JW Broadcasting: Noviembre de 2021

¡Hola! Nos alegra darles la bienvenida al programa de este mes.

Hoy me acompaña mi querido amigo Leon Weaver.

¡Qué bueno que estás aquí!

Para mí es un placer acompañarte.

Déjenme que les cuente una cosita sobre mi amigo Leon.

En 1990 fui invitado a servir en Betel.

Me asignaron al Departamento de Servicio y Leon era uno de los superintendentes.

En ese departamento a veces teníamos que atender asuntos muy delicados y en ocasiones necesitabas ayuda, pero siempre podía contar con Leon y sus buenos consejos.

Yo tocaba a su puerta y él dejaba todo lo que estuviera haciendo para escucharme y decirme lo que pensaba del asunto.

Aprendí muchísimas cosas valiosas en el Departamento de Servicio, y Leon fue uno de mis maestros.

Esta es una de las razones por las que le tengo tanto cariño y respeto a este hermano.

Bueno, Leon, cuéntanos, ¿qué vamos a ver en el programa de hoy?

Hace muchos años, Elizabeth dejó atrás una prestigiosa carrera a fin de hacer más por Jehová.

¿Cómo fue su vida después de tomar aquella decisión?

Y hoy hará su debut una nueva serie que nos revelará aspectos de nuestra historia que muchos de nosotros tal vez no conozcamos.

Eso suena muy interesante, no se vayan.

Este es el programa de noviembre de 2021 de JW Broadcasting®.

Mediante Isaías, Jehová nos reveló una maravillosa profecía que se está cumpliendo hoy.

Vamos a leerla.

Se encuentra en Isaías 60:17.

Dice así: Este texto habla de una serie de mejoras que tienen que ver con los supervisores y encargados del pueblo de Dios.

¿Cuál es la idea principal de esta profecía?

Pues… que la forma en la que está organizado el pueblo de Dios sería cada vez mejor.

Y, si usted ha sido testigo de Jehová por muchos años, sabe perfectamente que esta profecía se ha cumplido en nuestros días.

Pues bien, en este programa vamos a repasar algunas de las mejoras que ha habido desde que terminó la Segunda Guerra Mundial.

Muchos habrán vivido estos cambios.

Pero, para quienes no lo hayan hecho, quizás sea algo nuevo.

En el caso de los que sí los vivimos, este repaso nos traerá hermosos recuerdos.

Así que comencemos.

¡Será divertido!

He titulado este discurso “A ver si lo recuerdan”.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, e incluso después, muchas congregaciones no tenían un Salón del Reino a su nombre.

De hecho, se las animaba a reunirse en hogares privados o en lugares rentados.

La idea era que las reuniones pudieran cambiarse de lugar con facilidad, y esto era mucho más sencillo cuando se celebraban en hogares privados o en sitios rentados.

Pero había ciertos inconvenientes.

A veces utilizaban el mismo local otras organizaciones, por lo que, al acabar las reuniones, había que recoger las publicaciones, desmontar el equipo de sonido y llevarse el atril.

Sí, los hermanos tenían que recoger y llevarse absolutamente todo.

Y hay algo más: si el grupo que se había reunido en el local la vez anterior lo había dejado sucio y desordenado, había que ir muy temprano para limpiar.

Y, si acaso habían fumado en su reunión, ¡qué problema!

Era muy difícil lograr que se fuera el olor a cigarrillo antes de la reunión.

Recuerden que antes podía fumarse en prácticamente cualquier sitio —en cualquier lugar cerrado, incluso en los aviones—, así que no había mucho que hacer a ese respecto.

Pero había otros problemas.

En mi pueblo, antes de que mi congregación tuviera su Salón del Reino, nos encontrábamos, todos los octubres, el salón decorado para Halloween y, todos los diciembres, con un enorme árbol de Navidad que no se podía quitar.

Y, en Canadá, teníamos también la bandera británica, así como el retrato del rey y la reina de Inglaterra.

Quitarlos estaba totalmente prohibido.

Pero hay que reconocer que, para las personas que estaban interesadas en el mensaje y que iban a las reuniones, todo esto era insignificante, porque ellas iban allí para aprender.

Y, hablando de los lugares de reunión, al principio las congregaciones construían solitas su Salón del Reino.

A veces, el dinero que tenían las congregaciones solo alcanzaba para comprar el terreno, pero no para hacer el salón, así que el terreno quedaba ahí por años.

Y cuando por fin los hermanos reunían el dinero para construir el salón, aún tenían que conseguir trabajadores voluntarios.

Algunos fines de semana pasabas por el lugar de la construcción y veías a un hermano o dos trabajando durísimo.

¡Cuánto se esforzaban aquellos hermanos!

Hoy en día, con los departamentos locales de Diseño y Construcción —que cuentan con muchos voluntarios capacitados—, los salones se construyen en mucho menos tiempo.

¿Y qué hay de nuestras reuniones?

Durante años, la Escuela del Ministerio Teocrático, la Reunión de Servicio, el estudio del libro y el de La Atalaya duraban como una hora, y los discursos también… cuando los había.

La realidad es que no había discursos todas las semanas.

Se programaba una serie de hasta ocho discursos —si conseguían suficientes discursantes—, y después, por un tiempo, no había más discursos públicos.

¿Por qué era así?

Recuerden que la Escuela del Ministerio Teocrático se estableció en 1943, y les llevó tiempo a los hermanos aprender a dar discursos de una hora.

Con los años, llegamos a contar con excelentes discursantes.

¿Y recuerdan que repartíamos invitaciones por las calles con el título del discurso y el nombre del discursante?

¡Cómo olvidarlo!

Hasta 1959 solo se matriculaba en la escuela a varones.

Y, por algunos años, durante los primeros minutos de la escuela, se pasaba lista (se leían los nombres de quienes estaban matriculados) y, cuando decían tu nombre, tenías que decir: “¡Presente!”.

Algunos rebeldes decían “aquí”, pero tenías que decir “presente”.

Ah, y había instrucciones de que, si alguien tenía la costumbre de faltar a la escuela sin una razón justificada, se borrara su nombre de la lista.

Luego, eso dejó de hacerse.

A mí todo eso de que pasaran lista me metió en un aprieto.

En mi congregación, cuando se leían los nombres todas las semanas, me daba cuenta de que había unos jovencitos, poco mayores que yo, que decían: “¡Presente!”.

Así que una noche, al terminar la reunión, le pregunté al siervo de la escuela si podían incluir mi nombre.

Él se alegró mucho y me felicitó.

Y, la semana siguiente, se leyó mi nombre.

Todos los hermanos me felicitaron.

Yo no entendía por qué; solo había dicho “presente”.

Lo que yo no sabía era que, cuando apuntaban tu nombre en la lista, era para que dieras un discurso.

Y yo, lo único que quería era que leyeran mi nombre.

Un par de meses más tarde, el 8 de abril de 1953, presenté mi primer discurso de ocho minutos, titulado “Proclamando el fin del mundo”.

Pero ¿por qué un discurso?

Porque en aquella época no se hacía la lectura de la Biblia, así que todo el que se apuntaba a la escuela tenía que dar un discurso.

Menos mal que hoy nos aseguramos de que los estudiantes entiendan lo que implica matricularse en la escuela.

En 1950, se publicó en inglés la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas, y teníamos que llevarla a la reunión.

Pero para las Escrituras Hebreas teníamos la versión del rey Jacobo y la American Standard Version, que era un poco mejor porque tenía el nombre de Jehová.

Así que teníamos que llevar dos biblias: una para las Escrituras Hebreas y otra para las Escrituras Griegas Cristianas.

Dos biblias.

No estaba tan mal.

Pero claro, la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Hebreas fue saliendo poco a poco.

Cada año o cada dos años, salía un nuevo tomo en inglés y, según iban saliendo, había que llevarlos a las reuniones.

Con el tiempo, todos esos volúmenes se fueron acumulando.

Así que para 1960 teníamos que llevar los cinco tomos de las Escrituras Hebreas, el de las Griegas, más los libros que estudiábamos en la reunión, que eran así de gruesos.

Hacían falta un buen maletín y unos buenos brazos para llevar todo eso.

¡Cuánto nos alegramos cuando por fin se publicó la traducción completa en un solo volumen en 1961!

Ahora vamos a hablar de la música, un tema que a mí personalmente me apasiona.

Por muchos años, los hermanos que presidían la reunión eran quienes escogían las canciones, pero a veces escogían ciertas canciones que al final, pues… no se cantaban.

¿Por qué?

Porque el hermano que fuera a tocar el piano o el instrumento que hubiera en el Salón del Reino no siempre se sabía todas las canciones del cancionero, así que había que cantar las canciones que él supiera.

Al final, te las aprendías todas de memoria.

Pero aquellos humildes músicos realizaban su labor de toda alma.

Quienes vivimos aquellos tiempos todavía recordamos, décadas después, todas esas canciones con mucho cariño.

¿Y recuerdan el repaso escrito?

Tal vez no.

Pues consistía en una especie de examen que servía para comprobar lo que habíamos aprendido en la Escuela del Ministerio Teocrático durante las últimas semanas.

Teníamos 30 minutos para contestar 25 preguntas.

Cuando pasaban esos minutos, le entregabas el examen al siervo de la escuela con tu nombre y él se lo llevaba a casa para calificarlo.

La calificación máxima era de 100 puntos.

Si había 25 preguntas, cada respuesta valía 4 puntos.

La semana siguiente el hermano nos devolvía el examen corregido.

Y recuerdo, y eso no se me olvida, que al principio anunciaban la puntuación más alta y la más baja.

Pero, bueno, por lo menos no se decían los nombres de quienes habían sido.

Con los años, dejó de hacerse eso de anunciar las puntuaciones desde la plataforma.

¿Se acuerdan de cuando las asambleas de circuito comenzaban el viernes por la noche y terminaban el domingo por la tarde?

El programa del sábado comenzaba temprano en la tarde y terminaba ya de noche, pero no había quien se durmiera aquellos sábados por la noche, porque había escenificaciones muy entretenidas y realistas.

Había ocasiones en las que el decorado de la plataforma era muy elaborado.

Por ejemplo, para la escenificación de un hermano predicando de casa en casa, hoy en día tendríamos que imaginarnos la casa.

Pero, en las asambleas de circuito de aquella época, podía verse la casa, la puerta de la casa y, a veces, hasta el timbre.

Y se podía saber si la persona que abría la puerta tenía interés, porque el número de su casa era 777.

Y, si no tenía interés, también se sabía, porque el número de su casa era 666.

Recuerdo una vez en que, después de que llamaron a la puerta, salió un hermano vestido de sacerdote y presentó tremendo argumento a favor de la trinidad.

¡Qué ayudas visuales!

No podías olvidar lo que veías.

¡Imposible!

¿Se acuerdan de cuando en cada congregación había un siervo de congregación y otros siete siervos?

Estaba el siervo auxiliar de congregación, el de estudios bíblicos, el de cuentas, el del estudio de La Atalaya, el de revistas y territorio, el de literatura y el de la Escuela del Ministerio.

Y, a menos que hicieran falta más hermanos que dirigieran los estudios de libro, no se nombraban más de ocho siervos.

Así que había pocas posibilidades de que te nombraran siervo, a no ser que alguno se mudara.

Entonces, ¿qué podía hacer un joven para asumir más responsabilidades?

Es más, ¿cómo se iba a cumplir la profecía registrada en Miqueas 5:5?

Allí, Jehová promete: El 7 representa que algo está completo.

Así que el número 8 indica que habría hombres más que suficientes para cuidar de las congregaciones.

¿Pero cómo podría cumplirse esa profecía si el número de siervos estaba limitado?

El problema se resolvió en 1971.

¡Qué alegría sentimos cuando nos dijeron que habría un cuerpo de ancianos en cada congregación y que cualquier hermano que reuniera los requisitos podría ser nombrado anciano o siervo ministerial!

También recuerdo que, cuando me bauticé hace 66 años, no hacía falta que nadie te diera permiso para bautizarte.

Bastaba con que te presentaras al discurso de bautismo y dijeras que sí a las dos preguntas que se hacían al final.

De hecho, ocurrió en más de una ocasión que en el último momento, y para sorpresa de todos, alguien corría hacia la plataforma, se paraba junto al grupo, respondía a las preguntas y, al final, se bautizaba.

Hacía falta algo más.

Había que asegurarse de que las personas entendieran lo que significaba el bautismo y de que vivieran de acuerdo con lo que enseña la Biblia.

Por lo tanto, en 1967 se preparó una serie de preguntas para que los hermanos responsables pudieran comprobar si las personas estaban preparadas para el bautismo.

A lo largo de los años esas preguntas se han ido actualizando.

Hoy en día se repasan con quienes desean bautizarse unas 60 preguntas.

Tenemos oro en vez de cobre.

¿Se acuerdan de que nuestras publicaciones casi no tenían dibujos?

Y los que tenían eran en blanco y negro, y, si acaso, en dos colores.

En cambio, hoy, nuestro alimento espiritual viene acompañado de preciosas ilustraciones a todo color.

Algunos de ustedes tal vez recuerden aquella época en la que, cuando salía una publicación nueva en inglés, había que esperar años hasta que saliera en los demás idiomas.

Hasta los artículos de estudio salían unos meses más tarde.

Y es que era imposible imprimir en otros idiomas al mismo tiempo que en inglés.

Les explico por qué.

En primer lugar, se enviaba a las sucursales lo que se iba a traducir por el servicio postal.

Y, si los traductores tenían alguna pregunta sobre el texto en inglés, tenían que escribir a la central, también por el servicio postal, y la central tenía que responderles por el mismo medio.

Total, que en ese ir y venir pasaba muchísimo tiempo.

Y en algunos países el correo era pésimo.

Pero, ahora, gracias a los programas de computadora que han desarrollado los hermanos, a los adelantos en las comunicaciones y a otros factores, es posible que una misma publicación salga en la mayoría de los idiomas a la misma vez que en inglés.

¡Qué gran mejora!

Y, por cierto, hablando de nuestras publicaciones, hace ya 31 años que en Estados Unidos no pedimos ninguna contribución específica por nuestras publicaciones.

Y en otros países se adoptó la misma medida.

Y eso ha sido una gran bendición para muchos.

Por ejemplo, cuando se pedían contribuciones por las publicaciones, había familias Testigos en África y en otros lugares que no podían tener Atalayas para todos.

El dinero no les alcanzaba.

Y mucho menos para los libros.

Voy a contarles algo.

Esto sucedió en África.

Un misionero se dio cuenta de que un hermano joven citaba una gran cantidad de textos al comentar.

Eso le llamó la atención.

Así que un día le preguntó: “¿Cómo es que te has aprendido tantos textos?”.

El hermano le dijo: “Son del libro Razonamiento. Es que lo leo cada vez que puedo”.

Y el misionero le preguntó: “¿Cómo es eso de que lo lees cada vez que puedes?”.

Él le respondió: “Yo no tengo ningún libro Razonamiento; no podría pagarlo.

Pero conozco una hermana que sí lo tiene y ella me lo presta de vez en cuando.

Por eso digo que lo leo cada vez que puedo”.

Como se imaginarán, el misionero fue y le compró el libro Razonamiento al hermano y una Traducción del Nuevo Mundo. Esa fue muy buena inversión.

Al joven lo invitaron a Betel.

¿Y adónde lo asignaron?

Al Departamento de Publicaciones.

Los hermanos sabían que él valoraba muchísimo las publicaciones y que se encargaría de que las congregaciones tuvieran las que necesitaran.

Bueno, al mirar atrás, vemos que lo que se hizo en el pasado cumplió su propósito.

Fue como el cobre.

De ninguna manera lo despreciamos.

Nuestra forma de pensar refleja lo que dice Zacarías 4:10: Claro, cuando los hermanos se dieron cuenta de que había cosas que mejorar, enseguida hicieron los cambios.

¡Cuánto fortalece eso nuestra fe!

¡Y lo mejor está aún por venir!

Como les mencioné al principio, tal vez algunos de ustedes nunca habían oído hablar de estas cosas.

Pues, ¿por qué no le piden a un hermano que lleve mucho tiempo en la verdad que les dé más detalles?

Sin duda, esa conversación será muy muy interesante.

¡Cuántas cosas interesantes nos has contado, David!

Muchos de nosotros hemos visto en el transcurso de nuestras vidas todos los cambios que Jehová ha hecho para que su organización sea cada vez mejor.

Ahora conoceremos a alguien que ha sido testigo de todos estos cambios de los que hemos hablado y de muchos más: John Mills.

Veamos cómo él ha cumplido con múltiples asignaciones a lo largo de los años, aunque no siempre ha sido fácil.

Mi mamá era testigo de Jehová y tenía una fe muy fuerte.

Recuerdo que nos sentábamos en el sofá y nos poníamos a hablar de cosas espirituales.

Ella nos enseó a mis tres hermanas y a mí a valorar cualquier trabajo que tuviéramos en la organización de Jehová y a verlo siempre como algo muy especial.

El precursorado era mi vida.

Me encantaba ayudar a otros en la predicación.

Por eso mi meta era ir a la Escuela de Galaad.

Así que le dije a Jehová: “Por favor, quiero ir a Galaad, pero si es posible, Jehová, dame también una esposa”.

Entonces pensé: “John, te estás pasando”.

Pero Jehová me dio todo lo que le pedí.

Lo primero fue que me invitaron a ir a Galaad.

Pero es que además Jehová tenía una sorpresa preparada para mí.

En mi misma clase conocí a la hermana más encantadora y espiritual que podía haber imaginado.

Se llamaba Lois.

Una semana después de que acabara la Escuela de Galaad, Lois y yo nos casamos.

Estar recién casados y vivir en un hogar misional con otras siete personas no era nada fácil.

Pero no nos amargamos porque estábamos en nuestra luna de miel y nos sentíamos muy felices.

Colombia era un paraíso para predicar.

El tiempo que pasamos allí fue maravilloso.

Era la vida que siempre habíamos querido.

Lois era una maestra de la Biblia increíble.

Me encantaba predicar con ella.

Era un apoyo grandísimo para mí.

Para ser sincero, Colombia no era un lugar muy seguro.

Recuerdo que a veces la situación llegaba a tal punto que, cuando nos despedíamos por la mañana, Lois y yo nos mirábamos y nos decíamos: “Bueno, si me pasa algo hoy, nos vemos en el Paraíso”.

Pero Colombia llegó a ser nuestro hogar, y las diferentes asignaciones que tuvimos nos llevaron a conocer todos los rincones del país.

Después de 20 años viviendo en Colombia, tuvimos que dejar nuestra asignación para cuidar a la mamá de Lois.

Ese fue un momento muy difícil para nosotros.

Yo diría que dejar Colombia me rompió el corazón.

Sentí como si estuviera renunciando a mi asignación y a los privilegios que tenía allí.

Ya de vuelta en Estados Unidos, nos esforzamos por trabajar juntos, en equipo, y pude ver lo organizada y positiva que era Lois a pesar de la situación.

Yo diría que una de las cosas que hacía más feliz a mi esposa era poder ayudar a su mamá.

Ayudar a otros era parte de la personalidad de Lois.

No importa cuáles sean nuestros privilegios o nuestras responsabilidades.

Somos realmente felices cuando damos a los demás.

Con el tiempo, Lois se enfermó.

Ella nunca se quejaba por su enfermedad ni se centraba en sí misma.

Siempre estaba pensando en los demás y en cómo podía ayudarlos, aunque estuviera con muchos dolores.

Ahora Lois ya no está, pero pienso mucho en ella, y su ejemplo me anima a seguir adelante.

Ahora sirvo en la sucursal de Centroamérica y siento que aquí tengo una familia muy buena y cariñosa.

Cuando perdí a Lois, sufrí muchísimo, y por eso me propuse estar pendiente de los que estuvieran pasando por situaciones dolorosas y quizá invitarlos a tomar un café para conversar.

Me he dado cuenta de que animar a los hermanos y mostrar interés por ellos es una de las cosas que más me ha ayudado a superar las pruebas, porque dar siempre te hace feliz.

La historia de John, que acabamos de escuchar, me convence personalmente de lo ciertas que son las palabras de 2 Corintios 1:3, 4.

Así es, Jehová nos consuela en todas nuestras pruebas para que nosotros podamos consolar a los que están sufriendo cualquier clase de prueba con el consuelo que recibimos de Dios.

¿Se han preguntado cosas como estas?: ¿cómo fue que empezamos a cantar en las reuniones?

o ¿por qué celebramos asambleas grandes, por lo general en el verano?

Tal vez algunos jóvenes o quienes sean nuevos en la verdad no estén muy familiarizados con ciertos aspectos de nuestra historia, pero la historia de los testigos de Jehová es también su historia.

Es por eso que queremos que la conozcan.

Con ese fin, el Cuerpo Gobernante ha aprobado la producción de una nueva serie.

Se titula “Del pasado al presente”.

En cada episodio, se examinará el progreso de un aspecto de nuestra adoración, algo parecido a lo que hizo David anteriormente.

Veremos que la forma en que los Testigos adoramos a Jehová no tiene que ver con costumbres y tradiciones, sino que se basa en lo que la propia Biblia enseña.

El episodio que veremos a continuación examina la historia de las canciones con las que alabamos a Jehová.

Se hizo en secreto.

Se escondió en el interior de un abrigo.

Y luego se sacó a escondidas del país.

¿De qué hablamos?

De una grabación de nuestros hermanos en Siberia cantando alabanzas a Jehová.

Viajó de un extremo a otro de la Tierra hasta llegar a Nueva York.

Allí, en la asamblea internacional de los testigos de Jehová de 1958, la escucharon más de 250.000 personas.

¿Pero por qué es tan importante para nosotros alabar a Jehová con canciones?

Averigüémoslo en este episodio de Del pasado al presente. Los siervos de Jehová del pasado alababan a Jehová con canciones.

Pero ¿cómo llegaron las canciones a formar parte de nuestra adoración?

Todo comenzó hace más de 150 años.

Nos encontramos en Allegheny (Pensilvania), y corre el año 1869.

Un joven llamado Charles Russell anda en busca de la verdad.

Una noche, mientras camina por la calle, escucha algo que le llama la atención: una canción religiosa.

El sonido sale de un sótano.

Entra y lo que escucha despierta en él un intenso deseo de estudiar la Biblia.

¡Nunca se había sentido así!

Tiempo después, según va redescubriendo las verdades bíblicas junto con sus compañeros, logra ver el importante papel que cumple la música en la adoración a Jehová.

Puede que Charles Russell llegara a comprender el poder que tiene la música para despertar emociones porque uno de los negocios de su padre tenía que ver con la música.

Él pensaba que cantar canciones sobre la verdad era una buena manera de grabarla en la mente y en el corazón de los siervos de Dios.

En el primer número de la revista Zion’s Watch Tower —hoy La Atalaya—, publicado en julio de 1879, se anunció que pronto estaría disponible el primero de nuestros cancioneros, titulado Songs of the Bride. Este incluiría 144 canciones de alabanza a Dios.

Para los hermanos de aquella época, era muy importante cantar en sus reuniones y asambleas.

Hagamos un breve viaje por el tiempo.

Nos encontramos a principios del siglo veinte y alguien nos ha invitado a un discurso presentado por Charles Russell.

En cuanto entramos, nos entregan una hoja de papel.

Buscamos un asiento, pero el auditorio está repleto.

Entonces, se hace un silencio y alguien anuncia que la reunión va a comenzar con una canción y una oración.

En muchas iglesias uno encontraba un libro con las canciones en su asiento, pero este es un lugar rentado.

¡Ah!, entonces nos damos cuenta de que la hojita que nos entregaron contiene las canciones.

Por cierto, ahí también hay un espacio para poner nuestros datos si queremos estudiar la Biblia.

Cuando todos los demás comienzan a cantar, nos unimos a ellos.

¿Y cómo eran las canciones de aquella época?

Escuchemos una canción que cantamos por más de 80 años.

Esta grabación se hizo en 1916.

Es un poco diferente a como cantamos ahora.

Si comparamos las distintas versiones de esta canción que se publicaron a lo largo de los años, veremos que hubo cambios en la letra.

Esta es la versión que grabó un cuarteto de la Watchtower en 1935.

En nuestro primer cancionero, esta canción se tituló “All Hail the Power of Jesus’ Name”.

Como indica su título, la canción alababa el poder del nombre de Jesús, sin mencionar para nada a Jehová.

Porque, claro, muchas de nuestras canciones de aquella época eran en realidad adaptaciones de las que ya había en la cristiandad.

Pero veamos qué pasó con esta misma canción en 1950.

En vez de darle importancia solo al nombre de Jesús, la canción ahora hablaba de dar a conocer la voluntad de Dios y mencionaba a Jehová por nombre.

¿Y por qué se cambió la letra?

Porque, a medida que ha ido pasando el tiempo, Jehová nos ha ido iluminando para que entendamos mejor lo que enseña la Biblia.

Por eso hemos tenido que ir adaptando las letras de nuestras canciones, para que reflejen lo que la Biblia enseña.

Nuestro primer cancionero ya dejaba claro cuál era nuestro objetivo: que nuestras canciones estuvieran libres de ideas religiosas cuestionables.

Y así ha sido desde entonces.

No nos aferramos a nuestras canciones por puro sentimentalismo o por tradición; las cambiamos porque queremos que lo que cantemos sea la verdad.

De hecho, en 1928 se publicó un cancionero muy especial.

Muchas de las canciones fueron compuestas por hermanos y hermanas.

En ellas se daba mayor importancia al nombre de Jehová, a sus cualidades y a su Reino.

Es más, en el propio título del cancionero aparecía el nombre de Jehová.

Y puede que algunas de las melodías de aquellas canciones nos suenen familiares, como esta: Joven, ¿son tus padres Testigos?, ¿tus abuelos?, ¿o tus bisabuelos?

Si es así, ellos usaban en sus reuniones y asambleas las mismas melodías que tú.

¡Qué privilegio tan bonito!

Pero… vamos ahora a los años cuarenta.

El mundo estaba en guerra, nuestros hermanos habían sido encarcelados; hacían falta buenas noticias.

¡Así que nos preparamos para predicar más y ser mejores maestros!

Fue en ese entonces cuando se creó la Escuela de Galaad y la Escuela del Ministerio Teocrático, y fue también en esa época cuando volvimos a cantar en nuestras reuniones.

¿Qué?

¿Cómo que volvimos a cantar?

¿Dejamos de cantar en algún momento en las reuniones?

¿Cuándo?

Para saberlo, no se pierdan el siguiente video de la serie Del pasado al presente. ¡Nos quedamos en suspenso!

¿Quieren saber por qué fue que dejamos de cantar por un tiempo?

Pues no se pierdan la segunda parte de este episodio.

Pronto estará disponible en jw.org.

Y seguro que tampoco querrán perderse ninguno de los episodios que salgan en el futuro.

Hace muchos años, se publicó en la revista ¡Despertad! la historia de Elizabeth Balnave.

En este artículo, Elizabeth explicó qué importante decisión tomó respecto a su carrera.

¿Qué efecto tuvo esa decisión en su vida?

Veamos la respuesta en el siguiente episodio de la serie “¿Qué ha sido de ellos?”.

De niña, soñaba con ser bailarina.

Fui a clases de ballet desde que era pequeñita.

Me enseñaron que tenía que obedecer siempre al director artístico, que le debía lealtad absoluta a la compañía de danza y que el ballet debía ser lo más importante de mi vida.

Con el tiempo, me di cuenta de que, si quieres tener éxito en este mundo, tienes que sacrificar algo.

¡Es así!

Pero es una vida vacía, no te hace feliz.

El problema es que, una vez que estás dentro, te fascina esa vida de glamour de los escenarios.

Pero, cuando pasa el tiempo y te das cuenta de que te has metido en una trampa, es muy difícil salir.

Y yo siempre les digo a los jóvenes que, por muy bueno que les parezca algo, por mucho que les prometan, siempre hay algo que te ata, siempre.

Y un día te das cuenta de que estás atrapado.

Es como si estuvieras enredado en una soga.

Y, una vez que Satanás te tiene amarrado, no es tan sencillo soltarse.

Y eso sucede sin que te des cuenta.

Gracias al ballet aprendí a ser una persona disciplinada, y pensé en cómo podía usar esa disciplina en mi vida diaria.

Me llevó algún tiempo, pero al final lo conseguí.

El ballet me enseñó algo bueno.

Eso sí, tuve que aprender a salir de mi zona de confort.

Servimos en Betel hasta 1987.

A Jack le habían ofrecido un trabajo para cuando saliéramos.

Y qué bien, porque yo no podía trabajar, tenía problemas de salud.

Estuve en cama unos cinco meses.

Y, cuando mejoré, me di cuenta de lo carísimas que eran mis facturas médicas.

Así que me vi obligada a salir de la cama y buscar un trabajo.

Claro, durante todo ese tiempo, Jack y yo oramos muchísimo.

Sabíamos que Jehová nos cuidaría, no dudábamos de eso.

Al final conseguí un trabajo en un despacho de abogados.

Era un buen trabajo.

De hecho estuve allí durante 30 años.

Estoy totalmente convencida de que Jehová me ayudó, y creo que es porque vio que me estaba esforzando mucho.

No me rendí y no sacrifiqué lo más importante.

Cuando me di cuenta de todo lo que estaba aprendiendo y de que se me daba bien, me senté y le dije a Jehová: “Jehová, tengo una habilidad nueva, y quiero usarla para servirte”.

Y, al final, pude ser voluntaria externa en el Departamento de Asuntos Legales de Betel.

Habían pasado unos 11 años desde que dejé Betel, y yo estaba trabajando.

De repente, me enfermé de nuevo, con los mismos síntomas: perdí mucho peso en poco tiempo y me volví a sentir débil.

Me hicieron algunas pruebas y vieron que era celiaca.

Así que cambié mi alimentación y empecé a sentirme cada vez mejor.

Estuve en el despacho hasta el 2014, y entonces mi esposo y yo nos jubilamos y nos mudamos a otra parte del país.

Actualmente, colaboro con Betel como asesora.

Si le dedicas tu vida a este mundo, te conviertes en un esclavo, pero trabajar duro para Jehová, en mi opinión, no te hace sentir así.

Desde luego que no hay nada mejor en la vida que trabajar para Jehová.

Así es como yo lo veo.

Pero, si quieres ver todo lo que Jehová puede darte, tienes que ponerte a su disposición.

He tenido una vida maravillosa, y Jehová me ha dado unos regalos increíbles.

Ninguna carrera de este mundo es comparable a todo lo que yo he tenido.

Elizabeth es una mujer resiliente, se supo adaptar muy bien a los cambios en su vida.

¿Qué implica esa cualidad, y cómo podemos ser más resilientes?

Veamos tres sugerencias prácticas que nos ofrece el hermano Gajus Glockentin en la siguiente adoración matutina.

María se quedó escuchando lo que Jesús decía.

¡Qué buen ejemplo!

Como ella, todos debemos tener muy claro qué es lo más importante.

Ahora bien, Jesús tuvo que corregir con cariño a la hermana de María —a Marta— porque no hizo lo mismo.

Hoy vamos a hablar de Marta.

Me gustaría que nos pusiéramos en su lugar por un momento.

Ella hizo absolutamente todo lo que pudo por apoyar a Jesús, incluso le dio hospedaje, algo que a él le hubiera costado mucho trabajo encontrar en Judea.

En esta ocasión, seguramente María le estaba ayudando a Marta a prepararlo todo para cuando Jesús llegara.

Pero, en cuanto Jesús llegó, María dejó a un lado lo que estaba haciendo.

¿Cómo creen que se habrá sentido Marta?

Ahora ella iba a tener que hacerse cargo de todo.

¿Se pueden imaginar el grado de frustración que habrá sentido Marta?

Ella cada vez más estresada, y su hermana, ahí, sentada, escuchando al Maestro tranquilamente.

Por eso Marta le dice a Jesús que le diga algo a su hermana y que la mande de vuelta a trabajar.

Pero ¡qué sorpresa debió de llevarse cuando fue ella a quien Jesús corrigió!

¿Cómo nos sentiríamos nosotros si tratamos de hacer algo con la mejor de las intenciones y, en vez de que nos feliciten, nos corrigen?

¿Nos entrarían ganas de llorar?

¿Sentiríamos en el pecho ese dolor que nos corta la respiración?

¿Habrá pensado Marta en decirle a Jesús algo como: “¡Oye, no es justo!

Yo estoy aquí, tratando de ser hospitalaria y… ¿sabes qué?

¡Ahora yo también me voy a sentar a escuchar y a ver quién te prepara la cena!”?

Claro, no sabemos qué fue lo que le pasó por la cabeza ni qué le dijo.

Pero lo que sí sabemos es lo que vimos en el comentario: que todo indica que Marta se tomó a pecho el consejo de Jesús.

¿Qué nos puede ayudar a superar una situación tan difícil como esta y a seguir adelante?

Los expertos dicen que debemos desarrollar resiliencia.

La resiliencia es la capacidad de recuperarse después de haber sido sometido a presión o de pasar por una situación difícil.

Podemos decir que este resorte tiene resiliencia.

Lo podemos someter a presión, pero, al soltarlo, recupera su forma.

Vamos a ver tres cosas que nos pueden ayudar a ser resilientes como este resorte y a no rendirnos con facilidad.

Lo primero que nos puede ayudar es tratar de ver la realidad, aceptarla como es.

Dirijámonos a Proverbios, capítulo 28.

Cuando pasemos por situaciones difíciles, deberíamos preguntarnos: “¿De verdad comprendo la realidad y la acepto tal y como es?”.

El versículo 26 de Proverbios 28 comienza diciendo lo siguiente: “El que confía en su propio corazón es un insensato”.

En muchas ocasiones, nos cegamos a la realidad.

Vemos únicamente lo que queremos ver y, para proteger nuestras emociones, a menudo nos negamos a aceptar los hechos.

Sin embargo, el proverbio sigue diciendo en la segunda parte: “Pero el que actúa con sabiduría escapará”.

El sabio ve las cosas tal y como son.

Se enfrenta a la realidad.

Y la verdad es que enfrentarse a la realidad no es nada fácil.

Puede ser muy doloroso, incluso emocionalmente desgarrador.

Eso tuvo que hacer Pedro cuando negó tres veces conocer a Jesús y él le dirigió aquella mirada.

Pedro aceptó la realidad y reconoció su error, por eso salió afuera y lloró amargamente.

Él de ninguna manera trató de excusar su conducta.

Ahora, hay que decir que de esta situación, y de otras en las que Pedro también fue corregido, él aprendió valiosas lecciones que le ayudaron a realizar mejor su labor.

¿Qué es lo segundo que podemos hacer?

Hallarle sentido y propósito a la situación.

Es posible que algunos de nosotros, cuando pasamos por momentos difíciles, nos preguntemos: “¿Por qué me está pasando esto a mí?”.

Pero, si solo hiciéramos esto, nos estaríamos poniendo en el papel de víctimas y no veríamos lo que podemos aprender de la situación.

Tenemos que recordar que, como dice la Biblia, en ocasiones las pruebas y dificultades son inevitables.

También es importante que veamos el cuadro completo.

Hacer esto nos permitirá fijarnos en las oportunidades que nos brinda la situación difícil por la que estamos pasando.

De esta manera podremos sobrellevarla un poco mejor e incluso adaptarnos a los cambios.

Algo más.

Recordemos lo siguiente: todos somos imperfectos, no podemos evitar equivocarnos.

Pero la forma en que reaccionamos cuando lo hacemos es nuestra decisión.

Tratemos de ver cómo podemos sacarle provecho a la situación.

Pongámonos metas, miremos hacia el futuro.

Esto nos ayudará a no centrarnos en lo que nos pasó.

El hermano Harold King nos dio un buen ejemplo de resiliencia.

Seguro que lo recuerdan.

Pasó muchos años en una celda aislado de los demás, pero aun así logró sacarle provecho a la situación, hallarle propósito.

¿Qué hizo?

Bueno, se preparó un horario de predicación.

¿Pero a quién le iba a predicar si estaba completamente aislado?

Para empezar, preparó algunos sermones basados en las cosas que recordaba de la Biblia.

Y luego les predicó a personajes imaginarios.

¿Qué les parece?

Podemos decir, hermanos, que cuando tratamos de hallarle sentido o propósito a una situación difícil es como si construyéramos un puente, un puente hacia un futuro mejor.

Esa esperanza nos ayudará a aguantar, y no nos parecerá que nuestra situación actual es insoportable.

Hay una cosa más que nos ayudará: tener un punto de vista equilibrado sobre nosotros mismos.

Aunque al principio vimos que debemos de aceptar la realidad y esto puede hacer que nos sintamos tristes o decepcionados, no sería bueno que llegáramos al extremo de pensar que nada de lo que hacemos está bien, que somos un fracaso.

Abramos la Biblia en el capítulo 7 de Romanos.

Vamos a analizar el ejemplo del apóstol Pablo para ver qué podemos aprender de él.

Como todos, Pablo tenía sus defectos, y eso lo llegó a desanimar.

Aquí, en el capítulo 7, el apóstol describe el profundo dolor que le causaba sentirse un simple esclavo del pecado.

Por favor, noten lo que dice en el versículo 24: “¡Qué desdichado soy!”.

Ahora bien, Pablo sabía que, aunque él era imperfecto, eso no significaba que no valiera nada.

Nueve años después, en la segunda carta que Pablo le escribió a su amigo Timoteo, poco antes de morir, hace este resumen de sus logros, de su vida.

Leamos 2 Timoteo 4:7.

Ahí dice: “He peleado el noble combate, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe”.

Es obvio que aquella lucha que Pablo libraba contra sus propios defectos y que lo hacía sentir desdichado no terminó milagrosamente, pero tampoco le impidió tener éxito en su servicio a Jehová.

Así que, en vez de darnos por vencidos y llegar a pensar cosas como “No sirvo para nada” o “Soy un inútil”, pensemos en todo lo que hemos logrado en nuestra vida, en las buenas cualidades que tenemos.

Así tendremos un punto de vista equilibrado sobre nosotros mismos.

En conclusión, repasar lo que le sucedió a Marta nos enseña el valor de la resiliencia.

¿Y cómo conseguimos resiliencia?

Pues aceptando la realidad, hallando propósito y sentido, y teniendo un punto de vista equilibrado sobre nosotros mismos.

La Biblia nos ayuda a ver con claridad lo maravilloso que será vivir en el Paraíso.

Como nos muestra el video musical de este mes, meditar en las bendiciones que recibiremos nos alegra el corazón.

♪♪ Al meditar, me veo allí: un mundo lleno de amor y paz.

Ven aquí y verás, ya verás.

Es especial, me hace tan feliz sentir que todo ya es realidad.

Ven aquí y verás, ya verás.

¡Qué emoción!

Es lo que ansía mi corazón.

Dime si lo sientes tú también dentro de ti.

A los que les dijiste adiós ayer por fin los puedes hoy volver a ver.

Ven aquí y verás, ya verás.

El sufrimiento ha quedado atrás.

No hay cosas malas, nada, nunca más.

Ven aquí y verás, ya verás.

¡Qué emoción!

Es lo que ansía mi corazón.

Dime si lo sientes tú también dentro de ti.

Y todo es gracias a Jehová.

Lo prometió y lo cumplirá.

Dime si al pensar, imaginar, no se te eriza la piel...

Dime...

Mira bien, ¿te ves allí, en un nuevo mundo tan feliz?

Ven aquí y verás, ya verás. ♪♪ ¡Qué video musical tan bonito!

En este programa, hemos repasado nuestra historia teocrática, no porque añoremos las cosas del pasado, sino para ver cómo Jehová ha cumplido su promesa de hacer que nuestra organización sea mejor cada día.

Presentamos una emocionante nueva serie, “Del pasado al presente”, y en ella vimos cómo las canciones se convirtieron en parte esencial de nuestra adoración a Jehová.

También vimos cómo Jehová bendice a quienes le sirven, como hizo con Elizabeth, que dejó atrás una prestigiosa carrera pero recibió grandes recompensas.

Y, aunque John ha experimentado duros golpes en la vida, Jehová le ha permitido disfrutar de la alegría que viene de ayudar a otros.

Ahora bien, antes de terminar, vamos a ver la videopostal que se ha preparado para este mes.

En esta ocasión, visitaremos a nuestros hermanos del Ecuador.

Como indica su nombre, este país se encuentra sobre la línea del ecuador de la Tierra.

Su territorio abarca las islas Galápagos y parte de la cordillera de los Andes y de la cuenca del río Amazonas.

Este es el volcán Chimborazo.

Dado que la Tierra está un poco aplastada en los polos, este es el punto más elevado del planeta si se mide desde su núcleo.

Esta línea de ferrocarril, construida en las laderas de los Andes, tiene más de 100 años y fue la que usaron los primeros misioneros que llegaron al país en 1946.

Hoy en día, hay más de 100.000 testigos de Jehová en el Ecuador y casi 300.000 personas asistieron a la Conmemoración en el 2020.

La congregación quichua de Chontapunta comenzó siendo un grupo aislado.

Para mantenerse, nuestros hermanos cultivan flores y hasta buscan oro, pero su vida es el ministerio.

Hacen todo lo que pueden por predicar hasta en las partes más remotas del territorio.

¡Ni la falta de puentes los detiene!

Para llegar a las zonas más lejanas, se valen de dos botes, el Enoc y el Enoc 2.

En algunas comunidades, no hay buena señal telefónica, pero eso no detiene a este muchacho, que se sube a un árbol para conseguir señal y aprender de la Biblia.

Y para enseñarles la verdad a quienes no tienen servicio telefónico, los hermanos utilizan una radio de alta frecuencia.

A veces se presentan en la congregación discursos en waorani, idioma indígena al que todavía no se han traducido ninguna de nuestras publicaciones.

Esta niña de la congregación, de tan solo cuatro años, les muestra algunos de nuestros videos a unos niños waoranis.

Nuestros queridos hermanos de la congregación Chontapunta del Ecuador le envían sus saludos y amor cristiano a toda la hermandad.

Leon, muchas gracias por haberme acompañado hoy durante este programa, y gracias por tu colaboración.

Nosotros también les enviamos a ustedes todo nuestro cariño.

Desde la central mundial de los testigos de Jehová, esto es JW Broadcasting.



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