Saúl había estado persiguiendo con crueldad a David.
Él y sus hombres pasaban hambre y vivían en temor y en peligro de muerte.
¡Es Saúl!
Hoy Dios te está entregando a tu enemigo en tus manos.
Déjame clavarlo al suelo.
David pudo haber acabado con sus problemas en ese momento, pero él imitaba el amor de Jehová.
No lo mates.
Sé cómo ve Jehová las cosas, y nunca le pondría la mano encima al ungido de Jehová.
A pesar de todo lo que le había hecho Saúl, David dejó la justicia en manos de Jehová, pues confiaba en él y lo amaba.
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