Mark Sanderson: Imitemos a Jehová al capacitar a otros (Juan 5:20)

La organización de Dios necesita a hermanos y hermanas capacitados —preparados— para hacer diferentes cosas.

Los necesitamos para predicar, los necesitamos aquí, en la central mundial, y también los necesitamos en las sucursales por todo el mundo.

También, en proyectos de construcción y, por supuesto, en todas las congregaciones.

Esto significa que todos deberíamos pensar en qué podemos hacer para capacitar a otros.

Pero esto también implica que debemos estar dispuestos a que se nos enseñe.

Tenemos que ser humildes y dejar que otros nos capaciten.

Así llegaremos a ser más útiles para Jehová.

A la hora de capacitar a otros, nuestro querido Padre, Jehová, es el mejor ejemplo que podemos encontrar —es el maestro perfecto—.

En los siguientes minutos me gustaría que analizáramos juntos cómo podemos imitar a nuestro Dios, Jehová, al formar a otros.

En Juan 5:20, el propio Jesús mencionó lo que había hecho Jehová para capacitarlo a él.

De un solo versículo vamos a extraer tres lecciones importantes sobre la capacitación.

Veamos qué nos enseña.

Busquémoslo en la Biblia.

Juan 5:20.

Fíjense en lo que dice: “Porque el Padre quiere al Hijo y le enseña todas las cosas que él mismo hace, y le enseñará obras más grandes que estas para que ustedes se queden asombrados”.

Vamos a analizar este versículo.

Tratemos de encontrar esas tres lecciones que aprendemos de Jehová para capacitar a otros.

¿Cuál es la primera?

Pues que Jehová enseña a otros porque los ama.

Recuerden lo que dijo Jesús.

Él dijo: “Porque el Padre quiere al Hijo”.

Y ¿qué tiene que ver capacitar a otros con amarlos?

Bueno, cuando capacitamos a alguien, esa persona adquiere experiencia y eso le ayuda a ser más hábil en su trabajo, más productivo.

Y, claro, si uno es hábil y productivo, ¿Cómo se siente?

Pues te sientes muy contento.

Pensemos por un momento en lo que dice Proverbios 8:30.

Ahí se describe a Jesús como “un obrero experto”.

¿Recuerdan lo que dice?

“Día tras día su mayor alegría era yo, y siempre me sentía feliz delante de él”.

¿Por qué?

¿Por qué se sentía Jesús feliz todo el tiempo delante de su Padre?

Bueno, porque le había enseñado bien.

Porque Jehová lo había capacitado para hacer lo que le había mandado.

Bien, si nosotros capacitamos a nuestros hermanos y a nuestras hermanas cuando se les asigna una nueva tarea para que sean hábiles en su trabajo, ellos también se sienten bien.

Pero ¿te ha pasado alguna vez lo contrario?

¿Te han asignado una nueva tarea y no te han explicado bien cómo hacerla?

Lo que pudiera haber sido una alegría se convierte en una fuente de estrés.

Porque ahora no tienes ni idea de cómo hacer lo que se te ha mandado que hagas.

Bueno, para evitar que suceda eso, demostremos amor a los hermanos que capacitamos, ayudémoslos a ser eficientes, a hacer muy bien su trabajo.

Pero ¿con qué problema pudiéramos encontrarnos?

Muchos de nosotros llevamos años y años…, tenemos mucha experiencia en nuestro trabajo, ya sea en Betel o en la congregación.

Por eso tenemos que resistir la tentación de querer hacer todo el trabajo nosotros, de no querer compartir nuestra responsabilidad.

Es importante que los más jóvenes también participen.

Tenemos que ayudarlos a aprender y a que se beneficien de nuestra experiencia para que progresen y puedan recibir más responsabilidades.

Y, si lo pensamos bien, tenemos mucho más trabajo del que podríamos encargarnos solos.

Necesitamos ayuda.

Así que el amor nos lleva a capacitar a otros para que nos apoyen.

¿Se acuerdan de lo que Jetró le dijo a Moisés en Éxodo 18:18?

Le dijo: “Terminarás agotándote, tanto tú como esta gente que está contigo.

Es una carga demasiado grande para ti y no puedes llevarla tú solo”.

Bueno, esto es cierto.

No solo capacitamos a otros porque los amamos, sino también porque nos conviene.

Porque, si no lo hacemos, terminaremos agotándonos, y no podremos cumplir con nuestro trabajo.

Y ¿cuál es la segunda lección que aprendemos de Juan 5:20?

Leamos la segunda frase.

Jesús dice: “Y le enseña todas las cosas que él mismo hace”.

Esto es muy interesante.

La Biblia dice que Jehová se tomó el tiempo para enseñarle a Jesús “todas las cosas que él mismo hace”.

¿Qué aprendemos de eso?

Pues que tenemos que trabajar en equipo.

Queremos enseñarles a nuestros hermanos todo lo que sabemos, todo lo que hemos aprendido.

Y Jehová hizo eso no solo cuando capacitó él directamente a alguien, como en el caso de Jesús, sino que también lo hizo cada vez que había que capacitar a algún ser humano.

Veamos un ejemplo.

Está en Éxodo 35, a partir del versículo 30.

Aquí la Biblia está hablando de lo que se hizo para completar las obras del tabernáculo.

¿Cómo se aseguró Jehová de que se llevaran a cabo?

“Entonces Moisés les dijo a los israelitas: ‘Miren, Jehová ha escogido a Bezalel, hijo de Urí, hijo de Hur, de la tribu de Judá.

Lo ha llenado con el espíritu de Dios para que tenga sabiduría, entendimiento y conocimientos sobre todo tipo de trabajos artesanales y así pueda hacer diseños artísticos, trabajar el oro, la plata y el cobre, cortar y montar piedras, y hacer todo tipo de piezas artísticas de madera’”.

Relacionado con esto, el volumen 2 de la obra Perspicacia hace un comentario, dice que Jehová usó su espíritu santo para aumentar y mejorar las habilidades de Bezalel y de Oholiab.

Pero ¿volvió a usar Jehová otra vez su espíritu santo para mejorar las habilidades de todos los trabajadores del proyecto?

No.

Hizo algo diferente.

El versículo 34 dice que puso en el corazón de ellos “la habilidad —¿de qué?— de enseñar”, “de enseñar a otros”.

Y aquí tenemos una lección muy importante.

Vemos que Dios no solo hizo que Bezalel y Oholiab fueran buenos artesanos, también les dio la habilidad de capacitar a otros.

Entonces, hermanos, si han desarrollado una habilidad en particular o han aprendido a hacer muy bien su trabajo, imiten el ejemplo de Bezalel y Oholiab.

Denle el mérito y la gloria a Jehová por lo que saben.

Una manera de hacerlo es capacitando a los demás y enseñándoles a hacer todo lo que ustedes han aprendido.

Por ejemplo, si eres superintendente en Betel o anciano en tu congregación, sería bueno que pararas un momento y te preguntaras: “De las tareas de las que yo me encargo, ¿hay alguna que no tenga que hacer yo mismo?

¿Se podría encargar de la tarea mi auxiliar o algún otro hermano?”.

Esto se puede hacer tanto en Betel como en la congregación.

Queremos que los hermanos que desean hacer más sientan que tienen mucho que aportar, que se cuenta con ellos en la congregación.

Y esto incluye a los más jovencitos.

A veces los ancianos de la congregación son muy creativos y piensan en tareas sencillas que pueden asignarles a los niños que tienen el potencial de recibir más responsabilidades en el futuro.

Y ¿Cómo se sienten esos jovencitos?

Bueno, ellos se mueren de ganas por llegar al Salón del Reino porque saben que se cuenta con ellos.

Y con esto llegamos a la tercera lección de Juan 5:20: “Y le enseñará obras más grandes que estas”.

¿Qué aprendemos de estas pocas palabras?

Pues que Jehová capacitó a Jesús con la idea en mente de que tuviera mayores responsabilidades más adelante.

Queremos hacer lo mismo.

Queremos ayudar a otros a progresar y a que puedan recibir más responsabilidades en el futuro.

Por ejemplo, ¿te haces de vez en cuando preguntas como estas?: “¿Quién puede ser el siguiente superintendente o auxiliar de superintendente o encargado de grupo?

¿Quién podría ser un buen siervo ministerial o un anciano?

Y, si se le va a dar esa responsabilidad, ¿Qué capacitación necesita desde ya para que pueda hacer bien su trabajo?”.

Tenemos que imitar a Jehová.

Tenemos que seguir buscando oportunidades para ayudar a los hermanos más jóvenes a que sigan aprendiendo y puedan encargarse de más tareas en el futuro.

¿Saben?

En 1936, el hermano Rutherford recibió una carta de un hermano.

Y esto es lo que dice —esta carta está en nuestros archivos—: “Estimado señor, mi hijo, Milton, cumplirá 19 años en agosto y le gustaría trabajar en la fábrica de la Sociedad Watchtower.

Estará encantado de hacer cualquier trabajo que se le asigne.

Muchas gracias por su amabilidad.

Atentamente, Herman Henschel”.

Cuando el hermano Rutherford recibió esa carta sobre este joven de 19 años llamado Milton, ¿se podía imaginar él todo lo que Milton Henschel haría en su vida?

Probablemente no.

Pero alguien estuvo dispuesto a capacitar a este joven para que con el tiempo llegara a recibir muchas más responsabilidades, y hasta fue miembro del Cuerpo Gobernante.

En resumen, ¿Qué aprendemos?

Si el amor nos motiva a formar a otros, si trabajamos estrechamente con ellos para enseñarles todo lo que sabemos, si los capacitamos pensando en que en el futuro tengan más responsabilidades, entonces estaremos imitando a nuestro Padre celestial, Jehová, y poniendo nuestro granito de arena para que haya más hermanos y hermanas preparados, que es lo que nuestra organización necesita.




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