Este mes hablaremos del tema: “La neutralidad cristiana: qué es, qué implica y por qué la adoptamos”.
¿Qué opina?
¿Cuál es su postura?
¿Cuánto importará lo que crea o haga una sola persona para acabar con la injusticia?
Cuando otros hablan de política, quizás pensemos que se trata de simples teorías.
Pero cuando la injusticia alcanza a nuestros seres queridos, el asunto pudiera volverse personal.
Y no sorprende que la gente se encuentre tan dividida en materia de política.
De hecho, en los capítulos 8 a 13 de Revelación, se predijo que en el tiempo del fin la política sería un tema candente y que se haría presión para que la gente tomara partido.
Así que hay una pregunta que todos debemos hacernos: “¿Cómo reacciono yo cuando la gente expresa sus ideas para acabar con la injusticia?”.
Los cristianos queremos adoptar la misma postura que Jesucristo.
Si ha habido alguien capaz de luchar contra la injusticia, esa persona fue Jesús.
Y es que de verdad se compadecía por la gente.
Por su capacidad de alimentar hambrientos, curar enfermos, levantar muertos y conquistar los corazones de quienes lo escuchaban, él podría haber sido un político imposible de superar.
Oportunidades no le faltaron.
Satanás gustoso le ofreció todos los reinos de la Tierra a cambio de un acto de adoración, pero Jesús rechazó la oferta y no cuestionó el poder del Diablo en el mundo.
Luego los judíos intentaron hacerlo rey, a lo que también se negó.
Y en otra ocasión, alguien le preguntó si se debían pagar impuestos a Roma, y, una vez más, evitó tomar partido.
En efecto, Jesús se negó a ser líder mundial o nacional, o activista político.
¿Fue por falta de interés o de ideas?
¡Todo lo contrario!
A él le importaba la gente más de lo que nos podemos imaginar.
La trató de forma tal que demostró lo que realmente significa ser justo e imparcial.
Aun así, comprendía que la mejor forma de ayudar a las personas era hablándoles sobre el Reino de Dios, el cual acabará con la injusticia para siempre.
Entonces, ¿qué nos enseña Jesús sobre cómo debemos ver a los gobiernos?
Retomemos lo que dijo cuando se le preguntó sobre el pago de impuestos.
Vayamos a Marcos 12:15-17: ¿Y cuáles son las cosas de César?
En Romanos 13:1-7, el apóstol Pablo habla del impuesto, el tributo, el temor y la honra.
Notemos que Jesús dijo que se deben dar, o devolver, ciertas cosas al César.
¿A qué se refería?
El gobierno romano había producido cosas de valor, como las monedas, por ejemplo.
Y tenía todo el derecho de pedir que se le devolvieran algunas de ellas, pues con dichos fondos brindaba al pueblo ciertos servicios.
Jesús era consciente de eso.
Ahora bien, las cosas más valiosas que tenemos nos las ha dado Dios: el corazón, la mente, las fuerzas y la vida misma.
Así que no podemos darle ninguna de esas cosas al César, pues no fue este quien nos las dio en un principio.
Más bien, le damos a Jehová esas cosas cuando nos dedicamos a él y le demostramos nuestro amor.
Con esto en mente, Jesús dijo las palabras de Marcos 12:30: Sí, a Dios hay que amarlo con todo lo que tenemos: con todas nuestras fuerzas, habilidades y deseos.
Y quienes aman a Jehová de esa manera se ponen del lado de Jesús, el Rey que ha nombrado.
¿Y cómo se ponen del lado de Jesús los cristianos auténticos cuando el Reino enfrenta oposición?
Lo que ocurrió la noche antes de que Jesús muriera nos ayuda a encontrar la respuesta.
Mateo 26 dice que “vino [...] una gran muchedumbre con espadas y garrotes” para arrestar a Jesús.
Entonces, Pedro “sacó su espada, e hiriendo al esclavo del sumo sacerdote, le quitó la oreja”.
Juan dice que aquel hombre se llamaba Malco.
Y Lucas añade que Jesús le “tocó la oreja y lo sanó”.
¡Qué impactante!
Jesús ni siquiera estaba molesto con aquellos hombres.
E hizo más.
Según Mateo 26:52, Jesús le indicó a Pedro: ¿Por qué no le gustó a Jesús aquel acto heroico de Pedro?
Por la misma razón por la que nunca en la vida se había involucrado en política.
Y lo reafirmó horas después ante Poncio Pilato.
Según Juan 18:36, Jesús dijo: Y, como su reino no fue establecido por hombres, no necesita soldados que lo defiendan.
¿Es eso a lo que se refería Jesús?
Leamos el resto del versículo.
Es Juan 18:36: Entonces, ¿qué postura debemos asumir los cristianos en temas políticos?
Una postura neutral.
La gente no siempre entiende nuestra posición.
Hay quien afirma que, si no apoyamos determinado gobierno, es porque apoyamos uno distinto.
En la década de 1950, en lo que es hoy la República del Congo, las autoridades acusaron a los testigos de Jehová de ser comunistas.
Pero después, en los años setenta, un gobierno diferente —uno comunista— atacó a los Testigos por no ser comunistas.
Cabe señalar que hace casi treinta años se otorgó reconocimiento oficial a los testigos de Jehová en ese país.
Y, mientras unos consideran que nuestra postura neutral no es más que una señal de apatía, otros piensan que es una amenaza.
¿Qué podemos decir al respecto?
Primero, que existe una gran diferencia entre la neutralidad y la apatía.
“Apatía” se define como falta de interés o de entusiasmo.
Pero a nosotros no nos falta interés en la gente o en cómo se siente.
Igual que Jesús, tratamos de aligerar sus cargas ayudándoles de maneras prácticas.
Y una de ellas es hablarles sobre el único gobierno que va a acabar con la injusticia.
Al enseñar a la gente la verdad de la Biblia, aspiramos a cambiar corazones, no políticas.
Y nos parece lo más práctico, pues los mayores problemas de la humanidad no tienen su origen en lo político, sino en el deterioro moral.
¿Y por qué podemos decir que los testigos de Jehová no somos una amenaza, sino personas de bien?
Porque cumplimos a cabalidad con la ley, apoyamos a la comunidad realizando servicio voluntario u obligatorio y somos escrupulosos en el pago de impuestos.
Es cierto que no votamos a favor de ningún partido o candidato político, pero tampoco obstaculizamos las elecciones ni interferimos con el derecho al voto.
Es cierto que no abogamos por ninguna ley ni hacemos campaña ni nos postulamos, pero tampoco criticamos a quienes están en el poder o sus propuestas, ni protestamos para lograr cambios.
Es cierto que no saludamos la bandera, pero tampoco la quemamos o la escupimos o injuriamos a la nación que esta representa, ni siquiera en donde eso se considera libertad de expresión.
Es cierto que no cantamos el himno nacional, pero tampoco tratamos de impedir que otros lo canten ni buscamos llamar la atención con nuestros actos, sencillamente nos abstenemos de participar.
Es cierto que no vamos a la guerra a matar, pero tampoco atacamos a nadie en nuestra propia comunidad.
En resumen, ni apoyamos ninguna ideología política ni la condenamos, ni siquiera en nuestro corazón.
En eso consiste la verdadera neutralidad: en no tomar partido.
Pero, ¿qué haremos si el gobierno nos exige algo que va en contra de los mandatos de Cristo?
Hay un principio bíblico para eso.
Seguro que recuerdan lo que dice Hechos 5:28, 29, que “tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”.
Y no es por falta de respeto a las autoridades, sino por el profundo respeto que merece Dios.
Si el gobierno exige que hagamos algo que Dios prohíbe o que dejemos de hacer algo que Dios ordena, esa orden no sería válida a los ojos de Dios.
Tal vez alguien diga: “Pero esa postura pudiera meterlos en problemas con las autoridades”.
Y, sí, en Mateo 24:9 Jesús predijo que así sucedería.
Allí dice: En Revelación 2:10 fue más específico al predecir que algunos de sus discípulos —no todos— serían echados en prisión.
Obviamente, no nos vamos a desanimar si no nos encarcelan, pero tampoco lo haremos si nos echan en prisión.
Esto nos hace pensar en los miles de hermanos y hermanas que han sido encarcelados a lo largo de los años debido a su neutralidad cristiana.
Oramos por ellos.
Su lealtad nos llena de orgullo.
Y estamos seguros de que Jehová también los valora.
Su aguante ha sido una victoria para la entera hermandad.
¿Por qué lo decimos?
Veamos lo que Pablo escribió a los efesios: Él estaba preso en Roma cuando escribió aquella carta.
¿Por qué dijo Pablo que sus tribulaciones significaban gloria para los efesios?
Porque el hecho de que Pablo siguiera fiel pese a las pruebas les demostraba que ser cristianos era algo valiosísimo.
¿Qué mensaje les habría transmitido Pablo si se hubiera rendido?
Que su fe, su ministerio y su esperanza en el Reino de Dios no tenían ningún valor.
El aguante de Pablo fue una victoria para el cristianismo.
Demostró que cualquier sacrificio que se haga con tal de ser fiel a Dios vale la pena.
De igual modo, el aguante de nuestros hermanos en prisión demuestra que tienen muy claro cuál es su esperanza, que el Reino es real para ellos y que saben que representan, no a ningún gobierno humano, sino al Reino de los cielos, un gobierno que les dará vida eterna en un mundo de paz y unidad.