JW Broadcasting: Noviembre de 2018

‎¡Bienvenidos! ‎Tenemos muchos tesoros espirituales ‎para ustedes en este programa. ‎Por ejemplo, ‎¿cómo puede hacerse amigo de Jehová ‎alguien que vivió cosas difíciles ‎en la niñez? ‎Veremos lo que hicieron ‎Dimitris y Agis para lograrlo. ‎Y ¿puede alguien que sirve a Jehová ‎seguir mostrándole honra ‎a un cónyuge ‎que no comparte sus creencias? ‎Veremos lo que Emma ha hecho ‎para seguir honrando a su esposo, Thomas, ‎pese a tener puntos de vista distintos. ‎Y el video musical de este mes ‎nos mostrará ‎cómo es un amigo verdadero. ‎Este es el programa ‎para noviembre de 2018 ‎de JW Broadcasting.

‎Satanás, nuestro enemigo, ‎hará todo lo posible para que seamos ‎desleales a Jehová ‎y nos alejemos de él. ‎Eso intentó hacer ‎con el hermano Viktor Winter. ‎Él es ruso, pero vive en Alemania. ‎En 1958, cuando tenía 21 años, ‎fue enviado a un campo ‎de trabajos forzados de Siberia ‎tan solo por servir a Jehová. ‎En total, pasó trece años ‎en distintos campos soviéticos ‎y cinco años en el exilio. ‎Pese a ser perseguido, ‎siguió demostrando ‎cualidades cristianas.

‎Me bauticé el 24 de julio de 1958. ‎El 5 de noviembre de ese mismo año, ‎me arrestaron por negarme a realizar ‎el servicio militar.

‎La segunda vez que me condenaron ‎fue por la misma razón: ‎no querer hacer el servicio militar.

‎El siguiente juicio fue en 1963.

‎Me sentenciaron a siete años de cárcel ‎y a cinco más en el exilio. ‎Luego añadieron tres años más ‎por negarme a entrar en el ejército, ‎pero esos no tuve que cumplirlos.

‎Me llevaron a Mordovia.

‎Este fue el primer campo ‎a donde llevaron a todas las personas ‎que creían en Dios. ‎Entre ellas ‎había 360 testigos de Jehová. ‎Por aquel tiempo, ‎hubo cambios en el gobierno ‎y en sus políticas, ‎y por eso las condiciones en el campo ‎eran muy duras. ‎Se decidió que los prisioneros ‎pasaran hambre.

‎Nos redujeron las raciones de comida. ‎Debo admitir que esto fue duro, ‎muy muy duro.

‎Y los inviernos pueden ser muy fríos. ‎Incluso en marzo, ‎la temperatura puede bajar ‎hasta los 35 °C bajo cero (o –31 °F).

‎Para los 360 hermanos ‎que estábamos en este campo, ‎las cosas espirituales ‎eran lo más importante. ‎Estábamos divididos ‎en cuatro congregaciones, ‎y estas estaban divididas en grupos. ‎Había hermanos confiables ‎que supervisaban cada congregación, ‎y lo mismo sucedía en los grupos. ‎No nos reuníamos para estudiar ‎solo una vez a la semana, ‎sino todos los días. ‎Todos los días. ‎Los hermanos ‎se tomaban esto muy en serio. ‎No había tiempo ‎para pensar en las cosas del mundo.

‎Todos los sábados y domingos, ‎teníamos un potente coro ‎de voces masculinas. ‎Mientras cantábamos, ‎poníamos guardias ‎cerca de la caseta de vigilancia ‎donde estaban los supervisores. ‎Si uno de estos salía de la caseta, ‎un hermano le hacía señas al siguiente ‎para que pudiéramos dispersarnos ‎antes de que se acercara. ‎Lo más curioso ‎era que cantábamos dentro del campo. ‎Claro, nosotros estábamos presos, ‎pero quienes nos escuchaban ‎estaban fuera. ‎Estaban sentados en los árboles. ‎Eran los hijos de los supervisores, ‎de los oficiales y de los vigilantes. ‎Ellos eran quienes escuchaban ‎nuestras canciones.

‎En total, ‎estuve en siete campos de prisioneros. ‎Pasé alrededor de trece años allí ‎y otros cinco exiliado en Siberia.

‎La última vez que estuve preso, ‎el jefe de interrogatorios ‎vino a mi celda y me dijo: ‎“Víktor, cuando termines de cumplir ‎todas tus condenas, no tendrás nada. ‎Ni familia ni hijos”. ‎Sonreí y le pregunté: ‎“¿Cómo sabe eso, teniente coronel? ‎Yo tampoco lo puedo saber, ‎pero confío plenamente en Jehová”.

‎Hoy puedo decir ‎que tengo esposa, hijos... ‎Tengo una familia que sirve a Jehová. ‎Y mi mayor alegría ‎es ver a mi nieta de seis años ‎a mi lado en el Salón del Reino ‎cantando alabanzas a Jehová.

‎En pocas palabras, ‎yo diría que lo más importante ‎es que no perdamos ‎el amor que le tenemos a Jehová ‎y a nuestros hermanos. ‎Mantengamos el gozo ‎en nuestro servicio a Jehová.

‎No le tendremos miedo a nada malo; ‎ni al frío, ni al hambre... ‎A nada.

‎¿Se fijó en las crueles palabras ‎del jefe de interrogatorios? ‎Le dijo: “No tendrás nada. ‎Ni familia ni hijos”. ‎Hoy, el hermano Winter ‎ya tiene más de 80 años de edad. ‎¡Y qué bonito es verlo rodeado ‎de una hermosa familia! ‎Mantener una buena rutina espiritual, ‎aun en circunstancias difíciles, ‎ayudó a nuestro hermano ‎a no sentir odio por sus perseguidores. ‎Así, conservó ‎una buena relación con Jehová ‎y logró vencer el mal con el bien.

‎El programa de este mes ‎nos anima a vencer el mal con el bien. ‎Sin embargo, este consejo, ‎que encontramos ‎en la carta de Pablo a los Romanos, ‎capítulo 12, versículo 21, ‎no es nada fácil de seguir. ‎Y es que vivimos en un mundo ‎alejado de Dios y de la verdad, ‎un mundo que trata ‎de meternos en su molde. ‎Isaías 5:20 nos deja ver ‎lo que opina este mundo ‎sobre las normas divinas. ‎Allí leemos: ‎Pero nosotros lograremos ‎vencer el mal con el bien ‎si tomamos en cuenta ‎las sabias palabras de las Escrituras ‎y el fiel ejemplo ‎de siervos de Dios del pasado.

‎Pensemos en Enoc. ‎Él nació cuando Adán ‎tenía unos 600 años de edad. ‎Así que, por casi 300 años, ‎Adán y él fueron contemporáneos. ‎Ahora bien, no hay registro ‎de que se hayan relacionado ‎durante ese tiempo. ‎La Biblia nos dice ‎que, en los días antes del Diluvio, ‎la tierra estaba llena de violencia ‎y la gente odiaba a Dios. ‎Siglos después, el discípulo Judas ‎habló del fuerte mensaje ‎que Enoc tuvo que predicar. ‎Enoc dijo que Jehová vendría ‎con miríadas de poderosos ángeles ‎en orden de batalla ‎para acabar ‎con toda aquella gente malvada. ‎Sí, anunció con valor ‎que Dios juzgaría a la humanidad ‎y traería una destrucción. ‎¡Y Enoc estaba solo! ‎La profecía se cumplió ‎cuando vino el Diluvio, ‎y todo aquello fue un precedente ‎de la destrucción ‎que vendrá en el futuro.

‎Génesis 5:24 nos confirma ‎que “Enoc siguió andando ‎con el Dios verdadero”. ‎El ejemplo de Enoc nos da el valor ‎para seguir fieles a Dios ‎aunque nuestros amigos y familiares ‎nos rechacen. ‎Enoc no intentó ‎que aquella gente malvada lo aceptara. ‎Y nosotros ‎tampoco queremos tener nada que ver ‎con este mundo moribundo ‎y su forma de actuar. ‎Puede que a veces nos sintamos solos, ‎pero no olvidemos ‎que, así como Jehová ‎jamás abandonó a Enoc, ‎tampoco abandonará ‎a sus siervos de hoy. ‎Imitamos a Enoc ‎cuando impedimos ‎que el ambiente malvado en el que vivimos ‎debilite nuestra fe en Dios. ‎Como él, venceremos el mal con el bien ‎si evitamos las malas compañías, ‎si nos mantenemos fieles a Jehová ‎y a su organización ‎y si seguimos predicando con valor.

‎El profeta Eliseo ‎se negó a pagar mal por mal ‎aun cuando, al parecer, ‎había razón para hacerlo. ‎Podemos leer lo que pasó ‎en Segundo de los Reyes, ‎capítulo 6, versículos 14 a 23. ‎Siria e Israel se encontraban en guerra, ‎y el rey sirio estaba furioso ‎porque Eliseo era capaz ‎de predecir el lugar preciso ‎donde pensaba sorprender ‎al ejército israelita. ‎Eliseo daba aviso al rey de Israel, ‎y este ordenaba a sus tropas ‎que no pasaran por ese lugar. ‎Al ver frustrados todos sus intentos, ‎el rey de Siria ‎se propuso capturar a Eliseo. ‎Así impediría que siguiera revelando ‎sus planes a los israelitas. ‎Cuando se enteró de que el profeta ‎se encontraba en la ciudad de Dotán, ‎envió a un gran ejército ‎compuesto por soldados a pie, ‎a caballo y en carros de guerra ‎para rodear la ciudad de noche ‎y dejar a Eliseo sin salida.

‎A la mañana siguiente, ‎Jehová escuchó el ruego de Eliseo ‎y asestó un duro golpe a los sirios: ‎los hirió con una ceguera temporal. ‎Entonces, Eliseo los llevó a todos, ‎no de vuelta a Siria, ‎sino a Samaria, ‎donde vivía el rey de Israel. ‎El rey quería matar ‎a los sirios en el acto, ‎pero Eliseo le dijo ‎lo que leemos en los versículos 22 y 23 ‎del capítulo 6 ‎de Segundo de los Reyes: ‎¡Qué sorpresa debieron llevarse ‎los soldados sirios! ‎Seguro que pensaban ‎que de esta no saldrían vivos. ‎Lo que hizo Eliseo ‎resultó mucho mejor ‎que si los israelitas ‎se hubieran vengado. ‎¿Por qué lo decimos? ‎El final del versículo 23 dice: ‎¿Pueden imaginarse ‎la cara del rey de Siria ‎al oír lo que le contaron sus soldados? ‎Ellos habían ido a capturar a Eliseo. ‎En cambio, fue Eliseo ‎quien, con la ayuda de Jehová, ‎los capturó a ellos, ‎y sin siquiera tomar la espada. ‎El rey debe haberse quedado estupefacto. ‎Y podemos estar seguros ‎de que los soldados del ejército sirio ‎no solo se sintieron ‎sumamente agradecidos ‎a Jehová y al profeta, ‎sino que de ahí en adelante ‎sintieron por ellos un profundo respeto. ‎Sin duda recordarían por mucho tiempo ‎la compasión que se les tuvo.

‎Igual que Eliseo, nosotros queremos ‎hacer el bien a los demás, ‎incluso a quienes sienten ‎antipatía hacia nosotros. ‎Cuando azotan desastres, ‎como incendios, inundaciones, ‎terremotos o huracanes, ‎hacemos todo lo posible ‎por consolar con la Biblia a la gente. ‎Además, quienes participan ‎en las labores de socorro ‎suelen ofrecer ayuda práctica ‎tanto a sus hermanos ‎como a otras personas. ‎Esto ha llevado a que muchos ‎cambien su opinión sobre nosotros ‎y se den cuenta de que Jehová ‎ha formado de entre las naciones ‎“un pueblo para su nombre” ‎en estos últimos días.

‎En 2 Timoteo 2:23-25, ‎el apóstol Pablo nos aconseja ‎cultivar cualidades ‎que nos distingan de este mundo. ‎Allí dice: ‎Y Pablo explica ‎por qué debemos hacer esto: ‎Pablo mismo era amable ‎y estaba “capacitado para enseñar”. ‎Y se mantuvo reprimido bajo lo malo ‎cuando los romanos lo encarcelaron ‎en el año 60 o 61 de nuestra era. ‎Estuvo unos dos años ‎bajo arresto domiciliario en Roma, ‎tal vez encadenado a un guardia ‎todo el tiempo. ‎Él no se merecía eso, ‎pero decidió no concentrarse ‎en su sufrimiento. ‎Tampoco se amargó ni terminó odiando ‎a las autoridades romanas. ‎Nada de eso. ‎Leamos lo que dijo en Filipenses, ‎capítulo 1, versículos 12 a 14: ‎En su carta a Tito, ‎en el capítulo 3, versículos 1 y 2, ‎Pablo nos recuerda que una manera ‎de vencer el mal con el bien ‎es mostrando respeto ‎por las autoridades locales, ‎sin importar dónde vivamos. ‎Él escribió: ‎Y Pablo vivía lo que predicaba.

‎Mientras estuvo preso en Roma, ‎Pablo escribió varias cartas inspiradas ‎a las congregaciones ‎de Grecia y Asia Menor, ‎cartas que nosotros podemos leer hoy. ‎Pero ¿verdad que jamás percibimos ‎que Pablo criticara a los gobernantes ‎o animara a los cristianos a apoyar ‎a algún líder o partido político? ‎No, él no era parte de este mundo. ‎Sabía que la única esperanza ‎para la humanidad es el Reino de Dios. ‎Él era un hombre espiritual. ‎Venció el mal con el bien ‎obedeciendo el mandato de Jesús ‎que encontramos en Marcos 12:17: ‎“Paguen a César las cosas de César, ‎pero a Dios las cosas de Dios”. ‎Pablo siempre mostró la “apacibilidad ‎que pertenece a la sabiduría”.

‎En 1 Pedro 2:21, ‎encontramos más detalles ‎acerca de lo que Jehová ‎espera de nosotros. ‎Pedro escribió: ‎Y entonces menciona ‎algunos de esos pasos ‎en los versículos 22 y 23: ‎Es Jehová quien juzga con justicia. ‎Pero no fue así ‎como los líderes religiosos judíos ‎juzgaron a Cristo. ‎Ellos lo insultaron ‎y hasta lo acusaron ‎de estar endemoniado. ‎Sin embargo, Jesús no se rebajó, ‎no devolvió mal por mal. ‎No se puso a insultarlos ‎o a amenazarlos. ‎Y es que los insultos y amenazas ‎no son la llave ‎que abre el corazón de la gente ‎para que acepte la verdad. ‎Cuando estaban juzgando a Jesús, ‎los líderes religiosos ‎agitaron a la multitud, ‎y la gente exigió que lo ejecutaran. ‎Las autoridades romanas ‎clavaron a Jesús en un madero, ‎donde sufrió ‎una muerte lenta y dolorosa. ‎Pero ¿qué dijo Jesús ‎mientras agonizaba en el madero? ‎¿Acaso condenó a los soldados romanos ‎que tanto lo habían maltratado ‎y que lo habían fijado allí? ‎No, él no hizo eso. ‎Él venció el mal con el bien. ‎Según Lucas 23:34, ‎entre sus últimas palabras, dijo: ‎“Padre, perdónalos, ‎porque no saben lo que hacen”.

‎Jesús sabía que los soldados romanos ‎no se imaginaban ‎quién era él en realidad ‎ni tenían idea ‎de lo que estaban haciendo. ‎Y podía perdonarlos ‎con la esperanza de que algún día ‎aceptaran el mensaje de la verdad ‎y se hicieran sus discípulos. ‎Jesús venció el mal con el bien ‎en todo momento ‎y confió por completo ‎en aquel que juzga con justicia: ‎su Padre, Jehová. ‎Nosotros queremos imitar a Jesús ‎y tener la misma confianza ‎que tuvo él en Jehová y en su Palabra.

‎Cuando nos esforzamos por seguir ‎el consejo inspirado ‎de Romanos 12:17, 18, ‎imitamos a Jesús. ‎Allí leemos: ‎Este consejo es muy importante ‎para quienes viven ‎en un hogar dividido ‎en sentido religioso. ‎Quien sirve a Jehová ‎debe resistir el impulso ‎de pagar con la misma moneda ‎cuando su cónyuge ‎no lo trata con bondad. ‎La verdad es que pagar mal por mal ‎no resulta en nada bueno. ‎Podría incluso empeorar la situación. ‎Ahora bien, si una esposa, por ejemplo, ‎le muestra bondad sincera a su esposo ‎después de que él le haga ‎un comentario despectivo ‎sobre sus creencias, ‎podría calmar los ánimos ‎y evitar un problema mayor.

‎Proverbios 31:12 nos muestra ‎cómo trata a su esposo ‎la mujer que quiere agradar a Dios. ‎Dice: “Ella le ha recompensado ‎con bien, y no mal, ‎todos los días de su vida”. ‎Por otra parte, los siervos de Jehová ‎hacemos “cosas excelentes ‎a vista de todos los hombres” ‎cuando ofrecemos ayuda práctica ‎a nuestros vecinos siempre que podemos, ‎en especial después de una desgracia. ‎De esa manera, ‎vencemos los prejuicios de la gente. ‎Además, los siervos de Dios ‎nos aseguramos de obedecer ‎el mandato de Romanos 12:19: ‎Al hablar de cederle lugar a la ira, ‎Pablo se refiere a la ira de Jehová. ‎Hay que dejar que sea Jehová ‎quien haga justicia, ‎pues él lo hará mucho mejor ‎que cualquiera de nosotros. ‎Ya lo dice Santiago 1:20, ‎“la ira del hombre ‎no obra la justicia de Dios”.

‎Romanos 12:20, 21 resume muy bien ‎la idea central de este discurso. ‎Allí Jehová le dice ‎a cada uno de sus siervos: ‎Ahora veamos otro ejemplo ‎de cómo vencer el mal con el bien. ‎Hasta la fecha, ‎unos 19.000 testigos de Jehová ‎han estado presos ‎por su neutralidad cristiana ‎en Corea del Sur. ‎Pero, dentro de los muros de la prisión, ‎han recibido ‎el apoyo de sus hermanos en la fe. ‎Conocimos a un grupo de hermanos ‎que, después de cuarenta años, ‎todavía conservan las amistades ‎que hicieron cuando estuvieron presos.

‎Cuando tenía 21 años, ‎me encarcelaron en el centro ‎de entrenamiento militar de Nonsan ‎porque me negué ‎a prestar el servicio militar.

‎Un soldado que trabajaba ‎en esa prisión militar ‎empezó a darme golpes, ‎me pegó sin piedad.

‎Eso fue a finales de diciembre de 1975. ‎A cuatro hermanos los metieron ‎en unas celdas de aislamiento ‎llamadas dokgeochang, tan pequeñas ‎que solo podían estar de pie. ‎Era como estar en un ataúd. ‎La temperatura exterior ‎descendió a 13 °C bajo cero (8 °F), ‎y el frío se colaba ‎por las húmedas paredes. ‎Los hermanos ‎no cabían acostados en la celda, ‎así que tenían que dormir encogidos. ‎Los oía gimiendo toda la noche.

‎Extendí la mano ‎a través de los barrotes de hierro ‎para alcanzar al hermano ‎que estaba en la celda de al lado, ‎y él hizo lo mismo. ‎Nos agarramos de la mano ‎y nos dimos ánimo para ser fuertes.

‎Mientras estuve en prisión, ‎no tuve buena salud. ‎Apenas pesaba 47 kilos (103 libras). ‎Además, mi familia no me apoyaba, ‎así que estaba débil ‎en sentido físico y mental. ‎Debido a esas circunstancias tan extremas, ‎a veces no podía ni comer. ‎Pero, cuando estaba así, ‎los hermanos me daban papilla, ‎que es fácil de digerir, ‎y en el invierno me daban ropa de abrigo ‎y una bolsa o saco de dormir ‎para que no pasara frío. ‎Sentí el gran cariño que me tenían.

‎He estado en prisión tres veces, ‎pero sé que Jehová ‎se interesó en mí y me cuidó, ‎tal como lo prometió en 1 Pedro 5:7. ‎En especial, ‎me ayudó mediante los hermanos ‎cuando tuve que pasar ‎por aquellas dificultades.

‎El día en la prisión ‎comenzaba con el desayuno. ‎Luego teníamos que cargar 300 ladrillos. ‎Después de comer al mediodía, ‎había que cargar 300 ladrillos más. ‎Como yo terminaba el trabajo temprano, ‎descansaba veinte minutos ‎antes de volver a entrar en la cárcel. ‎Pero había un hermano, Byung-man Park, ‎que pasaba todo el día cargando ladrillos, ‎aunque era más grande y fuerte que yo. ‎Después me enteré ‎de que él llevaba los ladrillos ‎que le tocaban a Sung-kyu Choi, ‎que no podía hacerlo por su mala salud. ‎Ver ese amor fraternal ‎me motivó a estudiar la Biblia.

‎Me bauticé un año más tarde, ‎en abril de 1977, ‎en la prisión de Anyang. ‎Después de mi bautismo, mi madre murió. ‎Mi padre también falleció, ‎dos meses antes ‎de que me pusieran en libertad. ‎Fueron momentos muy duros. ‎Pero los hermanos me animaban ‎con palabras cariñosas y gestos de bondad. ‎Su apoyo me conmovió ‎y me ayudó a aguantar ‎hasta el día de mi liberación.

‎Una vez ‎me dio un dolor de estómago muy fuerte. ‎El tratamiento que me pusieron ‎no me alivió los síntomas, ‎así que lo pasé muy mal. ‎Pero un día ‎sirvieron verduras con la comida, ‎y un hermano las trituró ‎y les sacó el jugo para dármelo. ‎Me cuidó así por varios días. ‎Me encantaría volver a ver a ese hermano ‎tan sacrificado y amoroso.

‎En esos tiempos, en la cárcel ‎solo nos dejaban tener la Biblia, ‎ninguna otra publicación, ‎ni siquiera el cancionero. ‎Pero los hermanos ‎se sabían las canciones de memoria ‎y las escribían. ‎Incluso cantábamos canciones ‎de las asambleas de distrito, ‎como esta: ‎A pesar del aislamiento, ‎cantábamos en voz baja juntos. ‎Nos animaba mucho ‎sentir el cariño de nuestros compañeros.

‎Recuerdo las animadoras palabras ‎de 1 Corintios 10:13, ‎donde dice que Jehová ‎no deja que seamos tentados más allá ‎de lo que podemos soportar, ‎sino que nos muestra la salida ‎para que podamos aguantar. ‎Aunque afrontamos muchas dificultades, ‎estaba convencido de que Jehová ‎siempre usaría a los hermanos ‎para darnos la salida. ‎Aunque ya han pasado cuarenta años, ‎los recuerdos ‎todavía están vivos en la memoria, ‎y de vez en cuando nos hacen llorar. ‎En honor a los cuarenta años de amistad ‎que nos unen, ‎todos los que pasamos ‎por aquellas pruebas ‎nos pusimos de acuerdo ‎para visitar juntos ‎la central mundial, ‎en Estados Unidos.

‎Estamos muy contentos ‎de estar todos juntos de nuevo. ‎Me siento como si me fuera de excursión.

‎Se me saltaron las lágrimas ‎cuando vi nuestros uniformes de prisión ‎en la sección sobre la neutralidad ‎del museo de la central mundial.

‎Cuando hicimos el recorrido, ‎algunos hermanos se sentaron ‎o se acostaron en el suelo, ‎dentro del trazado ‎que simulaba la dokgeochang, ‎y todos recordamos los tiempos ‎que pasamos juntos en prisión.

‎Nos sentimos ‎aún más agradecidos a Jehová ‎por darnos amigos tan leales.

‎Así es, gracias al amor ‎de sus compañeros ‎y a las fuerzas que Dios les dio ‎con su espíritu, ‎nuestros hermanos coreanos fueron capaces ‎de vencer el mal con el bien.

‎Aunque no estemos en prisión, ‎necesitamos amigos verdaderos ‎para sobrellevar las dificultades. ‎Pero ¿cómo son los amigos verdaderos? ‎¿Dónde podemos encontrarlos, ‎y por qué son tan importantes? ‎El siguiente video musical ‎responderá estas preguntas. ‎Se titula: “Un amigo fiel”.

‎♪♪ Es natural desear encontrar ‎alguien en quien confiar.

‎Dios sabe que es normal querer ‎tener un amigo fiel.

‎¿Y dónde buscar? ‎¿Quién puede ser tu amigo verdadero?

‎Dios te dice quién es fiel, ‎oye bien: ‎(ESTRIBILLO) ‎Es quien ‎siempre te querrá ‎y te escuchará ‎cuando te duela el corazón.

‎Te corregirá, ‎también te animará, ‎y te ayudará a servir a Dios.

‎Ya lo sabes: si hace todo esto bien, ‎es un amigo fiel.

‎Hay que mostrar siempre amor, ‎paciencia y comprensión.

‎Si las cosas van mal, ‎no hay que pelear; ‎es mejor perdonar.

‎Grandes y niños, es nuestro cariño ‎lo que nos tiene unidos.

‎Por siempre, quiero ser ‎tu amigo fiel.

‎(ESTRIBILLO) ‎Es quien ‎siempre te querrá ‎y te escuchará ‎cuando te duela el corazón.

‎Te corregirá, ‎también te animará, ‎y te ayudará a servir a Dios.

‎Ya lo sabes: si hace todo esto bien, ‎es un amigo fiel.

‎Alguien leal, ‎alguien que siempre ‎se ofrece a darte una mano.

‎Es como un hermano ‎cuando algo no marcha bien.

‎¡Eso es ser fiel!

‎(ESTRIBILLO) ‎Es quien ‎siempre te querrá ‎y te escuchará ‎cuando te duela el corazón.

‎Te corregirá, ‎también te animará, ‎y te ayudará a servir a Dios.

‎Ya lo sabes: ‎si hace todo esto bien...

‎(ESTRIBILLO) ‎Es quien ‎siempre te querrá ‎y te escuchará ‎cuando te duela el corazón.

‎Te corregirá, ‎también te animará, ‎y te ayudará a servir a Dios.

‎Ya lo sabes: si hace todo esto bien, ‎es un amigo fiel.

‎¡Eso es ser fiel!

‎Es un amigo fiel. ♪♪ ‎¡Qué bendición es contar ‎con el apoyo de amigos verdaderos ‎en la congregación! ‎Sin embargo, a veces, ‎nuestras imperfecciones ‎podrían alejarnos de los hermanos, ‎y hasta podríamos desarrollar ‎sentimientos negativos hacia ellos. ‎En la siguiente adoración matutina, ‎el hermano Geoffrey Jackson, ‎del Cuerpo Gobernante, ‎nos explica cómo combatir ‎esos sentimientos.

‎Abran sus biblias, por favor, ‎y vayamos a Colosenses 3:13. ‎Analicemos este versículo para ver ‎qué es lo que Jehová espera de nosotros. ‎Colosenses 3:13, ahí dice: ‎“Continúen soportándose unos a otros ‎y perdonándose liberalmente ‎unos a otros ‎si alguno tiene causa de queja ‎contra otro. ‎Como Jehová ‎los perdonó liberalmente a ustedes, ‎así también háganlo ustedes”. ‎El versículo ‎nos da mucho en qué pensar, ¿verdad?, ‎facetas, tal vez, ‎en las que tengamos que mejorar. ‎Pero ¿vieron las dos cosas ‎que tenemos que hacer? ‎Bueno, si volvemos al versículo, ‎notamos que la primera es continuar ‎soportándonos unos a otros ‎y, la segunda, ‎perdonarnos liberalmente.

‎Hablemos del primer punto: ‎“Continúen soportándose ‎unos a otros”. ‎¿Cuál es la diferencia ‎entre esta expresión y la segunda? ‎Pues, al parecer, esta expresión ‎no hace referencia a pecados graves, ‎sino a cosas ‎que hacen otras personas, ‎que nos molestan, nos irritan; ‎no necesariamente ‎tienen que ser cosas que estén mal, ‎pero aun así nos sacan de quicio. ‎Pueden ser cosas pequeñas. ‎¿Cuáles te irritan a ti? ‎Hablemos con sinceridad... ‎¿Te molesta ‎que alguien siempre llegue tarde? ‎¿O que alguien ‎siempre llegue temprano? ‎¿Te molesta ‎que alguien siempre diga lo que piensa? ‎¿O que alguien sea demasiado callado? ‎Es increíble, ¿verdad? ‎Hay que ver las cosas ‎que pueden llegar a irritarnos.

‎Me acuerdo de un discurso ‎que dio el hermano Knorr ‎allá por los años 70. ‎Puso el ejemplo de una hermana ‎que está en la reunión ‎y ve a otra hermana, nueva en la verdad, ‎dando un comentario tras otro. ‎Eso la irrita tanto que piensa: ‎“¿Por qué no se calla un poquito?”. ‎Puede ser que nosotros también ‎nos hayamos sentido así en algún momento.

‎Pero, si lo pensamos bien, ‎tal vez reconozcamos ‎que nuestras quejas no son válidas, ‎que no tenemos una razón justificada ‎para quejarnos, pero aun así nos irrita. ‎¿Verdad que nos ha pasado? ‎Qué cierta es aquella frase que dice: ‎“A veces el problema no es la montaña, ‎sino la piedrecita en el zapato”. ‎Con frecuencia, son esas cosas pequeñas ‎las que más nos sacan de quicio.

‎Recuerdo que, hace años, ‎cuando servía ‎en la sucursal de Samoa Occidental, ‎vinieron muchos hermanos ‎de otros países para la construcción. ‎Y uno en concreto ‎tenía la costumbre de entrar ‎por la mañana al desayuno diciendo: ‎“¡Buenos días!”, ‎a todo el mundo. ‎Aquello a muchos les irritaba, ‎y tal vez a ti también ‎te habría molestado. ‎Así que imagínate ‎lo contento que te pondrías ‎si encontraras el texto ‎de Proverbios 27:14, ‎que se vierte así en una traducción: ‎“Un grito de ‘¡buenos días!’ ‎temprano en la madrugada, ‎ofenderá a tu vecino”. ‎Y estarás pensando: ‎“¡Qué cierto es eso!”. ‎Pues la cuestión es que aquel hermano ‎dejó de hacerlo ‎después de leer este texto ‎(o de que alguien se lo leyera). ‎Pero no siempre vamos a encontrar ‎un texto que nos dé la razón. ‎Entonces, ¿qué hay que hacer? ‎¿Qué leímos en Colosenses? ‎“Continúen soportándose ‎unos a otros”. ‎“Continúen”, así que es algo ‎que tenemos que seguir haciendo.

‎Eso nos lleva al segundo punto: ‎“Perdonándose liberalmente ‎unos a otros”. ‎Es interesante que, cuando uno consulta ‎otras traducciones en inglés ‎de esta expresión, ‎la mayoría la vierten ‎como la Versión del rey Jacobo, ‎y dicen sencillamente: ‎“perdónense”. ‎Pero la Traducción del Nuevo Mundo ‎incluye la palabra liberalmente. ‎La razón es porque aquí ‎el original no usa la palabra griega ‎más común para perdonar. ‎En este caso, denota generosidad, ‎estar dispuesto a ir más allá ‎de lo que se espera de uno. ‎La revista The Watchtower ‎ya usó en 1882 ‎la expresión ‎“perdónense unos a otros liberalmente”, ‎mucho antes de que tuviéramos ‎la Traducción del Nuevo Mundo. ‎Así que esto nos recuerda ‎que no es solo cuestión de perdonar, ‎sino de hacerlo con generosidad. ‎Tenemos que estar dispuestos ‎a perdonar a otros ‎incluso cuando creamos ‎que no se lo merecen.

‎¿Por qué deberíamos ‎ponernos la meta ‎de mejorar en esos dos aspectos: ‎soportarnos unos a otros ‎y perdonarnos liberalmente? ‎Bueno, las razones ‎las hemos escuchado ‎muchas veces, ¿verdad? ‎La primera es, claro está, ‎porque Jehová nos perdona a nosotros. ‎Si vamos a Colosenses, ‎en el capítulo anterior, ‎el capítulo 2, versículo 13, ‎ahí se destaca esa idea. ‎Dice, en el capítulo 2, versículo 13: ‎“Además, aunque estaban muertos ‎en sus ofensas ‎y en el estado incircunciso de su carne, ‎Dios los vivificó junto con él. ‎Bondadosamente nos perdonó ‎todas nuestras ofensas”. ‎Así es, Jehová nos ha puesto el ejemplo. ‎A veces uno pudiera tratar ‎de encontrar excusas ‎para no perdonar a alguien. ‎Pero ¿recordamos la parábola de Jesús ‎del esclavo que debía muchísimo dinero? ‎Expresada en denarios, ‎la deuda que tenía ‎ascendía a 60 millones; ‎todo eso se le perdonó. ‎Pero luego él fue ‎y le exigió a otro esclavo ‎que le pagara ‎el poco dinero que le debía. ‎¿Por qué le pediría aquello? ‎Tal vez el hombre pensaba: ‎“Bueno, sí, me han perdonado ‎todo lo que debía, ‎y estoy muy agradecido, ‎pero sigo sin dinero. ‎Lo necesito, ‎por eso le he pedido al otro esclavo ‎que me pague lo que me debe”. ‎Como vemos, si uno busca ‎razones para no perdonar, ‎las va a encontrar, ¿verdad?, ‎aunque no sean válidas, ‎y no esté siguiendo ‎el ejemplo de Jehová. ‎Pero, volviendo a Colosenses 3:13, ‎¿qué dice?: ‎“Si alguno tiene ‎causa de queja contra otro”. ‎Así que eso nos da una idea ‎de lo que tenemos que hacer.

‎La segunda razón ‎es que nosotros también necesitamos ‎que nos perdonen. ‎Lo mismo que nos irrita ‎o molesta de otros, ‎a veces es lo que nosotros hacemos. ‎¿Verdad que sí? ‎Y cuánto nos duele que nos digan: ‎“¿Te molesta ‎lo que hace esa persona? ‎¿Y no te das cuenta ‎de lo que haces tú?”. ‎Es bueno recordar ‎que nosotros también necesitamos ‎que los demás perdonen ‎nuestros fallos. ‎Otra razón es que perdonar ‎mantiene la paz en la congregación. ‎La Atalaya mencionó ‎algo interesante al respecto. ‎Dijo que, en países donde nuestra obra ‎está restringida o prohibida, ‎muchos hermanos tienen que reunirse ‎en grupos pequeños. ‎Y eso hace que conozcan bien ‎los defectos y el carácter de los demás. ‎Cuando estamos en grupos pequeños, ‎es más fácil ‎que los demás nos irriten. ‎La Atalaya mencionó ‎que quienes tenemos la oportunidad ahora ‎de reunirnos en grupos grandes ‎deberíamos aprender a soportarnos ‎y verlo como una preparación ‎para cuando, más adelante, ‎tal vez tengamos que adorar a Jehová ‎en grupos pequeños. ‎De modo que es un buen entrenamiento ‎que contribuye ‎a mantener la paz en la congregación.

‎¿Qué nos puede ayudar? ‎Bueno, hay varias cosas ‎que podemos hacer. ‎Una de ellas ‎es la que vemos en las referencias ‎al margen de Colosenses 3:13, ‎la de 1 Pedro 4:8. ‎Ahí es donde dice que debemos tener ‎“amor intenso unos para con otros”, ‎no solo amor, sino “amor intenso”. ‎Y esa palabra, intenso, ‎significa “muy fuerte” ‎o, literalmente, “que se extiende”. ‎Así que, cuando nos encontremos ‎ante esas cosas que nos irritan, ‎que nos sacan de quicio, ‎o con alguien que cometa ‎un pecado contra nosotros, ‎¿qué deberíamos recordar? ‎“Continúen soportándose ‎unos a otros”. ‎Continúen “perdonándose liberalmente”.

‎Este sabio consejo ‎es especialmente útil en el matrimonio, ‎pues se trata de la unión permanente ‎de dos personas distintas. ‎Quizá su cónyuge ‎no comparta sus creencias, ‎y eso cause algunos problemas. ‎Pero, si los maneja ‎de la manera correcta, ‎tendrá paz ‎y dará un excelente testimonio ‎con su conducta.

‎Estos quince años han pasado volando.

‎Éramos tan jóvenes cuando nos casamos...

‎creo que demasiado.

‎Teníamos muy poco en común.

‎Cuando empecé a estudiar la Biblia, ‎pensé que Thomas ‎también querría aprender la verdad.

‎Pero, cada vez que hablábamos del tema, ‎acabábamos discutiendo.

‎Ahora me doy cuenta ‎de que podría haber reaccionado mejor.

‎Con el paso de los años, ‎Thomas estuvo más dispuesto ‎a hablar de la Biblia.

‎Pero se me hace difícil ‎adorar a Jehová sola. ‎En la congregación ‎veo a otros matrimonios ‎sirviendo juntos a Jehová ‎y alcanzando metas, ‎como asistir a la Escuela ‎para Evangelizadores del Reino, ‎algo que a mí me encantaría hacer.

‎¿Por qué no puede mi esposo ‎amar a Jehová como yo?

‎Abigail probablemente se sentía igual, ‎pero con más razón.

‎Su esposo era violento ‎y se emborrachaba, ‎y en su casa todos lo veían ‎como un hombre despreciable.

‎En aquella época, ‎muchos matrimonios eran concertados, ‎así que Abigail no tenía mucho control ‎sobre las circunstancias.

‎Pero, con sus palabras y acciones, ‎demostró que era una mujer espiritual. ‎Y no se enfocó ‎en lo que no podía controlar, ‎sino en lo que sí podía hacer.

‎Yo me resolví a hacer lo mismo. ‎Me quedé pensando ‎en las palabras de Jesús ‎en Mateo 19:6: ‎Jehová ve el matrimonio ‎como una unión para toda la vida, ‎incluido el mío, ‎aunque mi esposo no le sirva. ‎Así que, en vez de intentar que él cambie ‎o de abandonarlo, ‎me estoy esforzando por cambiar yo.

‎Thomas no ama a Jehová, ‎pero tampoco es como Nabal. ‎Es fiel y me ama. ‎Se merece el respeto ‎que la Biblia dice que los esposos ‎deben recibir de sus esposas. ‎Así que estoy esforzándome ‎por ser más respetuosa y amorosa.

‎Thomas sigue sin estudiar la Biblia. ‎No le interesa la verdad. ‎Pero me alegra saber ‎que Jehová está contento conmigo ‎y que tengo ‎el mismo punto de vista que él ‎en cuanto al matrimonio.

‎¡Qué bien! ‎Parece que Thomas ‎está dándose cuenta poco a poco ‎del valor de la verdad. ‎Seguro que el comportamiento fiel ‎y respetuoso de Emma ‎ha influido en la opinión ‎que Thomas tiene de Jehová.

‎Conocer a Jehová ‎puede ayudar a una persona a cambiar ‎y a dar un nuevo rumbo a su vida. ‎La historia de dos hermanos, ‎Dimitris y Agis Sotiropoulos, ‎nos deja claro que se puede vencer ‎el mal con el bien ‎a pesar de haber tenido ‎una infancia difícil.

‎Mi padre montó ‎una fábrica de gomas y plásticos.

‎Como el negocio iba muy bien, ‎llevábamos una vida cómoda.

‎Pero, a mediados de los años 70, ‎el negocio empezó a ir mal. ‎Debido a eso, ‎mi padre cayó en una depresión, ‎y terminó suicidándose. ‎Me quedé en shock.

‎Recuerdo que fui a una pared ‎y escribí “Está vivo”. ‎No quería asumir que desde aquel día ‎nunca más volvería a verlo.

‎Cuando tenía unos 10 años, ‎empecé a odiar la religión. ‎Más tarde, a los 17, ‎expresé ese odio ‎participando en la mayor protesta ‎que llevó a cabo ‎el movimiento estudiantil ‎contra la junta militar ‎que gobernaba Grecia. ‎Además, me uní al Partido Comunista.

‎Me mudé a Santorín ‎y abrí mi propio negocio, un bar. ‎Claro, en ese ambiente ‎uno se mueve entre cosas muy malas: ‎sexo, drogas y mucho alcohol.

‎Unos meses más tarde, ‎me fui a estudiar a Alemania. ‎Y allí vi por primera vez ‎a un hermano predicando por la calle. ‎La gente se le acercaba, ‎y algunos lo insultaban ‎o hasta le escupían. ‎Me impresionó muchísimo ‎que se quedara allí calmado ‎aguantando la situación. ‎Tuvimos conversaciones ‎muy interesantes.

‎Cuando terminé mis estudios, ‎volví a Grecia ‎para hacerme cargo de la fábrica. ‎Me fui de Alemania ‎sintiendo un profundo respeto ‎por los testigos de Jehová.

‎Debido a la influencia de mis amigos, ‎me alisté en el ejército, ‎pero lo que vi allí ‎fue corrupción por todas partes. ‎Mi creencia de que el ser humano ‎puede valerse por sí mismo, ‎sin la ayuda de Dios, ‎se vino abajo, ‎y de repente ‎me acordé de lo que me habían dicho ‎los testigos de Jehová.

‎Aquella misma tarde fui a ver a Lily, ‎la madre de un amigo mío de la infancia. ‎Le pedí que me diera una biblia ‎y algunas publicaciones bíblicas, ‎porque quería estudiarlas. ‎Leía en todas partes ‎y cualquier cosa que no entendía ‎la anotaba en un cuaderno. ‎En pocos días, ya tenía entre ochenta ‎y noventa preguntas escritas.

‎Harry, un anciano ‎que empezó a visitarme, ‎me impresionó, porque, ‎siempre que le hacía una pregunta, ‎me la contestaba con la Biblia. ‎Eso me convenció ‎de que había encontrado la verdad. ‎En ese instante, ‎decidí abandonar el ejército ‎y dejar de fumar.

‎Durante los siguientes meses, ‎seguí bastante ocupado con la fábrica, ‎pero al final me di cuenta ‎de que, si quería progresar en la verdad, ‎debía vender mi parte de la empresa. ‎Me bauticé el 7 de julio de 1984.

‎Las autoridades —la policía, el alcalde ‎y los inspectores de sanidad— ‎empezaron a exigirme ‎que les diera dinero, ‎porque, si no, me cerraban el bar.

‎Me negué a hacer lo que me pidieron, ‎así que empezaron una guerra contra mí, ‎que se fue agravando. ‎Una noche, mientras abría la puerta ‎para entrar en casa, ‎escuché unos pasos. ‎Intenté ver quién era ‎y, cuando me di la vuelta, ‎me golpearon en la cara. ‎En medio de toda esa situación, ‎llegó mi hermano Dimitris.

‎Mi hermano y yo ‎no teníamos mucho trato. ‎Pero, cuando vino a Santorín, ‎hablamos y me ayudó a entender ‎por qué me estaban pasando ‎aquellas cosas. ‎Me di cuenta de que él había cambiado. ‎Le dije: “Me gustaría ‎que estudiáramos la Biblia juntos”. ‎Me llevaba la Biblia a todas partes ‎para poder leerla. ‎Sentía que Jehová ‎me estaba ayudando a reenfocar mi vida ‎y a entender que podía tener una meta, ‎un propósito, una esperanza.

‎El día que me bauticé, ‎me sentí más cerca de Jehová. ‎Tenía una sonrisa ‎que me llegaba de oreja a oreja. ‎Actualmente, Lydia y yo ‎tenemos el gran honor ‎de predicar a personas ‎que hablan romaní. ‎Estudiamos con algunas de ellas ‎y disfrutamos mucho. ‎Vemos con claridad el amor, el interés ‎y el cariño que Jehová les muestra, ‎los mismos sentimientos que tuve yo ‎cuando estudiaba con mi hermano.

‎Ahora mi hermano y yo ‎nos queremos mucho.

‎Yo diría que la base de nuestra relación ‎es el amor fraternal ‎del que habla la Biblia. ‎Estamos muy unidos, ‎mucho más que antes. ‎Ahora somos hermanos ‎en todos los sentidos.

‎Dimitris y Agis ya llevan muchos años ‎sirviendo a tiempo completo ‎y son ancianos de congregación.

‎¿Se ha dado cuenta ‎de las muchas formas ‎en las que podemos vencer ‎el mal con el bien? ‎Nuestros hermanos en Corea ‎pudieron aguantar una condena injusta ‎gracias al apoyo de sus compañeros. ‎Viktor Winter también estuvo preso ‎y pudo vencer el mal ‎gracias a que cuidó ‎su rutina espiritual. ‎El video musical ‎destacó lo valiosos que son los amigos ‎que encontramos en la congregación ‎y cómo nos ayudan ‎a servir a Dios en este mundo malo. ‎Además, el hermano Jackson mencionó ‎principios que nos ayudarán a combatir ‎cualquier sentimiento negativo ‎que tengamos hacia otros ‎debido a la imperfección. ‎También vimos cómo Emma ‎aprendió a poner en práctica ‎esos principios ‎en su relación con Thomas. ‎Y, finalmente, el bien y la verdad ‎vencieron el mal ‎en el caso de los hermanos Sotiropoulos, ‎quienes lograron enderezar su vida.

‎Antes de despedirnos, ‎tenemos un anuncio. ‎Les alegrará saber ‎que el siguiente video de la serie ‎“¿Casualidad o diseño?”, ‎titulado “La cola del caballito de mar”, ‎estará disponible a partir de este mes ‎tanto en la sección “Videos” ‎como en jw.org. ‎Tal vez podrían verlo ‎en su próxima adoración en familia.

‎Hagamos también una breve visita ‎a nuestros hermanos de Portugal. ‎Este país es conocido como el lugar ‎donde la tierra se acaba ‎y el mar comienza, ‎pues se encuentra ‎en el extremo oeste de Europa. ‎La costa atlántica ‎del territorio continental de Portugal ‎abarca más de 800 kilómetros, ‎o 500 millas. ‎En el extremo sur del país, ‎se puede disfrutar del sol ‎más de 3.000 horas al año. ‎Portugal cobró fama ‎por ser una nación marinera ‎con colonias por todo el mundo. ‎En el siglo quince, ‎navegantes y exploradores portugueses ‎viajaron hasta lugares tan distantes ‎como Brasil, India ‎y numerosos sitios de África.

‎El mensaje del Reino ‎llegó a Portugal en 1925, ‎pero la obra estuvo o prohibida ‎o limitada desde 1926 hasta 1974. ‎Aun así, nuestros hermanos ‎siguieron venciendo el mal con el bien. ‎Pese a las limitaciones ‎y la persecución, ‎continuaron predicando y reuniéndose ‎para adorar a Jehová. ‎En 1974, cuando se dio ‎reconocimiento legal a nuestra obra, ‎había unos 13.500 publicadores, ‎y casi 40.000 personas ‎asistieron a la primera reunión pública. ‎Hoy, hay unos 49.500 publicadores, ‎aproximadamente 1 publicador ‎por cada 200 personas. ‎Portugal es uno de los países de Europa ‎donde hay más Testigos por habitante.

‎Y hay todavía más publicadores ‎por habitante en Almada, ‎al sur de Lisboa —la capital— ‎cruzando el río Tajo. ‎Allí hay 16 congregaciones ‎con un total de casi 1.400 publicadores, ‎aproximadamente 1 publicador ‎por cada 100 habitantes. ‎Muchos de los Testigos de Almada ‎son de edad avanzada. ‎Estos hermanos se mantuvieron fieles ‎cuando la obra estuvo prohibida ‎y han dado un excelente ejemplo ‎a los más jóvenes. ‎Además de mantenerse ocupados ‎en la congregación, ‎a nuestros hermanos de Almada ‎les gusta pasar tiempo juntos ‎y hacer cosas como cantar ‎o jugar fútbol. ‎Ellos envían sus saludos y amor ‎a la hermandad mundial. ‎Este ha sido otro programa ‎de JW Broadcasting ‎desde nuestra sede mundial.




 

Tal vez te interesen estas entradas

Entrada destacada

Michael Banks: ¿Dejarán huella? (graduación de la clase 158 de la Escuela de Galaad)

Era alrededor del año 45 de nuestra era. El lugar, Antioquía de Siria, la tercera ciudad más grand…

Entradas Populares

Joel Dellinger: No se puede ser esclavo de dos amos (Mat. 6:24)

Joel Dellinger: No se puede ser esclavo de dos amos (Mat. 6:24)

Hoy les quiero hablar acerca del peligro que presenta el ma…

Kenneth Cook: Aprovechemos bien el tiempo como José (Col. 4:5)

Kenneth Cook: Aprovechemos bien el tiempo como José (Col. 4:5)

A medida que se acerca el fin de este sistema, queremos ase…

JW Broadcasting: Noviembre de 2024 (graduación de la clase 156 de la Escuela de Galaad)

JW Broadcasting: Noviembre de 2024 (graduación de la clase 156 de la Escuela de Galaad)

Bienvenidos al programa JW Broadcasting® de noviembre de 20…

Mark Noumair: Febe, una ministra que defendió a los cristianos (Rom. 16:1-3)

Mark Noumair: Febe, una ministra que defendió a los cristianos (Rom. 16:1-3)

Imaginémonos que estamos en el año 56 de nuestra era. Pabl…

La adoración en familia: los obstáculos y los beneficios

La adoración en familia: los obstáculos y los beneficios

Conseguir que los cinco miembros de la familia estemos junt…

 Una visita agridulce

Una visita agridulce

¿Te imaginas cómo sería volver a una prisión en la que estu…

William Malenfant: No dudes en mostrar tus emociones (Rom. 12:15)

William Malenfant: No dudes en mostrar tus emociones (Rom. 12:15)

“Alégrense con los que se alegran; lloren con los que llora…

James Mantz: “Toda cosa a gente de toda clase” (1 Cor. 9:22)

James Mantz: “Toda cosa a gente de toda clase” (1 Cor. 9:22)

“Se sentía cómodo tanto al lado de refinados intelectuales …

John Ekrann: Demostremos amor y respeto en el matrimonio

John Ekrann: Demostremos amor y respeto en el matrimonio

Jehová desea que, en el matrimonio, tanto el esposo como la…

JW Broadcasting: Junio de 2024 (graduación de la clase 155 de la Escuela de Galaad)

JW Broadcasting: Junio de 2024 (graduación de la clase 155 de la Escuela de Galaad)

¡Bienvenidos al programa de JW Broadcasting® de junio de 20…