El texto de hoy dice: “Recibí una espina en la carne”.
Hablaremos un poquito de eso.
Puede que pienses o que digas: “Yo sé lo que es tener una espina en la carne.
¡Tengo una!
¡Y me duele!”.
Es como cuando pisas una aguja con el pie descalzo.
Duele.
Pero pregúntense: “¿De verdad es tan malo clavarse una espina?”.
Solo una espina.
¡Está claro que duele!
¿Y ven el dibujo?
¿Ven la sangre saliendo?
Parece que le va a dar un manotazo, pero espero que no lo haga.
Seguro que le duele, es más que un pinchacito.
Una sola espina en la carne duele.
Pero imagina que eso es todo lo que tienes: una sola espina en la carne.
¿Y qué podría doler aún más?
Miren eso, miren todas esas espinas.
Las tiene por todo el cuerpo.
Les voy a contar algo sobre ese hombre.
Este pobre hombre tuvo la desgracia de caerse en un montón de ramas espinosas.
Y, cuando intentó levantarse, se desmayó del dolor porque tenía miles de espinas, como agujas, clavadas en el cuerpo.
Durante los siguientes seis años, tanto él como los médicos estuvieron quitando espinas de su cuerpo, un total de 32.131 espinas.
Eso duele.
¿Y tú decías que tenías
solo una espina?
Y me dices: “Pero duele mucho, hermano Herd, es duro, me desanima mucho, no sé qué hacer”.
¿Puedes caminar?
¿Puedes moverte?
Pablo no permitió que su espina, fuera lo que fuera, lo desanimara.
Aprendió a vivir con ella.
Y, con la ayuda de Jehová, tú también podrás aguantar y aprender a vivir con tu espina.
Ahora, si puedes, mira lo que dice la Biblia.
Es algo que escribió Pablo en 2 Corintios 4:8, 9.
Pablo dijo: “Nos oprimen de toda manera posible, pero no […] hasta el punto de no poder movernos; estamos indecisos, [es decir, puede que no sepamos qué hacer] pero no sin salida; nos persiguen, pero no estamos abandonados; nos derriban, pero no nos destruyen”.
Y tú, ¿desde cuándo tienes una espina?
¿Desde antes de tu dedicación y tu bautismo?
Antes de bautizarte, le pediste a Jehová desde lo más profundo de tu corazón que te perdonara.
Y ahora tienes que aceptar que Jehová te ha perdonado.
“¡Pero todavía me duele de vez en cuando!”.
Pablo no dijo que no doliera.
Sí, te derribaron, pero no te dejaron sin poder moverte.
¿Qué debes hacer?
¡Levántate!
¡No te quedes ahí!
¡Ponte de pie!
Sigue caminando hacia el nuevo mundo, está a la vuelta de la esquina.
Vamos a recordar un ejemplo de la Biblia, el del rey David.
Dejó embarazada a la mujer de otro y trató de ocultarlo, pero no pudo.
Así que lo mandó matar.
Más tarde, cuando él se arrepintió de verdad, Jehová lo perdonó, y sintió alivio.
Ahora bien, Jehová no le quitó las dolorosas consecuencias de lo que había hecho.
David tuvo que pagar por lo que hizo toda su vida.
Aquellas consecuencias lo acompañaron hasta el final.
¿Qué te viene a la mente cuando ves un pequeño colibrí?
¿No es precioso?
¿En qué pienso yo cada vez que veo uno?
Me recuerda a cuando yo tenía 12 o 13 años y estaba caminando por un bosque que había cerca de mi casa.
Y vi un colibrí en la rama de un árbol.
Agarré mi honda y una piedra, y se la lancé.
El pajarito cayó al suelo, muerto.
Yo no estaba en la verdad en aquel tiempo.
Maté un pajarito precioso.
¿Y para qué?
No iba a comérmelo.
Quizá fue para demostrarme a mí mismo que tenía muy buena puntería.
Jehová creó estos coloridos pajaritos para que disfrutemos de su belleza.
Para mí ese es un recuerdo muy triste.
Es mío, no tuyo, pero tal vez tú tengas alguno.
Puede que algunos malos recuerdos no se vayan tan rápido aunque nos arrepintamos y Jehová nos perdone.
Pero ¿qué puedes hacer?
No le des vueltas, no estés pensando en ellos todo el tiempo.
Los puedes reemplazar por pensamientos positivos.
¿Por qué no intentamos abrir la puerta de nuestra mente para que entren cosas buenas?
En otras palabras, pongamos una venda en nuestra herida por un poquito más de tiempo.
Jehová sacará la espina muy pronto, y el dolor se habrá ido para siempre.
¿Recuerdan este texto?
Quizás fue uno de los primeros que se aprendieron de memoria para usarlo en la predicación.
¿Cuál es?
Apocalipsis 21:4.
Yo usaba mucho ese texto cuando predicaba de casa en casa.
Dice: “Y les secará toda lágrima de sus ojos, y la muerte ya no existirá, ni habrá más tristeza ni llanto ni dolor.
Las cosas anteriores han desaparecido”.
Entonces le diremos al dolor adiós para siempre.
Estos recuerdos jamás volverán.
Adiós, hasta nunca.
No volveremos a sentir ese dolor.
El árbol o el arbusto que produce las espinas habrá sido arrancado, y no volverá a crecer.
¡Gracias, Jehová!