Me gustaría hablarles de un recurso muy valioso que todos poseemos: el tiempo. Sin duda, el tiempo es algo que tenemos en mente en todo momento del día. Solo piense en cuántas veces miramos el reloj o el teléfono para saber la hora y ver si estamos a tiempo, si tenemos tiempo de sobra, si nos queda poco tiempo o si el tiempo se nos acabó.
Pero ¿qué es el tiempo? Un diccionario lo define como una “secuencia continua no afín al espacio”. Otro dice que es “lo que se mide en segundos, minutos, horas, días y años”. Es prácticamente imposible explicar de forma sencilla qué es exactamente el tiempo. Y la Biblia tampoco lo define. Eso pudiera indicar que Jehová sabe que es algo que escapa a nuestra comprensión.
Sin embargo, la Biblia sí habla del tiempo. Nos dice que para Jehová es un asunto muy serio. Y explica que es algo que debemos usar bien. Además, nos da la esperanza de vivir por tiempo indefinido, es decir, por toda la eternidad.
Ahora bien, sabemos que todo ser humano tiene la misma cantidad de horas y minutos cada día. Los ricos no pueden comprar más horas ni los científicos inventarse más minutos. Tampoco podemos recuperar el tiempo perdido ni guardarlo para otro día. Piense en esto: todos tenemos la misma cantidad de horas al día que Jesús tenía cuando estuvo en la Tierra. Y no hay duda de que nadie ha aprovechado mejor el tiempo que el Hijo de Dios.
Se ha dicho que el tiempo es más valioso que el oro. Y todos tenemos que decidir cómo vamos a invertir el tiempo que tenemos. Con respecto a esto, hay un principio bíblico que nos puede ayudar. Fue el apóstol Pablo quien lo puso por escrito en su carta a los Filipenses, capítulo 1, versículos 9 y 10. El versículo 9 dice: Por eso, el título del programa de este mes es “Apartemos tiempo para ‘las cosas más importantes’”.
Esto presenta dos desafíos. El primero es que tenemos que determinar cuáles son las cosas más importantes de la vida. El versículo que acabamos de leer se ha traducido también de esta manera: “Que perciban lo que es vital”. Así que es imprescindible distinguir entre los asuntos de poca importancia y los que son de importancia vital.
Además de la responsabilidad de trabajar para mantener a la familia, ocuparnos de las tareas de la casa y cuidar de los niños o de nuestros padres mayores, también debemos atender muchos asuntos relacionados con nuestra adoración a Jehová. Por ejemplo, tenemos que leer la Biblia y meditar en ella, estudiarla personalmente y en familia, prepararnos para las reuniones y asistir a ellas, cumplir con nuestras responsabilidades en la congregación y participar en el ministerio cristiano.
A parte de todo esto, ¿quién no quiere tener tiempo para descansar, hacer ejercicio, darle cariño al jardín, distraerse un poco o visitar a la familia y los amigos?
Pero ¿hemos sentido alguna vez que el tiempo no nos da, que por estar demasiado ocupados nos falta tiempo para atender los asuntos espirituales? Por mucho que queramos, ninguno de nosotros puede añadirle una hora al día ni un día a la semana para hacer más cosas.
Así que debemos ser selectivos al decidir cómo vamos a usar el tiempo.
Para usar bien el tiempo y hacer más, tenemos que establecer prioridades. ¿Y eso qué significa? Significa que tenemos que decidir cuáles son las tareas más importantes y hacerlas primero, es decir, hacer esas cosas antes que otras menos importantes.
En la Biblia, encontramos un proverbio que ilustra muy bien la importancia de establecer prioridades en la vida. Proverbios 12:11 dice: Está claro que el agricultor no debería perder su valioso tiempo en cosas de poca importancia, cuando tendría que dedicarlo a trabajar en el campo.
De manera parecida, el cristiano que se esfuerza por cultivar su espiritualidad conseguirá la bendición de Jehová, mientras que quien se distrae con cosas de poca importancia pone en riesgo su amistad con Dios. ¿Cómo evitamos ese peligro? Asegurándonos de no robar tiempo a los asuntos espirituales para dedicarlo a cosas que nos distraigan de servir a Jehová con toda el alma.
Por ejemplo, pensemos en el tiempo que dedicamos a hablar con los amigos. ¿Cuál debe ser la prioridad? ¿Empezamos cada día con una oración a Jehová para alabarlo y darle gracias por otro día de vida? ¿O primero llamamos a un amigo para saber cómo le va? No hay nada malo en hablar con amigos. Pero asegurémonos de dedicar tiempo a hablar con nuestro mejor amigo, Jehová. Comunicarnos con nuestro Padre celestial es más importante, así que la oración debe ser la prioridad.
El apóstol Pablo mencionó algo más acerca de cómo debemos usar el tiempo. En Efesios 5:15-17 dijo: Centrémonos ahora en el segundo de los desafíos que mencionamos: apartar suficiente tiempo para atender las cosas más importantes. ¿Qué quiso decir Pablo con la expresión comprarse el tiempo oportuno? Pues bien, significa que tenemos que comprar tiempo de ciertas actividades, es decir, dejar de hacerlas, para emplearlo en otras. Entonces, conviene analizar cómo estamos invirtiendo el tiempo y ver si debemos comprar, o apartar, algún tiempo para emplearlo en lo que es más importante.
Si percibimos “cuál es la voluntad de Jehová”, no dudaremos en dedicar la mayor cantidad de tiempo posible a fortalecer nuestra amistad con él y dar todo lo que podamos en el servicio sagrado. ¿Tiene usted un horario fijo para las actividades espirituales?
En el caso de las reuniones, el horario ya está hecho. Sabemos exactamente cuándo se reúne la congregación entre semana y en el fin de semana. Solo tenemos que asegurarnos de que nada nos impida asistir, pues las reuniones son una prioridad. Hebreos 10:25 nos anima a no “abandonar el reunirnos”.
Para todo lo demás —leer la Biblia, prepararnos para las reuniones, la adoración en familia y la predicación—, tenemos que fijar nuestro propio horario y ser fieles a él. Así tendremos una buena rutina espiritual.
Por ejemplo, ¿qué hace su familia los sábados por la mañana? Muchas familias tienen la costumbre de salir a predicar. Rara vez dejan que algo les impida predicar ese día. Para ellos, el sábado por la mañana no es tiempo de tomar clases de música o de baile o de cocina, o de ir al gimnasio o de cualquier otra cosa. Es tiempo de predicar.
Tener esa costumbre le simplifica la vida a la familia. Nadie tiene que preguntarse cada viernes qué va a hacer el sábado por la mañana. La decisión de salir a predicar ese día ya se tomó. Si se hubiera dejado a la casualidad, tendrían que decidir 52 veces al año si saldrán o no a predicar el sábado. Es mucho más sencillo tomar de una vez por todas la decisión de apartar ese tiempo para predicar, siempre y cuando no surja algo importante que atender. Claro, las circunstancias de ustedes tal vez los obliguen a predicar otro día. Pero ¿captan el punto, verdad? Hay que fijar un horario para predicar con regularidad. En Marcos 13:10, Jesús puso la predicación en primer lugar cuando dijo: “Primero tienen que predicarse las buenas nuevas”. Así que, para que los asuntos espirituales sigan siendo lo más importante en la vida, primero, hay que darles prioridad y, segundo, hay que apartar suficiente tiempo para atenderlos. Para lograrlo, tenemos que fijar un horario que nos permita fortalecer nuestra espiritualidad y participar de lleno en el ministerio.
Eclesiastés 3:1 subraya esta idea. Dice: Todos debemos tener “un tiempo señalado” para cada una de nuestras actividades espirituales. Si se nos hace difícil encontrarlo, ¿podríamos reducir el tiempo que dedicamos al entretenimiento, los deportes, los pasatiempos y las redes sociales, y dedicarlo a leer la Biblia, estudiar en familia, prepararnos para las reuniones y predicar? Hacerlo renovará nuestras fuerzas para seguir sirviendo a Jehová.
Eso fue lo que hizo un padre de familia que conozco. Empezó a prepararse mejor para comentar en la parte “Busquemos perlas escondidas” de la reunión de entre semana. Ahora aparta tiempo todos los domingos por la tarde para esto. Los miembros de su familia y de su congregación se han beneficiado de los excelentes puntos que ha encontrado al estudiar la lectura asignada, y eso lo hace sentir muy bien.
Un matrimonio decidió dejar a un lado algunos de sus proyectos personales y aficiones. Incluso empacaron las cosas relacionadas con estas actividades para quitarlas de su vista y que no los distrajeran. Eran actividades innecesarias y, por eso, podían vivir sin ellas.
A todos nos convendría examinar nuestra vida y limitar el tiempo que dedicamos a actividades innecesarias que podrían interferir en nuestra rutina espiritual. Las recompensas pueden ser maravillosas. ¡Imagínense! Si tan solo tomamos treinta minutos al día de algo que no es esencial y lo dedicamos a leer la Biblia, podríamos acabarla en un año. ¿Y qué sucedería si cada semana dedicáramos una o dos horas más a predicar? Pensemos en todo lo que podríamos lograr y en lo feliz que se sentirán Dios y Jesús al ver que apartamos tiempo para las cosas más importantes.
¿Por qué hemos dedicado este tiempo a hablar de cómo emplear el tiempo? Por algo más que nos enseña la Biblia. Primera a los Corintios 7:29 dice que “el tiempo que queda está reducido”. Y, sin duda, queda muy poco para la gran tribulación. Este no es tiempo de descuidar la actividad más importante de todas: nuestra adoración a Jehová.