?
Piensen en Simeón y Leví.
Sin pensarlo dos veces habían matado a todos los hombres de Siquem porque uno de ellos violó a su hermana.
Bueno, el hermano mayor de todos ellos —Rubén, de 24 años— los convenció de que no mataran a José.
¿Será que Jehová lo impulsó a hacer eso?
Podría ser.
Iba de acuerdo con su propósito.
Así que, en vez de matar a José, sus hermanos lo vendieron a una caravana de ismaelitas.
No se vayan a olvidar de esta palabra: ismaelitas. Vamos a hablar más adelante sobre esto.
Los ismaelitas llevan a José hasta Egipto, y ahí se convierte en esclavo de Potifar, el jefe de la guardia del faraón.
Ahora José es un esclavo.
¿Y qué pasó tres años después?
Su abuelo Isaac muere.
Y José, siendo un esclavo, no estuvo ahí para despedirse de él.
Algo parecido nos sucedió a muchos durante la pandemia, ¿verdad?
Pero, igual que con nosotros, Jehová estuvo con José.
Y a José le fue muy bien en la casa de Potifar hasta que su esposa lo acusó de querer violarla.
Entonces Potifar lo encerró en prisión.
Y es precisamente porque José fue a la cárcel que decimos que Jehová estuvo con él.
¿Cómo es posible?
Les explico.
Ir a prisión fue uno de los castigos menos severos que José pudo recibir.
Era un esclavo hebreo.
Bajo la ley egipcia, Potifar pudo haberlo matado ahí mismo debido a lo grave de la acusación o pudo haber hecho que lo arrestaran, y el tribunal pudo haberlo castigado con mil latigazos.
Seguramente José habría muerto a latigazos.
Esto nos ayuda a entender mejor un detalle de la Ley mosaica.
Un delincuente podía recibir hasta 40 golpes con una vara.
No eran mil latigazos.
Esto fue una muestra de amor de Jehová.
Él no quería que su pueblo fuera tan cruel como los egipcios.
Ahora quiero que usemos nuestra imaginación.
Tiempo después, José le interpreta un sueño al faraón, y él lo convierte en su consejero principal.
Imagínenlo.
José se arrodilla y recibe el anillo de sellar del faraón.
Se levanta y da un paso hacia atrás.
Con el rabillo del ojo, ve a alguien de pie junto al trono.
Es un hombre que trata de pasar desapercibido: Potifar, sí, el jefe de la guardia.
No sé a ustedes, pero pensar en esa posibilidad a mí me da un poco de risa.
Porque ¿se imaginan lo que pasó ese día, cuando Potifar fue a casa a comer?
¿Qué habrá dicho su esposa cuando se enteró de quién era el jefe nuevo?
¿Cuántas noches habrá pasado sin dormir por eso?
La esposa de Potifar había hecho algo horrible, igual que los hermanos de José.
De hecho, de haber existido la Ley, los hermanos de José hubieran tenido que morir por el secuestro.
En la Ley mosaica, Jehová determinó que el castigo por el secuestro era la muerte.
¿Habrá estado pensando en los hermanos de José cuando puso esa ley?
Hay quienes piensan que Simeón fue quien estuvo detrás del complot.
Eso explicaría por qué José envió a todos a casa menos a él.
Un detalle muy interesante, ¿verdad?
Bueno, volvamos a hablar del propósito de Jehová.
Jehová tenía un propósito para José.
José logró llevar a su familia a Egipto.
Y eso estaba profetizado, pero no solo eso.
Dios le dijo a Abrahán que sus descendientes serían maltratados durante 400 años por extranjeros.
Si Israel salió de Egipto en 1513 antes de nuestra era, ¿cuándo comenzó ese periodo?
En 1913.
¿Y qué pasó ese año?
El medio hermano de Isaac… ¿Cómo era que se llamaba?
Ismael.
Ismael empezó a maltratar a Isaac.
¿Pero era Ismael extranjero?
Su madre era una esclava egipcia, así que sus descendientes —los ismaelitas— tenían sangre egipcia.
¡Qué curioso!
Los ismaelitas siguieron la tradición familiar y maltrataron al nieto de Isaac, José.
Jehová no manipuló a los hermanos de José para que lo secuestraran y lo enviaran a Egipto, pero se valió de esta situación para cumplir su propósito.
Y no siempre evitó que le pasaran cosas malas a Jacob (como casarse con dos hermanas rivales).
Tampoco evitó que acusaran falsamente a José.
Él no los puso en una burbuja, pero sí estuvo junto a ellos durante sus pruebas y los ayudó a aguantar.
Si lo hizo por ellos, también lo hará por nosotros.
Así que, si llegan a meterse en problemas por hacer lo correcto, piensen en Jacob; piensen en José.
Jehová los ayudará.
Él jamás los abandonará.