La unidad es difícil de alcanzar debido a diferencias políticas, religiosas, sociales, raciales y económicas.
Por eso nos fascina la asombrosa unidad de nuestra hermandad mundial.
Sin importar nuestra nacionalidad, antecedentes o creencias anteriores, todos pensamos de la misma manera, lo cual es sorprendente.
Aunque hablamos cientos de idiomas, hay un solo mensaje ya que todos predicamos lo mismo.
Romanos 10:17, 18 dice: “De modo que la fe sigue a lo oído.
A su vez, lo oído es mediante la palabra acerca de Cristo.
Sin embargo, pregunto: No es que no hayan oído, ¿verdad?
Pues, de hecho, ‘por toda la tierra salió su sonido, y hasta las extremidades de la tierra habitada sus expresiones’”.
¡Qué asombroso!
Millones tienen exactamente las mismas creencias basadas en “la palabra acerca de Cristo”.
¡Eso es unidad de creencias!
Algunos tal vez digan: “¿Unidad de creencias?
¡Te lavaron el cerebro!”.
Bueno, aceptamos que nuestra mente ha sido lavada, pero de todas las doctrinas complicadas que han surgido desde el primer siglo.
Sin embargo, la unidad es el resultado de estudiar a fondo las Escrituras, de aprender de la Palabra de Dios y de separar sus enseñanzas de las numerosas doctrinas humanas.
Por ejemplo, cuando unos alumnos toman un curso de matemáticas, digamos de álgebra, al final de la clase nadie dice que les hayan lavado el cerebro solo porque todos llegaron a la misma conclusión.
Simplemente aprendieron ciertos conceptos con exactitud y los aplicaron.
Pero una cosa es estar unidos en la misma forma de pensar, y otra, estar unidos en espíritu como hermanos.
De vuelta al ejemplo de los estudiantes: al final del curso, todos están unidos en la misma forma de pensar.
Aprendieron álgebra.
Pero eso no significa que todos se lleven bien.
Puede que haya rivalidad o prejuicios entre algunos compañeros.
En cambio, al aprender la verdad de la Biblia, nos unimos tanto en forma de pensar como en espíritu con nuestros hermanos de todo el mundo.
Incluso si teníamos algún prejuicio arraigado en el corazón antes de estudiar con los testigos de Jehová, este desaparece al aprender la verdad.
¿Por qué?
En el capítulo 4 de Efesios notarán que las cualidades piadosas se aprenden y se demuestran.
Debemos desarraigar los rasgos negativos que hayamos tenido antes.
Y el espíritu santo de Jehová nos ayuda a moldear nuestra personalidad para reflejar aún mejor las hermosas cualidades mencionadas en Efesios 4.
En el versículo 1, el apóstol Pablo dice: “Yo, por lo tanto, el prisionero en el Señor, les suplico que anden de una manera digna del llamamiento con el cual fueron llamados, con completa humildad mental y apacibilidad, con gran paciencia, soportándose unos a otros en amor, esforzándose solícitamente por observar la unidad del espíritu en el vínculo unidor de la paz.
Un cuerpo hay, y un espíritu, así como ustedes fueron llamados en la sola esperanza a la cual fueron llamados; un Señor, una fe, un bautismo; un Dios y Padre de todos, que es sobre todos y por todos y en todos”.
¡Eso sí que es unidad!
Esas cualidades reflejan la personalidad perfecta de Jesús, que nunca se contaminó con el odio ni los prejuicios a los que estuvo expuesta.
Ahora bien, ¿es fácil combatir los prejuicios?
No.
No es tan fácil.
Sería bueno que lo fuera, pero no lo es.
Es todo un proceso.
A veces, por fuera, mostramos la actitud correcta, pero, por dentro, continuamos luchando por cultivarla en nuestro corazón.
¿Existe algún ejemplo bíblico que muestre que esto es un proceso continuo?
Sí, hay un ejemplo en el capítulo 2 de Gálatas.
Aquí Cefas —mejor conocido como Pedro— tuvo que aprender de Jesús a no ser parcial, aunque era judío de nacimiento.
Por muchos años había aceptado a los hermanos no judíos; se asociaba con ellos, comía con ellos.
Pero ¿quedaba en su interior algún residuo de prejuicio?
Así parece.
Es probable que a él mismo lo sorprendiera su forma de actuar.
Leamos Gálatas 2:11-14.
Allí dice: “Sin embargo, cuando Cefas vino a Antioquía, lo resistí cara a cara, porque se hallaba condenado.
Porque, antes de la llegada de ciertos hombres desde Santiago, solía comer con gente de las naciones; pero cuando estos llegaron, se puso a retirarse y a separarse, por temor a los de la clase circuncisa.
Los demás de los judíos también se unieron a él en hacer esta simulación, de modo que hasta Bernabé fue llevado con ellos en su simulación.
Mas cuando yo vi que no estaban andando rectamente conforme a la verdad de las buenas nuevas, dije a Cefas delante de todos ellos: ‘Si tú, aunque eres judío, vives como las naciones, y no como los judíos, ¿cómo obligas a gente de las naciones a vivir conforme a la práctica judía?’” ¿Qué le pasó a Pedro?
El temor al hombre hizo que afloraran sus prejuicios.
Y esto fue contagioso, ya que lo mismo les sucedió a los otros judíos que estaban con él.
De hecho, como leímos, “hasta Bernabé fue llevado con ellos”.
Pero Bernabé era afectuoso y generoso.
Es más, su nombre significa “Hijo del Consuelo”.
Y si Pedro y Bernabé se comportaron así por su crianza, más nos vale tener cuidado.
Al principio, quizás tengamos que hacer un esfuerzo consciente para mantener la unidad con nuestros hermanos de distintas culturas o razas.
¿Pudo Pedro erradicar cualquier residuo de prejuicio de su corazón?
Al parecer, sí.
Leamos 1 Pedro capítulo 1.
Unos diez años después de que rechazara a los cristianos no judíos, Pedro bajo inspiración escribió estas palabras.
Veamos el versículo 22: “Ahora que ustedes han purificado sus almas por su obediencia a la verdad con el cariño fraternal sin hipocresía como resultado, ámense unos a otros intensamente desde el corazón”.
Aprender lo correcto y acostumbrarnos a hacerlo es un proceso gradual.
Primero, aprendemos la verdad.
Después, adquirimos unidad de pensamiento.
Posteriormente, nos purificamos.
¿Cómo?
Por nuestra “obediencia a la verdad”.
¿Notó lo que dijo Pedro: “Con el cariño fraternal sin hipocresía”?
No como se había comportado unos 10 años antes.
Hasta dijo: “Ámense unos a otros intensamente desde el corazón”.
Debemos amar a toda nuestra hermandad desde lo más hondo de nuestro ser y sin el más mínimo prejuicio.
Regresemos a Efesios capítulo 4.
¿Cómo funciona este proceso?
Veamos el versículo 17: “Esto, por lo tanto, digo, y de ello doy testimonio en el Señor: que ya no sigan ustedes andando tal como las naciones también andan en la inutilidad de su mente”.
Este texto deja claro que tenemos que cambiar nuestra forma de pensar.
Y ¿qué sigue a la unidad de pensamiento?
Versículos 22-24: “Que ustedes deben desechar la vieja personalidad que se conforma a su manera de proceder anterior y que va corrompiéndose conforme a sus deseos engañosos; pero que deben ser hechos nuevos en la fuerza que impulsa su mente, y deben vestirse de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad”.
Nuestra personalidad cambia debido a nuestra nueva actitud mental.
¡Y qué hermoso es ver a millones de testigos de Jehová por todo el mundo hacer estos cambios!
Aunque algunos tal vez tengamos que seguir haciendo cambios en nuestro interior, las mejoras ya se notan al relacionarnos con nuestros hermanos de todo el mundo.
Como bien dice Salmo 133:1: “¡Qué bueno y qué agradable es que los hermanos moren juntos en unidad!”.