JW Broadcasting: Octubre de 2018

‎¡Bienvenidos, queridos hermanos, ‎a JW Broadcasting! ‎El programa de este mes ‎tratará sobre el tema de dar honra ‎al nombre de Jehová. ‎Por ejemplo, el descubrimiento ‎de este antiguo manuscrito ‎fue de enorme valor ‎para el Comité de Traducción ‎de la Biblia del Nuevo Mundo. ‎¿De qué manera respaldó su decisión ‎de restituir el nombre de Jehová ‎en las Escrituras Griegas Cristianas? ‎Ya lo veremos. ‎También visitaremos ‎a algunos hermanos de habla quechua ‎en la cordillera de los Andes. ‎¿Qué esfuerzos especiales hacen ‎para difundir ‎las buenas noticias del Reino? ‎¿Con qué valiosa herramienta cuentan ‎para dar gloria ‎al nombre de Jehová en quechua? ‎¿Cómo se sintió usted ‎cuando finalmente encontró a Jehová? ‎¿Y cómo se siente ahora ‎cuando ayuda a otras personas ‎que también están buscando ‎al Dios verdadero? ‎Disfrutaremos de un video musical ‎que habla sobre eso. ‎Este es el programa de octubre de 2018 ‎de JW Broadcasting.

‎Ya han pasado cinco años ‎desde que salió a la luz ‎la edición revisada de la “Traducción ‎del Nuevo Mundo” en inglés. ‎¡Qué gran bendición ‎ha sido esa Biblia! ‎¿Recuerdan las razones ‎por las que el Cuerpo Gobernante ‎vio necesario ‎que se revisara la traducción? ‎Una razón fue honrar ‎el nombre divino, ‎el cual se restituyó ‎en seis distintos lugares ‎gracias a las pruebas encontradas. ‎Otra razón fue facilitar ‎la labor de traducir ‎las Santas Escrituras a más idiomas. ‎Los equipos de traducción de la Biblia ‎enviaron miles de preguntas ‎que nos ayudaron a identificar ‎dónde podía quedar ‎más claro y entendible ‎el texto en inglés, ‎sin sacrificar su exactitud. ‎Le hemos estado pidiendo a Jehová ‎que, con el paso del tiempo, ‎más y más hermanos ‎tengan la “Traducción del Nuevo Mundo” ‎en su idioma. ‎El Cuerpo Gobernante siente que Jehová ‎está contestando esa oración. ‎Hasta ahora, ‎la edición revisada ‎ya está disponible en 13 idiomas. ‎Los invito a escuchar ‎lo que algunos ‎de nuestros hermanos europeos ‎dicen sobre cómo esa edición ‎los ha ayudado ‎a estudiar y predicar mejor.

‎La presentación en el 2013 ‎de la versión revisada ‎de la “Traducción del Nuevo Mundo ‎de las Santas Escrituras” en inglés ‎tuvo una gran acogida ‎entre los hermanos de todo el mundo ‎que hablan ese idioma. ‎Como indicó el hermano Jackson, ‎habían pasado más de sesenta años ‎desde que se publicó el primer volumen ‎de la “Traducción del Nuevo Mundo”, ‎y desde entonces ‎el inglés ha ido cambiando.

‎A lo largo del 2017, ‎la revisión ‎de la “Traducción del Nuevo Mundo” ‎se presentó en algunos idiomas europeos: ‎italiano ‎(presentada por primera vez en 1963), ‎holandés ‎(que también se presentó en el año 63), ‎griego ‎(publicada por primera vez en 1993) ‎y húngaro (que salió en el año 2000).

‎¿Qué opinan los hermanos ‎de la revisión ‎de la “Traducción del Nuevo Mundo” ‎en sus idiomas?

‎El lenguaje tan moderno ‎que tiene esta revisión de la Biblia ‎me ayuda a entenderla mucho mejor, ‎porque ahora ‎la lectura es más sencilla y fluida. ‎Así se me hace más fácil ‎meditar en lo que leo.

‎En Números 14:24, ‎Jehová le habla a Moisés. ‎En la versión anterior, ‎Jehová le dice que un espíritu diferente ‎había resultado estar con Caleb. ‎En la nueva edición en húngaro, ‎el texto dice que Caleb ‎no pensaba como los demás. ‎Está tan claro ‎que no hacen falta más explicaciones.

‎Salmo 7:9 antes decía que Jehová ‎examina el corazón y los riñones; ‎ahora dice que examina el corazón ‎y las emociones más profundas. ‎Se entiende mucho mejor.

‎Ahora los hermanos ‎entienden mejor la Palabra de Dios, ‎pero, además, ‎están muy contentos ‎de poder usar su nueva Biblia ‎en el ministerio, ‎¿por qué razón?

‎Cuando lees un versículo, ‎te das cuenta ‎de que la gente lo entiende mejor.

‎No hay que dar tantas explicaciones. ‎Es genial.

‎A mí me encanta el glosario, ‎es una especie de “Miniperspicacia”. ‎Es muy práctico para el estudio personal ‎y para el ministerio.

‎También me gusta la introducción ‎con las 20 preguntas ‎que hay al comienzo de la Biblia, ‎pues son las más comunes ‎que se hace la gente ‎en el territorio. ‎Además, tiene textos bíblicos ‎y unos dibujos muy bonitos. ‎Es muy sencilla y práctica.

‎¿Qué importantes factores ‎tuvieron en cuenta los traductores ‎para lograr una revisión tan buena ‎de la “Traducción del Nuevo Mundo”?

‎Gracias al lenguaje tan moderno ‎de la revisión, ‎los lectores pueden entender ‎la mayoría de los relatos bíblicos ‎sin tener que detenerse ‎para releerlos. ‎Esto, en parte, ‎es porque no se ha complicado el texto ‎con demasiadas palabras ‎tratando de copiar la sintaxis ‎y el estilo de la lengua hebrea. ‎Este lenguaje moderno ‎hace que el texto sea más natural, ‎más claro.

‎Como la revisión ‎usa un lenguaje más sencillo, ‎podemos entender mejor ‎las emociones de los personajes. ‎Es muy fácil identificar ‎cuándo alguien está enojado, ‎desesperado o triste. ‎Por ejemplo, en Mateo 11, ‎Jesús nos invita a ponernos su yugo, ‎y se ve enseguida ‎el cariño con el que lo dice.

‎En la edición del 2003, ‎había, por ejemplo, una oración ‎que ocupaba siete versículos, ‎la mitad de una columna, ‎y era muy difícil seguir el argumento. ‎En la Biblia revisada, esa oración ‎se ha dividido en varias frases. ‎Ahora es mucho más fácil ‎entender las ideas.

‎Muchos padres ‎nos han comentado ‎que, cuando leen ahora la Biblia ‎con sus hijos, ‎ya no tienen que detenerse ‎a explicarles las palabras, ‎y eso hace que disfruten mucho más ‎de la lectura.

‎La “Traducción ‎del Nuevo Mundo” revisada ‎muy pronto estará disponible ‎en más idiomas. ‎Sabemos que Jehová ‎desea que su pueblo ‎lo escuche hablar ‎de una manera clara y entendible. ‎Así podremos conocerlo aún mejor, ‎y nuestro amor hacia él ‎continuará aumentando ‎mientras disfrutamos de leer su Palabra.

‎Además de la claridad y la exactitud, ‎¿qué otra característica debería tener ‎cualquier traducción de la Biblia? ‎Nos haremos una idea ‎si pensamos en el título ‎del programa de este mes: ‎“Padre, glorifica tu nombre”. ‎Fue Jesús quien pronunció esas palabras, ‎que leemos en Juan 12:28. ‎Examinemos el contexto. ‎Vayamos a los versículos 27 y 28. ‎Allí dice: ‎Tan solo cuatro días después, ‎Jesús sufriría una muerte ‎terriblemente dolorosa.

‎De seguro, a Jesús le preocupaba ‎lo que iba a sucederle.

‎Ahora bien, ‎¿qué era lo que más le importaba?

‎Que el nombre de Dios ‎recibiera la debida honra.

‎Para todos nosotros ‎es muy importante dar gloria y prestigio ‎al nombre de Jehová.

‎Pero ¿cómo puede alguien ‎recibir honra y alcanzar prestigio ‎si nadie conoce su nombre? ‎Conocer el nombre personal de Jehová ‎es esencial para poder honrarlo ‎como él se merece.

‎En realidad, para darle alabanza, ‎primero tenemos ‎que aprendernos su nombre.

‎En el programa de junio de 2015 ‎de JW Broadcasting ‎hablamos de las razones ‎por las que el nombre de Jehová ‎debería aparecer en todas las Biblias. ‎Tal vez quieran volver a verlo. ‎En la edición de este mes, ‎abordaremos otro aspecto de este tema, ‎uno mucho más espinoso, ‎y es el siguiente: ‎¿debería el nombre de Dios ‎aparecer en las Escrituras ‎Griegas Cristianas, o Nuevo Testamento, ‎como también se las conoce? ‎Muchos especialistas ‎que apoyan nuestra decisión ‎de incluir el nombre de Dios ‎en las Escrituras Hebreas ‎rechazan la idea ‎de incluirlo en el Nuevo Testamento.

‎Entonces, ¿por qué decidieron ‎usarlo 237 veces ‎en las Escrituras Griegas Cristianas ‎los traductores ‎de la “Traducción del Nuevo Mundo”?

‎La respuesta tiene que ver ‎con ciertos acontecimientos ‎demasiado asombrosos ‎como para atribuírselos a la casualidad.

‎Y para descifrarla ‎tendremos que hacer de detectives.

‎¿De detectives? Sí.

‎Vamos a resolver juntos ‎este interesante caso.

‎Pero antes, imaginemos que estamos ‎a finales de la década de 1940, ‎cuando los miembros ‎del Comité de Traducción ‎de la Biblia del Nuevo Mundo ‎comenzaron a traducir ‎el libro de Mateo.

‎Sin duda se habrán dado cuenta enseguida ‎de que el relato de Mateo ‎contiene muchísimas citas ‎de las Escrituras Hebreas.

‎Y en el texto hebreo original ‎de muchas de estas citas ‎aparecía el Tetragrámaton, ‎las letras que forman ‎el nombre divino.

‎Hallamos un ejemplo en Mateo 22, ‎versículo 44.

‎Allí Jesús cita ‎las palabras del Salmo 110, versículo 1: ‎¿Habrá usado Jesús el nombre de su Padre ‎al citar estas palabras?

‎¿O lo habrá sustituido ‎por un título, como “Señor”?

‎Los hermanos notaron ‎algo muy interesante ‎que se observa en Mateo 22:44 ‎en muchas ediciones ‎de la versión del rey Jacobo, en inglés. ‎En ese versículo aparece, ‎todo en mayúsculas, ‎la palabra “SEÑOR”. ‎Y en esta versión ‎se hace lo mismo cada vez ‎que en el texto hebreo original ‎aparece el nombre divino. ‎Así que, al usar “SEÑOR” ‎en mayúsculas en ese versículo, ‎se reconoce que el nombre de Dios ‎aparece en la cita original.

‎Y eso nos hace pensar que Jesús ‎sí usó el nombre de su Padre.

‎Ahora bien, antes de que se publicara ‎la “Traducción del Nuevo Mundo”, ‎muchos expertos creían que, tiempo antes ‎de que Jesús viniera a la Tierra, ‎los judíos ya habían quitado ‎el Tetragrámaton de la “Septuaginta”, ‎la traducción al griego ‎de las Escrituras Hebreas.

‎Si hubiera sido así, ‎las copias de las Santas Escrituras ‎que tenía la gente en los días de Jesús ‎no hubieran incluido ‎el nombre divino.

‎Entonces, ¿qué debía hacer ‎el comité?

‎¿Debía usar el nombre divino ‎en su traducción o no?

‎Aquí es donde la historia ‎se pone interesante.

‎Precisamente en esos años, ‎salieron a la luz ‎ciertos descubrimientos que desmintieron ‎a aquellos expertos. ‎En el prólogo de la edición de 1950 ‎de la “Traducción del Nuevo Mundo ‎de las Escrituras Griegas Cristianas”, ‎se habla de uno de esos hallazgos. ‎Tenía que ver con unas copias en papiro ‎de la “Septuaginta” ‎que databan del tiempo de Jesús. ‎¿Qué revelaron esos fragmentos? ‎El siguiente video ‎nos dará la respuesta.

‎En 1950 ‎se publicó en inglés ‎la “Traducción del Nuevo Mundo ‎de las Escrituras Griegas Cristianas”.

‎Esta traducción fue única, ‎ya que restituyó ‎el nombre divino, Jehová, ‎237 veces en el texto ‎del llamado Nuevo Testamento.

‎¿Por qué se hizo esto si, ‎durante siglos, ‎distintas traducciones de la Biblia ‎habían omitido el nombre de Dios? ‎¿Por qué debía restituirse ‎dicho nombre? ‎Las copias más antiguas ‎que tenemos hoy ‎no incluyen el nombre divino ‎en las Escrituras Griegas. ‎En su lugar, emplean términos ‎como “Dios” y “Señor”.

‎En épocas muy tempranas, ‎los copistas de aquellos manuscritos ‎sencillamente reemplazaron ‎—o desarrollaron la costumbre ‎de reemplazar— el nombre de Dios. ‎El sentido del original ‎no se transmite de manera exacta ‎porque un título no equivale...

‎no es sinónimo de un nombre personal, ‎en este caso, Jehová. ‎Las Escrituras Griegas ‎también fueron inspiradas por Dios, ‎al igual que las Escrituras Hebreas. ‎Y el nombre “Jehová” ‎aparece unas siete mil veces ‎en el texto hebreo. ‎Por eso, ‎no tiene sentido ‎que haya desaparecido ‎del texto griego.

‎El Comité de Traducción ‎de la Biblia del Nuevo Mundo ‎estaba convencido ‎de que el nombre “Jehová” ‎debía figurar ‎en las Escrituras Griegas Cristianas. ‎No obstante, ‎sabían que la mayoría de los biblistas ‎no opinaban lo mismo. ‎Estos argumentaban ‎que en tiempos de Jesús ‎ni siquiera la traducción ‎de las Escrituras Hebreas al griego, ‎la “Septuaginta”, ‎conservaba el nombre divino. ‎Entonces, ‎¿por qué habrían de usar ‎los escritores del Nuevo Testamento ‎el nombre divino ‎si sus copias en griego ‎de las Escrituras ‎ni siquiera contenían ‎el Tetragrámaton? ‎Pero dicho razonamiento ‎se basaba en información imprecisa. ‎¿De verdad no contenía el nombre de Dios ‎la “Septuaginta” en tiempos de Jesús? ‎Respondamos dicha pregunta ‎a la luz de un importante hallazgo.

‎En 1944, ocurrió algo asombroso. ‎En una publicación sobre teología, ‎apareció una fotografía ‎de un fragmento del Papiro Fouad 266, ‎una copia parcial de la “Septuaginta”. ‎¡Y el nombre divino ‎aparecía en dicho fragmento! ‎Y no una vez, ‎sino a lo largo de todo el texto. ‎El documento era muy antiguo, ‎del siglo primero antes de Cristo. ‎Fue una prueba, ‎una clara prueba, ‎de que el nombre divino ‎había estado allí desde el principio. ‎Se pidió a dos testigos de Jehová ‎que consiguieran fotografías ‎de los fragmentos, ‎que se encontraban en El Cairo, Egipto.

‎El comité de la traducción de la Biblia ‎se interesó en el asunto, ‎pues la traducción ‎de las Escrituras Griegas ‎comenzó en 1947.

‎Con la debida autorización, ‎se publicaron 12 fotografías ‎de los fragmentos en el prólogo ‎de la “Traducción del Nuevo Mundo ‎de las Escrituras Griegas Cristianas”.

‎Me impresiona cómo se dieron las cosas. ‎Cuando nuestros hermanos ‎del comité de la traducción de la Biblia ‎comenzaron su investigación ‎—incluso antes de empezar a traducir— ‎salió a la luz ‎algo prácticamente desconocido ‎hasta 1944.

‎Y eso les confirmó ‎que el nombre que siempre ha tenido Dios ‎no debía permanecer oculto...

‎tenía que darse a conocer ‎a todas las personas ‎que realmente desean adorar a Jehová.

‎Este esfuerzo ‎por conservar el nombre divino ‎concuerda con las palabras de Jesús ‎que encontramos en Juan 17:26: ‎“Yo les he dado a conocer tu nombre, ‎y lo daré a conocer”. ‎Y, como testigos de Jehová, ‎nos sentimos orgullosos ‎de ser “un pueblo para su nombre”. ‎Conocer el nombre de Jehová ‎es fundamental para conocerlo a él mismo, ‎y con esta traducción ‎ha quedado muy claro ‎que Jehová se propuso reunir ‎de entre las naciones ‎“un pueblo para su nombre”.

‎Esta traducción de la Biblia ‎es especial ‎porque nos hace sentir ‎más cerca de Jehová. ‎A él no puedes llamarlo ‎simplemente “Señor”, ‎como harías con cualquier hombre ‎con quien te encuentres...

‎no, él es Jehová, nuestro Dios. ‎Es como si nos diera la mano ‎y nos dijera: “Me llamo Jehová. ‎Llámame por mi nombre”.

‎¿Verdad que es increíble? ‎La prueba definitiva ‎de que el nombre divino en hebreo ‎sí aparecía ‎en las copias de la “Septuaginta” ‎que tenía la gente de los días de Jesús ‎se halló en el momento más oportuno: ‎justo cuando los miembros del comité ‎a cargo de nuestra traducción ‎debían decidir si incluirían ‎el nombre “Jehová” ‎en las Escrituras Griegas. ‎Nos alegra muchísimo que los hermanos ‎pudieran hallar esta información, ‎y más si tenemos en cuenta ‎que estos fragmentos no se hicieron ‎disponibles al público en general ‎sino hasta 1971, ‎muchos años después de que se tomara ‎aquella decisión tan importante. ‎Pero ahí no quedó todo. ‎¿Recuerdan ‎qué otros importantes documentos ‎se descubrieron a partir de 1947? ‎Los Rollos del mar Muerto. ‎Muchos de esos rollos eran del tiempo ‎en el que Jesús estuvo en la Tierra.

‎¿Y qué podía verse ‎una y otra vez en dichos rollos?

‎Efectivamente, el Tetragrámaton, ‎el nombre divino.

‎¿No les llama la atención ‎que estos hallazgos ‎ocurrieran en los años ‎en que los hermanos ‎estaban preparando ‎la “Traducción del Nuevo Mundo”? ‎¿Habrá sido coincidencia ‎o habrá intervenido Jehová ‎en los asuntos?

‎¿Qué ha sucedido ‎desde aquella época?

‎Como el nombre divino ‎aparece vez tras vez ‎en los fragmentos de la “Septuaginta” ‎que datan del siglo primero ‎antes de nuestra era ‎y del siglo primero de nuestra era, ‎algunos expertos ‎se han abierto a la idea ‎de que Jesús y sus discípulos ‎usaron el nombre divino ‎al citar de las Escrituras.

‎Sin embargo, hay que recordar ‎que, de las 237 veces ‎en las que nuestra traducción ‎restituye el nombre de Dios ‎en las Escrituras Griegas, ‎solo una tercera parte corresponde ‎a citas de las Escrituras Hebreas.

‎¿Y en qué se basaron los hermanos ‎para el resto de los casos?

‎Pues justamente es aquí ‎donde tenemos que hacer ‎de detectives.

‎Imagine que usted es un detective ‎a quien se le ha encargado investigar ‎el robo ‎de más de doscientas obras de arte ‎de varios museos y galerías. ‎El ladrón no solo se llevó las piezas, ‎sino que las sustituyó ‎por imitaciones.

‎Ahora usted tiene que empezar ‎a buscar pistas.

‎Lo primero que hay que hacer ‎es averiguar en dónde se encontraba ‎cada una de las obras originales.

‎Para hacerlo, debe identificar ‎cuáles son las imitaciones.

‎Así, podrá devolver las obras originales ‎a su debido lugar.

‎Pues bien, existen pruebas sólidas ‎de que un delito parecido ‎se cometió entre los siglos ‎segundo y tercero de nuestra era. ‎Los apóstatas quitaron el nombre divino ‎que figuraba en los manuscritos bíblicos ‎y lo reemplazaron por “Kýrios”, ‎la palabra griega para “Señor”.

‎Hay muchas pruebas de que esto ocurrió. ‎Ellos fueron ‎como el ladrón de las obras de arte ‎porque se llevaron algo valiosísimo ‎al quitar el nombre de Jehová ‎de las Escrituras Griegas Cristianas. ‎Sin embargo, hay un problema: ‎no existen copias del siglo primero ‎de las Escrituras Griegas ‎que podamos examinar. ‎Los manuscritos más antiguos ‎que tenemos disponibles ‎son de finales del siglo segundo, ‎y para entonces ‎ya se había cometido el delito: ‎el nombre de Dios ‎ya no se encontraba en ninguna parte. ‎Entonces, ¿cómo podemos saber ‎en dónde aparecía originalmente ‎el nombre divino, ‎o sea, de qué lugares lo quitaron ‎los apóstatas? ‎Pues, como buenos detectives, ‎tenemos que llevar a cabo ‎nuestra investigación ‎y seguir las pistas.

‎Este trabajo exige ‎que analicemos cada caso ‎en que aparece ‎la palabra “Señor” en el texto ‎para determinar ‎si se refiere a Jehová, ‎a Jesús o a alguien más ‎que pueda tener ese título. ‎En esencia, hay cinco pistas ‎que nos ayudan a identificar ‎de dónde se llevaron el nombre divino, ‎nuestra obra de arte. ‎Examinemos a fondo ‎cada una de ellas. ‎La primera pista es la más obvia. ‎Se trata, como ya dijimos, ‎de los pasajes que dicen “Señor” ‎pero que en realidad ‎son citas de las Escrituras Hebreas ‎que incluyen el nombre divino. ‎La segunda pista ‎tiene que ver ‎con expresiones fijas del hebreo ‎que incluyen el nombre divino. ‎Por ejemplo, si yo les dijera: ‎“Sucedió en un abrir y cerrar de...”, ‎¿qué seguiría? ‎“Ojos”, no “manos”, ‎porque la expresión ‎es “en un abrir y cerrar de ojos”. ‎Lo mismo pasa ‎con ciertas expresiones en hebreo ‎que incluyen el nombre de Jehová. ‎Pongamos por caso Mateo 1:20, ‎donde aparece la expresión ‎“el ángel de Jehová”. ‎Cuando encontramos expresiones fijas ‎—como esta— en el texto griego, ‎sabemos que el nombre divino ‎estaba originalmente ahí. ‎Hallamos la tercera pista ‎en los pasajes que dicen “Señor” ‎y que incluyen palabras ‎que se le atribuyen a Jehová. ‎Un ejemplo es Mateo 1:22, ‎donde dice: ‎La cita del versículo que sigue, ‎Mateo 1:23, ‎está tomada de Isaías 7:14, ‎que es parte de una profecía que Jehová ‎le transmitió a Isaías.

‎La cuarta pista ‎es la falta de una pequeña palabra, ‎un artículo definido, ‎antes de “Kýrios” (o “Señor”) ‎en los lugares donde, ‎por las normas gramaticales del griego, ‎debería estar. ‎Esta pista indica que en dichos lugares ‎los manuscritos más antiguos ‎contenían un nombre propio, ‎como Jehová, ‎y que posteriormente ese nombre ‎se sustituyó por la palabra “Kýrios”.

‎Para entender ‎la importancia de esta pista, ‎pensemos en un reportero ‎que debe preparar ‎un artículo ‎sobre un accidente automovilístico. ‎En la noticia, el reportero informa ‎que Juan Gómez, el conductor, ‎murió en el accidente. ‎Pero, antes de que el periódico ‎se imprima, ‎el editor le dice al reportero ‎que la familia de Juan Gómez ‎aún no sabe que él murió ‎y le pide que quite su nombre. ‎Así que el reportero ‎decide sustituir el nombre ‎por la frase “el conductor”, ‎pero a la hora de hacerlo ‎se le olvida poner la palabra “el”. ‎¿Qué sucede entonces? ‎Que la noticia dice: ‎“Conductor murió en el accidente”.

‎Algo no se oye bien ahí, ¿verdad? ‎Suena como si el nombre del fallecido ‎fuera “Conductor”. ‎Eso se debe a que se omitió ‎el artículo definido “el”. ‎Pues algo así ‎fue lo que hicieron los apóstatas ‎al eliminar el nombre “Jehová” ‎de la Biblia. ‎Por ejemplo, en griego, ‎el texto de Marcos 13:20 dice algo como: ‎“De hecho, a menos que Señor ‎hubiera acortado los días, ‎ninguna carne se salvaría”. ‎¡Suena como si “Señor” ‎fuera un nombre!

‎Queda claro que ahí decía “Jehová”, ‎y por eso ‎la “Traducción del Nuevo Mundo” ‎ha vuelto a poner el nombre divino ‎en ese versículo. ‎Pero hay veces ‎que, aun cuando en el griego ‎se haya usado el artículo “el” ‎antes de “Señor”, ‎existen razones sólidas ‎—como las que ya hemos mencionado— ‎para concluir que el nombre de Dios ‎fue reemplazado.

‎La pista final está en los pasajes ‎que resultan confusos ‎por no usar el nombre “Jehová”. ‎Fíjense en lo que sucede ‎en Marcos, capítulo 5, versículo 19. ‎Jesús le dice a un hombre ‎que acaba de curar: ‎¿Cómo sabemos ‎que el término “Señor” que había aquí ‎se refería a Jehová, y no a Jesús? ‎Bueno, en Lucas 8:39 ‎también se narra este suceso. ‎Y allí se usó ‎el término griego “Theós” (Dios), ‎lo cual indica ‎que el título “Kýrios” (o “Señor”) ‎de Marcos 5:19 se refiere a Jehová. ‎Estas cinco pistas ‎fueron las que siguió ‎el Comité de Traducción ‎de la Biblia del Nuevo Mundo ‎para determinar dónde debía restituir ‎el nombre divino en el texto griego. ‎De este modo, pudieron corregir ‎el mal causado por los apóstatas ‎en los siglos segundo y tercero ‎de nuestra era ‎y, por decirlo así, ‎devolver a su legítimo lugar ‎cada obra de arte robada. ‎Todas estas pistas se explican ‎con detalle en el apéndice C ‎de la edición de estudio ‎de la “Traducción del Nuevo Mundo”, ‎disponible en inglés ‎en la aplicación JW Library® ‎o en el sitio de Internet ‎de la BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower. ‎Además, ese apéndice ‎contiene una lista ‎de lo que llamamos referencias J, ‎que también respaldan ‎las decisiones que tomó el comité.

‎Pero quizás se pregunten ‎de qué forma respaldan ‎las referencias J ‎esas decisiones.

‎Para entender mejor el asunto, ‎hemos invitado al programa ‎a un hermano con quien yo trabajo, ‎Nick Ahladis. ‎Él es el superintendente auxiliar ‎de Servicios de Traducción.

‎Nick, ¡gracias por venir al programa ‎para contestar ‎algunas de nuestras preguntas!

‎Es un placer.

‎Ya que te tenemos aquí, ‎¿podrías decirnos qué son exactamente ‎las referencias J, ‎que acabamos de mencionar?

‎Para empezar, la “J” de esas referencias ‎representa el nombre “Jehová”. ‎Y conforman, básicamente, ‎una lista de Biblias en hebreo ‎y en otros idiomas ‎que utilizan el nombre divino ‎—o alguna de sus formas— ‎en el texto principal ‎de las Escrituras Griegas Cristianas. ‎El Comité de Traducción ‎de la Biblia del Nuevo Mundo ‎comenzó a preparar esta lista ‎en los años cuarenta.

‎¿Y dónde podemos encontrar ‎esa lista ahora?

‎Al principio, ‎había una lista de 21 referencias ‎en la edición en inglés ‎de las Escrituras Griegas Cristianas ‎de 1950. ‎Luego, en 1984, ‎cuando se publicó ‎la “Biblia con referencias”, ‎se incluyeron unas cuantas más. ‎Desde entonces, se han encontrado ‎muchas más referencias J ‎y, actualmente, la lista incluye ‎más de noventa traducciones ‎y obras de consulta. ‎Hoy tenemos la lista actualizada ‎en el apéndice C4 ‎de la Biblia de estudio en inglés.

‎Muy bien. ‎Ahora me gustaría hacerte ‎una pregunta importante: ‎¿prueban las referencias J ‎que el Tetragrámaton ‎aparecía originalmente ‎en las Escrituras Griegas Cristianas?

‎No, en realidad no.

‎A ver... creo que la mayoría ‎no esperaba que dijeras eso. ‎¿Podrías explicarte un poco más?

‎Bueno, el Comité de Traducción ‎de la Biblia del Nuevo Mundo ‎no se basó en las referencias J ‎para tomar la decisión ‎de restituir el nombre divino ‎en las Escrituras Griegas Cristianas. ‎Las razones para dicha decisión ‎quedaron muy claras ‎con lo que ya has explicado. ‎Más bien, las referencias J ‎sirven para demostrar ‎que otros traductores ‎también han decidido restituir ‎el nombre de Dios ‎en sus ediciones ‎de las Escrituras Griegas Cristianas, ‎conocidas también ‎como el Nuevo Testamento.

‎Bien. ‎Hablando de esos traductores ‎de la Biblia, ‎¿podrías mencionarnos un ejemplo?

‎Muchos de ellos ‎son especialistas muy reconocidos. ‎Por ejemplo, al teólogo luterano ‎del siglo 19 Franz Delitzsch ‎se lo sigue considerando ‎un prestigioso biblista y hebraísta. ‎Delitzsch publicó su traducción ‎del Nuevo Testamento al hebreo en 1877, ‎y su obra es una de las referencias J.

‎De hecho, ‎esa todavía es una de las traducciones ‎más reconocidas ‎del Nuevo Testamento en hebreo. ‎Él pudo identificar los lugares ‎donde debía aparecer el nombre “Jehová”, ‎aunque en el texto griego ‎se usara el término “Kýrios”, o “Señor”. ‎El comité responsable ‎de la “Traducción del Nuevo Mundo” ‎analizó cada caso en el que Delitzsch ‎usó el nombre de Dios, ‎y lo mismo se hizo ‎con otras traducciones ‎incluidas en las referencias J.

‎Entonces, en pocas palabras, ‎¿para qué nos sirven las referencias J?

‎Bueno, todas las referencias J, ‎incluyendo las más recientes ‎de la Biblia de estudio, ‎demuestran ‎que otros traductores y especialistas ‎llegaron a la misma conclusión ‎que el comité encargado ‎de la “Traducción del Nuevo Mundo”: ‎que tanto Jesucristo como sus apóstoles ‎usaron el nombre de Jehová ‎al enseñar y en sus escritos. ‎Las conclusiones de dichos especialistas ‎se reflejan en sus traducciones ‎y obras de consulta.

‎¡Qué interesante! ‎Entonces, si lo he entendido bien, ‎cuando consultemos el apéndice C3, ‎hallaremos una lista de las razones ‎por las que el Comité de Traducción ‎de la Biblia del Nuevo Mundo ‎decidió poner el nombre “Jehová” ‎en ciertos versículos. ‎Y el apéndice C4 ‎es prácticamente una lista ‎de otras traducciones de la Biblia ‎en las que los traductores ‎tomaron exactamente la misma decisión. ‎—¿Es así?

‎—Sí. ‎—Así mismo es.

‎—Pues qué bien, Nick. ‎Muchas gracias ‎por venir al programa. ‎Lo que acabas de decir ‎ha sido muy útil. ‎Antes de que te vayas, ‎nos gustaría pedirte ‎que lleves nuestros saludos y cariño ‎a todos los hermanos y hermanas ‎tan trabajadores ‎que colaboran contigo ‎en Servicios de Traducción.

‎Claro que sí.

‎¡Muchísimas gracias!

‎¿Por qué pone tanto cuidado ‎la organización ‎en la labor de traducir la Biblia? ‎No es para que nos creamos unos expertos ‎cuando hablemos con la gente ‎sobre la Biblia y el nombre de Dios. ‎No, más bien, es porque queremos ‎imitar a Jesús ‎al honrar el nombre de Jehová ‎y al darlo a conocer ‎entre quienes buscan al Dios verdadero. ‎El video musical de este mes ‎se titula “Busca y hallarás”, ‎y destaca la enorme alegría ‎que uno siente ‎cuando encuentra a Jehová.

‎♪♪ Viajaba por un ancho mar, ‎un mar de dudas sin respuesta.

‎Tenía que buscar, quería encontrar ‎una valiosa perla.

‎Y, sin descansar, ‎fui surcando el mar, ‎las velas desplegué ‎y comencé mi viaje.

‎(ESTRIBILLO) ‎Buscar, buscar la verdad, ‎ansioso por saber ‎lo que luché por comprender: ‎que el Reino de Jehová ‎muy pronto regirá ‎a la humanidad. ‎Busca y hallarás.

‎Cuando descubrí que puedo ser ‎amigo del Creador del hombre, ‎mi corazón se conmovió: ‎¡quería invocar su nombre!

‎Y, sin descansar, ‎fui surcando el mar, ‎las velas desplegué ‎y continué mi viaje.

‎(ESTRIBILLO) ‎Buscar, buscar la verdad, ‎ansioso por saber ‎lo que luché por comprender: ‎que el Reino de Jehová ‎muy pronto el paraíso ‎prometido nos traerá.

‎Busca y hallarás.

‎Y no lo puedo callar, ‎lo que he descubierto: ‎esta perla singular.

‎Otros están en un mar de dudas; ‎voy a ir a predicar, ‎ayudarlos a encontrarla.

‎(ESTRIBILLO) ‎Hallar, hallar la verdad, ‎feliz por aprender ‎lo que luché por comprender: ‎que el Reino de Jehová ‎muy pronto nos dará ‎la vida sin final.

‎Busca y hallarás. ♪♪ ‎Quizás usted se haya identificado ‎con la letra de la canción. ‎Tal vez se sentía ansioso ‎de conocer y comprender ‎las verdades de la Biblia. ‎¡Qué maravilloso ‎es encontrar a Jehová ‎y ayudar a otras personas ‎a lograr lo mismo! ‎Al hacerlo, le damos gloria ‎y hacemos honor a nuestro nombre: ‎testigos de Jehová. ‎Claro está, portar dicho nombre ‎es, además de un honor, ‎una gran responsabilidad. ‎¿En qué sentido? ‎Escuchemos un breve discurso ‎del hermano Robert Ciranko, ‎presentado en la adoración matutina.

‎Cuando el apóstol Pedro ‎escribió las palabras del texto de hoy, ‎ya había judíos, prosélitos, ‎samaritanos y gentiles ‎en la congregación cristiana. ‎Formaban parte del pueblo de Dios, ‎el Israel espiritual de Dios.

‎En el versículo anterior ‎al texto de hoy, ‎Pedro indicó ‎cuál era la misión de ese pueblo. ‎Veamos lo que dijo en 1 Pedro, ‎capítulo 2, ‎en los versículos 9 y 10. ‎En 1 Pedro 2. ‎Allí escribió: ‎“Pero ustedes son ‘una raza escogida, ‎un sacerdocio real, ‎una nación santa, ‎un pueblo para posesión especial, ‎para que declaren en público ‎las excelencias’ de aquel ‎que los llamó de la oscuridad ‎a su luz maravillosa.

‎Porque en un tiempo ‎ustedes no eran pueblo, ‎pero ahora son pueblo de Dios”. ‎Por supuesto, esto se refiere ‎a los miembros de la congregación ‎ungidos por espíritu, ‎que tendrían la responsabilidad ‎de glorificar el nombre de Jehová ‎y ser sus Testigos. ‎Eso concuerda ‎con lo que Pedro mismo dijo años antes ‎en una reunión del cuerpo gobernante ‎del siglo primero, ‎tal como leemos en Hechos 15. ‎Busquemos Hechos 15 ‎y leamos ‎a partir del versículo 14. Dice: ‎“Symeón ha contado cabalmente ‎cómo Dios por primera vez ‎dirigió su atención a las naciones ‎para sacar de entre ellas ‎un pueblo para su nombre.

‎Y con esto convienen ‎las palabras de los Profetas, ‎así como está escrito: ‎‘Después de estas cosas volveré ‎y reedificaré la cabaña de David ‎que está caída; ‎y reedificaré sus ruinas ‎y la erigiré de nuevo, ‎para que los que queden de los hombres ‎busquen solícitamente a Jehová, ‎junto con gente de todas las naciones, ‎personas que son llamadas ‎por mi nombre, ‎dice Jehová, ‎que está haciendo estas cosas’”.

‎¿Y qué decir ‎de quienes somos testigos de Jehová, ‎pero no somos cristianos ungidos? ‎¿También somos parte ‎del pueblo de Dios?

‎¡Claro que sí! ‎¡Y qué gran honor es llevar el nombre ‎del único Dios verdadero! ‎No obstante, representar ese nombre ‎conlleva una responsabilidad, ‎que otros grupos religiosos ‎no quieren asumir.

‎Tenemos la obligación ‎de dar testimonio de Jehová, ‎de decir la verdad acerca de él ‎y de desenmascarar ‎las enseñanzas erróneas ‎que lo pintan en falsos colores.

‎Un típico ejemplo ‎de un dogma sin base bíblica ‎que ha desenmascarado ‎el pueblo de Jehová ‎es el de la Trinidad. ‎Eso me recuerda el caso ‎de un falsificador que engaó ‎a mucha gente experta.

‎Es la historia de Van Meegeren, ‎un artista holandés que nació en 1889 ‎y que protagonizó ‎uno de los más espectaculares casos ‎de falsificación de la historia.

‎Como no conseguía ‎que los críticos de arte ‎le dieran el reconocimiento que quería, ‎intentó vengarse de ellos ‎y demostrar su talento ‎pintando un cuadro ‎que los engañara. ‎Decidió imitar ‎a un famoso pintor holandés ‎del siglo diecisiete, Johannes Vermeer. ‎Van Meegeren pasó cuatro años ‎tramando cómo lograr ‎que una pintura pareciera tener ‎trescientos años de antigüedad.

‎Conseguir el lienzo fue lo más fácil: ‎le quitó la pintura ‎a un cuadro poco conocido ‎del siglo diecisiete.

‎Pero lo complicado ‎era que la pintura al óleo ‎se endureciera del todo, ‎pues eso suele tomar ‎unos cincuenta años. ‎Así que mezcló pigmentos ‎con una resina sintética ‎en vez de con aceite ‎y secó el lienzo al horno. ‎Al final, creó seis obras ‎que pasaron por cuadros de Vermeer.

‎El más famoso, “La cena de Emaús”, ‎se vendió en 1937.

‎El historiador de arte ‎más reconocido de la época ‎afirmó que era ‎una obra de arte de Vermeer, ‎auténtica e intacta, ‎sobre el lienzo original, ‎que no había sido restaurada.

‎Pero en realidad era falsificada. ‎La opinión de ese crítico se consideraba ‎sagrada en el mundo del arte, ‎tanto que él se había ganado ‎el sobrenombre de El Papa.

‎Sin embargo, con el tiempo se demostró ‎con un análisis químico ‎que la pintura contenía un ingrediente ‎que no se descubrió ‎sino hasta dos siglos después ‎de la muerte de Vermeer, ‎y de ese modo se desenmascaró ‎el fraude de Van Meegeren.

‎Algo parecido sucedió con la apostasía ‎que hubo después ‎de la muerte de los apóstoles.

‎Casi trescientos años después ‎de que se terminara de escribir la Biblia, ‎un escritor que creía en la Trinidad ‎añadió a 1 Juan 5:7 las palabras ‎“en el cielo: el Padre, el Verbo ‎y el Espíritu Santo; ‎y estos tres son uno”.

‎Pero eso no aparecía ‎en los manuscritos griegos más antiguos, ‎así que es una falsificación ‎de la Palabra de Dios.

‎Aun así, por siglos las iglesias ‎han divulgado ‎la doctrina de la Trinidad.

‎Para el siglo diecinueve, ‎casi todas las traducciones de la Biblia ‎tenían ese texto añadido.

‎En 1897, el papa León XIII ‎aprobó que la “Vulgata” latina ‎conservara esas palabras.

‎Llama la atención ‎que la “New Catholic Encyclopedia” afirme: ‎“El dogma trinitario ‎es, a fin de cuentas, ‎un invento de finales del siglo IV. ‎Entre los Padres Apostólicos ‎no hubo nada ni remotamente parecido ‎a esa mentalidad o enfoque”.

‎Los testigos de Jehová ungidos ‎rechazaron con firmeza el dogma ‎de la Trinidad de la cristiandad.

‎En 1915, “The Watch Tower” ‎demostró que no tiene sentido ‎enseñar una doctrina ‎que contradice a la Biblia.

‎Argumentó: ‎“¡En qué enredo ‎de contradicciones y confusión ‎se meten los que dicen ‎que Jesús y el Padre son un solo Dios!

‎Eso significaría ‎que nuestro Señor Jesús ‎fue un hipócrita ‎cuando estuvo en la Tierra, ‎pues habría fingido orar a Dios, ‎cuando en realidad ‎él mismo era Dios. [...] ‎El Padre siempre ha sido inmortal, ‎no puede morir.

‎Entonces, ¿cómo podría ‎morir Jesús? [...]. ‎Sin embargo, las Escrituras declaran ‎que sí murió. [...] ‎Por otra parte, ‎si admiten que en realidad Jesús murió, ‎se enfrentan a otro problema: ‎creer que sus tres dioses ‎son una sola persona ‎significaría que, cuando Jesús murió, ‎los tres murieron.

‎Y, si todos murieron, ‎¿quién les devolvió la vida?

‎¡Es un sinsentido! [...] ‎¿Deberíamos contradecir a los apóstoles, ‎a los profetas y al propio Jesús, ‎echar a un lado la razón ‎y el sentido común, ‎para apoyar un dogma ‎que proviene de un pasado oscuro, ‎lleno de supersticiones, ‎y de una Iglesia corrupta y apóstata? ‎¡De ningún modo!”, ‎dijo “The Watch Tower”.

‎El pueblo de Jehová ‎sigue enseñando la verdad ‎sobre el único Dios verdadero. ‎Las palabras que Jehová expresó ‎mediante su profeta Isaías ‎siempre se han cumplido: ‎tanto en los israelitas de nacimiento ‎de la antigüedad ‎como en el Israel espiritual ‎de tiempos modernos.

‎Están en Isaías 43:21. ‎En unos versículos anteriores ‎del capítulo 43, leemos: ‎“Ustedes son mis testigos”; ‎luego, en el versículo 21 dice: ‎“El pueblo a quien he formado ‎para mí mismo, ‎para que relate la alabanza mía”. ‎Así es, el empeño que han puesto ‎los testigos de Jehová, ‎el pueblo de Dios, ‎en desenmascarar enseñanzas falsas ‎que no se basan en la Biblia, ‎enseñar la verdad sobre Jehová ‎y santificar su nombre ‎ha llegado a unos niveles ‎que no ha alcanzado ‎ningún otro grupo religioso.

‎Y Jehová se fija en eso. ‎Veamos lo que dice ‎el tercer capítulo de Malaquías.

‎Malaquías, capítulo 3, ‎a partir del versículo 16. ‎Malaquías 3:16: ‎“En aquel tiempo los que estaban ‎en temor de Jehová ‎hablaron unos con otros, ‎cada uno con su compañero, ‎y Jehová siguió prestando atención ‎y escuchando.

‎Y un libro de recuerdo ‎empezó a ser escrito delante de él ‎para los que estaban ‎en temor de Jehová ‎y para los que pensaban en su nombre ‎[o lo “atesoraban”, como dice la nota ‎de la “Traducción ‎del Nuevo Mundo” en inglés].

‎‘Y ciertamente llegarán a ser míos ‎—ha dicho Jehová de los ejércitos— ‎en el día en que produzca ‎una propiedad especial’”.

‎De modo que Jehová ama mucho ‎a quienes le tienen temor reverente ‎y atesoran su nombre; ‎eso los hace ‎el verdadero pueblo de Dios.

‎Jehová puede hacer a un lado ‎las ideas religiosas muy arraigadas ‎y toda otra cosa que impida ‎que su nombre sea santificado ‎y que la gente conozca ‎las buenas nuevas. ‎Y nos asombra ver ‎cómo usa a su pueblo, ‎a su “propiedad especial”. ‎Sean cuales sean los retos ‎que tengamos que afrontar, ‎él siempre bendecirá los esfuerzos ‎que hagamos por darle honra. ‎Vayamos hasta Perú, ‎donde nuestros hermanos ‎están llegando al corazón ‎de las personas que hablan quechua ‎y que viven en los Andes.

‎Me llamo Faustino Camacho Quispe. ‎En mi familia hablamos quechua ‎o, como lo llamamos nosotros, ‎“runa simi”, ‎que significa “el idioma de la gente”. ‎Vivimos en una comunidad rural ‎de las montañas del Perú.

‎Nos dedicamos a la agricultura: ‎sembramos maíz, ‎papas, trigo, quinua... ‎También criamos algunos animales.

‎Mucha gente que habla quechua ‎se ha mudado a la ciudad, ‎pero otros, como nosotros, ‎todavía seguimos ‎el estilo de vida tradicional del campo.

‎En casa somos testigos de Jehová.

‎La mayoría de los hermanos ‎de esta zona ‎nunca habrían aprendido la verdad ‎si no fuera porque alguien vino ‎a predicarles en quechua.

‎En 1992, la sucursal del Perú ‎comenzó a expandir la obra ‎en el campo quechua. ‎Para poder llegar ‎a los que vivían en zonas aisladas, ‎hermanos y hermanas celosos ‎tuvieron que viajar ‎por estrechos caminos ‎en las elevadas y frías montañas ‎de la cordillera andina. ‎Comenzaron a hacer ‎grandes esfuerzos ‎para poder predicar ‎a los quechuahablantes ‎en su propio idioma. ‎A la gente le encantó recibir ‎publicaciones en su lengua materna. ‎Sin embargo, ‎el poder llevar a cabo esta obra ‎tuvo muchos desafíos. ‎Era un gran reto ‎no contar con una buena traducción ‎de las Santas Escrituras en quechua. ‎Las traducciones ‎más comunes aquí en el Perú ‎omiten el nombre de Dios ‎en el texto principal. ‎Se puede encontrar en el glosario ‎al final de algunas biblias ‎y, a veces, eso usábamos ‎para poder predicar. ‎Pero no tenía la misma fuerza ‎que verlo en el lugar correcto. ‎Eso, y la influencia ‎de doctrinas falsas, ‎hacía difícil para nosotros ‎enseñar la verdad.

‎Cuando les enseñamos ‎a las personas el mensaje de la Biblia, ‎nuestro deseo ‎es que se acerquen a Dios, ‎que tengan una amistad con él. ‎Pero nadie puede ser amigo de Dios ‎si no sabe cómo se llama. ‎Para que puedan sentir ‎amor por Dios, ‎necesitan conocer su nombre ‎y entender lo que significa.

‎Usábamos la Biblia en las reuniones, ‎el ministerio y la adoración en familia, ‎pero la que teníamos ‎no era una buena traducción.

‎¿Cómo se podría santificar ‎el nombre de Dios ‎en esta zona montañosa? ‎¿Cómo iba a conocer a Dios ‎la gente que habla quechua ‎si su nombre ‎no aparecía en sus biblias?

‎Recibimos la respuesta ‎a nuestras oraciones cuando se invitó ‎a todas las congregaciones ‎de habla quechua del país ‎a asistir a una reunión especial ‎el 1 de mayo de 2016. ‎Imagínense la felicidad que sentimos ‎cuando el hermano Jackson, ‎del Cuerpo Gobernante, ‎presentó la “Traducción del Nuevo Mundo ‎de las Escrituras Griegas Cristianas” ‎en dos lenguas quechuas.

‎El idioma número 136: ‎las “Escrituras Griegas” ‎en quechua ayacuchano. ‎Y hay más, el número 137, ‎el quechua cuzqueño. ‎¡Qué magnífico regalo ‎hemos recibido hoy!

‎Esta nueva Biblia en quechua ‎es una gran victoria ‎para el gran nombre de Jehová. ‎El nombre de Dios ‎no se ocultará más, ‎eso dará a nuestros queridos paisanos ‎la oportunidad ‎de conocer a Jehová.

‎Me siento orgulloso ‎de usar la nueva Biblia ‎para enseñarles el nombre de Jehová ‎a la gente de mi pueblo y a mi familia. ‎Le doy gracias a Jehová ‎todos los días ‎por haber hecho llegar ‎las buenas noticias hasta las montañas, ‎hasta los que hablamos “runa simi”, ‎el idioma de la gente.

‎Jamás voy a olvidar ‎los rostros felices ‎y la emoción de nuestros hermanos ‎el día en que se presentaron ‎las Escrituras Griegas Cristianas ‎en su idioma. ‎Esperamos que puedan usar ‎las Santas Escrituras ‎para acercarse todavía más a Jehová ‎y para darle gloria en las montañas.

‎Para terminar, vayamos a Tuvalu, ‎en el Pacífico sur, ‎desde donde nuestros hermanos ‎nos mandan saludos. ‎La mayoría de las nueve islas ‎de Tuvalu son atolones, ‎es decir, islas coralinas ‎en forma de anillo ‎con una laguna en el centro. ‎Estas islitas ‎apenas sobresalen del nivel del mar. ‎Funafuti, la capital, ‎es una isla tan angosta ‎que en ciertos puntos ‎tan solo hay espacio ‎para un camino y una casa. ‎La motocicleta ‎es el medio de transporte más usado. ‎¡Qué bueno es ‎que nuestros carritos de predicación ‎tengan ruedas resistentes!

‎Tuvalu cuenta ‎con una Oficina Remota de Traducción. ‎En el 2011, se publicó ‎“La Traducción del Nuevo Mundo ‎de las Escrituras Griegas Cristianas” ‎en tuvaluano. ‎Y, en octubre de 2017, ‎se publicó la Biblia completa. ‎Hasta la fecha, esta es la comunidad ‎con menos hablantes ‎para la que se ha traducido ‎la Biblia completa. ‎En 1979 fui asignado a Tuvalu, ‎y tuve el gusto de echar una mano ‎en la emocionante tarea ‎de establecer ‎la traducción al tuvaluano. ‎En aquel entonces, solo había ‎otros tres publicadores, además de mí. ‎Pero en el 2017, Tuvalu tuvo ‎un máximo de 125 publicadores, ‎quienes predican ‎a unos 10.000 habitantes.

‎Los isleños de Tuvalu ‎son muy amigables, ‎y nuestros hermanos disfrutan mucho ‎del tiempo que pueden pasar juntos. ‎Nos envían un cariñoso saludo ‎desde el Pacífico sur. ‎Esa expresión, “alofa atu”, significa: ‎“Los queremos mucho”. ‎¡Y nosotros también! ‎Por eso, le pedimos a Jehová ‎que siga bendiciéndolos. ‎Este ha sido un programa más ‎de JW Broadcasting, ‎desde la sede mundial ‎de los testigos de Jehová.

 


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