El programa de este mes nos anima a vencer el mal con el bien. Sin embargo, este consejo, que encontramos en la carta de Pablo a los Romanos, capítulo 12, versículo 21, no es nada fácil de seguir. Y es que vivimos en un mundo alejado de Dios y de la verdad, un mundo que trata de meternos en su molde. Isaías 5:20 nos deja ver lo que opina este mundo sobre las normas divinas. Allí leemos: Pero nosotros lograremos vencer el mal con el bien si tomamos en cuenta las sabias palabras de las Escrituras y el fiel ejemplo de siervos de Dios del pasado.
Pensemos en Enoc. Él nació cuando Adán tenía unos 600 años de edad. Así que, por casi 300 años, Adán y él fueron contemporáneos. Ahora bien, no hay registro de que se hayan relacionado durante ese tiempo. La Biblia nos dice que, en los días antes del Diluvio, la tierra estaba llena de violencia y la gente odiaba a Dios. Siglos después, el discípulo Judas habló del fuerte mensaje que Enoc tuvo que predicar. Enoc dijo que Jehová vendría con miríadas de poderosos ángeles en orden de batalla para acabar con toda aquella gente malvada. Sí, anunció con valor que Dios juzgaría a la humanidad y traería una destrucción. ¡Y Enoc estaba solo! La profecía se cumplió cuando vino el Diluvio, y todo aquello fue un precedente de la destrucción que vendrá en el futuro.
Génesis 5:24 nos confirma que “Enoc siguió andando con el Dios verdadero”. El ejemplo de Enoc nos da el valor para seguir fieles a Dios aunque nuestros amigos y familiares nos rechacen. Enoc no intentó que aquella gente malvada lo aceptara. Y nosotros tampoco queremos tener nada que ver con este mundo moribundo y su forma de actuar. Puede que a veces nos sintamos solos, pero no olvidemos que, así como Jehová jamás abandonó a Enoc, tampoco abandonará a sus siervos de hoy. Imitamos a Enoc cuando impedimos que el ambiente malvado en el que vivimos debilite nuestra fe en Dios. Como él, venceremos el mal con el bien si evitamos las malas compañías, si nos mantenemos fieles a Jehová y a su organización y si seguimos predicando con valor.
El profeta Eliseo se negó a pagar mal por mal aun cuando, al parecer, había razón para hacerlo. Podemos leer lo que pasó en Segundo de los Reyes, capítulo 6, versículos 14 a 23. Siria e Israel se encontraban en guerra, y el rey sirio estaba furioso porque Eliseo era capaz de predecir el lugar preciso donde pensaba sorprender al ejército israelita. Eliseo daba aviso al rey de Israel, y este ordenaba a sus tropas que no pasaran por ese lugar. Al ver frustrados todos sus intentos, el rey de Siria se propuso capturar a Eliseo. Así impediría que siguiera revelando sus planes a los israelitas. Cuando se enteró de que el profeta se encontraba en la ciudad de Dotán, envió a un gran ejército compuesto por soldados a pie, a caballo y en carros de guerra para rodear la ciudad de noche y dejar a Eliseo sin salida.
A la mañana siguiente, Jehová escuchó el ruego de Eliseo y asestó un duro golpe a los sirios: los hirió con una ceguera temporal. Entonces, Eliseo los llevó a todos, no de vuelta a Siria, sino a Samaria, donde vivía el rey de Israel. El rey quería matar a los sirios en el acto, pero Eliseo le dijo lo que leemos en los versículos 22 y 23 del capítulo 6 de Segundo de los Reyes: ¡Qué sorpresa debieron llevarse los soldados sirios! Seguro que pensaban que de esta no saldrían vivos. Lo que hizo Eliseo resultó mucho mejor que si los israelitas se hubieran vengado. ¿Por qué lo decimos? El final del versículo 23 dice: ¿Pueden imaginarse la cara del rey de Siria al oír lo que le contaron sus soldados? Ellos habían ido a capturar a Eliseo. En cambio, fue Eliseo quien, con la ayuda de Jehová, los capturó a ellos, y sin siquiera tomar la espada. El rey debe haberse quedado estupefacto. Y podemos estar seguros de que los soldados del ejército sirio no solo se sintieron sumamente agradecidos a Jehová y al profeta, sino que de ahí en adelante sintieron por ellos un profundo respeto. Sin duda recordarían por mucho tiempo la compasión que se les tuvo.
Igual que Eliseo, nosotros queremos hacer el bien a los demás, incluso a quienes sienten antipatía hacia nosotros. Cuando azotan desastres, como incendios, inundaciones, terremotos o huracanes, hacemos todo lo posible por consolar con la Biblia a la gente. Además, quienes participan en las labores de socorro suelen ofrecer ayuda práctica tanto a sus hermanos como a otras personas. Esto ha llevado a que muchos cambien su opinión sobre nosotros y se den cuenta de que Jehová ha formado de entre las naciones “un pueblo para su nombre” en estos últimos días.
En 2 Timoteo 2:23-25, el apóstol Pablo nos aconseja cultivar cualidades que nos distingan de este mundo. Allí dice: Y Pablo explica por qué debemos hacer esto: Pablo mismo era amable y estaba “capacitado para enseñar”. Y se mantuvo reprimido bajo lo malo cuando los romanos lo encarcelaron en el año 60 o 61 de nuestra era. Estuvo unos dos años bajo arresto domiciliario en Roma, tal vez encadenado a un guardia todo el tiempo. Él no se merecía eso, pero decidió no concentrarse en su sufrimiento. Tampoco se amargó ni terminó odiando a las autoridades romanas. Nada de eso. Leamos lo que dijo en Filipenses, capítulo 1, versículos 12 a 14: En su carta a Tito, en el capítulo 3, versículos 1 y 2, Pablo nos recuerda que una manera de vencer el mal con el bien es mostrando respeto por las autoridades locales, sin importar dónde vivamos. Él escribió: Y Pablo vivía lo que predicaba.
Mientras estuvo preso en Roma, Pablo escribió varias cartas inspiradas a las congregaciones de Grecia y Asia Menor, cartas que nosotros podemos leer hoy. Pero ¿verdad que jamás percibimos que Pablo criticara a los gobernantes o animara a los cristianos a apoyar a algún líder o partido político? No, él no era parte de este mundo. Sabía que la única esperanza para la humanidad es el Reino de Dios. Él era un hombre espiritual. Venció el mal con el bien obedeciendo el mandato de Jesús que encontramos en Marcos 12:17: “Paguen a César las cosas de César, pero a Dios las cosas de Dios”. Pablo siempre mostró la “apacibilidad que pertenece a la sabiduría”.
En 1 Pedro 2:21, encontramos más detalles acerca de lo que Jehová espera de nosotros. Pedro escribió: Y entonces menciona algunos de esos pasos en los versículos 22 y 23: Es Jehová quien juzga con justicia. Pero no fue así como los líderes religiosos judíos juzgaron a Cristo. Ellos lo insultaron y hasta lo acusaron de estar endemoniado. Sin embargo, Jesús no se rebajó, no devolvió mal por mal. No se puso a insultarlos o a amenazarlos. Y es que los insultos y amenazas no son la llave que abre el corazón de la gente para que acepte la verdad. Cuando estaban juzgando a Jesús, los líderes religiosos agitaron a la multitud, y la gente exigió que lo ejecutaran. Las autoridades romanas clavaron a Jesús en un madero, donde sufrió una muerte lenta y dolorosa. Pero ¿qué dijo Jesús mientras agonizaba en el madero? ¿Acaso condenó a los soldados romanos que tanto lo habían maltratado y que lo habían fijado allí? No, él no hizo eso. Él venció el mal con el bien. Según Lucas 23:34, entre sus últimas palabras, dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Jesús sabía que los soldados romanos no se imaginaban quién era él en realidad ni tenían idea de lo que estaban haciendo. Y podía perdonarlos con la esperanza de que algún día aceptaran el mensaje de la verdad y se hicieran sus discípulos. Jesús venció el mal con el bien en todo momento y confió por completo en aquel que juzga con justicia: su Padre, Jehová. Nosotros queremos imitar a Jesús y tener la misma confianza que tuvo él en Jehová y en su Palabra.
Cuando nos esforzamos por seguir el consejo inspirado de Romanos 12:17, 18, imitamos a Jesús. Allí leemos: Este consejo es muy importante para quienes viven en un hogar dividido en sentido religioso. Quien sirve a Jehová debe resistir el impulso de pagar con la misma moneda cuando su cónyuge no lo trata con bondad. La verdad es que pagar mal por mal no resulta en nada bueno. Podría incluso empeorar la situación. Ahora bien, si una esposa, por ejemplo, le muestra bondad sincera a su esposo después de que él le haga un comentario despectivo sobre sus creencias, podría calmar los ánimos y evitar un problema mayor.
Proverbios 31:12 nos muestra cómo trata a su esposo la mujer que quiere agradar a Dios. Dice: “Ella le ha recompensado con bien, y no mal, todos los días de su vida”. Por otra parte, los siervos de Jehová hacemos “cosas excelentes a vista de todos los hombres” cuando ofrecemos ayuda práctica a nuestros vecinos siempre que podemos, en especial después de una desgracia. De esa manera, vencemos los prejuicios de la gente. Además, los siervos de Dios nos aseguramos de obedecer el mandato de Romanos 12:19: Al hablar de cederle lugar a la ira, Pablo se refiere a la ira de Jehová. Hay que dejar que sea Jehová quien haga justicia, pues él lo hará mucho mejor que cualquiera de nosotros. Ya lo dice Santiago 1:20, “la ira del hombre no obra la justicia de Dios”.
Romanos 12:20, 21 resume muy bien la idea central de este discurso. Allí Jehová le dice a cada uno de sus siervos: