William Malenfant: “Sigue venciendo el mal con el bien”

‎El programa de este mes ‎nos anima a vencer el mal con el bien. ‎Sin embargo, este consejo, ‎que encontramos ‎en la carta de Pablo a los Romanos, ‎capítulo 12, versículo 21, ‎no es nada fácil de seguir. ‎Y es que vivimos en un mundo ‎alejado de Dios y de la verdad, ‎un mundo que trata ‎de meternos en su molde. ‎Isaías 5:20 nos deja ver ‎lo que opina este mundo ‎sobre las normas divinas. ‎Allí leemos: ‎Pero nosotros lograremos ‎vencer el mal con el bien ‎si tomamos en cuenta ‎las sabias palabras de las Escrituras ‎y el fiel ejemplo ‎de siervos de Dios del pasado.

‎Pensemos en Enoc. ‎Él nació cuando Adán ‎tenía unos 600 años de edad. ‎Así que, por casi 300 años, ‎Adán y él fueron contemporáneos. ‎Ahora bien, no hay registro ‎de que se hayan relacionado ‎durante ese tiempo. ‎La Biblia nos dice ‎que, en los días antes del Diluvio, ‎la tierra estaba llena de violencia ‎y la gente odiaba a Dios. ‎Siglos después, el discípulo Judas ‎habló del fuerte mensaje ‎que Enoc tuvo que predicar. ‎Enoc dijo que Jehová vendría ‎con miríadas de poderosos ángeles ‎en orden de batalla ‎para acabar ‎con toda aquella gente malvada. ‎Sí, anunció con valor ‎que Dios juzgaría a la humanidad ‎y traería una destrucción. ‎¡Y Enoc estaba solo! ‎La profecía se cumplió ‎cuando vino el Diluvio, ‎y todo aquello fue un precedente ‎de la destrucción ‎que vendrá en el futuro.

‎Génesis 5:24 nos confirma ‎que “Enoc siguió andando ‎con el Dios verdadero”. ‎El ejemplo de Enoc nos da el valor ‎para seguir fieles a Dios ‎aunque nuestros amigos y familiares ‎nos rechacen. ‎Enoc no intentó ‎que aquella gente malvada lo aceptara. ‎Y nosotros ‎tampoco queremos tener nada que ver ‎con este mundo moribundo ‎y su forma de actuar. ‎Puede que a veces nos sintamos solos, ‎pero no olvidemos ‎que, así como Jehová ‎jamás abandonó a Enoc, ‎tampoco abandonará ‎a sus siervos de hoy. ‎Imitamos a Enoc ‎cuando impedimos ‎que el ambiente malvado en el que vivimos ‎debilite nuestra fe en Dios. ‎Como él, venceremos el mal con el bien ‎si evitamos las malas compañías, ‎si nos mantenemos fieles a Jehová ‎y a su organización ‎y si seguimos predicando con valor.

‎El profeta Eliseo ‎se negó a pagar mal por mal ‎aun cuando, al parecer, ‎había razón para hacerlo. ‎Podemos leer lo que pasó ‎en Segundo de los Reyes, ‎capítulo 6, versículos 14 a 23. ‎Siria e Israel se encontraban en guerra, ‎y el rey sirio estaba furioso ‎porque Eliseo era capaz ‎de predecir el lugar preciso ‎donde pensaba sorprender ‎al ejército israelita. ‎Eliseo daba aviso al rey de Israel, ‎y este ordenaba a sus tropas ‎que no pasaran por ese lugar. ‎Al ver frustrados todos sus intentos, ‎el rey de Siria ‎se propuso capturar a Eliseo. ‎Así impediría que siguiera revelando ‎sus planes a los israelitas. ‎Cuando se enteró de que el profeta ‎se encontraba en la ciudad de Dotán, ‎envió a un gran ejército ‎compuesto por soldados a pie, ‎a caballo y en carros de guerra ‎para rodear la ciudad de noche ‎y dejar a Eliseo sin salida.

‎A la mañana siguiente, ‎Jehová escuchó el ruego de Eliseo ‎y asestó un duro golpe a los sirios: ‎los hirió con una ceguera temporal. ‎Entonces, Eliseo los llevó a todos, ‎no de vuelta a Siria, ‎sino a Samaria, ‎donde vivía el rey de Israel. ‎El rey quería matar ‎a los sirios en el acto, ‎pero Eliseo le dijo ‎lo que leemos en los versículos 22 y 23 ‎del capítulo 6 ‎de Segundo de los Reyes: ‎¡Qué sorpresa debieron llevarse ‎los soldados sirios! ‎Seguro que pensaban ‎que de esta no saldrían vivos. ‎Lo que hizo Eliseo ‎resultó mucho mejor ‎que si los israelitas ‎se hubieran vengado. ‎¿Por qué lo decimos? ‎El final del versículo 23 dice: ‎¿Pueden imaginarse ‎la cara del rey de Siria ‎al oír lo que le contaron sus soldados? ‎Ellos habían ido a capturar a Eliseo. ‎En cambio, fue Eliseo ‎quien, con la ayuda de Jehová, ‎los capturó a ellos, ‎y sin siquiera tomar la espada. ‎El rey debe haberse quedado estupefacto. ‎Y podemos estar seguros ‎de que los soldados del ejército sirio ‎no solo se sintieron ‎sumamente agradecidos ‎a Jehová y al profeta, ‎sino que de ahí en adelante ‎sintieron por ellos un profundo respeto. ‎Sin duda recordarían por mucho tiempo ‎la compasión que se les tuvo.

‎Igual que Eliseo, nosotros queremos ‎hacer el bien a los demás, ‎incluso a quienes sienten ‎antipatía hacia nosotros. ‎Cuando azotan desastres, ‎como incendios, inundaciones, ‎terremotos o huracanes, ‎hacemos todo lo posible ‎por consolar con la Biblia a la gente. ‎Además, quienes participan ‎en las labores de socorro ‎suelen ofrecer ayuda práctica ‎tanto a sus hermanos ‎como a otras personas. ‎Esto ha llevado a que muchos ‎cambien su opinión sobre nosotros ‎y se den cuenta de que Jehová ‎ha formado de entre las naciones ‎“un pueblo para su nombre” ‎en estos últimos días.

‎En 2 Timoteo 2:23-25, ‎el apóstol Pablo nos aconseja ‎cultivar cualidades ‎que nos distingan de este mundo. ‎Allí dice: ‎Y Pablo explica ‎por qué debemos hacer esto: ‎Pablo mismo era amable ‎y estaba “capacitado para enseñar”. ‎Y se mantuvo reprimido bajo lo malo ‎cuando los romanos lo encarcelaron ‎en el año 60 o 61 de nuestra era. ‎Estuvo unos dos años ‎bajo arresto domiciliario en Roma, ‎tal vez encadenado a un guardia ‎todo el tiempo. ‎Él no se merecía eso, ‎pero decidió no concentrarse ‎en su sufrimiento. ‎Tampoco se amargó ni terminó odiando ‎a las autoridades romanas. ‎Nada de eso. ‎Leamos lo que dijo en Filipenses, ‎capítulo 1, versículos 12 a 14: ‎En su carta a Tito, ‎en el capítulo 3, versículos 1 y 2, ‎Pablo nos recuerda que una manera ‎de vencer el mal con el bien ‎es mostrando respeto ‎por las autoridades locales, ‎sin importar dónde vivamos. ‎Él escribió: ‎Y Pablo vivía lo que predicaba.

‎Mientras estuvo preso en Roma, ‎Pablo escribió varias cartas inspiradas ‎a las congregaciones ‎de Grecia y Asia Menor, ‎cartas que nosotros podemos leer hoy. ‎Pero ¿verdad que jamás percibimos ‎que Pablo criticara a los gobernantes ‎o animara a los cristianos a apoyar ‎a algún líder o partido político? ‎No, él no era parte de este mundo. ‎Sabía que la única esperanza ‎para la humanidad es el Reino de Dios. ‎Él era un hombre espiritual. ‎Venció el mal con el bien ‎obedeciendo el mandato de Jesús ‎que encontramos en Marcos 12:17: ‎“Paguen a César las cosas de César, ‎pero a Dios las cosas de Dios”. ‎Pablo siempre mostró la “apacibilidad ‎que pertenece a la sabiduría”.

‎En 1 Pedro 2:21, ‎encontramos más detalles ‎acerca de lo que Jehová ‎espera de nosotros. ‎Pedro escribió: ‎Y entonces menciona ‎algunos de esos pasos ‎en los versículos 22 y 23: ‎Es Jehová quien juzga con justicia. ‎Pero no fue así ‎como los líderes religiosos judíos ‎juzgaron a Cristo. ‎Ellos lo insultaron ‎y hasta lo acusaron ‎de estar endemoniado. ‎Sin embargo, Jesús no se rebajó, ‎no devolvió mal por mal. ‎No se puso a insultarlos ‎o a amenazarlos. ‎Y es que los insultos y amenazas ‎no son la llave ‎que abre el corazón de la gente ‎para que acepte la verdad. ‎Cuando estaban juzgando a Jesús, ‎los líderes religiosos ‎agitaron a la multitud, ‎y la gente exigió que lo ejecutaran. ‎Las autoridades romanas ‎clavaron a Jesús en un madero, ‎donde sufrió ‎una muerte lenta y dolorosa. ‎Pero ¿qué dijo Jesús ‎mientras agonizaba en el madero? ‎¿Acaso condenó a los soldados romanos ‎que tanto lo habían maltratado ‎y que lo habían fijado allí? ‎No, él no hizo eso. ‎Él venció el mal con el bien. ‎Según Lucas 23:34, ‎entre sus últimas palabras, dijo: ‎“Padre, perdónalos, ‎porque no saben lo que hacen”.

‎Jesús sabía que los soldados romanos ‎no se imaginaban ‎quién era él en realidad ‎ni tenían idea ‎de lo que estaban haciendo. ‎Y podía perdonarlos ‎con la esperanza de que algún día ‎aceptaran el mensaje de la verdad ‎y se hicieran sus discípulos. ‎Jesús venció el mal con el bien ‎en todo momento ‎y confió por completo ‎en aquel que juzga con justicia: ‎su Padre, Jehová. ‎Nosotros queremos imitar a Jesús ‎y tener la misma confianza ‎que tuvo él en Jehová y en su Palabra.

‎Cuando nos esforzamos por seguir ‎el consejo inspirado ‎de Romanos 12:17, 18, ‎imitamos a Jesús. ‎Allí leemos: ‎Este consejo es muy importante ‎para quienes viven ‎en un hogar dividido ‎en sentido religioso. ‎Quien sirve a Jehová ‎debe resistir el impulso ‎de pagar con la misma moneda ‎cuando su cónyuge ‎no lo trata con bondad. ‎La verdad es que pagar mal por mal ‎no resulta en nada bueno. ‎Podría incluso empeorar la situación. ‎Ahora bien, si una esposa, por ejemplo, ‎le muestra bondad sincera a su esposo ‎después de que él le haga ‎un comentario despectivo ‎sobre sus creencias, ‎podría calmar los ánimos ‎y evitar un problema mayor.

‎Proverbios 31:12 nos muestra ‎cómo trata a su esposo ‎la mujer que quiere agradar a Dios. ‎Dice: “Ella le ha recompensado ‎con bien, y no mal, ‎todos los días de su vida”. ‎Por otra parte, los siervos de Jehová ‎hacemos “cosas excelentes ‎a vista de todos los hombres” ‎cuando ofrecemos ayuda práctica ‎a nuestros vecinos siempre que podemos, ‎en especial después de una desgracia. ‎De esa manera, ‎vencemos los prejuicios de la gente. ‎Además, los siervos de Dios ‎nos aseguramos de obedecer ‎el mandato de Romanos 12:19: ‎Al hablar de cederle lugar a la ira, ‎Pablo se refiere a la ira de Jehová. ‎Hay que dejar que sea Jehová ‎quien haga justicia, ‎pues él lo hará mucho mejor ‎que cualquiera de nosotros. ‎Ya lo dice Santiago 1:20, ‎“la ira del hombre ‎no obra la justicia de Dios”.

‎Romanos 12:20, 21 resume muy bien ‎la idea central de este discurso. ‎Allí Jehová le dice ‎a cada uno de sus siervos:



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