Luchan con éxito por la fe. Los que están casados con no creyentes

Mi esposo estaba muy opuesto a la verdad.

Una noche se puso un cuchillo en el estómago y me dijo: “Tienes que elegir: tu religión o yo”.

Mi esposo nos apoyaba bastante.

Se despedía de nosotros cuando íbamos a las reuniones, pero no tenía ningún interés en la verdad.

Yo sentía mucha envidia cuando iba a las asambleas y veía que las familias se sentaban juntas.

Como estaba muy ocupado en el trabajo y cuidando de su madre, mi esposo empezó a faltar a las reuniones.

Algunos hermanos de la congregación, con buenas intenciones, hablaron con él del asunto.

Pero la manera en que lo hicieron hizo que él se desanimara, y dejó de leer la Biblia y nuestras publicaciones.

Tengo que confesar que hubo momentos en los que yo también quise alejarme de la verdad.

Cuando aprendí la verdad, estaba muy entusiasmada.

No dejaba de bombardear a mi esposo con información.

Le preocupaba que me fuera a volver una fanática.

Él pensaba que me había metido en una religión extraña, y estaba muy preocupado por la familia.

Una familia de la congregación nos invitaba a menudo a comer y a hacer cosas juntos.

Creo que a mi esposo le gustaban esos detalles.

Me esforzaba en mi manera de hablar y de comportarme por demostrarle que le quería.

Creo que él empezó a interesarse en la verdad cuando nos vio a mis hijos y a mí poner en práctica lo que aprendíamos.

Las palabras “protege tu corazón” me llamaron la atención.

Me esforcé mucho para que Jehová siempre estuviera en el corazón de mis hijos y en el mío.

Cuando salía a predicar con ellos, los animaba a fijarse en diferentes detalles de la creación.

Y tenía la costumbre de enseñarles de la Biblia antes de que mi esposo regresara del trabajo.

Me esforzaba por imaginarme en el Paraíso con mi esposo.

Eso fortaleció mi decisión de nunca dejar la verdad.

Cuando me iba a las reuniones, le dejaba notitas cariñosas a mi esposo.

Estaba convencida de que un día él regresaría a la verdad, y regresó.

Yo no dejé a Jehová, y Jehová nunca me abandonó a mí.

Mi esposo nunca se hizo testigo de Jehová.

Sin embargo, mis cinco hijos sí están en la verdad.

Y eso es una gran bendición para mí.

Me siento muy feliz y agradecida por poder servir a Jehová con mi familia, incluido mi esposo.





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