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Además, invitamos a los precursores de entre 23 y 65 años que deseen ampliar su ministerio a hablar con el secretario de su congregación y a llenar la solicitud en línea para asistir a la Escuela para Evangelizadores del Reino.
¿Cómo podemos conservar la fe durante los difíciles últimos días de este sistema?
Aprenderemos de personas que vivieron en un tiempo muy parecido al nuestro.
A continuación, el hermano Anthony Morris, del Cuerpo Gobernante, presentará la lectura bíblica dramatizada, titulada Noé: la fe lo motivó a obedecer.
Tres días antes de que Jesús fuera asesinado, sus discípulos le hicieron una pregunta que es muy importante para todos nosotros.
La pregunta fue: “¿Qué señal habrá de tu presencia y de la conclusión del sistema?”.
Cuando les contestó, Jesús predijo que, durante algún tiempo antes del fin y de la llegada del nuevo mundo, habría guerras, terremotos, hambre y epidemias.
Jesús también dijo: Con esas palabras, Jesús confirmó que Noé fue una persona de la vida real y que el Diluvio de verdad sucedió.
También dejó claro que el tiempo en que vivimos hoy se parecería al tiempo en el que vivió Noé justo antes del Diluvio.
Por eso es muy importante que examinemos lo que sucedió en los días de Noé, pues hay mucho que podemos aprender.
Los primeros capítulos de Génesis nos dan una idea de cómo vivió la gente durante los primeros siglos de la humanidad, después de que Adán y Eva fueran echados del jardín de Edén y antes de que Noé naciera.
Todos hablaban el mismo idioma y, muy probablemente, ya habían desarrollado la escritura.
Ya habían construido una ciudad, o puede que varias, y ya sabían trabajar el cobre y el hierro.
Tenían instrumentos musicales, como el arpa y la flauta.
Y, como eran descendientes cercanos de Adán y Eva —que habían sido perfectos—, vivían muchos años, ¡siglos incluso!
Pero tenían un gran problema: se habían alejado de Jehová y, como resultado, formaban una sociedad violenta e inmoral.
Era un mundo tan malo que Jehová hizo que un descendiente de Adán, un hombre de la séptima generación llamado Enoc, le anunciara a la gente que Dios no toleraría para siempre toda aquella maldad y rebeldía.
Dios acabaría con los malvados.
Claro, a la gente de aquella época no le gustó nada el mensaje de Enoc.
Lo odiaban tanto que parece que intentaron matarlo.
Enoc nunca vio cómo se cumplió su profecía.
Pasaron unos 600 años más, y aquel mundo malvado no hizo más que empeorar.
Leamos el relato de Génesis 6:1-7.
Ahora bien, cuando la cantidad de hombres empezó a aumentar por toda la tierra y ellos tuvieron hijas, los hijos del Dios verdadero empezaron a darse cuenta de que las hijas de los hombres eran hermosas.
Así que comenzaron a casarse con todas las que quisieron.
Y Jehová dijo: Mi espíritu no tolerará por siempre al hombre, porque solo es carne.
Por lo tanto, sus días serán 120 años.
Los nefilim ya estaban en la tierra para ese entonces, y también después.
En esos tiempos, los hijos del Dios verdadero tenían relaciones con las hijas de los hombres y ellas les daban hijos.
Estos fueron los hombres poderosos y famosos de la antigüedad.
Así que Jehová vio que la maldad del hombre crecía en la tierra y que los pensamientos de su corazón estaban inclinados solo hacia el mal todo el tiempo.
Y Jehová sintió pesar por haber creado al hombre en la tierra; sintió un gran dolor en el corazón.
Por lo tanto, Jehová dijo: Voy a eliminar de la faz de la tierra a los hombres que he creado, tanto a ellos como a los animales domésticos, a los animales que se arrastran y a los animales voladores de los cielos, porque lamento haberlos hecho.
Como acabamos de leer, algunos ángeles desarrollaron un deseo anormal e incorrecto cuando empezaron a fijarse en las mujeres hermosas de la Tierra.
Aquellos ángeles cometieron un acto de rebelión: bajaron a la Tierra y, ya con cuerpos humanos, tuvieron sexo con las mujeres.
Se convirtieron en demonios, seres malvados y egoístas.
Quizás fueran muy atractivos, inteligentes y hasta encantadores.
Encima, tenían superpoderes.
Serían irresistibles para muchas mujeres, en especial para las que no querían saber nada de Dios.
A otras tal vez las hayan violado.
Sea cual sea el caso, los demonios tomaron “todas las que quisieron”.
¿Y quién sería capaz de detenerlos?
¡Estamos hablando de demonios!
Estas criaturas se apoderaron de las hijas de muchos hombres, de sus hermanas y, quizás, de sus esposas.
Aquellas mujeres quedaron embarazadas, pero los hijos que dieron a luz no eran como los demás varoncitos.
Eran mucho más fuertes, agresivos y crueles.
Y siguieron siendo así de adultos.
En la Tierra, nunca jamás había habido alguien tan cruel como ellos.
La Biblia los llama los “nefilim”, que quizás significa “los derribadores”, “los que hacen caer a otros”.
Aterrorizaban a la gente.
Igual que sus padres, los nefilim no respetaban a Dios.
Buscaban la fama: ser los más violentos, los más fuertes.
Los ángeles materializados y sus hijos, los nefilim, conquistaron el mundo de su época y se ganaron muchos seguidores de entre la gente.
Así que Jehová vio que la maldad del hombre no tenía límites y que sus pensamientos estaban inclinados hacia lo malo en todo momento.
¡Qué feliz debió de sentirse Satanás al ver que la gran mayoría de la humanidad le había dado la espalda a Jehová y se había echado a perder!
Pero, en medio de toda aquella maldad, había un hombre que sí era fiel a Dios.
¿Y quién era?
Leamos Génesis 6:8.
Sin embargo, Noé tuvo la aprobación de Jehová.
Esta es la historia de Noé.
Noé era un hombre justo.
Resultó ser intachable entre la gente de su tiempo.
Él andaba con el Dios verdadero.
Con el tiempo, Noé tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet.
Ahora bien, el Dios verdadero vio que la tierra estaba arruinada y llena de violencia.
Así es, Dios se fijó en la tierra, y estaba arruinada.
Toda la gente de la tierra llevaba una vida corrupta.
Hay quien dice que Noé nunca existió y que la historia del Diluvio no es más que un cuento, una simple leyenda.
Pero quien escribió estas palabras estaba convencido de que sí existió Noé y de que el Diluvio realmente ocurrió.
También los profetas Isaías y Ezequiel hablaron de Noé.
Y tanto Esdras, el escritor de 1 Crónicas, como Lucas incluyeron a Noé en las genealogías que compilaron.
Además, los apóstoles Pablo y Pedro se refirieron al Diluvio como un hecho.
Y, como dijimos al principio, lo que dijo Jesucristo, el Hijo de Dios, sobre Noé y sobre el Diluvio confirma que el relato de Génesis es verdad.
La fe de Noé era única.
Vivía en un mundo dominado por los demonios y su prole despiadada, y estaba rodeado de personas malvadas que se habían rebelado contra Dios.
Y no tenía muchas de las cosas que tenemos nosotros para fortalecer nuestra fe.
No tenía la Biblia, que nos ayuda a conocer mejor a Jehová y a amarlo, y a aprender del ejemplo de otros hombres y mujeres fieles que han existido.
Tampoco era parte de una congregación, donde los demás te dan su apoyo y fortalecen tu fe.
Pero había cosas que Noé sí tenía.
Tenía constancia de lo sucedido en Edén y podía ver las consecuencias: la gente envejecía y moría.
También sabía que la entrada al Edén estaba resguardada y que Dios había maldecido el suelo fuera del jardín.
Tenía muy presente lo que había profetizado su bisabuelo, Enoc.
También recordaba que sobre él mismo su padre, Lamec, había profetizado que aquel hijo libraría a la humanidad del trabajo y del esfuerzo doloroso que implicaba cultivar el suelo que Jehová había maldecido.
Por eso lo llamó Noé, que quizás significa “descanso” o “consuelo”.
Noé debió de pensar mucho en aquellas profecías.
¿Cómo traería él consuelo?
¿Cómo castigaría Dios a toda aquella gente mala y cuándo?
Durante siglos tuvo aquellas preguntas, y seguro que le oró a Jehová.
Para cuando Noé tenía más de 500 años de edad, ya se había casado y su esposa le había dado tres hijos.
A pesar de la pésima influencia que lo rodeaba, Noé permaneció fiel y ayudó a su familia a hacer lo mismo.
Un día, Jehová le transmitió a Noé un mensaje que debió de haberlo dejado boquiabierto.
Regresemos al capítulo 6 de Génesis y leamos a partir del versículo 13.
Entonces Dios le dijo a Noé: He decidido acabar con todo ser vivo, porque la tierra está llena de violencia por culpa de los hombres.
Por eso voy a destruirlos y a arrasar la tierra.
Construye un arca de madera resinosa para ti.
Hazle compartimientos y cúbrela de alquitrán por dentro y por fuera.
Hazla así: debe medir 300 codos de largo, 50 codos de ancho y 30 codos de alto; debe tener tres niveles: primero, segundo y tercero; a un codo del techo debe haber una ventana para que entre luz, y la entrada del arca debe estar en uno de los lados.
Y yo, por mi parte, voy a traer un diluvio que inundará la tierra y destruirá a todo ser vivo que está bajo los cielos y que tiene aliento de vida.
Todo lo que está en la tierra morirá.
Estoy estableciendo mi pacto contigo.
Tú tienes que entrar en el arca con tus hijos, tu esposa y tus nueras.
También debes meter contigo en el arca una pareja de cada tipo de animal —un macho y una hembra— para mantenerlos con vida.
Dos ejemplares de cada animal volador según su género, dos ejemplares de cada animal doméstico según su género y dos ejemplares de cada animal que se arrastra según su género irán adonde estés y entrarán en el arca para que los mantengas con vida.
Y tú, por tu parte, debes juntar todo tipo de alimento y llevártelo para que tú y los animales puedan comer.
Así que Noé hizo todo lo que Dios le había mandado.
Lo hizo tal como él había dicho.
Noé llevaba mucho tiempo esperando que Jehová hiciera algo, y ahora por fin sabía lo que haría: ¡vendría un diluvio!
Aquella inundación tendría efectos catastróficos.
Dios también le dijo a Noé lo que él y su familia debían hacer.
¡Qué gran responsabilidad tenían!
Seguro que se sintieron muy nerviosos.
¡Tenían que hacer un arca enorme!
Ahora le surgieron a Noé otras preguntas.
Tenía que cortar un sinnúmero de árboles, hacer distintas piezas de madera y unirlas.
¿Cómo iba a hacer todo eso?
¿Y cómo iba a juntar tantos animales distintos?
¿Y cómo iba a conseguir y almacenar alimentos para los animales y para su familia?
Y, cuando los malvados se enteraran de lo que iba a pasar, ¿qué pensarían?
Noé sabía lo que les había pasado a los hombres justos que vivieron antes que él.
A Abel lo mató Caín.
Y es probable que los enemigos de Enoc estuvieran a punto de hacerle un daño terrible, y por eso Jehová vio mejor acortar la vida de su siervo.
La gente vio a Noé trabajar en el arca, y sin duda se enteró de lo que iba a suceder.
Es probable que ellos y los nefilim reaccionaran de forma violenta.
Pero Noé confió en Jehová y se puso a trabajar.
Hizo todo lo que Jehová le había mandado.
El arca no se construyó en un par de días: tomó 40 o 50 años terminarla.
Seguro que no fue nada fácil, pero la Biblia no dice que Noé se quejara.
Y nadie los ayudó ni a él ni a su familia.
Jesús dijo que los de aquella época “no hicieron caso hasta que vino el Diluvio y los barrió a todos”.
Claro, a la gente debió de llamarle la atención el arca.
Seguro que le preguntaron a Noé qué era aquella estructura tan grande y para qué la estaba haciendo.
Es lógico pensar que les diera una explicación.
Y, aunque saltaba a la vista que Jehová estaba bendiciendo a Noé y sus esfuerzos, la gente no fue capaz de verlo.
Se negaron a aceptar que aquello afectaría su propia vida.
Estaban muy ocupados en sus propias cosas.
Comían, bebían, se casaban...
en eso se les iba la vida.
Para ellos, Noé y su familia no eran más que unos locos.
Se burlaban de ellos con desprecio y, quizás, hasta los amenazaban.
Finalmente, el arca quedó lista.
Podemos imaginarnos a Noé y su familia contemplándola con sentido de logro, recordando cómo Jehová los había ayudado.
Y es que Jehová siempre les da a sus siervos la guía que necesitan.
Luego, Jehová vuelve a comunicarse con Noé.
Leamos lo que le dijo en Génesis 7:1-5.
Después de eso, Jehová le dijo a Noé: Entra tú con toda tu familia en el arca, porque he visto que, a diferencia de esta generación, tú eres justo.
De cada tipo de animal puro debes llevar siete contigo: machos y hembras.
Pero de cada animal que no es puro solo debes llevar dos: el macho y la hembra.
De los animales voladores de los cielos debes llevar siete también —machos y hembras— para que su descendencia sobreviva sobre toda la tierra.
Porque dentro de solo siete días haré que llueva en la tierra durante 40 días y 40 noches, y eliminaré de la faz de la tierra a todos los seres vivos que he hecho.
De modo que Noé hizo todo lo que Jehová le había mandado.
No había tiempo que perder.
Aún quedaba mucho trabajo.
Solo faltaban siete días para que lloviera, y había que encontrarles lugar en el arca a los animales y también a las provisiones.
Noé escuchó y obedeció.
Esta es la segunda vez que leemos en este relato que “Noé hizo todo lo que Jehová le había mandado”.
Sigamos leyendo. Es Génesis 7:6.
Noé tenía 600 años de edad cuando el Diluvio inundó la tierra.
Pues bien, antes de empezar el Diluvio, Noé entró en el arca con sus hijos, su esposa y sus nueras.
Y los animales puros, los animales que no eran puros, los animales voladores y todo lo que se mueve sobre el suelo fueron adonde estaba Noé y entraron en el arca de dos en dos, macho y hembra, tal como Dios le había mandado a Noé.
Siete días después cayó el Diluvio sobre la tierra.
Cuando Noé tenía 600 años, el día 17 del segundo mes, ese día reventaron todos los manantiales de las extensas aguas profundas y se abrieron las compuertas de los cielos.
Y llovió con fuerza en la tierra durante 40 días y 40 noches.
Ese mismo día, Noé entró en el arca con sus hijos —Sem, Cam y Jafet—, su esposa y sus tres nueras.
Ellos entraron con todos los animales salvajes según sus géneros, todos los animales domésticos según sus géneros, todos los animales de la tierra que se arrastran según sus géneros y todos los animales voladores según sus géneros, todas las aves, todos los animales con alas.
Y todo tipo de animales que tenían aliento de vida siguieron yendo adonde estaba Noé y entrando de dos en dos en el arca.
Así que entraron machos y hembras de todo tipo de animales, tal como Dios le había mandado a Noé.
Después, Jehová cerró la puerta detrás de él.
Y el Diluvio siguió cayendo durante 40 días en la tierra.
Las aguas no dejaron de crecer, empezaron a levantar el arca y la hicieron flotar muy por encima del suelo.
Las aguas siguieron creciendo e inundando la tierra.
Pero el arca flotaba en la superficie.
Las aguas crecieron tanto que cubrieron todas las montañas altas que hay bajo los cielos.
Llegaron hasta 15 codos por encima de las montañas.
Así que murió todo ser vivo que había en la tierra: los animales voladores, los animales domésticos, los animales salvajes, los animales que enjambran en la tierra y todos los seres humanos.
Murió todo lo que había en el suelo seco y tenía aliento de vida en la nariz.
Dios eliminó a todo ser vivo de la superficie de la tierra, incluidos los seres humanos, los animales, los animales que se arrastran y los animales voladores de los cielos.
Todos fueron destruidos.
Solo sobrevivieron Noé y los que estaban con él en el arca.
Y las aguas siguieron cubriendo la tierra durante 150 días.
Si Noé se había preguntado cómo reuniría a los animales, ahora lo sabía: vendrían a él.
Jehová los traería.
Noé no tuvo que ir a buscarlos; llegaron solos, y vinieron animales de toda clase; algunos de siete en siete, y otros de dos en dos. ¡Lo que habrá sido ese desfile!
Una multitud de animales trotando, saltando, galopando y hasta serpenteando...
todos juntos marchando hacia el arca.
¿Pueden imaginarse a Noé y a su familia recibiéndolos y tratando de acomodarlos en el arca?
Seguro que acariciaron a algunos y que tuvieron que hacerse a un lado para que otros no los aplastaran. Imagínense también a las bandadas de aves que llegaban batiendo sus alas para posarse sobre el arca e ir entrando en ella.
¡Cuántos colores y sonidos!
Noé y su familia tal vez tenían que gritar para poder escucharse entre tanto alboroto.
Cuando ya todos estaban adentro, Jehová cerró la puerta.
Allí estaban Noé y su familia, todos juntos, esforzándose por escuchar lo que sucedía afuera.
Entonces, después de toda aquella espera, llegó la lluvia.
Puede que al principio fueran unas cuantas gotas, pero pronto llovió a cántaros.
El ruido era ensordecedor.
¡Lo que tanto habían esperado se estaba haciendo realidad!
Estaban cansados, agotadísimos, pero seguro que aquella noche apenas pudieron dormir.
Había que atender a los animales y, en medio de aquella tempestad, habrán orado como nunca. ¿Se pondrían a pensar en los que quedaron fuera del arca?
Seguro que sí.
A muchos los conocían...
les habían predicado.
Algunos eran sus parientes.
¡Qué situación tan triste!
Al igual que Jehová, Noé no se alegró de que los malvados murieran, para nada. Que muriera toda aquella gente fue muy doloroso, pero Noé y su familia les habían dado suficientes advertencias.
Incluso los que no hubieran visto el arca con sus propios ojos habrían oído hablar de ella, no era ningún secreto.
Pero ahora era demasiado tarde: Jehová ya había cerrado la puerta.
La lluvia azotaba el arca.
Entonces sucedió algo impresionante; fue un momento que Noé y su familia jamás olvidarían: el arca se bamboleó, y poco a poco fueron sintiendo cómo se iba elevando.
¡El arca flotaba!
¡El corazón se les quería salir del pecho!
¿Aguantaría el arca?
Sigamos leyendo el relato de Génesis.
Veamos, en el capítulo 8, lo que sucedió después.
Pero Dios no se olvidó de Noé ni de los animales salvajes ni de los animales domésticos que estaban con él en el arca.
Así que Dios hizo que un viento soplara en la tierra, y las aguas empezaron a bajar.
Los manantiales de las aguas profundas y las compuertas de los cielos se cerraron, de modo que dejó de llover. Poco a poco, las aguas se fueron retirando de la tierra.
Y al cabo de 150 días habían bajado bastante.
El día 17 del séptimo mes, el arca se detuvo sobre las montañas de Ararat.
Las aguas siguieron disminuyendo hasta el décimo mes.
El primer día del décimo mes comenzaron a verse las cimas de las montañas. Al cabo de 40 días, Noé abrió la ventana que había hecho en el arca y mandó afuera un cuervo, que estuvo yendo y viniendo hasta que el suelo se secó.
Luego Noé también mandó afuera una paloma para ver si había menos agua en la superficie de la tierra.
Pero la paloma no encontró un lugar donde posarse porque las aguas todavía cubrían la superficie de toda la tierra, así que regresó al arca. Entonces, Noé estiró la mano para meter la paloma en el arca.
Esperó siete días más y otra vez la mandó fuera del arca.
La paloma regresó al atardecer.
¡Y Noé vio que en el pico llevaba una hoja fresca de olivo!
Así se dio cuenta de que las aguas habían disminuido en la tierra.
Esperó otros siete días y de nuevo envió afuera a la paloma, pero esta vez ya no regresó.
Llovió sin parar durante 40 días y 40 noches...
y, entonces, no llovió más.
¿Qué habrán sentido Noé y su familia al mirar hacia afuera y no ver más que agua?
Sopló el viento, y las aguas comenzaron a bajar. Y, 150 días después de que empezara el Diluvio, el arca tocó tierra.
¡Qué contentos debieron de estar!
¿Era momento de salir?
No.
El agua no había bajado lo suficiente.
Y tampoco es que Noé y su familia no tuvieran nada que hacer: había que atender a todos los animales.
Pero seguro que se morían de ganas de salir del arca, de dejar atrás el confinamiento, de pisar tierra firme.
Pero había que ser pacientes.
Aun así, nos los podemos imaginar conversando de todo lo que harían cuando por fin salieran del arca.
Pasaron otros 73 días.
Ahora se veían las cumbres de las montañas. ¿Había llegado la hora de salir?
Noé se asomó por la ventana.
Luego, de entre las aves, seleccionó un cuervo y lo dejó libre.
Pero regresaba.
Más adelante, Noé decidió intentarlo con una paloma, pero la paloma también regresó, porque no encontró dónde posarse.
Noé esperó una semana y la liberó de nuevo.
Esta vez, la paloma regresó con una hoja de olivo en el pico.
Cuando la volvió a soltar siete días después, la paloma ya no regresó.
¿Qué pasó entonces?
Veámoslo aquí en Génesis 8:13.
En el año 601 de la vida de Noé, en el primer día del primer mes, las aguas se habían retirado de la tierra.
Noé quitó la cubierta del arca y vio que el suelo se estaba secando.
Y, en el día 27 del segundo mes, el suelo quedó completamente seco.
Entonces Dios le dijo a Noé: Sal del arca con tu esposa, tus hijos y tus nueras.
Saca contigo a todos los seres vivos: a los animales voladores, a los animales y a los animales que se arrastran.
Así podrán multiplicarse en la tierra y reproducirse y ser muchos. De modo que Noé salió del arca con sus hijos, su esposa y sus nueras.
Y todos los seres vivos, todos los animales que se arrastran y todos los animales voladores —todo lo que se mueve sobre la tierra— salieron del arca por familias.
Luego Noé le construyó un altar a Jehová y sobre él ofreció algunos de los animales puros y algunos de los animales voladores puros como ofrendas quemadas.
Y a Jehová le llegó un aroma muy agradable.
Así que Jehová dijo en su corazón: Nunca más maldeciré el suelo por culpa de los hombres, porque el corazón de los hombres tiende al mal desde la juventud.
Nunca volveré a destruir de esta manera a todo ser vivo.
De ahora en adelante, en la tierra siempre habrá siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno, día y noche.
Cuando vio que la paloma no regresaba, Noé quitó parte de la cubierta del arca.
Entonces pudo ver que gran parte de la tierra se había secado.
Es posible que notara que la vegetación estaba creciendo como él nunca lo había visto.
Recordemos que, antes del Diluvio, Jehová había maldecido el suelo.
Aun así, Noé esperó a que Jehová le diera instrucciones.
Y llegó el día.
Jehová le dijo: “Sal del arca”.
¡Por fin!
Se habrán puesto a saltar de alegría.
Llevaban 370 días en el arca.
Saldrían del arca felices, llenos de ilusión, deseosos de respirar aire fresco y de comenzar una nueva vida. Claro, los animales también salieron, y la familia los vio irse por todos lados.
Se habrán encariñado con algunos de ellos, pero ahora estaban felices de dejarlos libres.
Los demonios, los nefilim y toda la gente mala eran cosa del pasado. Noé y su familia estaban muy agradecidos.
Enseguida Noé hizo un altar y se puso a ofrecer sacrificios sobre él.
Jehová se sintió muy complacido.
Le prometió a la familia que nunca jamás volvería a destruir a todos los seres vivos.
Pero hizo algo más: estableció un pacto con Noé y sus hijos, y como señal de ese pacto, les dio algo que aún vemos hoy.
Leamos lo que fue en Génesis capítulo 9.
Comencemos en el versículo 8.
Después Dios les dijo a Noé y a sus hijos: Ahora establezco un pacto con ustedes, con sus descendientes y con todos los seres vivos que salieron del arca con ustedes —las aves, los animales y todos los seres vivos de la tierra que están con ustedes—, es decir, con todos los seres vivos de la tierra.
Este es el pacto que establezco con ustedes: nunca más traeré un diluvio para destruir a todos los seres vivos ni para arruinar la tierra”. Luego Dios añadió: Esta es la señal del pacto que estoy estableciendo con ustedes y con todos los seres vivos que están con ustedes para todas las generaciones futuras: en las nubes pongo mi arcoíris.
Y servirá de señal del pacto que establezco con la tierra.
Cada vez que traiga nubes sobre la tierra, el arcoíris sin falta aparecerá en las nubes. Entonces recordaré sin falta el pacto que hice con ustedes y con todo tipo de seres vivos.
Las aguas nunca más se convertirán en un diluvio para destruir a todos los seres vivos de la tierra.
Cuando el arcoíris aparezca en las nubes, yo sin falta lo veré y recordaré el pacto eterno entre Dios y todo tipo de seres vivos de la tierra.
¡Qué espléndida señal de parte de Jehová!
Cada vez que aparece en el cielo el arcoíris, tanto Dios como el hombre recuerdan esa promesa.
Para Noé y su familia debió de haber sido espectacular ver todos esos colores: violeta, añil, azul, verde, amarillo, naranja y rojo. ¡Jamás volverá un diluvio a inundar toda la Tierra!
Esto no significa que Jehová vaya a tolerar para siempre la maldad.
Veamos unas palabras que escribió el apóstol Pedro.
Están en 2 Pedro 2:5.
Allí se dice sobre Dios: El mundo de hoy se parece muchísimo al del tiempo de Noé.
Es muy violento...
y la gente hace muchas cosas malas que Jehová odia.
Las personas se preocupan por lo suyo y nada más.
No les importa el mensaje que llevamos; lo ignoran. Hasta hay personas que se burlan y dicen: “¿Dónde está esa prometida presencia de él?
Porque [...] todas las cosas siguen exactamente igual que desde el principio de la creación”.
¡Pero se equivocan! Jehová acabó con la maldad en los días de Noé y hará lo mismo en el futuro.
Pero como Noé, los justos sobrevivirán.
La Biblia nos asegura: “Jehová sabe rescatar de las pruebas a las personas que le tienen devoción y reservar a las personas injustas para que sean destruidas en el día de juicio”.
Jehová convertirá la Tierra en un paraíso, tal y como se lo propuso desde el principio.
Allí solo habrá personas buenas.
No habrá lugar para gente rebelde.
¿Y qué les espera a los espíritus malvados?
Bueno, cuando vino el Diluvio en los días de Noé, los ángeles desobedientes se deshicieron de sus cuerpos humanos y regresaron al cielo, pero en deshonra.
Y esos demonios siguen haciendo todo lo posible por corromper a la humanidad, hasta el día de hoy.
Ahora, cuando Jehová entre en acción, los demonios y su gobernante, Satanás, quedarán de manos atadas. La Biblia dice: Noé obedeció a Jehová por su fe.
Como resultado, él y su familia sobrevivieron.
Noé vivió una larga vida: 950 años.
Pero aún hay más.
Cuando resucite, tendrá la oportunidad de vivir para siempre.
Y, si imitamos la fe de Noé y obedecemos, nosotros también podremos ser amigos de Jehová...
¡y nuestra amistad con él será eterna!
El relato bíblico de Noé nos recuerda que el fin de este sistema está muy cerca y que muy pronto Jehová recompensará nuestra fe.
Les alegrará saber que la lectura bíblica dramatizada que acabamos de escuchar se puede descargar desde hoy en jw.org y JW Library®.
Jehová protegió a Noé y a su familia antes de que llegara el Diluvio.
Ahora nos protege a nosotros.
¿Qué puede ayudarnos a permanecer cerca de Jehová a pesar de las pruebas?
¿De qué maneras nos ayuda Jehová hoy día?
Presten atención al hermano Kenneth Cook, del Cuerpo Gobernante, que responderá a estas preguntas en el discurso “Tengamos fe y no dudemos”.
Dependemos de potentes máquinas hechas por el hombre para transportar artículos necesarios.
Por ejemplo, un potente tren de carga puede subir por colinas empinadas para entregar su mercancía a tiempo.
Un potente buque de carga puede surcar los océanos para llevar su mercancía.
Pero las cosas que el hombre puede hacer tienen un límite.
Cuando se trata de las cosas más necesarias, como la paz, la seguridad y la felicidad duraderas, los humanos prometen lo que no tienen el poder para cumplir.
Las instituciones políticas, religiosas y financieras no han demostrado ser confiables.
Con tantas promesas incumplidas, no nos sorprende que haya tanta gente que vea el futuro con desconfianza.
En contraste con esos fracasos, las promesas de Jehová nunca fallan.
Y, cuando confiamos en sus promesas, nos hacemos poderosos.
Él siempre cumple con su palabra.
Jehová promete ayudarnos cuando tengamos problemas, sin importar lo difíciles que sean.
Pensemos en el ejemplo de Jesús.
Ningún ser humano se ha enfrentado a pruebas tan difíciles como las que él tuvo.
Sin embargo, Jesús tuvo una fe que lo hizo poderoso y lo ayudó a aguantar.
Él sabía de lo que hablaba cuando animó a sus seguidores a tener fe y a no dudar.
Por ejemplo, en una ocasión mientras caminaba con sus discípulos cerca de Betania, Jesús se valió de una higuera para enseñarles una importante lección sobre la necesidad de tener fe en Dios.
El relato de Mateo 21 dice que la higuera no tenía higos, solo tenía hojas.
En los versículos 19 y 20, Jesús le dijo al árbol: “ ‘Que nunca más vuelvas a dar fruto’.
Al instante la higuera se secó”.
Los discípulos se quedaron asombrados y le preguntaron a Jesús: “¿Cómo es posible que la higuera se secara de golpe?”.
Mientras leemos la respuesta de Jesús en los versículos 21 y 22, recuerden que él está tratando de enseñarles una lección importante a sus discípulos.
Así que veamos lo que aprendemos sobre la fe en los versículos 21 y 22: “Jesús les respondió: ‘Les aseguro que, si tienen fe y no dudan, no solo harán lo que yo le hice a la higuera, sino que también le dirán a esta montaña “Levántate y lánzate al mar” y así pasará.
Y todo lo que pidan al orar, si tienen fe, lo recibirán’ ”.
Esa fue una importante lección sobre la fe, teniendo en cuenta las pruebas por las que los discípulos estaban a punto de pasar.
Pero ¿pueden encontrar otras lecciones en este ejemplo?
Podemos aprender otra lección importante sobre la fe de lo que ocurrió con la higuera.
La nación de Israel, igual que la higuera, no era lo que aparentaba ser.
Aunque la nación había hecho un pacto con Dios, demostró que no tenía fe y que no producía buen fruto, incluso rechazaron al Hijo de Dios.
Así que, al hacer que la higuera improductiva se marchitara, Jesús demostró lo que les sucedería a los que no tuvieran fe.
Para que nosotros también podamos beneficiarnos de esta lección, tenemos que tener fe y no dudar.
En este discurso hablaremos de cuatro situaciones que demuestran cómo la oración, el estudio y la meditación nos ayudan a confiar totalmente en las promesas de Jehová.
En cada situación analizaremos cuál es el desafío, qué ayuda nos ha prometido Jehová y por qué podemos tener fe en esa promesa.
Hablemos de la primera situación: cuando nos enfrentamos a tentaciones.
¿Cuál es el desafío?
El desafío es evitar caer en la tentación.
Hay muchas cosas que nos pueden tentar a hacer algo malo y a demostrar falta de fe.
Podemos vernos tentados por deseos inmorales que violan las leyes y los principios de Dios.
Podríamos vernos tentados a dejar a un lado las cosas espirituales por tener cosas materiales.
O podríamos vernos tentados a ser orgullosos y querer ser mejores que los demás.
No permitamos nunca que eso suceda.
Lo cierto es que hay muchas cosas que pueden tentarnos a demostrar falta de fe y de confianza en Jehová.
Así que ese es el desafío, ahora veamos la promesa.
La encontramos en la Palabra de Dios.
La promesa tiene dos partes.
Leámosla en 1 Corintios 10:13.
Mientras lo leemos, fíjense en la promesa.
Versículo 13.
“No se les ha presentado ninguna tentación que no sea común a todas las personas.
Pero Dios es fiel y no dejará que sean tentados más allá de lo que puedan soportar, sino que, cuando venga la tentación, también les dará la salida para que puedan aguantarla”.
¿Cuál es la promesa?
Primero, Jehová no dejará que seamos tentados más allá de lo que podamos soportar.
Y, segundo, Jehová nos ayudará.
Como acabamos de leer en este texto, él nos dará la salida ante cualquier tentación si confiamos en él.
Tengamos fe y no dudemos.
Hasta aquí, hemos hablado del desafío y de la promesa.
Ahora analicemos por qué tenemos fe en esa promesa.
La razón por la que tenemos fe es esta: Jehová nos conoce mejor que nosotros mismos.
Y su Palabra dice que podemos mantenernos fieles.
En Deuteronomio 30:11, Jehová les dijo a los israelitas que lo que les estaba pidiendo no era demasiado difícil ni estaba fuera de su alcance.
Así que, con razón, esperaba que ellos demostraran fe y obedecieran.
Y él no espera menos de sus siervos hoy día.
Veamos algunas cosas que podemos hacer y que nos ayudarán a vencer las tentaciones.
Veamos primero cuáles son, y luego analizaremos más a fondo dos de ellas.
Primero, pedirle a Jehová a menudo que nos dé fuerzas.
Segundo, estudiar y meditar, para mantener nuestra mente centrada en las promesas de Jehová.
Tercero, conocer nuestras debilidades.
Y, cuarto, evitar las situaciones en las que se nos puedan presentar tentaciones.
Analicemos más a fondo los pasos tres y cuatro.
Tenemos que saber cuáles son nuestras debilidades y cómo evitar situaciones que puedan ser una tentación para nosotros.
Pensemos en el ejemplo de una cadena.
¿Verdad que una cadena es tan fuerte como lo es su eslabón más débil?
Por ahí es por donde se romperá primero.
Como una cadena, tenemos debilidades que otros quizás no vean, pero nosotros sí debemos saber cuáles son.
Asegúrese de conocerse a sí mismo y de saber cuáles son sus puntos débiles.
Así sabrá de qué cosas protegerse.
En otras palabras, sabrá cuál es su eslabón más débil.
Si nos conocemos bien, podremos estar firmes en la fe.
Una hermana dijo que, cuando se le presenta una tentación la rechaza de inmediato, que lo que puede meterte en problemas es quedarte pensando en que quizá no sea tan malo.
Así que conozcamos nuestras debilidades y protejámonos de ellas.
El otro paso importante es evitar situaciones en las que surjan tentaciones.
Aléjese de las personas que hacen que hablar y comportase mal parezca bueno.
Evite las situaciones en las que sabe que se enfrentará a tentaciones.
Rodéese de amigos que lo animen a hacer lo que está bien.
Proverbios 22:3 dice que “el prudente ve el peligro y se esconde, pero los inexpertos siguen adelante y sufren las consecuencias”.
Somos prudentes cuando confiamos en este consejo inspirado y evitamos las tentaciones.
En resumen, en el caso de las tentaciones, vimos el desafío, la promesa y por qué tener fe en esa promesa.
Después vimos qué cosas pueden ayudarnos, como orarle a Jehová a menudo, estudiar la Biblia y meditar en ella.
Pues con las siguientes tres situaciones seguiremos el mismo patrón.
La siguiente situación en la que tenemos que confiar en las promesas de Jehová es cuando nos enfrentamos a la oposición.
¿Cuál es el desafío?
No ceder ante la presión.
Todos nos preguntamos a veces cómo nos enfrentaríamos a problemas que pudiéramos tener en el futuro.
Ese tipo de pensamientos pueden ser buenos, siempre y cuando recordemos que Jehová estará ahí para ayudarnos si hacemos su voluntad.
Y esa es su promesa, que él nos dará su espíritu santo para que podamos aguantar.
Jesús fue alguien que confió en esa promesa.
Además, les dijo a sus seguidores que mantuvieran la calma y mostraran confianza.
Veamos lo que dijo en Lucas 12:11, 12.
Mientras leemos las palabras de Jesús, recuerde que los escribas y fariseos lo estaban presionando con muchas preguntas en un intento de usar sus propias palabras en su contra.
Por supuesto, fracasaron.
Y Jesús aquí nos asegura que, igual que él, nosotros también podremos hacer frente a la persecución si tenemos fe y no dudamos.
En Lucas 12:11, 12, Jesús dijo: “Cuando los lleven ante asambleas públicas, funcionarios de gobierno y autoridades, no se angustien pensando en cómo o qué hablarán en su defensa, o en lo que dirán, porque el espíritu santo les enseñará en ese preciso momento lo que deben decir”.
¿Cómo podemos beneficiarnos de esta promesa cuando nos enfrentemos a la oposición?
Obedeciendo con cuidado estas palabras de Jesús: “No se angustien”, o sea, mantengan la calma, “el espíritu santo les enseñará”, demuestren confianza.
Jesús fue el mayor ejemplo de alguien que vivió de acuerdo con esas palabras.
Podemos imitarlo, pero necesitamos fe.
Otra vez vimos el desafío y la promesa.
Ahora veamos por qué tenemos fe en esa promesa.
La razón es esta: Jehová es más poderoso, infinitamente más poderoso, que cualquier enemigo.
Veamos tres cosas que podemos hacer que nos ayudarán a enfrentarnos a la oposición y la persecución.
Primero, orar con frecuencia y, cuando lo hagamos, expresémosle nuestros temores a Jehová y pidámosle que nos dé su paz.
El escritor del libro de Lamentaciones animó a los siervos de Dios a derramar su corazón como agua.
Como cuando derramamos hasta la última gota de agua de un gran balde, no nos guardemos nada cuando le oremos a nuestro Padre celestial, especialmente cuando estamos afrontando oposición o persecución.
Derrámele su corazón a Jehová.
Él ha prometido que lo va a ayudar.
Tengamos fe en el poder de Jehová para ayudarnos y confiemos en su promesa.
Como dijo Jesús: “No se angustien”.
Una fe fuerte nos ayudará a evitar la angustia.
Segundo, también nos ayudará a afrontar la oposición estudiar la Biblia y meditar en ella.
Leer la Biblia todos los días fortalecerá nuestra convicción de que Jehová nos ama y de que nunca nos abandonará.
Cuando la lea, fíjese en las bonitas cualidades de Dios.
Perciba el amor de Jehová por usted en las cosas que él dice y hace.
Al meditar en las palabras y las acciones de Jehová, piense en el tiempo que lleva sirviéndole.
Seguro que podrá recordar muchísimas cosas que Jehová ha hecho por usted desde que empezó a servirle.
Leer la Biblia y meditar en ella nos acerca a Jehová, la fuente de nuestras fuerzas.
Cuanto más confiemos en Jehová, más fuerte será nuestra amistad con él y más fuerte será nuestra fe en él.
La tercera cosa, relacionada con lo anterior, que nos ayudará a afrontar la oposición es reflexionar en cómo Jehová nos ayudó a afrontar pruebas en el pasado.
Y eso es exactamente lo que hizo David.
En el Salmo 18:6, dijo: “En mi angustia llamé a Jehová, a gritos seguí pidiéndole ayuda a mi Dios.
Desde su templo oyó mi voz, mis gritos de auxilio llegaron a sus oídos”.
¿Se acordó David de que Jehová lo había ayudado?
Por supuesto.
“Oyó mi voz”, dijo David, y “mis gritos de auxilio llegaron a sus oídos”.
David no solo recordaba lo que había pasado, tenía fe en que Jehová lo había escuchado.
Seguía beneficiándose de las bendiciones pasadas porque nunca olvidó lo que Jehová había hecho por él.
Si en alguna ocasión percibe que Jehová lo ayuda y está seguro de ello, nunca lo olvide.
Así demostrará su agradecimiento.
Experiencias como esas nos fortalecerán para cuando vengan pruebas en el futuro.
Hasta ahora hemos visto que necesitamos fe para enfrentarnos a las tentaciones y a la oposición.
Sigamos el mismo patrón que dijimos antes con la tercera situación: cuando sufrimos enfermedades.
¿Cuál es el desafío?
El desafío que afrontamos cuando estamos muy enfermos es no dudar de que Jehová nos cuidará.
Tenemos que seguir recordándonos que Jehová nos ama y que nunca nos abandonará.
Recuerde la promesa: Jehová sostendrá a sus siervos fieles que están enfermos.
Esa promesa no es una ilusión que usted se hace por lo que ha leído en la Biblia.
No, se trata de una afirmación muy clara que encontramos en Salmo 41:3.
Busquemos Salmo 41:3.
¿Promete Jehová curarnos?
Veamos lo que dice: “Jehová lo sostendrá cuando esté enfermo en cama; le cambiarás por completo la cama durante su enfermedad”.
¿Usó aquí Jehová la palabra curar?
No, usó sostener. Jehová nos “sostendrá”.
La curación vendrá en el futuro.
Pero podemos confiar en su promesa de que sostendrá a sus siervos.
¿Por qué tenemos fe en esa promesa?
Porque sabemos que Jehová siente compasión por los que tienen mala salud o pasan por otras dificultades.
En el versículo 1 de ese mismo salmo, Jehová nos asegura que rescatará al desfavorecido.
Jehová expresa con cariño algo parecido en Isaías 57:15.
Ahí él dice: “Yo vivo en el lugar alto y santo, pero también con los aplastados y los de espíritu humilde, para revivir el espíritu de los humildes y para revivir el corazón de los aplastados”.
“Yo vivo en el lugar [...] santo”, dice Dios, “pero también con los aplastados y los de espíritu humilde”.
Jehová se preocupa mucho por nosotros, ¿no es cierto?
Como es compasivo, está cerca de sus siervos que están enfermos.
Aunque debemos tener fe en que Jehová nos sostendrá, especialmente cuando estamos pasando por una enfermedad grave, ¿qué tenemos que hacer nosotros para aguantar?
Podemos hacer tres cosas para beneficiarnos del apoyo amoroso de Jehová.
Primero, pídale a menudo a Jehová que le dé sabiduría práctica para lidiar con su enfermedad.
Santiago 1:6 dice: “Siga pidiendo con fe, sin dudar nada”.
Y Jesús también dijo que tuviéramos fe y no dudáramos.
Cuando a una hermana le diagnosticaron una enfermedad grave, se dio cuenta de que tenía que hacer algo.
Ella dijo: “Cuando me diagnosticaron cáncer de pulmón y de colon, fue como si me hubieran sentenciado a muerte.
Pero, al llegar a casa, pensé: ‘Bueno, no es lo que esperaba, pero tengo que encontrar la manera de hacerle frente’ ”.
¿Qué hizo entonces?
Orar, pero no de cualquier manera.
Ella dice: “No le pido a Dios que me cure.
Le pido que me ayude a ser fuerte y a sobrellevar mi enfermedad”.
¡Qué buen ejemplo!
Esta hermana entiende lo que dice el Salmo 41:3, ¿verdad?
Si tenemos una enfermedad incurable, tengamos fe en que nos curaremos en el nuevo mundo.
Mientras tanto, también tengamos fe en la promesa de Jehová de sostenernos durante las pruebas y las enfermedades.
Cambiará nuestra cama, como dice el salmo.
O sea, Jehová se asegurará de que no perdamos la esperanza, aunque estemos enfermos.
Más bien, nos ayudará a aguantar con fe y confianza.
Muchos han comprobado que lo que más les consuela es la oración y leer textos animadores de la Palabra de Dios.
Cuando hacemos esto, Jehová nos da fuerzas y nos ayuda a tener paz mental.
Esto nos lleva a la segunda cosa que podemos hacer para beneficiarnos de la promesa de Jehová y de su apoyo.
Es esta: estudiar y meditar en las promesas de Jehová para fortalecer nuestra convicción de que en el nuevo mundo habrá salud perfecta.
Esto sucederá.
Pasará lo que dice Isaías 33:24: “Ningún habitante dirá: ‘Estoy enfermo’ ”.
Pero, para meditar en estas maravillosas promesas, tenemos que sacar tiempo para leerlas.
Así que saque tiempo para leer algo de la Biblia todos los días.
Dedique tiempo a estudiar los Salmos y todo lo que Jesús hizo cuando estuvo en la Tierra.
En esos pasajes, encontrará ejemplos reales no solo de aguante, sino de cómo mostró Dios compasión a los enfermos.
Hoy día, también podemos encontrar ejemplos de compasión entre nosotros.
De hecho, la tercera cosa que pueden hacer los que están enfermos es beneficiarse de la compañía de sus queridos hermanos tanto como les sea posible.
Después de estar viviendo durante una pandemia, entendemos mejor lo importante que es esto, ¿verdad?
Una hermana que ha tenido que luchar con una enfermedad grave dice: “No se aísle.
Permita que sus amigos lo ayuden.
A veces se sentirá solo, pero no se aísle”.
Son consejos sabios, y están basados en la Biblia.
Recuerde siempre que el amor que vemos en el pueblo de Jehová es solo un reflejo del amor que él nos tiene a nosotros.
Después de todo, él nos dio la capacidad de amar a otros, y cuando lo hacemos estamos demostrando el amor de Dios.
Así que tenga fe en que Jehová puede sostenerlo.
Tenga fe en que las Escrituras le consolarán y en que sus familiares y amigos lo apoyarán.
Tenga fe en las promesas de Jehová.
Y tenga siempre presente que la vida vale la pena aunque esté pasando por una enfermedad grave.
En todas las situaciones que hemos analizado hasta ahora, hemos visto que la fe es una cualidad imprescindible.
Cuando somos tentados, cuando nos enfrentamos a oposición y cuando tenemos una enfermedad grave, necesitamos fe.
También la necesitamos cuando tenemos problemas económicos.
Está claro que necesitamos ciertas cosas para sobrevivir y para continuar en nuestro servicio a Jehová.
La pregunta es ¿cómo reaccionamos cuando conseguir las cosas necesarias se pone difícil?
Comida, ropa, casa, transporte, etc.
Cuando conseguir estas cosas es difícil, podemos sentir ansiedad.
Es un hecho, sucede.
Y evitar esa ansiedad es un desafío que tenemos que afrontar.
Si esa es nuestra situación, ¿qué debemos recordar?
La promesa de Jehová.
Jehová nos promete que, si ponemos el Reino en primer lugar, él nos dará las cosas que necesitamos.
Debemos tener fe en esa promesa, una fe muy fuerte.
Jesús nos ayudó a ver esta promesa con claridad.
El Hijo de Dios sabía que, en este sistema, los problemas económicos afectarían al pueblo de Dios, y por eso incluyó algunas ideas sobre este desafío en su famoso Sermón del Monte.
Pero también habló de la promesa que Jehová nos hace.
Vamos a leer juntos Mateo 6:33.
Mateo 6:33.
Jesús vino a la Tierra como humano.
Recordemos eso mientras leemos este texto.
Él se crio en una familia humilde.
Puede ser que conseguir las cosas necesarias no siempre fuera fácil.
Pero confiaban en Jehová y tenían lo necesario para servirle.
Así que lo que dijo Jesús aquí, en Mateo 6:33, lo dijo como un humano que entendía las dificultades a las que nos enfrentamos.
Y ese es el contexto en el que Jesús animó a quienes lo escuchaban a dejar de angustiarse y a confiar en que Jehová los ayudaría.
Y mencionó la promesa del versículo 33: “Por lo tanto, sigan buscando primero el Reino y la justicia de Dios, y entonces recibirán también todas esas cosas”.
La convicción de Jesús al decir “recibirán esas cosas” provenía de su confianza en las promesas de Dios.
Jehová no puede mentir, y su Hijo tampoco miente.
Si nosotros ponemos el Reino en primer lugar, veremos cómo se cumple esta promesa en nuestra vida.
Hay muchas razones para tener fe en esas palabras.
Piénselo: Jehová les da a las plantas y a las aves lo que necesitan para vivir.
Con más razón hará lo mismo por sus siervos.
Sabemos que esto es cierto no solo porque lo dice la Biblia, sino porque lo vemos en nuestra propia vida.
En Mateo 6:26-29, justo antes de decirles a sus discípulos que pusieran primero el Reino, Jesús les pidió que observaran con atención las aves del cielo.
¿Por qué?
¿Qué quería que vieran sus discípulos?
Quería que vieran cómo nuestro Padre cuida a esos animalitos, cómo está pendiente de que tengan con qué alimentarse.
Tienen lo que necesitan.
Las aves no están todo el día preocupadas.
Así que no nos preocupemos.
Jesús hizo la pregunta “¿No valen ustedes más que ellas?”.
Esto nos recuerda que debemos confiar en la promesa de Jehová y en que él quiere y puede cumplirla.
El Sermón del Monte nos enseña que la felicidad y la seguridad verdaderas no dependen de las cosas materiales.
Lo que importa es nuestra amistad con Jehová.
Eso es lo que nos enseñó Jesús.
Pero, en la práctica, ¿cómo evitamos angustiarnos cuando tenemos problemas económicos?
Recuerde orar con frecuencia.
Cuando tenemos problemas que nos agobian, podríamos pasar por alto cosas que normalmente tendríamos en cuenta.
Siga orando y tenga fe en la promesa de Jehová.
Él escucha nuestras oraciones.
Cuando le ore, no le pida tener seguridad económica, sino las cosas necesarias, el pan de cada día, como dijo Jesús.
Además, recuerde estudiar la Biblia y meditar en ella todos los días.
Esto es algo que podríamos pasarlo por alto cuando nos sentimos agobiados.
No permita que le pase eso.
Jehová verá su esfuerzo y lo bendecirá por confiar en él.
Estudiar y meditar fortalecerá su convicción de que Jehová lo cuidará.
Él promete hacerlo.
Tampoco olvide cómo lo ayudó en el pasado.
Reflexione en lo que Jehová hizo por su pueblo en el pasado y piense en lo que ha hecho por usted.
Él no ha cambiado.
Meditar en eso fortalecerá su fe y su convicción de que Jehová seguirá ayudándolo en tiempos difíciles.
Vivimos en un mundo sin fe y escéptico, ¿verdad que sí?
Necesitamos fe y, cuando la tenemos, debemos mantenerla fuerte.
Cuando tenemos fe en las promesas de Jehová y no dudamos, podemos enfrentarnos a cualquier problema.
Él nos ayudará cuando se nos tiente, cuando suframos oposición, cuando pasemos por una enfermedad grave y cuando tengamos problemas económicos.
En estos últimos días tan críticos, todos y cada uno de nosotros debemos fortalecer nuestra fe.
Seamos como los apóstoles, que quisieron tener una fe más fuerte.
Ellos le expresaron ese deseo a Jesús.
Veámoslo en Lucas 17:5.
Lucas 17:5. Búsquenlo, por favor.
Y también leeremos lo que Jesús les respondió en el versículo 6.
Después de la advertencia de Jesús sobre los que hacen tropezar, el versículo 5 dice: “Los apóstoles le pidieron al Señor: ‘Danos más fe’.
El Señor les dijo: ‘Si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, le ordenarían a este moral “¡Arráncate de raíz y plántate en el mar!”, y este les obedecería’ ”.
En otras palabras, tengan fe y no duden.
Eso les dijo.
Ahora, sería muy raro que alguna vez en su vida usted tuviera que pedirle a un árbol que se arranque de raíz y se plante en el mar.
¿Qué quería enseñar Jesús?
Lo siguiente: somos poderosos gracias a la fe.
Hasta los desafíos que parecen insuperables se pueden vencer gracias a la fe en el poder de Dios.
La fe nos ayuda a rechazar cualquier tentación que se nos presente; la fe nos ayuda a vencer cualquier oposición que surja contra nosotros; la fe nos ayuda a aguantar cualquier enfermedad que podamos pasar, y la fe nos ayudará a confiar en que Jehová nos apoyará cuando tengamos problemas económicos, o sea, a arrancar el árbol de raíz y plantarlo en el mar.
En cada una de estas cuatro situaciones, vimos que la oración, el estudio y la meditación nos ayudarán a seguir cerca de Jehová, quien nos dará más fe.
Pídasela cada día.
Imite los ejemplos de fe que encontramos en la Palabra de Dios, así como los de siervos de Jehová de hoy día.
Siga confiando en Jehová.
Él cumple todas sus promesas y bendecirá sus esfuerzos por tener fe y no dudar.
Gracias, hermano Cook, por recordarnos con cariño que Jehová siempre cumple lo que promete.
Para terminar esta sesión, los invitamos a cantar una canción que expresa lo mucho que confiamos en nuestro Padre, Jehová.
Es la número 118, titulada Danos más fe. Pueden hacer una oración de conclusión después de la canción.
Repetimos, canción 118.