JW Broadcasting: Noviembre de 2018

‎¡Bienvenidos! ‎Tenemos muchos tesoros espirituales ‎para ustedes en este programa. ‎Por ejemplo, ‎¿cómo puede hacerse amigo de Jehová ‎alguien que vivió cosas difíciles ‎en la niñez? ‎Veremos lo que hicieron ‎Dimitris y Agis para lograrlo. ‎Y ¿puede alguien que sirve a Jehová ‎seguir mostrándole honra ‎a un cónyuge ‎que no comparte sus creencias? ‎Veremos lo que Emma ha hecho ‎para seguir honrando a su esposo, Thomas, ‎pese a tener puntos de vista distintos. ‎Y el video musical de este mes ‎nos mostrará ‎cómo es un amigo verdadero. ‎Este es el programa ‎para noviembre de 2018 ‎de JW Broadcasting.

‎Satanás, nuestro enemigo, ‎hará todo lo posible para que seamos ‎desleales a Jehová ‎y nos alejemos de él. ‎Eso intentó hacer ‎con el hermano Viktor Winter. ‎Él es ruso, pero vive en Alemania. ‎En 1958, cuando tenía 21 años, ‎fue enviado a un campo ‎de trabajos forzados de Siberia ‎tan solo por servir a Jehová. ‎En total, pasó trece años ‎en distintos campos soviéticos ‎y cinco años en el exilio. ‎Pese a ser perseguido, ‎siguió demostrando ‎cualidades cristianas.

‎Me bauticé el 24 de julio de 1958. ‎El 5 de noviembre de ese mismo año, ‎me arrestaron por negarme a realizar ‎el servicio militar.

‎La segunda vez que me condenaron ‎fue por la misma razón: ‎no querer hacer el servicio militar.

‎El siguiente juicio fue en 1963.

‎Me sentenciaron a siete años de cárcel ‎y a cinco más en el exilio. ‎Luego añadieron tres años más ‎por negarme a entrar en el ejército, ‎pero esos no tuve que cumplirlos.

‎Me llevaron a Mordovia.

‎Este fue el primer campo ‎a donde llevaron a todas las personas ‎que creían en Dios. ‎Entre ellas ‎había 360 testigos de Jehová. ‎Por aquel tiempo, ‎hubo cambios en el gobierno ‎y en sus políticas, ‎y por eso las condiciones en el campo ‎eran muy duras. ‎Se decidió que los prisioneros ‎pasaran hambre.

‎Nos redujeron las raciones de comida. ‎Debo admitir que esto fue duro, ‎muy muy duro.

‎Y los inviernos pueden ser muy fríos. ‎Incluso en marzo, ‎la temperatura puede bajar ‎hasta los 35 °C bajo cero (o –31 °F).

‎Para los 360 hermanos ‎que estábamos en este campo, ‎las cosas espirituales ‎eran lo más importante. ‎Estábamos divididos ‎en cuatro congregaciones, ‎y estas estaban divididas en grupos. ‎Había hermanos confiables ‎que supervisaban cada congregación, ‎y lo mismo sucedía en los grupos. ‎No nos reuníamos para estudiar ‎solo una vez a la semana, ‎sino todos los días. ‎Todos los días. ‎Los hermanos ‎se tomaban esto muy en serio. ‎No había tiempo ‎para pensar en las cosas del mundo.

‎Todos los sábados y domingos, ‎teníamos un potente coro ‎de voces masculinas. ‎Mientras cantábamos, ‎poníamos guardias ‎cerca de la caseta de vigilancia ‎donde estaban los supervisores. ‎Si uno de estos salía de la caseta, ‎un hermano le hacía señas al siguiente ‎para que pudiéramos dispersarnos ‎antes de que se acercara. ‎Lo más curioso ‎era que cantábamos dentro del campo. ‎Claro, nosotros estábamos presos, ‎pero quienes nos escuchaban ‎estaban fuera. ‎Estaban sentados en los árboles. ‎Eran los hijos de los supervisores, ‎de los oficiales y de los vigilantes. ‎Ellos eran quienes escuchaban ‎nuestras canciones.

‎En total, ‎estuve en siete campos de prisioneros. ‎Pasé alrededor de trece años allí ‎y otros cinco exiliado en Siberia.

‎La última vez que estuve preso, ‎el jefe de interrogatorios ‎vino a mi celda y me dijo: ‎“Víktor, cuando termines de cumplir ‎todas tus condenas, no tendrás nada. ‎Ni familia ni hijos”. ‎Sonreí y le pregunté: ‎“¿Cómo sabe eso, teniente coronel? ‎Yo tampoco lo puedo saber, ‎pero confío plenamente en Jehová”.

‎Hoy puedo decir ‎que tengo esposa, hijos... ‎Tengo una familia que sirve a Jehová. ‎Y mi mayor alegría ‎es ver a mi nieta de seis años ‎a mi lado en el Salón del Reino ‎cantando alabanzas a Jehová.

‎En pocas palabras, ‎yo diría que lo más importante ‎es que no perdamos ‎el amor que le tenemos a Jehová ‎y a nuestros hermanos. ‎Mantengamos el gozo ‎en nuestro servicio a Jehová.

‎No le tendremos miedo a nada malo; ‎ni al frío, ni al hambre... ‎A nada.

‎¿Se fijó en las crueles palabras ‎del jefe de interrogatorios? ‎Le dijo: “No tendrás nada. ‎Ni familia ni hijos”. ‎Hoy, el hermano Winter ‎ya tiene más de 80 años de edad. ‎¡Y qué bonito es verlo rodeado ‎de una hermosa familia! ‎Mantener una buena rutina espiritual, ‎aun en circunstancias difíciles, ‎ayudó a nuestro hermano ‎a no sentir odio por sus perseguidores. ‎Así, conservó ‎una buena relación con Jehová ‎y logró vencer el mal con el bien.

‎El programa de este mes ‎nos anima a vencer el mal con el bien. ‎Sin embargo, este consejo, ‎que encontramos ‎en la carta de Pablo a los Romanos, ‎capítulo 12, versículo 21, ‎no es nada fácil de seguir. ‎Y es que vivimos en un mundo ‎alejado de Dios y de la verdad, ‎un mundo que trata ‎de meternos en su molde. ‎Isaías 5:20 nos deja ver ‎lo que opina este mundo ‎sobre las normas divinas. ‎Allí leemos: ‎Pero nosotros lograremos ‎vencer el mal con el bien ‎si tomamos en cuenta ‎las sabias palabras de las Escrituras ‎y el fiel ejemplo ‎de siervos de Dios del pasado.

‎Pensemos en Enoc. ‎Él nació cuando Adán ‎tenía unos 600 años de edad. ‎Así que, por casi 300 años, ‎Adán y él fueron contemporáneos. ‎Ahora bien, no hay registro ‎de que se hayan relacionado ‎durante ese tiempo. ‎La Biblia nos dice ‎que, en los días antes del Diluvio, ‎la tierra estaba llena de violencia ‎y la gente odiaba a Dios. ‎Siglos después, el discípulo Judas ‎habló del fuerte mensaje ‎que Enoc tuvo que predicar. ‎Enoc dijo que Jehová vendría ‎con miríadas de poderosos ángeles ‎en orden de batalla ‎para acabar ‎con toda aquella gente malvada. ‎Sí, anunció con valor ‎que Dios juzgaría a la humanidad ‎y traería una destrucción. ‎¡Y Enoc estaba solo! ‎La profecía se cumplió ‎cuando vino el Diluvio, ‎y todo aquello fue un precedente ‎de la destrucción ‎que vendrá en el futuro.

‎Génesis 5:24 nos confirma ‎que “Enoc siguió andando ‎con el Dios verdadero”. ‎El ejemplo de Enoc nos da el valor ‎para seguir fieles a Dios ‎aunque nuestros amigos y familiares ‎nos rechacen. ‎Enoc no intentó ‎que aquella gente malvada lo aceptara. ‎Y nosotros ‎tampoco queremos tener nada que ver ‎con este mundo moribundo ‎y su forma de actuar. ‎Puede que a veces nos sintamos solos, ‎pero no olvidemos ‎que, así como Jehová ‎jamás abandonó a Enoc, ‎tampoco abandonará ‎a sus siervos de hoy. ‎Imitamos a Enoc ‎cuando impedimos ‎que el ambiente malvado en el que vivimos ‎debilite nuestra fe en Dios. ‎Como él, venceremos el mal con el bien ‎si evitamos las malas compañías, ‎si nos mantenemos fieles a Jehová ‎y a su organización ‎y si seguimos predicando con valor.

‎El profeta Eliseo ‎se negó a pagar mal por mal ‎aun cuando, al parecer, ‎había razón para hacerlo. ‎Podemos leer lo que pasó ‎en Segundo de los Reyes, ‎capítulo 6, versículos 14 a 23. ‎Siria e Israel se encontraban en guerra, ‎y el rey sirio estaba furioso ‎porque Eliseo era capaz ‎de predecir el lugar preciso ‎donde pensaba sorprender ‎al ejército israelita. ‎Eliseo daba aviso al rey de Israel, ‎y este ordenaba a sus tropas ‎que no pasaran por ese lugar. ‎Al ver frustrados todos sus intentos, ‎el rey de Siria ‎se propuso capturar a Eliseo. ‎Así impediría que siguiera revelando ‎sus planes a los israelitas. ‎Cuando se enteró de que el profeta ‎se encontraba en la ciudad de Dotán, ‎envió a un gran ejército ‎compuesto por soldados a pie, ‎a caballo y en carros de guerra ‎para rodear la ciudad de noche ‎y dejar a Eliseo sin salida.

‎A la mañana siguiente, ‎Jehová escuchó el ruego de Eliseo ‎y asestó un duro golpe a los sirios: ‎los hirió con una ceguera temporal. ‎Entonces, Eliseo los llevó a todos, ‎no de vuelta a Siria, ‎sino a Samaria, ‎donde vivía el rey de Israel. ‎El rey quería matar ‎a los sirios en el acto, ‎pero Eliseo le dijo ‎lo que leemos en los versículos 22 y 23 ‎del capítulo 6 ‎de Segundo de los Reyes: ‎¡Qué sorpresa debieron llevarse ‎los soldados sirios! ‎Seguro que pensaban ‎que de esta no saldrían vivos. ‎Lo que hizo Eliseo ‎resultó mucho mejor ‎que si los israelitas ‎se hubieran vengado. ‎¿Por qué lo decimos? ‎El final del versículo 23 dice: ‎¿Pueden imaginarse ‎la cara del rey de Siria ‎al oír lo que le contaron sus soldados? ‎Ellos habían ido a capturar a Eliseo. ‎En cambio, fue Eliseo ‎quien, con la ayuda de Jehová, ‎los capturó a ellos, ‎y sin siquiera tomar la espada. ‎El rey debe haberse quedado estupefacto. ‎Y podemos estar seguros ‎de que los soldados del ejército sirio ‎no solo se sintieron ‎sumamente agradecidos ‎a Jehová y al profeta, ‎sino que de ahí en adelante ‎sintieron por ellos un profundo respeto. ‎Sin duda recordarían por mucho tiempo ‎la compasión que se les tuvo.

‎Igual que Eliseo, nosotros queremos ‎hacer el bien a los demás, ‎incluso a quienes sienten ‎antipatía hacia nosotros. ‎Cuando azotan desastres, ‎como incendios, inundaciones, ‎terremotos o huracanes, ‎hacemos todo lo posible ‎por consolar con la Biblia a la gente. ‎Además, quienes participan ‎en las labores de socorro ‎suelen ofrecer ayuda práctica ‎tanto a sus hermanos ‎como a otras personas. ‎Esto ha llevado a que muchos ‎cambien su opinión sobre nosotros ‎y se den cuenta de que Jehová ‎ha formado de entre las naciones ‎“un pueblo para su nombre” ‎en estos últimos días.

‎En 2 Timoteo 2:23-25, ‎el apóstol Pablo nos aconseja ‎cultivar cualidades ‎que nos distingan de este mundo. ‎Allí dice: ‎Y Pablo explica ‎por qué debemos hacer esto: ‎Pablo mismo era amable ‎y estaba “capacitado para enseñar”. ‎Y se mantuvo reprimido bajo lo malo ‎cuando los romanos lo encarcelaron ‎en el año 60 o 61 de nuestra era. ‎Estuvo unos dos años ‎bajo arresto domiciliario en Roma, ‎tal vez encadenado a un guardia ‎todo el tiempo. ‎Él no se merecía eso, ‎pero decidió no concentrarse ‎en su sufrimiento. ‎Tampoco se amargó ni terminó odiando ‎a las autoridades romanas. ‎Nada de eso. ‎Leamos lo que dijo en Filipenses, ‎capítulo 1, versículos 12 a 14: ‎En su carta a Tito, ‎en el capítulo 3, versículos 1 y 2, ‎Pablo nos recuerda que una manera ‎de vencer el mal con el bien ‎es mostrando respeto ‎por las autoridades locales, ‎sin importar dónde vivamos. ‎Él escribió: ‎Y Pablo vivía lo que predicaba.

‎Mientras estuvo preso en Roma, ‎Pablo escribió varias cartas inspiradas ‎a las congregaciones ‎de Grecia y Asia Menor, ‎cartas que nosotros podemos leer hoy. ‎Pero ¿verdad que jamás percibimos ‎que Pablo criticara a los gobernantes ‎o animara a los cristianos a apoyar ‎a algún líder o partido político? ‎No, él no era parte de este mundo. ‎Sabía que la única esperanza ‎para la humanidad es el Reino de Dios. ‎Él era un hombre espiritual. ‎Venció el mal con el bien ‎obedeciendo el mandato de Jesús ‎que encontramos en Marcos 12:17: ‎“Paguen a César las cosas de César, ‎pero a Dios las cosas de Dios”. ‎Pablo siempre mostró la “apacibilidad ‎que pertenece a la sabiduría”.

‎En 1 Pedro 2:21, ‎encontramos más detalles ‎acerca de lo que Jehová ‎espera de nosotros. ‎Pedro escribió: ‎Y entonces menciona ‎algunos de esos pasos ‎en los versículos 22 y 23: ‎Es Jehová quien juzga con justicia. ‎Pero no fue así ‎como los líderes religiosos judíos ‎juzgaron a Cristo. ‎Ellos lo insultaron ‎y hasta lo acusaron ‎de estar endemoniado. ‎Sin embargo, Jesús no se rebajó, ‎no devolvió mal por mal. ‎No se puso a insultarlos ‎o a amenazarlos. ‎Y es que los insultos y amenazas ‎no son la llave ‎que abre el corazón de la gente ‎para que acepte la verdad. ‎Cuando estaban juzgando a Jesús, ‎los líderes religiosos ‎agitaron a la multitud, ‎y la gente exigió que lo ejecutaran. ‎Las autoridades romanas ‎clavaron a Jesús en un madero, ‎donde sufrió ‎una muerte lenta y dolorosa. ‎Pero ¿qué dijo Jesús ‎mientras agonizaba en el madero? ‎¿Acaso condenó a los soldados romanos ‎que tanto lo habían maltratado ‎y que lo habían fijado allí? ‎No, él no hizo eso. ‎Él venció el mal con el bien. ‎Según Lucas 23:34, ‎entre sus últimas palabras, dijo: ‎“Padre, perdónalos, ‎porque no saben lo que hacen”.

‎Jesús sabía que los soldados romanos ‎no se imaginaban ‎quién era él en realidad ‎ni tenían idea ‎de lo que estaban haciendo. ‎Y podía perdonarlos ‎con la esperanza de que algún día ‎aceptaran el mensaje de la verdad ‎y se hicieran sus discípulos. ‎Jesús venció el mal con el bien ‎en todo momento ‎y confió por completo ‎en aquel que juzga con justicia: ‎su Padre, Jehová. ‎Nosotros queremos imitar a Jesús ‎y tener la misma confianza ‎que tuvo él en Jehová y en su Palabra.

‎Cuando nos esforzamos por seguir ‎el consejo inspirado ‎de Romanos 12:17, 18, ‎imitamos a Jesús. ‎Allí leemos: ‎Este consejo es muy importante ‎para quienes viven ‎en un hogar dividido ‎en sentido religioso. ‎Quien sirve a Jehová ‎debe resistir el impulso ‎de pagar con la misma moneda ‎cuando su cónyuge ‎no lo trata con bondad. ‎La verdad es que pagar mal por mal ‎no resulta en nada bueno. ‎Podría incluso empeorar la situación. ‎Ahora bien, si una esposa, por ejemplo, ‎le muestra bondad sincera a su esposo ‎después de que él le haga ‎un comentario despectivo ‎sobre sus creencias, ‎podría calmar los ánimos ‎y evitar un problema mayor.

‎Proverbios 31:12 nos muestra ‎cómo trata a su esposo ‎la mujer que quiere agradar a Dios. ‎Dice: “Ella le ha recompensado ‎con bien, y no mal, ‎todos los días de su vida”. ‎Por otra parte, los siervos de Jehová ‎hacemos “cosas excelentes ‎a vista de todos los hombres” ‎cuando ofrecemos ayuda práctica ‎a nuestros vecinos siempre que podemos, ‎en especial después de una desgracia. ‎De esa manera, ‎vencemos los prejuicios de la gente. ‎Además, los siervos de Dios ‎nos aseguramos de obedecer ‎el mandato de Romanos 12:19: ‎Al hablar de cederle lugar a la ira, ‎Pablo se refiere a la ira de Jehová. ‎Hay que dejar que sea Jehová ‎quien haga justicia, ‎pues él lo hará mucho mejor ‎que cualquiera de nosotros. ‎Ya lo dice Santiago 1:20, ‎“la ira del hombre ‎no obra la justicia de Dios”.

‎Romanos 12:20, 21 resume muy bien ‎la idea central de este discurso. ‎Allí Jehová le dice ‎a cada uno de sus siervos: ‎Ahora veamos otro ejemplo ‎de cómo vencer el mal con el bien. ‎Hasta la fecha, ‎unos 19.000 testigos de Jehová ‎han estado presos ‎por su neutralidad cristiana ‎en Corea del Sur. ‎Pero, dentro de los muros de la prisión, ‎han recibido ‎el apoyo de sus hermanos en la fe. ‎Conocimos a un grupo de hermanos ‎que, después de cuarenta años, ‎todavía conservan las amistades ‎que hicieron cuando estuvieron presos.

‎Cuando tenía 21 años, ‎me encarcelaron en el centro ‎de entrenamiento militar de Nonsan ‎porque me negué ‎a prestar el servicio militar.

‎Un soldado que trabajaba ‎en esa prisión militar ‎empezó a darme golpes, ‎me pegó sin piedad.

‎Eso fue a finales de diciembre de 1975. ‎A cuatro hermanos los metieron ‎en unas celdas de aislamiento ‎llamadas dokgeochang, tan pequeñas ‎que solo podían estar de pie. ‎Era como estar en un ataúd. ‎La temperatura exterior ‎descendió a 13 °C bajo cero (8 °F), ‎y el frío se colaba ‎por las húmedas paredes. ‎Los hermanos ‎no cabían acostados en la celda, ‎así que tenían que dormir encogidos. ‎Los oía gimiendo toda la noche.

‎Extendí la mano ‎a través de los barrotes de hierro ‎para alcanzar al hermano ‎que estaba en la celda de al lado, ‎y él hizo lo mismo. ‎Nos agarramos de la mano ‎y nos dimos ánimo para ser fuertes.

‎Mientras estuve en prisión, ‎no tuve buena salud. ‎Apenas pesaba 47 kilos (103 libras). ‎Además, mi familia no me apoyaba, ‎así que estaba débil ‎en sentido físico y mental. ‎Debido a esas circunstancias tan extremas, ‎a veces no podía ni comer. ‎Pero, cuando estaba así, ‎los hermanos me daban papilla, ‎que es fácil de digerir, ‎y en el invierno me daban ropa de abrigo ‎y una bolsa o saco de dormir ‎para que no pasara frío. ‎Sentí el gran cariño que me tenían.

‎He estado en prisión tres veces, ‎pero sé que Jehová ‎se interesó en mí y me cuidó, ‎tal como lo prometió en 1 Pedro 5:7. ‎En especial, ‎me ayudó mediante los hermanos ‎cuando tuve que pasar ‎por aquellas dificultades.

‎El día en la prisión ‎comenzaba con el desayuno. ‎Luego teníamos que cargar 300 ladrillos. ‎Después de comer al mediodía, ‎había que cargar 300 ladrillos más. ‎Como yo terminaba el trabajo temprano, ‎descansaba veinte minutos ‎antes de volver a entrar en la cárcel. ‎Pero había un hermano, Byung-man Park, ‎que pasaba todo el día cargando ladrillos, ‎aunque era más grande y fuerte que yo. ‎Después me enteré ‎de que él llevaba los ladrillos ‎que le tocaban a Sung-kyu Choi, ‎que no podía hacerlo por su mala salud. ‎Ver ese amor fraternal ‎me motivó a estudiar la Biblia.

‎Me bauticé un año más tarde, ‎en abril de 1977, ‎en la prisión de Anyang. ‎Después de mi bautismo, mi madre murió. ‎Mi padre también falleció, ‎dos meses antes ‎de que me pusieran en libertad. ‎Fueron momentos muy duros. ‎Pero los hermanos me animaban ‎con palabras cariñosas y gestos de bondad. ‎Su apoyo me conmovió ‎y me ayudó a aguantar ‎hasta el día de mi liberación.

‎Una vez ‎me dio un dolor de estómago muy fuerte. ‎El tratamiento que me pusieron ‎no me alivió los síntomas, ‎así que lo pasé muy mal. ‎Pero un día ‎sirvieron verduras con la comida, ‎y un hermano las trituró ‎y les sacó el jugo para dármelo. ‎Me cuidó así por varios días. ‎Me encantaría volver a ver a ese hermano ‎tan sacrificado y amoroso.

‎En esos tiempos, en la cárcel ‎solo nos dejaban tener la Biblia, ‎ninguna otra publicación, ‎ni siquiera el cancionero. ‎Pero los hermanos ‎se sabían las canciones de memoria ‎y las escribían. ‎Incluso cantábamos canciones ‎de las asambleas de distrito, ‎como esta: ‎A pesar del aislamiento, ‎cantábamos en voz baja juntos. ‎Nos animaba mucho ‎sentir el cariño de nuestros compañeros.

‎Recuerdo las animadoras palabras ‎de 1 Corintios 10:13, ‎donde dice que Jehová ‎no deja que seamos tentados más allá ‎de lo que podemos soportar, ‎sino que nos muestra la salida ‎para que podamos aguantar. ‎Aunque afrontamos muchas dificultades, ‎estaba convencido de que Jehová ‎siempre usaría a los hermanos ‎para darnos la salida. ‎Aunque ya han pasado cuarenta años, ‎los recuerdos ‎todavía están vivos en la memoria, ‎y de vez en cuando nos hacen llorar. ‎En honor a los cuarenta años de amistad ‎que nos unen, ‎todos los que pasamos ‎por aquellas pruebas ‎nos pusimos de acuerdo ‎para visitar juntos ‎la central mundial, ‎en Estados Unidos.

‎Estamos muy contentos ‎de estar todos juntos de nuevo. ‎Me siento como si me fuera de excursión.

‎Se me saltaron las lágrimas ‎cuando vi nuestros uniformes de prisión ‎en la sección sobre la neutralidad ‎del museo de la central mundial.

‎Cuando hicimos el recorrido, ‎algunos hermanos se sentaron ‎o se acostaron en el suelo, ‎dentro del trazado ‎que simulaba la dokgeochang, ‎y todos recordamos los tiempos ‎que pasamos juntos en prisión.

‎Nos sentimos ‎aún más agradecidos a Jehová ‎por darnos amigos tan leales.

‎Así es, gracias al amor ‎de sus compañeros ‎y a las fuerzas que Dios les dio ‎con su espíritu, ‎nuestros hermanos coreanos fueron capaces ‎de vencer el mal con el bien.

‎Aunque no estemos en prisión, ‎necesitamos amigos verdaderos ‎para sobrellevar las dificultades. ‎Pero ¿cómo son los amigos verdaderos? ‎¿Dónde podemos encontrarlos, ‎y por qué son tan importantes? ‎El siguiente video musical ‎responderá estas preguntas. ‎Se titula: “Un amigo fiel”.

‎♪♪ Es natural desear encontrar ‎alguien en quien confiar.

‎Dios sabe que es normal querer ‎tener un amigo fiel.

‎¿Y dónde buscar? ‎¿Quién puede ser tu amigo verdadero?

‎Dios te dice quién es fiel, ‎oye bien: ‎(ESTRIBILLO) ‎Es quien ‎siempre te querrá ‎y te escuchará ‎cuando te duela el corazón.

‎Te corregirá, ‎también te animará, ‎y te ayudará a servir a Dios.

‎Ya lo sabes: si hace todo esto bien, ‎es un amigo fiel.

‎Hay que mostrar siempre amor, ‎paciencia y comprensión.

‎Si las cosas van mal, ‎no hay que pelear; ‎es mejor perdonar.

‎Grandes y niños, es nuestro cariño ‎lo que nos tiene unidos.

‎Por siempre, quiero ser ‎tu amigo fiel.

‎(ESTRIBILLO) ‎Es quien ‎siempre te querrá ‎y te escuchará ‎cuando te duela el corazón.

‎Te corregirá, ‎también te animará, ‎y te ayudará a servir a Dios.

‎Ya lo sabes: si hace todo esto bien, ‎es un amigo fiel.

‎Alguien leal, ‎alguien que siempre ‎se ofrece a darte una mano.

‎Es como un hermano ‎cuando algo no marcha bien.

‎¡Eso es ser fiel!

‎(ESTRIBILLO) ‎Es quien ‎siempre te querrá ‎y te escuchará ‎cuando te duela el corazón.

‎Te corregirá, ‎también te animará, ‎y te ayudará a servir a Dios.

‎Ya lo sabes: ‎si hace todo esto bien...

‎(ESTRIBILLO) ‎Es quien ‎siempre te querrá ‎y te escuchará ‎cuando te duela el corazón.

‎Te corregirá, ‎también te animará, ‎y te ayudará a servir a Dios.

‎Ya lo sabes: si hace todo esto bien, ‎es un amigo fiel.

‎¡Eso es ser fiel!

‎Es un amigo fiel. ♪♪ ‎¡Qué bendición es contar ‎con el apoyo de amigos verdaderos ‎en la congregación! ‎Sin embargo, a veces, ‎nuestras imperfecciones ‎podrían alejarnos de los hermanos, ‎y hasta podríamos desarrollar ‎sentimientos negativos hacia ellos. ‎En la siguiente adoración matutina, ‎el hermano Geoffrey Jackson, ‎del Cuerpo Gobernante, ‎nos explica cómo combatir ‎esos sentimientos.

‎Abran sus biblias, por favor, ‎y vayamos a Colosenses 3:13. ‎Analicemos este versículo para ver ‎qué es lo que Jehová espera de nosotros. ‎Colosenses 3:13, ahí dice: ‎“Continúen soportándose unos a otros ‎y perdonándose liberalmente ‎unos a otros ‎si alguno tiene causa de queja ‎contra otro. ‎Como Jehová ‎los perdonó liberalmente a ustedes, ‎así también háganlo ustedes”. ‎El versículo ‎nos da mucho en qué pensar, ¿verdad?, ‎facetas, tal vez, ‎en las que tengamos que mejorar. ‎Pero ¿vieron las dos cosas ‎que tenemos que hacer? ‎Bueno, si volvemos al versículo, ‎notamos que la primera es continuar ‎soportándonos unos a otros ‎y, la segunda, ‎perdonarnos liberalmente.

‎Hablemos del primer punto: ‎“Continúen soportándose ‎unos a otros”. ‎¿Cuál es la diferencia ‎entre esta expresión y la segunda? ‎Pues, al parecer, esta expresión ‎no hace referencia a pecados graves, ‎sino a cosas ‎que hacen otras personas, ‎que nos molestan, nos irritan; ‎no necesariamente ‎tienen que ser cosas que estén mal, ‎pero aun así nos sacan de quicio. ‎Pueden ser cosas pequeñas. ‎¿Cuáles te irritan a ti? ‎Hablemos con sinceridad... ‎¿Te molesta ‎que alguien siempre llegue tarde? ‎¿O que alguien ‎siempre llegue temprano? ‎¿Te molesta ‎que alguien siempre diga lo que piensa? ‎¿O que alguien sea demasiado callado? ‎Es increíble, ¿verdad? ‎Hay que ver las cosas ‎que pueden llegar a irritarnos.

‎Me acuerdo de un discurso ‎que dio el hermano Knorr ‎allá por los años 70. ‎Puso el ejemplo de una hermana ‎que está en la reunión ‎y ve a otra hermana, nueva en la verdad, ‎dando un comentario tras otro. ‎Eso la irrita tanto que piensa: ‎“¿Por qué no se calla un poquito?”. ‎Puede ser que nosotros también ‎nos hayamos sentido así en algún momento.

‎Pero, si lo pensamos bien, ‎tal vez reconozcamos ‎que nuestras quejas no son válidas, ‎que no tenemos una razón justificada ‎para quejarnos, pero aun así nos irrita. ‎¿Verdad que nos ha pasado? ‎Qué cierta es aquella frase que dice: ‎“A veces el problema no es la montaña, ‎sino la piedrecita en el zapato”. ‎Con frecuencia, son esas cosas pequeñas ‎las que más nos sacan de quicio.

‎Recuerdo que, hace años, ‎cuando servía ‎en la sucursal de Samoa Occidental, ‎vinieron muchos hermanos ‎de otros países para la construcción. ‎Y uno en concreto ‎tenía la costumbre de entrar ‎por la mañana al desayuno diciendo: ‎“¡Buenos días!”, ‎a todo el mundo. ‎Aquello a muchos les irritaba, ‎y tal vez a ti también ‎te habría molestado. ‎Así que imagínate ‎lo contento que te pondrías ‎si encontraras el texto ‎de Proverbios 27:14, ‎que se vierte así en una traducción: ‎“Un grito de ‘¡buenos días!’ ‎temprano en la madrugada, ‎ofenderá a tu vecino”. ‎Y estarás pensando: ‎“¡Qué cierto es eso!”. ‎Pues la cuestión es que aquel hermano ‎dejó de hacerlo ‎después de leer este texto ‎(o de que alguien se lo leyera). ‎Pero no siempre vamos a encontrar ‎un texto que nos dé la razón. ‎Entonces, ¿qué hay que hacer? ‎¿Qué leímos en Colosenses? ‎“Continúen soportándose ‎unos a otros”. ‎“Continúen”, así que es algo ‎que tenemos que seguir haciendo.

‎Eso nos lleva al segundo punto: ‎“Perdonándose liberalmente ‎unos a otros”. ‎Es interesante que, cuando uno consulta ‎otras traducciones en inglés ‎de esta expresión, ‎la mayoría la vierten ‎como la Versión del rey Jacobo, ‎y dicen sencillamente: ‎“perdónense”. ‎Pero la Traducción del Nuevo Mundo ‎incluye la palabra liberalmente. ‎La razón es porque aquí ‎el original no usa la palabra griega ‎más común para perdonar. ‎En este caso, denota generosidad, ‎estar dispuesto a ir más allá ‎de lo que se espera de uno. ‎La revista The Watchtower ‎ya usó en 1882 ‎la expresión ‎“perdónense unos a otros liberalmente”, ‎mucho antes de que tuviéramos ‎la Traducción del Nuevo Mundo. ‎Así que esto nos recuerda ‎que no es solo cuestión de perdonar, ‎sino de hacerlo con generosidad. ‎Tenemos que estar dispuestos ‎a perdonar a otros ‎incluso cuando creamos ‎que no se lo merecen.

‎¿Por qué deberíamos ‎ponernos la meta ‎de mejorar en esos dos aspectos: ‎soportarnos unos a otros ‎y perdonarnos liberalmente? ‎Bueno, las razones ‎las hemos escuchado ‎muchas veces, ¿verdad? ‎La primera es, claro está, ‎porque Jehová nos perdona a nosotros. ‎Si vamos a Colosenses, ‎en el capítulo anterior, ‎el capítulo 2, versículo 13, ‎ahí se destaca esa idea. ‎Dice, en el capítulo 2, versículo 13: ‎“Además, aunque estaban muertos ‎en sus ofensas ‎y en el estado incircunciso de su carne, ‎Dios los vivificó junto con él. ‎Bondadosamente nos perdonó ‎todas nuestras ofensas”. ‎Así es, Jehová nos ha puesto el ejemplo. ‎A veces uno pudiera tratar ‎de encontrar excusas ‎para no perdonar a alguien. ‎Pero ¿recordamos la parábola de Jesús ‎del esclavo que debía muchísimo dinero? ‎Expresada en denarios, ‎la deuda que tenía ‎ascendía a 60 millones; ‎todo eso se le perdonó. ‎Pero luego él fue ‎y le exigió a otro esclavo ‎que le pagara ‎el poco dinero que le debía. ‎¿Por qué le pediría aquello? ‎Tal vez el hombre pensaba: ‎“Bueno, sí, me han perdonado ‎todo lo que debía, ‎y estoy muy agradecido, ‎pero sigo sin dinero. ‎Lo necesito, ‎por eso le he pedido al otro esclavo ‎que me pague lo que me debe”. ‎Como vemos, si uno busca ‎razones para no perdonar, ‎las va a encontrar, ¿verdad?, ‎aunque no sean válidas, ‎y no esté siguiendo ‎el ejemplo de Jehová. ‎Pero, volviendo a Colosenses 3:13, ‎¿qué dice?: ‎“Si alguno tiene ‎causa de queja contra otro”. ‎Así que eso nos da una idea ‎de lo que tenemos que hacer.

‎La segunda razón ‎es que nosotros también necesitamos ‎que nos perdonen. ‎Lo mismo que nos irrita ‎o molesta de otros, ‎a veces es lo que nosotros hacemos. ‎¿Verdad que sí? ‎Y cuánto nos duele que nos digan: ‎“¿Te molesta ‎lo que hace esa persona? ‎¿Y no te das cuenta ‎de lo que haces tú?”. ‎Es bueno recordar ‎que nosotros también necesitamos ‎que los demás perdonen ‎nuestros fallos. ‎Otra razón es que perdonar ‎mantiene la paz en la congregación. ‎La Atalaya mencionó ‎algo interesante al respecto. ‎Dijo que, en países donde nuestra obra ‎está restringida o prohibida, ‎muchos hermanos tienen que reunirse ‎en grupos pequeños. ‎Y eso hace que conozcan bien ‎los defectos y el carácter de los demás. ‎Cuando estamos en grupos pequeños, ‎es más fácil ‎que los demás nos irriten. ‎La Atalaya mencionó ‎que quienes tenemos la oportunidad ahora ‎de reunirnos en grupos grandes ‎deberíamos aprender a soportarnos ‎y verlo como una preparación ‎para cuando, más adelante, ‎tal vez tengamos que adorar a Jehová ‎en grupos pequeños. ‎De modo que es un buen entrenamiento ‎que contribuye ‎a mantener la paz en la congregación.

‎¿Qué nos puede ayudar? ‎Bueno, hay varias cosas ‎que podemos hacer. ‎Una de ellas ‎es la que vemos en las referencias ‎al margen de Colosenses 3:13, ‎la de 1 Pedro 4:8. ‎Ahí es donde dice que debemos tener ‎“amor intenso unos para con otros”, ‎no solo amor, sino “amor intenso”. ‎Y esa palabra, intenso, ‎significa “muy fuerte” ‎o, literalmente, “que se extiende”. ‎Así que, cuando nos encontremos ‎ante esas cosas que nos irritan, ‎que nos sacan de quicio, ‎o con alguien que cometa ‎un pecado contra nosotros, ‎¿qué deberíamos recordar? ‎“Continúen soportándose ‎unos a otros”. ‎Continúen “perdonándose liberalmente”.

‎Este sabio consejo ‎es especialmente útil en el matrimonio, ‎pues se trata de la unión permanente ‎de dos personas distintas. ‎Quizá su cónyuge ‎no comparta sus creencias, ‎y eso cause algunos problemas. ‎Pero, si los maneja ‎de la manera correcta, ‎tendrá paz ‎y dará un excelente testimonio ‎con su conducta.

‎Estos quince años han pasado volando.

‎Éramos tan jóvenes cuando nos casamos...

‎creo que demasiado.

‎Teníamos muy poco en común.

‎Cuando empecé a estudiar la Biblia, ‎pensé que Thomas ‎también querría aprender la verdad.

‎Pero, cada vez que hablábamos del tema, ‎acabábamos discutiendo.

‎Ahora me doy cuenta ‎de que podría haber reaccionado mejor.

‎Con el paso de los años, ‎Thomas estuvo más dispuesto ‎a hablar de la Biblia.

‎Pero se me hace difícil ‎adorar a Jehová sola. ‎En la congregación ‎veo a otros matrimonios ‎sirviendo juntos a Jehová ‎y alcanzando metas, ‎como asistir a la Escuela ‎para Evangelizadores del Reino, ‎algo que a mí me encantaría hacer.

‎¿Por qué no puede mi esposo ‎amar a Jehová como yo?

‎Abigail probablemente se sentía igual, ‎pero con más razón.

‎Su esposo era violento ‎y se emborrachaba, ‎y en su casa todos lo veían ‎como un hombre despreciable.

‎En aquella época, ‎muchos matrimonios eran concertados, ‎así que Abigail no tenía mucho control ‎sobre las circunstancias.

‎Pero, con sus palabras y acciones, ‎demostró que era una mujer espiritual. ‎Y no se enfocó ‎en lo que no podía controlar, ‎sino en lo que sí podía hacer.

‎Yo me resolví a hacer lo mismo. ‎Me quedé pensando ‎en las palabras de Jesús ‎en Mateo 19:6: ‎Jehová ve el matrimonio ‎como una unión para toda la vida, ‎incluido el mío, ‎aunque mi esposo no le sirva. ‎Así que, en vez de intentar que él cambie ‎o de abandonarlo, ‎me estoy esforzando por cambiar yo.

‎Thomas no ama a Jehová, ‎pero tampoco es como Nabal. ‎Es fiel y me ama. ‎Se merece el respeto ‎que la Biblia dice que los esposos ‎deben recibir de sus esposas. ‎Así que estoy esforzándome ‎por ser más respetuosa y amorosa.

‎Thomas sigue sin estudiar la Biblia. ‎No le interesa la verdad. ‎Pero me alegra saber ‎que Jehová está contento conmigo ‎y que tengo ‎el mismo punto de vista que él ‎en cuanto al matrimonio.

‎¡Qué bien! ‎Parece que Thomas ‎está dándose cuenta poco a poco ‎del valor de la verdad. ‎Seguro que el comportamiento fiel ‎y respetuoso de Emma ‎ha influido en la opinión ‎que Thomas tiene de Jehová.

‎Conocer a Jehová ‎puede ayudar a una persona a cambiar ‎y a dar un nuevo rumbo a su vida. ‎La historia de dos hermanos, ‎Dimitris y Agis Sotiropoulos, ‎nos deja claro que se puede vencer ‎el mal con el bien ‎a pesar de haber tenido ‎una infancia difícil.

‎Mi padre montó ‎una fábrica de gomas y plásticos.

‎Como el negocio iba muy bien, ‎llevábamos una vida cómoda.

‎Pero, a mediados de los años 70, ‎el negocio empezó a ir mal. ‎Debido a eso, ‎mi padre cayó en una depresión, ‎y terminó suicidándose. ‎Me quedé en shock.

‎Recuerdo que fui a una pared ‎y escribí “Está vivo”. ‎No quería asumir que desde aquel día ‎nunca más volvería a verlo.

‎Cuando tenía unos 10 años, ‎empecé a odiar la religión. ‎Más tarde, a los 17, ‎expresé ese odio ‎participando en la mayor protesta ‎que llevó a cabo ‎el movimiento estudiantil ‎contra la junta militar ‎que gobernaba Grecia. ‎Además, me uní al Partido Comunista.

‎Me mudé a Santorín ‎y abrí mi propio negocio, un bar. ‎Claro, en ese ambiente ‎uno se mueve entre cosas muy malas: ‎sexo, drogas y mucho alcohol.

‎Unos meses más tarde, ‎me fui a estudiar a Alemania. ‎Y allí vi por primera vez ‎a un hermano predicando por la calle. ‎La gente se le acercaba, ‎y algunos lo insultaban ‎o hasta le escupían. ‎Me impresionó muchísimo ‎que se quedara allí calmado ‎aguantando la situación. ‎Tuvimos conversaciones ‎muy interesantes.

‎Cuando terminé mis estudios, ‎volví a Grecia ‎para hacerme cargo de la fábrica. ‎Me fui de Alemania ‎sintiendo un profundo respeto ‎por los testigos de Jehová.

‎Debido a la influencia de mis amigos, ‎me alisté en el ejército, ‎pero lo que vi allí ‎fue corrupción por todas partes. ‎Mi creencia de que el ser humano ‎puede valerse por sí mismo, ‎sin la ayuda de Dios, ‎se vino abajo, ‎y de repente ‎me acordé de lo que me habían dicho ‎los testigos de Jehová.

‎Aquella misma tarde fui a ver a Lily, ‎la madre de un amigo mío de la infancia. ‎Le pedí que me diera una biblia ‎y algunas publicaciones bíblicas, ‎porque quería estudiarlas. ‎Leía en todas partes ‎y cualquier cosa que no entendía ‎la anotaba en un cuaderno. ‎En pocos días, ya tenía entre ochenta ‎y noventa preguntas escritas.

‎Harry, un anciano ‎que empezó a visitarme, ‎me impresionó, porque, ‎siempre que le hacía una pregunta, ‎me la contestaba con la Biblia. ‎Eso me convenció ‎de que había encontrado la verdad. ‎En ese instante, ‎decidí abandonar el ejército ‎y dejar de fumar.

‎Durante los siguientes meses, ‎seguí bastante ocupado con la fábrica, ‎pero al final me di cuenta ‎de que, si quería progresar en la verdad, ‎debía vender mi parte de la empresa. ‎Me bauticé el 7 de julio de 1984.

‎Las autoridades —la policía, el alcalde ‎y los inspectores de sanidad— ‎empezaron a exigirme ‎que les diera dinero, ‎porque, si no, me cerraban el bar.

‎Me negué a hacer lo que me pidieron, ‎así que empezaron una guerra contra mí, ‎que se fue agravando. ‎Una noche, mientras abría la puerta ‎para entrar en casa, ‎escuché unos pasos. ‎Intenté ver quién era ‎y, cuando me di la vuelta, ‎me golpearon en la cara. ‎En medio de toda esa situación, ‎llegó mi hermano Dimitris.

‎Mi hermano y yo ‎no teníamos mucho trato. ‎Pero, cuando vino a Santorín, ‎hablamos y me ayudó a entender ‎por qué me estaban pasando ‎aquellas cosas. ‎Me di cuenta de que él había cambiado. ‎Le dije: “Me gustaría ‎que estudiáramos la Biblia juntos”. ‎Me llevaba la Biblia a todas partes ‎para poder leerla. ‎Sentía que Jehová ‎me estaba ayudando a reenfocar mi vida ‎y a entender que podía tener una meta, ‎un propósito, una esperanza.

‎El día que me bauticé, ‎me sentí más cerca de Jehová. ‎Tenía una sonrisa ‎que me llegaba de oreja a oreja. ‎Actualmente, Lydia y yo ‎tenemos el gran honor ‎de predicar a personas ‎que hablan romaní. ‎Estudiamos con algunas de ellas ‎y disfrutamos mucho. ‎Vemos con claridad el amor, el interés ‎y el cariño que Jehová les muestra, ‎los mismos sentimientos que tuve yo ‎cuando estudiaba con mi hermano.

‎Ahora mi hermano y yo ‎nos queremos mucho.

‎Yo diría que la base de nuestra relación ‎es el amor fraternal ‎del que habla la Biblia. ‎Estamos muy unidos, ‎mucho más que antes. ‎Ahora somos hermanos ‎en todos los sentidos.

‎Dimitris y Agis ya llevan muchos años ‎sirviendo a tiempo completo ‎y son ancianos de congregación.

‎¿Se ha dado cuenta ‎de las muchas formas ‎en las que podemos vencer ‎el mal con el bien? ‎Nuestros hermanos en Corea ‎pudieron aguantar una condena injusta ‎gracias al apoyo de sus compañeros. ‎Viktor Winter también estuvo preso ‎y pudo vencer el mal ‎gracias a que cuidó ‎su rutina espiritual. ‎El video musical ‎destacó lo valiosos que son los amigos ‎que encontramos en la congregación ‎y cómo nos ayudan ‎a servir a Dios en este mundo malo. ‎Además, el hermano Jackson mencionó ‎principios que nos ayudarán a combatir ‎cualquier sentimiento negativo ‎que tengamos hacia otros ‎debido a la imperfección. ‎También vimos cómo Emma ‎aprendió a poner en práctica ‎esos principios ‎en su relación con Thomas. ‎Y, finalmente, el bien y la verdad ‎vencieron el mal ‎en el caso de los hermanos Sotiropoulos, ‎quienes lograron enderezar su vida.

‎Antes de despedirnos, ‎tenemos un anuncio. ‎Les alegrará saber ‎que el siguiente video de la serie ‎“¿Casualidad o diseño?”, ‎titulado “La cola del caballito de mar”, ‎estará disponible a partir de este mes ‎tanto en la sección “Videos” ‎como en jw.org. ‎Tal vez podrían verlo ‎en su próxima adoración en familia.

‎Hagamos también una breve visita ‎a nuestros hermanos de Portugal. ‎Este país es conocido como el lugar ‎donde la tierra se acaba ‎y el mar comienza, ‎pues se encuentra ‎en el extremo oeste de Europa. ‎La costa atlántica ‎del territorio continental de Portugal ‎abarca más de 800 kilómetros, ‎o 500 millas. ‎En el extremo sur del país, ‎se puede disfrutar del sol ‎más de 3.000 horas al año. ‎Portugal cobró fama ‎por ser una nación marinera ‎con colonias por todo el mundo. ‎En el siglo quince, ‎navegantes y exploradores portugueses ‎viajaron hasta lugares tan distantes ‎como Brasil, India ‎y numerosos sitios de África.

‎El mensaje del Reino ‎llegó a Portugal en 1925, ‎pero la obra estuvo o prohibida ‎o limitada desde 1926 hasta 1974. ‎Aun así, nuestros hermanos ‎siguieron venciendo el mal con el bien. ‎Pese a las limitaciones ‎y la persecución, ‎continuaron predicando y reuniéndose ‎para adorar a Jehová. ‎En 1974, cuando se dio ‎reconocimiento legal a nuestra obra, ‎había unos 13.500 publicadores, ‎y casi 40.000 personas ‎asistieron a la primera reunión pública. ‎Hoy, hay unos 49.500 publicadores, ‎aproximadamente 1 publicador ‎por cada 200 personas. ‎Portugal es uno de los países de Europa ‎donde hay más Testigos por habitante.

‎Y hay todavía más publicadores ‎por habitante en Almada, ‎al sur de Lisboa —la capital— ‎cruzando el río Tajo. ‎Allí hay 16 congregaciones ‎con un total de casi 1.400 publicadores, ‎aproximadamente 1 publicador ‎por cada 100 habitantes. ‎Muchos de los Testigos de Almada ‎son de edad avanzada. ‎Estos hermanos se mantuvieron fieles ‎cuando la obra estuvo prohibida ‎y han dado un excelente ejemplo ‎a los más jóvenes. ‎Además de mantenerse ocupados ‎en la congregación, ‎a nuestros hermanos de Almada ‎les gusta pasar tiempo juntos ‎y hacer cosas como cantar ‎o jugar fútbol. ‎Ellos envían sus saludos y amor ‎a la hermandad mundial. ‎Este ha sido otro programa ‎de JW Broadcasting ‎desde nuestra sede mundial.


 

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