Robert Ciranko: Apartemos tiempo para “las cosas más importantes”

‎Me gustaría hablarles de un recurso ‎muy valioso que todos poseemos: ‎el tiempo. ‎Sin duda, el tiempo ‎es algo que tenemos en mente ‎en todo momento del día. ‎Solo piense en cuántas veces ‎miramos el reloj ‎o el teléfono para saber la hora ‎y ver si estamos a tiempo, ‎si tenemos tiempo de sobra, ‎si nos queda poco tiempo ‎o si el tiempo se nos acabó.

‎Pero ¿qué es el tiempo? ‎Un diccionario lo define ‎como una “secuencia continua ‎no afín al espacio”. ‎Otro dice que es “lo que se mide ‎en segundos, ‎minutos, horas, días y años”. ‎Es prácticamente imposible ‎explicar de forma sencilla ‎qué es exactamente el tiempo. ‎Y la Biblia tampoco lo define. ‎Eso pudiera indicar que Jehová sabe ‎que es algo que escapa ‎a nuestra comprensión.

‎Sin embargo, la Biblia ‎sí habla del tiempo. ‎Nos dice que para Jehová ‎es un asunto muy serio. ‎Y explica que es algo ‎que debemos usar bien. ‎Además, nos da la esperanza ‎de vivir por tiempo indefinido, ‎es decir, por toda la eternidad.

‎Ahora bien, sabemos ‎que todo ser humano ‎tiene la misma cantidad ‎de horas y minutos cada día. ‎Los ricos ‎no pueden comprar más horas ‎ni los científicos ‎inventarse más minutos. ‎Tampoco podemos ‎recuperar el tiempo perdido ‎ni guardarlo para otro día. ‎Piense en esto: ‎todos tenemos ‎la misma cantidad de horas al día ‎que Jesús tenía ‎cuando estuvo en la Tierra. ‎Y no hay duda de que nadie ‎ha aprovechado mejor el tiempo ‎que el Hijo de Dios.

‎Se ha dicho que el tiempo ‎es más valioso que el oro. ‎Y todos tenemos que decidir ‎cómo vamos a invertir ‎el tiempo que tenemos. ‎Con respecto a esto, ‎hay un principio bíblico ‎que nos puede ayudar. ‎Fue el apóstol Pablo quien lo puso ‎por escrito en su carta a los Filipenses, ‎capítulo 1, versículos 9 y 10. ‎El versículo 9 dice: ‎Por eso, el título del programa ‎de este mes es ‎“Apartemos tiempo ‎para ‘las cosas más importantes’”.

‎Esto presenta dos desafíos. ‎El primero es que tenemos que determinar ‎cuáles son las cosas ‎más importantes de la vida. ‎El versículo que acabamos de leer ‎se ha traducido también ‎de esta manera: ‎“Que perciban lo que es vital”. ‎Así que es imprescindible distinguir ‎entre los asuntos de poca importancia ‎y los que son de importancia vital.

‎Además de la responsabilidad de trabajar ‎para mantener a la familia, ‎ocuparnos de las tareas de la casa ‎y cuidar de los niños ‎o de nuestros padres mayores, ‎también debemos atender ‎muchos asuntos ‎relacionados con nuestra adoración ‎a Jehová. ‎Por ejemplo, tenemos que leer la Biblia ‎y meditar en ella, ‎estudiarla personalmente y en familia, ‎prepararnos para las reuniones ‎y asistir a ellas, ‎cumplir con nuestras responsabilidades ‎en la congregación ‎y participar en el ministerio cristiano.

‎A parte de todo esto, ‎¿quién no quiere tener tiempo ‎para descansar, ‎hacer ejercicio, ‎darle cariño al jardín, ‎distraerse un poco ‎o visitar a la familia y los amigos?

‎Pero ¿hemos sentido alguna vez ‎que el tiempo no nos da, ‎que por estar demasiado ocupados ‎nos falta tiempo para atender ‎los asuntos espirituales? ‎Por mucho que queramos, ‎ninguno de nosotros ‎puede añadirle una hora al día ‎ni un día a la semana ‎para hacer más cosas.

‎Así que debemos ser selectivos ‎al decidir cómo vamos a usar el tiempo.

‎Para usar bien el tiempo y hacer más, ‎tenemos que establecer prioridades. ‎¿Y eso qué significa? ‎Significa que tenemos que decidir ‎cuáles son las tareas más importantes ‎y hacerlas primero, ‎es decir, hacer esas cosas ‎antes que otras menos importantes.

‎En la Biblia, ‎encontramos un proverbio ‎que ilustra muy bien la importancia ‎de establecer prioridades en la vida. ‎Proverbios 12:11 dice: ‎Está claro que el agricultor ‎no debería perder su valioso tiempo ‎en cosas de poca importancia, ‎cuando tendría que dedicarlo ‎a trabajar en el campo.

‎De manera parecida, ‎el cristiano que se esfuerza ‎por cultivar su espiritualidad ‎conseguirá la bendición de Jehová, ‎mientras que quien se distrae ‎con cosas de poca importancia ‎pone en riesgo su amistad con Dios. ‎¿Cómo evitamos ese peligro? ‎Asegurándonos de no robar tiempo ‎a los asuntos espirituales ‎para dedicarlo ‎a cosas que nos distraigan ‎de servir a Jehová ‎con toda el alma.

‎Por ejemplo, pensemos en el tiempo ‎que dedicamos a hablar con los amigos. ‎¿Cuál debe ser la prioridad? ‎¿Empezamos cada día ‎con una oración a Jehová ‎para alabarlo y darle gracias ‎por otro día de vida? ‎¿O primero llamamos a un amigo ‎para saber cómo le va? ‎No hay nada malo ‎en hablar con amigos. ‎Pero asegurémonos ‎de dedicar tiempo a hablar ‎con nuestro mejor amigo, Jehová. ‎Comunicarnos con nuestro Padre celestial ‎es más importante, ‎así que la oración ‎debe ser la prioridad.

‎El apóstol Pablo mencionó algo más ‎acerca de cómo debemos ‎usar el tiempo. ‎En Efesios 5:15-17 dijo: ‎Centrémonos ahora en el segundo ‎de los desafíos que mencionamos: ‎apartar suficiente tiempo para atender ‎las cosas más importantes. ‎¿Qué quiso decir Pablo ‎con la expresión ‎comprarse el tiempo oportuno? ‎Pues bien, significa ‎que tenemos que comprar tiempo ‎de ciertas actividades, ‎es decir, dejar de hacerlas, ‎para emplearlo en otras. ‎Entonces, conviene analizar ‎cómo estamos invirtiendo el tiempo ‎y ver si debemos comprar, ‎o apartar, algún tiempo ‎para emplearlo ‎en lo que es más importante.

‎Si percibimos ‎“cuál es la voluntad de Jehová”, ‎no dudaremos en dedicar ‎la mayor cantidad de tiempo posible ‎a fortalecer nuestra amistad con él ‎y dar todo lo que podamos ‎en el servicio sagrado. ‎¿Tiene usted un horario fijo ‎para las actividades espirituales?

‎En el caso de las reuniones, ‎el horario ya está hecho. ‎Sabemos exactamente cuándo se reúne ‎la congregación entre semana ‎y en el fin de semana. ‎Solo tenemos que asegurarnos ‎de que nada nos impida asistir, ‎pues las reuniones son una prioridad. ‎Hebreos 10:25 nos anima ‎a no “abandonar el reunirnos”.

‎Para todo lo demás ‎—leer la Biblia, ‎prepararnos para las reuniones, ‎la adoración en familia ‎y la predicación—, ‎tenemos que fijar nuestro propio horario ‎y ser fieles a él. ‎Así tendremos ‎una buena rutina espiritual.

‎Por ejemplo, ¿qué hace su familia ‎los sábados por la mañana? ‎Muchas familias tienen la costumbre ‎de salir a predicar. ‎Rara vez dejan que algo ‎les impida predicar ese día. ‎Para ellos, el sábado por la mañana ‎no es tiempo ‎de tomar clases de música o de baile ‎o de cocina, o de ir al gimnasio ‎o de cualquier otra cosa. ‎Es tiempo de predicar.

‎Tener esa costumbre ‎le simplifica la vida a la familia. ‎Nadie tiene que preguntarse ‎cada viernes ‎qué va a hacer ‎el sábado por la mañana. ‎La decisión de salir a predicar ese día ‎ya se tomó. ‎Si se hubiera dejado a la casualidad, ‎tendrían que decidir 52 veces al año ‎si saldrán o no a predicar el sábado. ‎Es mucho más sencillo ‎tomar de una vez por todas ‎la decisión de apartar ese tiempo ‎para predicar, ‎siempre y cuando no surja ‎algo importante que atender. ‎Claro, las circunstancias de ustedes ‎tal vez los obliguen a predicar otro día. ‎Pero ¿captan el punto, verdad? ‎Hay que fijar un horario ‎para predicar con regularidad. ‎En Marcos 13:10, ‎Jesús puso la predicación ‎en primer lugar cuando dijo: ‎“Primero tienen que predicarse ‎las buenas nuevas”. ‎Así que, para que los asuntos espirituales ‎sigan siendo ‎lo más importante en la vida, ‎primero, hay que darles prioridad ‎y, segundo, hay que apartar ‎suficiente tiempo para atenderlos. ‎Para lograrlo, ‎tenemos que fijar un horario ‎que nos permita fortalecer ‎nuestra espiritualidad ‎y participar de lleno en el ministerio.

‎Eclesiastés 3:1 subraya esta idea. ‎Dice: ‎Todos debemos tener ‎“un tiempo señalado” ‎para cada una ‎de nuestras actividades espirituales. ‎Si se nos hace difícil encontrarlo, ‎¿podríamos reducir el tiempo ‎que dedicamos al entretenimiento, ‎los deportes, los pasatiempos ‎y las redes sociales, ‎y dedicarlo a leer la Biblia, ‎estudiar en familia, ‎prepararnos para las reuniones ‎y predicar? ‎Hacerlo renovará nuestras fuerzas ‎para seguir sirviendo a Jehová.

‎Eso fue lo que hizo ‎un padre de familia que conozco. ‎Empezó a prepararse mejor ‎para comentar en la parte ‎“Busquemos perlas escondidas” ‎de la reunión de entre semana. ‎Ahora aparta tiempo todos los domingos ‎por la tarde para esto. ‎Los miembros de su familia ‎y de su congregación ‎se han beneficiado ‎de los excelentes puntos ‎que ha encontrado ‎al estudiar la lectura asignada, ‎y eso lo hace sentir muy bien.

‎Un matrimonio ‎decidió dejar a un lado ‎algunos de sus proyectos personales ‎y aficiones. ‎Incluso empacaron las cosas relacionadas ‎con estas actividades ‎para quitarlas de su vista ‎y que no los distrajeran. ‎Eran actividades innecesarias ‎y, por eso, podían vivir sin ellas.

‎A todos nos convendría ‎examinar nuestra vida ‎y limitar el tiempo que dedicamos ‎a actividades innecesarias ‎que podrían interferir ‎en nuestra rutina espiritual. ‎Las recompensas ‎pueden ser maravillosas. ‎¡Imagínense! ‎Si tan solo tomamos ‎treinta minutos al día ‎de algo que no es esencial ‎y lo dedicamos a leer la Biblia, ‎podríamos acabarla en un año. ‎¿Y qué sucedería si cada semana ‎dedicáramos una o dos horas más ‎a predicar? ‎Pensemos en todo lo que podríamos lograr ‎y en lo feliz ‎que se sentirán Dios y Jesús ‎al ver que apartamos tiempo ‎para las cosas más importantes.

‎¿Por qué hemos dedicado este tiempo ‎a hablar de cómo emplear el tiempo? ‎Por algo más que nos enseña la Biblia. ‎Primera a los Corintios 7:29 dice ‎que “el tiempo que queda está reducido”. ‎Y, sin duda, queda muy poco ‎para la gran tribulación. ‎Este no es tiempo de descuidar ‎la actividad más importante de todas: ‎nuestra adoración a Jehová.



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