¡Bienvenidos, queridos hermanos, a JW Broadcasting! El programa de este mes tratará sobre el tema de dar honra al nombre de Jehová. Por ejemplo, el descubrimiento de este antiguo manuscrito fue de enorme valor para el Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo. ¿De qué manera respaldó su decisión de restituir el nombre de Jehová en las Escrituras Griegas Cristianas? Ya lo veremos. También visitaremos a algunos hermanos de habla quechua en la cordillera de los Andes. ¿Qué esfuerzos especiales hacen para difundir las buenas noticias del Reino? ¿Con qué valiosa herramienta cuentan para dar gloria al nombre de Jehová en quechua? ¿Cómo se sintió usted cuando finalmente encontró a Jehová? ¿Y cómo se siente ahora cuando ayuda a otras personas que también están buscando al Dios verdadero? Disfrutaremos de un video musical que habla sobre eso. Este es el programa de octubre de 2018 de JW Broadcasting.
Ya han pasado cinco años desde que salió a la luz la edición revisada de la “Traducción del Nuevo Mundo” en inglés. ¡Qué gran bendición ha sido esa Biblia! ¿Recuerdan las razones por las que el Cuerpo Gobernante vio necesario que se revisara la traducción? Una razón fue honrar el nombre divino, el cual se restituyó en seis distintos lugares gracias a las pruebas encontradas. Otra razón fue facilitar la labor de traducir las Santas Escrituras a más idiomas. Los equipos de traducción de la Biblia enviaron miles de preguntas que nos ayudaron a identificar dónde podía quedar más claro y entendible el texto en inglés, sin sacrificar su exactitud. Le hemos estado pidiendo a Jehová que, con el paso del tiempo, más y más hermanos tengan la “Traducción del Nuevo Mundo” en su idioma. El Cuerpo Gobernante siente que Jehová está contestando esa oración. Hasta ahora, la edición revisada ya está disponible en 13 idiomas. Los invito a escuchar lo que algunos de nuestros hermanos europeos dicen sobre cómo esa edición los ha ayudado a estudiar y predicar mejor.
La presentación en el 2013 de la versión revisada de la “Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras” en inglés tuvo una gran acogida entre los hermanos de todo el mundo que hablan ese idioma. Como indicó el hermano Jackson, habían pasado más de sesenta años desde que se publicó el primer volumen de la “Traducción del Nuevo Mundo”, y desde entonces el inglés ha ido cambiando.
A lo largo del 2017, la revisión de la “Traducción del Nuevo Mundo” se presentó en algunos idiomas europeos: italiano (presentada por primera vez en 1963), holandés (que también se presentó en el año 63), griego (publicada por primera vez en 1993) y húngaro (que salió en el año 2000).
¿Qué opinan los hermanos de la revisión de la “Traducción del Nuevo Mundo” en sus idiomas?
El lenguaje tan moderno que tiene esta revisión de la Biblia me ayuda a entenderla mucho mejor, porque ahora la lectura es más sencilla y fluida. Así se me hace más fácil meditar en lo que leo.
En Números 14:24, Jehová le habla a Moisés. En la versión anterior, Jehová le dice que un espíritu diferente había resultado estar con Caleb. En la nueva edición en húngaro, el texto dice que Caleb no pensaba como los demás. Está tan claro que no hacen falta más explicaciones.
Salmo 7:9 antes decía que Jehová examina el corazón y los riñones; ahora dice que examina el corazón y las emociones más profundas. Se entiende mucho mejor.
Ahora los hermanos entienden mejor la Palabra de Dios, pero, además, están muy contentos de poder usar su nueva Biblia en el ministerio, ¿por qué razón?
Cuando lees un versículo, te das cuenta de que la gente lo entiende mejor.
No hay que dar tantas explicaciones. Es genial.
A mí me encanta el glosario, es una especie de “Miniperspicacia”. Es muy práctico para el estudio personal y para el ministerio.
También me gusta la introducción con las 20 preguntas que hay al comienzo de la Biblia, pues son las más comunes que se hace la gente en el territorio. Además, tiene textos bíblicos y unos dibujos muy bonitos. Es muy sencilla y práctica.
¿Qué importantes factores tuvieron en cuenta los traductores para lograr una revisión tan buena de la “Traducción del Nuevo Mundo”?
Gracias al lenguaje tan moderno de la revisión, los lectores pueden entender la mayoría de los relatos bíblicos sin tener que detenerse para releerlos. Esto, en parte, es porque no se ha complicado el texto con demasiadas palabras tratando de copiar la sintaxis y el estilo de la lengua hebrea. Este lenguaje moderno hace que el texto sea más natural, más claro.
Como la revisión usa un lenguaje más sencillo, podemos entender mejor las emociones de los personajes. Es muy fácil identificar cuándo alguien está enojado, desesperado o triste. Por ejemplo, en Mateo 11, Jesús nos invita a ponernos su yugo, y se ve enseguida el cariño con el que lo dice.
En la edición del 2003, había, por ejemplo, una oración que ocupaba siete versículos, la mitad de una columna, y era muy difícil seguir el argumento. En la Biblia revisada, esa oración se ha dividido en varias frases. Ahora es mucho más fácil entender las ideas.
Muchos padres nos han comentado que, cuando leen ahora la Biblia con sus hijos, ya no tienen que detenerse a explicarles las palabras, y eso hace que disfruten mucho más de la lectura.
La “Traducción del Nuevo Mundo” revisada muy pronto estará disponible en más idiomas. Sabemos que Jehová desea que su pueblo lo escuche hablar de una manera clara y entendible. Así podremos conocerlo aún mejor, y nuestro amor hacia él continuará aumentando mientras disfrutamos de leer su Palabra.
Además de la claridad y la exactitud, ¿qué otra característica debería tener cualquier traducción de la Biblia? Nos haremos una idea si pensamos en el título del programa de este mes: “Padre, glorifica tu nombre”. Fue Jesús quien pronunció esas palabras, que leemos en Juan 12:28. Examinemos el contexto. Vayamos a los versículos 27 y 28. Allí dice: Tan solo cuatro días después, Jesús sufriría una muerte terriblemente dolorosa.
De seguro, a Jesús le preocupaba lo que iba a sucederle.
Ahora bien, ¿qué era lo que más le importaba?
Que el nombre de Dios recibiera la debida honra.
Para todos nosotros es muy importante dar gloria y prestigio al nombre de Jehová.
Pero ¿cómo puede alguien recibir honra y alcanzar prestigio si nadie conoce su nombre? Conocer el nombre personal de Jehová es esencial para poder honrarlo como él se merece.
En realidad, para darle alabanza, primero tenemos que aprendernos su nombre.
En el programa de junio de 2015 de JW Broadcasting hablamos de las razones por las que el nombre de Jehová debería aparecer en todas las Biblias. Tal vez quieran volver a verlo. En la edición de este mes, abordaremos otro aspecto de este tema, uno mucho más espinoso, y es el siguiente: ¿debería el nombre de Dios aparecer en las Escrituras Griegas Cristianas, o Nuevo Testamento, como también se las conoce? Muchos especialistas que apoyan nuestra decisión de incluir el nombre de Dios en las Escrituras Hebreas rechazan la idea de incluirlo en el Nuevo Testamento.
Entonces, ¿por qué decidieron usarlo 237 veces en las Escrituras Griegas Cristianas los traductores de la “Traducción del Nuevo Mundo”?
La respuesta tiene que ver con ciertos acontecimientos demasiado asombrosos como para atribuírselos a la casualidad.
Y para descifrarla tendremos que hacer de detectives.
¿De detectives? Sí.
Vamos a resolver juntos este interesante caso.
Pero antes, imaginemos que estamos a finales de la década de 1940, cuando los miembros del Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo comenzaron a traducir el libro de Mateo.
Sin duda se habrán dado cuenta enseguida de que el relato de Mateo contiene muchísimas citas de las Escrituras Hebreas.
Y en el texto hebreo original de muchas de estas citas aparecía el Tetragrámaton, las letras que forman el nombre divino.
Hallamos un ejemplo en Mateo 22, versículo 44.
Allí Jesús cita las palabras del Salmo 110, versículo 1: ¿Habrá usado Jesús el nombre de su Padre al citar estas palabras?
¿O lo habrá sustituido por un título, como “Señor”?
Los hermanos notaron algo muy interesante que se observa en Mateo 22:44 en muchas ediciones de la versión del rey Jacobo, en inglés. En ese versículo aparece, todo en mayúsculas, la palabra “SEÑOR”. Y en esta versión se hace lo mismo cada vez que en el texto hebreo original aparece el nombre divino. Así que, al usar “SEÑOR” en mayúsculas en ese versículo, se reconoce que el nombre de Dios aparece en la cita original.
Y eso nos hace pensar que Jesús sí usó el nombre de su Padre.
Ahora bien, antes de que se publicara la “Traducción del Nuevo Mundo”, muchos expertos creían que, tiempo antes de que Jesús viniera a la Tierra, los judíos ya habían quitado el Tetragrámaton de la “Septuaginta”, la traducción al griego de las Escrituras Hebreas.
Si hubiera sido así, las copias de las Santas Escrituras que tenía la gente en los días de Jesús no hubieran incluido el nombre divino.
Entonces, ¿qué debía hacer el comité?
¿Debía usar el nombre divino en su traducción o no?
Aquí es donde la historia se pone interesante.
Precisamente en esos años, salieron a la luz ciertos descubrimientos que desmintieron a aquellos expertos. En el prólogo de la edición de 1950 de la “Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas”, se habla de uno de esos hallazgos. Tenía que ver con unas copias en papiro de la “Septuaginta” que databan del tiempo de Jesús. ¿Qué revelaron esos fragmentos? El siguiente video nos dará la respuesta.
En 1950 se publicó en inglés la “Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas”.
Esta traducción fue única, ya que restituyó el nombre divino, Jehová, 237 veces en el texto del llamado Nuevo Testamento.
¿Por qué se hizo esto si, durante siglos, distintas traducciones de la Biblia habían omitido el nombre de Dios? ¿Por qué debía restituirse dicho nombre? Las copias más antiguas que tenemos hoy no incluyen el nombre divino en las Escrituras Griegas. En su lugar, emplean términos como “Dios” y “Señor”.
En épocas muy tempranas, los copistas de aquellos manuscritos sencillamente reemplazaron —o desarrollaron la costumbre de reemplazar— el nombre de Dios. El sentido del original no se transmite de manera exacta porque un título no equivale...
no es sinónimo de un nombre personal, en este caso, Jehová. Las Escrituras Griegas también fueron inspiradas por Dios, al igual que las Escrituras Hebreas. Y el nombre “Jehová” aparece unas siete mil veces en el texto hebreo. Por eso, no tiene sentido que haya desaparecido del texto griego.
El Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo estaba convencido de que el nombre “Jehová” debía figurar en las Escrituras Griegas Cristianas. No obstante, sabían que la mayoría de los biblistas no opinaban lo mismo. Estos argumentaban que en tiempos de Jesús ni siquiera la traducción de las Escrituras Hebreas al griego, la “Septuaginta”, conservaba el nombre divino. Entonces, ¿por qué habrían de usar los escritores del Nuevo Testamento el nombre divino si sus copias en griego de las Escrituras ni siquiera contenían el Tetragrámaton? Pero dicho razonamiento se basaba en información imprecisa. ¿De verdad no contenía el nombre de Dios la “Septuaginta” en tiempos de Jesús? Respondamos dicha pregunta a la luz de un importante hallazgo.
En 1944, ocurrió algo asombroso. En una publicación sobre teología, apareció una fotografía de un fragmento del Papiro Fouad 266, una copia parcial de la “Septuaginta”. ¡Y el nombre divino aparecía en dicho fragmento! Y no una vez, sino a lo largo de todo el texto. El documento era muy antiguo, del siglo primero antes de Cristo. Fue una prueba, una clara prueba, de que el nombre divino había estado allí desde el principio. Se pidió a dos testigos de Jehová que consiguieran fotografías de los fragmentos, que se encontraban en El Cairo, Egipto.
El comité de la traducción de la Biblia se interesó en el asunto, pues la traducción de las Escrituras Griegas comenzó en 1947.
Con la debida autorización, se publicaron 12 fotografías de los fragmentos en el prólogo de la “Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas”.
Me impresiona cómo se dieron las cosas. Cuando nuestros hermanos del comité de la traducción de la Biblia comenzaron su investigación —incluso antes de empezar a traducir— salió a la luz algo prácticamente desconocido hasta 1944.
Y eso les confirmó que el nombre que siempre ha tenido Dios no debía permanecer oculto...
tenía que darse a conocer a todas las personas que realmente desean adorar a Jehová.
Este esfuerzo por conservar el nombre divino concuerda con las palabras de Jesús que encontramos en Juan 17:26: “Yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer”. Y, como testigos de Jehová, nos sentimos orgullosos de ser “un pueblo para su nombre”. Conocer el nombre de Jehová es fundamental para conocerlo a él mismo, y con esta traducción ha quedado muy claro que Jehová se propuso reunir de entre las naciones “un pueblo para su nombre”.
Esta traducción de la Biblia es especial porque nos hace sentir más cerca de Jehová. A él no puedes llamarlo simplemente “Señor”, como harías con cualquier hombre con quien te encuentres...
no, él es Jehová, nuestro Dios. Es como si nos diera la mano y nos dijera: “Me llamo Jehová. Llámame por mi nombre”.
¿Verdad que es increíble? La prueba definitiva de que el nombre divino en hebreo sí aparecía en las copias de la “Septuaginta” que tenía la gente de los días de Jesús se halló en el momento más oportuno: justo cuando los miembros del comité a cargo de nuestra traducción debían decidir si incluirían el nombre “Jehová” en las Escrituras Griegas. Nos alegra muchísimo que los hermanos pudieran hallar esta información, y más si tenemos en cuenta que estos fragmentos no se hicieron disponibles al público en general sino hasta 1971, muchos años después de que se tomara aquella decisión tan importante. Pero ahí no quedó todo. ¿Recuerdan qué otros importantes documentos se descubrieron a partir de 1947? Los Rollos del mar Muerto. Muchos de esos rollos eran del tiempo en el que Jesús estuvo en la Tierra.
¿Y qué podía verse una y otra vez en dichos rollos?
Efectivamente, el Tetragrámaton, el nombre divino.
¿No les llama la atención que estos hallazgos ocurrieran en los años en que los hermanos estaban preparando la “Traducción del Nuevo Mundo”? ¿Habrá sido coincidencia o habrá intervenido Jehová en los asuntos?
¿Qué ha sucedido desde aquella época?
Como el nombre divino aparece vez tras vez en los fragmentos de la “Septuaginta” que datan del siglo primero antes de nuestra era y del siglo primero de nuestra era, algunos expertos se han abierto a la idea de que Jesús y sus discípulos usaron el nombre divino al citar de las Escrituras.
Sin embargo, hay que recordar que, de las 237 veces en las que nuestra traducción restituye el nombre de Dios en las Escrituras Griegas, solo una tercera parte corresponde a citas de las Escrituras Hebreas.
¿Y en qué se basaron los hermanos para el resto de los casos?
Pues justamente es aquí donde tenemos que hacer de detectives.
Imagine que usted es un detective a quien se le ha encargado investigar el robo de más de doscientas obras de arte de varios museos y galerías. El ladrón no solo se llevó las piezas, sino que las sustituyó por imitaciones.
Ahora usted tiene que empezar a buscar pistas.
Lo primero que hay que hacer es averiguar en dónde se encontraba cada una de las obras originales.
Para hacerlo, debe identificar cuáles son las imitaciones.
Así, podrá devolver las obras originales a su debido lugar.
Pues bien, existen pruebas sólidas de que un delito parecido se cometió entre los siglos segundo y tercero de nuestra era. Los apóstatas quitaron el nombre divino que figuraba en los manuscritos bíblicos y lo reemplazaron por “Kýrios”, la palabra griega para “Señor”.
Hay muchas pruebas de que esto ocurrió. Ellos fueron como el ladrón de las obras de arte porque se llevaron algo valiosísimo al quitar el nombre de Jehová de las Escrituras Griegas Cristianas. Sin embargo, hay un problema: no existen copias del siglo primero de las Escrituras Griegas que podamos examinar. Los manuscritos más antiguos que tenemos disponibles son de finales del siglo segundo, y para entonces ya se había cometido el delito: el nombre de Dios ya no se encontraba en ninguna parte. Entonces, ¿cómo podemos saber en dónde aparecía originalmente el nombre divino, o sea, de qué lugares lo quitaron los apóstatas? Pues, como buenos detectives, tenemos que llevar a cabo nuestra investigación y seguir las pistas.
Este trabajo exige que analicemos cada caso en que aparece la palabra “Señor” en el texto para determinar si se refiere a Jehová, a Jesús o a alguien más que pueda tener ese título. En esencia, hay cinco pistas que nos ayudan a identificar de dónde se llevaron el nombre divino, nuestra obra de arte. Examinemos a fondo cada una de ellas. La primera pista es la más obvia. Se trata, como ya dijimos, de los pasajes que dicen “Señor” pero que en realidad son citas de las Escrituras Hebreas que incluyen el nombre divino. La segunda pista tiene que ver con expresiones fijas del hebreo que incluyen el nombre divino. Por ejemplo, si yo les dijera: “Sucedió en un abrir y cerrar de...”, ¿qué seguiría? “Ojos”, no “manos”, porque la expresión es “en un abrir y cerrar de ojos”. Lo mismo pasa con ciertas expresiones en hebreo que incluyen el nombre de Jehová. Pongamos por caso Mateo 1:20, donde aparece la expresión “el ángel de Jehová”. Cuando encontramos expresiones fijas —como esta— en el texto griego, sabemos que el nombre divino estaba originalmente ahí. Hallamos la tercera pista en los pasajes que dicen “Señor” y que incluyen palabras que se le atribuyen a Jehová. Un ejemplo es Mateo 1:22, donde dice: La cita del versículo que sigue, Mateo 1:23, está tomada de Isaías 7:14, que es parte de una profecía que Jehová le transmitió a Isaías.
La cuarta pista es la falta de una pequeña palabra, un artículo definido, antes de “Kýrios” (o “Señor”) en los lugares donde, por las normas gramaticales del griego, debería estar. Esta pista indica que en dichos lugares los manuscritos más antiguos contenían un nombre propio, como Jehová, y que posteriormente ese nombre se sustituyó por la palabra “Kýrios”.
Para entender la importancia de esta pista, pensemos en un reportero que debe preparar un artículo sobre un accidente automovilístico. En la noticia, el reportero informa que Juan Gómez, el conductor, murió en el accidente. Pero, antes de que el periódico se imprima, el editor le dice al reportero que la familia de Juan Gómez aún no sabe que él murió y le pide que quite su nombre. Así que el reportero decide sustituir el nombre por la frase “el conductor”, pero a la hora de hacerlo se le olvida poner la palabra “el”. ¿Qué sucede entonces? Que la noticia dice: “Conductor murió en el accidente”.
Algo no se oye bien ahí, ¿verdad? Suena como si el nombre del fallecido fuera “Conductor”. Eso se debe a que se omitió el artículo definido “el”. Pues algo así fue lo que hicieron los apóstatas al eliminar el nombre “Jehová” de la Biblia. Por ejemplo, en griego, el texto de Marcos 13:20 dice algo como: “De hecho, a menos que Señor hubiera acortado los días, ninguna carne se salvaría”. ¡Suena como si “Señor” fuera un nombre!
Queda claro que ahí decía “Jehová”, y por eso la “Traducción del Nuevo Mundo” ha vuelto a poner el nombre divino en ese versículo. Pero hay veces que, aun cuando en el griego se haya usado el artículo “el” antes de “Señor”, existen razones sólidas —como las que ya hemos mencionado— para concluir que el nombre de Dios fue reemplazado.
La pista final está en los pasajes que resultan confusos por no usar el nombre “Jehová”. Fíjense en lo que sucede en Marcos, capítulo 5, versículo 19. Jesús le dice a un hombre que acaba de curar: ¿Cómo sabemos que el término “Señor” que había aquí se refería a Jehová, y no a Jesús? Bueno, en Lucas 8:39 también se narra este suceso. Y allí se usó el término griego “Theós” (Dios), lo cual indica que el título “Kýrios” (o “Señor”) de Marcos 5:19 se refiere a Jehová. Estas cinco pistas fueron las que siguió el Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo para determinar dónde debía restituir el nombre divino en el texto griego. De este modo, pudieron corregir el mal causado por los apóstatas en los siglos segundo y tercero de nuestra era y, por decirlo así, devolver a su legítimo lugar cada obra de arte robada. Todas estas pistas se explican con detalle en el apéndice C de la edición de estudio de la “Traducción del Nuevo Mundo”, disponible en inglés en la aplicación JW Library® o en el sitio de Internet de la BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower. Además, ese apéndice contiene una lista de lo que llamamos referencias J, que también respaldan las decisiones que tomó el comité.
Pero quizás se pregunten de qué forma respaldan las referencias J esas decisiones.
Para entender mejor el asunto, hemos invitado al programa a un hermano con quien yo trabajo, Nick Ahladis. Él es el superintendente auxiliar de Servicios de Traducción.
Nick, ¡gracias por venir al programa para contestar algunas de nuestras preguntas!
Es un placer.
Ya que te tenemos aquí, ¿podrías decirnos qué son exactamente las referencias J, que acabamos de mencionar?
Para empezar, la “J” de esas referencias representa el nombre “Jehová”. Y conforman, básicamente, una lista de Biblias en hebreo y en otros idiomas que utilizan el nombre divino —o alguna de sus formas— en el texto principal de las Escrituras Griegas Cristianas. El Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo comenzó a preparar esta lista en los años cuarenta.
¿Y dónde podemos encontrar esa lista ahora?
Al principio, había una lista de 21 referencias en la edición en inglés de las Escrituras Griegas Cristianas de 1950. Luego, en 1984, cuando se publicó la “Biblia con referencias”, se incluyeron unas cuantas más. Desde entonces, se han encontrado muchas más referencias J y, actualmente, la lista incluye más de noventa traducciones y obras de consulta. Hoy tenemos la lista actualizada en el apéndice C4 de la Biblia de estudio en inglés.
Muy bien. Ahora me gustaría hacerte una pregunta importante: ¿prueban las referencias J que el Tetragrámaton aparecía originalmente en las Escrituras Griegas Cristianas?
No, en realidad no.
A ver... creo que la mayoría no esperaba que dijeras eso. ¿Podrías explicarte un poco más?
Bueno, el Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo no se basó en las referencias J para tomar la decisión de restituir el nombre divino en las Escrituras Griegas Cristianas. Las razones para dicha decisión quedaron muy claras con lo que ya has explicado. Más bien, las referencias J sirven para demostrar que otros traductores también han decidido restituir el nombre de Dios en sus ediciones de las Escrituras Griegas Cristianas, conocidas también como el Nuevo Testamento.
Bien. Hablando de esos traductores de la Biblia, ¿podrías mencionarnos un ejemplo?
Muchos de ellos son especialistas muy reconocidos. Por ejemplo, al teólogo luterano del siglo 19 Franz Delitzsch se lo sigue considerando un prestigioso biblista y hebraísta. Delitzsch publicó su traducción del Nuevo Testamento al hebreo en 1877, y su obra es una de las referencias J.
De hecho, esa todavía es una de las traducciones más reconocidas del Nuevo Testamento en hebreo. Él pudo identificar los lugares donde debía aparecer el nombre “Jehová”, aunque en el texto griego se usara el término “Kýrios”, o “Señor”. El comité responsable de la “Traducción del Nuevo Mundo” analizó cada caso en el que Delitzsch usó el nombre de Dios, y lo mismo se hizo con otras traducciones incluidas en las referencias J.
Entonces, en pocas palabras, ¿para qué nos sirven las referencias J?
Bueno, todas las referencias J, incluyendo las más recientes de la Biblia de estudio, demuestran que otros traductores y especialistas llegaron a la misma conclusión que el comité encargado de la “Traducción del Nuevo Mundo”: que tanto Jesucristo como sus apóstoles usaron el nombre de Jehová al enseñar y en sus escritos. Las conclusiones de dichos especialistas se reflejan en sus traducciones y obras de consulta.
¡Qué interesante! Entonces, si lo he entendido bien, cuando consultemos el apéndice C3, hallaremos una lista de las razones por las que el Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo decidió poner el nombre “Jehová” en ciertos versículos. Y el apéndice C4 es prácticamente una lista de otras traducciones de la Biblia en las que los traductores tomaron exactamente la misma decisión. —¿Es así?
—Sí. —Así mismo es.
—Pues qué bien, Nick. Muchas gracias por venir al programa. Lo que acabas de decir ha sido muy útil. Antes de que te vayas, nos gustaría pedirte que lleves nuestros saludos y cariño a todos los hermanos y hermanas tan trabajadores que colaboran contigo en Servicios de Traducción.
Claro que sí.
¡Muchísimas gracias!
¿Por qué pone tanto cuidado la organización en la labor de traducir la Biblia? No es para que nos creamos unos expertos cuando hablemos con la gente sobre la Biblia y el nombre de Dios. No, más bien, es porque queremos imitar a Jesús al honrar el nombre de Jehová y al darlo a conocer entre quienes buscan al Dios verdadero. El video musical de este mes se titula “Busca y hallarás”, y destaca la enorme alegría que uno siente cuando encuentra a Jehová.
♪♪ Viajaba por un ancho mar, un mar de dudas sin respuesta.
Tenía que buscar, quería encontrar una valiosa perla.
Y, sin descansar, fui surcando el mar, las velas desplegué y comencé mi viaje.
(ESTRIBILLO) Buscar, buscar la verdad, ansioso por saber lo que luché por comprender: que el Reino de Jehová muy pronto regirá a la humanidad. Busca y hallarás.
Cuando descubrí que puedo ser amigo del Creador del hombre, mi corazón se conmovió: ¡quería invocar su nombre!
Y, sin descansar, fui surcando el mar, las velas desplegué y continué mi viaje.
(ESTRIBILLO) Buscar, buscar la verdad, ansioso por saber lo que luché por comprender: que el Reino de Jehová muy pronto el paraíso prometido nos traerá.
Busca y hallarás.
Y no lo puedo callar, lo que he descubierto: esta perla singular.
Otros están en un mar de dudas; voy a ir a predicar, ayudarlos a encontrarla.
(ESTRIBILLO) Hallar, hallar la verdad, feliz por aprender lo que luché por comprender: que el Reino de Jehová muy pronto nos dará la vida sin final.
Busca y hallarás. ♪♪ Quizás usted se haya identificado con la letra de la canción. Tal vez se sentía ansioso de conocer y comprender las verdades de la Biblia. ¡Qué maravilloso es encontrar a Jehová y ayudar a otras personas a lograr lo mismo! Al hacerlo, le damos gloria y hacemos honor a nuestro nombre: testigos de Jehová. Claro está, portar dicho nombre es, además de un honor, una gran responsabilidad. ¿En qué sentido? Escuchemos un breve discurso del hermano Robert Ciranko, presentado en la adoración matutina.
Cuando el apóstol Pedro escribió las palabras del texto de hoy, ya había judíos, prosélitos, samaritanos y gentiles en la congregación cristiana. Formaban parte del pueblo de Dios, el Israel espiritual de Dios.
En el versículo anterior al texto de hoy, Pedro indicó cuál era la misión de ese pueblo. Veamos lo que dijo en 1 Pedro, capítulo 2, en los versículos 9 y 10. En 1 Pedro 2. Allí escribió: “Pero ustedes son ‘una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial, para que declaren en público las excelencias’ de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa.
Porque en un tiempo ustedes no eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”. Por supuesto, esto se refiere a los miembros de la congregación ungidos por espíritu, que tendrían la responsabilidad de glorificar el nombre de Jehová y ser sus Testigos. Eso concuerda con lo que Pedro mismo dijo años antes en una reunión del cuerpo gobernante del siglo primero, tal como leemos en Hechos 15. Busquemos Hechos 15 y leamos a partir del versículo 14. Dice: “Symeón ha contado cabalmente cómo Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para sacar de entre ellas un pueblo para su nombre.
Y con esto convienen las palabras de los Profetas, así como está escrito: ‘Después de estas cosas volveré y reedificaré la cabaña de David que está caída; y reedificaré sus ruinas y la erigiré de nuevo, para que los que queden de los hombres busquen solícitamente a Jehová, junto con gente de todas las naciones, personas que son llamadas por mi nombre, dice Jehová, que está haciendo estas cosas’”.
¿Y qué decir de quienes somos testigos de Jehová, pero no somos cristianos ungidos? ¿También somos parte del pueblo de Dios?
¡Claro que sí! ¡Y qué gran honor es llevar el nombre del único Dios verdadero! No obstante, representar ese nombre conlleva una responsabilidad, que otros grupos religiosos no quieren asumir.
Tenemos la obligación de dar testimonio de Jehová, de decir la verdad acerca de él y de desenmascarar las enseñanzas erróneas que lo pintan en falsos colores.
Un típico ejemplo de un dogma sin base bíblica que ha desenmascarado el pueblo de Jehová es el de la Trinidad. Eso me recuerda el caso de un falsificador que engaó a mucha gente experta.
Es la historia de Van Meegeren, un artista holandés que nació en 1889 y que protagonizó uno de los más espectaculares casos de falsificación de la historia.
Como no conseguía que los críticos de arte le dieran el reconocimiento que quería, intentó vengarse de ellos y demostrar su talento pintando un cuadro que los engañara. Decidió imitar a un famoso pintor holandés del siglo diecisiete, Johannes Vermeer. Van Meegeren pasó cuatro años tramando cómo lograr que una pintura pareciera tener trescientos años de antigüedad.
Conseguir el lienzo fue lo más fácil: le quitó la pintura a un cuadro poco conocido del siglo diecisiete.
Pero lo complicado era que la pintura al óleo se endureciera del todo, pues eso suele tomar unos cincuenta años. Así que mezcló pigmentos con una resina sintética en vez de con aceite y secó el lienzo al horno. Al final, creó seis obras que pasaron por cuadros de Vermeer.
El más famoso, “La cena de Emaús”, se vendió en 1937.
El historiador de arte más reconocido de la época afirmó que era una obra de arte de Vermeer, auténtica e intacta, sobre el lienzo original, que no había sido restaurada.
Pero en realidad era falsificada. La opinión de ese crítico se consideraba sagrada en el mundo del arte, tanto que él se había ganado el sobrenombre de El Papa.
Sin embargo, con el tiempo se demostró con un análisis químico que la pintura contenía un ingrediente que no se descubrió sino hasta dos siglos después de la muerte de Vermeer, y de ese modo se desenmascaró el fraude de Van Meegeren.
Algo parecido sucedió con la apostasía que hubo después de la muerte de los apóstoles.
Casi trescientos años después de que se terminara de escribir la Biblia, un escritor que creía en la Trinidad añadió a 1 Juan 5:7 las palabras “en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno”.
Pero eso no aparecía en los manuscritos griegos más antiguos, así que es una falsificación de la Palabra de Dios.
Aun así, por siglos las iglesias han divulgado la doctrina de la Trinidad.
Para el siglo diecinueve, casi todas las traducciones de la Biblia tenían ese texto añadido.
En 1897, el papa León XIII aprobó que la “Vulgata” latina conservara esas palabras.
Llama la atención que la “New Catholic Encyclopedia” afirme: “El dogma trinitario es, a fin de cuentas, un invento de finales del siglo IV. Entre los Padres Apostólicos no hubo nada ni remotamente parecido a esa mentalidad o enfoque”.
Los testigos de Jehová ungidos rechazaron con firmeza el dogma de la Trinidad de la cristiandad.
En 1915, “The Watch Tower” demostró que no tiene sentido enseñar una doctrina que contradice a la Biblia.
Argumentó: “¡En qué enredo de contradicciones y confusión se meten los que dicen que Jesús y el Padre son un solo Dios!
Eso significaría que nuestro Señor Jesús fue un hipócrita cuando estuvo en la Tierra, pues habría fingido orar a Dios, cuando en realidad él mismo era Dios. [...] El Padre siempre ha sido inmortal, no puede morir.
Entonces, ¿cómo podría morir Jesús? [...]. Sin embargo, las Escrituras declaran que sí murió. [...] Por otra parte, si admiten que en realidad Jesús murió, se enfrentan a otro problema: creer que sus tres dioses son una sola persona significaría que, cuando Jesús murió, los tres murieron.
Y, si todos murieron, ¿quién les devolvió la vida?
¡Es un sinsentido! [...] ¿Deberíamos contradecir a los apóstoles, a los profetas y al propio Jesús, echar a un lado la razón y el sentido común, para apoyar un dogma que proviene de un pasado oscuro, lleno de supersticiones, y de una Iglesia corrupta y apóstata? ¡De ningún modo!”, dijo “The Watch Tower”.
El pueblo de Jehová sigue enseñando la verdad sobre el único Dios verdadero. Las palabras que Jehová expresó mediante su profeta Isaías siempre se han cumplido: tanto en los israelitas de nacimiento de la antigüedad como en el Israel espiritual de tiempos modernos.
Están en Isaías 43:21. En unos versículos anteriores del capítulo 43, leemos: “Ustedes son mis testigos”; luego, en el versículo 21 dice: “El pueblo a quien he formado para mí mismo, para que relate la alabanza mía”. Así es, el empeño que han puesto los testigos de Jehová, el pueblo de Dios, en desenmascarar enseñanzas falsas que no se basan en la Biblia, enseñar la verdad sobre Jehová y santificar su nombre ha llegado a unos niveles que no ha alcanzado ningún otro grupo religioso.
Y Jehová se fija en eso. Veamos lo que dice el tercer capítulo de Malaquías.
Malaquías, capítulo 3, a partir del versículo 16. Malaquías 3:16: “En aquel tiempo los que estaban en temor de Jehová hablaron unos con otros, cada uno con su compañero, y Jehová siguió prestando atención y escuchando.
Y un libro de recuerdo empezó a ser escrito delante de él para los que estaban en temor de Jehová y para los que pensaban en su nombre [o lo “atesoraban”, como dice la nota de la “Traducción del Nuevo Mundo” en inglés].
‘Y ciertamente llegarán a ser míos —ha dicho Jehová de los ejércitos— en el día en que produzca una propiedad especial’”.
De modo que Jehová ama mucho a quienes le tienen temor reverente y atesoran su nombre; eso los hace el verdadero pueblo de Dios.
Jehová puede hacer a un lado las ideas religiosas muy arraigadas y toda otra cosa que impida que su nombre sea santificado y que la gente conozca las buenas nuevas. Y nos asombra ver cómo usa a su pueblo, a su “propiedad especial”. Sean cuales sean los retos que tengamos que afrontar, él siempre bendecirá los esfuerzos que hagamos por darle honra. Vayamos hasta Perú, donde nuestros hermanos están llegando al corazón de las personas que hablan quechua y que viven en los Andes.
Me llamo Faustino Camacho Quispe. En mi familia hablamos quechua o, como lo llamamos nosotros, “runa simi”, que significa “el idioma de la gente”. Vivimos en una comunidad rural de las montañas del Perú.
Nos dedicamos a la agricultura: sembramos maíz, papas, trigo, quinua... También criamos algunos animales.
Mucha gente que habla quechua se ha mudado a la ciudad, pero otros, como nosotros, todavía seguimos el estilo de vida tradicional del campo.
En casa somos testigos de Jehová.
La mayoría de los hermanos de esta zona nunca habrían aprendido la verdad si no fuera porque alguien vino a predicarles en quechua.
En 1992, la sucursal del Perú comenzó a expandir la obra en el campo quechua. Para poder llegar a los que vivían en zonas aisladas, hermanos y hermanas celosos tuvieron que viajar por estrechos caminos en las elevadas y frías montañas de la cordillera andina. Comenzaron a hacer grandes esfuerzos para poder predicar a los quechuahablantes en su propio idioma. A la gente le encantó recibir publicaciones en su lengua materna. Sin embargo, el poder llevar a cabo esta obra tuvo muchos desafíos. Era un gran reto no contar con una buena traducción de las Santas Escrituras en quechua. Las traducciones más comunes aquí en el Perú omiten el nombre de Dios en el texto principal. Se puede encontrar en el glosario al final de algunas biblias y, a veces, eso usábamos para poder predicar. Pero no tenía la misma fuerza que verlo en el lugar correcto. Eso, y la influencia de doctrinas falsas, hacía difícil para nosotros enseñar la verdad.
Cuando les enseñamos a las personas el mensaje de la Biblia, nuestro deseo es que se acerquen a Dios, que tengan una amistad con él. Pero nadie puede ser amigo de Dios si no sabe cómo se llama. Para que puedan sentir amor por Dios, necesitan conocer su nombre y entender lo que significa.
Usábamos la Biblia en las reuniones, el ministerio y la adoración en familia, pero la que teníamos no era una buena traducción.
¿Cómo se podría santificar el nombre de Dios en esta zona montañosa? ¿Cómo iba a conocer a Dios la gente que habla quechua si su nombre no aparecía en sus biblias?
Recibimos la respuesta a nuestras oraciones cuando se invitó a todas las congregaciones de habla quechua del país a asistir a una reunión especial el 1 de mayo de 2016. Imagínense la felicidad que sentimos cuando el hermano Jackson, del Cuerpo Gobernante, presentó la “Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas” en dos lenguas quechuas.
El idioma número 136: las “Escrituras Griegas” en quechua ayacuchano. Y hay más, el número 137, el quechua cuzqueño. ¡Qué magnífico regalo hemos recibido hoy!
Esta nueva Biblia en quechua es una gran victoria para el gran nombre de Jehová. El nombre de Dios no se ocultará más, eso dará a nuestros queridos paisanos la oportunidad de conocer a Jehová.
Me siento orgulloso de usar la nueva Biblia para enseñarles el nombre de Jehová a la gente de mi pueblo y a mi familia. Le doy gracias a Jehová todos los días por haber hecho llegar las buenas noticias hasta las montañas, hasta los que hablamos “runa simi”, el idioma de la gente.
Jamás voy a olvidar los rostros felices y la emoción de nuestros hermanos el día en que se presentaron las Escrituras Griegas Cristianas en su idioma. Esperamos que puedan usar las Santas Escrituras para acercarse todavía más a Jehová y para darle gloria en las montañas.
Para terminar, vayamos a Tuvalu, en el Pacífico sur, desde donde nuestros hermanos nos mandan saludos. La mayoría de las nueve islas de Tuvalu son atolones, es decir, islas coralinas en forma de anillo con una laguna en el centro. Estas islitas apenas sobresalen del nivel del mar. Funafuti, la capital, es una isla tan angosta que en ciertos puntos tan solo hay espacio para un camino y una casa. La motocicleta es el medio de transporte más usado. ¡Qué bueno es que nuestros carritos de predicación tengan ruedas resistentes!
Tuvalu cuenta con una Oficina Remota de Traducción. En el 2011, se publicó “La Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas” en tuvaluano. Y, en octubre de 2017, se publicó la Biblia completa. Hasta la fecha, esta es la comunidad con menos hablantes para la que se ha traducido la Biblia completa. En 1979 fui asignado a Tuvalu, y tuve el gusto de echar una mano en la emocionante tarea de establecer la traducción al tuvaluano. En aquel entonces, solo había otros tres publicadores, además de mí. Pero en el 2017, Tuvalu tuvo un máximo de 125 publicadores, quienes predican a unos 10.000 habitantes.
Los isleños de Tuvalu son muy amigables, y nuestros hermanos disfrutan mucho del tiempo que pueden pasar juntos. Nos envían un cariñoso saludo desde el Pacífico sur. Esa expresión, “alofa atu”, significa: “Los queremos mucho”. ¡Y nosotros también! Por eso, le pedimos a Jehová que siga bendiciéndolos. Este ha sido un programa más de JW Broadcasting, desde la sede mundial de los testigos de Jehová.