¡Bienvenidos! Tenemos muchos tesoros espirituales para ustedes en este programa. Por ejemplo, ¿cómo puede hacerse amigo de Jehová alguien que vivió cosas difíciles en la niñez? Veremos lo que hicieron Dimitris y Agis para lograrlo. Y ¿puede alguien que sirve a Jehová seguir mostrándole honra a un cónyuge que no comparte sus creencias? Veremos lo que Emma ha hecho para seguir honrando a su esposo, Thomas, pese a tener puntos de vista distintos. Y el video musical de este mes nos mostrará cómo es un amigo verdadero. Este es el programa para noviembre de 2018 de JW Broadcasting.
Satanás, nuestro enemigo, hará todo lo posible para que seamos desleales a Jehová y nos alejemos de él. Eso intentó hacer con el hermano Viktor Winter. Él es ruso, pero vive en Alemania. En 1958, cuando tenía 21 años, fue enviado a un campo de trabajos forzados de Siberia tan solo por servir a Jehová. En total, pasó trece años en distintos campos soviéticos y cinco años en el exilio. Pese a ser perseguido, siguió demostrando cualidades cristianas.
Me bauticé el 24 de julio de 1958. El 5 de noviembre de ese mismo año, me arrestaron por negarme a realizar el servicio militar.
La segunda vez que me condenaron fue por la misma razón: no querer hacer el servicio militar.
El siguiente juicio fue en 1963.
Me sentenciaron a siete años de cárcel y a cinco más en el exilio. Luego añadieron tres años más por negarme a entrar en el ejército, pero esos no tuve que cumplirlos.
Me llevaron a Mordovia.
Este fue el primer campo a donde llevaron a todas las personas que creían en Dios. Entre ellas había 360 testigos de Jehová. Por aquel tiempo, hubo cambios en el gobierno y en sus políticas, y por eso las condiciones en el campo eran muy duras. Se decidió que los prisioneros pasaran hambre.
Nos redujeron las raciones de comida. Debo admitir que esto fue duro, muy muy duro.
Y los inviernos pueden ser muy fríos. Incluso en marzo, la temperatura puede bajar hasta los 35 °C bajo cero (o –31 °F).
Para los 360 hermanos que estábamos en este campo, las cosas espirituales eran lo más importante. Estábamos divididos en cuatro congregaciones, y estas estaban divididas en grupos. Había hermanos confiables que supervisaban cada congregación, y lo mismo sucedía en los grupos. No nos reuníamos para estudiar solo una vez a la semana, sino todos los días. Todos los días. Los hermanos se tomaban esto muy en serio. No había tiempo para pensar en las cosas del mundo.
Todos los sábados y domingos, teníamos un potente coro de voces masculinas. Mientras cantábamos, poníamos guardias cerca de la caseta de vigilancia donde estaban los supervisores. Si uno de estos salía de la caseta, un hermano le hacía señas al siguiente para que pudiéramos dispersarnos antes de que se acercara. Lo más curioso era que cantábamos dentro del campo. Claro, nosotros estábamos presos, pero quienes nos escuchaban estaban fuera. Estaban sentados en los árboles. Eran los hijos de los supervisores, de los oficiales y de los vigilantes. Ellos eran quienes escuchaban nuestras canciones.
En total, estuve en siete campos de prisioneros. Pasé alrededor de trece años allí y otros cinco exiliado en Siberia.
La última vez que estuve preso, el jefe de interrogatorios vino a mi celda y me dijo: “Víktor, cuando termines de cumplir todas tus condenas, no tendrás nada. Ni familia ni hijos”. Sonreí y le pregunté: “¿Cómo sabe eso, teniente coronel? Yo tampoco lo puedo saber, pero confío plenamente en Jehová”.
Hoy puedo decir que tengo esposa, hijos... Tengo una familia que sirve a Jehová. Y mi mayor alegría es ver a mi nieta de seis años a mi lado en el Salón del Reino cantando alabanzas a Jehová.
En pocas palabras, yo diría que lo más importante es que no perdamos el amor que le tenemos a Jehová y a nuestros hermanos. Mantengamos el gozo en nuestro servicio a Jehová.
No le tendremos miedo a nada malo; ni al frío, ni al hambre... A nada.
¿Se fijó en las crueles palabras del jefe de interrogatorios? Le dijo: “No tendrás nada. Ni familia ni hijos”. Hoy, el hermano Winter ya tiene más de 80 años de edad. ¡Y qué bonito es verlo rodeado de una hermosa familia! Mantener una buena rutina espiritual, aun en circunstancias difíciles, ayudó a nuestro hermano a no sentir odio por sus perseguidores. Así, conservó una buena relación con Jehová y logró vencer el mal con el bien.
El programa de este mes nos anima a vencer el mal con el bien. Sin embargo, este consejo, que encontramos en la carta de Pablo a los Romanos, capítulo 12, versículo 21, no es nada fácil de seguir. Y es que vivimos en un mundo alejado de Dios y de la verdad, un mundo que trata de meternos en su molde. Isaías 5:20 nos deja ver lo que opina este mundo sobre las normas divinas. Allí leemos: Pero nosotros lograremos vencer el mal con el bien si tomamos en cuenta las sabias palabras de las Escrituras y el fiel ejemplo de siervos de Dios del pasado.
Pensemos en Enoc. Él nació cuando Adán tenía unos 600 años de edad. Así que, por casi 300 años, Adán y él fueron contemporáneos. Ahora bien, no hay registro de que se hayan relacionado durante ese tiempo. La Biblia nos dice que, en los días antes del Diluvio, la tierra estaba llena de violencia y la gente odiaba a Dios. Siglos después, el discípulo Judas habló del fuerte mensaje que Enoc tuvo que predicar. Enoc dijo que Jehová vendría con miríadas de poderosos ángeles en orden de batalla para acabar con toda aquella gente malvada. Sí, anunció con valor que Dios juzgaría a la humanidad y traería una destrucción. ¡Y Enoc estaba solo! La profecía se cumplió cuando vino el Diluvio, y todo aquello fue un precedente de la destrucción que vendrá en el futuro.
Génesis 5:24 nos confirma que “Enoc siguió andando con el Dios verdadero”. El ejemplo de Enoc nos da el valor para seguir fieles a Dios aunque nuestros amigos y familiares nos rechacen. Enoc no intentó que aquella gente malvada lo aceptara. Y nosotros tampoco queremos tener nada que ver con este mundo moribundo y su forma de actuar. Puede que a veces nos sintamos solos, pero no olvidemos que, así como Jehová jamás abandonó a Enoc, tampoco abandonará a sus siervos de hoy. Imitamos a Enoc cuando impedimos que el ambiente malvado en el que vivimos debilite nuestra fe en Dios. Como él, venceremos el mal con el bien si evitamos las malas compañías, si nos mantenemos fieles a Jehová y a su organización y si seguimos predicando con valor.
El profeta Eliseo se negó a pagar mal por mal aun cuando, al parecer, había razón para hacerlo. Podemos leer lo que pasó en Segundo de los Reyes, capítulo 6, versículos 14 a 23. Siria e Israel se encontraban en guerra, y el rey sirio estaba furioso porque Eliseo era capaz de predecir el lugar preciso donde pensaba sorprender al ejército israelita. Eliseo daba aviso al rey de Israel, y este ordenaba a sus tropas que no pasaran por ese lugar. Al ver frustrados todos sus intentos, el rey de Siria se propuso capturar a Eliseo. Así impediría que siguiera revelando sus planes a los israelitas. Cuando se enteró de que el profeta se encontraba en la ciudad de Dotán, envió a un gran ejército compuesto por soldados a pie, a caballo y en carros de guerra para rodear la ciudad de noche y dejar a Eliseo sin salida.
A la mañana siguiente, Jehová escuchó el ruego de Eliseo y asestó un duro golpe a los sirios: los hirió con una ceguera temporal. Entonces, Eliseo los llevó a todos, no de vuelta a Siria, sino a Samaria, donde vivía el rey de Israel. El rey quería matar a los sirios en el acto, pero Eliseo le dijo lo que leemos en los versículos 22 y 23 del capítulo 6 de Segundo de los Reyes: ¡Qué sorpresa debieron llevarse los soldados sirios! Seguro que pensaban que de esta no saldrían vivos. Lo que hizo Eliseo resultó mucho mejor que si los israelitas se hubieran vengado. ¿Por qué lo decimos? El final del versículo 23 dice: ¿Pueden imaginarse la cara del rey de Siria al oír lo que le contaron sus soldados? Ellos habían ido a capturar a Eliseo. En cambio, fue Eliseo quien, con la ayuda de Jehová, los capturó a ellos, y sin siquiera tomar la espada. El rey debe haberse quedado estupefacto. Y podemos estar seguros de que los soldados del ejército sirio no solo se sintieron sumamente agradecidos a Jehová y al profeta, sino que de ahí en adelante sintieron por ellos un profundo respeto. Sin duda recordarían por mucho tiempo la compasión que se les tuvo.
Igual que Eliseo, nosotros queremos hacer el bien a los demás, incluso a quienes sienten antipatía hacia nosotros. Cuando azotan desastres, como incendios, inundaciones, terremotos o huracanes, hacemos todo lo posible por consolar con la Biblia a la gente. Además, quienes participan en las labores de socorro suelen ofrecer ayuda práctica tanto a sus hermanos como a otras personas. Esto ha llevado a que muchos cambien su opinión sobre nosotros y se den cuenta de que Jehová ha formado de entre las naciones “un pueblo para su nombre” en estos últimos días.
En 2 Timoteo 2:23-25, el apóstol Pablo nos aconseja cultivar cualidades que nos distingan de este mundo. Allí dice: Y Pablo explica por qué debemos hacer esto: Pablo mismo era amable y estaba “capacitado para enseñar”. Y se mantuvo reprimido bajo lo malo cuando los romanos lo encarcelaron en el año 60 o 61 de nuestra era. Estuvo unos dos años bajo arresto domiciliario en Roma, tal vez encadenado a un guardia todo el tiempo. Él no se merecía eso, pero decidió no concentrarse en su sufrimiento. Tampoco se amargó ni terminó odiando a las autoridades romanas. Nada de eso. Leamos lo que dijo en Filipenses, capítulo 1, versículos 12 a 14: En su carta a Tito, en el capítulo 3, versículos 1 y 2, Pablo nos recuerda que una manera de vencer el mal con el bien es mostrando respeto por las autoridades locales, sin importar dónde vivamos. Él escribió: Y Pablo vivía lo que predicaba.
Mientras estuvo preso en Roma, Pablo escribió varias cartas inspiradas a las congregaciones de Grecia y Asia Menor, cartas que nosotros podemos leer hoy. Pero ¿verdad que jamás percibimos que Pablo criticara a los gobernantes o animara a los cristianos a apoyar a algún líder o partido político? No, él no era parte de este mundo. Sabía que la única esperanza para la humanidad es el Reino de Dios. Él era un hombre espiritual. Venció el mal con el bien obedeciendo el mandato de Jesús que encontramos en Marcos 12:17: “Paguen a César las cosas de César, pero a Dios las cosas de Dios”. Pablo siempre mostró la “apacibilidad que pertenece a la sabiduría”.
En 1 Pedro 2:21, encontramos más detalles acerca de lo que Jehová espera de nosotros. Pedro escribió: Y entonces menciona algunos de esos pasos en los versículos 22 y 23: Es Jehová quien juzga con justicia. Pero no fue así como los líderes religiosos judíos juzgaron a Cristo. Ellos lo insultaron y hasta lo acusaron de estar endemoniado. Sin embargo, Jesús no se rebajó, no devolvió mal por mal. No se puso a insultarlos o a amenazarlos. Y es que los insultos y amenazas no son la llave que abre el corazón de la gente para que acepte la verdad. Cuando estaban juzgando a Jesús, los líderes religiosos agitaron a la multitud, y la gente exigió que lo ejecutaran. Las autoridades romanas clavaron a Jesús en un madero, donde sufrió una muerte lenta y dolorosa. Pero ¿qué dijo Jesús mientras agonizaba en el madero? ¿Acaso condenó a los soldados romanos que tanto lo habían maltratado y que lo habían fijado allí? No, él no hizo eso. Él venció el mal con el bien. Según Lucas 23:34, entre sus últimas palabras, dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Jesús sabía que los soldados romanos no se imaginaban quién era él en realidad ni tenían idea de lo que estaban haciendo. Y podía perdonarlos con la esperanza de que algún día aceptaran el mensaje de la verdad y se hicieran sus discípulos. Jesús venció el mal con el bien en todo momento y confió por completo en aquel que juzga con justicia: su Padre, Jehová. Nosotros queremos imitar a Jesús y tener la misma confianza que tuvo él en Jehová y en su Palabra.
Cuando nos esforzamos por seguir el consejo inspirado de Romanos 12:17, 18, imitamos a Jesús. Allí leemos: Este consejo es muy importante para quienes viven en un hogar dividido en sentido religioso. Quien sirve a Jehová debe resistir el impulso de pagar con la misma moneda cuando su cónyuge no lo trata con bondad. La verdad es que pagar mal por mal no resulta en nada bueno. Podría incluso empeorar la situación. Ahora bien, si una esposa, por ejemplo, le muestra bondad sincera a su esposo después de que él le haga un comentario despectivo sobre sus creencias, podría calmar los ánimos y evitar un problema mayor.
Proverbios 31:12 nos muestra cómo trata a su esposo la mujer que quiere agradar a Dios. Dice: “Ella le ha recompensado con bien, y no mal, todos los días de su vida”. Por otra parte, los siervos de Jehová hacemos “cosas excelentes a vista de todos los hombres” cuando ofrecemos ayuda práctica a nuestros vecinos siempre que podemos, en especial después de una desgracia. De esa manera, vencemos los prejuicios de la gente. Además, los siervos de Dios nos aseguramos de obedecer el mandato de Romanos 12:19: Al hablar de cederle lugar a la ira, Pablo se refiere a la ira de Jehová. Hay que dejar que sea Jehová quien haga justicia, pues él lo hará mucho mejor que cualquiera de nosotros. Ya lo dice Santiago 1:20, “la ira del hombre no obra la justicia de Dios”.
Romanos 12:20, 21 resume muy bien la idea central de este discurso. Allí Jehová le dice a cada uno de sus siervos: Ahora veamos otro ejemplo de cómo vencer el mal con el bien. Hasta la fecha, unos 19.000 testigos de Jehová han estado presos por su neutralidad cristiana en Corea del Sur. Pero, dentro de los muros de la prisión, han recibido el apoyo de sus hermanos en la fe. Conocimos a un grupo de hermanos que, después de cuarenta años, todavía conservan las amistades que hicieron cuando estuvieron presos.
Cuando tenía 21 años, me encarcelaron en el centro de entrenamiento militar de Nonsan porque me negué a prestar el servicio militar.
Un soldado que trabajaba en esa prisión militar empezó a darme golpes, me pegó sin piedad.
Eso fue a finales de diciembre de 1975. A cuatro hermanos los metieron en unas celdas de aislamiento llamadas dokgeochang, tan pequeñas que solo podían estar de pie. Era como estar en un ataúd. La temperatura exterior descendió a 13 °C bajo cero (8 °F), y el frío se colaba por las húmedas paredes. Los hermanos no cabían acostados en la celda, así que tenían que dormir encogidos. Los oía gimiendo toda la noche.
Extendí la mano a través de los barrotes de hierro para alcanzar al hermano que estaba en la celda de al lado, y él hizo lo mismo. Nos agarramos de la mano y nos dimos ánimo para ser fuertes.
Mientras estuve en prisión, no tuve buena salud. Apenas pesaba 47 kilos (103 libras). Además, mi familia no me apoyaba, así que estaba débil en sentido físico y mental. Debido a esas circunstancias tan extremas, a veces no podía ni comer. Pero, cuando estaba así, los hermanos me daban papilla, que es fácil de digerir, y en el invierno me daban ropa de abrigo y una bolsa o saco de dormir para que no pasara frío. Sentí el gran cariño que me tenían.
He estado en prisión tres veces, pero sé que Jehová se interesó en mí y me cuidó, tal como lo prometió en 1 Pedro 5:7. En especial, me ayudó mediante los hermanos cuando tuve que pasar por aquellas dificultades.
El día en la prisión comenzaba con el desayuno. Luego teníamos que cargar 300 ladrillos. Después de comer al mediodía, había que cargar 300 ladrillos más. Como yo terminaba el trabajo temprano, descansaba veinte minutos antes de volver a entrar en la cárcel. Pero había un hermano, Byung-man Park, que pasaba todo el día cargando ladrillos, aunque era más grande y fuerte que yo. Después me enteré de que él llevaba los ladrillos que le tocaban a Sung-kyu Choi, que no podía hacerlo por su mala salud. Ver ese amor fraternal me motivó a estudiar la Biblia.
Me bauticé un año más tarde, en abril de 1977, en la prisión de Anyang. Después de mi bautismo, mi madre murió. Mi padre también falleció, dos meses antes de que me pusieran en libertad. Fueron momentos muy duros. Pero los hermanos me animaban con palabras cariñosas y gestos de bondad. Su apoyo me conmovió y me ayudó a aguantar hasta el día de mi liberación.
Una vez me dio un dolor de estómago muy fuerte. El tratamiento que me pusieron no me alivió los síntomas, así que lo pasé muy mal. Pero un día sirvieron verduras con la comida, y un hermano las trituró y les sacó el jugo para dármelo. Me cuidó así por varios días. Me encantaría volver a ver a ese hermano tan sacrificado y amoroso.
En esos tiempos, en la cárcel solo nos dejaban tener la Biblia, ninguna otra publicación, ni siquiera el cancionero. Pero los hermanos se sabían las canciones de memoria y las escribían. Incluso cantábamos canciones de las asambleas de distrito, como esta: A pesar del aislamiento, cantábamos en voz baja juntos. Nos animaba mucho sentir el cariño de nuestros compañeros.
Recuerdo las animadoras palabras de 1 Corintios 10:13, donde dice que Jehová no deja que seamos tentados más allá de lo que podemos soportar, sino que nos muestra la salida para que podamos aguantar. Aunque afrontamos muchas dificultades, estaba convencido de que Jehová siempre usaría a los hermanos para darnos la salida. Aunque ya han pasado cuarenta años, los recuerdos todavía están vivos en la memoria, y de vez en cuando nos hacen llorar. En honor a los cuarenta años de amistad que nos unen, todos los que pasamos por aquellas pruebas nos pusimos de acuerdo para visitar juntos la central mundial, en Estados Unidos.
Estamos muy contentos de estar todos juntos de nuevo. Me siento como si me fuera de excursión.
Se me saltaron las lágrimas cuando vi nuestros uniformes de prisión en la sección sobre la neutralidad del museo de la central mundial.
Cuando hicimos el recorrido, algunos hermanos se sentaron o se acostaron en el suelo, dentro del trazado que simulaba la dokgeochang, y todos recordamos los tiempos que pasamos juntos en prisión.
Nos sentimos aún más agradecidos a Jehová por darnos amigos tan leales.
Así es, gracias al amor de sus compañeros y a las fuerzas que Dios les dio con su espíritu, nuestros hermanos coreanos fueron capaces de vencer el mal con el bien.
Aunque no estemos en prisión, necesitamos amigos verdaderos para sobrellevar las dificultades. Pero ¿cómo son los amigos verdaderos? ¿Dónde podemos encontrarlos, y por qué son tan importantes? El siguiente video musical responderá estas preguntas. Se titula: “Un amigo fiel”.
♪♪ Es natural desear encontrar alguien en quien confiar.
Dios sabe que es normal querer tener un amigo fiel.
¿Y dónde buscar? ¿Quién puede ser tu amigo verdadero?
Dios te dice quién es fiel, oye bien: (ESTRIBILLO) Es quien siempre te querrá y te escuchará cuando te duela el corazón.
Te corregirá, también te animará, y te ayudará a servir a Dios.
Ya lo sabes: si hace todo esto bien, es un amigo fiel.
Hay que mostrar siempre amor, paciencia y comprensión.
Si las cosas van mal, no hay que pelear; es mejor perdonar.
Grandes y niños, es nuestro cariño lo que nos tiene unidos.
Por siempre, quiero ser tu amigo fiel.
(ESTRIBILLO) Es quien siempre te querrá y te escuchará cuando te duela el corazón.
Te corregirá, también te animará, y te ayudará a servir a Dios.
Ya lo sabes: si hace todo esto bien, es un amigo fiel.
Alguien leal, alguien que siempre se ofrece a darte una mano.
Es como un hermano cuando algo no marcha bien.
¡Eso es ser fiel!
(ESTRIBILLO) Es quien siempre te querrá y te escuchará cuando te duela el corazón.
Te corregirá, también te animará, y te ayudará a servir a Dios.
Ya lo sabes: si hace todo esto bien...
(ESTRIBILLO) Es quien siempre te querrá y te escuchará cuando te duela el corazón.
Te corregirá, también te animará, y te ayudará a servir a Dios.
Ya lo sabes: si hace todo esto bien, es un amigo fiel.
¡Eso es ser fiel!
Es un amigo fiel. ♪♪ ¡Qué bendición es contar con el apoyo de amigos verdaderos en la congregación! Sin embargo, a veces, nuestras imperfecciones podrían alejarnos de los hermanos, y hasta podríamos desarrollar sentimientos negativos hacia ellos. En la siguiente adoración matutina, el hermano Geoffrey Jackson, del Cuerpo Gobernante, nos explica cómo combatir esos sentimientos.
Abran sus biblias, por favor, y vayamos a Colosenses 3:13. Analicemos este versículo para ver qué es lo que Jehová espera de nosotros. Colosenses 3:13, ahí dice: “Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro. Como Jehová los perdonó liberalmente a ustedes, así también háganlo ustedes”. El versículo nos da mucho en qué pensar, ¿verdad?, facetas, tal vez, en las que tengamos que mejorar. Pero ¿vieron las dos cosas que tenemos que hacer? Bueno, si volvemos al versículo, notamos que la primera es continuar soportándonos unos a otros y, la segunda, perdonarnos liberalmente.
Hablemos del primer punto: “Continúen soportándose unos a otros”. ¿Cuál es la diferencia entre esta expresión y la segunda? Pues, al parecer, esta expresión no hace referencia a pecados graves, sino a cosas que hacen otras personas, que nos molestan, nos irritan; no necesariamente tienen que ser cosas que estén mal, pero aun así nos sacan de quicio. Pueden ser cosas pequeñas. ¿Cuáles te irritan a ti? Hablemos con sinceridad... ¿Te molesta que alguien siempre llegue tarde? ¿O que alguien siempre llegue temprano? ¿Te molesta que alguien siempre diga lo que piensa? ¿O que alguien sea demasiado callado? Es increíble, ¿verdad? Hay que ver las cosas que pueden llegar a irritarnos.
Me acuerdo de un discurso que dio el hermano Knorr allá por los años 70. Puso el ejemplo de una hermana que está en la reunión y ve a otra hermana, nueva en la verdad, dando un comentario tras otro. Eso la irrita tanto que piensa: “¿Por qué no se calla un poquito?”. Puede ser que nosotros también nos hayamos sentido así en algún momento.
Pero, si lo pensamos bien, tal vez reconozcamos que nuestras quejas no son válidas, que no tenemos una razón justificada para quejarnos, pero aun así nos irrita. ¿Verdad que nos ha pasado? Qué cierta es aquella frase que dice: “A veces el problema no es la montaña, sino la piedrecita en el zapato”. Con frecuencia, son esas cosas pequeñas las que más nos sacan de quicio.
Recuerdo que, hace años, cuando servía en la sucursal de Samoa Occidental, vinieron muchos hermanos de otros países para la construcción. Y uno en concreto tenía la costumbre de entrar por la mañana al desayuno diciendo: “¡Buenos días!”, a todo el mundo. Aquello a muchos les irritaba, y tal vez a ti también te habría molestado. Así que imagínate lo contento que te pondrías si encontraras el texto de Proverbios 27:14, que se vierte así en una traducción: “Un grito de ‘¡buenos días!’ temprano en la madrugada, ofenderá a tu vecino”. Y estarás pensando: “¡Qué cierto es eso!”. Pues la cuestión es que aquel hermano dejó de hacerlo después de leer este texto (o de que alguien se lo leyera). Pero no siempre vamos a encontrar un texto que nos dé la razón. Entonces, ¿qué hay que hacer? ¿Qué leímos en Colosenses? “Continúen soportándose unos a otros”. “Continúen”, así que es algo que tenemos que seguir haciendo.
Eso nos lleva al segundo punto: “Perdonándose liberalmente unos a otros”. Es interesante que, cuando uno consulta otras traducciones en inglés de esta expresión, la mayoría la vierten como la Versión del rey Jacobo, y dicen sencillamente: “perdónense”. Pero la Traducción del Nuevo Mundo incluye la palabra liberalmente. La razón es porque aquí el original no usa la palabra griega más común para perdonar. En este caso, denota generosidad, estar dispuesto a ir más allá de lo que se espera de uno. La revista The Watchtower ya usó en 1882 la expresión “perdónense unos a otros liberalmente”, mucho antes de que tuviéramos la Traducción del Nuevo Mundo. Así que esto nos recuerda que no es solo cuestión de perdonar, sino de hacerlo con generosidad. Tenemos que estar dispuestos a perdonar a otros incluso cuando creamos que no se lo merecen.
¿Por qué deberíamos ponernos la meta de mejorar en esos dos aspectos: soportarnos unos a otros y perdonarnos liberalmente? Bueno, las razones las hemos escuchado muchas veces, ¿verdad? La primera es, claro está, porque Jehová nos perdona a nosotros. Si vamos a Colosenses, en el capítulo anterior, el capítulo 2, versículo 13, ahí se destaca esa idea. Dice, en el capítulo 2, versículo 13: “Además, aunque estaban muertos en sus ofensas y en el estado incircunciso de su carne, Dios los vivificó junto con él. Bondadosamente nos perdonó todas nuestras ofensas”. Así es, Jehová nos ha puesto el ejemplo. A veces uno pudiera tratar de encontrar excusas para no perdonar a alguien. Pero ¿recordamos la parábola de Jesús del esclavo que debía muchísimo dinero? Expresada en denarios, la deuda que tenía ascendía a 60 millones; todo eso se le perdonó. Pero luego él fue y le exigió a otro esclavo que le pagara el poco dinero que le debía. ¿Por qué le pediría aquello? Tal vez el hombre pensaba: “Bueno, sí, me han perdonado todo lo que debía, y estoy muy agradecido, pero sigo sin dinero. Lo necesito, por eso le he pedido al otro esclavo que me pague lo que me debe”. Como vemos, si uno busca razones para no perdonar, las va a encontrar, ¿verdad?, aunque no sean válidas, y no esté siguiendo el ejemplo de Jehová. Pero, volviendo a Colosenses 3:13, ¿qué dice?: “Si alguno tiene causa de queja contra otro”. Así que eso nos da una idea de lo que tenemos que hacer.
La segunda razón es que nosotros también necesitamos que nos perdonen. Lo mismo que nos irrita o molesta de otros, a veces es lo que nosotros hacemos. ¿Verdad que sí? Y cuánto nos duele que nos digan: “¿Te molesta lo que hace esa persona? ¿Y no te das cuenta de lo que haces tú?”. Es bueno recordar que nosotros también necesitamos que los demás perdonen nuestros fallos. Otra razón es que perdonar mantiene la paz en la congregación. La Atalaya mencionó algo interesante al respecto. Dijo que, en países donde nuestra obra está restringida o prohibida, muchos hermanos tienen que reunirse en grupos pequeños. Y eso hace que conozcan bien los defectos y el carácter de los demás. Cuando estamos en grupos pequeños, es más fácil que los demás nos irriten. La Atalaya mencionó que quienes tenemos la oportunidad ahora de reunirnos en grupos grandes deberíamos aprender a soportarnos y verlo como una preparación para cuando, más adelante, tal vez tengamos que adorar a Jehová en grupos pequeños. De modo que es un buen entrenamiento que contribuye a mantener la paz en la congregación.
¿Qué nos puede ayudar? Bueno, hay varias cosas que podemos hacer. Una de ellas es la que vemos en las referencias al margen de Colosenses 3:13, la de 1 Pedro 4:8. Ahí es donde dice que debemos tener “amor intenso unos para con otros”, no solo amor, sino “amor intenso”. Y esa palabra, intenso, significa “muy fuerte” o, literalmente, “que se extiende”. Así que, cuando nos encontremos ante esas cosas que nos irritan, que nos sacan de quicio, o con alguien que cometa un pecado contra nosotros, ¿qué deberíamos recordar? “Continúen soportándose unos a otros”. Continúen “perdonándose liberalmente”.
Este sabio consejo es especialmente útil en el matrimonio, pues se trata de la unión permanente de dos personas distintas. Quizá su cónyuge no comparta sus creencias, y eso cause algunos problemas. Pero, si los maneja de la manera correcta, tendrá paz y dará un excelente testimonio con su conducta.
Estos quince años han pasado volando.
Éramos tan jóvenes cuando nos casamos...
creo que demasiado.
Teníamos muy poco en común.
Cuando empecé a estudiar la Biblia, pensé que Thomas también querría aprender la verdad.
Pero, cada vez que hablábamos del tema, acabábamos discutiendo.
Ahora me doy cuenta de que podría haber reaccionado mejor.
Con el paso de los años, Thomas estuvo más dispuesto a hablar de la Biblia.
Pero se me hace difícil adorar a Jehová sola. En la congregación veo a otros matrimonios sirviendo juntos a Jehová y alcanzando metas, como asistir a la Escuela para Evangelizadores del Reino, algo que a mí me encantaría hacer.
¿Por qué no puede mi esposo amar a Jehová como yo?
Abigail probablemente se sentía igual, pero con más razón.
Su esposo era violento y se emborrachaba, y en su casa todos lo veían como un hombre despreciable.
En aquella época, muchos matrimonios eran concertados, así que Abigail no tenía mucho control sobre las circunstancias.
Pero, con sus palabras y acciones, demostró que era una mujer espiritual. Y no se enfocó en lo que no podía controlar, sino en lo que sí podía hacer.
Yo me resolví a hacer lo mismo. Me quedé pensando en las palabras de Jesús en Mateo 19:6: Jehová ve el matrimonio como una unión para toda la vida, incluido el mío, aunque mi esposo no le sirva. Así que, en vez de intentar que él cambie o de abandonarlo, me estoy esforzando por cambiar yo.
Thomas no ama a Jehová, pero tampoco es como Nabal. Es fiel y me ama. Se merece el respeto que la Biblia dice que los esposos deben recibir de sus esposas. Así que estoy esforzándome por ser más respetuosa y amorosa.
Thomas sigue sin estudiar la Biblia. No le interesa la verdad. Pero me alegra saber que Jehová está contento conmigo y que tengo el mismo punto de vista que él en cuanto al matrimonio.
¡Qué bien! Parece que Thomas está dándose cuenta poco a poco del valor de la verdad. Seguro que el comportamiento fiel y respetuoso de Emma ha influido en la opinión que Thomas tiene de Jehová.
Conocer a Jehová puede ayudar a una persona a cambiar y a dar un nuevo rumbo a su vida. La historia de dos hermanos, Dimitris y Agis Sotiropoulos, nos deja claro que se puede vencer el mal con el bien a pesar de haber tenido una infancia difícil.
Mi padre montó una fábrica de gomas y plásticos.
Como el negocio iba muy bien, llevábamos una vida cómoda.
Pero, a mediados de los años 70, el negocio empezó a ir mal. Debido a eso, mi padre cayó en una depresión, y terminó suicidándose. Me quedé en shock.
Recuerdo que fui a una pared y escribí “Está vivo”. No quería asumir que desde aquel día nunca más volvería a verlo.
Cuando tenía unos 10 años, empecé a odiar la religión. Más tarde, a los 17, expresé ese odio participando en la mayor protesta que llevó a cabo el movimiento estudiantil contra la junta militar que gobernaba Grecia. Además, me uní al Partido Comunista.
Me mudé a Santorín y abrí mi propio negocio, un bar. Claro, en ese ambiente uno se mueve entre cosas muy malas: sexo, drogas y mucho alcohol.
Unos meses más tarde, me fui a estudiar a Alemania. Y allí vi por primera vez a un hermano predicando por la calle. La gente se le acercaba, y algunos lo insultaban o hasta le escupían. Me impresionó muchísimo que se quedara allí calmado aguantando la situación. Tuvimos conversaciones muy interesantes.
Cuando terminé mis estudios, volví a Grecia para hacerme cargo de la fábrica. Me fui de Alemania sintiendo un profundo respeto por los testigos de Jehová.
Debido a la influencia de mis amigos, me alisté en el ejército, pero lo que vi allí fue corrupción por todas partes. Mi creencia de que el ser humano puede valerse por sí mismo, sin la ayuda de Dios, se vino abajo, y de repente me acordé de lo que me habían dicho los testigos de Jehová.
Aquella misma tarde fui a ver a Lily, la madre de un amigo mío de la infancia. Le pedí que me diera una biblia y algunas publicaciones bíblicas, porque quería estudiarlas. Leía en todas partes y cualquier cosa que no entendía la anotaba en un cuaderno. En pocos días, ya tenía entre ochenta y noventa preguntas escritas.
Harry, un anciano que empezó a visitarme, me impresionó, porque, siempre que le hacía una pregunta, me la contestaba con la Biblia. Eso me convenció de que había encontrado la verdad. En ese instante, decidí abandonar el ejército y dejar de fumar.
Durante los siguientes meses, seguí bastante ocupado con la fábrica, pero al final me di cuenta de que, si quería progresar en la verdad, debía vender mi parte de la empresa. Me bauticé el 7 de julio de 1984.
Las autoridades —la policía, el alcalde y los inspectores de sanidad— empezaron a exigirme que les diera dinero, porque, si no, me cerraban el bar.
Me negué a hacer lo que me pidieron, así que empezaron una guerra contra mí, que se fue agravando. Una noche, mientras abría la puerta para entrar en casa, escuché unos pasos. Intenté ver quién era y, cuando me di la vuelta, me golpearon en la cara. En medio de toda esa situación, llegó mi hermano Dimitris.
Mi hermano y yo no teníamos mucho trato. Pero, cuando vino a Santorín, hablamos y me ayudó a entender por qué me estaban pasando aquellas cosas. Me di cuenta de que él había cambiado. Le dije: “Me gustaría que estudiáramos la Biblia juntos”. Me llevaba la Biblia a todas partes para poder leerla. Sentía que Jehová me estaba ayudando a reenfocar mi vida y a entender que podía tener una meta, un propósito, una esperanza.
El día que me bauticé, me sentí más cerca de Jehová. Tenía una sonrisa que me llegaba de oreja a oreja. Actualmente, Lydia y yo tenemos el gran honor de predicar a personas que hablan romaní. Estudiamos con algunas de ellas y disfrutamos mucho. Vemos con claridad el amor, el interés y el cariño que Jehová les muestra, los mismos sentimientos que tuve yo cuando estudiaba con mi hermano.
Ahora mi hermano y yo nos queremos mucho.
Yo diría que la base de nuestra relación es el amor fraternal del que habla la Biblia. Estamos muy unidos, mucho más que antes. Ahora somos hermanos en todos los sentidos.
Dimitris y Agis ya llevan muchos años sirviendo a tiempo completo y son ancianos de congregación.
¿Se ha dado cuenta de las muchas formas en las que podemos vencer el mal con el bien? Nuestros hermanos en Corea pudieron aguantar una condena injusta gracias al apoyo de sus compañeros. Viktor Winter también estuvo preso y pudo vencer el mal gracias a que cuidó su rutina espiritual. El video musical destacó lo valiosos que son los amigos que encontramos en la congregación y cómo nos ayudan a servir a Dios en este mundo malo. Además, el hermano Jackson mencionó principios que nos ayudarán a combatir cualquier sentimiento negativo que tengamos hacia otros debido a la imperfección. También vimos cómo Emma aprendió a poner en práctica esos principios en su relación con Thomas. Y, finalmente, el bien y la verdad vencieron el mal en el caso de los hermanos Sotiropoulos, quienes lograron enderezar su vida.
Antes de despedirnos, tenemos un anuncio. Les alegrará saber que el siguiente video de la serie “¿Casualidad o diseño?”, titulado “La cola del caballito de mar”, estará disponible a partir de este mes tanto en la sección “Videos” como en jw.org. Tal vez podrían verlo en su próxima adoración en familia.
Hagamos también una breve visita a nuestros hermanos de Portugal. Este país es conocido como el lugar donde la tierra se acaba y el mar comienza, pues se encuentra en el extremo oeste de Europa. La costa atlántica del territorio continental de Portugal abarca más de 800 kilómetros, o 500 millas. En el extremo sur del país, se puede disfrutar del sol más de 3.000 horas al año. Portugal cobró fama por ser una nación marinera con colonias por todo el mundo. En el siglo quince, navegantes y exploradores portugueses viajaron hasta lugares tan distantes como Brasil, India y numerosos sitios de África.
El mensaje del Reino llegó a Portugal en 1925, pero la obra estuvo o prohibida o limitada desde 1926 hasta 1974. Aun así, nuestros hermanos siguieron venciendo el mal con el bien. Pese a las limitaciones y la persecución, continuaron predicando y reuniéndose para adorar a Jehová. En 1974, cuando se dio reconocimiento legal a nuestra obra, había unos 13.500 publicadores, y casi 40.000 personas asistieron a la primera reunión pública. Hoy, hay unos 49.500 publicadores, aproximadamente 1 publicador por cada 200 personas. Portugal es uno de los países de Europa donde hay más Testigos por habitante.
Y hay todavía más publicadores por habitante en Almada, al sur de Lisboa —la capital— cruzando el río Tajo. Allí hay 16 congregaciones con un total de casi 1.400 publicadores, aproximadamente 1 publicador por cada 100 habitantes. Muchos de los Testigos de Almada son de edad avanzada. Estos hermanos se mantuvieron fieles cuando la obra estuvo prohibida y han dado un excelente ejemplo a los más jóvenes. Además de mantenerse ocupados en la congregación, a nuestros hermanos de Almada les gusta pasar tiempo juntos y hacer cosas como cantar o jugar fútbol. Ellos envían sus saludos y amor a la hermandad mundial. Este ha sido otro programa de JW Broadcasting desde nuestra sede mundial.