En el programa de hoy hablaremos de lo importante que es tomar buenas decisiones.
Y nuestro análisis se basará en lo que dice Job 34:11.
Vamos a leerlo juntos: Como indica este versículo, lo que hacemos es muy importante.
Y nuestras acciones reflejan las decisiones que hemos tomado.
Algunas decisiones las tomamos después de pensarlo mucho y, otras veces, no le damos tantas vueltas.
Pero sea que lo pensemos mucho o lo pensemos poco, ninguno de nosotros puede negar la realidad: las buenas decisiones producen buenos resultados y las malas pueden tener terribles consecuencias.
Obvio, todos queremos tomar buenas decisiones.
Pero ¿cómo sabemos que una decisión es buena?
Sabemos que es buena si le agrada a nuestro Padre celestial, Jehová.
La mayoría de nosotros ya hemos tomado muy buenas decisiones.
Por ejemplo, decisiones tan importantes como la de dedicarnos a Jehová y bautizarnos, o la de no involucrarnos en los asuntos religiosos o políticos de este mundo.
Claro, antes de tomar esas decisiones tan importantes, seguro que le oramos a Jehová muchas veces y le pedimos que nos guiara.
Y Jehová nos ha bendecido por haber tomado esas decisiones tan buenas.
Pero en este programa no nos vamos a centrar en esas grandes decisiones.
Más bien, nos centraremos en las que podrían parecer poco importantes pero que podrían traer consecuencias muy muy graves.
Primero, vamos a analizar el ejemplo de una persona que le sirvió a Jehová y aun así tomó algunas malas decisiones en su vida.
Veremos qué hizo que este hombre fiel tomara esas malas decisiones.
Después, veremos qué tenemos que hacer para tomar buenas decisiones.
Y, por último, veremos qué podemos hacer si nos damos cuenta de que hemos tomado una mala decisión.
Para empezar, vamos a hablar de un siervo leal de Jehová que tomó algunas decisiones equivocadas.
El hombre al que nos referimos es el rey Jehosafat.
¿Qué opinión tenía Jehová del rey Jehosafat?
Vamos a ver la respuesta en 2 Crónicas 17:3, 4: Se ve que Jehová lo apreciaba, ¿verdad?
Sí, el rey Jehosafat fue fiel a Dios.
Tomó la sabia decisión de adorar a Jehová.
Sin embargo, algunas de sus decisiones fueron un completo error.
Vamos a ver cuál fue una de ellas en 2 Crónicas 18:1: ¿Notaron?
Casó a su hijo con la hija de Acab, Atalía.
¡Qué decisión tan terrible!
¿Por qué?
Porque Acab había construido un templo dedicado a Baal y había puesto en él a 850 profetas falsos.
Además, estaba casado con la malvada reina Jezabel.
¡¿Quién querría que su hijo formara parte de esa familia?!
¡¿Pero en qué estaba pensando Jehosafat?!
¡¿Por qué hizo esta alianza matrimonial?!
Quizás quería volver a unir a las 12 tribus o tal vez tenía alguna otra razón política o comercial para hacer una alianza con Acab.
Aunque no sabemos cuáles fueron sus razones, sí sabemos que hubo consecuencias.
Por culpa de la relación familiar que ahora tenía con Acab, Jehosafat se sintió obligado a apoyarlo en su guerra contra los sirios.
Y esto lo llevó a tomar otra mala decisión.
Mientras se preparaban para la batalla, Jehosafat le consultó a un profeta de Jehová para saber qué hacer.
Sin embargo, Acab odiaba a ese profeta y, después de escuchar su mensaje, lo metió en prisión.
Llegado a este punto, Jehosafat tenía que tomar una decisión.
¿Qué iba a hacer?
Aunque al principio no estaba de acuerdo con Acab, al final fue con él a la batalla.
Jehosafat no hizo caso de la advertencia de Jehová.
Y eso lo llevó a tomar otra malísima decisión.
Una decisión increíblemente tonta.
¿Cuál fue?
El profeta de Jehová había predicho que los israelitas perderían a su pastor, o a su rey, en la batalla.
Así que Acab dijo que él se disfrazaría para que nadie supiera que él era rey.
Pero le dijo a Jehosafat que él sí fuera vestido como un rey.
A ver, a ver...
Piensen por un momento en lo que este hombre le estaba diciendo.
Básicamente le estaba diciendo a Jehosafat: “Tú vete a la batalla para que jueguen contigo al tiro al blanco mientras yo paso desapercibido”.
Pues Jehosafat aceptó.
Y esa no fue solo una mala decisión, fue una decisión muy tonta que casi le costó la vida.
¿Por qué lo haría?
La obra Perspicacia explica que Jehosafat quizás lo hizo porque ya le había dado su palabra a Acab y no quería echarse para atrás.
Tal vez le daba vergüenza no cumplir con lo que le había prometido.
Aunque Jehosafat sobrevivió a la batalla, Jehová le envió a otro profeta para que le dijera lo que leemos en 2 Crónicas 19:2.
Ahí dice: Es cierto que Jehosafat hizo cosas buenas durante su vida, y Jehová así lo reconoció.
Pero también tomó algunas decisiones que fueron muy malas.
¿Qué lecciones podemos aprender del rey Jehosafat?
Lección 1: El que hayamos hecho muchas cosas buenas por servir a Jehová no significa que siempre vayamos a tomar las mejores decisiones.
Lección 2: Si tenemos amigos que odian a Jehová, podríamos sentirnos presionados a tomar malas decisiones.
Lección 3: Puede que hayamos buscado la guía de Jehová, pero para tomar buenas decisiones es necesario seguirla.
Y lección 4: Si nos damos cuenta de que hemos tomado una mala decisión, no sigamos por el mismo camino.
Detengámonos y cambiemos de rumbo.
Proverbios 22:3 resume muy bien estas cuatro lecciones.
Ahí dice: “El prudente ve el peligro y se esconde, pero los inexpertos siguen adelante y sufren las consecuencias”.
Así es, tenemos que ver las posibles consecuencias de las malas decisiones y así evitaremos tomarlas.
¿Cuáles fueron algunas de las consecuencias de las malas decisiones de Jehosafat?
Casi perdió la vida, su hijo mayor murió siendo un apóstata y más tarde su nuera, Atalía, mató a todos los herederos al trono, excepto a uno, y ella misma se nombró reina de Judá. Y ahora tal vez estén pensando: “Pero ¿no consideró Jehová a Jehosafat un buen rey?”.
Sí, así fue.
Y la verdad es que nos consuela saber que, aunque tomemos alguna decisión equivocada alguna vez, Jehová puede seguir considerándonos, a pesar de todo, sus siervos fieles.
¿Significa eso entonces que no importa qué decisiones tomemos?
En una Atalaya de 1980, se puso una interesante comparación.
Ponía el ejemplo de dos capitanes de barco.
Uno dirige hábilmente el barco a través de una tormenta, y gracias a eso el barco y la tripulación se salvan.
Pero el otro capitán toma muy malas decisiones y, por culpa de eso, su barco naufraga en la misma tormenta y solo él se salva.
Aunque los dos capitanes sobrevivieron a la tormenta, el que salvó su barco se sintió más feliz y se ganó el respeto y el reconocimiento de los demás.
No hace falta decir a quién se parecía Jehosafat, ¿verdad?
Pero nosotros no queremos ser como él, queremos ser como el capitán que salvó tanto su barco como a toda su tripulación.
¿Qué podemos hacer para ser como este buen capitán?
En La Atalaya de abril de 2011, aparecía un recuadro muy interesante que se titulaba: “Pasos para tomar buenas decisiones”.
Allí se mencionaban seis pasos que todos podemos seguir: 1) No tomarse libertades indebidas; 2) Informarse bien; 3) Pedir sabiduría; 4) No posponer la decisión; 5) Poner manos a la obra; 6) Evaluar los resultados y hacer cualquier cambio que sea necesario.
¿Y por qué este último paso?
Porque de vez en cuando todos debemos evaluar las decisiones que hemos tomado.
Y, al hacerlo, puede que nos demos cuenta de que algunas de ellas no fueron muy acertadas.
Aun así, ¿podríamos ser como el buen capitán?
¡Claro que sí!
¿Cómo?
No teniendo miedo de hacer los cambios que hagan falta.
Debemos reconocer que las cosas no siempre salen como lo habíamos planeado.
Como dice Eclesiastés 9:11, a todos nos llega “algún mal momento y algún suceso imprevisto”.
¿Qué deberíamos hacer si eso sucede?
El mismo número de La Atalaya de 2011 responde a esta pregunta.
Después de decir que Jehová espera que cumplamos con las promesas que hicimos cuando decidimos dedicarnos a él o casarnos, añade lo siguiente: Volvamos de nuevo al tema de los capitanes de barco.
A veces, ellos tienen que rectificar una decisión que ya habían tomado.
Eso fue lo que ocurrió allá en el año 1889.
El capitán del buque británico Calliope tenía su nave anclada en el puerto de Apia, en lo que era Samoa Occidental, cuando empezó a soplar un huracán.
Al principió decidió permanecer anclado en el puerto, como los otros capitanes, hasta que pasara la tormenta.
Pero, al ver que aumentaba el tamaño de las olas y que cada vez era más peligroso estar allí, el capitán se dio cuenta de que había tomado la decisión equivocada.
¿Qué hizo entonces?
Con valor rectificó su decisión y condujo el barco a mar abierto.
No fue fácil, pero al final logró salvar el barco, a sí mismo y a los 250 marineros que iban a bordo.
Este acto de valor es recordado hoy como una hazaña de la historia naval.
Para ser como ese valiente capitán, quizás tengamos que pedirle a Jehová que nos ayude a evaluar las decisiones del pasado, decisiones relacionadas con el empleo, el entretenimiento, la educación o hasta el lugar donde vivimos.
Es posible que cuando tomamos aquellas decisiones nos parecieran muy buenas, pero ¿lo siguen siendo ahora?
Si vemos que se aproximan vientos huracanados y olas gigantescas como consecuencia de las decisiones que tomamos porque no estaban totalmente en armonía con la voluntad de Jehová, ¿qué deberíamos hacer? Seamos como el buen capitán.
Que no nos dé vergüenza rectificar.
Seamos valientes.
Pidámosle ayuda a Jehová y actuemos con determinación.
Hagamos los cambios que hagan falta teniendo en cuenta lo que a Jehová le gusta.
De esta manera, tomaremos buenas decisiones, decisiones que den buenos resultados, decisiones que Jehová pueda bendecir.