¿Es importante usar comparaciones al enseñar?
¿O piensa usted que son solo paja?
Algo de poca importancia o insustancial, algo que solo utilizamos para rellenar, para divertir o para entretener a nuestros oyentes.
¿Qué piensa: son o no son importantes?
Por favor, lean conmigo el texto temático de este discurso.
Es Mateo 13:34: Solemos llamar a Jesús el Gran Maestro.
Y él usaba comparaciones para ayudar a la gente a entender lo que quería enseñarle.
Hoy no nos vamos a centrar en lo que se debe o no se debe hacer cuando usamos comparaciones.
En la obra Perspicacia, bajo la entrada “Ilustraciones”, se habla mucho sobre este tema.
Y la lección 8 del folleto Seamos mejores lectores y maestros nos da sugerencias muy prácticas.
También recordarán que el hermano Splane, del Cuerpo Gobernante, dio un discurso sobre este tema en la asamblea regional del 2020.
Se titulaba “Mejoremos nuestras habilidades: Enseñemos con ejemplos y comparaciones”.
No voy a repetir ahora todas las sugerencias tan buenas que él dio, pero quizás ustedes desean repasarlas en su siguiente adoración en familia. A veces, la Biblia dice claramente que Jesús estaba usando una comparación.
Pero la mayoría de las veces no lo dice.
Sencillamente, era la manera que él tenía de hablar.
Las comparaciones le salían de forma natural.
¿Y cómo se le ocurrían con tanta facilidad?
Pues porque Jesús siempre observaba lo que pasaba a su alrededor.
Nosotros también podríamos hacer lo mismo.
Así se nos ocurrirán comparaciones y ejemplos de manera natural.
Por ejemplo, en su última cena Jesús usó el pan y el vino para representar de forma magistral su cuerpo perfecto y su sangre, que él entregaría por la humanidad.
Podemos aprender mucho sobre cómo usar las comparaciones analizando todo lo que Jesús tuvo en cuenta en aquella ocasión.
Fíjense.
Jesús había celebrado la Pascua muchas veces, así que sabía muy bien lo que iba a haber sobre la mesa esa noche.
Por eso, pudo haber pensado de antemano en usar el pan y el vino como símbolos.
Claro, no podemos estar seguros.
Pero lo que sí sabemos es que esa comparación sencilla y clara causó una honda impresión en sus discípulos, y sigue siendo fácil de recordar ahora, 2.000 años después.
Cuando vamos a dar un discurso o a hacer una demostración en la reunión, ya sabemos de qué vamos a hablar, así que podemos darnos el lujo de pensar con tiempo en algún ejemplo.
Pero ¿si estamos dando un curso bíblico y el estudiante lanza una pregunta inesperada?
Es posible que se ponga a pensar en ese momento en lo que sabe de su estudiante, en qué trabaja, sus pasatiempos, lo que ha vivido…, y se le ocurra algún ejemplo o alguna comparación allí mismo.
Bueno, vamos a ver qué hizo Jesús en un caso similar a este, en una situación inesperada.
Y tratemos de entender por qué se le ocurrieron a Jesús estas comparaciones que dieron tan buenos resultados.
En Juan, capítulo 4, encontramos el relato de la mujer samaritana en el pozo.
En el versículo 34 Jesús habló de algo muy común: el alimento.
Dijo: ¡Qué ejemplo tan sencillo y eficaz!
¿Por qué usó una expresión tan amplia como “mi alimento”, en vez de decir algo más específico como “mi vino” o “mi pan es hacer la voluntad del que me envió”?
Analicemos el contexto.
Es curioso que, en poco tiempo, Jesús usó dos comparaciones diferentes y, en ambos casos, como se ve en el contexto, hizo referencia a cosas que estaban pasando en ese momento.
Juan 4:7 dice: Eso preparó el escenario para que Jesús usara el agua como ejemplo.
Ahora el versículo 8: Eso le permitió a Jesús usar el alimento como ejemplo.
A ver, Jesús no planeó con tiempo todo esto, fue algo que ocurrió en el momento.
Una mujer se le acercó con un jarro de agua, y él le pidió que le diera de beber.
Jesús en ese momento pensó en cómo podía usar el tema del agua para poner una comparación.
El versículo 10 dice: El ejemplo fue espontáneo, y le sirvió para explicarle a la mujer quién realmente era él.
El segundo ejemplo lo encontramos en el versículo 27.
Jesús seguía hablando con la mujer cuando los discípulos regresaron de la ciudad.
Recuerden que el versículo 8 decía que sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos.
Y ahora regresan y le traen algo de comer a Jesús.
En el versículo 28 leemos que la mujer se va, y lo que los discípulos le dicen a Jesús ahora prepara el terreno para una segunda comparación.
La comida, y no el agua, se convierte en el tema de conversación.
Versículo 31: La palabra “come” hace que Jesús piense en un ejemplo que ahora citamos con mucha frecuencia.
Versículo 32: Los discípulos se quedan confundidos.
Versículo 33: Y “Jesús [aprovechando que estaban hablando de la comida] les dijo: ‘Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y completar su obra’ ”.
Obviamente, Jesús no planeó que pasara todo esto, pero aprovechó las circunstancias de ese momento para pensar en ejemplos que fueran claros y eficientes.
¿Por qué lo decimos?
¿Qué parecido hay entre la comida y hacer la voluntad de Dios?
Bueno, comer es algo agradable que disfrutamos mucho.
¿El punto?
A Jesús le encantaba hacer la voluntad de Dios.
Lo disfrutaba, como una comida bien sabrosa.
Y, además de todo esto, la comida le da energía a una persona.
Y hablar con la mujer samaritana también le dio energías a Jesús.
Echemos un vistazo a los versículos 3-6.
Ahí dice que Jesús “salió de Judea” caminando.
El versículo 6 dice: Sin embargo, después de hablar con la mujer en el pozo, Jesús recuperó las fuerzas.
Incluso dio a entender que aquella conversación le había dado más energía que una comida.
¿Qué hemos aprendido hasta ahora sobre las comparaciones?
Si sabemos de antemano de lo que vamos a hablar, entonces podemos pensar en alguna comparación o ejemplo que podamos utilizar.
Pero si surge una conversación inesperadamente, entonces podemos usar lo que vemos o lo que ya sabemos para pensar en alguna comparación.
Tal vez diga: “Mmm…, yo no soy muy creativo que digamos.
De por sí, me toma mucho tiempo pensar en un ejemplo, incluso cuando ya sé el tema del que voy a hablar, como en una asignación… ¡Imagínense improvisar!
No creo que yo pueda hacer algo así.
No creo que mi cerebro dé para tanto”.
¿Hay alguna manera de entrenar el cerebro para que nos vengan ejemplos de manera natural?
Sí, claro.
Una forma de hacerlo es observando la creación o los inventos del ser humano, aunque no tengamos que dar un discurso o no estemos con nuestros hijos.
Medite en lo que observe y piense en cómo puede usarlo para enseñar una lección en el futuro.
Luego, tome nota para que pueda recordarlo.
Un hermano me contó lo que hacía, incluso cuando no estaba con sus hijos.
Él observaba la creación y de allí tomaba algunas ideas que más adelante podía usar con ellos.
Y me dio un ejemplo.
Una vez vio a dos gatitos jugando juntos.
Y pensó lo que les podría decir a sus hijos: “¿Se les ve felices? Sí.
Pues si Jehová sabe lo que necesitan dos gatitos para ser felices, ¿no sabrá también lo que necesitas tú para ser feliz?”.
Bueno, obviamente, un niño diría que sí.
“Así que, si Jehová sabe lo que tú necesitas para ser feliz, ¿qué deberías hacer si Jehová te pide que hagas algo de cierta manera?”.
¡Bien por el papá!
¡Qué buen ejemplo para enseñar algo tan importante!
Lo más interesante de todo esto y lo mejor es que, un día, con uno de sus hijos, vieron a dos ardillitas jugando en un árbol, así que usó el mismo razonamiento, pero con el ejemplo de las ardillas que estaban allí.
Hasta el día de hoy, décadas después, su hijo recuerda la lección.
Jesús a menudo usaba su imaginación y era muy creativo.
Para ver un ejemplo, podemos leer Juan 1:42.
Jesús le cambió el nombre a Simón así, de repente.
Juan 1:42 dice: ¿Por qué le cambió Jesús el nombre y lo llamó Cefas o Pedro?
En realidad, Jesús estaba siendo creativo.
La palabra griega para Pedro es pétros, no pétra. Pétra significa “masa rocosa”, y se refiere a Jesús, la piedra angular, la cabeza de la congregación.
En cambio, pétros significa “trozo de roca”.
¡Qué bien describe este nombre cómo era Pedro!
Aunque a veces Pedro no parecía muy confiable, Jesús vio sus buenas cualidades y por eso lo llamó Pedro (Pétros, Trozo de Roca).
Con ese nombre, Jesús estaba diciendo que Pedro llegaría a ser tan estable como una roca.
Y eso fue exactamente lo que pasó.
¡Qué buena imagen usó Jesús para referirse a Pedro!
En Apocalipsis 1:1, Jehová inspiró al apóstol Juan a escribir que ese libro de la Biblia era “una revelación de Jesucristo, que Dios le dio”.
La obra Perspicacia dice: ¿Recuerdan lo que dice Mateo 13:34?
“Nunca les hablaba sin utilizar alguna comparación”.
Otro ejemplo de esto lo encontramos en el famoso Sermón del Monte.
En Mateo 7, el último capítulo de este sermón, Jesús usó al menos 10 comparaciones diferentes.
Así es, “nunca les hablaba sin utilizar alguna comparación”.
Mateo 7:28 describe el efecto que tuvo este sermón.
Dice: 1 Pedro 2:21 dice que Jesús nos “puso el ejemplo” para que siguiéramos “fielmente sus pasos”.
Eso incluye su manera de enseñar y la gran habilidad que tenía para usar ejemplos y comparaciones.
Eran sencillos y al grano.
Mejoremos nuestras habilidades como maestros pensando constantemente en ejemplos y comparaciones que podamos usar.