Stephen Lett: No seamos murmuradores (Sant. 3:5)

Una parte de Santiago 3:5, 6 dice: “La lengua [...] es una pequeña parte del cuerpo [...].

¡Y fíjense con qué pequeño fuego se incendia un enorme bosque!”.

La lengua es como ese fuego.

¿Es pequeña la lengua?

La lengua de un adulto promedio pesa unos 70 gramos (2,5 onzas).

Es poco comparado con el peso de un hombre de 90 kilos (200 libras).

Pero esa pequeña lengua tiene mucho poder.

Por ejemplo, puede levantar miles de kilos o libras cuando el presidente de sesión de una asamblea dice: “Pónganse de pie”.

Claro, ese poder se puede usar para bien o para mal.

Es la advertencia que da el texto de hoy: si no tenemos cuidado, puede hacer mucho daño, tal como un pequeño fósforo encendido que se usa sin precaución puede convertir en cenizas los árboles de miles de hectáreas.

¿Y qué formas de hablar pueden ser como un incendio?

Mentir, calumniar, hablar mal de alguien, el chisme, las enseñanzas falsas, para dar algunos ejemplos.

En esta intervención, analicemos una forma de hablar que puede ser más sutil, más disimulada, pero también muy dañina.

¿Cuál es?

La murmuración.

Hablemos sobre no ser murmuradores.

Pero ¿qué es murmurar?

Según el diccionario, “murmullo” es el “ruido continuado, confuso y poco intenso causado por voces o por el agua o el viento”.

Por supuesto, en la naturaleza hay muchos tipos de murmullos placenteros.

Por ejemplo, es agradable oír cómo murmura la brisa que pasa entre las hojas de los árboles.

Es relajante oír el murmullo de un arroyo que baja por la ladera de una montaña.

Pero no se puede decir lo mismo de la murmuración.

No es nada agradable.

Un diccionario dice que “murmurar” es “hablar entre dientes, manifestando queja o disgusto por algo”.

“La Atalaya” decía que “la palabra hebrea traducida ‘murmurar’ también significa ‘rezongar’ [o gruñir]”.

Si estamos predicando y un perro nos gruñe, ese sonido no nos atrae; tratamos de alejarnos.

La murmuración es muy común en el mundo de Satanás: los niños murmuran contra sus padres, las esposas murmuran contra sus esposos, los empleados murmuran contra sus patronos, la gente en general murmura contra Dios y lo culpa de las cosas malas que pasan.

Pero una pregunta importante es ¿qué piensa Jehová de la murmuración?

Bueno, busquemos Números, capítulo 12, por favor.

Allí hay un relato interesante sobre el punto de vista de Jehová.

Números 12:1: “Entonces Míriam y Aarón empezaron a hablar en contra de Moisés debido a la esposa cusita con la que él se había casado”.

Y el versículo 2: “Ellos decían [parece que ya lo habían dicho varias veces]: ‘¿Es que Jehová ha hablado solo por medio de Moisés?

¿No ha hablado también por medio de nosotros?’”.

Notemos la siguiente oración: “Jehová los estaba escuchando”.

Y a Jehová no le gustó lo que oyó.

El versículo 9 dice que “se enojó con ellos”.

Así que castigó a Míriam con lepra.

Y pensemos en esto: de todas las enfermedades que Jehová le pudo haber causado a Míriam, ¿por qué usó la lepra?

Jehová no lo dice, pero recordemos que una persona que sufría de lepra, particularmente en tiempos bíblicos, tenía un aspecto físico repugnante.

Podríamos decir que eran feos.

Bueno, por hablar como lo estaba haciendo, Míriam era repugnante en sentido espiritual a los ojos de Jehová.

Al castigar a Míriam con lepra, Jehová hizo que todos vieran lo que él ya veía en ella.

Hallamos otro relato dos capítulos después.

Relata que los israelitas empezaron a murmurar después de escuchar el informe negativo de los 10 espías.

¿Y qué hizo Jehová?

Decretó que ninguno de los murmuradores que tuvieran 20 años de edad o más entraría en la Tierra Prometida.

Morirían en el desierto.

Así que está claro que Jehová odia la murmuración.

Podemos decir que la aborrece.

La pregunta es ¿por qué?

Examinemos brevemente tres razones.

Primero, fomenta el descontento tanto en nosotros como en otros.

Judas 16 habla de los quejumbrosos que se lamentan de su suerte en la vida.

Así es, mientras más se lamenta una persona de su suerte en la vida, más profundo se hace el descontento en su corazón.

Y como los murmuradores nunca se guardan sus quejas, siembran el descontento en otros también.

Si lo pensamos bien, ¿quién fue el primero que hizo que la gente se lamentara de su suerte en la vida?

Satanás.

Él sembró el descontento en el corazón de Eva.

De modo que un murmurador imita los métodos del Diablo.

Y parece que el que murmura hace que Jehová se acuerde de su mayor enemigo, Satanás.

Eso es algo que ninguna persona prudente quiere, hacer que Jehová se acuerde de Satanás.

¿Cuál es el antídoto?

Estar contentos.

Así lo dice 1 Timoteo 6:6: “La devoción a Dios produce muchas ganancias cuando uno está contento con lo que tiene”.

Muchos versículos hablan de estar contentos.

Pensemos en todas las cosas buenas que nos da Jehová.

¿Verdad que hay muchas razones para estar contentos?

No importa cuáles sean nuestras circunstancias.

La segunda razón por la que Jehová lo detesta: incita al odio, tanto en nuestro corazón como en el de otros.

Busquemos Proverbios, capítulo 17, por favor.

Allí hay un versículo interesante que trata esto.

Proverbios 17:9: “El que perdona una ofensa promueve el amor, pero el que saca el tema una y otra vez separa a los buenos amigos”.

Allí vemos que el amor debería impulsarnos a cubrir, a perdonar las ofensas de los demás, pero si no lo hacemos, si seguimos sacando el tema de sus errores, si murmuramos contra ellos, puede crecer el odio en nuestro corazón.

¿Cómo afecta eso a otros?

Siembra odio en el corazón de ellos también.

Hace unos años, en “La Atalaya” se publicó un artículo titulado: “¿Por qué mantenernos libres de la murmuración?”, que puso un ejemplo de un cristiano que empieza a quejarse de cierto anciano de la congregación.

Critica la manera en que el anciano se encarga de sus intervenciones en la plataforma, o la manera en que atiende ciertos deberes en la congregación.

El artículo dice: “Si usted escucha al que se queja, puede empezar a pensar como él piensa.

Entonces, a medida que usted observara al anciano, pudiera empezar a decirse: ‘Ahora que pienso en ello, lo que mi amigo dice acerca de este anciano es verdad.

Nunca me había fijado en ello antes’”.

Antes no te molestaba, pero ahora sí.

Al final, todo lo que hace el anciano te parece mal.

¿Cuál es el antídoto?

Lo que leímos en Proverbios: “El que perdona una ofensa promueve el amor”.

Cultivar amor, tolerar a los demás, perdonarlos, no seguir hablando de sus ofensas, sino perdonarlos como le pedimos a Jehová que nos perdone y como esperamos que lo haga.

La tercera razón por la que Jehová la odia es que demuestra orgullo.

Coré, Datán, Abiram...

¿recordamos cómo murmuraban contra Moisés?: “¡Estamos hartos de ustedes!

Todo el pueblo es santo, todos ellos, y Jehová está en medio de ellos.

¿Por qué se ponen ustedes por encima de la congregación de Jehová?”.

Su murmuración era una manifestación externa de una característica interna: el orgullo.

Y sabemos lo que hizo Jehová en ese caso.

¿Y cuál es el antídoto?

La humildad.

No tratar de rebajar a otros con nuestras palabras para engrandecernos nosotros.

La humildad nos protege de eso.

Así que hemos hablado de que murmurar genera descontento, incita al odio y demuestra orgullo.

Con razón Jehová lo odia.

Pero, como ya lo hemos mencionado, si estamos contentos con lo que tenemos, cultivamos amor y humildad, tendremos el antídoto contra la murmuración.

Así lograremos cumplir con lo que dice Filipenses 2:14: “Sigan haciendo todas las cosas sin murmurar”.

Allí no dice “la mayoría de las cosas”, sino “todas las cosas sin murmurar”.

De ese modo le demostraremos a Jehová que podemos ser útiles en su organización.

Él quiere que estemos en su organización ahora y que estemos en el nuevo mundo en el futuro.

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