Les damos la bienvenida al programa de diciembre de 2019 de JW Broadcasting®.
La Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower comenzó el 1 de febrero de 1943.
Desde entonces, miles de estudiantes se han beneficiado de estudiar la Biblia en profundidad en esta escuela.
Después de meses de intenso estudio, llega el esperado día de la graduación.
En el programa de este mes, veremos la primera parte de la graduación de la clase 147 de Galaad.
Prestemos atención a los animadores discursos dirigidos a los estudiantes que se graduaron el sábado 14 de septiembre de 2019.
Bueno, hoy es un día muy feliz para los que están a punto de graduarse, los estudiantes de la clase 147.
Me gustaría empezar haciéndoles la siguiente pregunta: ¿quieren llegar lejos?
Normalmente, cuando se le pregunta a alguien si quiere llegar lejos —refiriéndose a la preparación académica—, lo que se quiere decir es “¿Vas a ir a la universidad para hacer una carrera?
¿Piensas conseguir un máster o a lo mejor incluso hasta hacer un doctorado?”.
Y podríamos decir que muchos quieren llegar lejos en sus estudios con el único propósito de sentirse realizados, pero no necesariamente de ayudar a otros.
Algunos estudian ciencias puras, que tienen el objetivo de aumentar el conocimiento científico, pero no el de buscar aplicaciones prácticas.
Otros estudian lenguas muertas; y otros, las bacterias o los insectos...
lo que está muy bien, si te gustan los insectos.
Quizá se obtenga más conocimiento, pero no necesariamente ayuda a nadie.
La enseñanza divina es totalmente diferente, porque nos motiva a preguntarnos: “¿Hasta dónde estoy dispuesto a llegar...
no para sentirme realizado, sino para ayudar a otros?”.
Jehová y Jesucristo son el ejemplo perfecto para nosotros.
Acompáñenme y leamos juntos el Salmo 113, veremos el versículo 6, que habla de nuestro maravilloso Dios, Jehová.
Dice: “Él se agacha para observar el cielo y la tierra”.
¿Se imaginan lo alto que está Jehová, lo grande que es?
No importa lo alto o grande que se lo imaginen, se quedan cortos.
De hecho, Jehová es el Dios todopoderoso.
Sin embargo, ¿qué dice el versículo 6?
Que “se agacha”.
Piensen en esto.
Imagínense a un hombre, un hombre muy muy alto que está hablando con un niño muy muy pequeño.
¿Qué hace?
Pues, probablemente se agacha y se apoya sobre una rodilla para ponerse al mismo nivel del niño con el que está hablando.
Y, al hacer esto, ¿cómo se siente el niño?
El niño no tiene miedo, no se siente intimidado por ese hombre tan grande.
Se siente tranquilo.
Piensen en Jehová.
¡Cuánto ha estado dispuesto a hacer para “agacharse” y que nos sintamos queridos, que nos sintamos valorados, que veamos que le importamos!
¡Qué buen ejemplo nos da Jehová!
¡Qué lejos está dispuesto a llegar para que nos sintamos bien con él!
¿Qué podemos decir de Jesús?
¿Hasta dónde estuvo dispuesto a llegar por cada uno de nosotros?
Vayamos a la Biblia, a Filipenses 2.
Filipenses, capítulo 2, dice que Jesús, como ya saben, vino del cielo, que está muy lejos, ¿verdad?
El versículo 5 dice: “Mantengan esta misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús, quien, aunque existía en la forma de Dios, no pensó en quitarle el lugar a Dios y hacerse igual a él.
No, más bien dejó todo lo que tenía”.
¿Y qué hizo?
“Tomó la forma de un esclavo y se convirtió en un ser humano”.
Estuvo dispuesto a llegar lejos.
Y, aunque pensemos que la Tierra es impresionante y maravillosa, ¿alguna vez han visto el cielo?
Eso es lo que Jesús estuvo dispuesto a dejar para venir y estar entre humanos y servirles.
Y, al final, ¿hasta dónde llegó?
Bueno, ¿qué dice el versículo 8?: “Es más, cuando vino como hombre, se humilló y se hizo obediente [fíjense] hasta la muerte, así es, una muerte en un madero de tormento”.
Jesús estuvo dispuesto a ir muy muy lejos para ayudar a la gente.
Bueno, todos ustedes han venido a Galaad.
¿Por qué vinieron?
¿Con qué propósito?
¿Para aumentar el conocimiento que tenían de la Biblia?
¿Fue para hacerse expertos en la historia bíblica?
¿Para conocer en profundidad el griego y el hebreo que se utilizan en las Escrituras?
No.
El objetivo de la Escuela de Galaad es capacitarlos para que fortalezcan y den estabilidad al campo y a las sucursales.
Para eso sirve Galaad.
Pero ¿qué es eso?
¿Qué son el campo y las sucursales?
Personas; personas que necesitan cariño, personas que necesitan que se las organice, personas que necesitan capacitación y ayuda.
Y en Galaad ustedes han aprendido lo que dice Colosenses 4:11, que deben ser “una fuente de gran consuelo”, o como dice la nota “un socorro fortalecedor”, para los demás.
Bien, pues, ahora la pregunta que se les plantea a ustedes es ¿llegarán lejos?
¿Hasta dónde llegarán para ser padres y madres, para ser hermanos y hermanas, de los que lo necesiten?
Hasta ahora no se había necesitado tanto esta clase de ayuda.
Nunca antes había habido tantos hermanos en el mundo sufriendo persecución, y se espera que esto empeore.
En algunos países se están dando niveles de delincuencia nunca vistos.
Los secuestros y la violencia están a la orden del día.
Nuestros hermanos se enfrentan a problemas y situaciones muy difíciles que no habían tenido que afrontar antes.
Necesitan ayuda.
Necesitan que ustedes los fortalezcan y los consuelen.
Ustedes a veces se sentirán abrumados.
Muchas veces se preguntarán: “¿Y ahora qué hago?”.
Y tal vez no sepan exactamente qué hacer.
Puede que en ocasiones, aunque se esfuercen mucho y trabajen muy muy duro, las cosas no salgan como quisieran.
Pero recuerden que los hermanos con los que van a trabajar, a los que intentarán ayudar, son gente muy buena que se esforzará por apoyarlos en su trabajo.
Sobre todo, no olviden que nuestro maravilloso Dios, Jehová, estará ahí para apoyarlos.
Me gustaría contarles algo que me hizo pensar en que esto siempre es así.
Es algo que pasó en las islas Ábaco, en las Bahamas.
Saben que hace una semana el huracán Dorian azotó esa parte del mundo.
Un Comité de Socorro estuvo trabajando muy duro en las Bahamas para evacuar a los hermanos de las islas Ábaco a Nasáu.
Los hermanos habían trabajado muy duro para tener un avión listo esa noche.
Y, aunque las islas estaban prácticamente incomunicadas, enviaron un mensaje por todos los canales posibles para que los hermanos de Ábaco fueran a la pista de aterrizaje.
Pero, mientras cargaban el avión con todos los materiales necesarios, las autoridades les dijeron que no les iban a dar permiso para aterrizar ese día.
Los hermanos lo intentaron todo.
Insistieron, pero las autoridades no quisieron darles permiso.
¿Se imaginan cómo se sintieron?
Alrededor de una hora más tarde, para su sorpresa, se enteraron de que 14 hermanos de las islas Ábaco estaban a punto de aterrizar en Nasáu.
Y se preguntaban: “¿Cómo es posible?”.
Enseguida se preparó el Salón de Asambleas de Nasáu para recibir a los 14 hermanos que habían sido evacuados, y que estaban hambrientos y exhaustos.
En ese momento había una congregación reunida en el Salón de Asambleas.
Los hermanos salieron a recibirlos cantando nuestra nueva canción “Un amor sin final”.
¿Pueden imaginarse ese momento allí en Nasáu?
Claro, todos se preguntaban: “¿Cómo lo consiguieron?”.
Bueno, los hermanos dijeron: “Recibimos el mensaje de que fuéramos a la pista de aterrizaje, así que fuimos.
Llegó un avión, y pensamos que eran los hermanos.
Pero en realidad era una empresa que tenía un avión sobrevolando la isla.
Y, como nos vieron en la pista de aterrizaje, aterrizaron y nos evacuaron”.
Todos estaban llorando.
Los 14 hermanos recibieron el mensaje, siguieron las instrucciones y fueron al punto de encuentro.
El Comité de Socorro dijo: “Jehová se encargó de que los hermanos fueran evacuados”.
¿Verdad que es emocionante?
Así que, cuando ya no puedan hacer más, Jehová intervendrá.
Hagan su parte, que Jehová hará el resto.
Si aman a Jehová y a los hermanos con todo el corazón, ¿hasta dónde llegarán?
Llegarán muy muy lejos.
Y ahora ya estamos deseando escuchar el primer discurso, que lo dará un miembro del Cuerpo Gobernante, el hermano Samuel Herd.
Él nos dará una advertencia muy importante.
Su discurso se titula “¡Cuidado! ‘El conocimiento llena de orgullo’”.
Los estoy viendo...
y a ustedes también.
Pero, por mucho que los mire, hay algo que no puedo ver.
Algo que está en su mente y en su corazón: todo su conocimiento.
Han aprendido muchas cosas durante cinco meses.
Han llenado de información su cerebro, y, gracias a la meditación, esta se ha ido filtrando hasta su corazón.
Quizás piensen que ya es mucho y digan: “No me cabe ni una idea más en la cabeza”.
Pero no es así.
Aún les queda espacio para aprender algo más.
Y eso es justo lo que van a hacer, aunque sientan que ya están a punto de reventar.
¡Pero no lo hagan, por favor!
Hay algo en lo que vale la pena pensar: “El conocimiento llena de orgullo, mientras que el amor edifica”.
Así lo dice Primera a los Corintios, capítulo 8, versículo 1.
Pero, bueno, no tiene por qué ser así, y menos con el conocimiento que viene de Jehová.
Él no nos instruye para que nos volvamos orgullos.
Jehová no les ha enseñado tantas cosas a ustedes para que se crean mejores que sus hermanos y hermanas, quienes no han tenido la oportunidad de aprender todo lo que ustedes han aprendido aquí en Galaad.
No, esa no es la razón por la que ustedes han venido a esta escuela.
Miren, la Biblia nos da un excelente consejo.
¿Cuál es?
Vamos a leerlo.
Abran su Biblia, por favor, y busquen conmigo el capítulo 1 de la Segunda Carta de Pedro.
Vamos a leer los versículos 5 y 6.
Allí dice: “Por esta misma razón, esfuércense al máximo por añadir a su fe virtud; a su virtud, conocimiento; a su conocimiento, autocontrol; a su autocontrol, aguante; a su aguante, devoción a Dios”.
¿Cuál es el consejo?
Que debemos añadir autocontrol a nuestro conocimiento.
No podemos andar por todos lados bombardeando a la gente con todo lo que sabemos.
Sin importar con quién estemos hablando, hay que poner límite a la cantidad de conocimiento que sale de nuestra boca; tenemos que aprender a controlarnos.
Eso también significa que no debemos presumir de lo que sabemos.
Y es que el mérito es de Jehová, no nuestro.
Además, es fácil que otros se sientan un poco intimidados por el amplio conocimiento que tenemos.
Por eso, debemos tener mucho cuidado con lo que decimos y jamás alardear.
Esto me hace recordar una historia, bueno, una fábula, que escuché hace años sobre una pulguita y un elefante.
Cierto día, una pulguita se encontró con un enorme elefante y se subió a su lomo para cruzar por un puente medio destartalado.
Mientras cruzaban, el puente temblaba y parecía que iba a derrumbarse.
Pero no se derrumbó, lograron llegar al otro lado.
Cuando la pulguita se encontró con sus amigos, empezó a presumir de cómo ella y el elefante habían sacudido aquel puente.
Pero, seamos sinceros, ¿quién había hecho temblar el puente?
Ahora dejemos a un lado la fábula por un momento y vayamos a la Biblia.
Y lo que vamos a hacer es que vamos a cambiar la pulguita por un saltamontes, un chapulín.
Busquemos Isaías 40:22.
Miren lo que dice ahí: “Hay alguien que vive por encima del círculo de la tierra, cuyos habitantes parecen saltamontes.
Él extiende los cielos como una gasa fina y los despliega como una tienda en la cual vivir”.
Imaginemos por un momento que nosotros somos los saltamontes de los que se habla aquí.
Claro, según el contexto, Jehová no está hablando de sus siervos, sino de la gente de este mundo que supuestamente sabe mucho, pero que para él son como simples saltamontes.
Es de eso de lo que está hablando.
Pero supongamos que está hablando de nosotros, porque también somos muy pequeños desde su punto de vista.
Igual que una pulguita —o un saltamontes— a lomos de un elefante no mueve ningún puente, nosotros no logramos nada sin la ayuda de Jehová.
Si logramos algo, no es porque seamos muy listos; es por la ayuda que recibimos de Jehová.
Hablemos ahora del apóstol Pablo.
Él nunca presumió de nada, y eso que tenía muchísimo conocimiento.
De hecho, antes de hacerse cristiano, fue educado a los pies de los mejores maestros fariseos.
Desde el punto de vista judío, tenía un currículum impresionante.
Aun así, en sus cartas nunca presumió de lo que sabía.
Veamos un ejemplo: Primera a los Corintios, capítulo 2, versículos 1 a 5.
Notemos que Pablo jamás permitió que el conocimiento se le subiera a la cabeza.
Dice: “Así que, cuando fui adonde estaban ustedes, hermanos, no fui a declararles el secreto sagrado de Dios con palabras elevadas o grandes muestras de sabiduría.
Porque, cuando estuve con ustedes, decidí centrarme solamente en Jesucristo, y en él ejecutado en el madero.
Fui adonde estaban ustedes sintiéndome débil, con temor y mucho temblor.
Y, cuando les hablé y les prediqué el mensaje, no lo hice con las palabras persuasivas de los sabios, sino con una demostración de espíritu y poder para que no pusieran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”.
¡Qué buen ejemplo!
Esforcémonos por imitarlo.
No queremos ser como algunas personas de este mundo que van a esas grandes universidades y salen de allí con un doctorado en Ciencias o en lo que sea y van presumiendo por ahí de lo que saben.
Nosotros no somos así, aunque podríamos serlo si no tenemos cuidado.
La Biblia nos muestra lo que puede lograr la sabiduría humana y lo que no.
Por ejemplo, noten lo que dice Eclesiastés 1:16-18.
Empieza así: “Entonces, dije en mi corazón: ‘Mira, he logrado tener una inmensa sabiduría, más que todos los que estuvieron antes de mí en Jerusalén; mi corazón acumuló mucha sabiduría y conocimiento’.
Me dediqué a conocer la sabiduría, a conocer la locura y a conocer la tontedad, y eso también es perseguir el viento.
Porque mucha sabiduría trae mucha frustración, de modo que el que aumenta su conocimiento aumenta su dolor”.
Así que si algún día empiezan a creerse unos sabelotodo, olvídense de eso, sáquenselo de la cabeza.
Eso no les conviene.
Nunca crean que ya lo saben todo.
Jesús no lo sabe todo, y eso que ha estado aprendiendo de Jehová por miles y miles de años.
Piénsenlo, ¿de cuánto tiempo estamos hablando?
Estamos hablando de muchísimo tiempo.
Es imposible calcularlo.
Recuerden, solo Jehová lo sabe todo y no necesita que nadie le explique nada.
Así nos lo dice la Biblia.
El mismo capítulo que mencionaba los saltamontes, Isaías 40, dice en los versículos 13 y 14: “¿Quién ha medido el espíritu de Jehová, o quién puede ser su consejero y enseñarle?
¿A quién consultó para entender algo, o quién le enseña cuál es el sendero de la justicia o le transmite conocimiento o le muestra el camino del verdadero entendimiento?”.
Piensen en esto: hay que saber lo que hay que saber cuando hay que saberlo.
Parece un trabalenguas o, más bien, un “trabacabezas”.
Lo que quiero decir es que hacen bien en compartir con los demás lo que han aprendido en esta escuela.
No queremos que se vayan de aquí pensando: “Me tengo que callar la boca”.
No, no es así.
La idea es que deben tener cuidado con qué dicen, cuándo lo dicen y a quién se lo dicen.
Ustedes han aprendido muchísimo en esta escuela, pero sean prudentes.
Recuerden lo que el rey Salomón dijo: “Para todo hay un tiempo [...]; un tiempo para quedarse callado y un tiempo para hablar”.
No tratemos de ser el centro de atención.
Dirijamos siempre la atención de la gente a Jehová.
Todos nosotros, hasta los miembros del Cuerpo Gobernante, debemos tener cuidado, porque la gente nos felicita por cosas que en realidad no son mérito nuestro.
Algunos hermanos te abrazan y te dicen: “¡Ay, gracias, hermano del Cuerpo Gobernante!
¡Uuu! ¡Oh! ¡Guau!”.
Cuando, en realidad, ¡nosotros no hemos hecho nada!
Cualquiera en nuestro lugar podría haber hecho lo mismo.
Es el espíritu de Jehová el que está actuando.
Nosotros solo somos instrumentos en las manos de Jehová; es él quien hace las cosas.
Con esto no queremos decir que esté mal que nos den las gracias por nuestro trabajo.
No, no es eso.
Pero tengan cuidado de no darles a los hombres la alabanza que le pertenece a Dios.
Muchas veces, el Cuerpo Gobernante recibe alabanzas que en realidad no merece, que les pertenecen a Jehová y a Jesús.
Pero es difícil acallar los halagos de ocho millones de ovejitas, aunque lo seguiremos intentando.
En conclusión, somos como la pulguita o el saltamontes que va sobre el elefante.
Así que, hermanos, manténganse cerca de Jehová y disfruten del paseo, pero recuerden que todo el mérito es de él.
Muchas gracias, hermano Herd, por darnos estos consejos tan buenos.
Vaya, el día que se me ocurre mencionar los insectos, viene el hermano Herd y habla de insectos.
Al final va a haber que estudiar los insectos.
Bien, a continuación vamos a escuchar a uno de los ayudantes del Cuerpo Gobernante, el hermano Christopher Mavor.
El hermano Mavor nos explicará “Cómo ‘contar nuestros días’”.
¿Verdad que, cuando esperamos con ilusión un evento, contamos los días que quedan?
Seguro que ustedes, los estudiantes, estaban contando los días que les quedaban para graduarse.
Si es así, saben que ya llevan 138 días en la Escuela de Galaad.
Pero, a partir de ahora, ¿qué harán?
¿Deberán seguir contando los días?
Para responder esa pregunta, abran su Biblia en el Salmo 90, que es una oración de Moisés.
Vean lo que le pidió Moisés a Dios en el versículo 12: “Enséñanos a contar nuestros días para que consigamos un corazón sabio”.
Así que la respuesta es: sí.
Tienen que seguir contando sus días.
Pero ¿qué significa eso de “contar los días”?
Y ¿por qué necesitamos que Dios nos enseñe a hacerlo?
Bueno, nosotros le hemos dedicado nuestra vida a Jehová.
Eso significa que debemos asegurarnos de que estamos usando todos nuestros días para servirle y para darle gloria.
Claro, esto no es fácil, porque somos imperfectos.
En el propio Salmo 90, en el versículo 10, Moisés dice que nuestros días son pocos y que están llenos de dificultades.
Por eso necesitamos la guía de Dios para cumplir con nuestra dedicación, para contar nuestros días.
Y Jehová ha prometido ayudarnos.
Veámoslo en Isaías 30:21.
Ahí Jehová nos dice: “Y, en caso de que te desvíes a la derecha o a la izquierda, oirás con tus propios oídos estas palabras detrás de ti: ‘Este es el camino. Anda en él’”.
Es verdad que necesitamos ayuda para cumplir con nuestra dedicación.
Pero Jehová no nos deja solos.
Nos va dirigiendo.
Ahora bien, ¿notaron lo que Dios espera que hagamos?
Cuando él nos dice “este es el camino”, tenemos que andar en él.
La idea está clara.
No da lugar a dudas.
Tenemos que prestar atención a sus instrucciones y actuar.
No podemos tomar nuestra dedicación a la ligera.
Los cristianos, sobre todo los siervos de tiempo completo, llevamos vidas muy ocupadas, con muchísimas cosas que atender.
Muchas veces nos encargan distintas tareas y nos dicen exactamente cómo hacerlas, en qué horario...
No es que tengamos que pensarlo mucho.
Y, si no tenemos cuidado, se nos van las horas y los días trabajando sin darnos cuenta, y se nos olvida por qué hacemos lo que hacemos y para quién lo hacemos.
Nos puede pasar como a este joven que vemos aquí.
Él va en su balsa, disfrutando del paseo.
Pero ¿está pendiente de a dónde va y para qué?
No.
Está ahí sentado, contemplando el paisaje.
Ni siquiera tiene el remo en la mano.
No controla el rumbo, solo se deja llevar.
Pues, en nuestra vida cristiana, dejarnos llevar por la rutina podría ser muy peligroso.
Como dice Eclesiastés 9:11, en cualquier momento nos puede surgir un problema, un imprevisto.
Este joven se va a llevar una gran sorpresa.
De repente, viene una tormenta.
Pierde el control de la balsa y choca contra una roca.
Por dejarse llevar y no estar atento, ha naufragado.
Si nosotros dejamos de contar nuestros días, si no tomamos en serio nuestra dedicación y escuchamos atentamente a Jehová, podría pasarnos algo parecido.
Jesús enseñó que quien dedica su vida a Jehová no puede tomar esa promesa a la ligera.
En Lucas 13:24 leemos que tenemos que esforzarnos al máximo, pero no solo en nuestra asignación, sino en todo aspecto de nuestra vida cristiana.
Tenemos que poner el corazón en todo lo que hacemos por Jehová.
Veamos también el consejo tan bueno que el apóstol Pablo le dio al joven Timoteo.
Seguro que lo recuerdan.
Está en 1 Timoteo 4:7 y dice: “Entrénate con la devoción a Dios como objetivo”.
Esto nos muestra que todos estamos aún en la lucha.
Tenemos que seguir aprendiendo, seguir entrenándonos.
Servirle a Dios con devoción debe ser nuestra meta, y tenemos que esforzarnos por alcanzarla.
No lo vamos a conseguir así porque sí.
Menos mal que Jehová nos ayuda.
Él nos ha dado su Palabra.
También nos ha dado su organización, que nos ayuda a poner en práctica los principios de la Biblia y nos advierte de los peligros.
Es cuestión de que hagamos caso.
Es como si Jehová nos diera el remo y nos dijera: “Úsalo para controlar el rumbo de tu vida”.
La idea es que seamos como este joven.
Agarremos firmemente el remo y usémoslo, aun en los periodos tranquilos de nuestra vida, para asegurarnos de que estamos cumpliendo con todo lo que se espera de un cristiano.
Entonces, cuando nos enfrentemos a tentaciones y dificultades, estaremos listos, con el remo en la mano.
Y Jehová estará ahí para ayudarnos a navegar a través de ese periodo difícil.
No va a ser fácil; tendremos que esforzarnos.
Pero Jehová nos dará lo necesario para hacer frente a la tormenta y para que podamos seguir sirviéndole con devoción.
Jesús nos dejó un ejemplo perfecto.
Todos los días buscaba la guía de Jehová.
No daba por sentado que ya la tenía.
Cuando Jesús vino a la Tierra, sabía que tenía mucho que hacer en muy poco tiempo.
Y sabía que su misión era prácticamente imposible de cumplir, incluso para un hombre perfecto.
Así que para cumplirla se apoyó en Jehová.
Nunca se confió.
A diario le pedía a Jehová que lo ayudara a poner en práctica lo que había aprendido en su Palabra y a seguir las instrucciones que le había dado.
Y, al final de cada día, sabía que todo lo que había hecho —sus grandes obras, su predicación— había sido un milagro de Jehová.
Así lo reconoció en Juan 14:10, cuando dijo: “El Padre, que se mantiene en unión conmigo, está haciendo sus obras”.
Él sabía que contaba con el apoyo de su Padre, pero también se esforzó.
No se confió.
Nosotros podemos tener la misma confianza en Jehová que tuvo Jesús.
Con su ayuda podemos hacer frente a todo, incluso a lo que nos parece imposible.
Veamos, por ejemplo, el caso de un matrimonio que asistió a la clase número 24 de Galaad: Malcolm y Grace Allen.
Su biografía se publicó en “La Atalaya” del 15 de octubre de 2013, y les recomiendo que la lean.
Ellos empezaron el precursorado cuando eran jóvenes y, después de casarse, siguieron de precursores.
Luego sirvieron en la obra de circuito.
Entonces los invitaron a Galaad y, después los asignaron al Betel de Brooklyn.
Ella fue ama de llaves y a él le asignaron grandes responsabilidades.
Les encantaba su trabajo en Betel.
Sin embargo, después de veinticinco años en Betel, su vida cambió de repente, dio un giro.
Los padres de ambos se enfermaron y ya no podían valerse por sí solos.
Así que los Allen tuvieron que dejar Betel y el servicio de tiempo completo para cuidarlos.
Tengan en cuenta que para estas alturas los Allen tenían casi 60 años.
Y, como ambos habían dedicado su vida a servir a Dios, él no tenía un oficio ni experiencia profesional.
Ahora, a esa edad, tendría que empezar a trabajar para mantener a su familia.
Y la hermana Allen tendría que hacerse cargo de los padres.
¡Sí que fue un gran cambio!
Pero ambos agarraron firmemente el remo que Jehová les había dado.
Se apoyaron en Jehová, siguieron su guía en cada paso del camino y pudieron hacer frente a los problemas.
El hermano Allen consiguió un empleo vendiendo seguros y pudo mantener a su familia.
Aunque fueron tiempos difíciles, salieron adelante.
Con el tiempo, sus padres murieron, y ellos pensaron: “Pues tal vez ahora podamos regresar a Betel”.
Pero para entonces ya estaban mayores y delicados de salud.
Así que tuvieron que quedarse en su congregación sirviendo fielmente como publicadores.
¿Cómo se sintieron?
¿Pensaron que habían fracasado?
¿Permitieron que sus circunstancias los amargaran?
Bueno, miren lo que el propio hermano Allen dijo después de reflexionar en todo lo que habían vivido.
Es muy interesante.
Dijo: “La vida puede ser impredecible y problemática, pero Jehová bendice a quienes confían en él y no en su propia capacidad.
Esto es lo que mi esposa y yo hemos comprobado a lo largo de nuestra feliz vida”.
Tuvieron una vida feliz porque la dedicaron al servicio de Dios y se esforzaron por cumplir con su dedicación.
Aprovecharon toda oportunidad para demostrarle a Dios su lealtad y devoción.
Jehová, por su parte, los ayudó vez tras vez de forma milagrosa.
Malcolm y Grace pronto verán otro milagro porque, aunque ambos han muerto, Jehová está contando los días que faltan para devolverles la vida.
Entonces, podrán volver a servir a Jehová con total devoción, y esta vez, por toda la eternidad.
De todo esto aprendemos una valiosa lección: debemos contar nuestros días, aprovecharlos todos para servir a Jehová con devoción.
Por tanto, queridos estudiantes de Galaad, y todos nosotros, sigamos apoyándonos en Jehová, esforzándonos por seguir su guía para poder navegar a través de estos tiempos difíciles.
Tomemos en serio nuestra dedicación.
Podremos estar seguros de que él nos bendecirá.
Sí, nos dará una incontable cantidad de días para servirle en el maravilloso nuevo mundo que pronto vendrá.
Pues, gracias a ti también, hermano Mavor, por tus excelentes consejos.
Ahora tenemos el honor de escuchar a un recién nombrado ayudante del Cuerpo Gobernante, el hermano Leonard Myers, que es ayudante del Comité de Redacción.
Su discurso se titula “Confiaste en mí”.
“Confiaste en mí”.
Puede que estés pensando: “Hermano, si ni te conozco, ¿cómo puedes decir eso?”.
Y es que para poder confiar de verdad en una persona primero hay que conocerla.
Pero el “mí” del título de este discurso no se refiere a un humano, sino a nuestro confiable Dios, Jehová.
Y estas palabras, “confiaste en mí”, se las dirigió Jehová al fiel Ébed-Mélec.
¿Por qué le dijo eso?
¿Qué podemos aprender de su ejemplo?
Busquen conmigo, por favor, el capítulo 38 de Jeremías.
Al analizar el ejemplo de Ébed-Mélec, fíjense en las diferentes maneras en las que confió en Jehová.
Como saben, Ébed-Mélec era un eunuco etíope que trabajaba en la casa del rey Sedequías, y era amigo del profeta Jeremías.
Entonces Jerusalén estaba bajo el asedio de los babilonios.
Jeremías había profetizado muchas veces que sería destruida, y le había dicho al pueblo que se salvaría si se rendía.
Eso no les gustó nada a algunos príncipes que eran consejeros de Sedequías.
Estaban decididos a defender la ciudad a toda costa, y no iban a dejar que Jeremías se interpusiera en su camino.
Si nos fijamos en el versículo 4 del capítulo 38 de Jeremías, vemos que los príncipes fueron adonde Sedequías y acusaron a Jeremías de desmoralizar a los soldados y al pueblo.
Pero Sedequías, en vez de defenderlo, dijo en el versículo 5: “Miren, ahí lo tienen, está en sus manos, porque el rey no puede hacer nada para detenerlos a ustedes”.
Bueno, sabemos lo que pasó después.
Los príncipes metieron a Jeremías en una cisterna llena de fango.
La comida estaba a punto de agotarse en Jerusalén, así que seguramente nadie le iba a llevar comida a Jeremías.
Su muerte era solo cuestión de tiempo.
Entonces aparece Ébed-Mélec.
Cuando se enteró de lo que los príncipes habían hecho, confió en Jehová y fue a ver al rey.
No habló con él en privado ni en secreto, sino en público, en una de las puertas de la ciudad.
Veamos lo que dijo en el versículo 9: “¡Oh, mi señor el rey, lo que esos hombres le han hecho al profeta Jeremías es muy cruel!
Lo han arrojado a la cisterna, y allí se va a morir de hambre, porque ya no queda pan en la ciudad”.
¿Cuál fue el resultado de esta muestra de valor y confianza en Jehová?
En el versículo 10, el rey le contestó: “Llévate de aquí a 30 hombres y saca al profeta Jeremías de la cisterna antes de que se muera”.
Aunque 30 hombres eran más que suficientes para proteger a Ébed-Mélec, puede que él todavía tuviera miedo de lo que los príncipes pudieran hacerle.
Pero su amistad con el profeta y el respeto que le tenía, así como su confianza en Jehová, eran más fuertes que el miedo que pudiera sentir.
Y en los versículos 11 al 13 podemos ver que su misión de rescate fue un éxito.
¿Qué le dio a Ébed-Mélec el valor para hablar con el rey y rescatar a Jeremías?
Su confianza en Jehová.
Y, por haber confiado en él, Jehová lo recompensaría.
Vayamos al capítulo 39 y leamos a partir del versículo 16, parte b.
Fijémonos en las palabras que Jehová le dirige a Ébed-Mélec a través de Jeremías: “Voy a cumplir mis palabras sobre esta ciudad, palabras de calamidad y no de cosas buenas, y ese día las verás cumplirse.
Pero yo te rescataré ese día —afirma Jehová—, y no serás entregado en manos de los hombres que te dan miedo.
Porque sin falta te libraré, y no caerás a espada.
Tu propia vida será tu botín de guerra, porque confiaste en mí”.
Ébed-Mélec no tenía nada que temer.
Como él había valorado la vida de Jeremías, Jehová también valoró la suya y lo mantuvo con vida.
Todo porque, como dice el versículo 18, confió en Jehová.
No sabemos si al final tuvo que irse al destierro a Babilonia y acabó muriendo allí, o si se quedó en la tierra de Judá, la Biblia no lo dice.
Pero sobrevivió, y pudo seguir sirviendo al Dios en quien confiaba.
A partir de aquí, Ébed-Mélec desaparece del relato bíblico, pero no su nombre ni el ejemplo que nos dejó a ti y a mí de confianza en Jehová.
La idea de confiar en Jehová no es nueva para ustedes, estudiantes.
Su confianza en él los ha traído hasta Galaad.
En sus asignaciones, sea que fueran en Betel o en otro lugar, demostraron que confían en Dios.
Su confianza en él también los ayudó durante el curso.
¿Recuerdan cuando le pedían a Jehová que los ayudara con una asignación o con un examen, o, como dijo un graduado, “cuando no te cabe más en el cerebro y querrías días libres para asimilarlo todo”?
¿Lo recuerdan?
Tuvieron que confiar en que Jehová los ayudaría.
Y ahora, cuando miren al futuro, tienen que confiar en que Jehová los ayudará a cumplir con sus asignaciones.
Escuchen estos comentarios de algunos graduados de la última clase de Galaad.
Uno de ellos escribió: “Hemos puesto nuestras vidas en manos de Jehová.
Ahora le oramos con más intensidad y confianza que nunca”.
Otro hermano escribió: “A veces pensaba: ‘¿Y ahora qué hacemos?’.
Entonces recordaba que debíamos dejar el asunto en manos de Jehová, confiando en que él se encargaría de ello o nos haría ver qué dirección tomar”.
Por último, otro hermano escribió: “A veces nos sentíamos abrumados por el nuevo idioma, las responsabilidades, la cultura y cosas así.
Pero confiamos en Jehová y sabemos que esta es su organización, esta es su obra, y las ovejas son suyas.
Si hacemos nuestra parte y trabajamos duro, no hay duda de que él nos ayudará.
No tenemos que depender de nosotros mismos”.
Igual que Ébed-Mélec, confiar en Jehová los ayudará a cumplir con sus asignaciones.
Hay dos campos en los que debemos aumentar nuestra confianza.
1) Confiar en Jehová implica confiar en el poder de su espíritu.
Por ejemplo, confiar en que el espíritu santo los ayudará a tratar con los hermanos.
En sus asignaciones tendrán que trabajar de cerca con ellos.
¿Se presentarán dificultades?
Seguro, porque todos somos imperfectos.
Pero confíen en que el espíritu los ayudará a tener el amor, la paz, la paciencia, la apacibilidad y el autocontrol necesarios en esas situaciones.
2) Confiar en Jehová significa confiar en quienes él confía.
Jehová ha nombrado al “esclavo fiel y prudente” para que dirija la obra del Reino en la Tierra.
Confíen en que es Jehová quien ha nombrado al esclavo; sigan sus instrucciones y su guía.
Estos son dos campos en los que debemos aumentar nuestra confianza en Dios.
Los animamos a confiar en él, en especial cuando se enfrenten a situaciones difíciles.
En esos momentos, recuerden textos bíblicos como los siguientes.
Proverbios 3:5: “Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento”; Salmo 56:3, 4: “Cuando tengo miedo, pongo mi confianza en ti.
En Dios —alabo su palabra—, en Dios pongo mi confianza”, e Isaías 26:3, 4: “Protegerás a los que se apoyan por completo en ti, les darás una paz constante, porque es en ti en quien confían.
Confíen en Jehová para siempre”.
Versículos como estos los ayudarán mucho cuando pasen por momentos complicados.
La confianza en Jehová los ha traído a Galaad, los ha ayudado durante el curso y los ayudará en sus asignaciones.
Como Ébed-Mélec, sigan confiando en Jehová.
¿Saben?, algún día me gustaría conocerlos a todos.
Entonces podremos decir que nos tenemos confianza.
Mientras tanto, sigan confiando en Jehová para que él pueda decir de cada uno de ustedes, queridos estudiantes: “Confiaste en mí”.
Qué buenos consejos, muchísimas gracias, hermano Myers.
Ha llegado el momento de escuchar a uno de los instructores de Galaad.
Seguro que a nuestros estudiantes les interesa mucho escuchar lo que tiene que decir.
El hermano Cauthon desarrollará el tema “Se te sacudirá, pero nunca se te abandonará”.
Felicidades.
Hoy te gradúas de la clase 147 de la Escuela de Galaad.
Este es un día para celebrar y disfrutar.
Y te lo mereces, porque te has esforzado mucho.
Incluso cuando pensaste que ya no podías más, no te rendiste.
Seguiste viniendo a clase; seguiste confiando en Jehová.
Los instructores nos sentimos muy contentos de verlos a todos así de felices y sonrientes.
Y nos gustaría que siguieran sintiéndose así todos los días por el resto de su vida.
Sin embargo, por mucho que lo intentemos, no podemos controlar todo lo que pasa en nuestra vida, ¿verdad?
Tarde o temprano, a todos nos llegan cambios, es inevitable.
Algunos cambios son pequeños.
Pero otros pueden golpear nuestro mundo y sacudirnos.
Y, cuando eso pasa, puede que de pronto sintamos que ya no somos la persona que creíamos ser.
Hasta podemos sentir que nos han quitado nuestra identidad.
Pensemos en Moisés.
Él creció en uno de los lugares más lujosos del mundo de su época, la casa real egipcia.
Los miembros de la casa real vivían en lujosas mansiones a lo largo del río Nilo, que estaban decoradas con piedras preciosas y tenían hermosos jardines y piscinas.
También tenían muchos sirvientes que preparaban magníficos banquetes.
Moisés seguramente comprendía cómo se hicieron algunas de las construcciones más impresionantes que jamás se han visto.
¿Por qué decimos esto?
Porque desde pequeño estudió matemáticas, ciencias, escritura y arquitectura.
Además, es probable que Moisés viera cómo Egipto se convertía en un gran imperio con un ejército poderoso.
Moisés disfrutó de una crianza privilegiada y vivió rodeado de lujos, por lo que sin duda se convirtió en un hombre muy seguro y con autoridad.
Hechos 7:22 dice: “Moisés fue educado en toda la sabiduría de los egipcios.
De hecho, era poderoso en palabras y acciones”.
Así que, cuando mató a un egipcio para ayudar a un hermano hebreo, se veía a sí mismo como un libertador.
Se sentía seguro; se sentía preparado.
Pero no era así.
Ya conocemos la historia.
Moisés huyó a Madián.
Dejó de ser el príncipe favorito y de tener autoridad.
Ahora solo tenía poder sobre algunas ovejas.
La seguridad que sentía en Egipto fue reemplazada por confusión, miedo y sentimientos de pérdida.
Seguro que esa situación sacudió a Moisés.
Muchas veces, las decepciones nos hacen sentir tristes, inseguros e inútiles.
De hecho, podemos sentir que hemos perdido nuestra identidad.
Y es más probable que nos sintamos así si creemos que lo que nos define son nuestras cualidades, nuestras habilidades naturales, lo que los demás piensan de nosotros o, incluso, nuestras asignaciones y responsabilidades.
Pensar así sería como decir: “Soy lo que hago” o “Soy lo que otros piensan de mí”.
Si nos vemos de esta forma equivocada, olvidaremos quiénes somos realmente y, entonces, los cambios nos sacudirán.
Pero ¿indican los cambios que se nos ha abandonado?
Volvamos al caso de Moisés.
¿Lo había escogido Jehová para liberar a los hebreos?
La respuesta es que sí.
Pero ¿era el momento que Jehová había fijado?
La respuesta es que no.
Además Moisés todavía no estaba completamente preparado para cumplir con esa comisión.
Necesitaba que Jehová lo capacitara, pero no conseguiría esa enseñanza en Egipto.
Es cierto que tenía estudios.
Era un hombre seguro y transmitía confianza en sí mismo.
Pero debía aprender a ser más paciente, manso y humilde, y a tener más autocontrol.
Jehová vio que necesitaba desarrollar esas cualidades y sabía exactamente cómo ayudarlo.
Le daría un trabajo modesto: ser pastor en Madián.
Bueno, pasan 40 años, Moisés ve el arbusto en llamas y, para su gran sorpresa, Jehová lo comisiona...
40 años después.
Pensemos en lo que debió sentir Moisés en el momento en el que se dio cuenta de que sí era útil y que todavía era valioso para Jehová.
Todos los días había sentido dolor al pensar en el sufrimiento de sus hermanos hebreos, pero ahora lo que sentía era una gran emoción por lo que Jehová iba a hacer, que seguro sería impresionante.
Así que, como ven, Jehová nunca abandonó a Moisés.
En realidad, Jehová había estado con él en todo momento durante esos 40 años, moldeándolo y preparándolo para una asignación increíble que jamás podría haber imaginado.
Jehová hará lo mismo por ti.
Él ve las cosas a largo plazo.
Ve tu potencial y sabe cómo ayudarte a alcanzarlo.
Y no olvides que el momento que Jehová escoja para hacerlo será el correcto y que debemos ver las cosas como las ve él.
Así que, cuando venga un cambio, recuerda que es solo una escena de la película, no la película entera.
Es solo un capítulo, no el libro completo.
Tal vez no sepas lo que va a pasar a continuación, pero no te preocupes.
Jehová sí lo sabe.
Décadas más tarde, después de que Moisés sacara de Egipto al pueblo de Jehová y lo condujera por el desierto, llegó el momento de que Josué ocupara su lugar.
En Deuteronomio 31:8 leemos lo que Moisés le dijo: “Jehová [...] no te dejará ni te abandonará”.
Estas palabras debieron animarlo mucho.
Así que Moisés nunca olvidó la lección que había aprendido en el pasado.
Había sido sacudido, pero no abandonado.
Y tal vez eso lo motivó a escribir estas otras palabras.
Veamos si las recuerdan: “El que viva en el lugar secreto del Altísimo se hospedará bajo la sombra del Todopoderoso.
Le diré a Jehová: ‘Tú eres mi refugio y mi fortaleza, mi Dios, en quien confío’”.
¿Les suena?
Es el Salmo 91.
Moisés estaba absolutamente convencido de que Jehová siempre había estado con él, en los buenos y en los malos momentos.
Igual que Moisés, vivirás alegrías y algunas decepciones y, tarde o temprano, vendrá un cambio.
Quizá tengas que dejar esa asignación que tanto te gusta y eso te haga sentir muy triste.
Pero tienes dos opciones: aceptar el cambio y avanzar con él o dejar que te derribe.
¿Cómo avanzas con él?
Recordando que tú no eres tus logros; no eres tu asignación; no eres tus privilegios.
Pero sí eres alguien a quien Jehová ama.
Tienes un valioso historial de servicio fiel y te espera un futuro maravilloso.
Si recuerdas eso, aceptarás los cambios con una actitud positiva.
Y puedes hacer algo más: puedes usar lo que has aprendido para ayudar a otros.
De hecho, estar dispuesto a ayudar a los demás incluso cuando sufres una sacudida en tu vida demostrará tu lealtad y madurez.
Haz las cosas pequeñas como si fueran grandes.
Hacer obras pequeñas por los demás demuestra un gran corazón.
Todo es parte de nuestra preparación para la vida en el presente y en el nuevo mundo.
Y también recuerda esto: un cambio de circunstancias rara vez es tan importante como un cambio de actitud.
Así que será tu disposición, no tu posición, lo que hará que Jehová te bendiga.
En conclusión: sí, los cambios vendrán.
El mundo cambia; las circunstancias cambian; nosotros cambiamos.
Pero Jehová no cambia; su Palabra no cambia, y su amor por ti nunca cambiará.
Así que, aunque a veces se te sacuda, tenlo por seguro: nunca nunca se te abandonará.
No sé ustedes, pero yo apunté la frase “será tu disposición, no tu posición”.
Pienso usarla en el futuro.
Muchas, muchísimas gracias, hermano Cauthon, por estas ideas tan buenas.
A continuación será un placer escuchar a otro instructor de Galaad, el hermano Mark Noumair.
El tema de su discurso es “Recuerden la visión”.
Uno de los privilegios más excepcionales que ha tenido un ser humano es ver el trono de Jehová en una visión.
Fijémonos en un hombre que tuvo este privilegio y veamos cómo aquel suceso cambió su vida.
¿En qué circunstancias tuvo esta visión?
Y aún más importante, ¿qué tiene que ver con ustedes?
¿Qué lecciones queremos que recuerden?
Por favor, abran sus biblias o escuchen atentamente las palabras registradas en Isaías 6:1.
Isaías 6:1: “En el año en que murió el rey Uzías, vi a Jehová sentado en un trono alto y elevado, y las faldas de su túnica llenaban el templo”.
Las faldas de la magnífica vestidura de Jehová llenaban el templo.
Eso es lo que vio Isaías.
¿Qué nos enseña?
Que Jehová estaba presente de forma simbólica en el templo y que era muy consciente de todo lo que estaba pasando allí, incluso de lo que había hecho el rey Uzías.
Recuerden que Uzías no estaba satisfecho con su papel de rey.
¿Y qué hizo?
Entró sin derecho en el compartimiento santo del templo.
¿Para qué?
Para quemar incienso como si fuera un sacerdote.
Y por eso Jehová lo castigó con lepra.
Pero es interesante que Jehová inspirara a Isaías a escribir este relato no en el año en que Jotán, el hijo de Uzías, se convirtió en rey, sino “en el año en que murió el rey Uzías”.
Al mandarle a Isaías que escribiera esas palabras en el año que murió Uzías, podríamos decir que Jehová estaba preparando el terreno para enseñarle a Isaías qué cualidades ama y qué cualidades odia.
Como verán, esta visión le iba a cambiar la vida a Isaías, y queremos que también cambie la suya.
¿Qué pasa después?
Bueno, el versículo 2 dice que Jehová le muestra algo que quizás ningún ser humano haya observado en una visión: los serafines.
Isaías es el único escritor bíblico que habla de ellos.
El privilegio que tienen estos serafines —su alto rango y servir cerca del Soberano Universal— los mueve a taparse humildemente la cara con sus alas y cantar alabanzas a Jehová con tanta fuerza que hacen temblar los cimientos del templo.
¿Qué lección quería grabar Jehová en la mente de Isaías?
Bueno, piensen en esto: Uzías subió al trono con tan solo 16 años y al principio demostró que tenía mucho potencial.
Y cuando Isaías fue nombrado profeta, también era un hombre joven, seguramente de unos veintitantos años.
Estaba casado con una mujer que lo apoyaba, de quien se dice que era profetisa.
Así que, cuando Jehová le mostró a Isaías el ejemplo de aquellos humildes serafines justo el mismo año en que murió Uzías, era como si le dijera: “Isaías, eres joven, eres un buen hombre.
Tienes un futuro brillante.
Tienes una buena esposa.
No te tomes libertades como hizo Uzías”.
¡Qué gran lección le enseñó Jehová con este contraste!
No hay duda de que aquello dejó huella en él.
Aquí tienen la primera lección: igual que Isaías, tienen un futuro brillante.
No olviden para qué los invitaron a Galaad: para honrar a Jehová.
Se les capacitó para apoyar su organización.
Hemos invertido en ustedes porque sabemos que usarán bien esta capacitación.
Así que recuerden la visión.
Imiten a los serafines.
Cúbranse la cara, por así decirlo, y no echen a perder su humildad llamando la atención sobre ustedes mismos.
Hasta presumiendo solo un poquito, podrían hacer que otros se fijaran en ustedes y dijeran: “¿Quién eres?
¿Qué privilegio tienes?”.
No, eso sería quitarle gloria a Jehová.
Así que, cuando se vean tentados a darse importancia, recuerden la poderosa canción de los serafines.
Cántenle alabanzas a Jehová, y no a ustedes mismos.
Cualquier privilegio que reciban debería hacerlos más humildes, como los serafines, y no orgullosos como Uzías.
Y, si son humildes, Jehová podrá usarlos mucho más.
¿Por qué?
Porque confiará en que le darán la gloria a él.
Los serafines no pretendían ser reyes; no pretendían ser sacerdotes.
Estaban satisfechos trabajando para Jehová.
Sean como los serafines, hagan su trabajo y fomenten la adoración pura.
¿Qué más pudo aprender Isaías de esta canción?
Bueno, el capítulo 6, versículo 3b, dice: “Toda la tierra está llena de su gloria”.
¡Qué frase tan interesante!
¿Por qué incluiría Jehová estas palabras como parte de la visión?
Piensen en lo siguiente: Isaías se enfrentaba a mucha indiferencia.
Judá estaba llena de adoración falsa.
El reino de diez tribus de Samaria se había rebelado y había rechazado a Jehová.
Quizás Isaías sintió que nadie le daba gloria a Jehová: “¿Quién le dará gloria?”.
Si se hubiera centrado en los problemas, se podría haber desanimado y haber tirado la toalla.
“¿Todo para qué?
¿Por qué tengo que aguantarlo?
Nadie me escucha”.
¿Qué ayudaría a Isaías a no rendirse?
Tendría que recordar la visión e imaginarse el tiempo en que la Tierra estaría llena de la gloria de Jehová.
Y con los ojos de la fe vería lo que Jehová iba a lograr para cumplir su propósito.
Jehová lo fortaleció con profecías relacionadas con el tiempo en que la Tierra estaría llena de su gloria: profecías sobre el Mesías y la restauración de la adoración pura.
Isaías incluso pudo presenciar el cumplimiento de la caída del reino de diez tribus a manos de los asirios.
Luego, más de cuarenta años después, imagínense, Jehová le concedió el honor de dejar por escrito una de las demostraciones más espectaculares de su poder destructivo mencionadas en la Biblia: cuando acabó con 185.000 soldados en una noche.
Quería grabarle en la mente: “Isaías, mi gloria está llenando toda la Tierra”.
Era como si le dijera: “Isaías, escucha, sé que ves la maldad de la gente.
Pero, concéntrate.
Concéntrate en las cosas buenas que estoy haciendo ahora y en lo que haré en el futuro”.
Aquí está la segunda lección: cuando estén agobiados por los problemas, como las imperfecciones de los demás —que pueden ser más de uno, dos, tres, cuatro o cinco—, las frustraciones del trabajo, cuando otra vez no pensaron en ustedes para una responsabilidad, y quizás piensen: “¿Para qué esforzarse tanto?
¿De qué sirve poner en práctica lo que me enseñaron en Galaad?
A nadie le importa”, entonces respiren hondo.
Deténganse, recuerden la visión.
Dejen de centrarse en ustedes mismos y miren el cuadro completo, es decir, toda la Tierra llena de la gloria de Jehová.
Piensen en los ocho millones y medio de personas que le dan gloria a Jehová en su gran templo espiritual; cada uno pone un valioso granito de arena para que se cumpla el propósito de Jehová.
Si se centran en eso, valorarán su lugar en la organización mundial de Jehová.
Y después, la invitación.
La invitación, aquí viene.
Esa invitación, registrada en el versículo 8, fue tan real, tan clara para Isaías, que se vio impulsado a decir: “¡Aquí estoy yo! ¡Envíame a mí!”.
No dudó. No preguntó qué recibiría a cambio.
No preguntó qué iban a hacer los demás profetas.
“¿Qué hará este?
¿Qué hará el otro?
¿Qué hará Miqueas?
¿Qué harán Oseas y los otros?”.
No.
Simplemente dijo: “¡Aquí estoy yo!
¡Envíame a mí!”.
¿No les parece increíble?
La verdad es que no sabía lo que tendría que hacer.
Esos detalles llegarían después.
Y así fue, unos diecisiete años más tarde.
Ahora Jehová manda a Isaías adonde Acaz, el malvado rey, para ofrecerle su ayuda, y le dice que se lleve a su hijito Sear-Jasub.
¿Se imaginan?
¿Qué pensaría Isaías?
“Espera un momento, Jehová.
Espera un momento.
Acaz mató a sus propios hijos, ¿y quieres que me lleve al mío?
Te dije: ‘Envíame a mí’, no ‘envíanos a nosotros’”.
¿Y qué pensaría su esposa?
¿Qué diría su esposa?
“No te vas a llevar a mi niño.
Sear-Jasub, ven para acá”.
Bueno, no lo sabemos, es para que nos hagamos una idea de la situación.
Tanto Isaías como su esposa tendrían que recordar la visión para tener la seguridad de que las faldas de Jehová, es decir, su atención, estaban sobre Judá.
Jehová estaba al tanto de todo.
Tenían que confiar en él y seguir sus instrucciones.
De hecho, Isaías dijo: “Iré yo, Jehová.
Seré fiel incluso aunque el rey no lo sea”.
El profeta fue leal aunque otros no lo fueran.
Lección número tres: las asignaciones que recibimos para apoyar el Reino no siempre son fáciles.
Y ustedes, esposas, también lo saben.
Ustedes desempeñan un papel esencial cuando sus esposos reciben una responsabilidad que quizás nadie más quiere.
¿Cómo reaccionan cuando se lo cuentan?
“¿Por qué te eligieron a ti?
¿No pueden buscar a otro?
Tú lo hiciste la última vez”.
¿O están orgullosas de ellos, de que sean como Isaías y acepten fielmente las asignaciones, o incluso de que sean ellos los que se ofrezcan?
Esposas, para Jehová, su apoyo es incalculable, y puede marcar la diferencia.
¿Qué cosas creen que Isaías recordaba de la visión?
Seguramente no solo recordaba lo que vio, sino también lo que escuchó: el sonido de las faldas de Jehová llenando el templo, las poderosas alas de los serafines batiendo en el aire, la hermosa melodía de su canción...
Sin duda, aquello se quedó grabado en su mente para siempre.
Podemos imaginarnos a Isaías y su esposa repasando aquella visión una y otra vez.
¡Cuánto les debió ayudar a aferrarse a Jehová sin soltarse de él durante los más de cuarenta años siguientes!
Y la visión también los puede ayudar a ustedes.
Esa es la idea.
Esta visión de Jehová, estas palabras divinas, pueden ayudarlos a aferrarse a él sin soltarse nunca, en especial cuando haya dificultades.
Cuando luchen por mantenerse a flote en sentido espiritual, cuando se enfrenten a un problema, incluso si a veces se sienten como si estuvieran nadando en el lodo, no se rindan.
Hagan que la visión cobre vida en su mente.
Vean las imágenes, escuchen los sonidos, sientan la fascinación de Isaías.
Y luego..., pongan en práctica lo que hayan aprendido.
Pongan en práctica las maravillosas lecciones que hayan aprendido.
Imiten a los serafines: cúbranse la cara y sean humildes.
Vean cómo la gloria de Dios llena toda la Tierra.
Céntrense en el cuadro completo.
Mantengan vivo el entusiasmo del “¡Aquí estoy yo!
¡Envíame a mí!”.
Recuerden la visión.
Que esta los motive a permanecer en el valioso lugar que Dios les da en su gran templo espiritual ahora y en el corazón de Jehová para siempre.
Muchas gracias, hermano Noumair, por ese excelente discurso.
Este programa de Galaad ha sido todo un banquete espiritual.
Y, en las próximas semanas, se publicarán la segunda y la tercera parte de la graduación en JW Broadcasting.
Así que estén al tanto.
Para concluir el programa de este mes, visitaremos la isla de Reunión, que se encuentra en el océano Índico, entre Madagascar y Mauricio.
La adornan preciosas playas de arena volcánica, cascadas, valles profundos, montes escarpados y uno de los volcanes más activos de la Tierra, el “Piton de la Fournaise”.
El primer publicador que pisó la isla de Reunión llegó en 1955.
Ahora hay más de 3.000 hermanos en ese lugar, y más de 400 son precursores regulares.
Aunque el idioma oficial de la isla es el francés, hay 3 congregaciones de habla malgache y 13 en el idioma criollo de Reunión.
Los hermanos hicieron un gran trabajo en la predicación, y más de 6.500 personas asistieron en la isla de Reunión a la Conmemoración del 2018.
Esta es la congregación Gran Bois.
Cuenta con más de 130 publicadores, y 13 son precursores regulares.
Para mayo de 2019, conducían 61 cursos bíblicos.
Y aquí tenemos la congregación Salazie Creole, con solo 21 publicadores.
¡Pero dirigen 13 cursos bíblicos!
Los cariñosos y hospitalarios hermanos de Gran Bois y Salazie Creole se esfuerzan mucho por proclamar el mensaje del Reino.
Queridos hermanos de Reunión, les enviamos todo nuestro cariño.
Y también a todos ustedes, que están viendo este programa.
Desde la central mundial de los testigos de Jehová, esto es JW Broadcasting.