Bienvenidos al programa para junio de JW Broadcasting.
Como recordarán, las graduaciones de la Escuela de Galaad ahora se presentan cada seis meses en el programa mensual.
En esta edición, disfrutaremos de la primera parte de la graduación de la clase 144, que se celebró el 10 de marzo de 2018.
Escucharemos interesantes discursos sobre temas bíblicos que nos dejarán mucho en que pensar.
Seguro que serán de su agrado.
En las próximas semanas, encontrarán aquí la segunda y la tercera parte de la graduación.
No se las pierdan.
Tendrán la oportunidad de conocer a algunos estudiantes en la conmovedora sección “De primera mano”.
Pero ahora los invitamos a ver la primera parte de la graduación de la clase 144 de Galaad.
En las pantallas pueden ver una fotografía.
Mírenla bien.
Fíjense en los detalles.
¿Saben cuándo se tomó esa foto?
Les daré una pista: el pasado mes de febrero se cumplieron 75 años.
Esta foto se tomó el primer día de clases de la primera clase de Galaad.
Sí, el mes pasado se cumplieron 75 años del inicio de la Escuela de Galaad.
Ahora bien, el nombre “Galaad” llama la atención, ¿verdad?
¿Saben qué significa?
Si alguien contesta “Majano [o montón] de Testimonio”, es porque ha leído la nota que aparece en la “Traducción del Nuevo Mundo”.
Pero en la Biblia en inglés se ha cambiado el término para aclarar que aquel majano, o señal, no era un conjunto desordenado de piedras.
Para ilustrarlo, en Canadá —de donde soy—, los inviernos son muy fríos, y, para ahorrar, mucha gente usa estufas de leña.
Así que en el exterior de las casas es común ver leños de madera apilados de forma muy ordenada.
Nadie tira los leños uno encima de otro y listo.
Incluso hay quienes, en su afán de que la casa se vea bonita, forman unas torres de leños que parecen verdaderas obras de arte.
En efecto, allí las personas no simplemente amontonan esa madera para el invierno.
Más bien, la apilan, es decir: colocan los leños uno sobre el otro con mucho cuidado.
Y algo parecido pasó con el majano de testimonio.
Pero ¿qué era exactamente ese majano de testimonio?
¿Por qué se lo llamó así originalmente?
¿Qué propósito cumplió?
¿Y qué tiene que ver todo eso con ustedes, que están a punto de graduarse?
Pues mucho.
Es más, tiene que ver con cada uno de nosotros.
Aquel pilar de Galaad entraña una valiosa lección que debemos tomar en cuenta.
Leamos el relato donde se habla de esto.
Está en Génesis, capítulo 31.
Repito: Génesis, capítulo 31.
Pero antes les daré el contexto.
Jacob estaba cansado de que Labán, su suegro, le tomara el pelo.
Y es que, como indican las Escrituras, Labán era un hombre muy tramposo, alguien a quien ninguno de nosotros le compraría un auto usado, por ejemplo.
Así que Jacob se cansó de tanto engaño y tomó a sus esposas y a sus hijos y se los llevó.
Entonces, Labán se fue tras él.
Cuando logró alcanzarlo, hizo un pacto de paz con Jacob.
Leamos a partir del versículo 43.
Estamos en el capítulo 31 de Génesis; el versículo 43 dice: “Entonces, en respuesta Labán dijo a Jacob: ‘Las hijas son mis hijas y los hijos mis hijos, y el rebaño mi rebaño, y todo aquello que estás mirando es mío’”.
¡Aquí se ve la clase de persona que era Labán!
Versículo 44: “‘Y ahora, ven, celebremos un pacto, yo y tú, y tiene que servir de testigo entre yo y tú’.
Por consiguiente, tomó Jacob una piedra y la erigió como columna.
Entonces Jacob dijo a sus hermanos: ‘¡Recojan piedras!’.
Y se pusieron a tomar piedras y a hacer un majano”.
Y ahora fíjense: “Después comieron allí sobre el majano”.
Los expertos dicen que ese majano tuvo que haber sido una estructura pareja, algo que pudiera servir de mesa para poner sobre ella la comida de reconciliación.
Y, luego, quedaría allí como monumento, como un recordatorio visible del pacto que habían hecho Labán y Jacob.
Sigamos leyendo en el versículo 47.
Dice: “Y Labán empezó a llamarlo Jegar-sahadutá, pero Jacob lo llamó Galeed”.
¡Qué bueno que la organización no eligió para la escuela el nombre que usó Labán!
Imagínense: serían graduados de la Escuela Bíblica de Jegar-sahadutá de la Watchtower.
Todo un trabalenguas, ¿verdad?
Pero se eligió Galeed, o Galaad.
Los versículos 48 y 49 dicen: “Y procedió Labán a decir: ‘Este majano es testigo entre yo y tú hoy’.
Por eso lo llamó por nombre Galeed, y La Atalaya”.
Llama la atención que el nombre de la escuela incluya los términos “Galaad” y “Watchtower” (o Atalaya).
Pero ¿cuál era el propósito de aquel pilar de piedras?
El 52 sigue diciendo: “Este majano es testigo, y la columna es algo que da testimonio, de que yo ciertamente no pasaré este majano contra ti y de que tú no pasarás este majano y esta columna contra mí para daño”.
Así que aquel pilar de piedras que Jacob llamó Galaad, ese majano de testimonio, era en realidad un monumento.
Se convertiría en un símbolo de paz y de unidad.
Cada vez que alguien pasara por allí y viera esa señal —ese majano de testimonio—, recordaría la importancia de conservar la unidad.
Sin embargo, la paz entre Labán y Jacob no se dio automáticamente.
Ya leímos el versículo 43.
¿Recuerdan lo que alegó Labán cuando alcanzó a Jacob?
“Las hijas son mis hijas, y los hijos mis hijos, y el rebaño mi rebaño, y todo aquello que estás mirando es mío”.
¡Una clara provocación!
Jacob se había ganado, con el sudor de su frente, todo lo que tenía.
Había trabajado 14 años por sus esposas, y Labán le había cambiado el salario 10 veces.
De modo que Labán no tenía derecho a decir que todo era suyo.
Y Jacob pudo haberse puesto a discutir, pero se mordió la lengua.
¿Por qué?
Por la paz.
Él quería hacer las paces.
Por eso actuó como lo hizo.
De modo que es apropiado que esta escuela se llame Galaad.
Ese nombre nos recuerda que en nuestra organización deben reinar la armonía y la unidad.
Y sin duda Galaad ha contribuido a unificar al pueblo de Dios, gracias a la labor de tantos misioneros enviados hasta los extremos de la Tierra.
Ellos han estado suplicando a las naciones que se reconcilien con Jehová.
También han ayudado a las nuevas sucursales a formar un fuerte vínculo con las oficinas centrales, pues comprenden cómo funciona la sede mundial.
Sí, los misioneros han sido promotores de la paz.
El objetivo de Galaad es fortalecer a las congregaciones, fortalecer a los circuitos, fortalecer a las sucursales y establecer un vínculo inquebrantable entre las sucursales y la sede mundial.
Galaad es fundamental para que todo eso se cumpla.
Somos “un solo rebaño” con “un solo pastor”.
Tengan cuidado: no vayan a lastimar a ninguna ovejita; fomenten la paz.
No será fácil.
A veces, para conservarla, hay que morderse la lengua.
Y ese es un buen consejo tanto para quienes se gradúan hoy como para todos nosotros.
Queremos hacer todo lo posible para que la paz del Reino prevalezca en la organización de Jehová.
Bueno, pensemos de nuevo en la primera clase de Galaad.
Ellos se graduaron el 23 de junio de 1943.
Pero, un momento, si el curso empezó el 1 de febrero y se terminó el 23 de junio, no duró los cinco meses, ¿verdad?
De todas formas, tuvieron una linda graduación.
El primer discursante fue un hermano que formó parte de lo que hoy llamamos el Cuerpo Gobernante, el hermano Van Amburgh.
Pues hoy, en la graduación de la clase 144, el primer discursante también será un miembro del Cuerpo Gobernante.
Se trata del hermano Anthony Morris.
El título de su discurso es “Hagan ruego en todo tiempo”.
Ustedes, los que están por graduarse, saben muy bien que en la Biblia se mencionan varios tipos de oración.
Están las peticiones; le pedimos a Dios que nos dé lo que necesitamos, y las oraciones de agradecimiento, porque tenemos tanto que agradecerle.
Y, como Jehová merece que lo alabemos, también hacemos oraciones para alabarlo.
Sin embargo, hoy me gustaría que grabaran en su mente, sobre todo ahora que van a sus asignaciones, la importancia de hacer ruegos: oraciones intensas, llenas de sentimiento.
Ustedes saben a qué me refiero.
Pero quisiera que vieran por qué es bueno hacer ruegos en todo tiempo.
Piensen en Jesucristo mismo.
Él nos puso el mejor ejemplo.
Aquí en el capítulo 5 de Hebreos podemos darnos cuenta de por qué es un excelente ejemplo a seguir.
Y es que todos debemos tratar de estar a la altura de Cristo, no solo quienes pronto se graduarán.
Estas son palabras que debemos tomar a pecho.
Están en Hebreos, capítulo 5, versículo 7: “En los días de su carne Cristo ofreció ruegos y también peticiones a Aquel que podía salvarlo de la muerte, con fuertes clamores y lágrimas, y fue oído favorablemente por su temor piadoso”.
¿Notaron que la palabra “ruegos” aparece en plural?
Sin duda, él tuvo que haber hecho contantes ruegos durante los tres años y medio que duró su ministerio.
Solo hay que pensar en sus últimos días, sus últimas horas...
las lágrimas...
las súplicas.
Ese es el modelo que nos dejó, y Jehová quiere que lo imitemos, y más ahora que se acerca el fin.
De hecho, Jesús recalcó la importancia de hacer ruegos.
Y todos lo entendemos, pero, con tantas cosas que traemos en la cabeza, se nos olvida.
Fijémonos en el siguiente mandato de Jesús.
Vayamos al capítulo 21 de Lucas.
Quizás ya saben de qué se trata.
Lucas, capítulo 21.
Leeremos el versículo 36, pero antes, en el versículo 34, se nos recuerda que debemos prestar mucha atención para nunca estar “cargados debido a comer con exceso y beber con exceso, y por las inquietudes de la vida”, cosas que pudieran entramparnos.
Y, luego, en el versículo 36, leemos: “Manténganse despiertos, pues, en todo tiempo haciendo ruego para que logren escapar de todas estas cosas que están destinadas a suceder, y estar en pie delante del Hijo del hombre”.
Así lo dijo Jesús: “En todo tiempo haciendo ruego”.
Tampoco significa, por ejemplo, que, si vamos conduciendo, vayamos a detener el auto en medio de la carretera para ponernos a hacer ruegos.
No, lo que quiso decir Jesús es algo así: “¿Quieren que les vaya bien como a mí?
Pues tienen que hacer ruegos en todo tiempo”.
No hay atajos.
No debe pasar un solo día sin que hayamos hecho ruegos.
Y, mientras más cerca estemos del fin, más importante es que lo hagamos.
Todos tenemos que seguir haciendo ruegos, y no por lo que pudiera ocurrir, sino por lo que sin duda va a ocurrir.
Es una realidad.
De seguro, si alguno de nosotros, o de nuestros seres queridos, se enfrenta a un grave problema o a una crisis, va a suplicarle a Dios.
Es natural que sintamos emociones fuertes y que las expresemos en nuestras oraciones, hasta con lágrimas en los ojos.
En esos momentos, solemos poner toda nuestra atención en esa súplica, pues nos abruma el dolor.
Por ejemplo, si nos da una enfermedad que amenaza nuestra vida, le rogamos a Jehová que nos ayude.
Si la vida de uno de nuestros seres queridos corre peligro, hacemos muchas súplicas.
Aunque eso está bien, y es lo que Jehová espera que hagamos, queremos que recuerden, ahora que van a su nueva asignación, que también se espera que hagamos ruegos por otro motivo...
por algo que yo también debo recordar, algo de suma importancia para Jehová.
Es algo muy básico.
Acompáñenme al capítulo 6 de Mateo; Mateo, capítulo 6.
El consejo que nos da Jesús sobre la oración obviamente es aplicable a los ruegos.
En el versículo 9, él dice: “Tienen que orar de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra’”.
Así que tenemos que rogar por el nombre de Jehová.
Este mundo malvado va de mal en peor, como dice la Biblia.
El nombre de Dios y su reputación están bajo ataque todo el tiempo.
La gente hace todo lo contrario de lo que enseña la Biblia.
¡Es terrible!
Por eso, roguémosle a Jehová que termine con esta situación que tanto nos duele.
Eso lo va a conmover.
Y es bueno hacerlo, porque dejamos de centrarnos en nosotros mismos —lo cual es peligroso— y pensamos más en el nombre de Jehová.
Es debido a su nombre y mediante su Reino que Jehová acabará con este mundo y sus problemas.
Así que no lo olviden: ruéguenle a Jehová que limpie su reputación, que traiga su Reino.
Háganlo a menudo, en todo tiempo, por decirlo así.
Antes de terminar, repasemos un salmo muy conocido: el 83.
Por favor, busquen el capítulo 83 del libro de los Salmos.
Esto tiene que ver con rogarle a Jehová que haga su voluntad y que limpie su reputación, o vindique su nombre (recuerden que sí se puede decir así).
Y yo sé que ustedes sienten lo mismo que yo.
¡Ya estoy harto de que pasen tantas cosas malas!
Es cierto que hay que estar al tanto de las noticias, pero, a veces, ya no puedo más.
Claro, no podemos desconectarnos del todo, ¿verdad?
Queremos saber lo que está pasando con nuestros queridos hermanos en otras partes de la Tierra, que tienen tantas dificultades.
Hay muchos asuntos sobre los que podemos rogar, sabiendo que el Reino pondrá fin a toda la maldad.
Pero lo que me gustaría mostrarles del Salmo 83 es lo que se menciona en los primeros 5 versículos.
Aquí se habla de los enemigos de Jehová, esa gente arrogante que lo odia y que persigue a su pueblo.
Son personas perversas, crueles.
Llama mucho la atención que en la segunda parte del versículo 5 se diga que los enemigos de Dios celebraron un pacto contra él.
Sí, las naciones se aliaron contra el pueblo que porta el nombre de Jehová.
¿Qué nos recuerda eso?
La realidad es que seguir rogando a Jehová en todo tiempo nos prepara para la gran tribulación.
Estamos esperando el ataque de una coalición de naciones —el ataque de Gog—.
Algo parecido sucedió en tiempos del salmista.
Pero miren qué bonitos los pensamientos que se expresan a continuación.
Leamos los versículos 17 y 18 del Salmo 83.
Queremos rogarle a Jehová desde nuestro corazón lo siguiente: “Oh, sean avergonzados y perturbados para todo tiempo, y queden corridos y perezcan; para que la gente sepa que tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra”.
¡Ah!
¡Qué súplica tan impactante!
Sin importar lo que enfrenten en el futuro, ustedes, que pronto se graduarán de esta escuela, tendrán éxito si siguen el consejo bíblico de hacer ruegos a Jehová en todo tiempo.
¡Excelente!
Muchísimas gracias, hermano Morris.
Pues bien, en la primera graduación de la Escuela de Galaad, el segundo discursante fue un hermano de mucha experiencia.
Y hoy también escucharemos a alguien de mucha experiencia: el hermano Hermanus van Selm.
Él es ayudante del Comité de Redacción y nos va a presentar un interesante discurso, titulado “Sean instrumentos en la mano de Jehová”.
¿Qué les parece si nos damos un segundo para pensar en nuestra congregación?
Imaginen que Jehová está observando a una hermanita envejecida a quien le ha pasado de todo en la vida y se encuentra sumamente triste.
Ha sufrido tanto que siente que Jehová ya no la quiere.
Entonces, mediante su espíritu, Jehová interviene para que tú te des cuenta de lo que le sucede.
Y, como deseas ayudarla, te preguntas: “¿Qué puedo hacer para que ella se dé cuenta de que Jehová no la ha abandonado, de que le está tendiendo una mano?”.
Para encontrar la respuesta, analizaremos algunos versículos del libro de Rut, que narra la conmovedora historia de Noemí, Rut y Boaz.
Como recordarán, el esposo de Noemí había muerto.
Lamentablemente, sus dos hijos también habían muerto.
Aquellas desgracias hundieron a Noemí en una tristeza tan profunda que llegó a sentir que Jehová la había abandonado.
Fíjense en lo que dijo en Rut, capítulo 1, versículo 13, hacia el final del versículo: “Me es muy amargo el que la mano de Jehová haya salido contra mí”.
Ahora leamos la parte final del versículo 20: “El Todopoderoso me ha hecho muy amarga la situación”.
Y en las últimas palabras del 21 añade: “Es Jehová quien me ha humillado, y el Todopoderoso quien me ha causado calamidad”.
¡Cuánta amargura hay en esas palabras!
Por supuesto, nada de eso era cierto: Jehová no estaba en contra de Noemí ni era la causa de su sufrimiento.
¿Y cómo reaccionó Jehová ante aquellas palabras?
Obviamente, no lanzó fuego desde el cielo para castigarla ni envió a un profeta a reprenderla.
No, más bien, se valió de Rut y de Boaz para tenderle una mano a Noemí y ayudarla con cariño a salir de la tristeza.
En cierto sentido, Rut y Boaz tuvieron el honor de ser un instrumento en la mano de Jehová, es decir, el medio que él utilizó para ayudar a Noemí.
En esta clase tenemos 22 hermanas, que son como Rut, y 27 hermanos, que son como Boaz.
Y en el auditorio hay miles de hermanos que también son como Rut y Boaz.
¿Cómo podemos todos ser instrumentos en la mano de Jehová?
¿Y cómo podemos ayudar a quienes sufren como Noemí a ver la mano de Jehová en su vida?
Daremos respuesta a estas dos preguntas analizando juntos cinco sugerencias que se pueden extraer del libro bíblico de Rut.
Primera sugerencia: tener la motivación correcta.
Puesto que ayudar a los demás no siempre es tan fácil, lo que debe motivarnos es el amor.
Pero tiene que ser un amor muy especial.
¿En qué sentido?
Pues, miren, el amor es más o menos como el café.
¿Como el café? Sí.
Como saben, uno puede ordenar distintos tipos de café, por ejemplo café con leche, con chocolate, capuchino...
¡Mmm!
De manera parecida, hay distintas clases de amor.
Está el amor por la familia, el amor por los hermanos o el amor basado en principios, entre otros.
Pero el amor del que se habla en el libro de Rut es diferente.
¿Saben cuál es?
Veámoslo en el capítulo 1, versículo 8: “Noemí dijo a sus dos nueras: ‘Anden, vuélvanse, cada una a la casa de su madre.
Que Jehová ejerza bondad amorosa para con ustedes, así como ustedes la han ejercido para con los hombres ya muertos y para conmigo’”.
La bondad amorosa, o amor leal, es una clase de amor muy intenso; digamos que es como un expreso doble, uno bien cargadito.
Es un amor que te da fuerzas y te impulsa a adherirte a alguien y ayudarlo hasta que pueda salir de su tristeza.
Ese es el tipo de amor que debemos demostrar a quienes pasan por dificultades.
Segunda sugerencia: no darse por vencido.
La primera reacción de Noemí fue rechazar la ayuda que Rut le ofreció.
Pero, debido al amor leal que sentía por su suegra, Rut no se dio por vencida.
¿Cuál fue el resultado?
El capítulo 1, versículo 18, dice: “Cuando ella [Noemí] llegó a ver que persistía en ir con ella, entonces dejó de hablarle”.
De manera similar, es posible que, al principio, un hermano que tiene problemas rechace nuestra ayuda.
Aun así, el amor leal nos impulsará a permanecer a su lado con la esperanza de que en algún momento acepte que lo ayudemos.
Tercera sugerencia: no ofenderse.
Cuando Noemí y Rut llegaron a Belén, se encontraron con los anteriores vecinos de Noemí.
¿Recuerdan qué les dijo?
Leamos el capítulo 1, versículo 21: “Estaba llena cuando me fui, y con las manos vacías Jehová me ha hecho volver”.
¿Qué notan en esas palabras?
¿Se imaginan lo que sintió Rut al escucharlas?
Ella había hecho enormes sacrificios para ayudar a Noemí: había llorado con ella, la había consolado, la había acompañado durante el largo viaje...
Y ahora Noemí, ahí con Rut a su lado, se atreve a decir: “Con las manos vacías Jehová me ha hecho volver”.
Parece que, cuando dijo eso, no le importó que Rut estuviera presente.
Aquel comentario debió de dolerle mucho a Rut.
Con todo, no abandonó a Noemí.
De manera similar, es posible que alguien que esté luchando con sentimientos de amargura nos trate con falta de consideración, cuando lo único que deseamos es ayudar.
En ese caso, tratemos de no ofendernos; mejor sigamos apoyando al hermano y roguémosle a Jehová que lo ayude a abrir los ojos, a comprender que no lo ha abandonado.
Cuarta sugerencia: dar ayuda práctica.
Rut se dio cuenta de que Noemí estaba tan desanimada que no tenía ganas de hacer nada.
¿Recuerdan qué hizo Rut?
Vayamos al capítulo 2, versículo 2: “Rut [...] dijo a Noemí: ‘Por favor, déjame ir al campo y rebuscar entre las espigas, siguiendo detrás de cualquiera a cuyos ojos halle favor’”.
Nosotros tal vez veamos que algún hermano no tiene las fuerzas para atender sus obligaciones del día a día.
En esos momentos, el amor leal nos impulsará a ayudar a nuestro hermano con cosas específicas, como las labores del hogar.
Quinta sugerencia: recibir ánimo.
Rut necesitaba ánimo desesperadamente, y Jehová utilizó a Boaz para dárselo.
Busquen el capítulo 2, versículo 12, para leer las palabras que Boaz le dirigió a Rut: “Que Jehová recompense tu manera de obrar, y que llegue a haber para ti un salario perfecto procedente de Jehová el Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a buscar refugio”.
Después de haber escuchado tantos comentarios negativos, ¿se imaginan cuánto debió de animar a Rut lo que Boaz le dijo?
En el versículo 13, Rut le responde: “Me has consolado [...;] has hablado de modo tranquilizador a tu sierva”.
Las bondadosas palabras de Boaz fueron justo lo que Rut necesitaba escuchar para recuperar las fuerzas.
Hoy los ancianos pueden imitar el ejemplo de Boaz y fortalecer a los hermanos que se desviven por ayudar a quienes sufren.
Si ponemos en práctica estas cinco sugerencias, podremos ser instrumentos en la mano de Jehová.
¿Y cuál será el resultado?
Veamos lo que pasó en el caso de Noemí.
La Biblia relata que Boaz dio una gran cantidad de alimento a Rut y Noemí.
¿Cómo reaccionó Noemí ante tal muestra de generosidad?
El capítulo 2, versículo 20, dice: “Ante eso, Noemí dijo a su nuera: ‘Bendito sea él de Jehová, que no ha abandonado su bondad amorosa para con los vivos y los muertos’”.
¿Perciben el cambio de actitud en Noemí?
Antes, llena de amargura, había afirmado: “Jehová me ha causado calamidad”.
Pero más tarde pudo reconocer: “Jehová me ha mostrado amor leal”.
Al fin Noemí vio el panorama completo y se dio cuenta de que, cuando Rut decidió quedarse con ella y cuando salió a buscar alimento, en realidad Jehová la usó para ayudarla.
Y Boaz hizo mucho más de lo que se esperaba de él para cuidarlas.
Él también fue un instrumento en la mano de Jehová.
“¡Ah!...
¡Ahora lo entiendo!
—debió de haber pensado Noemí—.
Jehová nunca me ha dejado; ha estado a mi lado todo el tiempo.
Gracias a Rut y a Boaz, he logrado ver claramente la mano de Jehová en mi vida”.
Sin duda, Boaz, Rut y Noemí se alegraron de ver cómo Jehová mejoró las cosas.
En resumen, ¿qué dio las fuerzas a Rut y a Boaz para sacar a Noemí de su tristeza?
El amor leal, ese intenso amor que solemos mostrar, no a la gente en general, sino a nuestros hermanos, sobre todo a los que están sufriendo.
¿Y qué recompensa recibieron Rut y Boaz?
Tuvieron la bendición de ver que Noemí recuperó las fuerzas y volvió a servir a Jehová con alegría.
Nosotros también podemos sentir la satisfacción de ayudar a nuestros hermanos y hermanas que sufren a ver la mano de Jehová en sus vidas y fortalecerse en sentido espiritual.
Por lo tanto, queridos miembros de la clase 144, que son como Rut o como Boaz, esperamos de todo corazón que usen la valiosa capacitación que han recibido en Galaad para que otros vean la mano de Jehová gracias a ustedes.
Eso estuvo mucho mejor que un expreso doble, ¿no creen?
A continuación, un ayudante del Comité de Enseñanza nos presentará un discurso que ha titulado “Sean como una quilla”... qui-lla.
Veamos de qué se trata.
Usted podría estar disfrutando de la vida, sin problemas, como un velero que navega tranquilamente en mar abierto cuando, de repente, podría venirle encima una situación muy difícil, una tormenta, algo que le sacude con fuerza el barco, por así decirlo.
Lo que dijo la revista The Watchtower del 1 de marzo de 1896 es muy cierto, dijo lo siguiente: “La vida sacrificada del cristiano no es fácil, no es como un viaje tranquilo y pacífico en velero.
Puede que disfrutemos de un poco de calma de vez en cuando, pero lo más frecuente serán la lucha y las tormentas”.
Pues, si eso era así hace ciento veintidós años, mucho antes de que naciéramos los que estamos aquí, cuánto más en nuestros tiempos.
La vida en el mundo de Satanás no se parece en nada a un viaje tranquilo en velero.
¿Cómo pueden ustedes, queridos estudiantes, ayudar a otros a aguantar las tormentas por las que pasan hoy y prepararlos para las que vengan?
Siendo como una quilla.
¿En qué sentido?
Una quilla es una aleta estabilizadora muy pesada que se encuentra en la parte inferior de un barco.
Así, cuando fuertes ráfagas de viento soplan contra la vela y la embarcación se inclina hacia un lado, la quilla hace de contrapeso, le da estabilidad y evita que el barco se balancee de un lado a otro, que se incline demasiado y que acabe volcándose.
Los hermanos necesitan ahora, más que nunca, que se les fortalezca.
Necesitan que se les dé estabilidad para hacer frente a las tormentas de la vida, como la ansiedad, los desastres naturales...
y a la bofetada de las olas, como las burlas, la persecución...
Ese es el objetivo principal de la Escuela de Galaad: fortalecer y dar estabilidad a hombres y mujeres cualificados como ustedes, para que ahora ustedes fortalezcan y den estabilidad a la organización de Jehová.
Con la ayuda del espíritu santo, ustedes pueden ser como aquellos cristianos del siglo primero que fueron un socorro fortalecedor y les dieron estabilidad a sus hermanos.
Hay muchos ejemplos.
Veamos uno de ellos en Hechos 18:24; ahí se habla de Apolos, alguien a quien queremos imitar.
Vayamos a Hechos, capítulo 18, y leeremos desde el versículo 24.
Ahí dice: “Ahora bien, cierto judío de nombre Apolos, natural de Alejandría, —y fíjense ahora en lo que dice— varón elocuente, llegó a Éfeso; y estaba bien versado en las Escrituras”.
Había sido instruido oralmente en el camino de Jehová y, como estaba fulgurante con el espíritu, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas acerca de Jesús.
“Pero conocía solamente el bautismo de Juan.
Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga.
Cuando lo oyeron Priscila y Áquila, —¿qué fue lo que hicieron?— lo tomaron consigo y le expusieron con mayor exactitud el camino de Dios”.
Así es, Apolos tenía muy buenas cualidades, cualidades que ustedes también demuestran.
Él tenía sus puntos fuertes, pero, como todos nosotros, también tenía sus puntos débiles.
Sabía que tenía que ser humilde y que necesitaba ayuda, más conocimiento.
Y qué bien que Áquila y Priscila lo ayudaron en eso: lo ayudaron a entender mejor las cosas profundas de Jehová para que hablara con más exactitud.
Además, aquella pareja sólida y madura en sentido espiritual le enseñó lecciones prácticas.
¿Cuáles?
Por ejemplo, a trabajar en equipo, a trabajar en unidad.
También le enseñaron a dar la milla extra cuando ayudara a otros en sentido espiritual y material.
Le enseñaron a ser generoso, hospitalario y, también, que la humildad es imprescindible para ayudar a otros y a estar contentos con el trabajo que Jehová nos asigna.
Ustedes son como Apolos: aceptaron la invitación de venir a Galaad y recibir instrucción para tener un conocimiento más profundo de la Palabra de Dios, la Biblia.
En estos meses han aprendido lecciones muy importantes de esta familia Betel, que los apoya.
Han experimentado lo que es dar la milla extra, ser hospitalarios, generosos, bondadosos y pacientes, y han vivido lo que significa compartir con los demás, y no solo recibir.
Dentro de un rato, van a graduarse y recibirán sus diplomas.
¿Ya está?
¿Se acaba ahí?
¿Ya lo han aprendido todo?
No, claro que no.
Sabemos que Jehová promete que él seguirá instruyéndolos.
De hecho, eso es lo que dice 1 Pedro, capítulo 5, versículo 10.
Ahí, en 1 Pedro 5:10, Jehová promete que “terminará él mismo el entrenamiento de ustedes”.
¿Cómo lo hará?
El versículo sigue diciendo que ese entrenamiento constante “los hará firmes”, “los hará fuertes”.
Así que, igual que una quilla tiene que pesar mucho para mantener el barco estable y derecho, Jehová promete que les dará a ustedes su poderoso espíritu santo para fortalecerlos y estabilizarlos, y para que ayuden a los demás a hacer lo mismo, a estar firmes.
Apolos fue humilde y aceptó la ayuda que le dieron y, gracias a eso, Jehová y su organización pudieron usarlo mucho.
¿Cómo ayudó a las congregaciones de su día?
Vayamos a Hechos 18:27.
Ahí, en Hechos 18:27, vemos que no se dice simplemente que Apolos ayudara a los hermanos de la congregación de Acaya, ahí dice que los ayudó mucho.
O como lo vierte otra traducción, “los fortaleció mucho”.
Así que aprovechó bien el entrenamiento que había recibido y lo puso en práctica.
De hecho, si vamos al versículo siguiente, el 28, vemos que fue un auténtico ejemplo de entusiasmo en la predicación.
Usó las Escrituras que tenía a su disposición para demostrar lo que predicaba.
¿Y cómo hablaba?
El versículo 28 dice que lo hacía “con intensidad”.
Así que podríamos decir que Apolos era una quilla con mucho entusiasmo.
Tenemos muchas ganas de ver cómo ayudarán a otros hermanos cuando lleguen a sus asignaciones, aprovechando la formación que recibieron en Galaad.
Háganlo “con intensidad”.
Cuando vemos un velero, ¿qué es lo primero en lo que uno se fija?
¿Verdad que es en la vela?
¿Por qué?
Porque es lo que más se ve, lo que más llama la atención.
Sin embargo, la quilla no se ve, porque está bajo el agua, en la parte de abajo del barco, pero está ahí, cumpliendo su objetivo, manteniendo el barco derecho y estable.
Bueno, ¿verdad que no nos imaginamos a Apolos pensando: “Sé que mi comisión de apoyar a los hermanos y darles estabilidad, como hace una quilla, es importante, pero creo que no están aprovechando todo mi potencial.
Todo lo bueno que hago pasa desapercibido.
Ya sé que no soy un apóstol y que no me van a usar para escribir cartas inspiradas, aunque, la verdad, sé que lo haría muy bien.
Ojalá que me dieran un puesto más importante, que se viera más, como una vela.
Si fuera una vela, todo el mundo podría verme y admirarme.
Todos podrían escucharme y darse cuenta de lo elocuente que soy”?
Bueno, es absurdo, ¿verdad?
Sabemos que él no pensó eso y que nunca trató así a los demás.
La Biblia habla poco de Apolos, pero por lo que dice de él, sabemos que la cualidad que más lo definía era la humildad.
Siempre estuvo dispuesto a ir adonde lo enviaran y a hacer humildemente lo que le pidieran.
Nunca dejó que sus puntos fuertes se convirtieran en debilidades.
Ustedes, estudiantes de Galaad, también harán muchas cosas que nadie verá.
Pero saben que Jehová lo ve todo y él se dará cuenta de los esfuerzos que hagan por estabilizar a sus valiosas ovejas.
Todos ustedes tienen habilidades, muchos puntos fuertes, pero su humildad debe brillar más que cualquier punto fuerte o don que tengan.
No dejen nunca que sus habilidades se conviertan en sus debilidades.
Y recuerden esto: si tienen muchas habilidades, pero no son humildes, de poco servirán, pero, si además de tener habilidades, son humildes, serán muy útiles, como esa quilla estabilizadora.
Sin duda, a lo largo de los años, ustedes también tuvieron amigos que fueron como una quilla, que les dieron estabilidad y equilibrio cuando más lo necesitaban.
Al pasar por momentos difíciles, por tormentas, ellos estuvieron a su lado.
¿Quién fue su Apolos?
¿Quién fue su Áquila, su Priscila?
Recuerden todo lo que hicieron por ustedes y no olviden que ahora pueden ser como ellos y ayudar a los demás.
Ellos les dieron estabilidad, fueron como la quilla del barco.
Así que ahora es su turno.
Usen la preparación que han recibido en Galaad para ayudar todo lo que puedan a los hermanos.
Denles su cariño, sean un apoyo para ellos, fortalézcanlos, denles estabilidad.
Sean como una quilla.
Por cierto, se me olvidó decirles que el hermano que acaba de hablar es Ron Curzan, por si no lo conocían.
Gracias por esa instructiva clase de navegación espiritual.
Bueno, en aquella graduación de 1943, cuatro instructores de Galaad dirigieron un discurso final a los estudiantes.
A continuación, tres instructores de la clase —me refiero a la clase de ahora, claro— van a hacer lo mismo en esta graduación.
Primero escucharemos al hermano Jim Cauthon.
El discurso que ha preparado se titula “No se olviden de pausar y reiniciar”.
Hay dos cosas que yo sé de ustedes y dos cosas que ustedes saben de mí.
La primera es que todos queremos servir a Jehová de un modo que él apruebe.
La segunda es que queremos ser felices.
¿Verdad que sí?
Bueno, el primer punto no tiene ninguna complicación porque ustedes ya han pasado cinco meses estudiando, ya han analizado la Biblia y saben lo que Jehová espera, lo que quiere.
Ahora están preparados para hacerlo.
Pero el segundo punto puede ser un poco más complejo.
¿Por qué lo digo?
La felicidad a veces es ilógica.
Todos conocemos personas que tienen lo que hace falta para ser felices, pero no lo son.
Por otra parte, conocemos personas que tienen muchos, muchísimos problemas, pero parece que irradian felicidad.
Eso nos muestra que la felicidad no depende de las cosas, de las circunstancias ni de las personas.
¿Por qué no?
Porque la verdadera felicidad no es una meta, es un resultado.
Pero ¿un resultado de qué?
La respuesta se escribió hace mucho tiempo.
Abran sus biblias, por favor, en Deuteronomio, capítulo 16.
Jehová quería que los israelitas celebraran tres fiestas anuales, y aquí se habla de una de ellas.
En el versículo 15, él les dijo lo siguiente: “Siete días celebrarás la fiesta a Jehová tu Dios en el lugar que Jehová escoja, porque Jehová tu Dios te bendecirá en todo tu producto y en todo hecho de tu mano, y nada sino gozoso tendrás que llegar a estar”.
¿Notamos lo que Jehová dijo allí?
“Gozoso tendrás que llegar a estar”.
Como vemos, adorar a Jehová con gozo no era un asunto opcional.
Él esperaba que fuera parte de su adoración.
¿Por qué?
Porque los seres humanos imperfectos tenemos la tendencia a dejar de valorar las cosas que son parte de la rutina, aunque sean una muestra del cuidado amoroso de Jehová.
¿Y por qué estaban tan gozosos los que celebraban estas fiestas?
Bueno, cada fiesta era una oportunidad para que los israelitas dejaran de hacer lo que estaban haciendo, en otras palabras, para que pausaran y fueran a Jerusalén con el propósito de reflexionar en las bendiciones que habían recibido y que estaban recibiendo de Jehová.
Era como darle al botón de reinicio.
¿Qué efecto tenía en los israelitas el que ellos pausaran y reiniciaran?
En una palabra:
gratitud.
¿Saben lo que pasa cuando uno siente gratitud?
Que uno se siente feliz.
¿Recuerdan las palabras de Jehová: “Nada sino gozoso tendrás que llegar a estar”?
Jehová sabe que la felicidad es un resultado de la gratitud.
¿Cómo nos ayuda hoy en día este ejemplo del pasado?
Bueno, la vida en este viejo sistema está llena de dificultades.
A ustedes les esperan desafíos, incertidumbres, “el tiempo y el suceso imprevisto”.
En realidad, todos nos enfrentamos a eso.
Y Jehová lo sabe, pero también sabe que es precisamente en momentos de crisis cuando más nos ayuda ser agradecidos.
La gratitud nos recuerda que nuestro Creador nos quiere y que le importamos.
Nos recuerda que Dios es bueno con nosotros hasta cuando pasamos por los peores momentos de la vida.
La gratitud no elimina el sufrimiento, pero puede sanar.
La gratitud no acaba con la angustia, pero tiene el poder de infundir esperanza.
La gratitud anula la actitud negativa.
“El gozo de Jehová” puede ser nuestra “plaza fuerte”.
Pero depende de nosotros.
Porque la gratitud es más que un simple sentimiento, hermanos; es un modo de pensar, es una actitud, algo que elegimos.
¿Por qué es algo que elegimos?
Porque podemos tomar la decisión de enfocarnos en las bendiciones en vez de en las adversidades.
A Jehová se le llama el “Dios feliz”, y él nos da la receta para que seamos felices también.
Parte de esa receta se encuentra en el Salmo 143.
Veamos lo que dice, en Salmo 143:5.
Allí David escribió: “He recordado días de mucho tiempo atrás; he meditado en toda tu actividad; de buena gana me mantuve intensamente interesado en la obra de tus propias manos”.
¿Cuál es el punto?
El salmista nos dice que de vez en cuando necesitamos detenernos y darle al botón de pausa.
Tenemos que dedicar tiempo a observar lo que nos rodea.
Jehová ha llenado el mundo de pequeños detalles, de pequeñas gemas, que cada día nos recuerdan su bondad, su poder, pero sobre todo, el amor que siente por nosotros.
Lo único que tenemos que hacer es apartar tiempo para fijarnos en ellas.
Estamos rodeados de la bondad de Dios.
Así que pausemos de vez en cuando.
Detengámonos para valorar lo que Dios nos da cada día.
Admiremos la abundancia y la diversidad de la vida.
Meditemos y reflexionemos en todas las obras del Dios verdadero.
Llenémonos de la grandeza del universo en una noche estrellada.
No hay un amanecer idéntico a otro ni un atardecer que sea igual a otro.
Miremos arriba, a las nubes.
Observaremos que están en constante cambio.
Nunca habremos visto nada exactamente igual ni lo volveremos a ver.
Lo que sintamos será un placer para el alma.
Como ese botón de reinicio.
Los ojos solo ven imágenes, los oídos solo oyen sonidos, pero un corazón lleno de gratitud capta el sentido.
Percibimos que Jehová creó todas esas cosas y nos las dio como un regalo.
Quería que cada día fuera un regalo muy especial, único.
¿Por qué razón?
Para que la vida sin fin no fuera solo especial, sino asombrosa, magnífica, una fuente de felicidad constante.
Conectar con la creación de Jehová nos ayuda a deshacernos de la ansiedad.
Dirige nuestra atención a algo seguro, permanente, a algo más que nosotros.
Nos ayuda a aceptar las incertidumbres de la vida al darnos la seguridad
de que formamos parte de algo más grande, algo eterno, sumamente importante e inmenso.
Así es, somos parte del propósito de Dios.
La gratitud es importante no solo porque nos ayuda a sentirnos bien, sino porque nos motiva a hacer el bien.
Un espíritu agradecido nos ayudará a amar más, a perdonar más, a tener más empatía y a ser más considerados.
La gratitud es un terreno fértil en el que florece la felicidad.
Abramos el corazón para percibir las bendiciones que nos rodean.
Expresemos nuestra gratitud, que fluya desde nuestro interior hacia los demás.
Así, nada sino gozosos llegaremos a estar.
Y ese gozo se notará en nuestra sonrisa, en la mirada, en los gestos, en nuestras palabras.
¿Por qué?
Porque la gratitud es la capacidad de ver la vida no como una prueba, sino como un regalo.
Trazará el camino en nuestra relación con los demás: en la familia, en el matrimonio, en el trabajo y hasta en el ministerio.
Hará que seamos una influencia positiva en la vida de quienes nos rodean.
Nos liberará de las cadenas de creernos el centro del universo y reemplazará el espíritu de crítica con sentimientos de agradecimiento.
De modo que adquiramos la costumbre de pausar y reflexionar en lo que Jehová nos ha dado.
Dejemos descansar a los aparatos electrónicos.
Salgamos a caminar al aire libre no solo para ver el paisaje, sino para pausar y percibir, para contar todas las bendiciones que recibimos cada día.
Si lo hacemos, será más fácil enfrentarnos a las pruebas y el estrés de la vida.
Con cada pensamiento de gratitud estaremos un paso más cerca de alcanzar la paz mental, la paz interior.
Así que no lo olviden: hay que pausar y reflexionar.
La verdad es que eso nos hacía falta a todos.
Muchas gracias por esta impactante presentación.
El segundo instructor que escucharemos es el hermano Mark Noumair.
Él nos hablará sobre “El legado ignorado”.
Legado.
Esta palabra se refiere a algo de valor que uno deja o transmite a los que vienen después.
Ahora bien, ¿puede alguien transmitirles algo de valor a las generaciones futuras si nadie lo conoce?
¿Puede alguien influir en otros si tiene un trabajo que los demás no ven?
Sí. Los quenitas lo hicieron.
A ellos no se les menciona junto a la “nube de testigos” que aparece en Hebreos, capítulo 11.
Pero el valor de su fe, su legado, es digno de reflexión.
Ellos nunca fueron el foco de atención.
Sin embargo, a los ojos de Jehová, son muy valiosos, y él nunca los olvidará.
Excavemos un poco para desenterrar el legado de los quenitas.
Queremos que ustedes aprendan de ellos lecciones valiosas, lecciones que les servirán para analizar sus corazones, sus motivos.
El primer quenita que se menciona en la Biblia es Jetró, el suegro de Moisés.
Fíjense en lo que dijo cuando se enteró de que Jehová había liberado a los israelitas de Egipto.
Se encuentra aquí, en Éxodo 18:11.
Dice: “Ahora sí sé que Jehová es mayor que todos los demás dioses, en virtud de este asunto en que aquellos obraron presuntuosamente contra ellos”.
Esas fueron sus palabras.
Y, ahora, en el versículo 12, se menciona que hizo sacrificios a Jehová.
Este quenita, Jetró, reconoció que, como Jehová dirigía a la nación de Israel, debía ayudar a Moisés.
Jehová estaba usando a Moisés para dirigir a una nación de unos tres millones de personas.
Este trabajo era agotador.
Así que Jetró pensó: “¿Cómo puedo ayudar?”.
Él quería apoyar a Moisés, apoyarlo.
De modo que lo ayudó a encontrar una solución que Jehová aprobara.
Le sugirió que seleccionara del pueblo a hombres capaces y confiables, y que los nombrara a ellos jefes sobre centenas, cincuentenas, decenas, etc.
A ellos, no a mí, a ellos.
Jetró no quería un puesto especial.
Le dio ese consejo a Moisés con el fin de apoyarlo.
¿Por qué?
Para que Moisés pudiera seguir con el trabajo que Jehová le había mandado.
Quería ayudarlo en lo que pudiera.
Vio que Jehová estaba bendiciendo a Moisés y no se puso a criticarlo, diciéndole: “Ni siquiera hablas con fluidez.
¿Quién te crees que eres para dirigir a tres millones de personas?
Si antes eras un pastor y trabajabas para mí”.
No, no hizo eso.
Más bien, pensó: “Quiero ayudar”.
El apoyo de este quenita fue muy valioso tanto para Moisés como para la nación que Jehová había escogido.
Aquí viene la primera lección: al igual que Jetró, busquen maneras de ayudar a los demás desinteresadamente.
No se concentren en alcanzar privilegios.
Los puestos van y vienen, pero su valor ante Jehová no.
Jehová se fija en su servicio fiel, no en los nombramientos.
Así que, en vez de criticar a otros, ayúdenlos.
Ayuden a los hermanos para que les vaya bien en su trabajo.
Dejen que ellos se lleven el reconocimiento.
Sáquense de la cabeza el deseo de obtener una posición y el reconocimiento de otros, porque es un veneno.
Jesús dijo: “Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no es nada”.
De modo que demuéstrense a sí mismos y demuéstrenle a Jehová que lo más importante para ustedes es el Reino, no recibir gloria.
Así era Jetró.
Pero el legado de los quenitas no acaba ahí.
Jetró tenía un hijo, Hobab.
Así que Hobab era el cuñado de Moisés.
Cuando llegó el momento de que los israelitas se dirigieran a la Tierra Prometida, Moisés le pidió algo a Hobab.
Podemos leerlo en Números, capítulo 10, Números 10:31.
Allí, Moisés le dice a Hobab: “Por favor, no nos dejes, porque, a causa de que conoces bien dónde podemos acampar en el desierto, tienes que servirnos de ojos”, es decir, de guía.
¿Lo notaron? Moisés quería que Hobab los acompañara.
¿Por qué?
Bueno, porque él conocía bien el terreno, sabía dónde encontrar agua, dónde había pastos...
Conocía bien la zona.
“Hobab, ven con nosotros; sé nuestros ojos; usa lo que sabes para guiar al pueblo.
Necesitamos tu experiencia”.
Hobab pudo haberse quedado en casa y haber dicho: “Aquí tengo a mi familia, mis amigos, una vida cómoda...
¿Por qué dejarlo todo para irme por ahí con tres millones de personas?
No tengo ni idea de lo que les va a pasar”.
Pero él fue.
Hobab, sin esperar nada a cambio, usó su conocimiento para guiar a la nación en su viaje hacia la Tierra Prometida.
¿Cuál es la lección para ustedes?
Pues una muy importante.
Durante estos cinco meses, han llegado a conocer bien el terreno espiritual de los 66 libros de la Biblia.
Ahora tienen el cuadro completo.
Desde Génesis hasta Revelación, han estudiado lecciones de historia, de geografía, de arqueología...
lección tras lección, día tras día, un examen tras otro.
Usen su experiencia, usen ese conocimiento.
¿Para qué?
Para guiar a otros.
Por ejemplo, si alguien está pasando por una crisis de fe, seguramente le resulte difícil viajar a través de ese terreno desconocido.
Puede ser todo un desafío.
De modo que muéstrenle con la Biblia dónde encontrar agua espiritual, dónde refrescarse, de dónde sacar energías.
Ayúdenlo a viajar por ese terreno.
Es su responsabilidad.
Durante la escuela, han disfrutado de una preciosa vista de la organización de Dios, la han visto desde una perspectiva que muchos nunca tendrán.
Cuando vuelvan a sus asignaciones, se encontrarán con muchos hermanos que jamás tendrán la oportunidad de disfrutar de una experiencia como esta.
Cuéntenles lo que han vivido aquí.
Ayúdenlos a confiar más en la organización de Jehová.
No sean tacaños, no se guarden su conocimiento.
Capaciten a dos hermanos para sean mejores que ustedes.
Ellos capacitarán a otros dos, y estos, a otros dos, y esos, a otros dos...
Si ustedes adoptan esta buena actitud, contribuirán a que nuestra organización esté unida y sea fuerte.
Ese es su deber.
Bien, pues ya hemos hablado de dos generaciones de quenitas que apoyaron lealmente a Jehová y a su pueblo.
Ese fue el comienzo de un legado.
Pero ¿acabaría ahí?
Bueno, vayamos ahora a la época de los reyes.
Primero de las Crónicas 2:55 menciona a otro quenita: Recab.
Recab tenía un hijo llamado Jehonadab.
Jehonadab vivió durante el reinado de Jehú.
Jehová le mandó a este rey que acabara con la adoración a Baal.
Y ahora es cuando Jehonadab entra en escena y se encuentra con Jehú.
Imagínense, él quiere unirse al rey, quiere apoyarlo.
En 2 Reyes 10:15, vemos la conversación que tuvieron: “Jehonadab, ¿estás de mi lado?”.
“Sí, lo estoy”.
“Entonces, súbete al carro”.
Y lo ayudó a subir.
¡Qué bien!
Jehonadab quería apoyar a Jehú.
Consideraba todo un honor demostrar en público que apoyaba con lealtad a Jehú para que cumpliera con la tarea que Jehová le había dado.
“Voy a estar a tu lado”.
Cuando Jehú le dio la mano, Jehonadab se subió al carro.
Y no. No lo hizo a escondidas, iba con la frente en alto.
Estaba orgulloso de apoyar a Jehú.
En realidad, estaba diciéndole: “Jehú, estoy contigo.
Haré cualquier cosa que necesites.
No importa lo que sea, cuentas conmigo”.
Imiten a Jehonadab.
Apoyen lealmente las decisiones de la parte visible de la organización de Dios.
Háganlo hoy, mañana, la próxima semana, el mes siguiente, el año que viene...
el tiempo que haga falta.
Así serán parte de algo muy importante.
Desde un punto de vista humano, los quenitas no hicieron nada sobresaliente; no tenían un linaje real ni patria, no tenían un país.
Así que es muy fácil pasarlos por alto, olvidarlos.
Eran un pueblo poco reconocido, pero no eran invisibles para Jehová.
Él se fijó en aquellos fieles quenitas y en todo lo que habían hecho por su pueblo, y nunca se olvidó de ellos.
Jehová no los olvidó, los amaba.
¿Cómo lo sabemos?
Bueno, 1 Crónicas 2:55 indica que forman parte de la genealogía de Judá.
Se les añadió al final.
Es como si Jehová les hubiera dicho: “Bienvenidos a la familia”.
¡Qué detalle tan bonito!
En 1 de Samuel 15:6, vemos que Jehová los protegió cuando Saúl iba a atacar a los amalequitas.
Saúl les pidió que salieran de Amaleq.
Como habían sido leales, les dijo que se fueran para poder salvarse.
Y Jehová los recompensó.
En los días de Jeremías, Jehová hizo un pacto con los descendientes de Jehonadab, los recabitas, pues, durante décadas, habían mostrado una lealtad inquebrantable.
En Jeremías 35:19, Jehová declaró que siempre habría descendientes de Jehonadab hijo de Recab sirviéndole, nunca dejarían de estar en su presencia.
Jehová respetó la gran lealtad de aquellos recabitas y les prometió que sobrevivirían a la destrucción de Jerusalén que ocurrió en el 607 antes de nuestra era.
“Nunca dejará de haber descendientes de Recab delante de mí”.
Quizás —y repito, quizás— hubiera descendientes de los quenitas en el tiempo de Jesús que llegaran a ser sus discípulos y que ahora estén en el cielo.
No podemos afirmarlo con seguridad, no lo sabemos.
Pero no nos extrañaría.
Esta es una lección muy valiosa para ustedes.
Si se encuentran en un lugar en el que la obra está restringida o en una zona en la que casi nadie sabe la labor que hacen, puede que se sientan solos, sin apoyo.
Pero tengan la seguridad de que Jehová está muy pendiente de su lealtad inquebrantable y la valora mucho.
O puede que, como sucedía con los quenitas, su trabajo pase desapercibido.
A veces pudieran sentir que se les pasa por alto, que no se les valora lo suficiente, que se les ignora.
Pero para Jehová nunca serán invisibles.
Su Padre celestial valora mucho todo lo que hacen y nunca olvidará su fiel servicio, como tampoco olvidó a los quenitas.
El ejemplo de los quenitas nos enseña lo que tenemos que hacer, lo que ustedes y yo tenemos que hacer, si queremos que Jehová nos apruebe.
Es una lección muy valiosa.
¿Y qué tenemos que hacer?
Nada espectacular, solo ser fieles.
No se trata de que otros nos vean, sino de ser firmes y aguantar sin llamar la atención.
Ahora el legado de los quenitas es suyo.
¿Qué harán con él?
Sean como Jetró.
Demuestren que el Reino y los hermanos son más importantes para ustedes que cualquier puesto.
Sean como Hobab.
Usen su experiencia y ayuden a los hermanos a refrescarse y a obtener la energía espiritual que necesitan para escalar terrenos difíciles.
Y sean como Jehonadab.
Apoyen lealmente a Jehová y a su organización; estén dispuestos a hacer cualquier cosa que sea necesaria y durante el tiempo que haga falta.
No importa la asignación.
Imiten a los quenitas.
Así, el legado de este pueblo seguirá vivo gracias a ustedes, y la lealtad que ellos mostraron, aunque ignorada por muchos, siempre será recordada.
Agradecemos mucho esas sabias palabras.
¡Qué programa tan fascinante y fortalecedor!
Antes de concluir, quisiéramos transmitirles los saludos de nuestros hermanos de Bulgaria, un país hermoso —lleno de montañas— en el sureste de Europa.
Mucha gente aún vive de trabajar en sus campos.
Producen su propio vino y cultivan sus propias frutas y verduras.
También preparan conservas y cortan su propia leña antes de que llegue el invierno.
Para finales de 1989, cuando la caída del comunismo sacudió el país, había menos de 50 publicadores en toda Bulgaria.
Pero en 1991 llegaron los primeros misioneros de Galaad, y hoy hay más de 2.500 publicadores.
Conozcamos a los hermanos de Vratsa, una pequeña ciudad en donde las casas se aferran a la empinada falda de la montaña.
Las impresionantes vistas, cascadas y cuevas atraen a muchos turistas.
En la congregación de Vratsa hay 43 publicadores, 5 de los cuales sirven de ancianos.
Cada mes se dan unos 80 cursos bíblicos.
También cuentan con la ayuda de hermanos que han llegado de otros países de Europa.
Tienen 14 precursores regulares, 2 precursores especiales y 2 misioneros.
Hace un par de años, los hermanos de Vratsa podían recibir una multa simplemente por predicar, y algunos incluso fueron acosados por la policía.
Pero, en octubre de 2017, la congregación recibió la buena noticia de que un tribunal local había declarado inconstitucionales dichas restricciones.
Seguiremos orando por nuestros hermanos de Bulgaria, a quienes enviamos nuestro cariño.
Así llegamos al final de nuestro programa; nos despedimos desde los estudios de JW Broadcasting.