JW Broadcasting: Junio de 2021 (graduación de la clase 149 de la Escuela de Galaad)

¡Bienvenidos al programa de junio de 2021 de JW Broadcasting®!

La clase 149 de la Escuela de Galaad se graduó el 16 de enero de 2021.

Los estudiantes pudieron aprovechar al máximo el curso a pesar de la pandemia y de las medidas de seguridad que había que tomar.

¿Cómo se beneficiaron del curso los estudiantes?

¿Y cómo usarán en el tiempo del fin lo que aprendieron?

Los invito a ver la parte 1 de este programa de graduación tan especial.

Esta ha sido una clase de Galaad como ninguna, en una época de la humanidad como ninguna.

Los betelitas saben muy bien a qué me refiero.

Pero, como este programa lo verá toda la hermandad a través de JW Broadcasting, les voy a contar a todos qué fue lo que sucedió.

Todos sabemos por qué esta época es como ninguna otra: por la pandemia de COVID-19.

¿Pero por qué es esta clase como ninguna otra?

Una clase normal de Galaad tiene unos 50 estudiantes, más o menos.

Pero en esta clase, la 149, solo hubo 25.

¡Y es que esta no ha sido una clase normal!

Ustedes lo saben, son los estudiantes.

Pero dejen que les cuente a los demás lo que les pasó a ustedes durante la escuela.

Los hermanos que fueron invitados a esta clase de Galaad fueron llegando poco a poco al centro educativo en Patterson.

Y los 25 estudiantes que hoy se gradúan llegaron a Patterson en marzo de 2020.

Pero, como todos sabemos, fue justo en marzo de 2020 que el coronavirus fue declarado una pandemia mundial.

Como no había forma de viajar, el resto de los estudiantes nunca llegó.

Y, como el gobierno impuso restricciones a las instituciones educativas, tuvimos que posponer el curso.

Así que los 25 estudiantes tuvieron que quedarse en Patterson, pero sin escuela.

Sin embargo, muchos pudieron conectarse a distancia con sus sucursales y seguir trabajando en sus asignaciones de forma remota.

Finalmente, aquí en Nueva York, a las instituciones educativas se les permitió por fin reanudar las clases...

claro, con la debida distancia y precaución.

Y, como solo llegó la mitad de los estudiantes, pudimos acomodarlos en el aula más grande de la escuela.

Por eso, esta clase de 25 estudiantes ¡es todo menos normal!

Pero por fin se gradúan.

Una aclaración: esta clase es todo menos normal porque se trata solo de 25 estudiantes...

sí, es eso.

Porque sus instructores me han dicho que todos ustedes son de lo más normal.

De hecho, están muy impresionados con su espiritualidad y con sus cualidades cristianas.

Han hecho un esfuerzo extraordinario al prepararse y al participar en clase.

De verdad que es un honor estar con ustedes en este día tan especial.

Además, el programa de graduación de esta clase también es diferente.

Ustedes no pudieron invitar a sus familiares y amigos para que los acompañaran en esta ocasión tan especial.

Sin embargo, el Comité de Redacción hizo los preparativos para que algunos de sus familiares y amigos pudieran disfrutar de este programa por internet.

Y, además de eso, el programa entero se grabará, se traducirá y se transmitirá en JW Broadcasting para todos los hermanos en el futuro cercano.

Tenemos algunos datos sobre esta clase de Galaad que queremos compartir con todos.

Entre los 25 estudiantes, hay 8 matrimonios, 7 hermanos solteros y también 2 hermanas solteras...

si es que todos siguen solteros.

Todos servían en una sucursal o en una Oficina Remota de Traducción antes de venir a la escuela.

Los estudiantes provienen de 14 países y, entre todos, hablan un total de 29 idiomas.

Tienen 41 años en promedio; es una buena edad.

Hace 44 años, yo tenía esa edad.

Y, en promedio, llevan 20 años sirviendo a tiempo completo.

Bien.

Galaad era una región del territorio de Israel.

Este término, Galaad, se deriva de otra palabra hebrea que significa “montón del testimonio”.

Cuando se inauguró la escuela en 1943, su nombre —Galaad— resultaba muy apropiado.

En palabras de uno de los instructores de esta escuela, uno de sus objetivos era “inculcar en los estudiantes un deseo más intenso de participar en la evangelización”.

Y, por décadas, miles de graduados de esta escuela fueron asignados a predicar a nuevos territorios como misioneros.

Así que se dio un “montón de testimonio” durante ese periodo.

Sin embargo, en el 2011, el Cuerpo Gobernante cambió el objetivo de esta escuela.

Ya no se prepararía a misioneros para predicar en nuevos territorios.

La escuela tendría otro objetivo.

Como dijimos antes, todos los estudiantes de esta clase ya estaban sirviendo, o en una de nuestras sucursales, o en una Oficina Remota de Traducción.

Porque ya el objetivo es otro.

Ahora los graduados deben fortalecer a los hermanos y dar estabilidad a la organización en los territorios a los que sean asignados.

¿Y qué hay de la importantísima comisión de predicar?

¿Quién se encarga ahora de dar ese “montón de testimonio”?

Aquí es donde entra en juego la Escuela para Evangelizadores del Reino.

Cada Comité de Sucursal elige a precursores que estén dispuestos a mudarse para predicar en territorios donde hacen falta más publicadores.

Se aprovecha la gran cantidad de precursores locales para seguir dando ese “montón de testimonio”...

donde quiera que haga falta.

Todos estos precursores ya están acostumbrados al clima, a la cultura y a las condiciones de vida del lugar.

Y, en la mayoría de los casos, ya conocen el idioma del territorio en el que van a estar.

Ahora bien, se espera que los 25 graduados de esta clase cumplan con la comisión de fortalecer a los hermanos y dar estabilidad a la organización allá adonde vayan.

Y ¿cómo van a hacer eso?

Ustedes los varones quizás tengan que asumir nuevas responsabilidades con el tiempo.

Pero todos los estudiantes han sido preparados para fortalecer a sus hermanos de otra forma.

Al decir “todos”, me refiero a los 25: tanto a los hombres como a las mujeres.

Ahora están en otro nivel, y se lo deben a Galaad.

Es interesante que, en el territorio de Galaad, la elevación variaba muchísimo.

En el valle del Jordán, la altitud era de unos 210 metros (690 pies) bajo el nivel del mar.

Pero, si uno viajaba al este, a la parte montañosa de Galaad, podía ver que la altitud alcanzaba 1.000 metros (3.300 pies) sobre el nivel del mar.

Ustedes llegaron a Galaad por debajo del nivel del mar, pero, gracias a todo lo que han estudiado de la Biblia, ahora están muy por encima.

Durante los pasados cinco meses, su fe ha crecido, su espiritualidad se ha fortalecido y sus cualidades cristianas se han pulido.

Ahora están en otro nivel.

Ustedes van a ir —cada uno a su asignación— no tanto para dar un montón de testimonio, sino para dar un gran ejemplo.

De esta manera, ustedes lograrán fortalecer a otros: a quienes trabajan con ustedes en la sucursal y también a los hermanos de la congregación en la que sirvan.

Vamos a buscar Deuteronomio 8:17, 18.

Nunca olviden que su poder y sus fuerzas, sus riquezas espirituales, no son mérito suyo, sino de Jehová.

Absolutamente todo lo que tienen viene de él.

Leámoslo aquí en Deuteronomio 8:17, 18: Hoy se gradúan de la clase 149 de Galaad.

Ahora bien, solo lograrán darle estabilidad a la organización y fortalecer a sus hermanos si recuerdan que su fuerza y poder proviene de su Dios, Jehová.

Siempre se nos ha animado a leer la Biblia todos los días.

Muchos recordamos aquel letrero de Brooklyn que por décadas nos animó a hacerlo.

A continuación, el hermano David Splane nos animará a hacer algo más, en su discurso “Disfruten de su lectura de la Biblia”.

La Biblia es un libro maravilloso, y todos deberíamos disfrutar de leerla.

Así que, para este discurso, pensé en darles un par de ideas para que disfruten más de su lectura de la Biblia.

Aquí va la primera: dediquen tiempo a estudiar los detalles.

Deténganse, investiguen.

Cuando lo hagan, verán que valió mucho la pena.

Pongamos un ejemplo: imaginen que están leyendo 1 Crónicas —en 1 Crónicas hay muchos nombres—, y allí se encuentran con el nombre Hemán.

Si solo les interesa abarcar información, tal vez vean el nombre y sigan leyendo.

Pero no tienen prisa, así que ven que junto al nombre hay una referencia marginal, una que lleva a 1 Crónicas 6:33.

Entonces deciden investigar.

Y, al hacerlo, descubren un detalle muy animador sobre Jehová.

Veámoslo juntos.

1 Crónicas, capítulo 6 (les doy un segundo), versículo 33: “Estos fueron los hombres que, junto con sus hijos, prestaban servicio: de los cohatitas, el cantor Hemán, hijo de Joel, hijo de Samuel”.

El Hemán del que se habla aquí era nieto de Samuel.

¿Pero qué sabemos de la familia de Hemán?

Bueno, su padre Joel y su tío Abías eran jueces.

Pero tenían una muy mala reputación.

Te ayudaban si tenías para pagarles, pero, si no, olvídalo.

Y eso no era un secreto; lo sabía todo el mundo.

La Biblia dice que llegó el punto en que todos los ancianos de Israel fueron a ver a Samuel para decirle que ya no querían que sus hijos, Joel y Abías, siguieran siendo jueces.

Ahora querían un rey.

Jehová estaba furioso, y seguro que tampoco estaba muy contento con Joel y Abías.

¿Se imaginan cómo debió haberse sentido Hemán al formar parte de una familia así?

¡Qué vergüenza!

Pero, como Ezequías, Hemán no dejó de servir a Jehová a pesar del mal ejemplo que le puso su padre.

Él llegó a tener su propia relación con su Padre celestial.

¿Cómo lo sabemos?

Siguiendo algunas pistas.

Si buscáramos algunas referencias más, llegaríamos hasta 1 Crónicas 25:5.

Busquémoslo.

1 Crónicas 25:5.

Vamos a ver qué más nos dice este versículo sobre Hemán.

Dice así: “Todos esos fueron hijos de Hemán, un hombre de visiones del rey, que declaraba cosas relacionadas con el Dios verdadero para darle gloria; así pues, el Dios verdadero le dio a Hemán 14 hijos y 3 hijas”.

¿Se fijaron?

“Un hombre de visiones del rey”.

¿Qué era un hombre de visiones?

Una especie de profeta.

Esperen un momento: Samuel había sido profeta, y Hemán también llegó a ser profeta.

¡Qué idea tan animadora!

Jehová permitió que Hemán le sirviera de la misma forma en la que le había servido su abuelo, Samuel.

Como vemos, Jehová no culpa a los hijos por los pecados que cometen sus padres.

¡Cuánto nos anima pensar en esta idea!

¿Se les viene a la mente alguien a quien pudieran animar con este pensamiento?

Algunos hermanos, que incluso sirven a tiempo completo, se sienten indignos —o hasta culpables— por errores o pecados que ha cometido alguien de su familia en el pasado.

Pensemos en el caso de alguien a quien voy a llamar María.

Pues bien, el padre de María era tan violento que a veces María, su madre y sus hermanos tenían que huir en medio de la noche para que su padre no los matara.

Los vecinos pensaban: “¡Qué familia!”.

Y, para rematar, eran pobres.

Todo eso hacía que María sintiera que no valía nada.

Pero...

llegó el día en que empezó a estudiar la Biblia con los Testigos.

Llegó a tener su propia relación con Jehová y llegó a verlo a él como su Padre.

Hoy día, María es precursora.

¿Qué aprendió María de su experiencia?

Ella dice: “Jehová nunca deja de buscar a quienes desean ser sus amigos”.

Y escuchen lo que añade: “Él también ve lo que hay en el corazón de los niños”.

¡Qué bonito!

¿Qué aprendemos de todo esto?

Del ejemplo de Hemán aprendemos que Jehová valora lo que es y lo que hace cada uno de sus siervos.

Lo que haga nuestra familia no define quiénes somos.

Y los ancianos también pueden aprender algo.

Imiten a Jehová.

Traten a los miembros de las familias individualmente.

No los metan en el mismo saco a todos.

Aquí va la segunda idea.

Disfrutaremos más de la lectura de la Biblia si usamos la imaginación para llenar los espacios en blanco, como se hace en las representaciones dramáticas.

Pongamos un ejemplo.

Hablemos por un momento de la reina Ester y del hijo del rey Asuero.

Seguro que recuerdan la historia.

El rey Asuero, quien parece que fue Jerjes I, se había disgustado muchísimo con la reina Vasti y había decidido reemplazarla.

Así que el rey dio una orden: que en todo el Imperio persa se buscara a las jóvenes más hermosas de todas y se las llevaran al palacio.

Una de ellas fue Ester.

Todas ellas fueron puestas bajo el cuidado de un hombre llamado Hegái.

Él debía prepararlas para que se presentaran ante el rey.

Bueno, cuando leemos Ester 2:9, nos damos cuenta de que aquí se veía venir un problema.

Vamos a leerlo.

A ver si podemos identificar de qué problema estamos hablando.

Ester 2:9.

Recuerden que queremos llenar los espacios en blanco.

“La joven [Ester] le agradó a Hegái y se ganó su favor”, es decir, el de Hegái.

Recuerden que estas chicas estaban compitiendo por la corona.

“Él se encargó enseguida de que recibiera sus tratamientos de belleza y una dieta especial”.

Este detalle hace surgir otra pregunta, porque Ester era judía y había muchas cosas que los judíos no podían comer.

Y ella estaba tratando de ocultar su origen.

¿Qué iba a hacer?

Bueno, ese es otro tema.

Sigamos.

El versículo 9 dice sobre Hegái.

“También le dio siete de las mejores sirvientas de la casa del rey.

Luego la trasladó a ella y a sus sirvientas al mejor lugar de la casa de las mujeres”.

¿Lo notaron?

¿Pudieron ver cuál era el problema?

¡Había favoritismo!

Las chicas estaban compitiendo, y es muy probable que hubiera celos y envidia entre las candidatas.

Pero Hegái estaba haciendo todo lo posible para que fuera Ester quien conquistara el corazón del rey.

¿Cómo se sentirían las demás?

Quizás terminaron odiándola.

Pero eso no era todo.

¿Qué pensarían las esposas del rey?

Aunque solo había una reina, Asuero tenía muchísimas esposas.

Hay quien dice que eran 330.

Así que, ¿quién creen ustedes que esperaba convertirse en la siguiente reina cuando el rey rechazó a Vasti?

La esposa número 2.

Pero en vez de buscar a una de aquellas 330 esposas, van y buscan entre mujeres que ni siquiera son de la familia real.

¿Cómo se habrán sentido todas las esposas?

Y ahora piensen en esto: algunos investigadores afirman que, aunque Vasti dejó de ser la reina, no dejó de vivir en el palacio; que lo que se le prohibió fue volver a ver al rey.

Si es verdad que Vasti aún andaba por ahí, ¿estaría tramando algo contra Ester?

Aquella sería una situación muy complicada.

Pero Ester 2:15 nos dice algo muy interesante sobre Ester.

Vamos a leer la última oración del versículo.

Ester 2, la parte final del 15: “Durante todo ese tiempo, Ester fue ganándose a todos los que la veían”.

Ester supo evitar todos esos peligros.

¿Y qué nos enseña esto?

Que Ester no era solo bella por fuera; Ester era bella por dentro.

Su encantadora personalidad atraía a los demás.

Pero habíamos dicho que íbamos a hablar de Ester y del hijo del rey.

¿Quién era el hijo del rey, el heredero?

Lo conocimos en la pasada asamblea.

Era Artajerjes, el rey que tanto ayudó a Nehemías.

Si los cálculos de los investigadores son correctos, Artajerjes solo tendría 3 años de edad cuando su padre se casó con Ester.

Según algunos historiadores, en comparación con otros reyes persas, Artajerjes tenía una personalidad bonita: era tranquilo, amable...

muy diferente a su padre, que tenía un carácter terrible.

¿Qué creen?

¿Influyó Ester en la personalidad de Artajerjes, en su forma de ser y de tratar a los demás?

¡A lo mejor!

¿Quién sabe?

Estamos usando la imaginación.

Estamos llenando los espacios en blanco.

Hoy no hemos dicho nada del otro mundo, no era esa la intención.

Pero, como hemos visto, si investigamos más a fondo y usamos la imaginación, disfrutaremos más de nuestra lectura de la Biblia.

Si ustedes logran que leer la Biblia sea un placer, no tendrán ningún problema en seguir un programa para leerla todos los días.

¡Que disfruten!

Gracias, hermano Splane.

Disfrutamos mucho de su discurso, y seguro que ahora disfrutaremos aún más nuestra lectura de la Biblia.

Ahora vamos a escuchar al hermano Seth Hyatt<b>,</b> ayudante del Comité de Servicio.

Escuchen el título de su discurso: “¿Qué quieres que haga por ti?”.

Hermano Hyatt, adelante.

Un maravilloso regalo...

¿Verdad que lo que aprendieron aquí es un gran regalo?

Un regalo de Jehová, de Jesucristo y del “esclavo fiel y prudente”.

¿Han pensado en cómo van a compartir ese regalo?

¿Usarán lo que han aprendido para ayudar a otros?

Es algo que pueden preguntarse.

Y es bueno pensarlo ahora.

Porque, cuando vuelvan otra vez a su rutina, quizás por el estrés y las inquietudes que les genere tener más responsabilidades, es probable que ni se les pase por la cabeza compartir este regalo.

Así que pregúntense lo siguiente: ¿Qué pueden hacer para fortalecer, animar, motivar y enseñar a los que están bajo su cuidado, es decir, a los hermanos de su departamento y de su congregación?

Podemos aprender mucho de la manera en que Jesús trató a las personas.

Como ustedes, él también recibió un valioso regalo de Jehová.

Aunque ni ustedes ni yo tenemos las increíbles capacidades que él tenía.

Por ejemplo, podía leer el corazón.

La Biblia nos cuenta que en una ocasión Jesús respondió a los pensamientos de un hombre, en vez de a sus palabras.

¿Creen que esta capacidad de saber lo que pensaban y sentían las personas lo ayudó a compartir su regalo de una manera más efectiva?

Por supuesto.

Pero pensemos en un detalle muy interesante.

Cuando Jesús hablaba con las personas, las hacía sentirse valoradas.

Muchas veces hacía preguntas bien pensadas y escuchaba atentamente las respuestas.

Entonces, compartía su regalo.

Dediquemos unos minutos a hablar de dos ocasiones en las que Jesús hizo justo eso.

Al ver estos relatos, analizaremos algunas sugerencias que los ayudarán mucho a compartir lo que aprendieron en Galaad con los demás.

El primer relato lo encontramos en Marcos 10.

Veámoslo juntos.

Marcos 10, y empezamos en el versículo 35: “Santiago y Juan, los dos hijos de Zebedeo, se le acercaron y le dijeron: ‘Maestro, queremos que hagas por nosotros lo que te pidamos’ ”.

Y miren lo que él dijo: “¿Qué quieren que haga por ustedes?”.

“Concédenos sentarnos contigo, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”.

El relato paralelo de Mateo nos muestra que Santiago y Juan no fueron a hablar con Jesús ellos solos.

Le pidieron a su madre que hablara por ellos.

¿Sabría Jesús, mientras esta mujer se iba acercando, lo que ella le quería pedir?

Es probable.

¿Pero qué fue lo que hizo Jesús?

¿La interrumpió?

¿La regañó?

No.

En vez de eso, hizo una pregunta: “¿Qué quieren que haga por ustedes?”.

El segundo relato está unos versículos más adelante.

Marcos 10, desde el versículo 46.

Aquí nos encontramos con un mendigo ciego que se llamaba Bartimeo.

Estaba sentado junto al camino y, al oír que Jesús iba pasando por ahí, gritó: “¡Hijo de David, Jesús!

¡Ten compasión de mí!”.

La gente le dijo que se callara, pero Bartimeo se puso a gritar más fuerte.

Jesús se detuvo y dijo: “Que venga aquí”.

Bartimeo iba a poder hablar con el Hijo de Dios.

¿Y cómo trató Jesús a Bartimeo?

Versículo 51: “Jesús le preguntó: ‘¿Qué quieres que haga por ti?’.

El ciego le respondió: ‘Rabbóni, que recupere la vista’.

Y Jesús le dijo: ‘Vete, tu fe te ha curado’.

Enseguida el hombre volvió a ver, y empezó a seguirlo por el camino”.

“¿Qué quieres que haga por ti?”.

La misma pregunta en los dos relatos, aunque en situaciones muy diferentes.

¿Por qué hacía Jesús esta pregunta?

Bueno, al hacerla lograba por lo menos cuatro cosas.

¿Cuáles?

En primer lugar, las personas se sentían valoradas porque Jesús las invitaba a expresarse.

En segundo lugar, esto permitía que las personas demostraran lo que había en su interior, en el corazón, que sacaran lo que tenían dentro, por así decirlo.

Tercero, cuando habló con Santiago y Juan, la pregunta en realidad protegió a Jesús y le dio la oportunidad de enseñarles a esos dos apóstoles una lección muy valiosa sobre la modestia: “Esto de decidir quién se sienta a mi derecha y a mi izquierda en el Reino no me corresponde a mí”.

Y, por último, en el caso de Bartimeo, gracias a esa pregunta Jesús pudo fortalecer la fe de este hombre y también lo ayudó de la mejor manera.

¿Por qué?

Porque le dio la oportunidad de expresarse al decirle: “¿Qué quieres que haga por ti?”.

Y, cuando Bartimeo obtuvo justo lo que había pedido, seguro que no tuvo dudas de que Jesús lo había escuchado.

¿Y qué efecto tuvo en él?

El relato dice que Bartimeo empezó a seguir a Jesús “por el camino”.

Este excelente ejemplo muestra que si hacen preguntas compartirán su regalo de la mejor manera.

Al poco tiempo de ser nombrado superintendente de circuito, los ancianos de una congregación que estaba visitando me dijeron que estaban preocupados por una hermana que estaba faltando a las reuniones.

Me preguntaron si podía hacerle una visita de pastoreo y, claro, les dije que sí.

Así que hicimos planes y fui a visitarla con otro anciano.

Yo le mostré muchos textos apropiados sobre la asistencia a las reuniones.

La hermana me escuchó y, cuando nos íbamos, me miró a los ojos y me dijo: “No tiene ni idea”.

En ese momento pensé que estaba siendo irrespetuosa.

Pero, cuando lo pensé mejor, me di cuenta de que, en vez de haberle mostrado todos los textos apropiados, hubiera sido mejor haberle hecho las preguntas apropiadas.

“¿Qué quieres que haga por ti?”.

“¿Cómo puedo ayudarte?”.

“¿Qué tal estás?

¿Cómo te sientes?”.

Ese tipo de preguntas les permitirá darle a la persona la ayuda que de verdad necesita.

Yo aprendí eso de mi error, y espero que ustedes aprendan de lo que me pasó.

No cometan el error de pensar que saben lo que una persona quiere o necesita.

Jesús sí lo sabía, pero, aun así, hacía preguntas.

Hagan preguntas.

Así mostrarán respeto a los demás.

Con las preguntas podrán descubrir lo que otros tienen en su corazón.

Además, los protegerán a ustedes y, por último, les permitirán ayudar a los demás en lo que necesiten.

Al cumplir con las tareas que se les encarguen, imiten a Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?”.

Si hacen eso, no solo compartirán su regalo de la mejor manera; ustedes mismos serán un regalo sirvan donde sirvan.

Gracias, hermano Hyatt, por recordarnos que Jesús hacía esa interesante pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?”.

Ahora, el hermano Alex Reinmueller, ayudante del Comité de Publicación, nos presentará un discurso inspirador: “Dejen que Jehová los inspire”.

¿Han tenido ustedes que tomar una decisión importante de repente?

Quizás tenían muy claro qué hacer, pero después de tomar la decisión empezaron a dudar, quizás hasta arrepentirse.

Quizás no dejaban de preguntarse: “¿Hice lo correcto?”.

Y es que los humanos tenemos la tendencia de seguir dándoles vueltas a las cosas.

Pero eso puede causarnos ansiedad y hasta dañar nuestra salud.

Algunos de ustedes tomaron decisiones importantes antes de venir a Galaad.

Gracias por eso.

Y, actualmente, nadie se escapa de tener que tomar decisiones difíciles.

Ahora, ¿qué podemos hacer cuando notamos que empezamos a pensar en las mismas cosas y nos sentimos preocupados?

Bueno, abramos la Biblia en Salmo 37:5, donde encontramos este sabio consejo: “Pon tu camino en manos de Jehová; confía en él, y él actuará a tu favor”.

Aquí, “pon tu camino” literalmente significa “hacer rodar algo” o “quitarlo de en medio” en nuestra vida.

Como dice la nota, tenemos que hacer rodar nuestro camino —nuestras preocupaciones, nuestros problemas— sobre Jehová.

Pero, si la ansiedad hace que sigamos dándole vueltas a algo, no soltamos la carga, cuando, como hemos leído, la Biblia nos dice que oremos sobre nuestros problemas y se los pasemos a Jehová.

En otras palabras, que dejemos de pensar que el problema es nuestro, porque lo estamos dejando en manos de Jehová.

Se dice fácil, pero a veces requiere un gran esfuerzo.

¿Qué puede ayudarnos cuando nos cuesta soltar algo?

Les damos una sugerencia: dejen que Jehová los inspire y los llene de asombro.

Inspirar a alguien es hacer que se sienta motivado a hacer algo y a creer que puede lograrlo.

Y es posible que Jehová nos creara con la capacidad de asombro precisamente para inspirarnos.

Quizás se pregunten: “¿Y eso cómo me puede ayudar?”.

Bueno, abramos nuestras biblias de nuevo, esta vez en Génesis, capítulo 28.

Analicemos un ejemplo interesante que nos llevará a la respuesta.

En el versículo 10 notemos lo que se dice sobre el patriarca Jacob, que andaba de viaje.

Leamos: “Jacob salió de Beer-Seba y siguió su camino hacia Harán”.

¿Por qué iba hacia allá?

Bueno, principalmente para huir de su hermano Esaú.

¿Por qué?

Porque Jacob había tomado una decisión importante, que a su hermano no le gustó nada.

Como sabemos, casi toda su vida Esaú había despreciado su derecho de primogénito, y eso le preocupaba mucho a Jacob.

Así que terminó comprándole su derecho de primogénito.

Pasaron los años, y llegó el día en que Isaac decidió bendecir a Esaú, quien, al fin y al cabo, era su primogénito.

¿Se imaginan la escena?

¿Qué haría Jacob?

¿Qué decisión tomaría?

No sabemos todos los factores que tuvieron en cuenta Isaac, Rebeca y Jacob en ese momento.

Lo que sí sabemos es que la decisión de Jacob afectó a toda la familia.

Lo que es más, Esaú quiso matar a su hermano, y por eso Jacob tuvo que huir de allí.

¿Empezaría Jacob a darle vueltas a la decisión que había tomado?

¿Le habrán surgido dudas?

¿Se habrá preguntado: “¿Será que hice lo correcto?

¿Estuvo bien que engañara a mi padre?

¿Qué pensará Jehová de mí ahora?”?

Parecen preguntas lógicas.

Claro, no sabemos lo que Jacob pensó, pero, si estaba dándole vueltas al asunto, lo que pasó a continuación tuvo que haberlo ayudado a dejar de preocuparse.

Lean conmigo los versículos 11 y 12: “Con el tiempo llegó a cierto lugar y, como ya se había puesto el sol, se preparó para pasar allí la noche.

De modo que tomó una piedra de allí, la acomodó para apoyar la cabeza y se acostó en aquel lugar.

Entonces tuvo un sueño, y resulta que vio una escalera que empezaba en la tierra y llegaba a los cielos, y los ángeles de Dios subían y bajaban por ella”.

Esta escalera que vio Jacob debió de ser algo muy parecido a lo que se ve en esta ilustración que aparece en pantalla.

Jacob se dio cuenta de que no estaba solo.

Él era una pequeña parte de una asombrosa organización.

Y las partes de esa organización están en constante comunicación.

De alguna manera, Jehová se vale de sus ángeles para ayudar a sus siervos fieles en la Tierra.

Y eso no es todo.

Ahora leamos el versículo 13: “También vio que Jehová estaba por encima de ella y que decía: ‘Yo soy Jehová, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac.

La tierra donde estás acostado te la daré a ti y también a tu descendencia’ ”.

¡Qué tranquilo debió de sentirse Jacob al oír esas palabras!

Jehová no estaba enojado con Jacob; todo lo contrario: prometió que lo bendeciría de una forma extraordinaria.

Seguramente, Jehová le dio a Jacob esa asombrosa visión para que dejara de darle vueltas a aquella situación que tanto le preocupaba.

Jehová se iba a encargar de todo.

Jacob solo tenía que hacer su mejor esfuerzo.

¡Qué alivio!

Notemos su reacción en el versículo 17: “Entonces sintió temor y dijo: ‘¡Qué imponente es este lugar!

Esta tiene que ser la casa de Dios, y esta es la puerta de los cielos’ ”.

Percibimos su alivio, ¿no es cierto?

Se acabaron las dudas.

La visión lo inspiró a hacerle un voto a Jehová y servirle con lealtad toda la vida.

Pueden leer lo que él dijo e hizo en la parte final de este capítulo.

Volvamos al versículo 17.

Allí se usa la misma palabra hebrea dos veces.

Primero aparece donde dice que Jacob “sintió temor”.

La segunda vez, donde Jacob dijo: “¡Qué imponente!”.

Y es que, a veces, cuando uno ve algo imponente o asombroso, puede sentir cierto temor...

una mezcla de temor y asombro.

Por ejemplo, cuando nos encontramos ante alguien o algo que nos impresiona, nos sentimos pequeñitos, en el buen sentido.

Eso nos hace humildes y cambia nuestra forma de pensar.

Nos ayuda a ver las cosas tal y como son, y no como creemos que son.

Es ese temor del que Proverbios 1:7 dice que “es el comienzo del conocimiento”, o la sabiduría.

Y es por eso que a veces Jehová nos asombra con lo que hace.

Quienes, como Jacob, pasan por una experiencia como esa, suelen sentirse mucho más seguros y más cerca de Jehová.

El asombro nos saca de nuestros problemas.

Hace que sintamos una conexión más fuerte con Jehová y nos ayuda a recordar que hay cosas más importantes, como la soberanía de Jehová, su creación y su pueblo.

Claro, escapar de Esaú no acabó con los problemas de Jacob.

Hubo otros momentos en su vida en los que Jacob volvió a sentir temor y angustia.

Pero, fiel a su palabra, Jehová siempre estuvo a su lado.

Jacob solo tenía que preocuparse por ser fiel, y Jehová siempre lo ayudaría a tener éxito.

Veinte años después, cuando Jacob regresó a Canaán ya con su familia, Jehová envió a unos ángeles a encontrarse con él.

¡Qué asombroso recibimiento! ¿Y qué tiene que ver todo esto con ustedes y conmigo?

Salmo 89:7 dice: “ [Jehová] es grandioso e imponente para todos los que lo rodean”.

Hermanos, cada vez que contemplamos montañas majestuosas, que caminamos entre enormes árboles o que alzamos la vista hacia un cielo tachonado de estrellas, nos llenamos de asombro por la grandeza y el poder de Jehová, y nos sentimos inspirados. Así que, cuando necesite escapar de la ansiedad, huya hacia el asombro.

Dese un paseo por el bosque y alabe a Jehová con su canción favorita.

Nunca debemos subestimar lo bien que nos podemos sentir si dejamos que Jehová nos asombre con su poder.

Pongamos nuestro camino en sus manos.

No les demos tantas vueltas a los problemas.

Oremos sobre el asunto, busquemos información y tomemos la mejor decisión posible.

Y, entonces, ¡dejemos que Jehová nos inspire con asombro!

¡Qué bonito discurso, Alex!

Ahora, un instructor de Galaad, el hermano Trent Lippold<b>,</b> dará un discurso con un título misterioso: “Marquen su Meribá”.

Hermano Lippold, ¡¿y ese título?!

La primera vez vio la señal.

La segunda, no... y le costó la vida.

Hablamos de Moisés.

Nuestro camino en la vida está lleno de señales, experiencias y lecciones que, por decirlo así, son marcas, para recordar.

Algunas las marcamos nosotros, y otras, los demás.

Sea cual sea el caso, nos ayudan para continuar avanzando por el mejor camino en la vida.

Para ilustrarlo, hablemos de una experiencia que marcó la vida del profeta Moisés.

Podemos leer sobre eso en Éxodo 17.

Sucedió poco después de que Israel cruzara el mar Rojo.

Ubiquémonos en Refidim, donde el pueblo estaba acampando.

Ahí estaba Moisés, junto a la roca, con su vara y ante las quejas del pueblo.

Lo que sucedió allí en Refidim le dejó una valiosa lección a Moisés, algo que sin duda tendría presente en el futuro.

Para no olvidar aquello, Moisés hizo algo.

¿Qué fue?

Cambiarle el nombre al lugar, de Refidim —que significa “refrescar”— a Meribá, que significa “discusión” o “riña”.

¡Poco se imaginaba Moisés lo que aquel nombre significaría en su vida!

Treinta y nueve años más tarde, en un lugar llamado Cadés, allí estaba Moisés de nuevo, frente a una roca, con vara en mano y ante un pueblo que no paraba de quejarse.

Y, debido a lo que sucedió en ese lugar, Jehová les dijo a Moisés y Aarón estas palabras que vamos a leer.

Están en Números 20:12, 13.

Aquí, en Números 20:12, 13, dice: “ ‘Como ustedes no mostraron fe en mí ni me santificaron ante los ojos del pueblo de Israel, no llevarán a esta congregación a la tierra que yo les daré a ellos’.

Estas son las aguas de Meribá, donde los israelitas discutieron con Jehová, de modo que él fue santificado entre ellos”.

¡Qué lección para Moisés!

No sabemos quién le puso a este otro lugar Meribá, pero fue Moisés quien lo registró.

“Estas son las aguas de Meribá”, escribió él.

Sin duda, algo que marcó su vida, una señal.

Está muy claro lo que representó para él.

¿Y luego qué?

¿Cómo reaccionó Moisés?

Si continuamos leyendo el relato, nos damos cuenta de que Moisés siguió fiel en su asignación, siguió dirigiendo al pueblo.

Los guio contra los reyes de Sehón y Og, y pudo ver cómo Jehová utilizaba su brazo poderoso para guiar al pueblo hacia la Tierra Prometida.

Arrastrado por el entusiasmo, Moisés se animó a pedirle algo a Jehová.

Para ver qué fue, los invito a leer Deuteronomio 3:25, 26.

En el versículo 25, le pide a Jehová: “ ‘Por favor, déjame pasar y ver la buena tierra que está al otro lado del Jordán, esta buena región montañosa y el Líbano’.

Pero Jehová seguía furioso conmigo por culpa de ustedes y no me escuchó.

En vez de eso, Jehová me dijo: ‘¡Ya basta!

Nunca me vuelvas a hablar del tema’ ”.

“Jehová seguía furioso conmigo por culpa de ustedes”.

Por lo de Meribá; a eso se refería Moisés.

La marca, la señal, seguía allí.

¿Cuál fue la reacción de Moisés en esta ocasión?

¿Qué hizo?

Moisés siguió cumpliendo con su asignación.

Siguió adelante, haciendo lo que Jehová esperaba de él, cuidando del pueblo.

Y capacitó a Josué para que tomara su lugar.

Moisés no dejó de trabajar.

Hasta que Jehová le dijo: “Moisés, es hora de ir a la montaña”.

En otras palabras, era el momento de morir.

Jehová le dice las palabras que encontramos en Deuteronomio 32:51, 52.

Allí, en Deuteronomio 32:51 leemos: “Porque ustedes dos [es decir, Moisés y Aarón] me fueron infieles en medio de los israelitas junto a las aguas de Meribá de Cadés, en el desierto de Zin, porque no me santificaron ante el pueblo de Israel.

Verás la tierra de lejos, pero no entrarás en la tierra que le voy a dar al pueblo de Israel”.

Como vemos, Jehová le recordó a Moisés lo que había pasado antes, en Meribá.

¿Qué efecto tuvo en Moisés que Jehová le recordara lo ocurrido antes en Meribá?

Bueno, recuerden que, después de que Jehová le confirmó a Moisés que no entraría en la Tierra Prometida, lo encontramos entregado a su servicio.

Y el libro de Deuteronomio es, en esencia, un registro de lo que hizo después.

De hecho, en Deuteronomio 32, antes de las palabras de Jehová que acabamos de leer, encontramos una hermosa canción de alabanza que compuso Moisés en honor a Jehová.

Y, después de las palabras de Jehová, ya en el capítulo 33, leemos que Moisés bendice al pueblo.

¿Vieron lo que hizo Moisés?

Para no olvidar la lección, marcó ciertos momentos de su vida, como el de Meribá.

Pero, a pesar de sentirse decepcionado, siguió sirviendo a Jehová.

Es más, se decidió a hacer la voluntad de Jehová con más empeño y entrega.

¿Cómo consiguió hacerlo?

¿Qué lo ayudó?

Pensemos en dos cosas que seguramente lo ayudaron.

La primera: su estrecha amistad con Jehová.

Pensémoslo: ¿por qué se atrevería Moisés a pedirle a Jehová que reconsiderara su decisión sobre él?

Porque, si alguien conocía a Jehová, era Moisés.

Sabía que era “un Dios misericordioso y compasivo”, que estaba “lleno de amor leal”.

Y, cuando Jehová le dijo que no entraría en la Tierra Prometida, Moisés no dijo una sola palabra.

¿Por qué?

Porque también sabía que todo lo que Jehová hace es absolutamente perfecto y que “todos sus caminos son justos”.

De esto aprendemos que, cuanto mejor conozcamos a Jehová, más fácil se nos hará dejarnos guiar por él y ver qué lecciones quiere enseñarnos.

Y, como en el caso de Moisés, las decepciones nos afectarán menos.

Entonces podremos seguir sirviendo a Jehová lealmente y con alegría.

Y otra cosa que pudo haber ayudado a Moisés fue el ejemplo de Job.

Moisés escribió el libro de Job alrededor del 1473 antes de nuestra era, en la misma época en que tuvieron lugar los sucesos de Meribá de Cadés.

Aquellas palabras seguían frescas en su mente.

Moisés sabía muy bien cómo había tratado Jehová a Job.

Por ejemplo, en el capítulo 38, versículo 3, Jehová le dijo a Job: “Prepárate [...] y actúa como un hombre: voy a interrogarte”.

Moisés sabía cómo había respondido Job, tanto a sus pruebas como a la corrección de Jehová.

Por citar un caso: en Job 40:4, Job le dice a Jehová: “Me tapo la boca con la mano”.

Y Moisés conocía muy bien el desenlace de la historia de Job.

Así que Moisés fue capaz de entender que defender la soberanía de Jehová era algo mucho más importante que sus propios problemas en la vida, mucho más importante que sus decepciones.

Así que lean la Biblia y aprendan de ella todo lo que puedan.

Dediquen tiempo a reflexionar en las historias de fieles siervos de Jehová, como Job y como Moisés.

Les ayudará a concentrarse en lo más importante y a seguir adelante con alegría.

Queridos hermanos y hermanas, la realidad es que todos los siervos de Jehová nos llevaremos algunas decepciones.

Habrá quien nos trate de manera injusta alguna vez.

Habrá sueños o expectativas que no se cumplan u ocasiones en las que, francamente, nos equivoquemos.

Hermanos, recuerden esos sucesos en su vida, márquenlos.

Y, siempre que Jehová les enseñe una lección, como a Moisés, agradézcanlo.

Jamás permitan que las decepciones los detengan.

Igual que Moisés, concéntrense en lo que Jehová espera que hagan.

Aprovechen las cosas que viven, las cosas que aprenden, para seguir sirviendo a Jehová con lealtad y con alegría.

Lo conseguirán si marcan su Meribá.

Ya entendemos lo que quisiste decir con ese título de “Marquen su Meribá”.

Y, hablando de “marcar”, ahora escucharemos a Mark Noumair, otro instructor de Galaad, con el discurso titulado: “Cada vez con más fuerza”.

Adelante, hermano Noumair.

Hoy, para mí es un honor dirigir unas palabras a este grupo tan especial.

Llegar hasta aquí no fue nada fácil para ustedes.

Pero en este momento me gustaría concentrarme en lo que ocurrió desde que recibieron su invitación para Galaad hasta que comenzaron su primer día de clase.

Debido a la pandemia, tuvieron que recorrer un camino muy difícil, por el que ninguna otra clase de Galaad había pasado antes.

En el camino, han hecho muchas oraciones y derramado algunas lágrimas.

Pero estamos orgullosos de ustedes porque, en vez de desanimarse, se han hecho más fuertes.

Su camino puede compararse al camino que recorrió un levita, el levita que escribió el Salmo 84.

Vamos a abrir nuestra Biblia en el Salmo 84.

Vamos a leer sobre lo que iba pensando este levita mientras iba de camino de su casa al templo.

Salmo 84.

Al ir leyendo, vamos a aprender qué significa encontrar fuerzas en Jehová y cómo podemos seguir adelante “cada vez con más fuerza”.

Empecemos en el versículo 5: “Felices los hombres que encuentran su fuerza en ti”.

Pero ¿qué significa esto?

Para encontrar fuerza, tienes que estar buscándola.

Así que buscamos nuestra fuerza en Jehová.

Pero ¿cómo hacemos eso?

Orando a Jehová y centrándonos en él.

Cuando oramos, pedimos a Jehová que nos dé espíritu santo, y esperamos a ver cómo nos da las fuerzas.

A veces, puede que solo tengamos fuerzas para arrancar, para emprender el camino.

Quizás se sintieron así cuando se les invitó a venir a Galaad.

Pero, a medida que uno va avanzando, se siente cada vez más fuerte, si conserva la actitud correcta.

¿Y cuál es la actitud correcta?

Sigamos leyendo, en el versículo 6 esta vez.

“Cuando cruzan el valle de Bacá, lo convierten en una zona de manantiales, y las primeras lluvias lo cubren de bendiciones”.

Había muchos caminos para llegar a la ciudad de Jerusalén, pero aquí el salmista habla del que cruzaba el valle de Bacá, que no era precisamente el más bonito.

El valle de Bacá era una zona desierta, árida y desolada.

De hecho, “Bacá” se deriva de una palabra hebrea que significa “llorar”.

Parece que en aquel valle había una planta del mismo nombre que soltaba unas gotas de resina parecidas a lágrimas, y eso contribuía a aquel escenario deprimente.

Y puede que algunos literalmente derramaran lágrimas mientras iban de camino a Jerusalén.

Pero ¿notaron?

¿Notaron lo que este levita era capaz de hacer cuando cruzaba el valle de Bacá?

Como ya leímos, en el versículo 6 se dice que “lo convierten en una zona de manantiales, y las primeras lluvias lo cubren de bendiciones”.

Como vemos, este levita se sentía tan feliz por la oportunidad de servir a Jehová en el templo que hasta ese camino del valle de Bacá, tan desolado y desértico, le parecía algo bonito.

Como este levita miraba aquel lugar con los ojos de la fe, para él se convertía en una zona de manantiales.

Pero ¿cómo era eso posible?

Bueno, recuerdo lo que en una ocasión me dijo un hermano que tenía que hacer para ir a ver a su novia.

Tenía que tomar autobuses sucios, abrirse paso en el metro y caminar por calles muy feas.

Pero a él todo aquel trayecto le parecía muy bonito porque sabía que al final se encontraría con su amada.

De igual modo, el levita del Salmo 84 no se centraba en las dificultades del camino, sino en las bendiciones que le esperaban.

Se sentía muy feliz solo de pensar que iba a poder servir a Jehová en el templo.

Por eso, el camino del valle de Bacá le parecía hermoso.

Y es que ese camino lo llevaba al lugar donde más quería estar.

Y, como se centraba en eso, fíjense en lo que pasaba.

Leamos el versículo 7: “Caminarán cada vez con más fuerza; cada uno de ellos se presenta delante de Dios en Sion”.

¿Y qué significa “cada vez con más fuerza”?

Puede que el levita iniciara su camino débil, agobiado por sus problemas, pero sus ganas de adorar a Jehová le daban las fuerzas para seguir adelante.

Estaba convencido de que Jehová valoraría su servicio y bendeciría todos sus esfuerzos.

Pensar en eso le daba las fuerzas para emprender su camino.

Pero ¿qué pasaba cuando por fin llegaba al templo?

La alegría de presentarse ante Jehová, el sentir que tenía su aprobación, que tenía su bendición, lo hacía servir cada vez con más energía.

Lo motivaba a seguir sirviendo a Jehová “cada vez con más fuerza”, tal como hemos leído.

En otras palabras, al final del camino, el levita era una persona más fuerte que al principio.

¿Y qué hay de ustedes?

Su recorrido hasta Galaad no fue nada fácil.

No les tocó la ruta más bonita.

Pero, con la fuerza de Jehová, fueron capaces de ver más allá de la cuarentena, más allá del confinamiento.

No se centraron en que la clase tuvo que posponerse.

Vieron más allá de ese camino árido del valle de Bacá.

Vieron cómo Jehová estaba bendiciendo a su pueblo.

Fueron testigos de cómo el Cuerpo Gobernante, el esclavo fiel, dio instrucciones prudentes a toda la hermandad.

Ustedes lo vieron.

Puede que llegaran a estas instalaciones preocupados por algo.

Pero, después de caminar por el valle de Bacá, por decirlo así, y con la ayuda de Jehová, cobraron nuevas fuerzas y se presentaron ante él para que los moldeara y capacitara mediante su organización.

Entonces, llegó el día en que se anunció que la escuela comenzaría en agosto.

Y recuerdo perfectamente el día, el primer día que entraron al salón de clases.

Se sentaron en sus lugares, vieron sus carpetas, las abrieron y pusieron su Biblia en el escritorio.

Y, cuando levantaron la mirada, sus ojos decían: “¡Por fin lo logré!

¡Por fin estoy aquí!”.

Y comenzaron las clases.

Es digno de notar que ni uno solo de ustedes se perdió una sola clase, ¡ni una sola clase!, gracias a la ayuda de Jehová.

Estuvieron en clase todos los días.

No dejaron pasar ni una sola oportunidad de aprender.

Se merecen una sincera felicitación.

Por favor, no olviden lo que aprendieron en clase.

Sabemos que no lo harán.

Pero tampoco olviden lo que aprendieron antes de las clases.

Al cumplir con cualquier asignación, vean más allá de los desafíos; vean más allá de las decepciones, más allá de las lágrimas.

Si convierten su valle de Bacá en un manantial, serán cada vez más fuertes.

¿Qué los ayudará a hacer esto?

La oración.

Cuando oren, pídanle a Jehová la ayuda del espíritu santo y céntrense en él.

Recuerden: su objetivo final no es recibir cierta asignación.

Su asignación es simplemente el medio para alcanzar su verdadero objetivo: conservar la bendición de Jehová.

Si nunca pierden eso de vista, Jehová los ayudará a ver cualquier desafío con el que se enfrenten desde la perspectiva correcta.

El desierto se convertirá en manantiales.

Sus lágrimas ahora serán de alegría y verán que Jehová los ayuda a caminar cada vez con más fuerza.

Verán que les da las fuerzas para emprender su camino y para continuar andando en él.

Jehová los ayudará a atravesar cualquier valle de lágrimas y a estar preparados para cualquier asignación que reciban.

Sin duda, estarán mejor preparados para presentarse ante Jehová y obtener su bendición.

En conclusión, no le tengan miedo al valle de Bacá.

Como dice un dicho: “Ningún mar en calma hizo experto a un marinero”.

Así que no se vayan por el camino fácil.

Si pasan por el valle de Bacá, experimentarán algo único: se sentirán cada vez más cerca de Jehová y caminarán cada vez con más fuerza.

¡Qué animadores discursos!

Pronto, las partes 2 y 3 de esta graduación estarán disponibles en jw.org.

Seguro que todos desean ver la graduación completa.

Antes de terminar, visitemos Irlanda.

Se la conoce como la Isla Esmeralda porque su territorio está cubierto por una manta de distintos tonos de verde.

Desde los acantilados de Moher, y por el paso de Healy, la isla se extiende hacia el norte hasta los montes de Mourne.

Las colinas y los valles de Irlanda están moteados por el blanco de las ovejas que pastan en ellos.

Pero fue por otra clase de ovejas por las que el hermano Russell visitó Irlanda en 1891.

Fue su primera parada en Europa, y visitó este lugar unas 7 veces en 20 años.

¡Solía ser bien recibido!

Hoy, en Irlanda la gente sigue buscando la verdad.

Respetando las medidas de seguridad durante la pandemia de COVID-19, algunas personas que aman a Jehová se han dedicado a él y se han bautizado.

Nuestros hermanos siguen esforzándose por anunciar las buenas noticias del Reino, y no solo en inglés, sino también en irlandés.

De los millones de habitantes de Irlanda, un porcentaje relativamente bajo son hablantes nativos de irlandés.

Suelen vivir en comunidades muy unidas donde se valora la cultura tradicional.

A pesar de las dificultades actuales, nuestros hermanos siguen predicando con éxito.

Y el pregrupo de habla irlandesa de Castlebar no es la excepción.

Todos participaron con entusiasmo en la campaña mundial de noviembre de 2020.

Uno de los aspectos más emocionantes de la campaña fue la publicación del primer número de La Atalaya en irlandés.

A los niños les enseñan irlandés en la escuela, y les gusta mucho practicarlo en la predicación.

El entusiasmo que demuestran los jóvenes se contagia.

Nuestros hermanos del pregrupo de habla irlandesa de Castlebar nos envían su cariño y saludos.

Desde la central mundial de los testigos de Jehová, esto es JW Broadcasting.



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