¡Les damos una cordial bienvenida al programa de este mes!
Veamos un avance de todo lo que nos espera el día de hoy.
La vida en el servicio de tiempo completo trae consigo grandes bendiciones e interesantes retos.
Vamos a conocer a un matrimonio que ha dedicado décadas a distintas facetas de este servicio.
¿Qué podemos aprender de lo que ellos han vivido?
También veremos la historia de una mujer que luchó por años para librarse de su adicción a las drogas.
¿Qué la ayudó a salir victoriosa en esta lucha?
Además, el video musical de este mes aumentará nuestro aprecio por el amor fraternal que reina en la organización de Jehová.
Como verán, disfrutaremos mucho de la edición de agosto de 2018 de JW Broadcasting.
En este programa, hablaremos sobre la importancia de valorar un maravilloso regalo de Dios.
¿Quién no se alegra cuando alguien piensa en uno y le hace un bonito regalo?
Un hermano, por ejemplo, seguro que se alegraría si alguien le regalara una elegante corbata de fina seda.
Y una hermana también se pondría contenta si recibiera como obsequio un hermoso pañuelo de seda.
¿Pero se imaginan que alguien usara esa corbata o ese pañuelo de seda para limpiarse los zapatos?
¿Cómo creen que se sentiría quien hizo el regalo al ver semejante barbaridad?
Obviamente, sería una lástima usar el regalo de esa manera, y un insulto para quien tuvo el lindo detalle.
¿Qué aprendemos de este ejemplo?
Recordemos que Jehová y Jesús, pensando en nosotros, nos han hecho un valioso regalo: los ancianos de la congregación.
Como veremos, todos nosotros tenemos la obligación de siempre mostrar respeto y agradecimiento por esta dádiva divina.
Tengan la bondad de buscar Efesios 4:8 en su Biblia.
Allí se habla de este valioso regalo que Jehová y Jesús nos han dado.
Leamos: Sabemos que, por su lealtad, Jesús venció a Satanás y a este mundo.
Entonces, en cierto sentido, se llevó como botín a algunos hombres y los dio a las congregaciones.
¿Por qué son ellos dádivas tan valiosas?
Los versículos 11 y 12 nos lo explican: ¿Vieron?
Los ancianos son evangelizadores que encabezan la importantísima obra de predicar y hacer discípulos.
No se limitan a decirles a los publicadores: “Vayan a predicar”, sino que los invitan, diciéndoles: “Vengan, acompáñennos a hacer esta obra que nunca se repetirá”.
También son pastores que protegen al rebaño de los ataques de Satanás, esa serpiente asesina, ese león, ese dragón...
Además, son maestros que les sirven a las ovejas nutritivo alimento espiritual.
Ahora les hago una pregunta: ¿qué espera Jehová que sintamos por estos hermanos, por este valioso regalo?
Vayamos al capítulo 5 de Primera a los Tesalonicenses para ver la respuesta.
En Primera a los Tesalonicenses, capítulo 5, a partir del versículo 12, se nos pide: Sí, Jehová quiere que respetemos a estos queridos hermanos.
Entonces, conviene hacernos la siguiente pregunta: “¿Cómo podemos demostrar que sentimos profundo respeto y sincero agradecimiento por los ancianos?”.
Primero, cooperando con ellos sin reservas.
Los invito a leer conmigo Hebreos 13:17, pues allí se explica cuál debe ser nuestra actitud al colaborar con ellos.
El versículo 17 dice: Ahí dice que tenemos que ser obedientes, o sea, que tenemos que cumplir con lo que nos pidan los ancianos.
Claro, siempre y cuando no nos pidan algo que esté en contra de lo que dice la Biblia.
Por supuesto, eso difícilmente va ocurrir.
Ahora bien, también se espera que seamos sumisos.
Esto tiene que ver con la actitud con la que obedecemos: tenemos que hacerlo de corazón, de buena gana.
Pero ¿es posible ser obedientes sin ser sumisos?
Imaginen que alguien dice: “¡Está bien!
Voy hacer lo que los ancianos dicen...
No es que quiera, pero lo haré”.
Eso sería ser obediente, pero no sumiso.
Y Jehová quiere que seamos obedientes y sumisos.
Deberíamos mostrar obediencia y sumisión aun cuando los ancianos nos pidan que hagamos algo que no nos parece muy práctico.
Permítanme poner un ejemplo hipotético.
Tengo que reconocer que voy a exagerar un poco, pero es solo para ilustrar el punto.
Imaginen que los ancianos deciden pintar el exterior del Salón del Reino y les dan a todos los publicadores unas brochas así de pequeñitas para pintar las paredes.
¿Qué podría suceder?
Tal vez los publicadores se enojen con los ancianos y digan: “¿Pero cómo se les ocurre pedirnos que pintemos el salón con estas brochitas?”.
Entonces algunos podrían ponerse a hacer campaña para que les den a todos unas brochas más grandes.
Otros quizás defiendan la idea de usar rodillos para terminar más rápido el trabajo.
Otros hermanos tal vez quieran que se alquile un compresor para aplicar con pistola la pintura en las paredes.
Y otros más pudieran ponerse a decir que lo mejor sería pagarle a un contratista para que hiciera esa labor.
Y, claro, no faltará quien diga que ni siquiera era necesario pintar el salón.
¿A qué llevaría todo esto?
A que hubiera divisiones en la congregación.
El salón jamás se pintaría, algunos publicadores podrían tropezar y abandonar la verdad, los ancianos se desanimarían, Jehová estaría sumamente triste y Satanás se pondría muy contento.
En cambio, ¿qué pasaría si todos apoyaran con humildad a los ancianos?
Podrían decir: “No hay nada en la Biblia que diga que no podemos pintar con brochitas.
Pero la Biblia sí dice, en Hebreos 13:17, que tenemos que ser obedientes y sumisos a los ancianos.
Así que ¿por qué no apoyarlos y hacer lo que nos piden?”.
¿Qué pasaría si hicieran eso?
Se pintaría el Salón del Reino, los publicadores tendrían la oportunidad de pasar un largo rato disfrutando todos juntos del trabajo y de buena compañía, los ancianos estarían muy contentos, Satanás no se saldría con la suya y Jehová quedaría muy complacido.
Pues bien, ¿cuál es la lección detrás de este ejemplo un tanto exagerado?
Que ser obedientes y sumisos a quienes nos dirigen es mucho más importante que la manera en la que se hacen las cosas.
Esa es la actitud que Jehová siempre bendice.
La segunda manera en que podemos demostrar que valoramos profundamente a los ancianos es orando por ellos.
Fíjense en lo que Pablo, que también servía de anciano, les pidió a los hermanos que hicieran por él en Romanos, capítulo 15, versículo 30.
Esto es lo que les pide: Pablo sabía que las oraciones de sus hermanos lo fortalecerían, y los ancianos de nuestra congregación piensan igual.
Permítame preguntarle, en sus oraciones privadas, ¿acostumbra usted darle gracias a Jehová por estas dádivas en la forma de hombres?
¿Le pide que los llene de su poderoso espíritu santo?
La respuesta que demos a estas preguntas nos revelará cuánto valoramos a los ancianos, que con tanta dedicación nos cuidan.
Pasemos a la tercera manera en que podemos demostrar que agradecemos la labor de los ancianos: dándoles reconocimiento.
Meditemos en la siguiente pregunta: “¿Tengo la costumbre de decirles a los distintos ancianos que conozco lo mucho que agradezco el trabajo que hacen a favor de los hermanos y lo mucho que los aprecio?”.
Lamentablemente, parece que todavía hay hermanos que jamás felicitan a los ancianos ni les agradecen su labor.
Eso revela que están dando por sentado a los ancianos y que no valoran lo que hacen.
Obviamente, los ancianos no van a dejar de trabajar solo porque no se les dé reconocimiento.
Todo lo que hacen, lo hacen principalmente por Jehová.
Pero si usted les expresa su agradecimiento, créame, se van a sentir más felices.
Puede que alguno hasta se sorprenda cuando usted vaya por primera vez a felicitarlo o a darle las gracias, pero no deje que nada le impida dar ese paso.
El propio Jehová nos recuerda en Proverbios 3:27: “No retengas el bien de aquellos a quienes se les debe, cuando sucede que está en el poder de tu mano hacerlo”.
Si pensamos en todo el buen trabajo que llevan a cabo los ancianos, nos sentiremos aún más motivados a expresarles agradecimiento.
Muchos ancianos son casados y tienen que mantener a su familia.
Si además son padres, tienen que dedicarles tiempo y atención a sus hijos.
A veces, deben ayudarles con sus tareas escolares, y también sacar tiempo para que puedan divertirse sanamente.
Y, sobre todo, tienen que cuidar la salud espiritual de los suyos dirigiendo semanalmente la adoración en familia, saliendo con ellos a predicar y llevándolos a las reuniones.
Además de todas estas cosas —que también hacen otros hermanos—, los ancianos deben atender muchas otras responsabilidades teocráticas.
Y gran parte del trabajo que realizan pasa desapercibido en la congregación.
Piense, por ejemplo, en las intervenciones que tienen en las reuniones.
Es posible que ni reparemos en las horas que dedican a prepararse.
¿Cuánto tiempo le toma a usted prepararse para una breve asignación en la reunión de entre semana?
Pues hay ancianos que tienen intervenciones todas las semanas, y a veces más de una.
Aunque es verdad que eso los prepara para ser mejores oradores, la realidad es que presentar un buen discurso exige mucho esfuerzo.
Y eso no es todo lo que hacen.
También tienen que hacer visitas de pastoreo y atender casos judiciales.
Además, algunos ancianos colaboran en la construcción de Salones del Reino y sucursales, son miembros de algún Comité de Enlace con los Hospitales o se ofrecen para echar una mano en las asambleas.
En fin, los ancianos atienden una cantidad innumerable de tareas.
Lo que vemos es solo una pequeña parte de lo que hacen, como la punta de una de esas enormes masas de hielo que flotan en el océano.
En 2 Timoteo 4:6, el apóstol Pablo dijo que él estaba “siendo derramado como libación”.
Las libaciones se derramaban sobre el altar como ofrendas y, enseguida, se evaporaban.
¡Qué bonita forma de ilustrar cómo se gastan por nosotros los ancianos!
Tener en cuenta todo esto sin duda nos impulsará a expresarles nuestro agradecimiento.
Repasemos las tres maneras en las que todos en la congregación podemos demostrar que valoramos mucho a nuestros ancianos.
Primero, colaborando con ellos de todo corazón; segundo, orando por ellos, y, tercero, dándoles reconocimiento.
De esa forma, demostramos que no nos parecemos en nada a quien usa un valioso obsequio de seda, como una corbata o un pañuelo fino, para limpiarse los zapatos.
Al contrario, les mostraremos a Jehová y a Jesús que valoramos y respetamos a nuestros queridos ancianos, ese maravilloso regalo que, con tanto amor, nos han hecho.
Ahora bien, ¿cómo pueden apoyar estas dádivas en la forma de hombres a quienes se han alejado de Jehová y de su organización?
¿Qué pueden hacer para demostrar que aman al rebaño y que están dispuestos a ayudar a personas con problemas, o hasta con adicciones, a regresar a Jehová?
En la siguiente historia hallaremos la respuesta a estas preguntas.
“Vuélvanse [...] para que vengan tiempos de refrigerio de parte de la persona de Jehová”.
Esas palabras cambiaron mi vida...
y le salvaron la vida a mi pequeña.
Me crié en una familia de Testigos.
Pero... preferí irme al mundo, y allá afuera hice de todo, cosas que Jehová detesta.
Pasé quince años así.
Y un día me di cuenta de que, aunque no tenía problemas económicos, mi vida era un verdadero desastre.
Era una drogadicta tratando de ser mamá.
Ya no quería vivir así.
Quería ser una buena madre.
Así que, por primera vez en años, volví a orarle a Jehová.
Tan solo un día después, la respuesta tocó a mi puerta.
Empecé a estudiar con mucho entusiasmo.
Después de quince años, ¡tenía que ponerme al día!
Recibí mucho apoyo.
Comencé a hacer cambios en mi vida.
Cambié de amigos y logré superar mi adicción.
Poco a poco, fui recuperando la autoestima.
Dejar aquella vida atrás no fue nada fácil, pero saber que Jehová estaba contento conmigo me hacía sentir tan bien...
Tenía muchas ganas de enseñarles a los demás lo que estaba aprendiendo, pero todavía no podía salir a predicar con la congregación porque seguía viviendo con mi novio, y él no entendía algunos de los cambios que yo estaba haciendo.
Sin embargo, estaba decidida a cambiar mi vida y a superar este último obstáculo, que me impedía servir de lleno a Jehová.
Dos semanas después, descubrí que estaba embarazada.
¡Se me vino el mundo encima!
¿Qué iban a pensar quienes me estaban ayudando?
¿Y cómo se sentiría Jehová?
Estaba muy avergonzada.
Hasta llegué a culpar a Jehová.
Me sentía muy confundida.
Lo primero que me vino a la mente fue abortar, pero sabía que eso no estaba bien.
Me decía: “Ahora todos van a darse cuenta de lo que yo siempre he sabido: que soy una fracasada”.
En ese momento, sentí que ya no podía más.
Decidí hablar con mis tíos, que son testigos de Jehová.
Les conté todo, pero ellos no me juzgaron.
Y, para mi sorpresa, me invitaron a ir a Betel.
Allí me presentaron a un anciano muy amable, y le hablé de mis problemas.
¡Me trató con tanta bondad!
No lo podía creer.
Me leyó lo que dice Hechos 3:19.
“Arrepiéntanse, por lo tanto, y vuélvanse para que sean borrados sus pecados, para que vengan tiempos de refrigerio de parte de la persona de Jehová”.
El hermano me dijo: “Ya pecaste una vez.
¿Qué necesidad hay de que vuelvas a hacerlo?
¿Por qué debería pagar por tus errores una criatura inocente?”.
Luego me animó a criar a mi bebé de forma que conociera a Jehová y se hiciera su amigo.
Me conmovió ver que donde yo solo veía tristeza y desesperación, el hermano veía una oportunidad de lograr algo maravilloso.
Así que salí de allí con un nuevo objetivo: estaba decidida a cambiar mi vida por completo para agradar a Jehová.
Después de un tiempo, me nombraron publicadora no bautizada, y finalmente me bauticé en el 2010.
Di a luz a una nena sana y hermosa.
Yo ya dediqué mi vida a Jehová.
Y dos de mis metas son bautizarme y ser precursora.
Jamás había estado tan decidida a enseñar a mi hija a amar a Jehová y a evitar las trampas que casi nos cuestan la vida a las dos.
En Isaías 32:2 encontramos una descripción de nuestros queridos ancianos.
Dice: ¿Se fijaron en que el anciano del video fue así?
En primer lugar, este anciano, que nuestra hermana conoció en Betel, la escuchó amablemente, y ella pudo expresarse con toda libertad.
En segundo lugar, el hermano usó la Biblia para animarla y ayudarla a tomar una decisión que le ahorrara otros problemas.
¡Qué buen ejemplo de cómo los ancianos pueden apoyar a quienes desean volver a ser amigos de Jehová!
¿De qué otra forma podrían los ancianos animar a sus hermanos?
Mostrando entusiasmo por el ministerio.
¿Y si el clima hace que la predicación en nuestro territorio sea difícil?
Bueno, cuando los ancianos no dejan que nada los detenga, el resto de la congregación sigue su ejemplo.
En el siguiente video sobre la predicación en las islas Feroe encontraremos ideas muy prácticas.
Las islas Feroe también son conocidas como “la tierra del quizás”.
Aquí el tiempo puede cambiar mucho y de forma muy rápida.
Así que cuando sales a predicar tal vez está soleado, pero diez minutos más tarde se pone a llover tan fuerte que todo se llena de agua.
El viento es otro desafío.
En invierno, a veces hay tormentas muy fuertes.
Así que, al salir del auto, tienes que tener cuidado para que no salga volando la puerta o tu compañero de predicación.
Nos aseguramos de usar la ropa adecuada para cada momento.
También nos mantenemos informados de las zonas de nuestro territorio en las que habrá mejor tiempo, y nos adaptamos.
Si hay buen tiempo, tratamos de predicar de casa en casa.
Y, si no, podemos hacer revisitas donde te inviten a entrar en la casa o te atiendan en una entrada que esté cubierta.
Nos organizamos de tal forma que, si empieza a hacer mal tiempo, podamos visitar a personas que sabemos que estarán en casa.
Si hay mal tiempo, hay que adaptarse.
Quizás se puede predicar por teléfono o por carta.
En una reunión con los precursores, un anciano nos sugirió que, cuando hace mal tiempo, no deberíamos pensar: “¡Uf! ¡Otra vez mal tiempo!”, sino: “¡Qué bien!
¡Hoy habrá más gente en casa!”.
Es bueno planear con anticipación a quién quieres visitar y de qué vas a hablar, así, si se pone a llover o el tiempo no acompaña, puedes concentrarte en tu plan en vez de quejarte de que ya llevas cinco horas predicando bajo la lluvia.
Creo que Eclesiastés 11:4 se puede aplicar a nuestro territorio: “El que está vigilando el viento no sembrará; y el que está mirando las nubes no segará”.
Si esperáramos a que el tiempo fuera perfecto para salir a predicar, probablemente no saldríamos muy a menudo.
Algo más que nos ayuda a aguantar pese al mal tiempo es pensar en los primeros publicadores de las islas Feroe.
Ellos soportaron el mal tiempo y los mareos al viajar en barco, y tuvieron que subir montañas para llegar a poblaciones aisladas...
Superaron todo eso, y esto me motiva a mí a superar cualquier dificultad que se me presente.
Recuerdo cuando llegué a estas islas.
Miré por la ventana y pensé: “¿Cómo es posible salir a predicar con este tiempo?”.
Pero, cuando llegué a la reunión para la predicación, vi a varios hermanos con sus niños y sus bebés en cochecitos.
Tenían una actitud positiva y estaban listos para salir.
Entonces pensé: “Si ellos pueden, yo también puedo”.
Todos los publicadores somos como un equipo que tenemos que luchar contra el mal tiempo.
Así que nos animamos unos a otros.
Nos encanta la canción “La vida del precursor”.
Es preciosa.
Dice así: “Bajo un fuerte Sol o con un cielo gris, le daré a Jehová lo mejor”.
Y lo hacemos porque lo amamos.
Deseamos que las personas conozcan a Jehová.
Necesitan conocer la verdad.
Jesús dijo que debíamos ir a predicar...
y yo creo que él también se pondría un impermeable si fuera necesario y saldría a predicar las buenas nuevas.
Jehová nos bendice cuando nos esforzamos por salir a predicar, y lo notamos especialmente cuando salimos a pesar del mal tiempo.
Justo esos días, suele ocurrir que tenemos una agradable conversación de la Biblia con alguien.
Me hace muy feliz predicar.
Pablo dijo que “el que siembra liberalmente, liberalmente también segará”.
Así que, si quieres segar liberalmente o cosechar mucho en las islas Feroe, tienes que predicar también cuando hace mal tiempo.
Y hemos cosechado mucho, pues tenemos muchas revisitas y cursos bíblicos.
Creo que todo el esfuerzo que hacemos vale la pena, porque la gente del territorio aprecia lo que está aprendiendo.
Todo lo que hacemos en el ministerio es porque amamos a Jehová y a las personas; y eso no cambiará con el mal tiempo.
Es una oportunidad de demostrar que adoramos a Jehová con toda el alma.
No solo vamos a salir a predicar cuando el día es perfecto y soleado.
Creo que hemos aprendido a ser más adaptables en el ministerio y a no rendirnos.
De seguro se dieron cuenta de que los publicadores se contagiaron del entusiasmo que mostraron los ancianos hacia la predicación a pesar del mal tiempo.
Por todo el mundo, muchos de nuestros hermanos sufren intensa persecución porque están decididos a permanecer leales a Jehová y a mantenerse totalmente neutrales en asuntos políticos.
Desde España nos llega el siguiente reportaje sobre lo que tuvieron que aguantar algunos de nuestros hermanos debido a su postura neutral.
España es una tierra de castillos.
Desde las montañas del centro del país hasta las costas del Mediterráneo, los castillos dominan el paisaje.
Ahora bien, entre todos ellos hay uno, el castillo de Santa Catalina, que jugó un papel único en la historia de los testigos de Jehová de España.
Este castillo, que custodia la entrada del puerto de la ciudad de Cádiz, al sur de España, se convirtió en una prisión militar hace más de doscientos años.
En esta fortaleza, se puso a prueba la fe de más de trescientos Testigos españoles.
La batalla comenzó en los años sesenta, cuando un dictador militar, el general Franco, gobernaba España.
Su deseo era que todos los españoles sirvieran a la patria, lo que implicaba realizar el servicio militar.
Pero, debido a su conciencia, los testigos de Jehová se negaban a prestar aquel servicio.
De modo que el castillo se convirtió en el campo de batalla en el que el régimen militar de Franco hizo cuanto pudo por aplastar las conciencias de aquellos jóvenes Testigos.
Pero en España los tiempos han cambiado.
Hace poco, la ciudad de Cádiz organizó una exposición en reconocimiento al sacrificio que hicieron aquellos Testigos tan valientes.
Más de cuarenta años después de que los pusieran en libertad, algunos de estos objetores de conciencia regresaron a Cádiz para asistir a la exposición.
En la inauguración, el alcalde los describió como ciudadanos que llenaron sus voces de argumentos, de argumentos contra la injusticia y en nombre de la paz, en nombre de la libertad y, sobre todo, de su conciencia.
Los que pasaron años de su vida entre rejas aún recuerdan como si fuera ayer el tiempo que estuvieron en este castillo, que fue su prisión.
Creo que uno de los mayores desafíos era nunca saber si algún día nos pondrían en libertad.
Primero, cumplíamos una condena de unos tres años, pero luego, como seguíamos negándonos a alistarnos, nos volvían a sentenciar a muchos más años, y así sucesivamente.
De tal manera que parecía como si estuviéramos condenados a cadena perpetua.
Organizábamos actividades diarias para mantenernos ocupados.
Por las mañanas, trabajábamos en nuestros oficios para ganar algún dinero.
Y las tardes se dedicaban a actividades espirituales.
Nuestra predicación consistía principalmente en escribir cartas.
Así es como algunos pudieron llegar a ser precursores.
Algunas personas respondieron a nuestras cartas.
Y nos encantaba saber que algunos llegaron a aceptar la verdad.
Por supuesto, también les predicábamos a otros presos, y también algunos llegaron a ser Testigos bautizados.
También estudiábamos la Biblia a fondo, individualmente y en grupo, lo que fue esencial para fortalecernos espiritualmente.
Al principio teníamos que estudiar las publicaciones a escondidas, pero, después, los guardias nos permitieron tener la Biblia y otras publicaciones.
Al aumentar en número, juntamos a todos los Testigos en el mismo lugar, en el mismo barracón, y así pudimos organizar nuestras reuniones.
Hasta celebrábamos asambleas, incluidas las representaciones dramáticas.
Y nos fascinaba cantar canciones del Reino.
Esas canciones realmente nos animaron mucho.
Al recibir visitas de hermanos, nos sentimos realmente afectados por la mano de Jehová.
Incluso visitas especiales, como las de un miembro del Cuerpo Gobernante, el hermano Grant Suiter.
Pero también teníamos otras visitas que nos encantaban.
Muchos hermanos pasaron años separados de sus familiares y prometidas.
Fue una prueba muy dura.
Pero aquellas fieles hermanas apoyaron de todo corazón su postura neutral.
Fueron años que me moldearon espiritualmente.
Estudié la Biblia como nunca lo había hecho.
Desarrollé habilidades como orador y como superintendente.
Sobre todo, fue una época de mi vida en la que aprendí a confiar totalmente en Jehová.
Gracias a mis oraciones fervientes, él se convirtió en mi mejor amigo, y nunca me falló.
Eso no tiene precio.
La firme postura de los Testigos supuso un gran testimonio, tanto en Cádiz como en el resto de España.
La deteriorada prisión militar, que un día puso a prueba su fe, ha sido restaurada.
Hoy en día es una atracción turística, además de centro cultural.
Aunque el castillo ha sufrido cambios, la fe de aquellos siervos de Dios sigue intacta.
Esta prisión fue un terreno de pruebas, no hay duda, pero aquellos valientes jóvenes pelearon un noble combate por la fe y, con la ayuda de Jehová, triunfaron.
Cuarenta años más tarde, su victoria sigue dando testimonio del nombre de Jehová.
Como vimos hace un rato, el apóstol Pablo dijo que estaba “siendo derramado como libación”.
De manera parecida, estos hermanos que se mantuvieron neutrales también hicieron grandes sacrificios para alabar a Jehová en medio de la persecución.
Además, gracias a su aguante, se convirtieron en verdaderas dádivas, en toda una bendición para las congregaciones y para los circuitos donde llegaron a servir.
Los hermanos que sirven como representantes de la central mundial también son ejemplos de dádivas en la forma de hombres.
Ellos visitan distintas sucursales y dan ánimo a los miembros de la familia Betel.
El hermano Daniel Molchan visitó dos de ellas, la de Haití y la de la República Dominicana.
El pueblo de Jehová está viviendo momentos muy emocionantes en esos países.
El domingo 26 de febrero, viajé a Puerto Príncipe para visitar la sucursal de Haití.
Allí, muchos hermanos de la familia Betel me dieron una calurosa bienvenida.
En la sucursal sirven 54 hermanos, y desde allí se supervisa la predicación de más de 20.000 publicadores.
Aunque Haití ha sufrido problemas económicos y recientes desastres naturales, nuestros hermanos son optimistas y se centran en ayudar a otros a conocer la esperanza que da la Biblia.
Los haitianos tienen mucho interés en la Palabra de Dios.
Se dirigen más de 42.000 cursos bíblicos mensuales, y en el 2016 hubo una asistencia a la Conmemoración de más de 86.000 personas, cuatro veces más que el número de publicadores.
A los hermanos les encanta usar los videos en la predicación.
Esto es posible gracias a que se traducen y graban videos en su lengua materna.
Muchos haitianos hablan francés, pero la lengua común de la gente es el criollo haitiano.
Esta lengua combina palabras francesas con gramática de lenguas de África occidental y dicen que es muy expresiva.
Desde que en 1987 se comenzó a traducir a este idioma, el número de publicadores se ha multiplicado por cuatro.
La “Traducción del Nuevo Mundo” completa se presentó en criollo haitiano en el 2015.
Nos reunimos con el equipo de traducción para felicitarlos por su buen trabajo y les recordamos los buenos resultados que ha habido en la predicación desde que la Biblia y otras publicaciones están disponibles en esta lengua.
Por ejemplo, Mirlène es una vendedora de frutas y verduras a quien Betel le compraba algunos productos.
Aunque la primera vez que llegó a Betel quedó impresionada, dijo que la gran puerta metálica la asustó.
Así que, al entrar, oró a Dios para que la protegiera.
Sin embargo, todos los lunes, cuando entregaba sus productos, los hermanos la trataban con amabilidad.
Incluso uno de los hermanos de la cocina le dijo que quizás algún día ella también sería testigo de Jehová.
Ella aceptó la invitación a la Conmemoración y, a pesar de algunos retos, como el hecho de que no sabía leer muy bien, comenzó a asistir a algunas reuniones.
Mirlène vio la diferencia que había entre el amoroso pueblo de Dios y los miembros de su iglesia.
Comenzó a estudiar la Biblia y se bautizó en el 2009.
Desde entonces, se ha esforzado por enseñar la verdad a sus hijos, y ha tenido muy buenos resultados.
Su hijo mayor se graduó de la Escuela para Evangelizadores del Reino y sirve como anciano y precursor especial temporal.
Hace poco, otro de sus hijos fue nombrado siervo ministerial, y los otros cuatro son publicadores no bautizados.
Con la ayuda de sus hijos y de las publicaciones en criollo haitiano, Mirlène ha mejorado mucho su lectura, y ahora disfruta de leer la Biblia en el idioma de su corazón.
También se ven buenos resultados en la predicación en lenguaje de señas americano, que ahora se utiliza en Haití.
En la actualidad, hay 87 publicadores sordos en las cuatro congregaciones y los ocho grupos de este idioma.
Esta congregación está cantando alabanzas a Jehová.
Incluso nuestra hermanita está aprendiendo.
Este hermano nos muestra el gran esfuerzo que hace para preparar la lectura de la Biblia.
El sábado por la mañana se presentó un programa especial en el Salón de Asambleas situado en la sucursal.
Asistieron un total de 1.405 personas.
Nos animó mucho ver al grupo de hermanos que disfrutó de la información en lenguaje de señas americano.
El programa se grabó y se presentó en los Salones del Reino de todo el país más tarde aquel mismo día y también el domingo.
El número total de asistentes fue de 34.812.
Nos entristeció un poco tener que dejar a los hermanos el domingo por la mañana.
Nos esperaba un viaje de unas seis horas hasta la República Dominicana para nuestra segunda visita.
Atravesamos zonas bastante secas hasta llegar a la frontera.
Luego, el terreno cambió mucho.
Pasamos por pequeñas montañas y por zonas agrícolas muy fértiles, y bordeamos el mar Caribe.
Pudimos predicar a algunas personas en la frontera y en varios controles de carretera, y les dejamos algunas publicaciones.
En cuanto entramos en la ciudad de Santo Domingo, vimos el gran letrero de jw.org de la sucursal.
Muchos de la familia Betel, compuesta por 73 hermanos, nos recibieron con alegría.
Aunque principalmente se predica en español, los hermanos están ampliando su ministerio para llegar al corazón de personas de diferentes lenguas y culturas.
Actualmente hay cinco circuitos en criollo haitiano, 26 congregaciones en lenguaje de señas americano y otras congregaciones o grupos en ruso, chino, italiano y francés.
Predicamos con un grupo de hermanos y hermanas en el Barrio Chino de Santo Domingo.
Dimos testimonio en las calles a quienes hablaban español y también a quienes hablaban chino, y la mayoría de ellos nos escuchó con respeto.
Evan, un hermano de Betel, nos explicó el reto que tuvo que superar cuando conoció la verdad.
Estaba finalizando mis estudios de medicina y a la vez servía en el ejército dominicano.
Ya llevaba seis años en el ejército.
Un día fui a la casa de mi tía y me encontré el libro “Apocalipsis”.
Y me interesó mucho, me impactó.
Me lo robé y lo devoré.
Hay una visión que se relata en el capítulo 6 de Revelación, donde se abre el sexto sello y los cielos se oscurecen y los comandantes militares se esconden en las cuevas...
A mí me impresionó mucho esa visión, y entonces decidí servir a Jehová.
Eso significaba salir del ejército, porque los Testigos somos neutrales.
Así que hice planes para hablar con mi comandante inmediato, al que le pedí que me diera de baja.
Él lo rechazó de plano.
Me dijo: “No, ya llevas seis años aquí, debes mantenerte en el ejército”.
No me preocupé porque tenía otra apelación, que era con el comandante encargado del personal.
Pero recibí la misma respuesta: rechazaron mi solicitud de renuncia.
Entonces salí al pasillo y le dije a Jehová: “Quiero servirte, ¿qué hago?
Ayúdame. No veo la solución”.
Y, cuando abrí los ojos, se me acercó un oficial y me saludó por mi nombre.
Todavía hoy no sé quién fue.
Y me preguntó: “¿Qué necesitas?”.
Le expliqué que quería renunciar, porque deseaba ser testigo de Jehová.
Me dijo: “No te preocupes, dame los papeles, que yo soy el asistente del comandante”.
Y en veinte minutos tenía ya todos los documentos listos.
Me hice publicador al poco tiempo y me bauticé como testigo de Jehová.
Ahora llevo once años sirviendo en Betel felizmente junto con mi esposa, Jael.
Sin lugar a dudas, Jehová ayuda a quienes confían completamente en él.
La sucursal tiene la bendición de contar entre los miembros de la familia con hermanos que fueron misioneros por muchos años.
Disfruté mucho visitando a cinco hermanos mayores de este grupo, tres de los cuales tienen 98 años.
El hermano William Dingman asistió a la primera clase de Galaad, y su esposa, Estelle, a la número 12.
Thelma Critz también estuvo en esa clase.
Barbara Parker fue a la número 42, y Helen Ferrari estuvo en la segunda.
Y, para que vean la cantidad de años que han estado en el servicio de tiempo completo, solo les digo que la hermana Ferrari estuvo entre quienes se pusieron de pie para identificarse como miembros de la gran muchedumbre en la asamblea de 1935 en Washington.
La edad promedio de este grupo es de 94 años.
Pero aun impresiona más el promedio de años en el servicio de tiempo completo: 73.
Estos hermanos fieles son un gran ejemplo; siguen activos en la predicación a pesar de su edad y sus limitaciones físicas.
Siervos leales como estos son tesoros espirituales donde quiera que sirvan.
Aún dirijo un curso bíblico, aunque mi vista ya no es muy buena.
Pero me esfuerzo.
Mis piernas no me permiten caminar mucho, así que ahora voy sobre ruedas.
Pienso que la vida que he tenido como misionero, y también aquí en la República Dominicana, ha sido maravillosa.
No podía haber elegido una compañera mejor, ni una vida mejor que la que he tenido, dedicada a predicar las buenas noticias del Reino.
Para la familia Betel de la República Dominicana es todo un honor poder cuidar de hermanos tan fieles.
El domingo 12 de marzo, hubo un programa especial en el Salón de Asambleas que está al lado de la sucursal.
Un total de 3.050 asistentes se beneficiaron del alimento espiritual y de la asociación con otros hermanos.
Estas visitas a las sucursales de la República Dominicana y Haití han sido una fuente de estímulo y una bendición para todos los que han participado en ellas.
Muchas gracias, hermano Molchan, por preparar este informe y por permitirnos conocer a estos magníficos ejemplos de perseverancia en el servicio a Dios.
La historia de Richard y Peggy Kelsey también es una de perseverancia.
Gracias al apoyo de su esposa, el hermano Kelsey ha demostrado por décadas que él también es una dádiva divina.
Veamos.
Nací en 1930 en un pequeño pueblo llamado Adair, en Iowa; bueno, más bien, a las afueras, en una granja.
Yo nací en 1931, también en un pueblecito de Iowa.
Mi padre quería dedicarse a la vida del campo, así que nos mudamos a una granja, y allí me crié.
En nuestra casa se reunía un grupo para estudiar La Atalaya, que luego se convirtió en una pequeña congregación.
El padre de Peggy aceptó la verdad, y qué bien, pues así toda la familia empezó a venir al estudio de La Atalaya.
Creo que, para entonces, yo tenía ocho o nueve años, y Peggy, un año menos.
Pero la cosa fue que él y su familia se mudaron a otro sitio un año más tarde.
Comencé el precursorado en septiembre de 1948.
Quería ir a Galaad.
No solicité ir a Betel porque prefería dedicarme más a la predicación.
Quería ir a Sudamérica o África, a países donde aún hay mucho que hacer.
Eso es lo que deseaba.
Me invitaron a Galaad en febrero de 1951.
Me sorprendió saber adónde me enviarían al terminar el curso.
El hermano Schroeder, uno de los instructores, me dijo: “En el Betel de Alemania tendrás una gran oportunidad de aprender.
Allí sirven hermanos que han pasado hasta nueve años en campos de concentración, y podrás aprender mucho de ellos”.
Tenía toda la razón.
En la asamblea de Nueva York de 1953, yo estaba esperando donde servían la comida cuando vi a una hermana joven muy bonita en la fila de al lado.
Me fijé mejor, y resulta que era Peggy.
Pasamos el resto de la asamblea juntos y decidimos que nos escribiríamos y pensaríamos en la posibilidad de servir juntos a Jehová.
Nos casamos en 1955.
Me habían nombrado superintendente de circuito, así que nos enviaron al norte de Alemania.
Cuando comenzamos a servir en el circuito, tenía 24 años.
No me sentía nada preparado para esa labor, porque había estado en Betel y no había recibido ninguna capacitación para ser superintendente de circuito.
Así me sentía.
Al principio, las hermanas que salían conmigo a predicar se ponían nerviosas porque yo no hablaba bien el idioma.
Así que se metían en la conversación y yo me quedaba ahí de pie sin entender nada.
Pero, con el tiempo, vas aprendiendo.
Después de dos años, ya era capaz de entender el vocabulario teocrático, aunque todavía no sabía cómo se llamaban las cosas de la cocina.
Estuvimos nueve años en el circuito y luego en la obra de distrito.
Después nos invitaron a volver a Betel.
La mayor sorpresa me la llevé cuando el hermano Knorr me pidió que fuera superintendente de sucursal.
Me lo dijo en la asamblea de Núremberg de 1969.
Aunque puse muchas objeciones, al final recibí una carta en la que me comunicaban que había recibido esa responsabilidad.
Durante unos cuarenta años tuvimos el gran honor de hacer visitas de zona o, como las llamamos ahora, del representante de la central mundial.
Ha sido toda una experiencia visitar más de noventa países.
Hemos podido ver de cerca la cariñosa y unida familia de Jehová, la hermandad mundial.
Hemos comprobado que los hermanos de todas partes están entregados a Jehová y resueltos a servirle con lealtad hasta en circunstancias muy difíciles.
Diría que a veces nos animaban más las visitas a nosotros que a ellos, porque nos fortalecían mucho la fe.
Mientras tuvimos esa magnífica oportunidad de hacer visitas de zona a tantas sucursales, prediqué en muchos países en los que nunca lo habría hecho si solo hubiera sido misionero.
Recuerdo que pensé: “Acepta cualquier asignación de parte de Jehová, y él te dará muchísimas bendiciones”.
Desde el 1 de enero de 1952, he hecho del ministerio de tiempo completo mi carrera.
Y estoy segura de que no la cambiaría por nada del mundo.
Muchas veces hemos dicho: “¿Dónde estaríamos si no nos hubiéramos dedicado al ministerio de tiempo completo?”.
Seguro que no habríamos disfrutado de tantas experiencias en la vida.
Hay una gran cantidad de hermanos y hermanas jóvenes con talento que ya hacen mucho en la organización de Jehová.
Los animamos a que elijan como carrera en la vida el servicio de tiempo completo.
¿Eres tú uno de esos talentosos jóvenes de los que habla el hermano Kelsey?
¿Podrías ponerte la meta de servir de tiempo completo?
Si es así, no dejes de orar al respecto.
Pensemos en los ancianos que hemos visto en el programa —esos regalos de Jehová—, así como en sus esposas y en tantos otros que lo han dado todo en el servicio a Dios.
¿Qué los motiva a todos ellos a llevar vidas tan abnegadas?
El amor.
Y ese es precisamente el tema del video musical de este mes, titulado “Amor fraternal”.
♪♪ Allá donde estés, nunca solo estarás, pues dondequiera que estés, allí estará tu hermandad, tendrás amor, tendrás amor, amor fraternal.
Tendrás amor...
Miles de amigos en todo lugar son nuestra familia, un pueblo especial, te dan amor, te dan amor, amor fraternal.
Te dan amor...
(ESTRIBILLO) Jehová nos da a todos amor, siempre nos cuida.
Cerca de un río o en una ciudad, en altas montañas o en las islas del mar, tendrás amor, dentro de la nación de Jehová.
Tendrás amor...
(ESTRIBILLO) Jehová nos da a todos amor, él nunca nos deja.
A veces, hay que soportar ataques y persecución.
Y qué bendición es disfrutar del cariño de los hermanos.
Cristo enseñó que debemos amar, por eso tenemos esta hermosa unidad.
Y qué emoción pertenecer a esta nación.
Te dan amor...
Te dan amor... ♪♪ ¡Qué hermoso video!
Nos recuerda que los ancianos merecen que les mostremos amor, respeto y agradecimiento.
Si lo hacemos, también estaremos demostrando nuestro amor a Jehová y a Jesús, quienes nos han hecho este maravilloso regalo.
Bueno, para terminar nuestro programa, les tenemos preparada una sorpresa.
Este mes podrán conocer los estudios donde se graba el programa mensual de JW Broadcasting.
Echaremos un vistazo a lo que ocurre detrás de las cámaras.
Durante tres días, un grupo de hermanos hacen una pausa en el trabajo que realizan en Betel para dar una mano en los estudios.
En la mañana del primer día, el director revisa el guión técnico con el equipo.
Ese guión contiene una serie de fotografías que indican cómo se harán las tomas en cada escena.
En la sala de control se preparan las imágenes que aparecerán en la pantalla del estudio.
Se ajustan bien todos los micrófonos y las cámaras.
Luego, el equipo ensaya el programa entero varias veces con la ayuda de un hermano que toma el lugar del presentador.
Así, el verdadero presentador no tiene que estar en el estudio durante los ensayos técnicos.
El tercer día, el presentador tiene que ir a los camerinos para que los hermanos a cargo del maquillaje y el vestuario se aseguren de que esté impecable.
Antes de empezar, se hace una breve reunión con todo el equipo.
El presentador suele hacer algunos comentarios y el coordinador de piso da las últimas indicaciones al grupo técnico.
Después de hacer una oración, todos toman sus puestos.
La grabación del programa entero queda terminada en unas cuantas horas.
Los talentosos y entusiastas hermanos que trabajan en los estudios de JW Broadcasting les mandan un cariñoso saludo.
Nos despedimos desde la sede mundial de los testigos de Jehová.