JW Broadcasting: Abril de 2019

Bienvenidos a JW Broadcasting.

Estoy con mi amigo Saki Marais, ayudante del Comité de Redacción del Cuerpo Gobernante.

Juntos vamos a hablar sobre los regalos que podemos darle a Jehová.

Saki, ¿nos puedes decir qué más veremos en el programa?

Con mucho gusto.

Conoceremos a la hermana Lillian Barnes.

Sin importar la edad que tengamos, podemos aprender mucho de su lealtad y aguante.

¿Qué consejo bíblico para los jóvenes la motivó y la sigue motivando a servir de lleno a Jehová?

También iremos a la sucursal de Estados Unidos en Wallkill (Nueva York) para ver cómo se producen las biblias en braille.

¿Cómo ha ayudado la “Traducción del Nuevo Mundo” en braille a nuestros hermanos a darle lo mejor a Jehová?

Y ¿por qué es la limpieza física parte importante de la adoración pura?

Encontraremos la respuesta en un video de la serie “Principios para la vida diaria”.

Este es el programa de abril de 2019 de JW Broadcasting.

Este mes quisiera hablarles sobre lo que podemos regalarle a Dios.

Se trata de un asunto muy importante.

¿Por qué? Porque Dios nos ha regalado muchas cosas a nosotros.

Santiago 1:17 dice: “Toda dádiva buena y todo don perfecto es de arriba, porque desciende del Padre de las luces celestes”.

Sí, nuestro Padre celestial nos permite disfrutar del don de la vida, aunque nuestros primeros padres trataron de quitárnoslo.

También nos ha dado una gran variedad de alimentos.

Y nuestro planeta es perfecto para la vida.

Además, nos regaló su Palabra, la Biblia, a fin de que nos familiaricemos con él y con lo que se ha propuesto hacer.

Y la mayor dádiva que hemos recibido es el rescate.

Jehová tuvo que hacer enormes sacrificios para que Jesús pudiera devolvernos la esperanza de vivir para siempre.

Y Dios no tenía por qué hacerlo.

Pero lo hizo por el gran amor que nos tiene.

Lean conmigo 1 Juan 4:9: ¡Qué tremendo regalo!

¿Cómo vamos a responder a tanto amor?

¿Algún amigo o pariente los ha sorprendido alguna vez con un valioso regalo?

¿Qué es lo primero que pensamos?

¿No es verdad que uno dice: “¿Y qué puedo darle yo?”?

Pues con mucha más razón queremos darle a Jehová algo a cambio y demostrarle cuánto agradecemos todo lo que ha hecho por nosotros.

Pensemos en lo que podemos regalarle a Jehová para complacerlo.

Muchos de ustedes han decidido ofrecer su vida a Jehová y dedicarse a hacer su voluntad.

¡Los felicitamos!

Eso es lo que el capítulo 12 de Romanos nos anima a hacer.

Sin embargo, hay quienes están pensando en dedicar su vida a Dios para agradecerle todo lo que ha hecho por ellos, pero aún no han tomado esa decisión tan importante.

Repasemos la súplica que nos hace el apóstol Pablo en Romanos 12:1: Nuestra vida no tiene precio.

Así que nuestro cuerpo —es decir, nuestra vida entera— es de las mejores cosas que podemos regalarle a Jehová.

Y ese regalo incluye nuestro servicio sagrado, por supuesto.

Pero ¿qué podemos decir del resto de nuestras ocupaciones?

Algunos de ustedes tienen que atender los asuntos del hogar todos los días.

Otros tienen que ir a la escuela y hacer sus tareas.

Muchos más tienen que trabajar.

Y también hay que ir de compras e incluso sacar un rato para divertirse o relajarse un poco.

Ahora bien, cuando ya nos hemos dedicado y bautizado, todo lo que hacemos llega a ser parte de nuestro regalo para Jehová.

Examinemos juntos Colosenses 3:23, 24.

Después de hablar de lo que hacemos a diario, ¿qué consejo se nos da?

Colosenses 3:23, 24 dice: No podría decirse que todo lo que un cristiano hace cada día es parte de su servicio sagrado.

Sin embargo, Pablo nos aconseja que hagamos todo en la vida “de toda alma como para Jehová”.

¡Nuestra vida entera podría ser un regalo para Dios!

Por ejemplo, ¿nos vemos y nos comportamos siempre como se espera de un cristiano?

Es verdad que no vamos a andar todo el tiempo con traje y corbata, o con falda o vestido.

Pero, sea lo que sea que estemos haciendo, ¿da honra a Jehová nuestra forma de arreglarnos y comportarnos?

Si en algún momento, por la forma en que nos vemos o nos comportamos, nos diera vergüenza decir que somos testigos de Jehová, ¿sería nuestra vida un digno regalo para Dios?

¿Qué más podemos regalarle a Dios?

Una vida limpia en sentido moral.

Así es, podemos servirle a Jehová con un cuerpo libre de inmoralidad.

Recordemos lo que leímos en Romanos 12:1.

Allí decía que debemos ofrecer nuestros cuerpos como un sacrificio “santo, acepto a Dios”.

Pero ceder a la tentación y no arrepentirse es como pedirle a Jehová que nos devuelva la vida que ya le hemos dedicado, es decir, el regalo que le hicimos.

Peor aún, equivale a quitarle ese valioso regalo a Jehová y ponerlo en manos de nuestro enemigo, Satanás.

¡Qué locura!

Mejor mantengámonos limpios en sentido moral.

Hacerlo es un regalo para Jehová.

También hay otros regalos que, como cristianos dedicados y bautizados, se espera que le ofrezcamos a Jehová con regularidad.

Uno que enseguida nos viene a la mente es el que se menciona en Hebreos 10:23.

¿Ya saben cuál es ese regalo?

Hebreos 10:23 dice: La declaración pública de nuestra esperanza es sin duda un regalo que le hacemos a la gente.

Pero Jehová también lo ve como un regalo para él.

De hecho, Hebreos 13:15 dice que nuestra predicación es “sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que hacen declaración pública de su nombre”.

Es comparable a las ofrendas de fruto y a los sacrificios de animales que los israelitas solían ofrecer a Jehová.

Ellos le daban lo mejor que tenían.

Sí, predicar de manera formal o informal es un regalo para Dios.

Y a él también le complace que siempre vayamos a las reuniones y que participemos en ellas, lo cual es parte de nuestro servicio.

Todos recordamos lo que dice Hebreos 10:24, 25 sobre nuestras reuniones.

¿Y para qué vamos a las reuniones?

Si le hiciera esa pregunta a usted, ¿qué contestaría?

Tal vez me responda: “Pues para animarme y fortalecerme en sentido espiritual”.

Y eso está bien.

Pero examinemos más de cerca las palabras de Hebreos 10:24, 25.

El texto no se limita a decir que vamos a las reuniones para salir fortalecidos.

De hecho, el versículo 24 nos manda: “Considerémonos unos a otros para incitarnos [mutuamente] al amor y a las obras excelentes”.

Y el versículo 25 añade que debemos animarnos unos a otros.

Así que tenemos que ir a las reuniones con la idea de ser un regalo para los demás.

Siempre debemos esforzarnos por fortalecer a los hermanos.

Y lo logramos interesándonos por ellos antes y después de las reuniones.

¿Llega usted temprano a las reuniones para animar a los demás?

Hace años, mi esposa y yo servíamos en la obra de circuito.

Un día estacionamos el auto en un Salón del Reino y nos bajamos.

Enseguida se acercaron dos hermanos y nos dijeron con cariño: “Hermano y hermana Herd, ¡los estábamos esperando!

¡Qué bueno que van a estar con nosotros esta semana!”.

¿Eran un par de ancianos, siervos ministeriales o precursores?

No, ¡eran dos muchachitos!

¡Qué inyección de ánimo para comenzar las labores de aquella semana!

Otra forma de animar a nuestros hermanos es mediante nuestros comentarios.

Piense en el buen efecto que estos pueden tener en toda la congregación.

Y, por supuesto, si todos y cada uno vamos a las reuniones con la intención de animar a los demás, ¿cómo saldremos?

Pues animados y fortalecidos en sentido espiritual.

Y no olvidemos que ir a las reuniones, participar en ellas, cantar canciones de alabanza y decir “amén” al final de las oraciones es todo parte de nuestra adoración a Jehová.

Así que cada vez que vamos a las reuniones le hacemos un regalo a él.

Desde la antigüedad, los siervos de Jehová han apoyado la adoración verdadera contribuyendo de sus bienes.

Eso también es un regalo para Jehová.

Valoramos el apoyo que todos ustedes brindan.

Su generosidad le permite al Cuerpo Gobernante proporcionar muchas cosas que tanto necesita la hermandad.

Gracias, muchísimas gracias.

Y los padres cristianos, ¿qué regalo pueden darle a Jehová?

Sus hijos.

Los padres que hacen todo lo que pueden por criar a sus hijos según la disciplina y los consejos de Jehová están preparando un hermoso regalo para él.

Piensen en la gran cantidad de hermanos que tienen puestos de responsabilidad en la organización, como los miembros del Cuerpo Gobernante y sus ayudantes, los miembros de los Comités de Sucursal, los superintendentes de circuito, los ancianos y los siervos ministeriales.

¿De dónde salieron muchos de ellos?

Cientos de miles crecieron en hogares cristianos.

Sus padres siguieron el consejo de Efesios 6:4.

Y hay miles de hermanos y hermanas criados por padres cristianos que cumplen una importante función en la predicación, en Betel, en las obras de construcción y en las labores de socorro.

Padres, les damos las gracias por todo el esfuerzo que han puesto en preparar estos valiosos regalos para Jehová y su organización.

¿Y qué hay de nuestros queridos hermanos mayores de la congregación?

Yo apenas tengo 84 años...

¡nada en comparación con la eternidad!

Pero, en algún momento, todos tenemos que admitir que nos estamos poniendo mayores.

Lo notamos en cómo nos sentimos y también en cómo nos vemos.

Puede que nos empiece a fallar la salud, o incluso la mente.

¿Significa eso que valemos cada vez menos para Jehová?

¿Está perdiendo valor nuestro regalo?

Puede que lo veamos así, pero eso no es lo que piensa Jehová sobre sus siervos de mayor edad, quienes tal vez se dedicaron a él hace décadas.

Aunque una moneda de oro haya perdido el brillo con los años, jamás pierde su valor.

Proverbios 16:31 nos recuerda que Y no es el color del cabello lo que le importa a Dios, sino todos los años que estos hermanos han sacrificado en su servicio.

Para Jehová, los hermanos mayores que siguen fieles, “en el camino de la justicia”, son como valiosos regalos.

¿Verdad que los muebles de las tiendas de antigüedades cuestan más que los de las mueblerías comunes y corrientes?

¿Y no es más cara una botella de vino añejo que una botella de vino más nuevo?

Sí, porque el paso de los años les añade valor.

Pues, ustedes, los mayores, poseen sabiduría y años de experiencia, lo cual es de mucha utilidad en la congregación.

Y no es que tengan que estar dando comentarios largos y elaborados en todos los párrafos en las reuniones.

Basta con que transmitan con humildad en conversaciones sencillas pero animadoras lo que han aprendido.

Jehová los ama, hermanos.

Así que, aunque los años les pesen, con la frente en alto presenten su vida a Jehová como un hermoso regalo.

Todos, jóvenes y mayores, hacemos bien en pensar cómo podemos darle a Jehová regalos cada vez más valiosos.

Si usted todavía no se ha dedicado a Dios, debería ir pensando en hacerle ese regalo.

Y todos podemos seguir cuidando nuestra actitud hacia las normas morales para dar a Dios un mejor regalo.

Recuerden: lo que vemos y pensamos puede echarlo todo a perder.

Tal vez podríamos ampliar nuestro ministerio, asistir a las reuniones y participar más en ellas, y contribuir con generosidad para la obra mundial.

Y, padres, sigan esforzándose por preparar a sus hijos de manera que puedan serle útiles a Jehová.

Finalmente, hermanos mayores, recuerden que, con su sabiduría y experiencia, no hacen más que mejorar con los años.

Piensen en Jesús, el mejor siervo de Jehová...

y el de mayor edad.

Conozcamos a una hermana que puso en práctica el consejo de servir a Jehová desde la juventud.

La hermana Lillian Barnes es de Jamaica.

Quizás no puede darle a Jehová tanto como antes, pero lo que le da hoy de ninguna manera vale menos.

Nací en 1911.

Si no me falla la memoria, creo que conocí la verdad en los años treinta.

Yo no recibí un curso bíblico como los que damos ahora.

Siempre leía “La Atalaya”.

La primera vez que la leí, me gustó mucho.

Así que seguí leyéndola.

Recuerdo haber escuchado un discurso que el hermano Rutherford dio en una asamblea hace muchos años.

El hermano dijo: “Anuncien, anuncien, anuncien al Rey y su reino”.

Jamás había escuchado algo como eso.

Así que tomé una decisión: nunca iba a dejar de predicar.

Siempre aprovecho las oportunidades para predicar.

Mucha gente viene a visitarme, pero nadie se va de mi casa sin haber escuchado el mensaje del Reino.

Paso mucho tiempo en el hospital, y aun allí predico.

Lo veo como mi territorio personal.

Les hablo a las enfermeras y a mi médico.

En vez de esperar a que alguien me ayude, aprovecho para ayudar a alguien.

Me gusta coser y tejer, y siempre hablo con Jehová.

Cuando hay algo que me preocupa, le pido a él que me ayude.

La Biblia dice que tenemos que acordarnos de nuestro Magnífico Creador en los días de nuestra juventud, antes de que vengan los años difíciles.

Ya tengo 106 años y no puedo hacer tanto como antes.

Por eso, me alegro de haber aprovechado el tiempo cuando era más joven para servir de lleno a Jehová.

Pienso seguir haciendo todo lo que pueda.

Siempre quiero hablar de Jehová y de todas las cosas buenas que me ha dado.

¡Imagínese!

Podemos alegrar el corazón de Jehová.

Servirle es un placer para mí; lo disfruto muchísimo.

Las piernas ya no me responden como antes.

Y como no puedo andar sola por la calle, alguien tiene que acompañarme hasta el Salón del Reino.

Si mis hermanos no me ven en la reunión, se preguntan: “¿Qué le habrá pasado a la hermana Barnes?”, porque todos esperan verme allí.

Yo les digo: “¡Buenos días, hermanos!”, y ellos me dicen: “¡Buenos días, hermana Barnes!”.

Algunos tienen una forma cariñosa de llamarme.

A los hermanos les gusta escuchar mis comentarios en las reuniones.

Me doy cuenta de que los hermanos están felices de que yo esté en la reunión.

Y yo también me siento feliz porque veo que todavía soy útil en la congregación.

Si no vamos a las reuniones, nos perdemos de muchas cosas buenas.

Deseo que todos estemos en el nuevo mundo como una familia.

Estoy decidida a seguir andando con Jehová hasta el final...

de mi vida o de este mundo.

Entonces volveré a ser joven y tendré una piel tan linda como la de un bebé.

“Acuérdate, ahora, de tu Magnífico Creador en los días de tu mocedad”.

Eso fue lo que la hermana Barnes hizo.

Se bautizó hace más de ochenta años, y hoy tiene 108 años de edad.

Su historia deja bien claro que darle lo mejor a Jehová —sin importar la edad que tengamos— nos hace felices.

Para darle lo mejor a Jehová, necesitamos leer la Biblia, pues allí vemos qué espera él de nosotros.

Es por eso que nuestra organización se esfuerza por poner la Biblia en manos de tanta gente como sea posible.

En la sucursal de Estados Unidos, en Wallkill (Nueva York), se produce la edición revisada de la “Traducción del Nuevo Mundo” en braille.

¿Qué se necesita para producir una buena Biblia en braille?

Y ¿cómo están usando los lectores este valioso regalo?

En el 2013, se revisó la edición impresa de nuestra Biblia en inglés y, poco después, se aprobó revisar las Biblias transcritas al braille en inglés y en portugués.

Eso implicaría un trabajo enorme.

Teníamos problemas con las páginas porque se rompían o incluso se salían por completo.

Pensamos que una solución sencilla sería cambiar el tipo de papel, y le pedimos a un hermano ciego que viniera a ayudarnos.

Hacíamos las pruebas del papel en la máquina y enseguida se las dábamos al hermano, quien al momento nos decía si había que ajustar la máquina o si le era imposible leer la página.

Probamos 25 clases de papel diferentes, pero llegamos a la conclusión de que la clave para que los libros duraran era el tipo de encuadernación.

Hemos conseguido que duren cinco veces más que antes.

Se puede levantar un libro entero con una sola hoja.

En la Oficina de Producción de Publicaciones se reciben las solicitudes de biblias en braille y se registran en un programa informático, otros hermanos las revisan y un tercer grupo se asegura de que haya material necesario para producir las biblias.

La oficina nos manda los pedidos y nos dice cuántas hay que hacer, incluso qué volumen en concreto.

Las biblias en braille se hacen en la imprenta de Wallkill, en la sección de braille.

Al final de la máquina está el rollo de papel para braille.

Nos aseguramos de que esté bien y lo introducimos en la máquina que imprime en braille por las dos caras.

Después, se corta, se perfora y se junta para revisar la calidad.

Luego se encuaderna: cada sección se fija a una cubierta que tiene una etiqueta con el número del volumen.

Se vuelve a revisar, se mete en cajas y se envía a quien lo ha solicitado.

Producir una de estas biblias en inglés toma cuatro horas y media, y ocupa 28 volúmenes.

Y, en portugués, cinco horas y media, y son 32 volúmenes.

No comenzamos con el libro de Génesis, porque queríamos que los hermanos primero recibieran el volumen que corresponde con el programa de lectura bíblica de la reunión de entre semana.

Así que, en cuanto recibimos los archivos de cada volumen, se imprimen y se los mandamos a los hermanos.

Para mí es muy importante poder leer la Palabra de Dios en lugar de solo escucharla, porque soy una persona visual.

Aunque he perdido la visión, todavía soy visual.

Aprendo mejor leyendo que escuchando.

Cuando escucho, mi mente empieza a divagar, pero cuando estoy leyendo, puedo pausar y meditar en lo que estoy estudiando.

Eso me ayuda a acercarme más a Jehová.

Me ha ayudado bastante.

Como es un inglés sencillo, ya no tengo que buscar el significado de muchas palabras.

Esta nueva Biblia tiene muchas cosas útiles, como la sección “Contenido del libro”.

Voy a ese esquema y encuentro lo que busco rápidamente.

Tiene los apéndices, el índice de palabras y el glosario.

En la época de la Conmemoración, pude leer los sucesos de la última semana de Jesús antes de morir.

Me encanta leer con una mano y con la otra ir leyendo las notas a pie de página.

Puedo participar más en la reunión de entre semana.

Por ejemplo, en la parte “Busquemos perlas escondidas”, los hermanos siempre piden que alguien lea los textos.

Ahora que tengo la nueva Biblia, yo también puedo levantar la mano para leer, y le saco más jugo a la reunión.

Gracias a la edición revisada, ahora estoy mejor preparado para la reunión y puedo encontrar exactamente lo que necesito.

Antes de tener la revisión, cuando Arthur tenía una parte en la reunión, hacía que yo le dictara los textos para escribirlos con su máquina de braille y así usarlos en la reunión.

Ahora es genial, porque su Biblia dice exactamente lo mismo que la de los demás.

Me gusta llevarla de casa en casa, pero solo me puedo llevar uno de los volúmenes, porque son enormes.

Me llevo el que contiene el texto de la presentación que voy a usar ese mes para ver si la persona me deja leérselo.

Poder leer las Escrituras y hacer mi estudio personal ha supuesto un gran cambio en mi vida.

Estoy muy agradecida a los hermanos por el trabajo que hacen en Wallkill.

Valoro enormemente el esfuerzo que hacen, porque implica muchísimo trabajo.

La organización de Jehová se preocupa por cada uno de nosotros.

Estoy muy contenta de que hayan hecho la Biblia en braille para quienes somos ciegos.

Ahora puedo estudiar la Biblia y buscar los textos, y eso me acerca más a Jehová.

La nueva Biblia está hecha para mí.

Siento que ha sido una respuesta a mis oraciones.

Jehová me la ha dado porque era el libro que más deseaba leer, y le estoy muy agradecida por ello.

Al igual que estos hermanos, sigamos valorando el gran regalo que es la Palabra de Dios.

Le pedimos a Jehová que bendiga todo lo que se está haciendo para publicar la edición revisada de la “Traducción del Nuevo Mundo” en más idiomas y formatos.

La Biblia y nuestras publicaciones nos ayudan a dar el máximo en la predicación.

El video musical de este mes muestra cuánto desean los siervos de Dios efectuar su ministerio plenamente.

Se titula “Servirte me hace feliz”.

♪♪ Jehová, Padre amado, me nace de dentro un latir; yo te quiero cantar que servirte me hace feliz.

Me encanta ayudar a la gente a saber más de ti.

Hablar de tu nombre, no hay nada mejor para mí.

¡Qué bonito es sentir cada día que aumenta mi fe!

Dedicarte mi vida entera es lo que soñé.

(ESTRIBILLO) Jehová, Padre amado, en esta canción, te abro las puertas de mi corazón.

Delante de todos, te quiero decir: Jehová, Padre amado, servirte me hace feliz.

Quiero que sepas que tú tienes todo mi amor.

Te daré todo lo que soy, te daré lo mejor.

Hacer cuanto puedo me llena de felicidad.

Te prometo ser fiel y quererte por la eternidad.

¡Qué bonito es sentir cada día que aumenta mi fe!

Dedicarte mi vida entera es lo que soñé.

(ESTRIBILLO) Jehová, Padre amado, en esta canción, te abro las puertas de mi corazón.

Delante de todos, te quiero decir: Jehová, Padre amado, servirte me hace feliz.

(ESTRIBILLO) Jehová, Padre amado, en esta canción, te abro las puertas de mi corazón.

Delante de todos, te quiero decir: Jehová, Padre amado, servirte me hace feliz. ♪♪ ¿De qué maneras dieron los hermanos el máximo en el ministerio?

Aprovechando todas las oportunidades para predicar.

Lo hicieron de casa en casa, en lugares públicos, en los negocios, de manera informal y en zonas aisladas.

También usaron el kit de enseñanza, incluidos los videos, para llegar al corazón de las personas en un idioma que estas puedan entender bien.

Amamos a la gente, al igual que Jehová, y por eso le predicamos.

Además, como Jehová, amamos la santidad, la pureza.

El hermano Herd explicó por qué nos esforzamos por conservar la pureza moral.

Pero también tenemos que darle importancia a la limpieza, aunque estemos muy ocupados.

En el siguiente video veremos cómo Grayson ayuda con cariño a su hijo a entender este punto.

Terminé la enseñanza media superior en verano y quería empezar el precursorado regular.

Ese es mi papá, Grayson.

Papá tenía problemas con el auto esa mañana y necesitaba que lo llevara al trabajo.

Es verdad que mi auto estaba un poquito sucio y que no olía muy bien...

Pero es que era invierno.

Y además mi auto es muy viejo.

¿Qué más da?

Cuando tenga uno nuevo, lo mantendré limpio.

Pero mi papá le estaba dando demasiada importancia.

Esa mañana no fue nada buena.

Pensé que el tema ya estaba olvidado.

Pero, por la noche en casa, papá lo sacó de nuevo.

Aunque esta conversación estuvo mejor.

Me mostró una foto de su primer auto.

También era súper viejo.

Me dijo que, aunque nuestra casa o nuestro auto no sean caros o lujosos, deberían estar tan limpios y ordenados como sea posible.

Todavía no veía por qué era tan importante.

Entonces me explicó que Jehová es un Dios limpio y que, desde hace mucho tiempo, ha exigido que su pueblo sea limpio.

La Ley que Jehová dio a los israelitas enseñaba que la limpieza y la adoración estaban muy relacionadas.

En ella se dejaba claro que los sacerdotes tenían que lavarse las manos y los pies antes de ofrecer sacrificios a Jehová.

Si alguno de ellos participaba en el servicio a Dios sin estar limpio, tenía que morir.

Le dije a papá: “No soy israelita, y ya no estamos bajo la Ley de Moisés”.

Él me contestó: “Es verdad, pero la Ley nos ayuda a entender cómo piensa Jehová”.

La Ley destacaba que todos los que adoraban a Jehová tenían que ser limpios.

Y, como dice Malaquías 3:6, Jehová no ha cambiado.

Después dijo algo que se me quedó grabado: “No debemos pensar solo en nosotros”.

También me dijo que pensara en lo que dice 2 Corintios 6:3, 4: Me di cuenta de que cosas como nuestra apariencia, nuestra casa o nuestros automóviles pueden dar alabanza a Jehová.

Al fin lo entendí.

No debemos pensar solo en nosotros.

Entonces supe lo que tenía que hacer.

Y no solo limpié mi auto.

Unos meses más tarde, entregué la solicitud para ser precursor regular.

Agradezco mucho lo que me enseñó mi papá.

No debemos pensar solo en nosotros.

Hasta con las cosas más pequeñas, podemos darle gloria al Dios que amamos.

¿Cómo logró Grayson ayudar a su hijo?

Aunque le disgustó sentarse en un automóvil tan sucio, esperó a estar calmado para darle un consejo.

Además, basó lo que le dijo en los principios que Jehová nos da en la Biblia.

Y su hijo tuvo que ser humilde para admitir que ser o no limpio influye en la opinión que la gente se forma del pueblo de Jehová.

Sí, la humildad nos ayuda a aceptar la corrección, pero también nos beneficia de otras maneras.

En una adoración matutina de Betel, el hermano Mark Noumair analizó por qué era tan importante que los apóstoles de Jesús aprendieran a ser humildes y por qué nosotros debemos hacer lo mismo.

Resulta interesante que Pedro dé consejos sobre cultivar la humildad.

Remontémonos al pasado y veamos por qué la humildad estaba tan grabada en la mente y el corazón de Pedro.

Abramos nuestras biblias en Lucas, capítulo 22.

En este capítulo encontramos a Jesús organizando aquella última Pascua, en el año 33 de nuestra era.

Lo vemos en Lucas 22, a partir del versículo 8.

Es jueves por la tarde, 13 de nisán, y ¿qué sucede?

Versículo 8: Jesús envía a Pedro —ahí está Pedro—, y a Juan, y les dice: “Vayan y preparen la pascua para que la comamos”.

O sea, “Pedro, Juan, prepárenla”.

Versículo 9: “¿Dónde quieres que la preparemos?”.

Entendieron bien lo que tienen que hacer: prepararla.

Jesús los mandó a Jerusalén, donde encontrarían a un hombre con una vasija de barro.

Versículo 12: “Y ese les mostrará un cuarto grande, arriba, amueblado.

Prepárenla allí”.

Versículo 13: “De modo que ellos partieron y lo hallaron así como él les había dicho, y prepararon la pascua”.

Preparar la Pascua.

¿Y qué cosas había que preparar?

Pan, vino, aceite para las lámparas, cordero, una toalla, una palangana y agua.

¿Una palangana y agua?

Ellos sabían la importancia de lavar los pies a los demás.

Estuvieron presentes cuando Jesús reprendió a Simón el fariseo: “Simón, no me diste agua para los pies; Simón, no me diste agua.

No has estado a la altura”.

Así que, mientras estaban preparándolo todo, se quedaron mirando fijamente la palangana y el agua, se miraron el uno al otro y se preguntaron: “¿Y quién va a lavar los pies?

¿Quién va a hacerlo?”.

Era una oportunidad de oro para hacer todo lo que Jesús les había enseñado sobre la humildad en tres años y medio.

Era el momento.

Después de tres años y medio, podían portarse como uno de los menores.

No dominar a los demás.

Servir a otros, no esperar que les sirvieran.

Este era el momento.

Podrían haberle demostrado a Jesús que habían captado el punto.

Era jueves por la tarde.

Tenían tiempo para pensar en ello y orar sobre el asunto.

Pero avancemos un poco y veamos lo que sucede ahora.

Avancemos hasta el atardecer del 14 de nisán.

Esta vez leeremos el relato en Juan, capítulo 13.

Ya habían preparado la habitación, habían seguido las instrucciones...

y, en Juan 13, vemos el asunto desde la perspectiva de Juan; él había estado con Pedro preparando todo...

Ahora saltamos al año 98, cuando Juan está escribiendo esta historia.

Había tenido tiempo para reflexionar en ello durante años.

Veamos lo que dice en el versículo 3: “Jesús, sabiendo que el Padre había dado en sus manos todas las cosas, y que de Dios había venido y a Dios iba [...]”.

Juan estaba al tanto de que Jesús conocía esas cosas.

Quizá pensó: “Jesús sabía quién era; sabía todas las cosas.

Comprendía muy bien que Jehová lo había honrado.

Sabía que le había confiado todas las cosas.

Sabía que él era la segunda persona más importante del universo.

Sabía que era ‘el primogénito de toda la creación’.

Sabía que había ayudado a su Padre en la creación.

Conocía todo eso —todas esas cosas—”.

Juan reflexiona en ello y lo pone por escrito.

Y, conociendo todo eso, en el versículo 4 hace un contraste: Jesús se levanta de la cena y pone a un lado sus prendas de vestir exteriores.

Toma una toalla, se la ata a la cintura, pone agua en una palangana, comienza a lavarles los pies a los discípulos y se los seca con la toalla que tiene atada a la cintura.

Juan muestra que Jesús fue muy humilde aunque sabía quién era.

Pero Juan no solo meditó en quién era Jesús, también en por qué hizo aquello.

¿Por qué actuó así?

Eso era lo que le interesaba a Juan.

Vemos la respuesta en el versículo 1, donde él mismo explica el porqué: como amaba “a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”.

Juan dijo que Jesús “los amó hasta el fin”.

¿Qué significa eso?

Él quería inculcarles cualidades que los ayudaran a vencer al mundo, que fortalecieran a la congregación cristiana, cualidades como el amor abnegado y la humildad.

Los amó hasta el fin.

Nunca los dio por perdidos.

Tenían sus defectos, pero él siempre confió en ellos.

Treinta años después, Pedro seguía pensando en la humildad.

Y, sesenta años después de aquel episodio, la lección de humildad que les dio Jesús sigue resonando alto y claro en la cabeza y el corazón de Juan.

Sin embargo, ninguno tuvo suficiente humildad para poner en práctica lo que Jesús les había enseñado durante tres años y medio.

Juan ha terminado de escribir la historia, y ahora medita en ella; la ha escrito por inspiración, y ya la ha acabado.

Quizás vuelve a leer lo que ha escrito y piensa: “Me habría encantado escribir que Jesús solo les lavó los pies a uno o dos discípulos, porque después yo me levanté y les lavé los pies al resto de mis hermanos.

Tomé la toalla, e imité a Cristo”.

O “Pedro y yo nos levantamos”.

Pero el punto es que no lo hicieron.

¿Qué aprendemos de esto?

No permitamos que las valiosas lecciones que nos enseña Jesús resuenen en nuestra mente y corazón solo cuando hayamos perdido la oportunidad de ponerlas en práctica.

Llevemos esto al plano de Betel: “Sé que tengo mucha antigüedad —soy muy consciente de ello—, pero ¿espero que me traten de manera especial por eso?

Sé que tengo autoridad por ser el superintendente; soy el superintendente, lo tengo muy muy claro.

Muy bien, ¿me levantaré y me arremangaré la camisa para hacer lo que nadie quiere hacer, o solo me gusta mandar?

Sé que tengo un privilegio de servicio maravilloso; lo sé, y los demás también lo saben.

Bien, pero ¿estoy dispuesto a capacitar a otros?”.

El hermano Jackson mencionó esto en la graduación de Galaad, cuando dijo que hay que valorar las responsabilidades, pero no apropiarse de ellas.

Esto significa que tenemos que actuar.

Hay que ser humildes para capacitar a quien nos va a sustituir, seamos hermanos o hermanas.

“Sé que tengo más experiencia que esa persona en mi trabajo.

Sé que tengo la experiencia; lo sé.

Tengo más experiencia que mi compañero.

Genial, pero ¿tendré la humildad de transmitir mis conocimientos para ayudar a otros en su trabajo?

¿O me los guardaré para mí?”.

Si somos humildes de verdad y hacemos estas cosas, podremos decir que la lección de humildad que nos dio Jesús, que hemos visto en Juan 13, se ha grabado para siempre no solo en la mente y el corazón de Pedro y Juan, sino también en los nuestros.

¡Qué valiosa lección!

Si somos humildes, cumpliremos mejor con las asignaciones que Jehová nos da, honraremos a los hermanos con los que trabajamos y fortaleceremos la unidad.

Y, unidos, los siervos de Dios podemos lograr muchas cosas.

En Perú, los hermanos de la localidad colaboraron con Testigos que llegaron de otros países para construir dos nuevos Salones de Asambleas.

Veamos qué aprendieron los hermanos al trabajar juntos y cómo estos nuevos salones dan gloria a Jehová.

Cualquier cosa que podamos darle a Jehová es pequeña en comparación con lo que él nos da.

Como dice Malaquías 3:10, Jehová solo nos pide que traigamos “las décimas partes”, nada más.

Y entonces él nos dará muchas bendiciones.

Y pienso que una de esas bendiciones de las que habla Malaquías son las amistades que hemos hecho.

Los hermanos son lo mejor del trabajo.

Me encanta estar con ellos todos los días.

Aunque no hables su idioma, ves sus hermosas cualidades.

Haces nuevos amigos y puedes imaginarte cómo será la vida en el nuevo mundo.

Como trabajamos tan unidos, algunos de ellos han llegado a ser como nuestros padres, hermanos y hermanas, y todos nos hemos convertido en una familia.

Trabajar con los hermanos locales me ha ayudado a ver que de verdad estamos en la organización que Jehová dirige en nuestros días.

Lo que yo he visto es cómo el espíritu de Jehová gobierna en su pueblo.

Acá había muchos siervos internacionales, de varias nacionalidades, con caracteres diferentes, con nuestros hermanos de la localidad, también con costumbres distintas.

Pero, cuando era hora de trabajar, todos éramos uno.

No había un grande, un chico, uno más inteligente o uno menos inteligente.

Todos éramos una misma fuerza.

Me tenía muy preocupado no hablar su idioma.

Al principio, no estaba seguro de si podría trabajar con los hermanos.

¿Cómo iba a explicarles lo que había que hacer si no conocía su idioma?

La verdad es que si vas allí con una buena actitud y simplemente disfrutas de trabajar con los hermanos, no tendrás problemas.

Se sonríe igual en todos los idiomas.

El Salón de Asambleas de Chiclayo se dedicó el 9 de abril de 2016, y, el de Trujillo, poco tiempo después, el 31 de julio.

Todos los asistentes quedaron impresionados y se sintieron muy agradecidos al ver las instalaciones de sus nuevos Salones de Asambleas.

Antes, hemos tenido que trabajar mucho, hasta quizás 15 días antes para preparar un local completamente inapropiado.

Ahora, no.

Ahora los hermanos solamente vamos a mantenerlo, y llegar sencillamente a disfrutar de la asamblea.

Estoy seguro de que esta asamblea, este local, va a servir muchísimo para elevar la espiritualidad de nuestros queridos hermanos.

Si puedo usar una expresión con respecto a las pantallas es...

han revolucionado la forma de aprender de Jehová.

Los discursos nosotros los podemos disfrutar porque vemos los gestos de los hermanos.

Como que más nos llegan al corazón esos discursos, hermano.

Es maravilloso, realmente.

Yo recuerdo que hace más de veinticinco años le oré a Jehová y le dije: “Jehová, por favor, permíteme en algún momento ver un local de asamblea”.

Y Jehová me ha permitido estar en la compra, en los documentos, en la construcción.

Y yo me acuerdo y digo: “Jehová escuchó mi oración”.

Me impresionó ver cómo se fue construyendo el Salón de Asambleas de Chiclayo porque, cuando llegamos, vimos las condiciones en las que los hermanos celebraban las asambleas.

Ahora que el proyecto está terminado, me siento tan feliz por los hermanos.

Es muy hermoso, limpio y ordenado.

Siento que este Salón de Asambleas es como una joya en medio de la ciudad.

Y sé que a los hermanos les encanta poder cuidar de este lugar y venir aquí a adorar a Jehová y a reunirse con sus amigos.

Ha sido una experiencia maravillosa.

Creo que nunca volveremos a vivir algo como esto.

¡Fue genial!

¡Qué excelente programa!

Son tantos los regalos que podemos hacerle a Jehová, y vimos algunos en los videos.

Así es.

Vimos a hermanos jóvenes y mayores dar el máximo en la predicación, en la congregación, en Betel y en proyectos de construcción.

También escuchamos valiosos consejos para ser humildes y para mantener la limpieza moral y física.

Para terminar, recibamos los saludos de nuestros hermanos de Chad.

Chad es un país de la región central norteña de África.

Como el desierto del Sahara ocupa la parte norte, la mayoría de los 13 millones de habitantes del país viven en la fértil región del sur.

Menos de mil hermanos sirven en este inmenso territorio salpicado de pequeñas poblaciones aisladas.

En la capital, Yamena, cinco congregaciones difunden el mensaje de la Biblia por toda la ciudad y sus alrededores.

Una de estas es la congregación Walia, en el sur de la capital.

Los hermanos predican con regularidad a lo largo del río Logone, donde suelen hablar con gente que viene de muy lejos.

Su entusiasmo contribuyó a que se estableciera una congregación en Koundoul, una población cercana.

Los hermanos de Koundoul y de Walia nos envían sus saludos y amor cristiano.

¡Que Jehová los bendiga por el cariño que demuestran y por su espíritu de sacrificio!

Gracias por estar con nosotros este mes.

Desde la central mundial de los testigos de Jehová, esto es JW Broadcasting.



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